Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15

"No eres fisgona, solo curiosa", me repito frente a la enorme ventana de la cafetería desde la cual veo el Jeep rentado de Spencer.

Hace más de treinta minutos que ha llegado y todavía permanece allí dentro, hablando por teléfono y gesticulando más de lo habitual.

¿O lo habitual es lo que hacía en su otra vida y esta solo es una fase?

Mordisqueo mis uñas, con la ansiedad atrapando mi cuerpo. Por instinto, llevo mi mano a mi vientre, dentro del cual Bella ha estado moviéndose como si bailara una rumba.

Necesitaría ignorar lo que veo, terminar el sudoku que comencé anoche y esperar a que Spencer llegue y hable de su entrevista laboral. Bueno, si quiere, también podría hablarme de lo que sea que está charlando allí dentro de su camioneta.

Una fuerte patada de la pequeña Bella se hace sentir, obligándome a tomar asiento contra mi voluntad y perder el ángulo correcto de visión.

Hace dos meses que Spencer ha llegado a Avon y solo llevamos unos pocos días de convivencia. He aprendido que es un tanto desordenado, silencioso a la hora de comer y muy hablador a la hora del sexo. También, que usa colonias costosas y ropa que pone en vergüenza a la mía.

¿Cómo estará amueblada su casa en Charlotte?¿Algún día conoceré adónde vive?¿Su familia sabe quién soy, cuál es mi condición?¿Sus muebles combinarán con los míos?

Me duele la cabeza de tanto pensar y no es bueno. Mucho menos, en mi estado.

Aun me restan trece semanas hasta la fecha de parto y muero por armar el bolso de mi bebé; aunque me aterra pensar en un parto prematuro, muchos sitios de internet aconsejan tener todo al alcance de la mano.

Cassandra ha programado que mi parto sea en una maternidad en Manteo, a poca distancia de su consultorio. Espero que cuando salga de cuentas, no haya tráfico.

Recuesto mi cabeza en el respaldo de la silla y mis párpados bajan pesadamente; he estado más cansada que de costumbre, mis tobillos lucen hinchados y he aumentado de peso, cosas lógicas aunque no menos molestas.

A pesar de mi resistencia inicial, Spencer ha contratado a otra muchacha a tiempo parcial para que ayude a Ally. Ha superado estas dos semanas con creces a su lado y eso es mucho decir.

Conozco lo intensa y mandona que puede ser mi adorada empleada y, creéme, es un milagro que Stacy no haya salido corriendo todavía.

―¿Por qué no vas a descansar un rato? ―la voz susurrada de Spencer me saca de mi ensoñación. Me he perdido el momento en que salió de su Jeep y vino hacia aquí.

Me besa la frente y se sienta delante de mí.

―No sirvo para estar en la cama. ―Hago puchero ganando tiempo. No sé si preguntar por la extensa charla en su vehículo.

―Pues todos dicen que deberías aprovechar ahora porque después no tendrás tiempo ni para ducharte ―me toma de las manos y reconozco cierta incomodidad en sus ojos.

―Spencer...―su nombre apenas es audible.

―Sé que les prometí ir de compras, pero creo que será mejor ir mañana―me interrumpe ―. Vamos, te acompaño a casa.

Extiende su mano y me ayuda a ponerme de pie.

Ha dicho "a casa".

Pero ¿por cuánto tiempo él sentirá que lo es?

***

No he pasado una buena noche a pesar de que la beba se ha portado bien; ha pateado a la hora de la cena y a las 5 a.m., cuando por lo general me levanto a desayunar. La inseguridad que me provoca Spencer con sus secretos me está destruyendo.

Sé que si pretendemos ser una pareja adulta y consumada, deberíamos poder abrirnos y contarnos todo; él se contiene, lo noto en su mirada cada día.

Ahora mismo su mano acaricia mi barriga y me gusta la sensación. Es cálida, se siente agradable y es lo que necesito.

Pero ¿es todo lo que necesito?

Claro que no.

Me he enamorado de Spencer Rauch, fotógrafo e ingeniero. El muchacho que ha huido de Charlotte con el rabo entre las piernas, que tiene un padre poderoso y autoritario, una madre atormentada y una hermana a la que adora.

¿Me importa saber de dónde proviene su fortuna? ¿Me interesa conocer la causa de su escape? Claro que sí, pero temo perderlo.

No debería haber caído tan rápido y profundo por él, debería haber hecho tal como prometí a Ally y no aferrarme a un hombre por el solo hecho de sentirme acompañada.

Pero ¿fue solo por eso?

No.

Soy pura contradicción. Quiero mostrarme fuerte y segura, capaz de llevar adelante este hotel y ser una buena madre para esta niña, sin ayuda. Sin embargo, con Spencer me siento especial, única y revitalizada.

Sus brazos me contienen, su pecho me acaricia la espalda y me da un beso en el cuello, bajo el lóbulo de mi oreja. Soy mantequilla contra su cuerpo.

―Deja de pensar tanto, Angie. ―susurra palabras que se cuelan en mi mente. No soy capaz de dar una respuesta más inteligente, entregándole solo un suspiro cansado ―. Duerme, mi niña. Duerme.

Y como por acto de magia, me duermo.

***

Llevo mis manos a mi boca cuando entramos a la tienda en Manteo. Es un mundo de carriolas, cunas, sábanas, juguetes y mil suministros para bebés que no sabía que existían.

Es como un mall de cosas para niños que no está lejos del consultorio de la doctora Mosche. ¿Cómo es que lo he pasado por alto?

Porque no te permites disfrutar del tiempo libre, eres esclava del hotel.

Esto es tan fascinante como abrumador; aún no he visto los precios, pero me temo que cada mínima cosa costará una fortuna.

―¿Qué sucede? ―me abraza por detrás, poniendo su cabeza en el hueco entre mi hombro y mi cuello. Lleva las manos a mi panza en un acto cotidiano que vence mis defensas.

―Ni en mis mejores sueños creí estar en un sitio así. ―me mece contra él cariñosamente y las chicas de atención al público suspiran, enamoradas.

Sí, muchachas, yo también lo hago.

Él me toma de la mano y caminamos por los extensos corredores con un sinfín de propuestas de decoración. Todo me gusta y ojalá pudiera cargar todo en el Jeep de Spencer.

Tras varios minutos de recorrida, de debate inocente y juguetón, nos detenemos frente a un cuarto montado para la venta: son tres muros tapizados de color morado claro y estrellas blancas superpuestas, una lámpara con tulipa de tul y mariposas del mismo material, una hermosa biblioteca de haya colmada de libros y osos de felpa sentados en estantes blancos.

―Esto es el Paraíso ―exhalo. Mi dedo roza la cuna de forja blanca con gran respaldo, repleto de flores de lis torneado en hierro. Una lágrima de emoción corre por mi mejilla; estar aquí me recuerda que queda muy poco para el nacimiento de Bella y que su padre no la quiso.

Mis manos acarician mi barriga e hipeo.

―Angie, ¿estas lágrimas son de alegría o tristeza?

―¿Ambas? ―Moqueo y Spencer me abriga entre sus brazos. Mi cabeza se recuesta en su camisa a cuadros y su cálido pecho me reconforta.

―¿Quieres volver a casa? Podemos venir otro día o ir a otro lado si lo prefieres ―dice, atento a mis necesidades. Niego con la cabeza y arrastro la humedad de mis ojos con el dorso de la mano.

―No, no...es solo que...Ray se está perdiendo esto...y...―Él se tensa en un acto reflejo que comprendo. Bella lleva en sus venas sangre de mi expareja.

―Se lo pierde porque así lo quiso, ángel ―acaricia mis mejillas sonrosadas y posa un beso delicado en la cima de mi cabeza ―. Él se fue. Él las dejó.

―Lo sé y eso no lo hace menos doloroso.

―¿Es eso o que todavía...tú sabes...albergas sentimientos por él? ¿Lo amas? ―me pregunta. No nos hemos dicho las benditas "dos palabras" y no sé cuánto falta para hacerlo. ¿Las mías? Están al caer en cualquier momento. ¿Las suyas? Es una incógnita.

―No, ya no. ―Sus hombros se aligeran y me alegra que no le resulte indiferente.

Una vendedora se nos acerca y Spencer toma las palabras que no salen de mi boca. Pregunta por el costo de cada una de las cosas que se exhiben, hace matemáticas mentales y tras un silencioso debate consigo mismo, dice:

―Nos llevamos todo.

Parpadeo repetidamente, mis ojos están desorbitados y fuera de sí.

―No, no. No puedo...¡no podemos! ―exclamo y él frunce el entrecejo ―. Mmm, perdone señorita, ¿nos dejaría un momento a solas, por favor? ―la rubia nos mira con la boca entreabierta, captando la tensión. Se marcha después de un incómodo balbuceo de mi parte ―. ¿Qué estás haciendo, Spencer? ―pregunto, molesta, ya en un rincón.

―Comprando todo lo que te gustó. ¿No es obvio?

―Pero...¿por qué?

―Porque te gusta, porque me gusta y porque le gustará a Bella. ―explica con naturalidad. No sé si besarlo o sacudirlo.

―No necesita todas estas cosas; no sé incluso si entren en la pequeña habitación que hay disponible ―Porque, claramente, no entran.

―Bueno...sí...supongo que me he dejado llevar...no lo había tenido en cuenta―se rasca la nuca, dando lugar a mi lógica. Mira la cuna, embobado. Coge un cojín con forma de estrella y se la coloca tapando su rostro ―. ¿No me llevaras a mi tampoco? ―Finge voz infantil y se me escapa una carcajada. Le saco el cojín de la mano y le doy un beso en la mejilla.

―Sí, podemos llevarla ―exhalo y propongo un punto medio ―. Y también la cuna y ese mueble de allí que se verá bien. ―Cedo. Él parece un niño en navidad; me da un beso arrebatado en los labios y va en busca de la muchacha. La trae prácticamente a la rastra, emocionado.

Abrazo la estrella mullida y sonrío.

Quizás no me importe descubrir quién es el Spencer de Charlotte y me concentre en disfrutar del Spencer de Avon.

***

Minutos más tarde, acordamos el día y horario en que podrán alcanzarnos las compras a casa.

No se me ha pasado por alto que Spencer fue bastante discreto al entregar su tarjeta Black a la cajera, como si no quisiera mostrarme que posee una y mucho menos, cuál su verdadero nombre.

Si es que no es Spencer Rauch.

Dentro de la camioneta, fantaseamos con el color de la pintura y la decoración del cuarto. Ya ha dicho que este fin de semana comenzaremos con los muros y luego, con los contramarcos. Suena bien y en Pinterest hay muchos ejemplos de lo bonito que quedaría un papel tapiz en un color suave con rayas verticales en blanco, en oposición.

Sobrio y atemporal.

―Mi hermana ha estudiado diseño de interiores ―dice, orgulloso ―. Es quien pone a punto las unidades que la empresa de mi padre pone a la venta.

―Oh, eso suena genial. Yo no sé mucho de eso. ¿Tendríamos que consultarle sobre la habitación de la bebé? ―pregunto, adrede, y analizo el modo en que su semblante se altera. Traga y se toma más segundos de los necesarios en responder.

Si él fuera el padre de mi hija y fuéramos una pareja convencional, la respuesta debería ser un gigante "sí".

Pero como ninguna de las dos cosas es cierta, entiendo su demora.

―Victoria estaría encantada.

¿¡Qué!?

Quiero preguntarle qué significa eso, que me diga si su hermana está al tanto de nuestra existencia o si fue una respuesta por obligación.

Sin embargo, nada de eso será respondido porque me quedo en silencio, sonriendo como una tonta y conformándome con las respuestas a media lengua y escasas de información.

Debe de haber notado mi expresión confusa, porque rápidamente corta el silencio.

―Angie, quiero que tengas algo en claro: no estoy haciendo caridad con ustedes. Quise regalarle todo eso a Bella y de no haber sido por tu ataque de conciencia, le hubiera comprado más ―habla en dirección al parabrisas, sonriente.

―No buscaba incomodarte con mi decisión, es solo que no estoy acostumbrada al derroche y créeme que, de haber comprado todo, eso hubiera calificado como tal.

―Angie, cariño ―su palma se arrastra sobre mi muslo, atrapando mis manos entrelazadas mientras maneja por la carretera ―. Quiero hablar de mi dinero y de la posibilidad de invertir en tu hotel.

La boca se me seca de golpe. Mi corazón galopa fuerte dentro de mi caja torácica, a punto de quebrar mis costillas.

―¿¡Qué, qué!? ―chillo. ¿Escuché bien?

―Solo piénsalo: tengo algunos ahorros y el "Joya del mar" necesita arreglos. Serios arreglos. Ambos lo sabemos.

―¡No quiero tu dinero!

―Sabía que me dirías eso y por eso mismo te propongo ser un "inversor" y no un simple "prestamista" ―Remarca para que entienda la diferencia entre ambas palabras.

―Oh, vaya. No sé qué decir.

―No te agobies con eso ahora. Medítalo con la almohada un par de días más.

Como si estar junto a él no fuera una sorpresa en sí misma, su ofrecimiento no lo es menos; he rechazado ofertas de grandes empresarios de la construcción, quienes solo buscaban sacar rédito del terreno y no del hotel en sí.

Esta es la primera vez que se me presenta una oportunidad de estas proporciones; ¿pero mezclar sentimientos con dinero no es sinónimo de problemas?

Viajo en silencio lo que resta del viaje para cuando diviso una camioneta desconocida en la entrada del hotel.

―¿Nuevos huéspedes? ¡Eso sería genial! ―Spencer detiene su Jeep, emocionado.

Yo, sin embargo, no demuestro el mismo entusiasmo. Tengo un mal presentimiento y lo confirmo cuando veo a Ray sentado en la banqueta junto al mostrador de recepción.

Quedo de piedra apenas entro. Me cubro el vientre hinchado, en señal de protección. Spencer besa mi sien y me rodea el rostro con sus masculinas manos.

―Angie, estás pálida, ¿te sientes bien? ―me mira y luego dirige su atención al padre de mi hija, obviamente, sin saber quién es ―. Buenas tardes, ¿qué se le ofrece? ―Spencer es amable con mi exprometido porque, desde luego, todavía ignora su identidad.

Ray me observa ceñudo, mortificado. Le toma un minuto enfocar su vista en Spencer.

―Veo que los rumores son ciertos ―espeta con sus brazos en jarra y las fosas nasales abiertas.

―No sé a qué rumores te refieres ―Trago y elevo mi barbilla, desafiándolo.

―Los que dicen que andas de novia con un forastero con aires de niño rico. ¿Tan desesperada estabas por dinero que te arrojaste a un turista?

Mi mandíbula se descuelga, recibiendo el golpe bajo.

―Supongo que tú eres el idiota de su ex, ¿cierto? ―Spencer se coloca frente a Ray. Tomo su brazo, sin intenciones de que se mezcle en una pelea innecesaria.

―¿Y tú quién eres? ¡No tienes derecho a preguntarme nada! ―Lo enfrenta. Ninguno se saca ventaja en materia física; ambos son altos, fuertes y dispuestos a liberar sus puños ante la primera provocación.

―El niño rico del que habla la chusma, ¿no me acabas de describir? ―dice, confrontándolo ―. ¿Qué quieres aquí? Si no has venido a pedirle disculpas a Angie, no creo que tengas tema de conversación con ella.

En otra oportunidad, me hubiera excitado su sobreprotección, que me defienda de los malos tipos. Pero este no es cualquier tipo sino mi ex y el padre de mi hija.

Temo porque Ray busque algo más que mearme como lo haría un perro con un árbol.

―Spencer, por favor...―busco su rostro, mis ojos tristes adelantándole mi petición ―. Déjanos a solas. No me hará más daño del que ya me ha hecho, te lo aseguro.

Quiere patalear, protestar porque he arruinado sus planes de matar a Ray con sus propias manos, pero lo necesito de una pieza y enfocado en el futuro, no en el pasado.

―Solo serán cinco minutos. Te lo prometo. No más ―le advierto con una sonrisa que consigue aflojar la tensión que está quebrando sus dientes.

Asiente a desgano y me besa la mejilla. Agradezco que no lo hiciera en los labios, puesto que podría ser tomado como un acto de posesión que echaría combustible al fuego.

Spencer se retira hacia la cocina, de seguro, reclutando a Brandon en sus filas.

―Cinco minutos ―le digo a Ray, de brazos cruzados sobre mi barriga.

Mi exprometido me mira derrotado y avanza. Yo, retrocedo al mismo tiempo.

―Angie, te ves...genial...estás hermosa ―su tono amable no me conmueve. No. Ya no soy la mujer que ha dejado abandonada y en bancarrota.

―Lo sé. ¿Qué quieres? No creo que hayas venido a decirme cuán bonita luzco. ―Mi tono no tiene emoción aunque esté furiosa.

―Solo...solo quería ver cómo estabas...pedirte...perdón ―deambula y cuando quiere tomar mis manos, lo rechazo. Sus ojos color café están vidriosos y su ceño es suplicante, pero ya no caeré en su trampa.

―¿Por qué me pedirías perdón? ―Entrecierro los ojos. Quiero que confiese, que diga por qué me robó y por qué lo vieron con otra chica a los besos en una cafetería de las inmediaciones, sin interesarse por las habladurías o el daño que podría provocarme al enterarme.

―Perdón por haberme ido así. Dejándote una carta, sola con un bebé...

―¿El robo no cuenta? ―Hostigo.

―¡Vamos, Angie! Ese dinero era de ambos. Los dos hemos estado luchando para sacar a este hotel del fango. Hemos trabajado sin conocer lo que era un domingo o día festivo. ¡Me correspondía! ―Protesta en tono airoso.

―¡Tú decidiste marcharte!¡Acababa de decirte que estaba embarazada!¿No pensaste siquiera que podía necesitar el dinero más que tú?

―Tenías algunas joyas de tu abuela, no era como si estuvieras en quiebra ―la presión arterial está subiéndome a niveles insospechados. Inhalo y exhalo, equilibrando mi pulso.

Bella te necesita calma. No explotes.

―Tú sabes lo que significanpara mí, que jamás las vendería.

―Pfff, no son más que baratijas ―Ahora mismo mi palma suena estruendosamente contra su mejilla.

―Nunca, nunca, pero nunca, vuelvas por aquí. ¿Entendido? ―mi llanto se acumula en mi pecho; me agito, soy una masa de músculos temblorosos y lágrimas saladas. Mi corazón palpita a gran velocidad.

―Angie, en tu vientre llevas a mi hijo. ¿O...?

―¡No te atrevas siquiera a sugerirlo! ―Mi dedo en alto está muy cerca de su nariz ―. Y si crees que no he escuchado que andas de amoríos con Trinity Davies, estás equivocado. Eres poco discreto.

―Trinity no significa nada. ―Se muestra casi al borde de la ofensa.

Vete.Ahora.Mismo ―mi voz me traiciona. En ese mismo instante Spencer y Brandon se acercan a la recepción como dos bravucones dispuestos a defender mis espaldas.

―¿Qué haces todavía aquí? Ya pasaron más de cinco minutos ―ruge Spencer, cobijándome contra su pecho ―. Cariño, no te pongas mal. Bella no puede sentirte nerviosa.

―¿Bella? ¿Qué clase de nombre ridículo es ese? ―Resopla Ray, con disgusto.

A punto de responderle que se vaya a la mierda, Brandon no me da tiempo: sujeta la camisa de Ray por las solapas y hace que sus pies queden colgando en el aire. Puede que mi exprometido sea fuerte físicamente, pero mi "ángel de la guarda" lo es más.

―Te llego a ver a un paso de Angela otra vez y no habrá hueso que te quede sano, Sanders.

El muy cobarde de Ray gimotea como niña y pide que lo baje con el poco aire que le queda en los pulmones.

―¿Así pretendes criar a nuestra hija?¿Entre matones e infieles? ―Drena su veneno mientras tose. No puedo creer haber compartido tantos años con este hombre.

―No te negaré a tu hija, Ray, pero de ningún modo permitiré que regreses para criticar mi modo de vida. Te has ido, te llevaste mi dinero y mi felicidad. Me rompiste el corazón. ―Mi tono carece de volumen. Es quebradizo y suplicante.

Él muy imbécil rumia una respuesta que no sale de su boca. Mira a Spencer, a Brandon y toma su chaqueta de cuero, aquella que le compré cuando cumplió la mayoría de edad.

―Evidentemente, estás mejor sin mí. ― Como si la beba no formara parte de la ecuación, me dice con ojos oscuros y furiosos.

No comprende que aquí dentro de mi cuerpo crece su hija.

La abandonará, sin mirar atrás.

Lo mismo que mi padre hizo conmigo.

El portazo que da al marcharse hace que mi cuerpo se desplome en los brazos de Spencer. Me desvanezco y para entonces, solo escucho mi nombre perdiéndose a mi alrededor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro