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20

Noches en vela, pechos agrietados y en carne viva, humor de los mil demonios y sonrisas que derriten. Las últimas ocho semanas han sido una montaña rusa de emociones.

Bella es todo lo que está bien: su piel es ligeramente morena, tiene mucho cabello oscuro y ojos que parece que serán del color del mar. Tal como la imaginé, también nos tiene a todos en un puño.

¿Quién diría que el duro de Brandon se moriría de amor por esta pequeña?

Hay nuevos huéspedes en el hotel y nadie ignora lo encantadora que es esta niña.

Ha sido llamada Bella Walters y no pude evitar sentirme un poco extraño; obviamente, no es mi hija de sangre y a pesar de que lo niegue, Angela se siente en el compromiso moral de llamar al imbécil de su ex para preguntarle si quiere que la beba lleve su apellido.

El muy bastardo ni siquiera ha aparecido; en cambio sí lo ha hecho el bueno para nada de Mark. Ha visitado a su amiga y a su niña en son de paz y ella lo aceptó, razón suficiente para que yo aceptara su presencia.

La exposición en el ayuntamiento está cada vez más cerca y mi ansiedad va en aumento. Las localidades han sido vendidas en su totalidad y sé que habrá personas de localidades vecinas que nos visitarán.

Desde que nació la niña que estoy a punto de arrojar mi verdad a Angela.

Sé que es algo que debería haber hecho antes, pero mi miedo es paralizante. Cada vez que deseo hacerlo, algo lo impide; y cuando no es un evento ajeno a mí, me quedo sin palabras, incapaz de formular una oración coherente.

Miro la sortija que he comprado por la mañana, soñando con pedirle matrimonio esta misma noche a Angie, en la cena que organicé por su cumpleaños. Alex, el yerno del alcalde, me había recomendado una tienda muy exclusiva, bonita y que trabajó con velocidad en el diseño que les pedí. No es un anillo digno de la realeza de Hollywood, pero me encanta y sé que es del tipo que puede encajar con Angela.

Llego al hotel y la algarabía es contagiosa. Me tiemblan las piernas y ruego que mis planes salgan según lo previsto. Hay globos en las puertas, guirnaldas en las ventanas y las grandes macetas con plantas que Angie misma ha sembrado, resplandecen gracias al sol.

―Aquí está el pastel, cariño ―Hago mi ingreso triunfal. Angie no ha querido sobrecargar al cocinero con los preparativos; Ally y su esposo vendrán esta noche, Stacy lo hará con su novio y si bien Brandon no ha sido claro al respecto, suponemos que cierta doctora de nombre Cassandra puede que lo acompañe.

Le doy un casto beso en la boca a Angie, aunque sus ojos alojan un fuego especial. Desde hace un par de noches que aprovechamos a acariciarnos íntimamente bajo las sábanas cuando la pequeña Bella se queda dormida en la cuna que ocupa en su propio cuarto.

―Gracias, pero creo que me gustaría otro regalo. ―Se cuelga de mi cuello y hago malabares para que la caja de la pastelería no se caiga de mis manos.

―Este es un hotel familiar, ¡consíganse otro! ―Ally protesta cuando nos ve y nos echamos a reír. La mujer le entrega a la pequeña Bella a Angie, quien no duda en prenderla de su pecho, alimentándola.

Le acaricio la cabeza a la pequeña y dejo el pastel en el refrigerador, en el mismo momento en que Brandon se asoma como una sombra entre las estanterías.

―¿Hoy es el gran día?

―Sí, lo es. ―le confirmo frotando mis manos. Le he pedido mi mano a él, a la persona que se ha comportado como el padre de Angie por tantos años.

―Todo saldrá bien.

Es lo que realmente deseo; le pediré matrimonio en la intimidad de su casa y luego abriré mi boca. Espero con todo mi corazón que mi propuesta la ablande y comprenda el porqué de mi tardanza al momento de hablar.

A medida que pasan las horas, mi corazón palpita más fuerte.

El comedor del hotel está decorado para la ocasión: he llenado el espacio de rosas blancas, algunas camelias y fresias. En el piso hay confeti de color y de fondo, suena "The Carpenters". Los invitados están degustando las exquisiteces que ha preparado Brandon y los huéspedes que no se han retirado del hotel fueron invitados al ágape.

Aquí hay una gran familia de la que no me imagino afuera.

Angie ancla a Bella a su cintura cuando sopla las veintiséis velas dispuestas sobre el pastel. La emoción en sus ojos es enorme y nuevamente, siento pánico ante la verdad oculta. La beso, sopesando la posibilidad de que quizás sea la última vez que la vea así de feliz.

¿Cómo he llegado a este punto de no retorno?¿Como he sido capaz de quedar envuelto en esta bola de mentiras?

Por la madrugada, nos entregamos al calor de nuestra primera vez sin la bebé entre nosotros. Ella se ha puesto un conjunto de seda y encaje que vuela mis sesos y desencaja mi mandíbula.

Estoy sentado en la cama, con el brazo extendido sobre las almohadas y la entrepierna en llamas. Angie avanza cubriéndose parte del cuerpo. Aun se siente insegura por sus estrías, los kilos que no ha logrado bajar y todo lo que involucra el postparto.

―No sé si me queda bien...―hace puchero y no dejo que esas ideas se enquisten en su cabeza; la pongo bajo mi cuerpo, presionando mi pene rígido contra su muslo.

―¿Sabes qué significa esto? ―ella sonríe nerviosa y capturo su boca, amándola y animándola a más.

Somos fuego, somos cómplices, amigos y amantes.

Somos dos cuerpos que se descubren, cuerpos que se buscan y se encuentran.

―¿Está bien así? ―Aumento el ritmo de mis estocadas. Ha comenzado a tomar la píldora apenas se normalizó su período.

―Sí, más...más fuerte estaría mejor...―pide, excitada, y la complazco.

Empujo hasta el fondo, chocando mis testículos en su carne y los gemidos suben su volumen. Le cubro la boca, recordándole al oído que Bella puede despertarse y arruinar el final.

En una maniobra rápida, se sienta en mi regazo profundizando la penetración. Se siente tan bueno, genial...inigualable.

Mi teléfono suena a lo lejos, en la sala. No me preocupo por saber quién puede ser, mucho menos el motivo que pueda interrumpir este momento de gracia.

―Te amo, te amo. ―Exhalo en un murmullo y sé que mis palabras han calado hondo cuando Angie me mira y sonríe de oreja a oreja.

―Yo también te amo ―me acuna el rostro y se deja ir.

El orgasmo es delicioso, espasmódico. La gloria en estado puro. Me vacío en ella mientras mi perfil se clava en su hombro y sus jadeos anidan en mi mejilla.

Nos acurrucamos en el colchón, saciados, su espalda contra mi pecho y nuestras manos unidas en una compleja trenza.

―Feliz cumpleaños, cielo. ―le digo, con la sortija latiendo dentro del cajón de mi mesa de noche. No he tenido la valentía de pedirle casamiento hoy. Lo haré mañana apenas regrese de mi caminata diaria.

―Gracias, mi amor―responde, con toda su inocencia.

La idea de destruirla me derrumba.

No más mentiras.

***

Últimamente, la playa está bastante concurrida; el calor y el sol brillando en lo alto desde temprano empuja a los adeptos al ejercicio físico como yo, a que salgamos en busca de descarga física desde la primera hora.

Corro mis tradicionales veinte kilómetros para cuando llego al hotel y la peor de mis pesadillas me paraliza en la arena. El inconfundible y reluciente todoterreno de mi padre está ocupando una plaza en el aparcamiento.

Cubro mi rostro y esquivo a su gigantón de turno para entrar al hotel. Espero haber llegado a tiempo para interrumpir lo que sea que el tipo que me dio su apellido y con el que comparto genes no haya dicho barbaridades de mi...pero algo en el rostro desencajado de Angie derrumba mis esperanzas.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―digo a mi padre, me acerco a Angela y a punto de abrazarla, ella se aleja.

No, no y no.

―Veo que tus modales han empeorado desde que estás aquí ―El desdén con el que él que se dirige a Angela me desagrada.

―Dime. Qué. Estás. Haciendo. Aquí. ―mis manos son dos puños blancos, tensos. No pierdo de vista al otro sujeto de seguridad que lo escolta. No recuerdo haberlos vistos antes, lo que me dice que muchas cosas han cambiado en estos meses.

―Tu padre ha tenido la delicadeza de decirme quién eres, Spencer Nash―Angie rumia mi verdadero nombre. Su mandíbula está trabada y su rostro es duro como el acero.

―Angie, cariño, puedo explicarte ―le susurro, desesperado porque me escuche. Su cuerpo tembloroso niega mi contacto y me desarma.

―No, no puedes explicarme. No quiero que lo hagas. No quiero escucharte ―Escupe entre dientes, con odio y decepción.

―Es solo un nombre...―detesto que mi padre esté presenciándolo todo, que se me haya anticipado y ponga mi mundo al revés nuevamente.

―Un nombre completo que me has negado durante muchos meses. Un nombre real y un apellido que puede pertenecerle a un niño en Charlotte―Me mira con ojos tristes y marchitos. Mi corazón se parte en mil pedazos y no quiero imaginar el suyo.

No puedo decirle que quizás ese niño sea de mi cuñado ni mencionar las pruebas que mi hermana tiene. Tampoco negar con rotundidad que esa criatura no sea mía.

Angie se muerde el labio, se abraza a sí misma y llora.

Cada lágrima es un puñal a mi alma.

Puñales que yo mismo he generado con estos meses de mentiras y cobardía.

Mi padre se mantiene desinteresado ante el dolor de Angie y creo que sus labios se han curvado en una media sonrisa.

Desgraciado hijo de puta.

―¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo? ―Su rostro de suficiencia me asquea. ¿Cómo es que mi madre nunca vio al monstruo con el que dormía cada noche?

―¿Yo?¿Arruinarlo? Yo no embaracé a Grace Dunne ni le oculté a esta chica cuál era mi verdadera identidad ―resopla con su boca mientras arregla los gemelos de oro en sus muñecas.

―Yo no embaracé a nadie. ―Niego, aunque sin demasiada fuerza.

―¿Estás seguro?

Hay algo detrás de su mirada, una afirmación temeraria que me hiela la sangre. Pienso en la posibilidad de desmantelar sus planes, de arrojar a información a la que accedió mi hermana. Sospechas sin fundamentar...pero no puedo hacerlo.

Tori tiene un plan, pruebas por confirmar. Me ha pedido tiempo y discreción y, ahora mismo, debo concederle ese as bajo la manga.

Aun a expensas de mi propio sufrimiento.

Angie es una hoja temblorosa. La he defraudado y eso es imperdonable. Intento un último acercamiento, esperando que no se deje engullir por la maldad de mi padre.

―Angie, amor mío.

―No te equivoques, no soy tu amor. ―Su voz es firme, pétrea.

―Claro que lo eres ―Necesito acariciarla, decirle que las sospechas que recaen sobre mí son eso, sospechas, que hasta que no me haga un análisis nada es como parece...

Inspiro con rabia antes de que mi padre me dé la última estocada por la espalda.

―Grace ha tenido un niño. Ayer. ―la paradoja se cierne sobre nosotros. La criatura que signará mi destino acaba de venir al mundo el mismo día que la mujer que amo ―. El gobernador ha pedido prudencia y ha reservado personalmente una cita médica para ti, mañana. No te llevará más de un minuto prestarte a la extracción de una muestra de sangre.

―Mañana ―repito, en piloto automático, como un condenado que acepta su gracia.

―Mañana. Ya está todo arreglado. Como también está arreglada la rueda de prensa a la que tendrás que asistir para anunciar que te casarás con ella.

―¿¡Qué!? ―Angie y yo superponemos la misma exclamación.

Ella debe sostenerse del respaldo de su silla para no caer de bruces al piso. La tomo del codo y se aparta como si fuera a contagiarla de una enfermedad mortal.

―¿Vas a casarte con otra? ―su voz es quebradiza.

―¡No, eso nunca!

―No estás en posición de protestar, Spencer. ―Mi padre apunta por detrás, regodeándose con lo que sucede en esta novela mal escrita.

―¡No me casaré con Grace Dunne! Y me importan un bledo los intereses políticos que haya de por medio ―lo enfrento como nunca. Saco mis garra, mis dientes, todo el fuego que arde en mi interior ―. Me interesa una mierda lo que quieran tú y el corrupto de Dunne. No me casaré con ella.

―¡Ese niño es tuyo!

―¿Cómo lo sabes? ¡Ni siquiera me he hecho el ADN todavía! ―La turbiedad en torno al asunto es abrumadora.

―Simplemente, lo sé. Eres un pendejo irresponsable, promiscuo e inestable. ¿Quién otro podría desvirgar a una niña inocente como Grace? Ella...ella ha descrito como la abordaste, el modo en que la obligaste. No quiero ni siquiera recordarlo. ―En este punto dudo que mi padre no haya sido actor como mi madre.

Sin embargo, escuchar el susurro ahogado de Angie me saca de la miseria por la que estoy pasando.

―No me toques. ¡No, no! ―Está más lejos que nunca, no por la distancia que nos separa sino por la barrera que interpone.

―Angie, eso es mentira. Creéme, por favor.

―¿Creerte, Spencer Rauch? ―se burla ―. Júrame que no eres el padre de ese niño recién nacido. ¡Júramelo por Bella!

Invoca a su niña, a nuestra niña y mi silencio habla por mí. Estoy un 99,9% seguro de que Grace se ha quedado embarazada de otro tipo, pero...

―Lo sabía, ¡lo sabía! Me mentiste. Con tu nombre, con los motivos que te trajeron hasta aquí, con tu amor...―impacta sus puños en mi pecho, sin fuerza pero con sentimiento.

―Las amo. A ti y a Bella ―Estoy a un milímetro de cruzar la barrera del llanto. A la mierda mi orgullo, a la mierda mi padre.

―No puedo resistir más mentiras...no más... ―Ya no lucha contra mí ni contra la realidad que nos envuelve.

Gira sobre sus talones y camina en dirección a la parte trasera del hotel. Soy su sombra por los siguientes metros; me ignora, ahuyenta mis palabras con sus brazos voladores y su paso deja llamas en el piso.

Entramos en la casa que nos ha tenido como amantes y va directamente a la habitación. Bajo mis párpados y me quedo junto a la puerta, adivinando sus próxima acción: toma mi maleta del armario, arranca mi ropa de sus perchas y las arroja en la cama, en el suelo, en mi pecho.

―¡Vete de aquí y ni se te ocurra volver a poner un pie aquí!

―Angie, me he equivocado en muchas cosas, pero mis sentimientos por ti son reales. Te amo.

―¡Ya cállate! Si me amaras tanto como dices no hubieras mantenido tu identidad bajo secreto por tantos meses. Me hubieras dicho que una chica estaba a punto de parir un bebé tuyo. ¿Con Bella quisiste practicar tu rol paterno antes de irte con tu verdadero hijo? Ouuuggghhh, qué tierno...―se burla ―. Te odio. ¡Te odio! ―Coje las almohadas y como es de esperar, soy el blanco de su mala puntería. Le sujeto ambas muñecas con mis manos y detengo su ímpetu al aplastar su menudo cuerpo contra mi pecho. Su llanto me mata lentamente.

―No soy digno de ti, lo sé. Pero te amo. Y amo a Bella. Todos estos meses han sido los mejores de mi vida. He estado vacío durante tanto tiempo, siendo un idiota que solo vivía el día a día. Tú me devolviste la ilusión, la posibilidad de imaginarme siendo un buen hombre y no un inútil bueno para nada. Soy feliz a tu lado, junto a Bella. Permíteme seguir siéndolo. Solo...solo te pido una segunda oportunidad.

―No puedo...no puedo confiar en ti...―Sus palabras son obvias.

―Estoy casi seguro de que ese niño no es mío. Mi hermana...mi hermana me citó aquella vez en Elizabeth City para decirme que ha visto a su esposo saliendo de un hotel con la hija del gobernador.

Obtengo la atención que deseo y me esperanzo con que no renuncie a lo nuestro.

Lo siento, Victoria.

―¿Qué locura estás diciendo? Meter a tu hermana en este asunto solo para salvarte es desleal.

―Grace fue una chica de una noche y recuerdo haberme puesto un condón en buen estado ―son detalles escabrosos pero que suman― .Tori me dijo que comenzó a sospechar que su esposo le era infiel y lo hizo seguir por un detective. Finalmente, este le confirmó que Grace y Chad se veían a escondidas.

―¿Tu padre no lo sabe? ―Sus brazos en jarra han vuelto; por fortuna, ya no soy su saco de boxeo.

―Tal vez. No lo sé. Mi cuñado ha sido su mano derecha, el hijo que siempre soñó ―frunzo mis labios, a disgusto―. No me extraña que haya preferido mantener su imagen a cambio de mi condena.

―Pero...pero tú eres su hijo, no tu cuñado.

―Angie, los padres no siempre quieren lo mejor para sus hijos. ―Sonrío con franqueza, ambos sabemos lo que es haber sido concebidos por padres egoístas.

Ella me da la espalda y suplico porque esté procesando mi verdad.

―Iré a Charlotte. ―digo tras unos segundos de profundo y alarmante silencio ―. Debo ponerme a disposición de la justicia. Hablaré con Victoria y actuaremos una vez que tengamos los estudios. No obstante, sospecho que mi padre ha manipulado todo a su favor.

―Es un monstruo. ―dice. Exhalo, feliz con su correcta apreciación.

―Y es mi padre...

Angie se sienta en el extremo de la cama y dobla mi ropa desordenada. Piensa y piensa, aun sin permitirme entrar en su cabeza.

―No cambia en nada que mi nombre verdadero sea Spencer Nash. Incluso, me avergüenza portar su apellido. No quiero tener nada que ver con él, por eso ni siquiera quise que formara parte de esta vida de ensueño que tracé en Avon.

Ella se mantiene solemne y espero estar penetrando esa dura – y justa- coraza.

―Entiendo, pero no comparto bajo ningún concepto que me lo hayas ocultado. Tuviste la oportunidad de ser honesto, Spencer. Tú elegiste no serlo ―enfatiza con razón.

No me ha arrojado ningún objeto desde hace cinco minutos y creo que hemos llegado a una tregua. ¿Por cuánto tiempo?

Avanzo a paso de plomo y me arrodillo ante Angie, ante la mujer que amo con todo mi corazón y ha transformado mi frívolo y equivocado mundo.

Me mira con ternura y puede que su corazón se ablande.

Dios, te pido un único deseo y es ese.

―Te juro por Bella que nunca más te mentiré, ustedes son lo único que quiero en mi vida. Lo único y todo lo que necesito.

―¿Por qué lo hiciste?¿Por qué no me lo dijiste antes? ―Acaricia mi cabello con ambas manos y bajo mis párpados. Sentir sus dedos rastrillando mis sienes me serena y me consuela.

―Porque tenía miedo de que supieras quién era.

―¿Y quién eras?

―El hijo de un hombre millonario y desagradable, un tonto que dejó que una noviecita condujera su auto a cambio de una mamada y que tuvo mejor suerte que ella, quien murió al chocar. Un pendejo idiota que en una noche de alcohol se marchó de un bar con una muchacha que aparentaba más edad de la que tenía y que me juró que tenía experiencia en la cama ―sus manos se detienen, presumiblemente con el desagrado surcando su mente ―. Era un tipo que terminó involucrado con la hija del gobernador de Carolina del Norte por las causas equivocadas y que tuvo que escapar de la ciudad por "sugerencia" de un padre manipulador.

Listo, lo he dicho. Sé que hay muchas más cosas por aclarar, pero no ahora.

Angela retoma el ritmo de sus caricias y abro mis ojos, encontrando compasión en los suyos.

―Spencer, no me importa tu apellido, tu estirpe o los millones que heredarás. Me importas tú. Tu esencia, lo gentil que has sido conmigo. Estuviste allí cuando nació Bella, en cada minuto de su vida. ¿Por qué pensaste que me asustaría estar contigo?¿Por qué pensaste que te juzgaría? Y aunque ese niño fuera tuyo, hubiera tratado de entender los motivos por los que llegaste al hotel.

―Estabas recuperándote de una mala experiencia amorosa, estabas embarazada, estabas sensible. Y eras lo mejor que había encontrado, la luz al final del túnel. No quería perderte por ser...yo ―Llevo mi cabeza a su regazo y lloro.

Lloro ahogadamente, en carne viva. Como jamás lo hice.

―Me importabas demasiado, me aterraba ser condenado por los errores que cometí. ―Mis lágrimas mojan la tela de sus vaqueros. Mis brazos se aferran a sus caderas y ella posa un beso en mi cabeza.

―¿Quién soy yo para juzgarte?

―Eres demasiado buena para ser verdad.

―Eres demasiado ingenuo si crees que no hubiera luchado por ti.

Esas palabras me sacan de mis penumbras mentales, me dan fe.

Levanto la cabeza y la miro necesitando respuestas.

―Y ahora, ¿lucharás por mí? Ahora que sabes de dónde vengo, mi nombre, mi pasado. Quién es mi padre y cuáles son sus contactos.

Traga y su demora, me desespera.

―Necesito...tiempo...

No es precisamente lo que quería escuchar.

―Tiempo. Sí. Claro, entiendo. ―Limpio mis lágrimas y me siento perdido. Me pongo de pie asumiendo que al menos no me ha dado un "no" rotundo.

Tomo mi ropa y la meto en mi maleta contra mi voluntad.

―Necesito pensar en todo lo que acaba de ocurrir. Tu padre probablemente continue allí adelante, relamiéndose al verte así ―enuncia con certeza ―. Debo procesar tus sospechas, las de tu hermana, la posibilidad real de que ese niño sea tuyo. No dejarme arrastrar por los fantasmas que ya creí superados.

―Sí, bueno, supongo que me he ganado esto.

―No quiero mortificarte, Spencer. Necesito volver a confiar en ti y no es algo que vaya a suceder de un minuto al otro. ―Su sinceridad me aprieta el pecho.

"Volver a confiar en tí".

Mi alma se rompe con la verdad en mis narices: yo soy quien deberá luchar por ella, por Bella y por nuestro amor. Soy yo quien ha estado en falta y tendrá que demostrarle cada día de mi puta existencia cuánto las amo.

Abruptamente, le tomo las manos y le beso los nudillos. Que lo acepte es un gesto de buena voluntad de su parte que vale una enormidad.

―Volveré, Angie. Rentaré una habitación en otro sitio hasta que decidas si merezco otra chance contigo.

―Esto es muy difícil, Spencer. Ahora mismo no puedo prometerte nada. ―Sorbe su nariz y limpia rudamente las lágrimas que humedecen sus mejillas.

―Lo siento mucho, soy el único culpable aquí. ―Inhalo su perfume floral y muero por besarla. Sin embargo, en mitad de una puja entre mi alma y mi sentido común, me aparto con mi maleta llena, cuelgo mi mochila en mi hombro y avanzo con la promesa latente de no rendirme.

Con la promesa de convertirme en un hombre digno de ella.

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