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7

Varios días pasaron sin que hubiera una solución al problema de edad de Peter. El ahora menor seguía viviendo con los Dunbar mientras Deaton intentaba encontrar una solución al problema. Liam ayudaba en cuanto podía cuando iba a trabajar a la veterinaria. Ese día, estaba haciendo eso, leyendo un libro que le dio el Druida en un intento por encontrar algo que pudiera ayudar al Hale. Peter no había ido con él, había preferido irse con su padre por algunas razones que no quería recordar, pero el destino le tenía otros planes.

— ¿Por qué Peter no vino? –Esa fue la primera pregunta que le hizo Deaton luego de una hora sin hablar.

— Tuvimos una... pequeña discusión –Respondió Liam. Aquello pareció bastarle al Druida.

«¡Ja! pequeña»Pensó, mordiéndose el interior de la mejilla.«De pequeña no tuvo nada»

Intentó volver a concentrarse en el libro que tenía en sus manos. Pero ahora que Deaton le había hecho revivir el recuerdo de la pelea no había forma de que pensara en otra cosa.

Cerró los ojos un momento, lo cual fue suficiente para revivirlo todo. El día anterior Hayden había ido a su cada después de la escuela para "estudiar", él tenía esas intensiones, pero al parecer su novia quería hacer otra cosa.

Estaban en el sofá grande de la sala, su padrastro estaba en el trabajo y su madre se había ido a comprar la comida para esa semana. A su lado se encontraba Hayden, leyendo. De repente, la mano de la chica estaba acariciando su rodilla, Liam quiso ignorarlo, pero la mano comenzó a subir mientras la chica se le acercaba. El rubio la miró y cerró los ojos, queriendo darle el beso que quería para luego continuar estudiando, él de verdad necesitaba tener buenas notas para seguir en el equipo de Lacrosse.

Ambos se inclinan hacia el otro pero los labios de nadie tocaron otros labios. Lo que si tocaron fue cabello, un cabello corto y algo puntiagudo que hizo que se alejaran al instante.

Liam no entendías cómo o en qué momento, pero Peter se había sentado entre ellos y mirabas hacia adelante. Le habían besado la cabeza.

— Quiero ver televisión –Dijo el ahora menor mientras encendía dicho aparato.

Con solo mirar de reojo a Hayden, Liam supo que se le venía una buena bronca encima. Y dicho y hecho, Hayden le pidió que fueran a hablar a la habitación y comenzó a gritarle que por qué no había dicho nada, que ya no le prestaba atención, incluso le acusó de no quererla. Luego de eso Liam comenzó a responder a las acusaciones con otras, provocando así una acalorada pelea. Hayden se marchó dejándole hecho una masa iracunda. Y, como no, quiso desatar su frustración e ira en la única persona que había en la casa.

— ¿Era necesario que hicieras eso? ¡Mira en los problemas que me metes! ¡Deja de actuar como un puto niño, joder! ¡Yo arriesgo el cuello por tenerte aquí y tú solo causas problemas! ¡Me tienes harto!

— ¡Liam Eugene Dunbar! –Su nombre completo había sido gritado por su madre ¿En qué momento había llegado? No tenía ni la menor idea.— ¡No quiero volverte a escuchar hablar así mientras yo viva! ¿Me entiendes? ¡Gasta toda esa energía en algo productivo!

El beta estaba furioso, y el TEI no ayudaba, se jaló del pelo antes de irse corriendo escaleras arriba y cerrar su habitación con más fuerza de la necesaria.

Esa noche Peter había dormido en el cuarto de invitados, en la mañana se había ido al hospital con su padrastro y desde entonces no le había visto. La culpa por la forma en la que había actuado parecía estar cagando un hoyo en su pecho.

— Sabes Liam, conseguí un permiso para ver a la compañera de celda de Peter en Eichen House –Sus pensamientos se bloquearon ante la declaración del Druida.— Fui a hablar con ella ayer, confirmó lo que me dijiste que ocurrió.

Un suspiro de alivio se le escapó a Liam. Aunque ese alivio no duró mucho.

— Lo que si negó fue que tú fueras a hablar con ella, dice que soy el primero que va a visitarla.

Liam no necesitaba un espejo para saber que de seguro se había puesto pálido como una hoja de papel. Había notado el tono acusatorio en la voz del Druida. Volteó lentamente a verle para notar que Deaton también le veía.

— Peter te contó lo que ocurrió ¿Verdad? –Le preguntó, esta vez no sonaba tan acusador como hace unos momentos.— Él recuerda lo que pasó.

— No puedes decirle a nadie –Fue lo único que pudo decir Liam. No se le ocurrió otra cosa.

~

En el hospital las cosas estaban tranquilas. Al menos para Peter, que la estaba pasando genial. Al estar el doctor Geyer trabajando, se había quedado al cuidado de las enfermeras, las mujeres no dejaban de elogiar lo adorable que era y de pellizcarle la cara, aquello último dolía un poco, pero le ayudaba a mantenerse distraído y no seguir el hilo de sus pensamientos.

La discusión del día anterior y el hecho de que cada vez actuaba más como un niño malcriado e impulsivo eran los pilares de sus problemas en aquél momento. Cuando había visto como aquella chica manoseaba y se disponía a besar a Liam, había actuado sin pensar, se había puesto entre ellos como un niño celoso que no quiere que sus padres se acerquen mucho el uno al otro. Y se sentía extraño, porque en ese momento ponerse en medio y evitar que se besaran había sido la mejor idea que había tenido en su vida. Le había seguido pareciendo una buena idea hasta que vio la mirada llena de ira del rubio dirigida a él y escuchó a este gritarle mil y un cosas. Realmente no le estaba escuchando, estaba en shock, nunca nadie le había gritado de esa forma y ahora su cuerpo de niño reaccionaba peor.

Estaba sentado en una camilla, con una bata de hospital puesta y fingiendo que era un doctor mientras una enfermera fingía ser su paciente. En un principio había aceptado jugar porque lo creía una buena forma de tocar pechos, pero antes de darse cuenta había dejado de intentar manosear tetas para realmente disfrutar el juego

Se encontraba con tres enfermeras en uno de los consultorios vacíos. Estaba distraído intentando acomodarse las enormes mangas de la bata de doctor mientras las mujeres le miraban con ternura, diciendo varias veces lo adorable que era. Cuando escuchó pasos rápidos afuera y se puso a prestar atención en eso.

— Vengo a buscar al niño que el doctor Geyer trajo –Esa era la voz de Liam.

Se bajó de la camilla de un salto y fue hacia la puerta, salió hacia el pasillo y vio que Liam estaba de espaldas a él.

— Hasta que al fin te dignas a aparecer –Le dijo, cruzándose de brazos. El rubio se volteó a verle.— ¿Estabas con la fulana esa?

Frente a Liam había una enfermera que al escucharle se incómodo. El beta se había puesto rojo. El problema fue que Peter había querido sonar serio pero su condición, un niño delgado vestido con una bata de doctor que le quedaba enorme y que al fruncir el ceño no podía evitar hacer mohínes, le impedía verse como quería.

— Anda, me quiero ir a casa –Dijo, agarrando a Liam por la muñeca y arrastrandolo hacia la salida, pero el rubio se detuvo.— Vámonos.

— ¿No se te olvida quitarte algo? –Le preguntó alzando una ceja.

Peter se quitó la bata y se le arrojó con brusquedad.

— Devuélvela por mí –Le dijo para luego volver a cruzarse de brazos.

— ¿Cuál es la palabra mágica? –La voz de Liam sonaba estúpida, como la voz con la que se le habla a los niños.

— ¿Te mato si no lo haces?

— No es esa –Negó Liam.

El ahora menor rodó los ojos y le dedicó una mirada asesina al rubio, pero este le miraba, esperando la respuesta.

— Te odio –Gruñó. Si le quedaba algo de dignidad, acababa de perderla.— Por favor, idiota, devuelve esa bata por mí.

— Pudiste haberlo dicho sin el idiota, pero poco es mejor que nada –El rubio se encogió de hombros y le dejó solo por un momento para devolver la bata. Luego regresó y ambos salieron del hospital, afuera ya había anochecido y había un viento frío que hizo que ambos temblaran.

~

El viento frío de la noche se había convertido en una tormenta llegada la hora de la cena. Tormenta que empeoró con el transcurso de un par de horas hasta convertirse en todo un aguacero.

Un trueno iluminó el cielo por quinta vez en menos de diez minutos. Peter tembló de pies a cabeza y se metió debajo de las mantas, sentía su respiración demasiado agitada y sus mejillas siendo recorridas por algunas lágrimas. Su cuerpo de niño reaccionaba diferente a las tormentas, sus oídos eran mucho más sensibles y cada trueno le hacía recordar que ahora, además se ser un omega, era un niño indefenso. Aquello había hecho que su infantil mente maquinara los peores escenarios, como el de alguien entrando por la ventana para hacerle daño, como el de algún rayo cayendo e incendiando la casa, cosas que si fuera adulto no pensaría pero, siendo un niño, le aterraban.

Otro trueno sonó y antes de que se diera cuenta estaba corriendo fuera del cuarto de invitados, hacia la habitación de Liam. Abrió la puerta con la esperanza de que el beta tendría su mismo problema, pero no, el rubio estaba dormido plácidamente.

Se puso a un lado de la cama y como pudo comenzó a sacudirse. Los ojos del chico se abrieron y le miraron en la oscuridad, los vio brillar amarillos.

— ¿Qué ocurre? –Le preguntó con voz adormecida.

— Hazme un lugar.

Para desgracia del orgullo del Hale, su voz salió quebrada porque su pequeño cuerpo de mocoso no podía dejar de llorar. Eso hizo que Liam se sentara en la cama y le mirara.

— ¿Pasó algo? ¿Estás bien? –El beta sonaba realmente preocupado.

Peter iba a responder, pero otro trueno hizo vibrar los cristales de la ventana y eso volvió a aterrarle. Cuando el rubio volvió a ver a Peter, este ya estaba encima de su cama, cubriéndose los oídos con ambas manos.

Una mano se posó en el pecho del Hale y le empujó para que se acostara. Peter abrió sus ojos, los cuales había cerrado, para ver la silueta de Liam acomodarse de costado a su lado, dejándole bastante espacio. La sábana le cubrió hasta el pecho y la mano de Liam se quedó allí, encima de su pecho.

— Aún te odio –Murmuró mientras subía un poco más la manta, tapándose hasta la nariz.

— Lo sé –Le dijo Liam. Pero eso no impidió que, al comenzar a quedarse dormido, le acercara un poco más a su cuerpo, haciendo que su costado se pegara a su pecho.

Con aquella pared de músculos y hormonas a su lado, Peter pudo dormir tranquilo. No sabiendo si los truenos se habían detenido o simplemente había dejado de prestarles atención mientras se dormía.

NOTA DE LA AUTORA:

Tuve una sonrisa adorable mientras escribía este capítulo. Peter es un nene adorable, mi bebé, me da ganas de abrazarlo y no soltarlo jamás.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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