04. Regreso (2a parte)
19 años atrás
Son casi las nueve de la mañana de un sábado, el clima se mantiene gélido y el sol brilla como siempre, proporcionando de su luz y calor al mundo poco merecedor de ello.
Mi-suk prepara el desayuno para sus "hijos" en la planta baja, mueve sus labios delgados al ritmo de la música que sale de un viejo reproductor y sonríe sin saber la razón, quizás solo está feliz de vivir un día más, de tener a su familia sana y salva.
En el piso superior hay dos niños en sus respectivas camas y habitaciones, tienen los ojos abiertos y miran el techo sin decir nada, tratando de entender los acontecimientos que les rodean con la capacidad mental que les otorga su corta edad.
El pequeño de melena azabache es el primero en sentarse a orillas del mullido colchón, dudando en ponerse de pie oficialmente o esperar a que sea su madre quien lo llame desde la puerta para ir a desayunar.
Su pecho se siente apretado y no puede dejar de pensar.
El día anterior había visto a un niño pequeño entrar en la habitación frente a la suya, se vieron a los ojos por unos segundos antes de que aquel cerrara con fuerza y se escondiera dentro sin decir nada. Cuando él llegó al primer piso solo encontró a su madre esperándolo en el comedor.
Sentía curiosidad, de esa que te motiva a romper las reglas y cometer travesuras.
Suspirando, baja de la cama y vuelve a ella de un salto. El suelo está helado y sus pies descalzos sufren el riesgo de congelarse.
ㅡ¡Mierda! ㅡmaldice y se cubre la boca.
Si sus padres lo escuchan será niño muerto, sobre todo porque preguntarán de dónde escuchó aquello y entregar la cabeza de Jackson Wang en bandeja de plata no es una opción.
En su familia nadie es un soplón, o por lo menos eso dice el propio Jackson.
Vuelve a suspirar y tras un chasquido de lengua contra sus dientes frontales se baja de la cama y corre a colocarse sus pantuflas. El calzado es cálido y de un color blanco con orejitas que asemejan a un peludo conejo.
Sale de la habitación despacio, procurando hacer el menor ruido posible y luego abre la puerta de enfrente, llamando la atención del otro niño sobre la cama.
ㅡHola ㅡsaluda sin despegarse de la puerta, apretando firmemente la perilla y con una sonrisa que parece más una mueca torcida.
El niño se sienta en la orilla, lo ve con curiosidad y sus mejillas adquieren un tono carmín.
ㅡ¿Jungkook?
El mencionado inhala con asombro, los ojos casi se salen de sus cuencas y aprieta el cerrojo a su costado.
¿Acaso ese niño es un brujo como el de los cuentos? ¿Eran brujos o adivinos? No, en realidad nada de eso importa.
ㅡ¡¿Cómo sabes mi nombre?!
ㅡTu papi me lo dijo ㅡexplica, apretando sus manos entre ellas y meciendo sus pies descalzos que cuelgan por la altura.
Las mejillas del pequeño pelinegro se inflan con coraje y cruza sus brazos.
ㅡ¡No puedes decirle así! ¡Es mío!
ㅡ¿Quién es tuyo? ¿Tu papi?
ㅡ¡Ash! ㅡSu berrinche se interrumpe cuando escucha al otro reír, al ver sus ojos desaparecer y sus mofletes elevarse.
Jungkook siente algo extraño, no está relacionado con el contacto de alguien de su edad, mucho menos con alguien menor. Está acostumbrado a ser mirado y tratado con respeto, por lo que las risas no son un sonido con el que está particularmente vinculado. Entonces llega este niño, con una melodía extraña que le brota del pecho, con sus ojos brillantes y mejillas bermellón.
ㅡ¿Por qué yo no sé tu nombre? Tú conoces el mío, ¡no es justo! ㅡdeclara.
Jimin detiene sus carcajadas paulatinamente para responder, viendo al otro acercarse despacio. No lo sabe, pero su cabello rubio es un adorable nido de pájaros que genera curiosidad ajena.
ㅡNo lo sé ㅡdice encogiéndose de hombrosㅡ, pero me llamo Jimin.
Jungkook ahora está enfrente y él se hace a un lado para que puedan sentarse juntos sobre el colchón.
ㅡ¿Qué haces aquí, Jimin?
ㅡTu papi me trajo aquí.
ㅡ¡Ash! Es mi papi.
ㅡEso fue lo que dije.
Ambos se miran sin comprender en qué se equivocaron, luego niegan y se sientan en flor de loto, viéndose frente a frente.
ㅡBueno, no importa. ㅡLe resta interés con un ligero manoteo al aire y continúa viéndolo concentradoㅡ. ¿Por qué te trajo aquí?
Jimin lo piensa, abriendo sus labios para comenzar a hablar.
ㅡPorque...
ㅡJimin, ¿Jungkook está contigo? ㅡcuestiona la mujer desde el exterior antes de abrir la puerta, sonriendo al verlos conversarㅡ. ¿Qué sucede? ¿Por qué están despiertos?
Los menores ven a Jeon Mi-suk de diferente manera, uno sonríe en su dirección mientras que el otro aparta la mirada con vergüenza. Ella los observa en silencio, ninguno habla y cuando Jungkook parece estar a punto de hacerlo sus estómagos ganan al reprochar alimento.
ㅡ¿Saben qué? Eso no importa, pónganse de pie y laven sus dientes, luego bajen a desayunar. ㅡSe acerca al de cabellos rubios y se hinca a la altura de la cama, acomodando las hebras revueltasㅡ. Jimin, Jungkook te dirá donde pueden lavarse los dientes, tus cosas están aquí en el buró.
El mencionado asiente, tímido y sin mediar palabra.
Ellos obedecen a pesar de su renuencia a compartir ciertas cosas ㅡincluidos sus movimientos y los mayoresㅡ, pero eso es algo de lo que la mujer no se preocupará en ese momento.
Comen mayormente en silencio, levantan sus utensilios y se lavan las manos de la misma manera.
Entonces ella comienza a preguntarse: ¿Qué debe hacer ahora?
ㅡJungkook, hijo ㅡllama al azabache, que la ve con sus ojos brillantes antes de acercarse a su menudo cuerpo y abrazar su cinturaㅡ. Necesito hablar contigo antes de que llegue papá ㅡdice una vez lo tiene enfrente.
La televisión está encendida, hay un programa infantil de animales parlantes y Jimin está demasiado entretenido viéndolo. La mujer le da un rápido vistazo antes de tomar la mano de su hijo y subir las escaleras con dirección a su habitación.
ㅡMami, yo no hice nada malo ㅡdeja en claro, con un tono de preocupación en su voz que por un segundo rompe el corazón de la madre y la hace sentir culpable.
ㅡNo, hijo, no lo hiciste.
ㅡ¿Entonces por qué estamos aquí? ㅡcuestiona una vez están dentro, recordando las pocas veces en las que sus padres lo sientan para hablar de las cosas que hace mal y debe mejorar.
Ella apenas apoya la puerta al muro, dejando que el ruido atraviese de una habitación a otra. Sienta al niño sobre la cama y se agacha para quedar a su altura.
No sabe cómo o por dónde empezar, pero intenta explicarse. Procura decir las palabras precisas y honestas, demostrando su apoyo incondicional y amor de madre.
Quizás es demasiado pronto para un niño, pero sabe que su hijo lo entenderá, que paulatinamente comprenderá que los temas de adultos son así, algunos no te dejan más opciones que adaptarse y seguir.
Y lo sabe, es consciente de que necesita que su hijo sea fuerte no solo físicamente, sino emocional y mental. Quiere que su hijo viva, pero que también lo haga de manera sana. Desea, desde el fondo de su corazón, tener un par de hijos saludables y capaces para poder afrontar el exterior y todos los peligros que trae consigo.
Entonces, casi media hora después, un Jungkook de ocho años cumplidos sale de su habitación y baja las escaleras al primer piso. La cabeza le duele y los labios le tiritan, sus ojos se encuentran húmedos e inyectados en sangre por las lágrimas incontrolables que escurren por sus mejillas carmín hasta el final de su barbilla.
Él no lo entiende, pero la tristeza que siente es inmensurable. Solo cuando se encuentra frente al pequeño rubio y este lo mira con curiosidad se rompe por completo. Se aferra a su cuerpo lánguido en un abrazo que significa más de lo que su poco léxico podría expresar.
ㅡLo... lo siento, Jimin. Yo... yo no sabía ㅡdice entre sollozos ininteligibles y mocos embarrados por todos lados.
El pequeño rubio tampoco entiende, su rostro confuso es la prueba clara de ello. Sin embargo, asiente y corresponde el abrazo, dando palmadas suaves tal y como su madre hacía con él hace pocos días atrás, cuando lloraba desconsolado ante la mención de su inminente separación.
ㅡEstá bien, mi mami dijo que todo estaba bien ㅡsusurra, pero sus ojos también gotean y un puchero adorna sus labios.
Con solo una mirada la mujer sabe que ese niño es más fuerte que el resto, más valiente, inteligente y capaz que cualquier otro. Pero sigue siendo un niño, uno que necesita amor, comprensión y apoyo, uno que necesita ayuda para seguir adelante y la calidez de buenos padres.
Y ella está dispuesta a dar esa calidez, ese amor y ese apoyo. Ella quiere ser parte del nuevo hogar de su pequeño, quiere lavar, al mismo tiempo, la culpa insoportable que le carcome el pecho.
Es consciente ㅡquizás no tantoㅡ de la poca responsabilidad que tiene la familia Jeon en ese accidente, pero hay algo ahí que no la deja tranquila, que le quita el sueño y la atormenta.
Puede que solo sea su conciencia, recordándole lo peligroso de vivir en ese mundo.
o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o
Hacía mucho que Jimin no despertaba con aquel olor característico de su hogar, con la música suave que su madre acostumbra a oír al preparar el desayuno junto a las empleadas o el sonido de los trabajadores dando vida al jardín frontal.
Al abrir los ojos puede observar el techo blanco y las paredes azul pastel. Las columnas tienen decoraciones de flores que cuelgan desde un enramado que piensa aprovechar para colocar sus luces recién compradas. En el rincón están las bolsas y cajas traídas el día anterior, sin abrir junto a su equipaje.
Suspira con cansancio y se remueve entre las sábanas, si es realmente atento puede sentir el olor de Jungkook aún ligero sobre ellas. Sonríe para sí mismo y se queda ahí unos segundos más, pensando si realmente vale la pena levantarse a darse un baño e iniciar su día.
Antes de que pueda terminar de convencer a su cuerpo y mente de que comiencen a trabajar, la puerta se abre y por ella entra el azabache, con su cabello húmedo por la reciente ducha y ropa deportiva sobre su trabajada anatomía.
ㅡEstás despierto ㅡdice, pero él no puede responderle.
La emoción no le cabe en el cuerpo, la piel le hormiguea y su corazón late con fuerza.
Al fin está ahí. Su hermano está de pie frente suyo después de meses sin verse y él no puede hacer nada más que verlo a la cara, con la clara muestra de felicidad y asombro adornando sus facciones y humedeciendo sus ojos.
ㅡ¿Jimin? ¿Estás bien? ㅡcuestiona el hombre, mas él no puede hablar. Las lágrimas le escurren silenciosas y le generan un nudo en la gargantaㅡ. Todo está bien, pajarillo. ¿Por qué lloras?
Quiere decir que, en efecto, él se encuentra bien, que es solo la catarsis del momento; que su preocupación, ansiedad y soledad desaparecieron en el momento justo en que pudieron verse nuevamente.
Desea expresar que son lágrimas de felicidad, pero lo único que puede hacer es estirar sus brazos en dirección al chico y morderse los labios en busca de consuelo.
ㅡTe extrañé mucho ㅡdice entre hipidos, aferrándose al fornido cuerpo en lo que el sentimiento pasa.
ㅡLo sé, corazón. Yo también lo hice ㅡresponde meciéndolo sobre su regazo. Está feliz y sabe que el único responsable de la plenitud que siente en su pecho es el chico rubio que llora desconsolado entre sus brazosㅡ. Si sigues llorando mamá se preocupará ㅡadvierte.
ㅡEs porque te extrañé mucho, Jungkook.
ㅡLo sé, pero ellos se quejarán de que me quieres más a mí.
ㅡPero, si te quiero mucho ㅡdeja en claro, generando la risa inmediata en el mayor.
Jungkook le acaricia el rostro mientras lo separa del escondite en el que se había vuelto su pecho y le besa la frente con dulzura, sonriendo tiernamente a la par del tacto gentil de sus pulgares. Retira la humedad bajo sus orbes y une sus narices en un beso esquimal, ese mismo que ha visto en innumerables ocasiones hacer a sus padres y que le genera un sonrojo inmediato.
La proximidad es evidente, la exhalación tibia impacta de lleno en su sistema nervioso y fríe sus neuronas. De repente, su cuerpo se estremece de manera peculiar, se siente caluroso y ansioso.
El azabache repite el gesto, pero no solo a los costados de su nariz, sino que sube a su frente como si oliera su piel antes de regalar otro beso casto en la zona.
Lo hace de nuevo, una y otra vez en un patrón húmedo y cálido en cada dirección de su rostro hinchado. Hay besos sobre sus ojos, en sus mejillas y pómulos, a lo largo de su barbilla y en la punta de su bella nariz.
Sus labios están ahí, tan cerca que Jimin siente que se derrite. Su hermano también está consciente de ello, por lo que no pierde tiempo y una sonrisa traviesa se dibuja en su rostro antes de romper la mínima distancia que separa sus bocas.
El toque inicial es casto e insuficiente y se ve a sí mismo buscando más, acercándose más a él en busca del contacto que necesita. Sus piernas se abren y flexiona sus rodillas para sentarse adecuadamente sobre los muslos firmes del mayor, juntar sus cuerpos y exigir atención.
Los movimientos son lentos y suaves, pero firmes. Sus manos se mueven por sí solas al nacimiento del cabello ajeno mientras las de su hermano viajan hasta los costados de su cintura.
No recuerda realmente quién inició con los besos cuando eran más jóvenes, pero sabe que el otro debió haber detenido lo que sea en lo que se convirtió su relación de hermandad.
Quizás nunca se vieron de esa manera, puede que siempre tuvieran presente la nula relación sanguínea y el amor que desde el primer encuentro hubo entre ellos.
Después, con la llegada de la adolescencia y su separación, ese deseo no hizo más que acrecentar.
Las pocas visitas de Jungkook a Estados Unidos, lejos de la constante vigilancia de sus padres, fue suficiente para que ambos descubrieran lo que significaba cada sensación en sus puntos más erógenos y en su corazón.
Jimin se deja moldear, inclina su cuerpo ante el toque caliente y suave y abre sus labios dejando salir bajos sonidos producto de su satisfacción.
ㅡSilencio, mamá puede venir en cualquier momento ㅡadvierte en un susurro, colocando su mano sobre la boca dulce del más joven.
Jimin se muerde los labios y asiente, sacando la lengua para lamer los delgados dígitos ajenos.
ㅡTe extrañé ㅡrepite y Jungkook comprende, por el tono y su mirada brillante, que no se refiere particularmente a lo mismo.
ㅡMaldición que yo también lo hice. ㅡSus labios delgados se dirigen a la tersa piel de su cuello, acariciando humedamente a su paso. Muerde su manzana de adán al mismo tiempo en que aprieta sus glúteos con las palmas abiertas de sus manos.
Jimin gime, y lo hace de una manera tan increíble que lo vuelve loco.
ㅡJungkook, por favor ㅡpide su hermano, con su vocecita mimada mientras se restriega sobre su hombría despiertaㅡ. Por favor, por favor ㅡinsiste.
ㅡNo, no tenemos tanto tiempo ㅡniega, aunque interiormente se lamenta este hecho. El deseo le quema el cuerpo y lo hace dudar.
ㅡPodemos hacerlo rápido.
ㅡJimin. ㅡSu voz es autoritaria ante la reprimenda, pero no dice nada cuando las manos expertas del menor abren su pantalón de chándal y sacan su hombría, haciendo lo mismo con la propia.
Las manos pequeñas no abarcan ambos penes y con un beso casto interrumpe su ardua labor, sonriendo al ver el ceño fruncido ajeno y su clara mueca de disconformidad.
ㅡDebemos darnos prisa, pajarillo ㅡdice con excitación en cada timbre de su voz, cubriendo con su diestra la mano ajena.
Jungkook se goza con cada gesto, con los bajos sonidos reprimidos y la mirada lasciva, con los jalones ㅡnada fuertesㅡ en su cabello y los gruñidos apenas audibles.
Procura ser rápido y eficiente, y la victoria le calienta el pecho al mismo tiempo en que lo hace su ingle, disfrutando del olor almizclado que viene junto a la eyaculación simultánea.
Está feliz. Sudoroso y nuevamente sucio, pero absolutamente feliz. Debe darse otro baño y arreglarse el cabello, mas eso no impide los mimos que suele darle al menor posterior a cada acto sexual.
Utilizando los pañuelos que descansan en el buró junto a la cama, limpia el desorden de sudor y semen sobre sus cuerpos. Con su zurda acaricia lánguidamente la espalda ajena mientras guarda cada miembro en su sitio y besa su frente, susurrando palabras cariñosas y de satisfacción.
El rubio jadea con cada inhalación profunda y él sonríe al ser consciente de algo.
ㅡOh, espera.
ㅡ¿Qué pasa? ㅡcuestiona Jimin desde su sitio, apenas elevando la mirada para toparse con la sonrisa cínica del azabache.
ㅡMamá me envió a decirte que bajemos a desayunar ㅡexclama, con un timbre sardónico en cada palabra.
No se atreve a decir nada, aunque la risa nerviosa y los diversos tonos de vergüenza que atraviesan su rostro es algo que jamás podrá evitar, sin importar lo mucho que intente cubrirse con ambas manos.
Lucha por ponerse de pie y hace acopio de toda su fuerza de voluntad para poder dejar de lado cualquier sentimiento que se evidencie en sus mejillas honestas.
ㅡ¡Entonces date prisa! ¿Qué haces aún acostado?
Si, no hay manera en la que él pueda expresar lo feliz que está con su regreso.
Nota de escritora:
Capítulo corto, pero con mucho amor.
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