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Capítulo 25 - Tensión


Capítulo veinticinco: Tensión.


No quiero pasar el salón de mi casa. Siento la tela de mi vestido oscuro rozar la piel expuesta, el sudor sobre mis manos y mi respiración haciendo eco en mis oídos. Incluso el latir de mi corazón es algo que escucho, acelerándose y trabándose sobre el sonido de las voces.

    A mi alrededor hay una multitud de rostros borrosos con ostentosos trajes y brillantes vestidos. Nadie me mira, son puntos de colores que se vuelven más brillantes cada vez.

    Y están mis padres.

    Ambos en el centro del salón, recibiendo pésames y palabras dulces en lo que ellos regalan suaves sonrisas a modo de agradecimiento. Nadie me ve.

    Puedo ver la palidez de mis manos, el mareo en mi cabeza y esa parte de mí que está gritando en mi interior. Doy un paso más cerca. Mis ojos arden con la necesidad de llorar al imaginar cómo serán las cosas de ahora en adelante.

    Hay fotos expuestas entre coronas de flores y ramos más bonitos y grandes de los que nunca había visto. Nuestros padres no han dudado en comprar lo mejor, en embellecerlo todo como siempre hacen. En esforzarse de cara al público.

    Mis pasos son lentos, la imagen de mi hermano está dándome la espalda, un par de personas la están mirando, murmurando lo triste que es la pérdida de alguien tan jóven. No identifico sus rostros.

Lo único que escucho es mi corazón y mi respiración.

El murmullo baja en volumen hasta desaparecer y ser sustituido por un intenso pitido.

Paso junto a la imagen parándome al lado de la pareja para verla, pero no es la foto de Josh la que está ahí.

    Es la mía.

Despierto con un grito ahogado en mi garganta. Paso una mano por mis mejillas para borrar las lágrimas producto del sueño y puedo sentir la tela de mi camiseta pegándose a mi espalda por culpa del sudor.

Trato de no pensar en el sueño hasta que su recuerdo empieza a volverse más borroso y desaparece en el fondo de mi mente. Aun así el efecto que ha tenido en mi cuerpo dura cerca de media hora más. Media hora en la que sólo me quedo mirando al techo, queriendo y no queriendo interpretar mi sueño al mismo tiempo. Aunque, si hay algo que llega a mi cabeza inmediatamente, es esa ansiedad por estar quedándome sin tiempo.

Necesito encontrar ya a mi hermano porque hay un miedo recorriendo mi cuerpo desde hace unos días ya. Mi parte racional dice que es un miedo común. Mi parte irracional que es un mal presentimiento real, uno que me hace plantearme si es real el hecho de que los mellizos tienen una unión más allá de la sanguínea entre ellos.

No debería, pero ese sentimiento de estar quedándome sin tiempo me está matando.

Son las cinco de la mañana cuando salgo de la habitación y me acomodo en el sillón del piso de abajo, justo como cuando empecé con las pesadillas de lo que pasó en el bosque. Este sillón se ha vuelto mi zona de confort.

No pasa mucho hasta que los rápidos pasos de uno de los perros de Ethan y el sonido de la placa de su collar resuena por las escaleras. Reconozco por la intensidad del sonido que se trata de Fenrir antes de ver su sombra oscura aparecer.

Él pasa con rapidez por el salón para ir al bol de comida y agua que tiene en una esquina de la cocina. Después se vuelve hacia las escaleras, pero para a mitad de camino, se sienta por unos segundos y después se acerca para quedarse tumbado en la alfombra bajo mis pies.

Extrañamente, eso es suficiente como para ayudarme a dormir de nuevo.

Al menos creo que lo hago porque al abrir los ojos ya hay algo de luz de nuevo. Eso y que Fenrir se ha subido al sillón y está adormilado sobre mis piernas.

Hay pasos en las escaleras, pero estoy demasiado cansada como para mantener los ojos abiertos todo el tiempo así que cuando escucho la voz de Ethan estoy medio dormida de nuevo.

    —Y yo pensando que me había dejado a Fenrir fuera de casa.

    —No, está aquí —murmuro.

    Sus pasos se mueven hacia la cocina.

    —¿Resaca? —pregunta tan alto que casi parece un grito.

    —¿Qué? —Tengo demasiado sueño. Lo malo es que si Ethan ya está despierto eso quiere decir que pronto habrá que ir a clase. Él es de los que se levantan con el tiempo justo y yo suelo estar ya preparada para cuando él baja, en pijama, a por algo que desayunar.

    Genial, ya voy mal de tiempo.

    —La resaca, Emma, ayer estabas literalmente balanceándote, sin equilibrio y no se entendía la mitad de lo que decías, así que dime. —Se deja caer en el sofá con un bol de cereales entre sus manos—. ¿Cómo va esa resaca?

    —Oh, eso, no tengo.

    —¿Cómo que no tienes?  ¿Dolor de cabeza, vómitos, incomodidad hacia la luz o ruidos fuertes, malestar al menos?

    Niego, abro los ojos y vuelvo a apoyarme contra el respaldo del sillón. Fenrir se remueve hasta quedar boca arriba, su cabeza cae por el borde del sofá. ¿Cómo puede dormir así?

    —La suerte del principiante —murmura para sí mismo.

    Tengo que hacer mi mejor esfuerzo para levantarme. Fenrir me pone mala cara y llega a gruñirme al dejarle solo en el sofá. Voy escaleras arriba para cambiarme de ropa. Nunca había estado tan cansada. He llegado a dormir únicamente tres horas en dos noches y, aún así, estaba bien por la mañana, tenía fuerza de hacer algo porque había una razón para ello. Ahora es como si me lo hubieran arrebatado. El cansancio está multiplicándose. Es como si esta energía que conseguía mantener se hubiera evaporado, así, como si nada, sustituido por un agotamiento tal que lo único que quiero es tumbarme y dormir. O solamente tumbarme en la cama para quedarme ahí.

    Tengo que hacer mi mejor esfuerzo para cambiarme de ropa y maquillarme esta mañana. Hago lo básico para aparentar tener esa energía de la que carezco, muchas veces creo que eso es lo que me mantiene centrada o, más bien, sin romperme. Esa "máscara" que me cubre cada mañana hace que sienta que es hora de empezar a actuar, me hace adoptar una forma de pensar e imagen que mantener, así que todo es más fácil. Mejor dicho, me obliga a mantenerme enfocada en algo que no sea Josh.

    Me echo la mochila al hombro una vez estoy lista.

    Ethan está esperando escaleras abajo, dándole vueltas al llavero. Está completamente concentrado en ese gesto.

    —¿No desayunas?

    —Vamos tarde.

    Ethan levanta la mirada ante mi respuesta.

    —¿Como toda la última semana?

    ¿Está tratando de darme una reprimenda? Me trago las ganas de cruzar los brazos, sí, las mañanas son cada vez peores por culpa de lo horribles que son las noches. Aunque no haya soñado nada, sigo despertándome con el estómago revuelto y un nudo en la garganta. Si desayunara algo, probablemente terminaría vomitándolo. Así que respondo un frío "Sí", le adelanto y dejo que el camino al instituto sea silencioso.

    Esta vez llevo conmigo la bolsa en la que traje la ropa el primer día con la idea de pasar esta tarde por casa y cambiar las prendas que había traído. No esperaba que fuera a pasar tanto tiempo y es hora de hacer una gran limpieza. Aunque la idea de ir a casa, de quedarme allí, no me desagrada. Realmente necesito un tiempo ahí como si se tratara de una forma de recuperar energía. Por eso, aunque odie las clases de Italiano, disfruto un poco de ellas por el echo de estar allí.

    Así que antes de salir de su coche, me quito el cinturón y me giro hacia él.

    —Oye, estaba pensando...

    —¿Tú? ¿Pensando? —interrumpe desatándose el cinturón—. Qué peligro.

    —Como decía, estaba pensando en que ya que tengo que ir a recoger un par de cosas a casa, podría pasar ahí la tarde.

    —Ya, digamos que hoy tenía plan para toda la tarde, tendrá que ser otro día.

    ¿Qué? ¿Ha creído que estaba pidiéndole que viniera conmigo?

    Y pensar que mi idea era estar sola para poder relajarme al fin un poco.

    —Mejor todavía. Tú a lo tuyo y yo a lo mío, una tarde perfecta. ¿No crees?

    Se muestra sorprendido, después su ceño se frunce, pero antes de poder responder uno de los gemelos golpea su ventanilla con los nudillos. No me mira, así que supongo que se trata de Cole. Parece amargado así que sí, es Cole. Aun así Ethan me señala, advirtiéndome que ya hablaremos después con el gesto. Saca la llave y sale del coche.

    No me quedo a escuchar lo que discuten. En su lugar saco mi mochila y la bolsa de ropa que he traído y me meto al instituto. Me aseguro de que Ethan vea que llevo la bolsa de ropa conmigo, después le diré que voy a volver por mi cuenta, con eso debería ser suficiente.

    Ignoro a toda persona con la que me cruzo hasta llegar a mi taquilla, aunque la mirada de Daniel sí la noto. Le veo a él, en las primeras taquillas, apoyado con tranquilidad y sus ojos claros fijos en una sola persona: en mí. Justo como he estado notando todos estos días, es como un águila, está en todas partes. No le había dado demasiada importancia, pero, después de lo de ayer, ahora su presencia no es tan llevadera como antes.   

    Así que cuando de reojo veo que se mueve, aprieto el paso. Siento un escalofrío recorrer mi columna al creer distinguir sus pasos entre los de la multitud de alumnos. Es una idea loca, algo que está más en mi cabeza que en cualquier otro lugar, pero pese a ello me devuelve una mayor incomodidad.

    Llego a mi taquilla, esforzándome por recorrer el último tramo cuando un grupo de adolescentes ha decidido que la taquilla de al lado es el mejor lugar para ponerse a hablar. Meto la bolsa como puedo. Al cerrar me sobresalto por completo cuando hay alguien esperando apoyado al otro lado.

    —Mierda, Zac, me has asustado.

    El rubio muestra una sonrisa, orgulloso.

    —Perdón, sólo venía a ver cómo estabas después de lo de ayer. ¿Todavía estamos en buenos términos?

    —Claro, ¿por qué no lo estaríamos?

    —Tengo una lista. Tu primera borrachera, Ethan queriendo matarme por tu primera borrachera, el hecho de que acabas de descubrir de que somos familia, tienes dónde elegir.

    ¿Todo eso pasó sólo ayer? Familia. Zac es mi primo, lo había olvidado por un momento. Pero eso significa que Cole también es mi familia.

    De golpe quiero olvidar que todo eso es real.

    Pero Zac sigue expectante y puedo ver que siente cierta preocupación. Sí, que él sea mi primo es algo que jamás cambiaría. Da igual cómo haya sido nuestra relación todos estos años, esas miradas de odio por los pasillos, esto y su disposición de los últimos días lo cambian todo. Lo cambian todo para mí.

     —Todo bien, no te preocupes por eso. Lo único, ¿puedo hacerte una pregunta?

    —Sí si luego puedo hacerte yo otra.

    —Trato. —Me echo la mochila al hombro, dejando que Zac me acompañe por los pasillos. Es curioso, pero ya a nadie parece llamarle la atención que uno de los gemelos esté a mi lado—. ¿Por qué Ethan parecía dispuesto a atropellarte ayer?

    No literalmente, pero no parecía nada contento con la presencia de Zac. Después de todo, quiso dejarme tirada sólo por no pasar más tiempo en la misma zona que él.

    Zac rasca su barbilla, pensativo, antes de hacer una mueca de desagrado y terminar por responderme.

    —Digamos que no le hizo demasiada gracia que quisiera recuperar el lazo familiar.

    —¿Perdón? —Dejo de andar. Lo que siento es la más pura traición.

    Si hay alguien que entienda todo lo que necesitaba una familia, todo lo que anhelaba tener una, ese debía de ser Ethan. Me ha visto, ha convivido conmigo y sabe cómo son mis padres, les ha conocido en una infinidad de eventos, escuchó de los labios de Ethan lo solos que estábamos. Y, aun así, ¿no quería que tuviera a alguien más, a un familiar más que me ayudara con todo esto?

    Eso es cruel.

    Zac me mira sin entender, pero lo único que yo puedo hacer es quejarme.

    —No puedo creerlo —sigo—, es un maldito idiota. ¿En qué le incumbía a él? ¡En nada! Él mismo lo dijo.

    —Emma, no es eso.

    —¿Que no es eso? No entiendo cómo ha podido hacerme algo así, hacerte algo así —corrijo. Todavía sigo algo molesta con él por no haberme dicho nada y eso está influyendo en esto. Lo más probable es que de cruzarme con él ahora le abofetease.

    Fuerte.

    —Le entiendo, tenía sus razones.

    —¿De molestarle que tuviera familia? —Mi pregunta suena como un grito en medio del pasillo y me gano más de una mirada. Eso hace que mantenga el silencio durante unos segundos para perder la atención. Zac hace lo mismo.

    —Fui un completo capullo contigo y tu hermano, puedo entender que él se sintiera algo reacio hacia la idea de que después de eso quisiera, no sé, volverme un primo ejemplar, supongo.

    —Aun así. No está bien, Zac.

    Baja un poco la cabeza, como si quisiera decirme que lo sabe pero no se atreviera a pronunciar las palabras. Además, su mirada muestra el sentimiento opuesto, una parte de él cree que Ethan tiene toda la razón.

    Para mí no la tiene.

    Además, en el coche me advirtió de él, me dijo que no confiara ni siquiera en mi familia. Empiezo a pensar que su personalidad está cobrando un aire más oscuro, más sobreprotector. Aunque una cosa es cuidar de alguien o preocuparse por una persona y otra es querer hacer que yo desconfíe de todo el mundo salvo de él y querer que aleje incluso a mi "nueva" familia.   

    No, no me hace gracia.

—Es... —Su intento de defenderlo termina ahí porque finalmente niega.

Estamos en mi aula llegado ese momento y Zac se limita a despedirse para esquivar el tema e irse a la suya.

    Chico listo.

    El resto de mis clases pasan en un suspiro, al menos quitando la charla que tengo que tener con mis profesores de biología e historia para explicar qué me hizo faltar a una presentación y un examen la semana pasada. Por suerte para mí, sigo teniendo una gran confianza por parte del profesorado y con una buena excusa a la que le sumo mi mejor sonrisa e inocente mirada, lo tengo hecho. Sin repercusiones.

    A la hora del almuerzo estoy algo más relajada, sentada en la mesa de siempre a la que Tanner ha terminado uniéndose como una compañía habitual. Me pregunto si ha seguido comiendo aquí, solo, los días en los que yo no he estado.

    Él deja la bandeja con lentitud frente a mí, espera unos segundos temiendo que mi respuesta sea negativa, con una sonrisa consigo que tome asiento. Es un chico muy tímido e inseguro, extrañamente eso hace que me sienta cómoda a su alrededor, hace que sienta que puedo confiar en él, ser yo con él.

    —¿Has estado enferma estos días? —habla tan bajo que apenas puedo entender lo que dice, más bien lo interpreto. Aun así mi mirada pronto cae en la forma tan nerviosa en la que mueve una mano sobre el brazo contrario, roza la tela de su camiseta una y otra vez, su mirada algo perdida.

    —Sí, algo me sentó bastante mal —invento.

    —Oh, qué mal.

    —Sí.

    Las conversaciones con él siguen siendo incómodas. No quiero dejarlo así porque sé lo que le cuesta sacar un tema a él y lo incómodo que tiene que estar pensando en qué decir después, pero el problema es que a mí me gusta el silencio. Me aclaro la garganta, le quito el plástico a mis cubiertos y hago mi mejor esfuerzo.

    —¿Habéis avanzado algo con el periódico? ¿Necesitáis ayuda con algo?

    El tenedor que está sosteniendo se balancea entre sus dedos hasta caer al plato. Enrojece por completo hasta el punto de que su rostro le hace competencia al color del pelo. Recoge el cubierto avergonzado. Yo junto las manos bajo mi barbilla con la esperanza de que ese gesto demuestre que quiero darle atención y le calme un poco. No lo hace.

    —Bueno, algo sí, han hecho, bueno, un par de noticias y, eh, una crónica. No sé, terminé ya mi parte y quería, no sé, añadir algo en las reseñas o eso, pero Nicole es un poco acaparadora con eso, ya sabes, bueno no, no es, no sé, no le digas que te lo he dicho, es sólo que...

    —Es acaparadora —interrumpo antes de que vuelva a trabarse con las palabras.

    —Sí, y, no sé, sale el próximo martes ya está casi, eso, pues hecho y queda, no sé, una cosa que quería añadir Lissy y bueno la revisión que ella le da y creo que ya. Recibimos las dos noticias y entrevista que nos mandaste, el profesor les ha dado el visto bueno.

Sonrío.   

—Genial.

Mi madre está feliz con mi participación en el periódico tanto como estuvo cuando el año pasado participé en el club de debate y me votaron para ser la delegada del curso. Ella sólo me empuja a cosa tras cosa en busca de tener algo que "quede bien en mi currículum" y, si está unido con los medios de comunicación, casi puede llegar a sentirse orgullosa. Casi.

¿A quién quiero engañar? Da igual todo lo que haga. Para mi madre yo bien podría ser la directora de comunicación de una gran empresa, haber llevado grandes campañas publicitarias, tener dos carreras, un sin fin de másteres y doctorados, y ella seguiría mirándome igual. Seguiría con esa actitud de superioridad y mirándome como si yo no fuera más que un chicle en su zapato. Una sombra.

Me pregunto si algún día se sentirá feliz porque yo, y no otra persona, sea su hija.

    —¿Tú has terminado ya el trabajo de literatura? —Tanner me saca de mis pensamientos con tanta brusquedad que tengo que parpadear repetidamente en busca de centrarme. Al ver mi confusión, sigue—. Estamos en la misma clase y, ya sabes, había que, bueno, buscar una unión entre algunos de los autores que hemos estudiado y, eso, crear un trabajo con sus obras uniones y así.

    —Oh, eso, sí, lo tengo terminado.

    Lo terminé cuando quedaban dos semanas para entregarlo, así es un peso menos, si lo dejo todo para el último momento y se me juntan las cosas creo que estallaría, al menos ahora. Tanner toma su botella de agua y las manos le tiemblan un poco al sostenerla, algo más notorio ahora que tiene el objeto entre sus manos.   

    —No sé cómo enfocarlo, ¿crees que podrías, eh, ayudarme? Pero sólo si quieres. Entiendo que no quieras, es sólo una, eh, sugerencia.

    Una distracción. Sí, necesito eso, ahora mismo pasar tantas horas en la cabaña y con la misma persona me está ahogando un poco. Un cambio de aires me vendría bastante bien.

    Asiento.

    —Podemos quedar una tarde y te ayudo, ¿qué te parece mañana?

    —¿Mañana? —repite, demasiado sorprendido como para haber sopesado la posibilidad de que yo fuera a aceptar. Se pasa la mano por el pelo para apartar los rizos rojizos que se deslizan sobre su frente—. Sí, es decir, claro, gracias. Podemos vernos en mi casa.

    —¿Me estás invitando a tu casa, quien seas?

Esa voz.

    Sé que es Ethan antes de que deje su bandeja a mi lado, se acomode en el asiento y me guiñe un ojo de forma muy descarada. Con eso se inclina ligeramente hacia adelante para volverse hacia Tanner.

    —¿Y bien? —insiste Ethan—. ¿Qué haces invitándome a tu casa?

    ¿Acaba de...? Siento su mano sobre mi espalda. ¿Por qué tiene la mano en mi espalda? Me quejaría, pero él ni siquiera se digna a mirarme, no, está más entretenido viendo cómo Tanner se encoge bajo su jersey de cuadros queriendo desaparecer.

    Le está vacilando, pero Tanner no es de los que sepan defenderse incluso de algo tan suave como esto. Hace unas semanas ni siquiera me importaba compartir más de dos palabras al mes con Tanner y ahora me siento como una madre o una hermana mayor respecto a él.

    —No, Ethan, tú no estás invitado —respondo yo.

    Ethan frunce el ceño al ladear la cabeza hacia mí. Por un momento parece tan inocente que casi me lo creo, es como un animal al que han herido y te mira sin entender por qué lo has hecho, sólo que él sí lo sabe, y definitivamente  no está herido.

    Me vuelvo hacia Tanner.

    —Allí está bien, podemos ir después de clase.

    —Espera, espera, espera, ¿de qué estáis hablando?¿Adónde vais después de clase? —Cómo no, Ethan sigue en su burbuja, interrumpiendo cuando le viene en gana.

    Tanner ha perdido todo el color.

    A este paso incluso su pelo se volverá blanco.

    —Vamos a hacer un trabajo de literatura y, ya que tanto te interesa, te recomendaría empezar con el tuyo, se entrega en menos de una semana y todavía no te he visto tocar ni un solo libro.

    Ethan sonríe al escuchar mi comentario, o hacia algo de eso. Ha escuchado algo en esa frase que le ha gustado, me da miedo saber qué parte era.

    —Genial, me apunto entonces.

    —Espera, ¿qué?

    —Que me apunto —repite—. A no ser que el plan no sea hacer el trabajo de literatura cosa que es, ¿o me equivoco?

    Sus dedos rozan mi costado ejerciendo una pequeña presión que acompaña a la que está ejerciendo verbalmente aquí. O con su sola presencia. No puede ir acoplándose a casas ajenas así, no cuando es de alguien que le rehuye como a la peste. Pobre chico, si Tanner está ahora ya congelado no podría ni imaginarme teniendo a Ethan en su casa, probablemente Tanner terminaría tratando de disolverse en la pared. Además, no consigo ver a Ethan como una compañía de estudio, después de todo no mentía al decir que todavía no le he visto tocar un solo libro, y eso que prácticamente no nos hemos separado en las veinticuatro horas de cada día.

—No vas a venir —digo.

    A Ethan no le gusta la respuesta, me lo demuestra sin siquiera tener que hablar. Da la sensación de que acabo de clavarle un maldito puñal. Aparta la mirada y su mano desaparece de mi espalda. No me siento tan cómoda como había esperado una vez lo hace. No sé qué acaba de pasar, pero quiero pedirle disculpas, es un sentimiento tan intenso que me queda por dentro, que roza la necesidad.

    ¿Qué me está pasando?

    Sin saber bien qué más decir o hacer, empiezo con mi comida.

El resto del tiempo la conversación se mantiene al mínimo y, por decir al mínimo quiero decir inexistente. Tanner se va con su plato a medio comer y Ethan no vuelve a dirigirme la palabra ni siquiera al irse, algo raro teniendo en cuenta lo parlanchín y sarcástico que se ha vuelto a mi alrededor.

    Mis ganas de pedirle disculpas por algo que ni siquiera sé qué es aumentan an verle marchar. Y siguen aumentando en mis últimas clases.

    Incluso cuando estoy ya lista para irme, con la mochila y bolsa de nuevo sujetas al recorrer el poco transitado pasillo, sigo dándole vueltas. ¿Qué mosca le ha picado?

    —¡Princesita!

    Estoy tan cerca de la puerta que me planteo salir e irme sin hacer caso a Roy. Aun así miro sobre mi hombro lista para preguntarle un poco agradable "¿Qué quieres ahora?", pero al girar la cabeza algo me golpea en la cara. Algo con poco peso y grande que huele a... espera. ¿Es la cazadora de Ethan?

    La aparto para poder comprobarlo. Sí, es su cazadora.

    Roy pasa por mi lado.

    —No le quites el ojo de encima —comenta antes de seguir con su camino. Y por alguna extraña razón sé que no se está refiriendo a la cazadora, ni a Ethan. No, se está refiriendo a Daniel.


A todo esto. ¡Tres cosas!

1. ¿Qué pensáis de la corazonada que tiene Emma de que algo va muy mal con Josh?

2. Cerca del final... no os ha olido un poco a... ¿qué, Ethan? ¿Celos dices?

3. ROY TENIENDO UN ACTO DECENTE. ¡QUE SE PARE EL MUNDO QUE ESTO ESTÁ EN LLAMAS! ¿Puede tener algo que ver con Daniel? Es decir, ¿cómo de mal tiene que estar ese chico como para que hasta Roy le dé una "advertencia" a Emma.


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