† 𝕬 𝖙𝖗𝖊𝖎𝖆 𝖒𝖎𝖓𝖈𝖎𝖚𝖓𝖆 †
♰
(𝔗𝔢𝔯𝔠𝔢𝔯𝔞 𝔉𝔞𝔩𝔰𝔢𝔡𝔞𝔡)
No asistí al funeral del abuelo de Vasile. La noche anterior fui atormentado por terribles pesadillas que aún a día de hoy me aceleran el corazón.
Estaba acostado, la habitación sumida en penumbras y una masa de materia negra salía debajo de mi cama, se arrastraba como podía con sus dos brazos deformes, utilizaba las garras de sus dedos para afirmarse al piso. El espectro poco a poco fue tomando forma humana y al pie de mi cama estaba parado el mismo Lazar Vasile, muy pálido. Quise gritar, pero mi garganta no respondía.
Sentí su mano fría en mi cuello y en un rápido movimiento tuve su rostro a centímetros del mío, en las cuencas donde debían estar sus ojos habían dos agujeros negros y en el centro de este brillaba el iris en color rojo, todos los vellos de mi cuerpo estaban erizados, cerré los ojos con fuerza al menos para dejar de ver esa cara de lamento que me hacía querer vomitar del terror.
Fueron los insistentes toques en la puerta los que me hicieron despertar. Volví a abrir los ojos y el ente ya había desaparecido. Me senté en la cama y coloqué una mano en mi cuello tratando de regular la respiración, aún podía sentir los fríos dedos de Vasile asfixiándome.
— ¿Taehyung?
Era Jungkook quien llamaba a mi puerta, con un hilo de voz le di la autorización para que entrara. Tenía puesto un camisón de seda y el cabello revuelto, caminó hasta mi cama y sin pedir permiso se sentó junto a mí. Me miraba con preocupación y detallaba mis ojos llorosos.
— ¿Has tenido un mal sueño? — Asentí —. También yo. Estoy seguro que fue por apreciar el cadáver de ese hombre.
Volvía a respirar con normalidad, pero seguía muy nervioso, tomé la mano de Jungkook que me hizo aliviar con su calidez.
—He visto a su nieto —. Dije.
Un extraño disgusto surcó su rostro, pareció muy enojado por cortos segundos y casi pude distinguir un destello rojo como el de Lazar Vasile en su iris. Fue muy efímero y lo atribuí a una alucinación causada por mi estado tan abrumado. Jungkook pasó su otra mano por mi mejilla y estuve agradecido por su presencia.
—Ya estás a salvo —. Murmuró.
— ¿Puedes quedarte esta noche?
—Iba a hacerlo aunque no me lo pidieras.
Por fin fui capaz de sonreír y la somnolencia regresó. Intenté darle la espalda para no hacerlo sentir incómodo cuando nos recostamos sobre el colchón. Sin embargo, en el momento que me rodeó con un brazo y apretó tomé la confianza suficiente para darme la vuelta. Estaba tan pegado a él que podía sentir su cálido aliento contra mi nariz e incluso así quería estar más cerca.
Pasé la noche entre sus brazos, con su respiración arrullándome y utilizando su cálido cuerpo como refugio. Las pesadillas no regresaron y caí tan profundo que no pude ubicarme al instante que desperté.
Jungkook no estaba junto a mí, el lado de la cama donde se supone que durmió estaba frío y desordenado por lo que deduje que había levantado hace un buen rato. Tomé unos minutos para espabilarme antes de salir de mi habitación y, como siempre, lo encontré en el comedor. Charlaba con mi institutriz quien se notaba algo más cansada de lo común y dejaba salir bostezos entre palabras.
Tal vez las pesadillas nos habían perseguido a todos esa noche.
Mi relación con Jungkook no fue la misma desde entonces, las caricias furtivas y las manos entrelazadas se convirtieron en acciones comunes, ya no podía controlarme cuando me embargaban las ganas de sentir su piel. Pasaba los dedos por sus mejillas y en ocasiones incluso me atrevía a delinearle labios, me gustaba la sensación que dejaba cuando él sonreía y luego besaba mi mano.
Vivía dos realidades simultáneas, cuando estaba con Jungkook encontraba paz donde sea que estuviese, en el jardín, en el lago, montando a caballo o sólo compartiendo miradas en el salón del castillo. Sin embargo, cuando veía llegar al doctor con el reporte de los decesos caía en cuenta del sufrimiento y la desesperación que se vivía actualmente en el pueblo, el mismo doctor Dragomir pareció envejecer cinco años en cuatro semanas, notaba en su mirada el hambre tan voraz que tenía de detener la epidemia que un día, dejó de tratarla como una enfermedad y lo veía como un ataque premeditado.
Llegó al castillo como era común al anochecer, yo tomaba una copa de vino junto a Jungkook quien cuando fue anunciada la llegada del doctor batió el líquido rojo en su copa y poniéndose de pie tomó un sorbo antes de marcharse. No fue un comportamiento que me extrañara, a Jungkook no le agradaba. De hecho, comenzaba a pensar que yo era la única persona de su agrado.
Luego de que el doctor me permitió la lista de los difuntos soltó una teoría que me hizo pensar que las noches en vela y el constante encuentro con la muerte le hicieron perder la cabeza.
—Dos pequeños orificios, tan finos como agujas aparecen en el cuello de quienes contraen este padecimiento. Justo a la altura de la garganta —Dijo. — He estado investigando, príncipe. Esto, las alucinaciones de los afectados con sus familiares muertos, la anemia repentina... Todo concuerda con una leyenda de hace muchos años, sobre Strigoï Morti. Siendo yo un hombre de ciencia y a juzgar por su cara puedo adivinar en que está pensando, pero no debería apresurar conclusiones.
—Lo mismo le digo a usted —Respondí.
Por un momento me pareció que sería absurdo darle si quiera la oportunidad de exponer sus puntos. Recordé entonces la pesadilla que había tenido noches atrás.
— ¿De qué habla la leyenda?
Escuchar mis palabras pareció darle una luz de esperanza y sin pensarlo demasiado se inclinó hacia adelante para comenzar su relato.
—Lo leí en un artículo de un periódico viejo archivado en la biblioteca. En una provincia bastante lejana ocurrió una tragedia. El primer y único hijo de un obrero falleció trágicamente un día en que resbaló de un precipicio. Su cuerpo muy frágil en comparación a las rocas con las que se estrelló se quebró en partes que fue imposible contar para los médicos de la época, no era necesario de un diagnóstico pues estaba más que claro que el joven ya se encontraba sin vida cuando recuperaron sus restos. Este hombre, su padre, rehusado a perderlo robó el cadáver de la morgue y llevó a cabo una ceremonia oscura en el que bebió la sangre de su hijo. De esto no hay muchos detalles, pues las únicas pruebas fueron los testigos que lo vieron paseando a media noche con la boca roja aún escurriendo y con su hijo muerto en sus brazos. Una imagen perturbadora para cualquiera. Lo que ocurrió después no hay manera agradable de contarlo. La gente de la zona comenzó a morir de repente, de una noche a otra amanecían cadáveres en las casas sin una gota de sangre en sus cuerpos y con dos orificios en el cuello. No hablamos de uno al día, sino de docenas. El pánico no se hizo esperar, los habitantes se lo atribuían al hombre y su hijo ya que muchos aseguraban que veían al niño caminando en la oscuridad de cada noche, parado sobre sus piernas como si estás no se hubiesen destrozado el día que cayó del risco y este no era el único muerto que los acechaba, también lo eran las personas que iban muriendo. Con estacas de madera, antorchas y afilados cuchillos que cortaban cabezas los pueblerinos comenzaron una caza que se convirtió en un baño de sangre, exhumaban los restos de sus propios familiares, los apuñalaban y quemaban sin remordimiento alguno. Dieron con el paradero de quién ellos pensaban que tenían la culpa de tan horrible maldición, aquel hombre que con magia negra devolvió la vida a su hijo y lo convirtió en un demonio que ahora atormentaba a todo el pueblo, la ira de la muchedumbre hizo de su final uno horrible que no me gustaría contarle a usted. Creyeron que si cazaban y acababan con el niño la maldición se esfumaría, sin embargo a pesar de encargarse de él igual que con su padre las muertes siguieron sin parar hasta que todos perecieron. Dónde se supone que existió el pueblo solo hay estructuras podridas de las que fueron casas que dentro de poco el bosque las terminará de engullir.
No dijo una palabra más. Con los codos en mis muslos apoyé la barbilla en mis nudillos, me tomé mi tiempo para asimilar todo lo que acababa de escuchar, trataba de recrear las horribles imágenes que describió lo más vivaz posible en mi mente.
— ¿Piensa que como el pueblo ya no existe y que allí en ese lugar están sus sedimentos es prueba que de verdad fue aniquilado por algún Strigoï? — Indagué, él asintió. — ¿No cree que quizás ese artículo salió de la imaginación de algún escritor que visitó el sitio y se inspiró para imaginar algo así? Las historias de Strigoï Morti son muy populares en Rumanía.
El doctor Dragomir suspiró y alegando que todos somos libres de sacar conclusiones propias y tener ciertas creencias dio fin a aquella discusión. Era demasiado pedir que le creyera a la primera, él lo sabía.
No importaban cuántos días pasasen luego de ese encuentro, no dejaba de pensar en la horrible historia y en la pesadilla que había tenido con Lazar Vasile, cada vez que la recordaba me convencía que no fue un simple sueño, la mano en mi cuello aún se sentía real, creí que los sucesos actuales y aquel cuento de terror del doctor me habían hecho delirar.
Estuve tan metido en mi mente tratando de encontrar alguna explicación lógica que no noté como la vitalidad de mi institutriz se iba desvaneciendo con el pasar de los días hasta que fue demasiado tarde. Verla tirada sobre la alfombra del salón sin fuerzas para levantarse me hizo entrar en pánico, no reparé ni siquiera en la silla de montar cuando brinqué sobre el caballo y cabalgué hasta el pueblo para buscar al doctor.
Por primera vez utilicé mi título de príncipe para tener prioridad sobre todos los enfermos que luchaban por su vida en aquel hospital. No permití que las cientos de personas que pedían por ayuda ni la expresión cansada del doctor Dragomir me subyugaran, le ordené cargar los insumos necesarios y seguirme con su equipo más preparado.
La descompensada mujer descansaba en la cama de su habitación y Jungkook estaba junto a ella, apretaba su mano como si estuviera sosteniendo lo poco de vida que le quedaba.
El doctor soltó un suspiro cargado de resignación al salir de la habitación luego de chequearla y aquello fue suficiente para hacerme entender que no había nada que hacer, había llegado a las últimas estancias de aquella enfermedad. Me apresuré a ir a su lado, quería despedirme mientras aún pudiera escucharme.
— ¿Por qué no me has dicho nada? — Pregunté y dejé correr las lágrimas que se habían acumulado.
Esta vez era yo quien sostenía su mano contra mi pecho rehusado a dejarla ir, ella ya no estaba en sus cincos sentidos miraba hacia todos lados incapaz de dejar los ojos tranquilos hasta que los fijó en los míos y sonrió, una sonrisa tan triste que todavía me dan ganas de llorar.
—Mi querido niño... — Pareció al fin reconocerme y soltó mi mano para colocarla sobre mi mejilla. —...Teme de aquel que te ha robado el corazón.
Esas fueron sus últimas palabras.
Jungkook la miró con tanto odio en ese momento que sentí repulsión hacia él. El doctor Dragomir se acercó a la cama y con mucha delicadeza cerró los párpados de la mujer que ya no podía hacerlo por sí misma.
Cuando retiró su mano tuve visibilidad de dos piquetes en el cuello del cadáver, fruncí el ceño y pase la yema de dos dedos sobre ellos. Hemos vivido juntos desde que tengo uso de razón y en su cuello no ha habido nunca ninguna marca, miré al doctor e inevitablemente volví a recordar su historia, él asintió sin querer decir nada revelador a alguien más que no fuera yo.
— ¿No habló de alguna aparición estos últimos días? — Preguntó al mayordomo que también estaba en la habitación.
—Esta mañana me dijo que la muchacha de las flores le había traído un obsequio —. Respondió.
No entendía la gravedad del asunto hasta que recordé que el nombre de dicha joven, la misma que me regaló la rosa que ahora reposaba en un jarrón con agua en la habitación de Jungkook, había estado escrito en la lista de fallecidos que me fue dada hacía más de dos semanas.
Vinieron a retirar el cuerpo de mi institutriz y antes de marcharse el doctor Dragomir se acercó hacia mí con una expresión indescifrable.
— Esta enfermedad no es algo que se pueda curar con métodos ortodoxos. Le ruego mantener la epidemia en secreto, así como usted me lo pidió aquel día, mientras trabajamos para aniquilarla.
Acaté su pedido, más por egoísmo que por empatía. No quería abandonar el pueblo y si mis padres se enteraban irían ellos mismos a buscarme.
Mejor dicho, no quería abandonar a Jungkook, aún no estaba listo para dejarlo ir, volver al castillo solo a servir como príncipe y que nuestra relación quedara como un precioso recuerdo. No podía si quiera imaginar ese escenario.
Por supuesto la muerte de mi institutriz me dejó trastornado. Había sido como una segunda madre para mí y aceptar que ya no estaría conmigo era muy amargo de tragar. Quería recordarla llena de vida, pero sus ojos que me observaban sin emoción y sus labios morados entreabiertos al momento que el último suspiro salió de ella era una imagen que no me abandonaba. Sus últimas palabras hacían eco en mi mente.
Temer de quién me robó el corazón. La única persona que fue capaz de robarme el corazón era Jeon Jungkook y no encontraba motivo por el cual debería temerle, al menos no lo tenía hasta esa segunda noche de luna llena en Ardeal.
Esa mañana tenía la sensación de que me observaban desde todos lados en mi habitación. Hacía unas semanas que mi institutriz falleció, era solo una persona y ese castillo era inmenso, pero su partida dejó un vacío palpable en él. Me levanté muy temprano, ni siquiera Jungkook estaba despierto. Caminaba por los pasillos para despejarme y vi que la puerta de la que era de mi institutriz estaba entreabierta, tal como la dejaron los soldados cuando sacaron su cuerpo, no había entrado allí desde su deceso.
El desagradable sentimiento que me embargó cuando puse un pie dentro de ella fue difícil de soportar, a pesar de esto seguí adelante. Podía percibir la muerte en esas cuatro paredes, el aire era más pesado que en el pasillo, algo no estaba bien en ese cuarto.
Paseé la mirada por todos lados, no sabía que buscaba, pero lo descubriría pronto. Cuando me agaché para mirar bajo la cama fui víctima de una gran ansiedad, mi mente me suplicaba que me detuviera y creaba escenarios en los que un horrible espanto saldría de la oscuridad para arrastrarme con él. Por supuesto esto no pasó, en su lugar me encontré con mucho polvo y unas cuantas cajas abandonadas.
Apreté las cejas cuando algo llamó mi atención, tuve que meter medio cuerpo bajo las tablas de madera para alcanzar lo que parecía ser el tallo de una flor marchita.
Estaba tan seco que con un simple apretón se volvería aserrín. Me enderecé y aprecie la flor muerta con mucho detenimiento. El mal presentimiento ahora de volvía más fuerte, la voz en mi cabeza gritaba que saliera corriendo de allí y yo estaba paralizado, buscaba explicaciones lógicas que desacreditan la locura que estaba pensando.
—Príncipe.
La llamada a mis espaldas me hizo brincar y volteé tan rápido que los músculos tensos de mi cuello dolieron. Jungkook me observaba desde la puerta con curiosidad, sus ojos y labios levemente hinchados era una señal que acababa de despertar.
— ¿Has visto a un fantasma debajo de esa cama? Perdiste todo el color del rostro —. Dijo.
Me puse de pie y le enseñé lo que sostenía.
—Creo que si he visto a un fantasma —. Respondí —. Ella dijo que "la muchacha de las flores le había traído un obsequio".
Jungkook entendió a que me refería sin tener que explicárselo. Con una sonrisa comprensiva se acercó a mí y pegó nuestras frentes. Tomo la flor, o lo que quedaba de ella, y la volvió pedazos apretándola en su puño.
—Los muertos nunca vuelven a ser los mismos, amor mío. No podemos permitir que regresen a la vida ni en nuestros pensamientos.
Su frase tenía algo curioso y es que recalcó que no vuelven a ser los mismos como si el hecho de que un cadáver si quiera caminara fuera posible. Lo flor pudo llegar allí de muchas maneras, fue lo que decidí pensar para no evitar compararlo con la leyenda del pueblo fantasma.
Abandoné la habitación junto a Jungkook y cuando tuve la oportunidad ordené al mayordomo que la cerrara con seguro y perdiera la llave.
Fui a dar un paseo al pueblo junto con Jungkook y su usual sombrilla negra, tenía la intención de calmar mis nervios y logré lo opuesto. Las personas estaban desesperadas, algunos enfermos desmayaban a mitad de la calle y no sé levantaban, la esencia alegre de Ardeal fue reemplazada por tristeza y delirio, una mujer que se abalanzó sobre mí era la representación de esto último.
Reía y lloraba al mismo tiempo, tuve la iniciativa de alejarla con un empujón ante su semblante tan inquietante, sin embargo no fui capaz de realizar tal acto.
— ¡Príncipe, mi hija ha venido a buscarme! — Clamó a gritos y dejó salir una carcajada que me erizó todo el cuerpo —. ¡Ha vuelto por mí! ¡Es un milagro!
Jungkook no midió su fuerza cuando decidió que había sido suficiente y la apartó de mí. Era la segunda vez que lo veía tan enojado luego de aquella noche en la que le conté sobre mi sueño en el que un difunto entró a mi habitación.
Todo era una locura y en el pueblo sentía que así es como debería ser estar en el mismo infierno.
Ya no sabía qué hacer ni cómo proceder, la noche me tomó por sorpresa en el lago que colindaba con el castillo. Necesitaba paz, dentro del castillo todavía se sentía la muerte y en el pueblo reinaba la desesperación. Debía volver a la capital, yo lo sabía, pero era la persona junto a mí lo que mantenía esposado.
—Me he enamorado de ti —. Le confesé sin mirarlo a los ojos, debía dejar salir mis verdaderos sentimientos pues estos comenzaban a quemarme por dentro —. Te quiero tanto que sé que lo correcto es alertar a mis padres e irme de aquí, pero soy incapaz de dejarte.
Jungkook no respondió con palabras, en lugar de eso tomó mis mejillas con sus dos manos y presionó sus labios contra los míos. Fue un beso que me hizo suspirar de ensueño, no sabía que podía llegar a quererlo más hasta ese momento.
—Entonces no me dejes porque yo tampoco podría soportarlo —. Murmuró sobre mi boca antes de volver a besarme.
Estaba prendado de él, me quedaría en ese lugar esperando que la muerte llegara a mí y no me importaba con tal de que me reclamase junto a Jeon Jungkook. Ya no podía reprimirme, lo amaba y no me costaba expresarlo.
Es por eso que lo siguiente que ocurrió me hizo cuestionarme que era lo que correcto y lo que no, quién era en realidad el malvado de esa historia, quien fue el Judas que traicionó todo lo humanamente correcto y el causante de tan terrible maldición como era la enfermedad que nos azotaba.
Arrodillado frente al lago y luego de besarlo hasta que dejé de sentir mis propios labios y solo pudiera saborear los de él clavé la vista en el agua que corría y en la luna llena se reflejaba en esta como si fuera un espejo. De igual manera noté mi reflejo y estuve avergonzado ya que por primera vez noté el estado tan infatuado en el que estaba y fue allí cuando me di cuenta que no había nadie junto a mí. Estaba totalmente solo y sabía que aquello era imposible pues no había soltado en ningún momento la mano de mi acompañante.
Las palabras de mi institutriz volvieron a mi memoria:
"Teme de aquel que te ha robado el corazón"
Jungkook no se reflejaba en el agua.
...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro