Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16 - Día de armas


Capítulo dieciséis: Día de armas.


Ethan abre los ojos con dificultad al tratar de moverse. El aire se traba en mis pulmones y puedo jurar que nunca antes había comprendido por completo la definición de "brusco mareo" hasta ahora.

No me atrevo a acercarme y, aunque lo hiciera, mi cuerpo no responde.

Está vivo.

Con la mano temblorosa busco mi móvil en los bolsillos. No lo tengo, debo haberlo dejado arriba. Como puedo, hablo.

—No te preocupes, llamaré a una ambulancia.

—No —pide con un hilo de voz, el dolor es notorio con esa única palabra.

—Estás loco si crees que voy a hacerte caso esta vez.

Doy un paso atrás, pero él hace el amago de levantarse con otra negativa y termina en el suelo. Está sufriendo, con los ojos cerrados con fuerza y una mano contra su hombro, conteniendo el grito.

Me acerco a paso rápido y mis manos, brazos y todo mi cuerpo está temblando en lo que busco la forma de ayudarle. Apenas consigo respirar.

—Puedo solo —murmura con fuerza. Todavía no ha abierto los ojos cuando se sienta, impulsa y termina de nuevo en el sofá, con sudor recorriendo su frente y la espalda pegada contra el respaldo.

Respira, Emma. Respira y llama a una ambulancia.

—Tienes que ayudarme con esto. —Su voz es baja y entrecortada. Se esfuerza en pronunciar cada palabra. Él se quita la manga derecha de la cazadora y yo consigo tener algo de fuerza en mis manos como para poder tirar de la manga contraria en lo que intento que la tela no roce la zona contra la que está apretando su mano. Por su forma de tensarse dudo haberlo conseguido, pero la prenda cae—. Hay tijeras en la cocina, en el segundo cajón del mueble junto a la nevera, traelas.

Apenas puedo ser consciente del movimiento de mi cuerpo en lo que voy a por las tijeras. Me siento encerrada en un rincón de mi mente, viendo cómo mi cuerpo trabaja, pero sin llegar a percibir nada. Cierro la mano libre y la abro una y otra vez en busca de despertar de ese sentimiento. Cuando vuelvo al sofá mi estómago se revuelve. Hay demasiada sangre.

—Córtala —pide señalando la camiseta.

Trago saliva, sí, realmente estoy mareada, tanto que necesito sentarme para poder hacer lo que me pide sin que las tijeras se caigan de mis manos. Aun así veo mis brazos temblar en lo que lo corto, más cuando siento la humedad bajo mis manos. Casi rompo a llorar o a gritar al sentirlo. Me niego a mirarme las manos.

Dejo las tijeras sobre la mesa pequeña que hay frente a nosotros y me centro en quitarle la camiseta, nada más. Entonces el color rojo se vuelve más intenso, la zona de la herida es clara. No sé qué es pero es demasiado pequeño como para haber sido hecho por un cuchillo. En busca de respuestas, le miro.

—No puedes ir por un disparo a un hospital y pretender que la policía no vaya a hacerte preguntas —consigue decir.

¿Un disparo?

La boca se me seca, mi cabeza da vueltas y tengo que recordarme de nuevo respirar. Tengo la sensación de que si cierro los ojos perderé la conciencia. Estoy demasiado mareada, demasiado nerviosa. Ethan me sostiene la mirada como si lo entendiera, como si supiera todo lo que está pasándome al ver algo como esto. Hasta ahora la herida más grave que había visto era el corte en el brazo que se hizo Josh de niño por saltar sobre una verja, pero esto es diferente.

—¿Puedes decirme si ha salido? —pregunta con dificultad.

No le mires la herida, no mires la sangre.

—¿Salir?

—Mi espalda, ¿hay herida?

Tardo unos segundos en llegar a apoyar la mano sobre el cuerpo de Ethan para poder mirar detrás. Esta vez, cuando siento la sangre bajo mi palma, apenas puedo contenerme. La respuesta tiembla sobre mis labios.

—No. No hay. No hay nada.

¿Es una buena o mala señal?

Ethan se echa hacia atrás, apoya su espalda por completo contra el sofá y cierra de nuevo los ojos. Eso me roba la respiración y por un segundo me temo lo peor hasta el punto de sufrir un agobio intenso.

—¡Ethan!

—Shhh. —Vuelve a abrir los ojos como si lo que yo hubiera pretendido fuera despertarle en medio de la noche y todavía tuviera sueño. Ahora mismo le golpearía si no estuviera en estas condiciones.

—No hagas eso de nuevo —ruego.

Me mira intrigado. Su rostro está lleno de sudor, ha perdido mucho color y el sentimiento de humedad en mis manos me está provocando más y más ganas de llorar. La situación está pudiendo conmigo. Ya no es por la persona de la que se trate, puede ser él o podría haber sido cualquiera, pero ver a alguien así, sin saber qué hacer, cómo ayudar o si saldrá de esta es algo que puede sobrepasar a cualquier persona. Conmigo ya lo ha conseguido.

El corazón me late con tanta fuerza que parece a punto de salir fuera de mi pecho. No me sorprendería que lo hiciera. Entonces Ethan tiene que empeorarlo todo.

—Vas a tener que sacarla —dice.

El alivio momentáneo cae. La tensión en mí crece y un escalofrío recorre mi columna.

—¿Qué? —no sueno sorprendida, más bien espantada.

Que lo estoy.

—Estoy seguro de que en uno de los cajones del baño de arriba hay....

—Para —ruego.

—Sólo tienes que...

—No puedes pedirme eso. —Mi vista se nubla de sólo imaginarlo, ¿se cree que eso es fácil? ¿Que cualquier persona puede decir "Ala, voy a hurgar en el cuerpo de otra persona y sacarle una bala sin dañar nada más"? La imagen explota el poco control que he conseguido mantener—. No puedo hacerlo.

Ahí miro mis manos, encuentro ese color escarlata que me descoloca por completo.

Sé que Ethan está hablando, pero ya no puedo escucharle. Mi visión periférica ya está perdida cuando una mano envuelve las mías en busca de atención. Esta vez, cuando le miro, sólo puedo ver esa palidez, esa forma en la que su corto pelo castaño se pega a su frente por culpa del sudor que ilumina su rostro. Tengo que esforzarme para volver a escucharle.

—Está bien —es lo que está diciendo—. ¿Sigues conmigo? —Se las apaña para formar una media sonrisa—. ¿Quién iba a decirme que siendo yo el que ha terminado herido serías tú quien tuviera un ataque de ansiedad?

Un ataque de ansiedad. No, no es eso, esto es diferente. Siento que han metido la mano en mi interior y me han sacado del cuerpo. Que me están apagando poco a poco, incluyendo la capacidad de moverme y de respirar. Poco a poco la desesperación se abre hueco con más fuerza como primer sentimiento que consigo recuperar.

—No puedo hacerlo —repito suplicante.

No puede pedirme hacer algo así, no puede pedirme tener su vida en mis manos. No soy capaz. No puedo. Sólo quiero llevarle a un hospital, que todo termine. ¿Por qué cuanto mejor parece que van las cosas más tienden a torcerse? Sólo quiero que todo termine.

—Lo sé —murmura, hace una mueca de dolor y, todavía con una mano sobre las mías, aprieta con la otra la tela de la camiseta que he cortado contra su herida—. Cole llegará pronto. Sólo... no te vayas hasta que llegue.

—No podría aunque quisiera —admito y, sin que ninguno de los dos lo haya buscado, estamos realmente atrapados aquí. Él con ese comentario que dudo que algún día quiera explicar, sin querer estar solo. Y yo, bueno, no he mentido con mi respuesta porque, aunque quisiera, mi cuerpo está tan tenso que se niega a obedecer. Lo único que puedo hacer es esforzarme por seguir respirando sin centrarme en el color rojo que ahora adorna mi visión. Nunca he llevado bien la sangre y no dudo que la reacción puede haber empezado por eso. De niña me desmayaba al sacarme sangre, la más mínima gota de sangre me mareaba y todavía puede llegar a hacerlo así que esto... esto es mil veces peor. Su efecto, también.

Muevo mis manos para cerrarlas sobre la suya, apoyo mi costado contra el respaldo del sofá sin dejar de mirarle por miedo a que cierre los ojos de nuevo o deje de respirar. Me aferro al calor de su mano como a un salvavidas en medio del océano.

Debe de notar todo lo que hay en mi cabeza porque esta vez, aunque llega a cerrar los ojos, en ningún momento deja de mover sus dedos entre los míos, como si quisiera hacerme saber que sigue despierto. Quizás es por eso, o quizás sólo está nervioso, pero el detalle se queda grabado en mi mente a fuego.

Y así espero, esperamos, hasta que hay más pasos en la casa.

Cole se mete en el salón con el caniche de Ethan entre sus manos, ve la escena y hace una mueca.

—Joder, tío, ¿qué coño has hecho ahora? —Sin decir nada más, sube escaleras arriba con Hati entre sus manos y Fenrir detrás de él. Los perros han debido de salir a la par que Roy y se han quedado fuera. Apenas había notado su ausencia hasta volver a verles.

Ethan abre los ojos con el fuerte golpe de una puerta cerrándose en el piso de arriba. Aprieto la mano de Ethan con más fuerza.

No sé qué decir, más bien necesito que sea él quien hable. Que con una última palabra pueda dejarme saber que todo va a estar bien, porque no sé cómo haré si tengo que cargar con algo más sobre mis hombros. No. No podría. Terminaría por caer.

En lugar de eso me dedica una última mirada y encuentro en sus ojos mieles algo que no logro identificar, juraría que es agradecimiento, pero no, no lo es, simplemente no puedo situarlo, no entre todo el cansancio que muestra.

Cole vuelve y me aparto lo suficiente como para que la cercanía que hemos estado manteniendo no se vuelva algo incómodo entre nosotros. Le suelto la mano a sabiendas de que Cole haría algún comentario al verlo. Él ha venido, yo no pinto nada más aquí. Aun así, cuando me pongo en pie, lo único que quiero es volver a sentarme con Ethan. Odio ese impulso, más no poder evitar volver a mirarle, a tratar de encontrar lo mismo en él.


Cole se mueve con rapidez, se quita la bolsa que traía consigo y la deja de un golpe sobre la mesita de café que hay frente al sofá. Miro una última vez a Ethan porque no, no puedo evitarlo, tampoco las ganas de empezar a morderme las uñas o de vomitar. Él no ha apartado la mirada. Me hace creer, ver, que hay algo más que quiere decir, algo que se calla, que deja ir justo como yo borro cualquier cercanía que pueda haber quedado.

—Largo —dice Cole con sequedad.

Obedezco.

Mis pasos son lentos y las piernas me sostienen con dificultad. No he llegado al piso de arriba al volver a mirar mis manos. Ahí rompo a llorar, ahí me apresuro al baño para frotarme las manos, una y otra vez, en busca de que la última mancha y tono rojizo desaparezcan de mi piel. Después, sigo frotando.

El agua ha perdido su color al correr, ahora se está tiñendo como si acabaran de soltar un tinte. Me marea todavía más. La ansiedad me golpea hasta el punto de terminar rasgando demasiado zonas de mi piel en busca de eliminar todo rastro de lo que acaba de pasar.

Un hospital. ¿Por qué no un hospital?

Su familia tiene dinero, le cubrirían. Aunque no fuera así, ¿no es mejor eso? ¿No es mejor esa seguridad?

El sonido que llega desde el piso de abajo, ese dolor rasgando el aire me provoca cerrar la puerta del baño con pestillo aunque eso no vaya a eliminarlo. Me dejo caer al suelo, seco mis manos y cubro mis oídos. Quiero que termine. Quiero que no haya pasado. Quiero irme a casa.

El mareo no termina de irse, se mantiene conmigo aun cuando me quito el maquillaje y lavo la cara con agua fría en busca de que todo el malestar desaparezca. ¿Cuántas veces habré hecho ya eso, limpiarme la cara como si eso fuera a borrar todo lo que me ha perjudicado? No me atrevo a salir del baño y en su lugar me siento en una esquina en busca de que el frío me pueda reconfortar. Quiero vomitar.

¿He hecho mal en no aceptar? Maldita sea, no podía, de haber intentado sacarle esa bala estoy segura de que lo hubiera fastidiado todo. Eso si conseguía no desamayarme ahí mismo por la impresión. Pueden decirme lo que quieran, pero yo misma lo sé, sé que para muchas cosas no tengo fuerza suficiente, la sangre es una de ellas.

Ninguna película o serie policiaca te prepara para ver algo así en persona. No si tienes algo de corazón.

Pierdo la cuenta del tiempo que pasa hasta que escucho otra puerta cerrarse en el piso de abajo. Cuento hasta diez, me mentalizo y abro la puerta del baño convencida de que estoy estable. Al bajar las escaleras Cole ya se ha ido, en su lugar ha dejado un par de frascos y vendas sobre la mesita frente al sofá, esas vendas y la que Ethan parece estar intentando quitarse.

Me apoyo en el marco de la puerta.

—No te quites eso —digo.

No quiero admitirlo en alto, pero ahora mismo necesito escuchar su voz como si fuera lo único que pudiera hacerme sentir que esto va a estar bien.

Él suelta la venda que rodea sus costillas y se enrosca sobre su hombro para mantener la zona bien cubierta.

—¿Cole ha...

—Lo ha hecho bien —interrumpe Ethan.

No pregunto más porque realmente no quiero saber los conocimientos que tiene Cole o, sobre todo, dónde y por qué los ha adquirido. Estoy demasiado cansada como para preguntar. No digo nada, sólo me acerco, me siento a su lado y, de nuevo, agarro su mano entre las mías.

        Me arrepiento un segundo después aunque ya es demasiado tarde como para retirar el gesto así que, en lugar de eso, adopto una seguridad de la que ahora mismo carezco y trato de que mis palabras suenen con una fuerza creíble.

—Ni se te ocurra volver a hacer algo así.

Una parte de mí cree que va a quejarse, reírse o alejarse como es su costumbre. Pero no lo hace. Está cansado, ambos lo estamos. Realmente ha sido un largo día.

—Créeme, no está en mis planes repetirlo.


Aquí tratando de calentar la relación entre Ethan & Emma.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro