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18

 Llego a la cafetería de Elizabeth City y extiendo el cuello buscando a mi hermana hasta que la encuentro en una de las mesas del salón. Este mediodía está inusualmente repleto de gente.

―¡Spencer! ―se desploma en mis brazos y se echa a llorar de inmediato.

Se ha ubicado estratégicamente en una esquina escondida del tumulto.

―Tori, ¿qué sucede? ―Acaricio su cabello castaño. Su mentón se amolda a mi hombro y su pecho sube y baja contra el mío.

―Lo siento tanto ―sus palabras ahogadas me obligan a separarla de mi torso y buscarle la mirada. Arrastro sus lágrimas, acomodo su melena lacia detrás de sus orejas y le doy un beso en la frente.

―¿Por qué tendrías que disculparte? ―no tengo idea de qué está hablando. Aún estamos de pie y temo porque se desvanezca si me alejo.

―Chad, la chica Dunne, papá...―intento conectar los personajes que menciona. Le tomo las manos, las beso y le pido en un susurro que se explaye ―. Chad...Chad es el padre del bebé de Grace Dunne.

¿Qué caraj...?

La revelación es impactante.

Tengo mil preguntas atascadas en mi garganta y el alivio que recorre mi cuerpo es demasiado intenso como para ignorarlo. Sin embargo, ser testigo del derrumbe de mi hermana no es nada placentero.

―Espera un minuto, ¿qué dices?¿Cómo lo sabes? ―la acompaño hacia su silla y le ofrezco unas servilletas de papel que hay sobre la mesa.

Sorbe su nariz y se la limpia. Gimotea y su semblante cambia cuando una camarera demasiado maquillada y muy joven se acerca a tomar nuestro pedido.

―Un café doble para mí y un té de tilo para ella.

―¡No necesitó un té de tilo! ―protesta, rechazando lo que ordeno―. Un té negro, en hebras. ―Victoria pega una sonrisa plástica en su rostro y la pelirroja eleva las cejas con su radar de "perras a la vista" aparentemente activado.

―¿Algo para comer? ―pregunta con displicencia.

―Yo no. ¿Y tú? ―le cedo la palabra a mi hermana y ella pide una porción de pastel de limón.

La camarera apenas se ha ido para cuando Tori frunce la boca, en señal de reprobación.

―No puedo creer que te hayas tirado a la camarera.

―¿Qué?

―¡Vamos, Spencer! La chica te estaba devorando con los ojos.

―Ni siquiera la conozco.

Tori abre sus impactantes ojos. En tanto que yo saqué la mirada analítica y taciturna de mi padre, ella tiene los ojos redondos y expresivos de nuestra madre.

―¿Estás hablando en serio? ¡Júrame que no has estado con ella!

―¿Por qué debería hacer eso?

―Porque meterse en los pantalones de todas las chicas de la zona no es lo que tendrías que estar haciendo ahora mismo y porque quiero protegerte de las potenciales "Grace Dunne" que se crucen en tu vida. ―Su labio inferior tiembla y sé que la férrea defensa de mis genitales no es casual.

―Victoria, no nos desviemos del tema que nos convoca. ―Retomamos la conversación en calma.

―Tienes razón ―exhala pesadamente ―, de todos modos, ¿cómo estás tú? ―pliega el papel varias veces hasta que se desarma en sus manos. Lo deja de lado y respira profundo, recomponiéndose.

―Feliz.

―Feliz ―asegura y no hay palabra que le quepa mejor a este momento ―.Waw, tendría que venir más seguido por aquí. El aire debe ser especial.

―El aire, la gente...

―¿Y qué es lo que te hace tan feliz?

―La pregunta correcta sería quién lo ha conseguido ―me sonrojo como un colegial ante su mirada estudiosa.

―Es la chica de la que hablamos, ¿cierto?

―Sí. ―De momento elijo no ahondar en detalles.

La nueva aparición de la camarera hace que mi hermana y yo nos reacomodemos. De frente a mi infusión, tomo un sobre de azúcar y lo rasgo.

―Victoria, por favor. Necesito que seas clara: qué es lo que tienes para decir de Grace Dunne, tu esposo y nuestro padre. No es una buena mezcla precisamente.

Ella inspira en un momento melodramático digno de Hollywood. Después de todo, es hija de una gran actriz.

―Nadie sospecha que sé la verdad.

―¿Qué verdad? ―Repito.

―¡La verdad! ―exclama entre dientes, nerviosa ―. Que ella y Chad han estado frecuentándose. ¡Qué son amantes! ―explica con asco en su tono.

―Tori, esa es una acusación muy dura de hacer si no tienes pruebas.

―Sé de lo que estoy hablando ―mezcla y mezcla su té, mareando el agua con la cuchara ―. He captado el momento exacto en el que estaban saliendo de un hotel, semanas atrás. Juntos. Los vi con estos ojos―se los apunta como si yo no supiera dónde está esa parte de su anatomía ―, y me consta que no ha sido la primera y única vez: he contratado a un detective privado para que lo siguiera ―me desplomo sobre el respaldo de mi silla, atento a la descripción que hace mi hermana de los hechos ―. Tengo fotografías de ellos llegando al mismo sitio, solo con unos minutos de diferencia; hay imágenes que los muestra besándose...algo en mí siempre me dijo que ellos dos...―Bebe un sorbo de té y mira hacia la ventana, perdiéndose en el ir y venir de la gente en la calle.

―¿Por qué sospechabas de Chad? Siempre se ha mostrado tan correcto, tan fiel, un tipo ejemplar.

―Últimamente, ha pasado mucho tiempo en su biblioteca, hablando "hasta tarde" ―entrecomilla con sus dedos y la boca fruncida ―. En la cama ha bajado su rendimiento, no me hace las mismas cosas de siempre alegando que está cansado y...

―¡Tori! Ahórrame los detalle, por favor.

―¡Me pediste que te de mis motivos para sospechar de él!

Ruedo mis ojos y la obligo a volver al eje del conflicto.

―El hecho es que comencé a notar ciertos cambios en su modo de actuar y una de las chicas de la oficina me dijo que le pareció haberlo visto saliendo de un importante hotel del centro al mediodía.

―¿Qué tiene eso de malo? Chad suele tener almuerzos empresariales; papá lo ha enviado muchas veces en representación de la empresa ―Mi cuñado es el tesorero de la compañía de nuestro padre, un cerebrito en lo que respecta a los números y la administración.

―Ese mismo día, se suponía que estaría en Chicago reunido con unos inversores. ―Pone sus cejas en alto y veo su punto.

―¿Cómo encaja Grace Dunne en esto? Digo, tus sospechas son previas a confirmar el affaire de Chad con ella.

―Los medios no han dejado de publicar cosas sobre ella después de que te fuiste de Charlotte, Spencer. Independientemente de su embarazo, es una chica popular, con muchos seguidores. Una it-girl con mayúsculas ―desliza con obviedad ―. El día que Meredith vio que Chad salía del hotel, Grace se etiquetó desayunando en ese mismo lugar. Lo descubrí porque la sigo en Instagram.

―Tori, eso puede ser una coincidencia ―me froto el puente de la nariz, exasperado y descreído.

―No, no lo es. ¿Sabes por qué? Porque en su fotografía había una segunda taza, la cual estaba siendo rodeada por dos grandes manos con un anillo de bodas. ¡Y esas eran las manos de mi esposo!

Esto se está poniendo cada vez más turbio y denso.

―Mi desconfianza fue en aumento desde entonces y la posibilidad de que el bebé de Grace fuera de Chad cobró más sentido.

―Victoria, sé que estás pasando por un infierno y que también quieres ayudarme, pero hasta que esa criatura no nazca, no podemos saber si es mío o de tu esposo.

―¿Realmente piensas que puede ser tuyo? ―sus ojos muestran una esperanza que no me favorece.

Niego con la cabeza; los preservativos son un 99% eficaces y recuerdo haberme puesto uno...

―Estoy segura de que papá está cubriéndolo, solo que no sé por qué lo haría.

―No me resulta extraño ―bufo, a Chad y a sus chalecos de tweed siempre le han ido mejor con mi padre que a mí.

―Spencer, hermanito, debemos desenmascararlos. Debes regresar conmigo a Charlotte y estar más unidos que nunca. ―Su voz es una súplica y se me parte el corazón de solo pensar en lo que le diré.

―No puedo, Tori. No es momento.

―¿Por qué?¿Por la chica esa? ―se refiere a Angie con desdén y me sulfuro.

―Entre otras cosas, sí. Por ella.

―Pe-pero no entiendo. Papá te ha echado de casa, te obligó a alejarte de las cosas que amas, de tu habitación de hotel, de los días de juerga, de tu trabajo en la empresa...

―No, Tori, estás equivocada: me ha alejado de todo lo que creía amar, de todo aquello que creí que era vital para mí. Pero me salvó.

―¡No me vengas con filosofía barata!

―No es filosofía barata, es la verdad. Como te he dicho, aquí soy feliz con mucho menos. La gente es cálida, conoce mi nombre...o algo así. ―frunce el ceño y sé que pedirá una explicación.

―¿Algo así?

―No he dicho que soy el hijo de Henry Nash. Para la comunidad de Avon soy Spencer Rauch, un fotógrafo que adora tomar imágenes de la vida local y que está hospedado en el hotel local.

―Un filántropo millonario.

―No exageres.

―La chica que amas, ¿sabe todo esto?

―No.

―¿Piensas seguir ocultándoselo? ―no respondo y contraataca ―.¿Por cuánto tiempo sostendrás la mentira?

―No he encontrado la oportunidad de sincerarme con ella.

―Has pasado más de tres meses aquí, Spencer. ¿Qué te detiene? No eres un asesino serial ni un estafador. Solo un chico señalado por embarazar a la hija de Dunne.

Trago con dureza, la conversación me tiene en un rincón del cuadrilátero.

―No quiero sumarle preocupaciones. Ella...ella está embarazada.

―¿¡Qué!? ―su chillido alerta a las mesas vecinas y me deshago en disculpas con los presentes ―. Spencer, Dios mío, estás acusado de dejar embarazada a la hija del maldito gobernador y lo primero que haces al llegar aquí es poner tu semillita del amor en el cuerpo de otra ―gruñe y de no ser porque la situación no es para reírse, su expresión me arrancaría una carcajada.

―Victoria, no he puesto mi semillita en ningún lado. Ella estaba embarazada de otro sujeto para cuanto llegué aquí.

―¿Estás loco o yo no estoy viendo una de esas cámaras ocultas de esos absurdos programas televisivos? ―Mira de un lado al otro, buscando algún artefacto que le dé la respuesta. Ruedo mis ojos. Es taaan dramática.

―Ni una cosa ni la otra. Te aseguro que ninguno de los dos estaba preparado para que las cosas ocurrieran de este modo.

―Pfff, puedo imaginarlo ―su sarcasmo es molesto.

―Tori ―su nombre sale con tono de advertencia.

―Escucha, me alegra que estés jugando a las casitas con esa muchacha, pero no puedes ilusionarla si realmente vas a rechazarla más tarde.

―¿Quién dijo que la rechazaré?

―¿En serio, Spencer? No eres un hombre de compromisos, lo sabemos.

―¿Por qué nadie puede darme su voto de confianza? ―sus conclusiones me superan. No importa que esté frente a mi hermana, no toleraré su bastardeo ―. La amo y amo a su pequeña por nacer. Me asentaré en Avon, criando una hermosa niña junto a su hermosa madre.

Victoria queda de una pieza. Realmente no esperaba esta confesión a corazón abierto y me enorgullezco de haberla hecho.

Ella mastica el último trozo de su esponjosa porción de pastel de limón sosteniéndome la mirada. Siento que mis mejillas arden y que mi corazón galopa descontroladamente contra mis costillas. Tori limpia su boca añadiendo un tiempo extenuante a una acción tan mundana.

―Te amo. Lo sabes. Quiero que seas feliz y si crees que aquí lo tienes todo, confiaré en que sabes lo que estás haciendo.

―Oh, Tori ―mi respiración se desploma, agradecida ―, realmente necesitaba que alguien creyera que soy capaz de madurar. No he sido el tipo más responsable del mundo, tampoco el más atento y, sin embargo, cuando estoy con ella, cuando toco su barriga y siento las pataditas en su vientre ―trago, mis ojos se enjugan con lágrimas que no llegan a salir ―, es sinónimo de felicidad.

Victoria me toma de las manos y se muerde el labio. Duda si darme un consejo, puedo leerlo en sus gestos.

―Quisiera que la conozcas ―mi suspiro es resignado ante lo que diré ―, pero creo que todavía no es el momento indicado.

―Tiempo al tiempo, Romeo ―bromea y me alegra poder arrancarle una sonrisa. Finalmente, mira el reloj y a juzgar por la súbita tristeza en su mirada ya es hora de marcharse.

―Vamos, te acompaño ―dejo varios billetes bajo mi taza, saludamos a la camarera y cruzamos la puerta para cuando me topo con un tipo bien constituido que, intuyo, es Paolo Conte, el guardaespaldas de ascendencia italiana que mi padre ha contratado para ser la sombra de mi hermana.

―Señor Nash, un placer ―sus gafas oscuras cubren sus ojos y su postura es intimidante. Su atuendo y su porte dan cuenta de un protector con todas las letras.

―Supongo que es usted es Conte.

―A sus órdenes. ―Tallado en piedra, avergüenza a cualquiera de la especie masculina. Miro mis brazos con resignación: parecen dos fideos al lado de los suyos.

―Ya le he dicho que este encuentro es confidencial. Será una tumba, te lo aseguro ―recalca mi hermana con suficiencia una vez que se detiene junto al Bentley negro que conduce su empleado.

Miro por un instante el rostro inexpugnable del tipo. No hay una sola mueca que me demuestre qué pasa por su cabeza.

―Cuida a mi hermana. Con tu vida. ―le advierto al hombre de seguridad.

―Es mi trabajo, señor. Jamás permitiría que algo malo le sucediera ―Su mandíbula se contrae y hace un leve tic, siendo acaso, el único indicio de humanidad que le noto.

Mi hermana y yo nos fundimos en un gran abrazo y Paolo le abre la puerta. Ella le sostiene la mirada y él la baja enseguida.

¿Ese tipo de casi metro noventa y sólido como un mármol se ha dejado amedrentar por el gesto de una mujer que no llega al metro sesenta?

Dentro del vehículo, Tori baja el cristal de su lado y me llama. Sacudo mi cabeza de pensamientos románticos y me acerco.

―Seguiré investigando, Spencer. Esto es por ti y por mí.

―Gracias, cariño. No lo dudo. ―le guiño el ojo y los veo marcharse, mezclándose entre los pocos vehículos que circulan lentamente por Elizabeth City.

El automóvil de Victoria no pasa desapercibido entre el público local, como tampoco las esquirlas de la bomba que ha arrojado dentro de la cafetería, en las afueras del centro.

¿Qué voy a hacer con su descubrimiento?

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