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5# Carta.

Cerró su mano convirtiéndola en un puño con nudillos blancos y la presionó contra su pecho. Se estaba quedando sin aire, sin paciencia. Sus pulmones no parecían dar a basto y su cuerpo tampoco. ¿Por qué estaba así?, no podía contener las ganas de saltar, gritar y llorar a la misma vez. Había llegado una hora antes de lo acordado pero aún así, ahí estaba él.

Allí estaba Joshep. ¿O era una alucinación?

Negó con la cabeza y respiró por la boca; se escondió detrás de la columna que le concedía un escudo e ignoró las miradas curiosas que las personas le daban al ver su estado: parecía un lunático. ¿Eso era lo que quería?, no lo sabía realmente. Allí, con sus zapatillas desgastadas, sus jeans descoloridos y su suéter con capucha... parecía un maldito secuestrador misterioso. ¡Y bien que lo sabía!

Sonrió de oreja a oreja, aún mejorando su papel de "lunático" (aunque debo dejar en claro que no lo era), guardó sus manos frías en sus bolsillos y, tratando de dejar de temblar un poco, se dirigió caminando raramente hacia el baño, justamente en donde había ido Joshep. ¿Coincidencia?, ¡no lo creo!

Abrió la puerta con su pie sin mirar su destino y se adentró en aquel moribundo baño público, lleno de olores extraños, papeles sucios tirados en el suelo y paredes y puertas escritas por doquier. Levantó la mirada y pudo observar la espalda de su primer amor observándose en el espejo. Joshep, por un lado se veía perfecto, como siempre. Sus ojos verdes seguían igual de brillantes y su cabello igual de lacio y sin ningún cabello fuera de lugar... En cambio, Thomas... El pobre Thomas... Estaba igual que el baño; moribundo, lleno de dolor, lleno de pensamientos odiosos y cicatrices llenas de tristeza.

Caminó un paso, hasta que Joshep se dio cuenta de su presencia gracias al reflejo del espejo. ¿Ya era hora no? Ya era hora de que todo el dolor que sentía... lo devolviera, ¿no?

—¿Thomas?—Joshep habló, pero él no iba a contestar con palabras, nunca—. ¡Por Dios!, ¿qué te ha pasado?, estás hecho una mierda.

Y eso, fue como el último golpe que Joshep le podría haber dado. Estaba deseoso de venganza, estaba ansioso, hambriento... ¡No se imaginan a todas esas cosas juntas! Era como si un terremoto se hubiera apiadado de su cuerpo, haciéndolo temblar y sentir ganas de vomitar. ¿Pero qué más daba?, él ya sabía como quitarse esas cosas.

Exacto. Cumpliendo su promesa.

Sacó de su bolsillo lo que había estado manteniendo oculto y dejó que la pequeña lampara la alumbrara.

—¿Thomas, qué haces? ¡Me estás asustando, idiota!—Joshep parecía asustado. Desde allí podía olerse el temor que sentía. Y bueno, a él le encantaba eso. Se sentía tan bien... Era como si primero en principal hubiera estado escondido en la oscuridad, acostumbrado al olor suyo de muerto viviente y, ahora... estaba en la luz, observando fijamente a los ojos de la persona que le arruinó la vida y olfateando su miedo.

Un paso. Dos pasos.  Tres pasos.

Joshep retrocedía por cada uno que daba, hasta que chocó con el lavamanos.

Cuatro pasos.

Los ojos de Joshep  no podían cerrarse.

Cinco pasos.

Thomas sonrió. Levantó su mano, le tapó la boca a Joshep con fuerza y clavó su navaja en el vientre de él observando, como abría sus ojos llorosos y como su boca se estrangulaba debido al grito que había dado.

Sacó la navaja. La volvió a clavar. Repitió lo mismo, una, dos, tres, hasta cuatro veces. Cuando el cuerpo de Joshep ya no se movía y ya se había quitado sus ganas de todo, tiró su arma filosa. Se lavó las manos como nada y se observó al espejo.

Se sentía una persona nueva. ¡Fue tan fácil! Clavar una navaja y sacarla cinco veces... ¡Era como clavarla en un pedazo de carne! Bueno, Joshep no era carne, era mierda.

«Mierda pura»

Sonrió y cuando escuchó el ruido de la puerta abrirse giró asustado. Y allí, en el marco de la puerta se encontraba un muchacho un poco más alto que él, cabellos rubios, ojos verdes, bien vestido, con un ramo de flores y... rostro asustado.

Los ojos de Thomas se abrieron como platos y supo que había cometido un error. Había olvidado verificar la vestimenta y el ramo de flores. ¡Había olvidado todo! Y había asesinado a Joshep.

«¿Asesinado?» Observó el cuerpo del difunto muerto y como un click en su cabeza se dio cuenta de su situación.

El chico "Mr. J." aún estando en el marco de la puerta no se movía, parecía estar en shock. Con la mirada perdida, sin saber qué hacer o qué decir. ¿Y por qué se queda parado ahí?, ¿es idiota? ¡Corre, imbécil!

Pero fue muy tarde. A Thomas no le importó cometer un segundo asesinato. Total, si ya lo había hecho una vez, ¿por qué no dos?. Tomó nuevamente su navaja y, con extrema rapidez, la clavó en el cuello de aquel chico guapo.

Mr. J. cayó al suelo en segundos. También, muerto.

Thomas dejó la navaja clavada en el cuello del muchacho y salió corriendo de aquel baño. ¿A dónde iría?, ¿podría ocultarse? No lo creo. Sus manos estaban llenas de sangre al igual que su ropa. Para suerte suya la gente lo ignoraba como si aquella cosa roja en su ropa fuera sólo pintura—si, claro—o algún tipo de salsa de tomate.

Suspiró. Escuchó que el tren venía y que un grito masculino salía del lugar que había dejado hace tan solo segundos, gritando que había un asesino entre todos. ¿Y a quién más iban a ver? ¡Por supuesto! Al chico con ropa y manos manchadas de sangre.

Corrió hacia las vías del tren sin elección, perseguido de varios policías apuntándolo. El tren estaba por venir.

«Y colorín colorado, feliz he quedado»

Se tiró a las vías del tren con una sonrisa pícara y aquel pasó sobre él, arrastrando sos órganos y cuerpo hasta dejar nada.

Y colorín colorado, muerto ha quedado.

¡No me matéis! -se esconde- (?) Siempre quise matar a un protagonista >:D -se siente malosa- Lo sé u.u ASKJDKLASJD Y aquí terminó mi primera historia corta :') -llora-

¡Espero que les haya gustado! Os amo <tres y feliz día del amigo a todos (20 de julio, Argentina) :'DD

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