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† 𝕬𝖑 𝖈𝖎𝖓𝖈𝖎𝖑𝖊𝖆 𝖒𝖆𝖘𝖆𝖈𝖗𝖚 †

(𝔔𝔲𝔦𝔫𝔱𝔞 𝔪𝔞𝔰𝔞𝔠𝔯𝔢)

Esa noche sellé un pacto.

Jungkook me había contado su pasado, nada parecido al artículo de terror que ahora sabía: fue una historia inventada por un humano con una gran imaginación. No hubo una tragedia sangrienta ni rituales espiritistas, fue un joven que murió y despertó con una segunda oportunidad.

Sostuve su barbilla cuando terminó de hablar, busqué en sus ojos oscuros algo que me hiciera desconfiar de él, alguna señal de que sólo estaba manipulándome y debía huir, esperaba encontrar algo igual de maligno que los asesinatos que él había cometido para alimentarse. Sin embargo, encontré transparencia en su mirada, quería que le creyera. Cerré los párpados muy fuerte y uní mis labios a los suyos con ahínco, con ese beso le entregué mi lealtad y me despedí del poco juicio que aún conservaba. Jungkook se trataba de una entidad que debió morir hace demasiado tiempo, su sola existencia en este mundo ya no tenía sentido e iba en contra de la naturaleza, por eso necesitaba cobrar vidas humanas para seguir aquí y al besarlo de la forma en que lo hice escogí el que sería mi lado en este conflicto.

Mantuve una mano afirmada en su mejilla y hundí mi lengua en su boca, de alguna forma quería sentirlo de la manera más realista posible, suspiraba mientras movía mis labios, extasiado con el sabor de los suyos. Gemí complacido en el momento que me apretó y dio la vuelta para dejar mi espalda contra el colchón.

La sábana resbaló y por segunda vez esa noche me entregué a él sin pudor ni raciocinio.

Mis padres siempre me dejaban saber lo orgullosos que estaban de mí, yo era la adoración de todo ciudadano de Rumanía, confiaban en mi criterio para gobernarlos pese a ser sólo un joven príncipe. Conocía la diferencia entre lo bueno y lo malo, nunca estuve inconforme con mi vida y, con sus altos y bajos, disfrutaba haber nacido con el estatus que tenía. Yo era la esperanza de los pueblerinos de Ardeal, sabía que era lo que las personas pensaban de la familia real, para ellos no éramos solo simple personas, representábamos sus líderes.

Mentiría si dijera que cuando salió el sol y me encontré abrazado al causante de la tragedia que nos azotó a principios de invierno no me sentí culpable. Sin embargo, ya había tomado una decisión.

No podía seguir ocultando el desastre de la capital. Envié a un soldado con una carta a los reyes y los siguientes días me dediqué a prepararme para lo que me aguardaba una vez llegaran ahí. No quería abandonar a Jungkook, pero mi egoísmo estaba acabando con la vida de personas inocentes y provocando la expansión de una maldición que les desgraciaría para la eternidad.

Todo porque un pobre tonto se enamoró de Judas.

El inicio del desastroso día que puso fin a mis días en Ardeal fue una mañana que decidí salir de mi escondite y ver las consecuencias de mi silencio.

La casa de Lazar Vasile y su abuelo quedó abandonada y las ventanas estaban selladas con tablas de madera. Me pregunté entonces si el más joven seguía habitando allí, cuando lo vi en mi habitación no se trató de un sueño, intentó morderme y matarme, pero Jungkook fue más rápido y lo detuvo justo a tiempo. Quizás era él mismo con quién habló ese día que murió el Sr. Lazar y corrió a esconderse en el momento que yo aparecí.

Era muy probable que Vasile haya acabado con la vida de su abuelo.

Las calles estaban desiertas y la espesa neblina se extendía por todos sitios dificultando la visión. Muchas casas tenían el mismo aspecto que la que vi al pie de la montaña, poco a poco Ardeal dejaba de ser un pueblo gótico para convertirse en un pueblo fantasma. La epidemia, si se podía seguir llamando de esa forma a lo que ocurría, había acabado con la vida de casi la mitad de los pueblerinos y algunos de estos despertaron de su muerte con sed de sangre. Si la situación seguía como iba en un período de tiempo el pueblo sólo sería habitado por cadáveres vivientes.

Sin embargo, las personas no eran tan débiles como creí en un principio.

Entre la soledad un bullicio llamó mi atención, dirigí al caballo hacia donde provenían los gritos de lo que parecía ser una multitud. Cuando llegué a la emblemática y escalofriante fuente del centro pude distinguir a un grupo de personas reunidas, lo que allí ocurría me revolvió el estómago. Vi gotas de un líquido rojo oscuro, parecido al color del vino tinto, saltar de en medio de ellos. La neblina se dispersó mientras avanzaba sobre mi caballo, me arrepentí en seguida de mi decisión de bajar al pueblo.

El difunto Lazar Vasile colgaba de cabeza de una cuerda amarrada a sus tobillos. Pálido, con el sudario con el que fue enterrado y el mismo que utilizaba cuando me visitó en mi habitación. La expresión en su rostro era de terror: tenía la boca abierta y el iris rojo había desaparecido dejando sólo las cuencas negras que debían ser sus ojos, los brazos extendidos y una estaca de madera clavada en el pecho de la cual aún goteaba ese líquido que a medida que corrían los segundos se tornaba cada vez más oscuro hasta volverse negro.

En un movimiento abrupto jalé la correa para retroceder. Mi caballo se asustó, relinchó y se levantó en dos patas.

-Printe...

Lo que escuché fue un susurro colectivo, las personas voltearon a verme y sus caras me aterraron más que el festival de sangre que tenía frente a mí. Las expresiones amables y las risas suaves habían desaparecido, podía vislumbrar delirio e irá incontrolable, sonrisas desquiciadas en rostros chispeados de sangre.

― ¿Que significa esto? - Pregunté.

Vi al doctor Dragomir sentado en el muro de la fuente, se veía tranquilo a pesar de la atrocidad que lo rodeaba.

―Que pude probar que tenía razón, príncipe -. Respondió y se puso de pie.

Hizo seña a un hombre a su costado, pasó los dedos sobre su garganta simulando un corte. Segundos después la hojilla filosa de un hacha se deslizó por el cuello de Vasile y lo decapitó.

No pude contener la arcada, me incliné a un costado del caballo para vomitar y al mismo tiempo para no ver la cabeza de Vasile rodar por el suelo.

―Aunque sea desgarrador, ahora el joven Lazar Vasile por fin podrá descansar en paz. - Dijo el doctor Dragomir. Estaba rehusado a alzar la mirada, quería dar la vuelta y cabalgar directo al castillo, pero las personas me rodearon y frustraron mi escape - Decapitaremos e incineraremos a cada muerto que se haya levantado, es la única manera de acabar con esta ola de desgracia que ha caído sobre Ardeal. Príncipe, como nuestro líder y futuro rey, si no va a ayudarnos por favor resguárdese en su castillo.

―Esto es una locura ―. Respondí y me alcé nuevamente sobre el caballo ―. ¿Piensan asesinar de este modo tan horrible a sus propios familiares?, ¿hijos, padres, parejas?

―No serán asesinatos, piense en ello como si estuviéramos regresándolos a sus tumbas.

Miré a mí alrededor con esperanza de conseguir algo de humanidad, pero esta se había acabado. Los aldeanos no estaban dispuestos a ser aniquilados y habían escogido matar antes que morir.

―Las autoridades de la capital deben llegar hoy antes del anochecer y con ellos seguro vendrán los reyes. Detengan esto y aguarden con paciencia dentro de sus casas, debe haber otra solución.

Traté de razonar con ellos, algunos cambiaron sus expresiones y otros escucharon sin decir una palabra. La cabeza de Vasile reposaba en el suelo y yo evité mirarla en todo momento, aquello era un recordatorio del final tan horrible que podría tener cierta persona si fuera descubierto.

Antes de salir tuve que pedirle a Jungkook con mucha persistencia que se quedara, y fue lo más inteligente que pude haber hecho, las muertes provocaron que los aldeanos perdieran la cordura, acabarían con cualquiera que se viera envuelto en aquella tragedia.

Incluso conmigo.

―El príncipe está siendo manipulado...

Esa afirmación detuvo mis palabras. La mujer que la soltó tenía una capucha que cubría parte de su cara y su cabello enmarañado me daba una idea de la descuidada apariencia que tenía. No hacía contacto visual con nadie, sus manos temblaban y se frotaban entre ellas.

―He leído: que estás criaturas pueden manipular a las personas luego de morderlas. No creo que por sí mismo fuera capaz de defender a los demonios que acabaron con la vida de mi familia entera. Mi madre, mi marido y mi más preciado tesoro: mi pequeño hijo... - Puso las temblorosas manos en su pecho y por sus mejillas corrieron gruesas lágrimas. Ahora entendía el trauma que la había dejado en ese estado -... El cuerpo de mi bebé se descompuso entre mis brazos, tenía esperanza de que despertara luego de morir así fuera un Strigoï, al menos lo tendría devuelta, pero su carne se pudrió, él nunca regresará y ahora está usted aquí pidiendo que dejemos vivir a las criaturas que acabaron con su vida.

Fue la primera vez que sentí verdadero miedo de lo que ocurría, fue la primera vez que entendí el terror y la desesperación que estaban viviendo los pueblerinos. Ver el espasmódico rostro de esa mujer deformado por la ira y escuchar su voz inestable al hablar era la señal que necesitaba para saber que debía huir de ese lugar lo más pronto posible.

Escuchaba susurros a mi alrededor que alegaban que fui mordido y estaba siendo manipulado por un demonio. Me miraban como si fuera un desconocido.

El doctor Dragomir dio un paso al frente con las manos metidas en los bolsillos de su bata blanca, la cual ahora estaba manchada de gotas negras. Quise callarlo como fuera, estaba bajo el radar de cientos de personas y no podía hacer ningún movimiento brusco, sabía lo que iba a decir y no quería ver la reacción que causaría sus palabras.

―El joven noble que vive con usted...

―Jungkook no tiene nada que ver en esto ―. Dije, sin permitir que siguiera su afirmación. Él sonrió.

―No está siendo manipulado por una mordida ¡El príncipe es víctima de los encantos de una hermosa criatura! ― Alzó la voz y movía las manos mientras hablaba. - Lo sedujo para ponerlo de su lado, fue ese hombre quién esparció está maldición.

―Usted mismo confirmó que no se trata de uno de ellos.

―En ese momento no lo sabía, pero ahora tengo el conocimiento de que existen casos, muy extraños, en el que los signos vitales no desaparecen y estas cosas pueden hacerse pasar perfectamente por un humano. Príncipe, libérese de su ensoñación, por él es que estamos en esta horrible situación, ¡mire!

Los rayos solares que se abrieron paso entre las espesas nubes dieron directo al cadáver de Vasile el cual señalaba el doctor con un dedo firme. Observé como aparecían yagas en su pálida piel y estas explotaban para luego desintegrarse. Volteé el cuello sin poder resistir la imagen y un grito desesperado me hizo dar un salto.

― ¡Que mire! ¡Estas son las consecuencias de encubrir algo tan diabólico! ¡¿Quiere que todos terminemos así?! ¡Príncipe!

Hice caso omiso a lo que gritaba y volví a alzar el caballo en dos patas para que se apartaran de mi camino. No me importó llevarme a alguien por el medio, ordené al animal galopar lo más rápido que pudiera, debía salir de allí, el sonido que producían las yagas de Vasile al explotar y escocerse estaba volviéndome loco.

― ¡Irrumpiremos en su castillo y castigaremos al culpable! ¡Cuando él esté muerto usted será liberado!

Esas fueron las últimas palabras que escuché del doctor Dragomir, amortiguadas por el galope constante. Estaba en una pesadilla de la cual no podía despertar.

Bajé del caballo una vez estuve frente a la puerta de castillo y la empujé con fuerza. El mayordomo me miraba desde dentro impresionado por mi actuar, le ordené empacar todo pues no faltaba mucho para que llegaran de la capital. Tardé demasiado en dar la alerta y ahora rogaba para que se apresuraran. Subí hasta mi habitación y entré dando un portazo.

Mi pecho subía y bajaba con esfuerzo mientras intentaba regular mi respiración. Jungkook se dio la vuelta desde la ventana y me miró con una sonrisa. Suspiré aliviado cuando lo detallé, estaba calmado como era usual en él y usaba un traje negro parecido al que tenía la noche que llegó aquí.

Él ya tenía una idea de lo que estaba pasando.

Aseguré la puerta y corrí a abrazarlo. Solté las lágrimas de terror que tenía acumuladas, me deshice en sollozos recordando la escena tan horrible que había presenciado.

―Huye ―. Dije y al contrario de mi orden lo apreté más contra mí. Arrugué la tela de su chaqueta entre mis dedos ―. Van a cazarte. Perdieron la cabeza, debes irte de aquí.

Jungkook colocó una mano sobre mi cabeza y respiró hondo con lentitud. Intentaba parar los espasmos de mi cuerpo, la sensación que ese abrazo me dio fue como si volviera a estar seguro y lo que ocurrió afuera no pudiera alcanzarme. Me separé sólo lo suficiente para verlo a los ojos, su sonrisa no había desaparecido. Pasó los pulgares por mis mejillas para retirar las lágrimas con suavidad. Allí a penas fui consciente de lo fríos que estaban sus dedos y como sus pómulos habían perdido ese tono rosáceo que siempre tenían. Sus labios se tornaron más pálidos y el color rojo casi ya no era perceptible.

―No te preocupes por mí ― Dijo. ― Estaré bien.

―No te ves como tú, pareces...

―Muerto ―. Completó.

No era así como terminaría mi oración, quería decir que lucía enfermo, pero esa alegación tan brusca me hizo tragar las palabras y el miedo regresó.

― ¿Qué te sucede? ― Exigí saber.

―La situación en Ardeal tiene varios días en decadencia, no me he alimentado, me pondría en riesgo, han estado vigilando incluso por las noches. Tranquilízate, no voy a morir.

Aclaró eso último por la preocupación que no pude ocultar.

―Dijiste que si no lo haces te debilitas.

―Estaré bien.

En este punto ya no razonaba como era debido. Quizás esa mujer tenía razón y estaba siendo manipulado de una forma tan hermosa de la que no podía, ni quería, librarme. Jungkook debía escapar de una multitud furiosa que fue capaz de colgar y decapitar a uno de los suyos, debía estar en plena forma. Aparté las manos ajenas y dirigí las mías al cuello alto de la camisa que tenía puesta para desabotonarla.

―Bebe mi sangre ―. Dije y él pareció bastante sorprendido, no entendía por qué. Bajé la camisa hasta dejar mis hombros descubiertos.

Jungkook me observó y pude divisar como la saliva pasó con dificultad por su garganta, quería contenerse, pero yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera para asegurarme que saliera de ese pueblo con vida.

―Hazlo, muérdeme.

―Mi amor... ― Su voz sonó rasposa. Tomó mi rostro con ambas manos y me miraba a los ojos como queriendo saber si tenía idea alguna de lo que implicaba lo que estaba pidiéndole. -... Estás entregándome tu vida.

Ya lo sabía.

―Lo hice hace mucho tiempo.

Acarició mi rostro, luego mi cuello y seguidamente mis hombros, se acercó más y pegó su frente contra la mía. Estaba frío y eso me volvía loco, quería que recuperara su calor cuánto antes, odiaba pensar que la vitalidad estaba escapando de él.

― ¿Por qué?

Dejé que la camisa resbalara hasta mis caderas al soltarla y envolví mis brazos alrededor de su torso para acercarlo aún más.

―Me enamoré de ti ―. Respondí ―. No me importa lo que seas o lo que hagas para sobrevivir, acabo de ser testigo de lo malévolos que pueden llegar a ser los humanos con tal de no morir, nadie está dispuesto a renunciar a su vida y todos son capaces de asesinar para conservarla. No escogiste ser de esta forma y aunque lo hayas hecho no te culparía por ello. Por eso te pido que bebas mi sangre, hago lo que cualquier persona haría si no está dispuesto a ver morir a quien ama.

Sus ojos se iluminaron en rojo, por primera vez vi como le crecían los colmillos y cerré los ojos preparado para lo que se aproximaba. Sin embargo, la mordida nunca llegó, me levantó y cuando me dejó acostado sobre la cama volví a abrir los ojos, ya estaba encima de mí. La expresión tan triste en su rostro me llenó de pesar.

―Eres un tonto ― Dijo y sonó verdaderamente furioso ― ¿Estás si quiera consciente de quién te has enamorado? Pude engañarte todo este tiempo para llegar a este momento y que te entregaras a mi por voluntad propia, ¿no lo viste como una posibilidad?

Sonreí y asentí dos veces.

―Entonces podemos decir que tu plan funcionó.

Quedó estático por unos segundos y luego se inclinó. Creí que iría por mi cuello, pero en su lugar reclamó mis labios sin previo aviso. Se movía y suspiraba desesperado, aunque me mordía suavemente podía percibir su deseo por probar mi carne. Besó mis mejillas, mi frente, mis párpados y mi pecho. Se tomó su tiempo recorriendo mi torso desnudo con su boca y sus manos.

Se irguió y me miró con un semblante decidido.

Vi el reflejo de sus ojos rojos descender, fue tan rápido que solo recuerdo una estela de luz antes de que desgarrara la piel de mi cuello con sus filosos colmillos. Gemí de dolor y mordí mis labios para no gritar. Dolía, dolía tanto que mi primer instinto fue apartarlo de un empujón, pero me contuve, fue mi decisión y no iba a arrepentirme, la abracé con fuerza y traté de concentrarme en cualquier cosa que no fueran los dientes clavados en mi piel.

Poco a poco la sensación de mi sangre siendo absorbida dejó de sentirse extraña y un cansancio insoportable me invadió.

Mis brazos no resistieron más y cayeron sobre el colchón, sentía el cuerpo tan liviano y adormecido que no me di cuenta cuando Jungkook se separó y sólo fui consciente de ello al tenerlo frente a mí con gotas de espesa sangre escurriendo de su boca. Ya no podía tener los párpados totalmente abiertos, mi plano visual estaba difuso y de vez en cuando desviaba los ojos con intención de cerrarlos.

Entre los borrones de luz pude distinguir como Jungkook se inclinó para besarme manteniendo el contacto al mínimo, saboreé el hierro de mi sangre impregnado en su lengua.

―Volveré por ti ―. Murmuró sin separarse.

En mi desorientado estado no pensaba con claridad, sólo estaba enfocado en los ojos rojos que me miraban con detenimiento, divisé en ellos lo rehusado que estaba a apartarse de mí. Quizás esto último fue una alucinación causada por la falta de oxígeno en mi cerebro y la presión arterial que comenzó a aumentar sin control.

Mi corazón latía muy rápido tratando de compensar la sangre que fue drenada de mi cuerpo.

―Nunca dijiste que me amabas.

No fue mi intención pensar en voz alta, no sé si obtuve una respuesta al momento de caer inconsciente, tal vez el débil susurro que escuché y no logré entender fue algo que mi imaginación creó por la desesperación y la tristeza que me generaba el no tener certeza de cuáles eran los sentimientos de Jungkook hacia mí.

Dijo que regresaría, pero no dijo porqué. Podría ser por amor, eso era lo que quería pensar, como también podría ser por su obsesión y necesidad de alimentarse de mí.

Su verdadera razón se mantuvo como un misterio por más tiempo del que yo sería capaz de soportar.

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