† 𝕬 ș𝖆𝖘𝖊𝖆 𝖓𝖔𝖆𝖕𝖙𝖊: 𝕻𝖗𝖎𝖒𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖙𝖊 †
♰
(𝔖𝔢𝔵𝔱𝔞 𝔫𝔬𝔠𝔥𝔢)
Parte I.
Desperté muy desorientado, como quien escapa de una ensoñación profunda que podría confundir con la realidad. Estaba en mi habitación, no en mi castillo en Ardeal, sino castillo real ubicado en la capital.
El ambiente era tan distinto al de aquel lúgubre pueblo que por corto tiempo me convencí que todo había sido un sueño y este no existía en la actualidad. Con la ventana abierta la luz del sol iluminaba el cuarto, la brisa soplaba, moviendo las cortinas alrededor de la cama y al tocarme la piel me producía una sensación de frescura y calidez. Contrastaba mucho con la brisa fría de Ardeal y las mañanas nubladas que a pesar de traer consigo cierta congoja eran mis favoritas ya que podría ir al exterior junto a Jungkook sin ponerlo en riesgo.
Creyendo que nada de lo que recordaba fueron hechos y sólo se trató de un sueño me llevé una mano al cuello, justo al sitio donde por alguna razón aún sentía dos colmillos desgarrándome. Toqué un vendaje y sonreí.
La epidemia, Ardeal, el doctor Dragomir, mi institutriz fallecida, los muertos levantándose de sus tumbas, el cuerpo de Lazar Vasile sin cabeza colgado de los pies, Jungkook accediendo a beber mi sangre luego de insistirle que debía escapar... Nada de lo ocurrido fue producto de mi imaginación.
La simple acción de haber despertado me agotó, arranqué el vendaje y froté los dedos en las minúsculas heridas que estaba cubriendo. Quería sentir los agujeros, era la única prueba tangible que me quedaba de Jeon Jungkook, para mí decepción estos ya habían sanado y solo tanteé dos pequeñas costras.
Era abrumador lo mucho que lo extrañaba, no sabía dónde estaba, no tenía certeza si quiera que siguiera vivo, pero al resonar en mi mente las últimas palabras que me dirigió me obligaban a confiar en él. Me giré hacia el lado izquierdo de la cama, mismo en el que Jungkook reposaba cuando dormía junto a mí. Me cubrí hasta la cabeza con las sábanas y me acurruque en posición fetal en un intento por sustituir el calor que él me brindaba cada mañana.
Todos los días me convencía a mi mismo que volvería.
La primera conversación que compartí con mis padres me dejó muy inquieto cuando esta debía de haber generado el efecto contrario. Me explicaron que al enterarse del verdadero origen de la epidemia actuaron rápido, no les dio tiempo a dudar de lo fantasioso que sonaba el tema del vampirismo y de los muertos saliendo de sus tumbas, entre el ejército y los civiles que estaban hartos de ser atemorizados se inició una caza sangrienta en contra de esas criaturas. Les costó bastante alertar a los países vecinos pues todos creían que las historias de Strigoï Morti en Rumanía estaban llegando demasiado lejos, pero necesitaban refuerzos y fue por eso que por más turbias que fueran las pruebas que sacaron a la luz eran necesarias para recibir apoyo.
"Nos aseguramos que no quedara ni uno de ellos. Estás a salvo ahora."
Mi madre creyó que estaría feliz y aliviado de escuchar eso y en su cara noté la confusión de ver con mucha claridad en mí reaccionar el pesar que me invadió. Intenté sonreír para tranquilizarla y no levantar sospechas.
―Aún me siento muy agotado ―. Dije y fue la excusa di para la mueca de mi rostro. Pude estirar mis labios más fue imposible que reflejara la alegría en los ojos.
Mamá fingió haberme creído, tenía cerca de dos semanas en tratamiento de recuperación mediante transfusiones de sangre y sueros para mantenerme hidratado ya que no había regresado mi apetito, recuperé el tono usual en mi piel, ya no tenía los feos círculos morados que me rodeaban los párpados y no estaba tan cansado para dormir durante largas horas como los primeros días luego que me trajeron desde Ardeal inconsciente. Fue una imagen horrorosa para mis padres, según escuché de ellos mismos, llegaron al atardecer y me consiguieron en mi habitación acostado semi desnudo sobre las sábanas que, al igual que mi boca, estaban manchadas de oscuras gotas de sangre. Creyeron que estaba muerto y la verdad así habría sido de ellos llegar media hora más tarde.
Era un misterio para mí el porqué Jungkook no acabó con mi vida en esa oportunidad.
Conforme corrían las semanas ya no había rastros de los síntomas de la mordida, sin embargo mi estado anímico iba en declive. Quería asimilar que ya jamás lo vería otra vez, todas las noches me despertaba creyendo escuchar su voz llamarme, mi mente me jugaba en contra al sentir sus brazos rodearme, incluso a veces percibía el olor que desprendía su piel con el cual yo me afanaba y me hundía en su cuello para impregnarme de él. Todo era una ilusión y al abrir los ojos me volvía a encontrar en la soledad de mi habitación.
Quizás Jungkook no logró salir de ese pueblo con vida y acostumbrarme a esa idea me destrozaba el corazón.
No podía soportar más el encierro, mis padres insistieron en que no me alejara del castillo cuando les avisé que quería montar a caballo. No me negaron la salida debido a que era la primera vez que abandonaba mi habitación por voluntad propia. Paseé por los inmensos jardines bajo un sol radiante, olvidé que tan colorido podía llegar a ser el mundo fuera de Ardeal. Fingí no haberme dado cuenta que alguien estaba siguiéndome y decidí seguir a la parte más alejada del terreno, aquella dónde los árboles no estaban podados y había una fuente con agua estancada.
No había más ruido que el de las hojas moverse con el viento y uno que otro pájaro cantando en armonía. Todo estaba solucionado, el país había vuelto a la normalidad, la gente ya podía dormir tranquila, las actividades fueron retomadas con regularidad, la epidemia y la pesadilla había acabado, pero yo no podía sentir alivio y esto me llenaba de culpabilidad.
Fue entonces cuando me permití llorar, sabía que las cosas funcionaron para mí bienestar y no entendía que estaba mal conmigo. Debía olvidarme de Jeon Jungkook, si no regresaba sería lo mejor para mí y si lo hacía no podía permitir que me manipulara de nueva cuenta. Estuvo a punto de asesinarme, era un ser inhumano del que no tenía ninguna prueba que pudiera si quiera tener emociones, el mismo lo dijo, nunca supo cómo era amar a alguien de verdad.
Luché contra mi razonamiento mientras permanecía inmóvil, a pesar de lo que me repetía en mi cabeza no podía dejar de llorar, no podía dejar de extrañarlo y no podía dejar de desear que no me hubiesen rescatado. Me enamoré de él, permití la muerte de muchos inocentes con tal de no apartarme de su lado, había caído muy bajo y no tenía idea de cómo podía salir de ahí. Quería regresar a mi rutina normal antes de la epidemia, antes de Ardeal y antes de Jungkook, dónde solo me enfocaba en prepararme como futuro rey de Rumanía, acompañaba a mis padres a cada obligación diplomática y luego de las lecciones diarias me dedicaba a uno que otro pasatiempo: montar a caballo, leer o simplemente disfrutar de una merienda en el jardín junto a mi institutriz.
Si hubiese alguna manera de hacer que el tiempo corriese más rápido y llegar al momento dónde retomaría el control de mi vida sin duda lo habría puesto en práctica.
No fui capaz de detener mis lágrimas incluso cuando noté que quien me seguía se había colocado a mi lado. Volteé hacía mamá, me limpié la cara y traté de sonreír, supongo que fue una sonrisa muy triste la que salió ya que su rostro se contrajo y las lágrimas corrieron por sus mejillas.
―Ha sido una época muy oscura, hijo mío. No tienes que pretender ser fuerte ― Dijo. ― No sé lo que viviste en ese pueblo ni qué tan horroroso fue para ti ser atacado por una de esas cosas, lo peor ya pasó y sabes que estoy aquí para tú.
No me cayó muy bien su manera de referirse a Jungkook, pero no podía enojarme. No respondí, sólo asentí y pareció bastante decepcionada por ello.
―Valeska sabría que decir en este caso, ¿no es así? ― Murmuró y bajó la mirada. Escuchar el nombre de mi institutriz me hizo reaccionar. Mi madre solo trataba de acercarse a mí, estaba preocupada por mi estado actual y yo de forma inconsciente no quería aceptar su ayuda.
Aunque no lo sintiera en realidad el primer paso para recuperar mi vida era actuar como si ya lo hubiera hecho.
Estiré una mano y tomé la de ella que sostenía la cuerda del caballo. Cuando me miró volví a sonreír y esa vez fui capaz de hacerlo correctamente.
―Eres una buena madre ―. Afirmé, sabiendo que ese momento ella dudaba de eso ― Estaré bien.
Con todo lo que ocurrió no fui capaz de procesar en su totalidad la muerte de Valeska. Me sentí muy triste al recordarla y la carga de conciencia solo creció con su memoria, había una posibilidad muy grande de que Jungkook haya sido quien la mató, ella intentó advertirme con sus últimas fuerzas y no la escuché. Me alegraba no haberme enterado que ella había regresado de la muerte, esperaba que hubiera encontrado su descanso con tranquilidad y no de la horrible forma en que lo hizo Lazar Vasile.
Ese día me involucre en la rutina de mis padres, sus obligaciones las llevaban a cabo dentro del castillo para poder estar al tanto de mi estado de salud. Almorcé en el comedor, ojeé unos cuantos documentos que ponían en orden los decesos y explicaban cómo se estaba procediendo para reorganizar al país luego de la epidemia. Los vellos de mi cuerpo se erizaron al leer que tuvieron que abrir una fosa común para tirar los cadáveres de quienes habían vuelto a la vida, la imagen que allí había era terrorífica. Cientos de cuerpos cubiertos con sacos manchados de negro, algunos podía notarse con claridad que no tenían cabeza y todos se amontonaban en una montaña en un profundo agujero de tierra. Aparté la mirada y el estómago se me revolvió al recordar la trágica partida de Vasile.
Quizás esa foto fue lo que indujo las pesadillas que me atacaron por la noche, la imagen de Valeska no había abandonado mi mente y esta se hizo presente en ellas. Al igual que cuando soñé con Vasile la Vi parada al pie de la cama usando un sudario, con ojos negros, piel pálida y una expresión de lamento. El cabello que solía usar amarrado ahora le caía en largos mechones por la espalda.
La vi caminar de un lado a otro tambaleante, el corazón me palpitaba fuerte contra el pecho y comencé a sudar de miedo cuando se dirigió a la ventana y la abrió de par en par, luego volteó hacia mí y sonrió. No era la sonrisa que me tranquilizaba, no era el dulce rostro que me decía que todo iba a estar bien, era un semblante desquiciado. Quise salir corriendo de la cama, pero no podía moverme y no pude hacer nada cuando gritó y se abalanzó sobre mí.
Abrí los ojos con la respiración acelerada, las gotas de sudor me corrían por la frente y la oscuridad era aterradora. Estaba despierto, volví a la realidad y aún así no podía moverme. Quería gritar, pedir por ayuda y llamar a mis padres, mi voz tampoco respondía. Sentía algo muy pesado en el pecho que no me permitía respirar completamente.
Vi la figura de mi institutriz mirándome desde una esquina de la habitación, no sabía si era una alucinación o de verdad estaba allí, sólo deseaba que desapareciera y dejara de atormentarme, de reclamarme por permitir que muriera sin haber hecho nada para evitarlo. Cerré los ojos y los abrí nuevamente, no ocurrió como Vasile, ella seguía allí y yo estaba inmóvil sobre el colchón.
Escuché toques en las puertas de madera de la ventana y mi terror aumentó. Pensé que serían más de ellos que habían venido a castigarme por lo que hice. El toqueteo era suave y constante, como si sólo estuvieran golpeando con el dedo índice lo que me ponía más inquieto. Deseaba que de ser el caso acabaran conmigo en seguida, no podía seguir viviendo de esa forma.
Recuperé la movilidad de mi cuerpo y me senté con una mano en el pecho, a penas ahí sentí que había despertado. Estaba solo, la figura de la esquina había desaparecido. Suspiré aliviado y decidí retomar la compostura antes de ir a la habitación de mis padres. Segundos después los toques regresaron y mis palpitaciones volvieron a acelerarse.
No estaba soñando, había alguien tocando mi ventana.
―Taehyung...
Enmudecí al instante de escuchar esa voz y puedo estar seguro que incluso dejé de respirar. Ya no confiaba en mis sentidos, me estuvieron engañando durante demasiado tiempo.
―...Taehyung. Soy yo, déjame entrar.
Me levanté con cautela, estaba conteniéndome para no decir su nombre, no quería abrir la ventana y encontrarme con que mi mente me había vuelto a jugar en contra. No abrí en seguida, arrecosté la oreja contra la madera esperando que volviera a llamar.
―Sé que estás ahí. Abre.
Tragué saliva y quité el seguro, la ventana se abrió de par en par y a pesar de que la fuerte brisa me secó los ojos no fui capaz de parpadear.
Jungkook estaba frente a mí, parado en la pequeña terraza, tenía las manos en la espalda y el viento movía el traje negro que utilizaba, su expresión era tan calma como la última vez que lo vi. Sonrió y luego de detallarlo por cortos segundos me lancé sobre él.
Todo en mi cabeza me gritaba que me detuviera, que alertara a los soldados y llamara a mis padres, pero yo no podía obedecer. Lo tomé por las mejillas y lo besé, movía mis labios desesperado y el sabor salino de las lágrimas fue una sorpresa, fue una impresión tan grande que ni siquiera noté el momento que comencé a llorar. Él correspondió con la misma avidez y me abrazó rodeándome por el torso con fuerza.
Estaba ahí, realmente había regresado.
―Estás vivo ―. Dije las mismas palabras repetidas veces sin separarme de su boca.
―Comoara mea (Amor mío)... ― Murmuró. ―... Te dije que volvería por ti.
Esas palabras significaron demasiado para mí, su forma de pronunciarlas me derritió por dentro y no pude hacer más que abrazarlo por el cuello para que no se alejara de mí. Aspiré su aroma y me regocijé en el, tan real como delicioso.
Jungkook me levantó del piso y caminó hasta la cama para dejarme sobre el colchón. Tuve un deja vu cuando lo vi sobre mí, sólo que en lugar de morderme, como había pasado la última vez, volvió a besarme. Ambos parecíamos desesperados y buscábamos saciar el hambre que teníamos del otro. Suspiraba alto entre los chasquidos de nuestros labios y dejé escapar uno que otro gemido por tan placentera sensación.
Desabotonó el camisón que traía puesto y paseó sus frías manos por todo mi cuerpo erizándome cada vello, fue cuando reaccioné y me di cuenta lo que peligroso que era que estuviera allí.
―Jungkook... ― Murmuré, saboreando su nombre en mi lengua ―... Es arriesgado que estés aquí. Sé que algunas noches mi madre entra a verificar que todo esté en orden. Ya no es un secreto de dónde provino la epidemia.
Besó mi cuello y siguió con su trabajo de despojarme de mi ropa.
―Será rápido.
Yo estaba muy nervioso, no podía evitar ver la puerta esperando que en cualquier momento esta fuese abierta. Poco a poco la excitación me iba acaparando, era imposible ignorar las caricias de Jungkook y el calor que irradiaba. No perdí oportunidad de tocarlo cuando se quitó el traje, cerré los ojos, gemí complacido y lo rodeé por los hombros dejándome hacer y olvidándome de todo lo que podría salir mal.
Tenía el camisón desordenado y a medio poner cuando se metió entre mis piernas.
―Mírame ―. Dijo agitado. Tomó mi barbilla y me obligó a fijar la vista en sus ojos. Estos brillaban con color rojo y distinguí los colmillos con los que ya estaba familiarizado sobresalir de su boca ―. No espero que me entiendas, sólo que confíes en mí... ― Comenzó a penetrarme mientras hablaba y mis sensaciones fueron saturadas en ese momento, gemí su nombre y entrecerré los párpados. Él aún me sostenía por la barbilla ―... Entenderás mis acciones en algún momento y espero que puedas perdonarme.
No comprendía lo que decía ni a qué se refería, sus movimientos eran constantes, profundos y se sentían deliciosos. El placer que me entregaba era demasiado para contenerlo, no dejaba de llamarlo pidiendo por más y poseído por la lujuria separé más las piernas queriendo transmitirle que allí mismo le permitiría hacer conmigo lo que se le antoje. Él se irguió y sosteniéndose de mis muslos aceleró sus caderas. Aquella posición junto con esa vista fue suficiente para alcanzar el éxtasis máximo.
Jungkook cubrió mi boca y agradecí que lo hiciera pues no fui capaz de controlar el volumen de mis gemidos al correrme.
―Más lento... ― Pedí en un sollozo ya que no había dejado de moverse y al estar tan sensible el placer era insoportable. No se detuvo incluso cuando mis piernas comenzaron a temblar ―...Jungkook ― La manera en que sonrió delató lo mucho que disfrutaba escucharme suplicar.
Salió de mi interior antes de correrse y en ese momento se me escaparon las lágrimas por el segundo orgasmo que me azotó. Finalmente me había liberado, al sentir el alivio el cansancio me invadió y mis párpados intentaban cerrarse en contra de mi voluntad.
―No me dejes otra vez ―. Mascullé y rememoré la desesperación vivida el último tiempo, no sería capaz de volver a soportarlo.
Jungkook no respondió y lo que luego ocurrió me tomó desprevenido.
Era digno de un traidor darme lo que tanto deseaba, decirme las palabras que anhelaba escuchar, tratarme como esperaba que lo hiciera para que bajara la guardia y atacarme en mi momento más vulnerable.
Había caído de nuevo en su trampa. Los ojos de Jungkook perdieron color y fueron sustituidos por los agujeros negros y un iris rojo brillantes, su rostro se deformó haciéndolo lucir aterrador y abrió la boca muy amplía para dejar ver los largos colmillos que clavaría en mi garganta, debido al sitio se me hizo imposible gritar por ayuda. Tiré de su cabello en un intento por apartarlo, el dolor era muy intenso, la impotencia insoportable y la decepción demasiado pesada. En mis mejillas las lágrimas de placer se habían secado y ahora eran cubiertas por las que el agobio me obligó a derramar como una manera de desahogarme.
Mi cuerpo resistió menos que anteriormente, el desvanecimiento no tardó en llegar y lo único que podía hacer era llorar, pensar en lo estúpido que había sido y esperar por mi muerte.
Esta era su respuesta, nunca me amó de verdad y regresó para terminar lo que había comenzado. Su única motivación era alimentarse de mí, tanto de la sangre que necesitaba para estar en plena forma, como de los sentimientos que desbordaba por él y de la lujuria que lo llenaba de placer.
Se separó cuando pareció tener suficiente. Quería alejarme, en ese momento lucía como lo que era en realidad: un monstruo. No tenía la fuerza para hacerlo y no pude reaccionar cuando pegó su frente a la mía como era su costumbre.
―Eres mi presa ―. Dijo e hilos de sangre salieron de su boca ―. No puedes abandonar esté castillo ni esta habitación. No le contarás a nadie lo que ocurrió y no divulgaras mi existencia. Te negarás a cualquier ayuda y compañía, esperarás por mí pacientemente hasta la siguiente noche.
Capté lo que estaba haciendo cuando asentí sin yo haberlo premeditado. Recordé las palabras de la espasmódica mujer cuyo hijo se pudrió en sus brazos, estas criaturas son capaces de manipular a sus víctimas luego de morderlas, es por esto que su existencia se mantuvo en secreto durante mucho tiempo.
―Me mentiste... ― Dije y mi voz se quebró. Lo que sentí al notar como sonreía sin remordimientos fue una inefable tristeza. Sus ojos volvieron a la normalidad y los míos ya eran incapaces de seguir abiertos.
―Debes confiar en mí.
...
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