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CAPÍTULO 7 - ATRACO

Mientras los tres se dirigían hacia la montaña tenían que atravesar un sendero estrecho con mucha vegetación. La madrugada apenas estaba empezando y la temperatura descendía cada vez más. Pierce estaba extrañado viendo hacia ambos lados del camino, nunca había experimentado la sensación de haber salido de Arkala y todo parecía un sueño para él.

—Oye Pierce trata de ver bien el camino, pero no toques nada, ningún fruto, ningún insecto, cualquier cosa podría ser dañina. —dijo Vance mientras veía el cielo, quería guiarse mediante las estrellas.

—¿Ustedes no son de por acá, cierto?, a pesar de que mi padre me ha prohibido hablar con extraños, algo dentro de mi me hace sentir que ustedes nos ayudarán, por cierto mi nombre es Katy. —dijo la niña ya un poco más calmada, pues de algún modo empezaba tener confianza en ambos.

—Mi nombre es Pierce, estamos buscando llegar a Brickelwhyte.

—Nosotros somos de Brickelwhyte, somos de las afueras de Embertown, hacia el norte —señaló Katy.

—Yo soy de Iladiff y no he estado en Embertown pero sé que es un pueblo famoso debido a que es un pueblo constructor, grandes herreros, mecánicos o electricistas surgen de ahí.

—Si, por eso mi padre es muy solicitado debido a que es de los pocos que se encargan del abasto de alimentos y ventas.

—¿En verdad es un pueblo de constructores? eso es increíble, tal vez ahí podamos conseguir una carroza ¡y ojalá un buen constructor para nuestro clan! —dijo Pierce mientras se emocionaba al escuchar todo aquello.

—¡Primero debemos concentrarnos en ayudar a Katy! vamos, que por aquí es más cerca —finalizó Vance antes de ponerse a caminar más rápido.

A medida que avanzaban se iban percatando que las hojas de los árboles se estaban decolorando un poco, dejando un rastro hacía el sendero que conducía a la montaña.

—Vance, tengo una pregunta... —dijo Pierce mientras ponía cara de sospecha.

—Dime.

—¿Cómo es que dejaron salir a estas dos personas a un lugar como este, y sin protecciones?

—Bien, Cada región tiene sus reglas y sus formas de afrontar el mundo, diferentes costumbres y culturas. Lo único que compartimos es el habla, la manera en la que trabajamos y las Emerys.

—¿Entonces en otras ciudades o pueblos no tienen fronteras o murallas que los protejan?— dijo Pierce algo extrañado al respecto.

—Algo así, cada pueblo sabe cómo afrontar su realidad, algunos lugares tienen clanes fuertes y nobles que los protegen, otros tienen cierto convenio con algún Padre a cambio de trabajos. En fin hay de todo tipo, mientras más conozcas, entenderás porque la región de Pavv es la más bendecida.

—Este viaje será un poco largo al parecer, aun sigo impaciente por todo lo que viviremos más adelante. —dijo Pierce con algo de incertidumbre.

—Primero concentrémonos en salir vivos de aquí. Oye niña, ¿crees que están por aquí?

—No alcancé a ver por donde se metieron pero estoy segura que fue por aquí. —dijo la niña con un tono de preocupación muy notorio.

Poco antes de llegar a la cueva, la niña se detuvo, se intentó alejar unos pasos poco a poco lentamente.

—Lo sabía —susurró Vance.

—¡Aquí encontré a estos dos viajeros, seguro ellos les darán más cosas de valor, ahora cumplan y dejen ir a mi padre y a Kishu! —gritó la niña desesperadamente mientras retrocedía.

Pierce y Vance se quedaron quietos el uno al otro, viendo minuciosamente cada perímetro del área que los rodeaba. De pronto una espada salió desde un arbusto y casi roza el rostro de Pierce, pero Vance logró empujarlo.

—¿Eres estúpido o qué? ¡Van a matarnos! —gritó Vance mientras buscaba a los culpables de aquel acto.

—Pierce, ¿Qué haces por que no te mueves? —repetía Vance nuevamente desesperado al ver que Pierce seguía de pie y con los ojos cerrados.

Vance se quedó unos instantes contemplando aquella locura, hasta que poco después Pierce levantó su mano y lanzó una bola de fuego azul hacia la nada.

—¿¡Pero qué demonios!? —se preguntaba Vance confundido y aterrado a la vez.

—Debí decirte que debes dejar que me concentre para poder hacer esto jajaja y gracias por lo de la espada, eso no lo vi venir —decía Pierce mientras caminaba al lado contrario de donde lanzó aquella bola de fuego.

Vance se quedó viendo aun extrañado ante aquel ataque que parecía haberse hecho sin propósito. Eso hasta que, de la nada, un tipo con un traje rojo encendido en fuego salió corriendo rumbo al arroyo. Al ver eso, Vance se sorprendió aún más y sin perder tiempo congeló los pies de aquel tipo para dejarlo en el suelo.

—Ah no me maten, ¡Les daré todo lo que tengo, pero quítenme esto! —gritaba desconsoladamente aquel ladrón.

—Descuida, no somos asesinos... al menos no por ahora —dijo Vance.

—¿En dónde están el padre y el gato de esta niña? —dijo Pierce rápidamente, mientras señalaba a aquella niña que se encontraba de rodillas en el suelo, avergonzada y con lágrimas recorriendo su rostro.

—No están conmigo, se fueron dentro de la cueva, estábamos esperando viajeros para seguir robando, ¡ya basta, quiten este fuego de mi! —decía el ladrón mientras se retorcía en el suelo.

—Muy bien, nos vemos en el infierno —dijo Vance mientras terminaba por congelar el cuerpo de aquel bandido.

—Bien, al menos no sufrirá tanto, creo... —dijo Pierce.

—Niña debiste avisarnos antes, queríamos salvar a tu padre con buenas intenciones, ahora no sé qué pensar —mencionó Vance viendo a la niña fijamente con una mirada que parecía congelarle desde el interior.

—¡Lo siento, lo siento mucho! Ellos me obligaron, ¡Dijeron que si no les ayudaba a encontrar viajeros iban a matar a mi padre! —decía la niña mientras lloraba, y emanaba un aura de desesperación en su frágil voz.

—Descuida, igual no esperaba menos de estos sitios, será interesante entrar y darle una paliza a esos tipos, te prometo que traeremos a tu padre con vida e igual a tu gato. —dijo Pierce seriamente mientras se disponía a entrar a aquella cueva.

—Nos acaba de traicionar ¿Que no lo viste? —dijo Vance a regañadientes.

—¿Qué habrías hecho tú en su lugar? —dijo Pierce mientras ponía un pie dentro de aquella cueva.

Vance no dijo nada, volteó a ver a la niña y regresó la mirada, seguido de eso se puso en marcha a acompañar a Pierce.

Ambos entraron a la cueva y todo parecía normal, no había tanta luz pero aun así se podía distinguir bien por donde pisaban. Seguían caminando mientras veían unas pisadas que habían quedado marcadas, parecían ser recientes.

—Esto me está dando una mala espina, por suerte te tengo aquí conmigo, eres un explorador exper... ¿Vance? ¿¡Vance, donde estás!? —gritó Pierce mientras giraba su cabeza a todos lados, Vance no estaba por ningún lado.

Pierce siguió avanzando buscando a Vance, caminó un poco por aquí y por allá, hasta que de pronto se desoriento y ya no encontraba ni siquiera el lugar por el cual habían entrado.

Al seguir caminando Pierce intentó encender una llama en la palma de su mano, pero era tanta su desconcentración que apenas alcanzó a lanzar un chispazo que lo hizo ver por breves instantes una sombra que corría de lado izquierdo.

—¿Vance? —dijo Pierce mientras se ponía a la defensiva.

—Eres muy cobarde —gritó Vance mientras reía saltando desde las sombras.

—Maldición, no vuelvas a hacer eso, tengo un problema con las cuevas. —dijo Pierce en un tono muy serio mientras seguía caminando sin prestar atención a Vance.

—Oye solo estaba jugando una broma, no lo tomes tan personal —comentó Vance al percatarse que aquello no había asustado a Pierce, pero tampoco le había hecho una pizca de gracia.

—¿Qué tan grande crees que sea esta cueva? —dijo Pierce viendo al techo y las paredes, mientras se iban adentrando en aquel lugar.

—Por el sitio donde nos encontramos, tal vez esta cueva sea más profunda, con suerte por aquí podremos avanzar más hacia Brickelwhyte sin necesidad de ir por la superficie, sería algo así como un atajo. —respondió Vance con notoria seguridad.

Mientras caminaban se dieron cuenta que habían llegado a un camino que se partía en dos.

Las dudas empezaban a sembrarse ¿Qué deberían hacer? ¿Qué camino debería seguir?

Las dudas no duraron mucho, pues al estar pensando en silencio, lograron escuchar lo que parecía ser un maullido. Un maullido que provenía no de los dos caminos, si no de otra entrada, justo en la pared izquierda detrás de ellos. Una entrada de la cual no se habían percatado al haber pasado por ahí anteriormente.

...

Sé escuchó otro leve maullido.

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