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† 𝕬 ș𝖆𝖘𝖊𝖆 𝖓𝖔𝖆𝖕𝖙𝖊: 𝕬 𝖉𝖚𝖔𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖙𝖊 †


(𝔖𝔢𝔵𝔱𝔞 𝔫𝔬𝔠𝔥𝔢)

Parte II.

Estaba condenado, y frustrado conmigo mismo por no poder odiarlo incluso en ese momento. Lloraba por lo mucho que lo amaba, porque prefería que me matara antes que volver a estar sin su presencia, no supe en que momento había caído tan hondo o si su manipulación llegaba al punto de ya no importarme lo que pasara conmigo. Acepté mi destino. No iba a luchar por mi vida, no tenía sentido que fuera en contra de él si con simples palabras me podía hacer cambiar de opinión.

No estuve consciente cuando Jungkook se marchó, lo último que sentí antes de caer dormido fue un suave beso en mis labios.

Mamá entró a la habitación en la madrugada. No pude abrir los ojos, no tenía fuerzas para hablar, dio vueltas por la habitación para asegurarse que todo estuviera en orden. Yo creí que era un desastre sangriento y que en unos segundos la escucharía gritar de terror al ver el estado en que me encontraba, supongo que estaba equivocado pues luego de un rato dejó un beso en mi frente y se marchó.

Me desperté al amanecer con los recuerdos vívidos y el cuello ardiendo, uno de los empleados del castillo tocó a mi puerta y avisó que los reyes tenían una agenda en otra provincia que no podían seguir postergando y habían partido hace unas horas. Jungkook planeó demasiado bien sus movidas.

Por supuesto no abandoné mi habitación durante todo el día, entré en constante ensoñación, no podía distinguir cuando estaba despierto y cuando no. Todo tipo de nemorias me colapsaban la mente, quizás algunas de estas nunca ocurrieron en realidad, las imágenes de mi infancia, de mis padres y de Valeska fueron muy agradables, volvía a sentir la calidez y la inocencia que ya no poseía. Los recuerdos de los primeros meses que estuve en Ardeal también me embargaron de nostalgia, sin embargo pude darme cuenta de lo inconforme que me sentía en realidad, fui llevado allí en contra de mi voluntad, yo no quería abandonar la capital, pero en esas decisiones mi opinión no era relevante. Ya había aceptado que mi vida siempre estaría regida por alguien más y no tenía problema con eso, la llegada de Jungkook despertó emociones que nunca antes había tenido y estaba fascinado con ello. La pasión de enamorarse por primera vez era desconocida y no supe poner límites.

Jungkook se aprovechó de mi soledad e inexperiencia en cuanto a relaciones sociales. Fue muy sencillo que me acostumbrara a su presencia y confiara en todo lo que salía de su boca.

El sol ya comenzaba a ocultarse y volví a escuchar toques en la puerta. Abrí los ojos, el techo lucía tambaleante y creía que estaba acostado en una balsa sobre agua en lugar de un colchón. Pidieron permiso antes de entrar a la habitación, no distinguí quienes eran, habían varias personas a mi alrededor que parecían alarmados. No me esforcé en hablar, con los ojos entreabiertos sólo me dedicaba a respirar mientras aún tuviera la posibilidad.

Escuché las voces las cuales ninguna pertenecía a mis padres o a alguien que sea relevante recordar, quizás solo fueron soldados y el encargado del castillo que fueron a verificar mi estado. Sonaban enfadados y maldecian en cada oración que pronunciaban, me desabrocharon el cuello del camisón, justo como había hecho Jungkook la noche anterior, y allí estaba la prueba que necesitaban para actuar antes de que fuera demasiado tarde.

Un soldado planeó esconderse en mi habitación y sin si quiera pensar en ello mi cuello giró en seguida hacia su dirección acción que los hizo retroceder por la impresión.

—No concederé el permiso de ello. Dormiré solo.

Era aterrador no poder controlar lo que decia, no pensaba ni actuaba por mi mismo, estaba completamente hipnotizado. Volví la vista al techo y cerré los ojos.

Lo más probable es que mis padres ya hubiesen sido alertados al caer la noche. Había recuperado fuerzas y cuando volví a despertar supe porqué. Tenía dos agujas clavadas en mi brazo derecho, una en el dorso de la mano, por el cual corría suero hacia mis venas, y otra en la unión del antebrazo que administraba sangre. Entendí que pretendían atrapar a Jungkook y eso me puso demasiado nervioso, la ventana estaba abierta, la luna llena brillaba en lo alto del cielo estrellado y el silencio me dio a entender que era bastante tarde. Miré a todos lados buscando a los soldados, pero no logré verlos, sin embargo no dudaba que estuvieran escondidos en cualquier rincón esperando que mi cazador apareciera.

Me puse muy nervioso, no quería que le hicieran daño y ya estaba resignado a mi destino. Dejé que numerosas personas inocentes murieran, pude haber salvado a muchos si abandonaba el pueblo y alertaba a la capital en el momento debido, pero decidí guardar silencio, mi castigo sería morir de la misma forma que ellos lo hicieron, traicionado por quien me dediqué a proteger costara cuántas vidas se necesitaran.

Me lastimó y defraudó, pero no lo odiaba y no deseaba vengarme. Mi pecho se presionó cuando ví como se elevaba sobre la terraza y luego aterrizaba en ella, al igual que la noche anterior se quedó parado y frunció el ceño al ver en el interior de la habitación.

Jungkook entró y a medida que se acercaba mi ansiedad iba en aumento.

—Taehyung...

—Vete —. Dije para impedir que hablara — Déjame en paz y por favor, vete.

Abrí los ojos más de lo usual, mis manos temblaban al igual que mis labios. Jungkook notó en seguida que algo no estaba bien más no retrocedió.

—Vendrás conmigo —. Respondió. Su semblante estaba serio, no tenía los ojos rojos y los colmillos estaban ocultos, pero temía que en cualquier momento la terrorífica expresión que tenía antes de morderme volviera a aparecer. Sentí en ese momento que volvía a tratar con el verdadero Jungkook, no con el mounstro que solo me deseaba para alimentarse de mí y quise reírme de mi mismo por ser tan inocente.

—Es una trampa —. Advertí.

Él no entendió a lo que me refería y tomó asiento a un costado de mí. Acarició desde mi hombro hasta mi mano despacio, en el camino se deshizo de las vendas y de las agujas para detener las transfusiones.

Fijo su vista en la mía y no perdí detalle de como pasó su lengua a lo largo de su dentadura con media sonrisa, los colmillos aparecieron como por arte de magia y su iris cambió de color. Esta vez no atacó mi cuello, mordió en el brazo que aún sostenía y cerró los ojos mientras me chupaba la sangre.

A esas alturas me había olvidado de los soldados y creí que quizás solo montaron guardia fuera de la habitación. Estaba equivocado.

Jungkook se tomó su tiempo, menos del usual acción que me extrañó. Se separó y se puso de pie aún sosteniendo mi mano.

—Camina —. Ordenó y mi cuerpo reaccionó de inmediato. No controlaba lo que hacía y no pensaba con claridad, la voz de Jungkook hacia eco en mi mente y me obligaba a obedecer.

Estábamos justo en el marco de la ventana cuando reaccionó de repente y se separó justo a tiempo para esquivar una lanza con punta de madera que le rozó la mejilla. En ese instante me paralicé, querían aniquilarlo ahí mismo.

Soldados salieron debajo de la cama y varios detrás del amplio armario camuflado en la oscuridad de la habitación.

—¡Resguarden al príncipe!

Jungkook debió huir en ese preciso momento, debía olvidarse de mi e irse tal como hizo la noche anterior luego de morderme. Yo estaría bien, él tenía que escapar, pero no lo hizo. No entendía porqué.

Alguien tiró de mi hacia el piso y me inmovilizó contra este. Tan débil como estaba no pude hacer nada para escapar, sólo observaba con miedo como Jungkook aún seguía allí con dos agujeros negros en su rostro y la boca abierta amenazaba a quien fuera capaz de acercarse.

—¡Vete! — Grité. Los soldados creían que seguía bajo los efectos de la hipnozis y por eso no cuestionaron mi desesperado intento por defenderlo — ¡Basta! ¡No le hagan daño!

El soldado que me mantenía cautivo suspiró y me aseguró que todo estaría bien en cuánto se deshicieran de él. Yo me arrepentí segundos después de haberlo alertado de esa manera.

Jungkook se distrajo con mi voz y en ese corto periodo de tiempo fue suficiente para que otra lanza fuera disparada y esta vez no tuvo oportunidad de esquivarla. Le atravesó justo en el lado izquierdo del pecho.

No parpadeé en todo el rato que lo ví retroceder y escupir sangre por la boca. La parte trasera de sus rodillas chocó con el marco de la ventana y perdió el equilibrio, cayó de espaldas al vacío dejando una estela de sangre en el aire. Mi respiración se aceleró y las lágrimas salieron de mis ojos sin previo aviso.

— ¡Jungkook!

Grité tan fuerte que la garganta me ardió y la persona sobre mí se levantó alarmado.

No quería curarme, no quería regresar a mi monotona vida en la que no era libre de decidir por mi cuenta y ser atormentado por los espíritus de los muertos que me acechaban en pesadillas causadas por la culpa, no quería olvidarlo. Era un mounstro, un asesino que estaba obligado a matar a otros para sobrevivir y sólo me utilizó para alimentarse, lo sabía, pero eso no me hacía cambiar de opinión, él me manipuló y yo me enamoré ciegamente.

Prefería morir antes que perderlo.

Los soldados pretendían recuperar el cuerpo para decapitarlo y así asegurarse de que no regresara jamás. Aproveché el desconcierto para ponerme de pie y con la poca fuerza que aún me quedaba salté por la ventana.

Había perdido la cordura y el buen juicio, de eso nunca tuve duda. La presión del viento me obligó a cerrar los ojos mientras caía y contrario a lo que mucho pudieran imaginar no me arrepentí. Sentía alivio y liberación y estaba preparado para el impacto que no tardaría en llegar.

Abrí los ojos cuando fuí rodeado por dos brazos que frenaron poco a poco la velocidad con la que caía. Conocía esa calidez, ese aroma y esa forma tan protectora de resguardarme, Jungkook me miraba asombrado y yo no podía estar más feliz. Tuve intención de hablar, pero el fuerte golpe contra el suelo ahogó mis palabras.

Jungkook se llevó la peor parte, pues en el corto tiempo que tuvo disponible se dio la vuelta para caer en su espalda conmigo encima y así yo no me estrellara. Sin embargo, la intensidad que recibí fue suficiente para que varias de mis costillas se fracturaran y un dolor ardiente me hiciera temblar.

—Ve... Vete —. Mascullé como me fue posible. No había posibilidad que sobreviviera, a esas alturas ni siquiera era capaz de sentir dolor. Mi cuerpo estaba muy liviano y mi mente preparada para que mi corazón se detuviera en cualquier segundo.

Jungkook se levantó y me sostuvo acostado sobre sus rodillas, el agujero en su pecho había desaparecido y los huesos rotos habían sanado. Me miraba con reproche y al mismo tiempo con una preocupación que nunca antes había reflejado, ni siquiera cuando se vió embaucado en la habitación.

—Idiota, si mueres así... ¿Por qué saltaste? — Preguntó y con mis ojos fijos en la luna llena que me tranquilizaba respondí:

—Creí que te había atravesado el corazón.

Lo escuché tragar saliva y sorber por su nariz. Sin creer lo que estaba ocurriendo regresé mi vista a él y me llevé una gran sorpresa.

Jeon Jungkook estaba llorando.

—Si pensaste que había muerto entonces, ¿para que saltar?

—Moriría contigo.

Las imágenes se volvieron borrosas y muy inestables, levanté un brazo para acariciar su mejilla húmeda mientras aún pudiera reconocer su rostro, quería que fuera mi último recuerdo.

—No puedes morir —. Su voz se escuchaba ahogada en sollozos e impotencia, está última se apoderó de él a medida que mi respiración se hacía más débil. — Sólo tenías que obedecer y quedarte en tu habitación. Pero todo tiene que ser siempre a tu manera, ¿no es así?

Ya no razonaba lo suficiente como para responder algo lógico. Escuché los pasos de los soldados acercarse y aterrado lo empujé para que me dejara y se marchara de allí. Fue inútil. Aún llorando alzó uno de sus brazos y lo mordió con tal fuerza que desprendió su carne para que este comenzara a sangrar.

—Bebe —. Tomó ventaja de que mantenía la boca entreabierta para absorber todo el aire que fuera posible a mis aplastados pulmones que ya eran incapaces de hincharse lo suficiente, puso su brazo sobre mis labios y lo apretó para que la sangre corriera hacia mi garganta, pero ya era incapaz de tragar.

Mi corazón latió muy lento hasta que puso fin a mi agonía y se detuvo.

Lo último que ví antes de que la tranquilidad de la muerte me abrazara fue el rostro agobiado y desesperado del Judas que me traicionó y manipuló hasta acabar con mi vida, y que a pesar de esto, nunca dejé de amar.

...

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