8
— Te odio, Liam Eugene Dunbar.
Liam se llevó una mano al rostro mientras suspiraba. Un golpe impactó contra el brazo que tenía descansando en la camilla de metal.
Luego de la escuela, había llevado a Peter con Deaton. El hombre había explicado que creía saber una forma de hacer crecer a Peter, pero mientras les explicaba se le había escapado que sabía que Peter seguía siendo Peter mentalmente. Por lo que el ahora menor creía que le había contado.
— Te juro que no se lo conté, él desmintió mi mentira –Dijo, queriendo defenderse.
— Prometiste que nadie se iba a enterar –Le reclamó el Hale, volviendo a golpearle.— Lo prometiste.
El Druida había estado escuchando toda la discusión y, luego de aquello último, había puesto una expresión inquisidora. Se acercó a Peter y sin previo aviso, le jaló de uno de sus mechones.
— ¡Ay!
De repente, una de las manos de Liam se cerró en torno a la muñeca con tal fuerza que creyó que si ejercía un poco las de presión se la iba a partir. El Druida se apresuró a soltar el pelo de Peter y a alejar la mano para que el beta le soltara, lo cual hizo luego de unos segundos. Tiempo que fue el que pareció tardar en darse cuenta de que Deaton no era una amenaza para el ahora menor.
— El Peter adulto me hubiera golpeado por eso, sin importar que tuviera el cuerpo de un niño –Dijo, aunque parecía estar pensando en voz alta en vez de estar hablándole a Liam.
— ¿Es eso un problema? –Preguntó el Dunbar, sonando algo preocupado.
— Para un adulto de carácter tan... volátil como Peter –El mencionado le dedicó una mirada asesina.— Si, puede ser un problema. Aunque también puede ser porque, a pesar de tener los recuerdos del Peter adulto, su cerebro funciona como el del Peter pequeño.
«Eso explica lo de anoche»Pensó Liam, recordando que esta mañana se había despertado con el brazo dormido porque este estaba siendo abrazado por el ahora menor.
— ¿Qué propones que hagamos? –Inquirió Peter.
— Lo mejor va a ser que te hagamos crecer lo antes posible, por si acaso –Aconsejó Deaton.
— ¿Cómo hacemos eso? –Preguntó, esta vez, Liam.
— La buena noticia, es que ya tengo todo lo necesario para hacer la pócima que Peter debe beberse –Dijo el Druida.— La mala es que necesito una buena cantidad de sangre de lobo para hacerla.
El ahora menor se alejó lo más posible del Druida, agarrando el brazo de Liam y poniéndolo en frente suyo, como si quisiera desaparecer detrás del Beta.
— Sácame sangre a mi –Dijo el Dunbar, recibiendo una mirada sorprendida de Peter.— Eso si, no te pases, que no sobreviví tanto para morir desangrado.
— Está bien, entonces me pondré manos a la obra –Asintió el Druida.— Voy a necesitar concentrarme, no quiero ser grosero, pero-
— Te dejaremos solo –Aseguró Liam sonriendo.— Llámame cuando necesites la sangre.
— Gracias por ser tan comprensivo, Liam –Deaton le dedicó una pequeña sonrisa.— Si todos los de tu manada fueran así... estos años hubieran sido mucho más fáciles.
— Muchas personas quieren todo para ayer –Repuso el rubio mientras ayudaba a Peter a bajarse de la camilla y ambos caminaban hacia la puerta.— Nos vemos en un rato.
— Más te vale hacerme grande de nuevo –Le dijo Peter en tono de amenaza.— Ya no soporto que este me tengan que bañar.
— Este tiene nombre –Le reclamó Liam, empujándole un poco para que se apresurara a salir.
~
Planeaba matar a Liam cuando volviera hacer adulto. Ya lo tenía decidido, el chico le había visto perder la dignidad muchas veces, debía morir.
Lo peor de todo era que no podía decírselo en el momento, el rubio estaba demasiado ocupado hablando con un grupo de mamás. Porque si, para pasar el rato Liam le había llevado a un parque para niños.
Peter estaba sentado en uno de los columpios mirando de mala forma a Liam. Si las miradas mataran, el rubio ya se estaría retorciendo el el suelo. Pero no, su mirada no mataba, y él tampoco, al menos no hasta que volviera a ser adulto.
— ¿Quieres jugar? –Volteó la cabeza hacia un niño que le miraba, detrás de él había otros dos.
— Bueno –Peter se encogió de hombros.— ¿A qué jugamos?
— ¡Tú las traes! –La única niña se acercó le tocó un poco fuerte en el hombro. Los tres niños se alejaron rápido.
Peter sonrió, aquello iba a ser divertido.
Comenzó a perseguir a los niños y consiguió tocar al que le había preguntado si quería jugar. Se alejó rápido y este le persiguió, pero al ver que no le alcanzaba cambió de rumbo hacia el otro niño.
Pasaron alrededor de veinte minutos en los que no dejaban de perseguirse. A Peter le agradaba eso, no sabía los nombres de esos niño, no le conocían de nada, pero aún así confiaban en él lo suficiente como para dejar que les persiguiera y él dejarse perseguir por ellos. Eso era lo que más le gustaba de los niños, esa capacidad y facilidad para jugar con quien sea o con lo que fuera si surgía la oportunidad. Era, según Peter, un don que se perdía al crecer.
Luego de aburrirse de jugar a perseguirse, pasaron a jugar a las escondidas. La niña estaba contando y los otros dos niños ya se habían ido a esconder. Peter miraba hacia todos lados con algo de desesperación, entonces su vista se clavo en Liam, en el banco sin respaldo en el que se encontraba sentado entre dos madres. El perfecto escondite.
Corrió hacia ellos y rodeó el banco, una vez que estuvo detrás de Liam. Le levantó la sudadera y se metió debajo, como si así fuera a poder esconderse mejor. Su rostro quedó pegado a la espalda de Liam, su nariz chocando su columna, ya que sin darse cuenta también había levantado la camiseta del rubio. Pudo sentir en carne propia el escalofrío que recorrió al ahora mayor. También escuchó las risas bajas de las dos mujeres.
Pasaron varios minutos antes de que escuchara los pasos de los otros niños cerca.
— ¿Y el niño? –Preguntaron a sus madres.
— Oh, no se dónde puede estar –No supo cual de las dos habló, pero por el tono supo que la muy hija de su madre acababa de delatarle.
Salió de debajo de la ropa de Dylan antes de que los otros niños rodeaban el banco para verle.
— ¡Ahí estabas! –Dijo la niña, con su ceño fruncido.— No se vale esconderse con tu hermano.
— Tú nunca dijiste que no se pudiera –Retrucó Peter.— Y no es mi hermano, es mi... primo.
— Ya dejen de discutir –Pidió Liam, volteándose junto con las mamás para verlos.— Vayan a ver quién puede cruzar más rápido el pasamanos.
— Obvio que yo –Que se hubiera vuelto más joven no significaba que fuera más modesto.— ¡Vamos!
Los cuatro niños corrieron hacia el juego mencionado por el rubio y comenzaron a cruzar. Lo hicieron varias veces, olvidándose de la competencia que había impartido Liam luego de unos minutos.
Peter estaba a medio pasamanos cuando se le ocurrió algo. Subió las piernas hacia una de las barandillas y se colgó de cabeza.
— ¡Liam, mira lo que puedo hacer! –Le llamó, rió al notar que ahora veía al rubio al revés.— ¡Mírame, sin mano, vamos mírame!
El rubio alzó la vista y rió un poco, las dos mamás le aplaudieron, pero Peter solo tuvo oídos para lo que le dijo el beta.
— ¡Eres asombroso! –Le dijo aplaudiendo un poco. El ahora menor sintió un calor extraño en el pecho ante aquellas palabras, un calor que subió hasta su rostro y tiñó sus mejillas de rosa, aunque eso también podría ser causado por la gravedad mandando la sangre a su cabeza.
Volvió a colgarse con sus manos y terminó de cruzar, sintiendo la mirada del rubio aún clavada en él pero no teniendo el valor suficiente para voltear y mirarle. Siguió jugando con los niños hasta que el móvil del beta sonó y este se levantó y se alejó de las mamás para atender, volvió cerca de ellas en menos de dos minutos.
— ¡Peter, ya debemos irnos! –Le dijo.— ¡Despídete de los niños!
El Hale se volteó a ver a los mencionados.
— Adiós –Les dijo, moviendo además su mano en forma de saludo.
— Espero que nos veamos algún otro día –Le dijo el que antes le había invitado a jugar, Peter sonrió. Le gustaría, aunque sabía que no sería posible.
Peter fue corriendo hacia donde estaba Liam y este se despidió de las dos madres, luego se marcharon del parque.
Cuando iban a cruzar la calle, inconscientemente se agarró de la manga del beta. Al darse cuenta de lo que había hecho estaban a mitad de la calle, no se soltó hasta llegar al otro lado. Pero al pisar la acera se separó cual si el contacto le quemara. Liam no pareció darle importancia.
~
Al llegar a la veterinaria, el ambiente se puso un poco tenso. Liam, por su parte, estaba tranquilo, intentaba mantener la calma mientras sentía aquél elástico que le cortaba la circulación apretar su brazo. Cuando la aguja se clavó en su piel, apenas la sintió, aún así, hizo una mueca por el piquete. Desvió su vista hacia Peter, el ahora menor miraba la aguja que se llenaba de sangre lentamente como hipnotizado, sin parpadear, sin cambiar su expresión de completa neutralidad. Solo miraba la aguja y no dejó de mirarla hasta que esta dejó de estar clavada en la piel de Liam, llevándose una buena cantidad de sangre.
— Creo que saqué un poco más de lo necesario –Dijo el Druida con una mueca.— Lo siento.
— No hay problema –Aseguró Liam.— Solo dame algo que tenga azúcar para que mi presión suba y estaré bien.
— ¿Eso lo sabes por tu padrastro? –Inquirió Deaton, Liam observaba mientras mezclaba su sangre con un líquido de color azul petróleo.
— Por mi padrastro y por la clase de primeros auxilios –Explicó Liam.
Ahora eran ambos, el Dunbar y el Hale, los que miraban cómo Deaton mezclaba aquél liquido. En cuanto la sangre estuvo bien mezclada, el líquido comenzó a tomar un color violeta oscuro, color que, la verdad, no se veía demasiado confiable.
— ¿Me tengo que tomar eso? –Peter ya estaba poniendo una mueca de asco.
— Si –Dijo con simpleza el Druida.— Según el libro, hará que envejezcas.
Deaton le acercó el vaso y lo primero que hizo Peter fue oler, alejando el vaso de su nariz y apretando los labios. Liam podía olerlo desde donde estaba, olía como una mezcla entre sangre y aceite de autos, nada agradable.
— No quiero hacerlo –Se quejó Peter.— Liam, no quiero hacerlo.
La mirada que le dedicó el ahora menor hizo que se le encogiera el alma, pero no podían simplemente acobardarse ahora. Puso una mano en su hombro y apretó con gentileza.
— Yo te cubro la nariz y tú te lo bebes –Ofreció.— Así no lo olerás.
El Hale miró hacia el suelo, sus labios parecían estar a punto de hacer un puchero. Pero eso no ocurrió, alzó la vista y, viéndose demasiado decidido, se llevó el vaso a la boca. Bebió todo en un par de tragos rápidos, sin darle tiempo a Liam de hacer lo que había ofrecido. Cuando el vaso estuvo vacío, lo dejó a un lado, en la camilla de metal en la que los dos estaban sentados.
Liam puso una mano en su espalda y le acarició suavemente. Sonriéndole de medio lado con orgullo.
— Bien hecho –Le dijo.
Peter alzó la vista y pareció que iba a decir algo, pero de repente su rostro se puso pálido cual hoja de papel y pudo verle hacer una mueca rara. Una mueca que Liam reconocía como la que ponía la gente cuando quería vomitar.
Levantó a Peter y lo llevó corriendo al pequeño baño, tuvo que quedarse afuera porque no entraban ambos. Podía escuchar las arcadas y apretaba los puños un poco más con cada una de ellas. Clavó su vista en Deaton.
— Eso es normal –Le dijo el Druida.— El libro dijo que pasaría.
— Pudiste habernos avisado –Reclamó Liam. De repente, las arcadas se detuvieron. El rubio prácticamente se pegó a la puerta del baño, dando un par de golpes.— Peter ¿Estás bien?
No recibió respuesta, agudizó su oído para escuchar qué ocurría del otro lado cuando, de repente, la puerta se abrió y casi cae hacia adentro, pero consiguió recuperar el equilibrio y echarse hacia atrás.
Se quedó boquiabierto al ver a Peter salir, el ya no tan menor pero aún menor que él le miró con ojos desorientados antes de trastavillar y caer hacia adelante. Liam se apresuró a sujetarle y a levantarlo un poco, casi cargándola.
La vista del beta se clavó en Deaton, el cual se veía igual de sorprendida que él.
— ¿Qué es lo que salió mal? –Le preguntó mientras sentía a Peter relajar por completo sus músculos. Estaba inconsciente.
NOTA DE LA AUTORA:
Les di ternura y les di suspenso, ahora empieza otra etapa en esta historia que es pero también les guste.
En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.
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