
14
Esto se siente muy bien. Como muy pero muy bien.
Tengo los ojos cerrados y siento que mi miembro se endurece bajo una suave y cálida caricia.
Mmm...
Ronroneo, mis párpados se niegan a abrirse y necesito saber imperiosamente si estoy teniendo un sueño húmedo o si es Angie quien me está masturbando con su boca.
Exhalo pesadamente, a gusto con el toque sensual y el gemido que escucho en la zona de mi vientre.
Desencapucho mis ojos descubriendo a una hermosa maraña de cabello sedoso y rubio haciéndome cosquillas en mi pelvis.
―Angie...―su nombre sale rasposo desde el fondo de mi garganta. Sus manos se afirman sobre mi estómago mientras su boca hace un trabajo perfecto y sincronizado ―...Angie...la doctora ha dicho que no a los esfuerzos ―logro decir con toda la decepción del mundo.
Ella es pura valentía y sus ojos son vivaces y traviesos.
―Ha dicho que no al sexo. ―Se detiene y dice.
―¿Esto no es sexo?
―Sexo oral. No me tiene de protagonista. ―Continúa, enérgica.
―Lamento discernir: eres la protagonista, bebé. ―me muerdo el labio, con la respiración inquieta y salvaje en mi pecho.
No puedo negarme a su mamada, mucho menos a sus ansias por tenerme en un puño. Me ha confesado que no era una gran fan de esta clase de sexo, pero que conmigo había hecho una excepción.
¡Gracias a Dios por eso!
―Angie, Angie ―mi voz sube una décima, advirtiéndole sobre el final ―...Angie, estás a tiempo...Angie...―el hormigueo en la zona baja de mi espalda anuncia mi apocalipsis corporal.
Quiero retener este momento un poco más, eternizar sus ojitos endiablados por horas, pero la naturaleza es sabia y un tanto cruel cuando lo inevitable cobra forma fuera de mí.
Ella recibe todo lo que tengo para ofrecer, decora sus labios y mis ganas por follarla superan el límite de lo prohibido; no poder hacerlo, me despedaza. Es como que a un corredor de Fórmula 1 le prohibieran ir a más de 40km/hora.
―Ángela, me estás volviendo loco ―le digo cuando repta sobre mí y me da un beso en la boca. Adoro que se sienta segura a mi lado, que no le importe el tamaño que ha cobrado su cuerpo y que disfrute ser una mamita sexi.
Adoro que ella sea mía, para disfrutar, para adorar y para amar.
Hace días que analizo mis sentimientos, en las cosas que me suceden con ella. Es algo inexplicable, que aturde y perturba.
Es amor en su máxima expresión.
No me imagino lejos de ella, tampoco de la niña a la que ya ha comenzado a llamar Bella. No me imagino fuera de Avon, lejos de Bóxer y del rostro feo y rudo de Brandon.
Tras una ducha reparadora y necesaria, nos vestimos en armonía. Hay una suave capa de escarcha sobre los yuyos y las veredas, señal de que el invierno se acerca a pasos agigantados.
Como es de esperar, Brandon es todo trabajo y concentración.
Angie es la única que parece ablandar al duro cocinero; yo, por el contrario, solo lo enfurezco.
―¿Ese perfume es nuevo? ―Angie le ofrece un beso al gigante y como cuando vino la doctora Mosche, se sonroja.
Vaya descubrimiento.
―Puede ser. ―Él sigue armando las bandejas de comida en serie, como una máquina bien aceitada.
―¿Tienes una cita? ―la pregunta sale de la boca de Angie en un chillido agudo. Me mantengo en silencio y miro de un lado al otro, como si estuviera presenciando una partida de tenis.
Brandon me mira e intuyo que no quiere hablar en mi presencia; elevo mis palmas y a punto de marcharme, Angela me detiene.
―Brandon, es hora de que entiendas que Spencer y yo estamos juntos.
Él traga, sin querer procesarlo del todo.
―Brandon...―le advierte ella nuevamente.
―Angie, no me pidas que me haga sudaderas con su nombre...―Pagaría por eso.
―Oye, hombre ―me acerco apostando a una tregua―: Yo no te gusto y tú no me gustas, lo cual nos deja a mano. Sin embargo, es mejor que nos llevemos bien por las princesas aquí presentes.
Él asiente, sin mirarme. Es como hablarle a un niño enorme que no quiere prestar un juguete.
―Que conste que no pretendo ser tu amigo. Y que estaré mirándote de cerca ―Angie rueda sus ojos, divertida. Yo no tanto dado el tamaño y el tono intimidatorio que el moreno usa.
―Gracias, eso me deja mucho más tranquilo ―respondo lo más firme que puedo. Brandon aprieta mi mano y toma todo de mí no gritar que mis falanges quieren vivir unos cuentos años más.
Tras la bandera blanca esgrimida en la cocina, Angela me acompaña a mi Jeep; he quedado con la autoridad máxima del departamento de turismo del condado de Dare para tomar un café en el ayuntamiento. He tenido citas previas con otros integrantes de la comisión y siempre fueron muy amables aunque nada determinantes en mi proyectos.
A Stevenson, el eslabón importante de la cadena, le ha fascinado la idea de exponer mis fotografías y solo queda porque ultimemos detalles menores.
―Te deseo mucha suerte ―Angela se balancea con su creciente barriga entre nosotros y su labio inferior tiembla.
―Cariño, es solo una reunión de trabajo.
―Mmm.
―¿Qué significa ese "mmm"?
―Mmm...nada ―sé que ese "nada" es "todo" y por un momento, pienso en el peso real que esta propuesta tendrá al momento de definir mi futuro en Avon.
―Angie, mírame ―le cuesta hacerlo, pero cede ―. Quiero quedarme aquí. Quiero estar a tu lado. Y creéme que nadie ha escuchado estas palabras antes.
Sus ojos verdes titilan de emoción. Le doy un beso casto en los labios y ella se sostiene aferrándose a mis bíceps.
¿Este será el prólogo de una historia sin fin?
***
Alex Stevenson es un sujeto agradable y con el que rápidamente he conectado. Apenas alcanza los cuarenta y su aspecto no se parece al de la mayoría de la gente de estos pueblos apartados de la ciudad, relajado y un poco...mayor. Por el contrario, tiene ideas innovadoras, es proactivo y no duda en confesar que ha tenido que lidiar con la terquedad del alcalde.
―Desde que acepté este puesto, no hubo un instante en que no tuviera un dolor de cabeza del cual preocuparme. Tenemos playas hermosas, como así también tiendas sin gente y un presupuesto mal distribuido. Me tomó solo diez minutos en presentar varias propuestas y ganarme un "no". ―Sonríe y me sumo.
―¿Qué te trajo a Dare? Sin ánimos de ofender, no parecen ser tus aguas.
Alex se rasca la nuca y sus mejillas se colorean.
―El amor de una mujer llamada Alissa ―respira profundo y el amor se hace presente en su mirada―. Verás, nací y crecí en Manhattan: bullicio, gente yendo y viniendo, edificios enormes...¡un verdadero caos! Alissa no solo me trajo hasta aquí, sino que es la que hace que cada día de mi vida elija quedarme. Ella y el pequeño Tommy, claro.
El cariño que desprenden sus ojos es envidiable. Transmite amor por su familia y por estas tierras, y durante los siguientes quince minutos me habla de todo lo que dejó atrás y creyó que no podría superar.
―Los primeros meses fueron agobiantes. El aburrimiento era terrible. Hasta que me permití soltar lo viejo y pensar en lo nuevo. Alissa habló con su padre y me tomó en su plantilla.
―¿Su padre?
―Mi suegro es el maldito alcalde de la ciudad. ―No lo hubiera imaginado.
Conversamos acerca de mis planes y sin entrar en menudencias, le cuento que he llegado a Avon en busca de paz y tranquilidad. Por un momento creo que ha descubierto mi verdadera identidad, pero lo disimula bien.
―¿Por qué hacer una exposición de Avon? Podrías estar fotografiando otros sitios más atractivos y en lugares más convocantes.
―He pensado en establecerme aquí.
Alex parpadea y se echa hacia atrás, sorprendido.
―Un joven como tú en un sitio como este. Me toma desprevenido.
―¿No es lo mismo que hiciste tú?
―Sí, es cierto, pero tenía una muchacha por quien suspirar. Excepto que...
Asiento como un tonto enamorado; me gusta Alex, su tono cálido y básicamente, me entiende. ¿Hace cuánto que nadie me escucha sin juzgarme? No tengo amigos reales y leales, de hecho, ninguno me ha llamado durante este tiempo para saber si existo o si me he arrojado desde algún acantilado.
―No hay muchas chicas jóvenes y solteras en la zona. La mayoría elige irse a Virginia o a las grandes ciudades de Carolina.
―Estoy con Angela Walters, ¿la conoces?
―¿Angie? ¿La nieta de Jackson y Merlina? ¡Por supuesto que sí! Tiene el hotel más bonito y arruinado de todo Avon ―debo concederle el punto; el "Joya del mar" es todo eso y más ―. Pero ella...―frunce el ceño y comprendo que está al tanto de su embarazo.
―Sí, está embarazada. Y eso la hace aún más fuerte y admirable. ―Su sonrisa se recompone.
―Claro que sí, chico. Es una buena muchacha y ha tenido una vida dura.
―Y es hermosa.
―Y es hermosa ―Afirma din dudar.
―Quiero quedarme, quiero que pueda poner al negocio en la primera plana de los periódicos de la zona, que la gente encuentre en su hotel un sitio al cual regresar todos los años en cualquier época del año.
―Ha recibido muchas ofertas por sus tierras; entiendo que el gobernador incluso ya ha presentado el proyecto para comprarlo a como dé lugar y hacer un hotel cinco estrellas, con rambla y todo esa parafernalia que arruinaría la tranquilidad a la que están acostumbrados sus habitantes.
Lo miro, estudioso de la valiosa información que me acaba de brindar sin saberlo. Angie no me ha dicho que estaban tan interesados en su propiedad y un súbito escalofrío recorre mi espalda.
Mi padre no puede estar ajeno a esta propuesta; el actual gobernador es conocido por ser un brillante hombre de negocios y tener un gran olfato para despedazar a sus oponentes.
―Te pusiste pálido como papel ―su tono es preocupado ―. ¿Estás bien?
―Sí, sí...solo...solo duele la ingratitud de los gobernantes para con sus votantes.
Un gusto agridulce me queda en la boca porque la sospecha de quién o mejor dichos quiénes están detrás de esto aumenta. Alex me mira, y creo que no hay dudas que sabe quién soy.
―Spencer...te ayudaré. Creo que en ti. ―le sonrío, aceptando el peso de sus palabras. No puedo defraudarlo.
Cuando salgo de la reunión con Alex Stevenson, inspiro profundo: el balance de nuestro encuentro ha sido positivo. Hemos acordado que la exposición sea en seis meses aproximadamente, momento para el cual Angie tendrá en sus brazos a la pequeña Bella.
Camino por la calle principal y a punto de cruzar en dirección mi Jeep, veo el titular de uno de los periódicos más importantes de tirada nacional resaltando por sobre el resto de las publicaciones.
El ingeniero Henry Nash nos cuenta los detalles del megaproyecto para la ciudad de Avon.
La furia crece dentro de mí, quemándome como la lava volcánica. Tomo el periódico sin pedir permiso y lo sacudo hasta llegar a la hoja central, en la cual se despliega la noticia.
"El ingeniero Henry Nash, mano derecha del gobernador Dunne, es el hombre detrás de los ambiciosos proyectos de obras para Avon, ciudad con una de las costas menos explotadas y de mayor demanda local. Previendo una inversión de..."
―¡Hey, tú! ¿Lo llevas o no? No vivo de las lecturas al paso ―Un hombre se asoma por el pequeño cubículo de chapa abarrotado de magazines de cotilleos y periódicos de actualidad.
Meto las manos en mi bolsillo y no me importa pagar de más; le entrego un billete que cubre con creces el costo y, aturdido por el descubrimiento de que los planes para Avon están más adelantados de lo que pensé, llamo nuevamente a Alex.
Con suerte, él me ayudará a que el "Joya del mar" nunca muera.
***
No estoy listo para bajar de mi camioneta cuando llego al hotel, pero debo encontrar una excusa convincente. Creo que Angie no está al tanto de que el gobernador, mi padre y el alcalde de Dare están cerca de ofrecerle una suma sin derecho a negociación a cambio de su hotel.
Sé que ha pasado por este tipo de atropellos y se ha mantenido firme, pero dudo que no arremetan con alguna clase de artilugio legal que la dejaría desprotegida. Conozco la letra chica de los contratos que firma mi padre y estoy seguro de que a las promesas se las llevará el viento.
La tentación por llamar a mi progenitor y pedirle un favor real y concreto por primera vez en mi vida no me es indiferente; sin embargo, sé que él apuntará con todos sus cañones a este hotel de saber cuánto me importa.
Recorro la lista de contactos en mi teléfono y creo que hay una sola persona capaz de entender mi dilema y escucharme por unos cuantos minutos sin echarme en cara que me he ido de casa sin avisar.
―¡Spencer, santo Dios!¿Estás bien? ¿Por qué no me dijiste que desaparecerías del mapa así como así? ―Bueno, me equivoqué al pensar que mi hermana dejaría pasar que ni siquiera la llamé para darle una prueba de vida.
Tori y yo somos muy unidos, o al menos lo fuimos hasta que hace tres años se casó con el imbécil de Chadwick, alias "chalecos de tweed".
―Tú sabes que apenas tuve tiempo de armar una maleta. Papá no me dejó otra alternativa.
―Han pasado dos meses desde que te fuiste, Spencer. ¡Dos meses! Y realmente te echo mucho de menos ―Exhala con pesar. Ella es dura como un roble, pero soy su debilidad.
―Tori, cielo, lo siento mucho ―mi voz de desploma, tiene razón: soy un egoísta certificado.
―Tienes suerte de que te quiera, grandísimo idiota ―bromea. Sin embargo, hay algo en su voz que no se corresponde con mi salida poco elegante de la vida de mi familia.
―Tori, ¿qué está sucediendo?
―¿Ahora me dirás que tienes tiempo para mí? ―En realidad, tendría que dar la cara con Angie y, al mismo tiempo, tener una conversación real con mi melliza.
―Siempre tendré tiempo para ti. ―Exhalo.
―¿Tienes una hora? ―dudo ―. ¡Es mentira! No quiero ponerte en el aprieto de que digas que sí. ―Suena estruendosamente su nariz y se mantiene en silencio. Me siento culpable.
―Hermana, vamos, no me ocultes las cosas. Hemos compartido útero por nueve meses.
―Fueron ocho y medio.
―Ok, fueron ocho y medio ―ruedo los ojos, con la capacidad de sonreír.
―Dime primero dónde estás.
―¿Mamá no te lo ha dicho?
―¿Mamá lo sabe y yo no? ―grita, prácticamente destrozando mi tímpano. Mierda, he quedado en evidencia ―. No puedo creer que le hayas contado a mamá antes que a mí; ella es una bomba de relojería, puede abrir la boca en cualquier momento y derramar sus tripas ante papá. Además, ni siquiera podría salir corriendo en caso de que te pase algo y...
―Ya, ya, Victoria, se lo he dicho porque me ha estado llamando mil veces por día. No quise hacerlo, tuve que.
―Me duele que no me hayas tenido en cuenta siquiera para eso, Spencer...―exhala, los minutos corren y nuestra conversación está en punto muerto. Me presiono el puente de la nariz, extenuado, con el sol bajando lentamente sobre el agua y mi cabeza hecha un lío.
―Estoy parando en un hotel en Avon ―Largo, con la esperanza de que mantenga la reserva. Tori tiene un matrimonio sólido y temo porque participe a Chad de mi confesión ―. Y tienes terminantemente prohibido que se lo digas a tu esposo.
―Descuida, a ese bastardo no pienso en saludarlo siquiera ―protesta. Vaya que es una novedad; no hay actividad que no hagan juntos ―. No hay mucha oferta hotelera en Avon, ¿cierto? Es una pequeña ciudad costera. ―Cambia de tema y no sé si eso es mejor o peor.
― Sí, ¿cómo lo sabes?
―No soy tonta, recuerdo el mapa de Carolina del Norte que pintamos en la escuela primaria ―me avergüenza mi ignorancia ―. De todos modos, ¿cómo es que no te has aburrido de la vida relajada?
―Aquí me siento libre, Tori. Salgo a caminar por la playa todas las mañanas, tomo fotografías del cielo, de los pájaros, de la arena...
―O sea, es como una bonita y larguísima vacación. Pero, en serio, ¿cuándo volverás? Necesito que seas mi confidente, reunirnos en tu habitación de hotel, pedir comida chatarra...
―Victoria, me temo que no sé si alguna vez regrese a casa.
El silencio es ensordecedor. Miro mi móvil y lo regreso a mi oreja.
―Tori, ¿estás allí?
―S-sí, solo que estoy en shock. No pretendo herir susceptibilidades en caso de que lo que hayas dicho sea cierto. Pero, Spencer, ¿realmente soportarás quedarte en un pueblucho de mala muerte con un índice de natalidad inexistente y cero posibilidades laborales? No puedes vivir del fideicomiso de los abuelos ―me regaña como tuviera veinte años más que yo y no solo tres minutos.
―El ayuntamiento está interesado en reabrir el centro de convenciones local y exponer mis fotografías. Potenciar el turismo de la zona es una idea en ascenso y ya he pensado invertir en el hotel en el que me estoy hospedando ―Técnicamente ya no estoy durmiendo allí, pero obviaré los detalles. No es el momento.
― Spencer: eres mi mellizo. Sé quién eres y ¿esto? Esto es una locura épica.
―¿Y quién soy? ―Protesto, con mi temperatura subiendo varios grados.
―Adoras las fiestas, discutir con papá por cualquier cosa, salir con amiguitas...―Enumera la frívola vida en la que me moví durante 27 años y eso apesta.
―He cambiado, Tori, ya no soy ese tipo.
―¿Dos meses fuera de casa y eres otra persona? ―resopla, mofándose ―. Hermanito, entiendo que estés fascinado con esta nueva etapa, con sentirte distinto y...
―Estoy enamorado, Victoria ―No voy con rodeos y no lo hago por el hecho de callarla; tengo la imperiosa necesidad de que me apoye como siempre, de que confíe en mí, en su mellizo y no en el hombre vacío que todos se empeñan en decir que conocen como nadie.
―Eso...eso fue inesperado ―Dejarla sin palabras es casi una proeza.
―No puedo describirte cómo me siento al lado de esta mujer; resultaría injusto hacerlo con un puñado de palabras. Tori, no me imagino sin su compañía y lejos de Avon. No me importa mi habitación de hotel, no me importa la empresa de papá, ni las fiestas a altas horas de la noche.
―Oh, Spencer...
―Es mi turno: ella no solo es preciosa, es increíble. Fuerte, valiente. Es la dueña del hotel. Ella es especial de un modo indescriptible.
Aun a la distancia puedo imaginar todo lo que está cruzando por la cabeza de mi hermana. Súbitamente, escucho el gimoteo que nace en su pecho.
― ¿Tori?¿Estás llorando?
―¡Tonto, sí!¡Lo hago! Esa ha sido la declaración más dulce del mundo y jamás pensé que vendría de un sujeto como tú. ¿Quién eres y qué le has hecho a mi hermano?
Río y me alegra que lo tome con humor y menor hostilidad.
―Nunca pensé que sería capaz de sentirme así; ella le da esperanza a este mundo. Es un ángel.
―Suena como que es la reencarnación de la Madre Teresa. ―¿He mencionado que el segundo nombre de mi hermana es "Ironía"?
―En serio, Tori, ella es única y me ha enseñado a disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean. También tiene un perro muy inteligente que me adora.
Mi móvil comienza a emitir un pitido agudo, informando que la batería está agotándose. No tengo el cargador aquí arriba y lamento no haber podido hablar sobre su vida.
―Hermana, te he dado más información de la que quería y no has largado nada. ―Juzgo.
―Es que me siento triste ―nuevamente se suena la nariz ―. Este tratamiento no ha dado resultados...―Rayos, soy un desalmado.
Desde que se casó con Chad ha tratado de quedar embarazada y con este, es su cuarto tratamiento de fertilidad fallido.
―¿Y qué ha hecho Chad esta vez para que estés enojada otra vez?
―Mmm...muchas cosas...no puedo hablar por teléfono...
―Victoria, te propongo una cosa: veamos en un sitio lejos de la ciudad, lejos de Charlotte. Quizás haya un punto intermedio. Quiero darte un abrazo de verdad.
―Me gustaría mucho. Te necesito cerca, hermanito.
La contengo con mis palabras por un rato más, acordando que lo mejor será encontrarnos en la cafetería de Elizabeth City.
Son muchos kilómetros de manejo para ella, pero no descarta utilizar al gorila que papá le ha puesto como seguridad desde que ha recibido algunas amenazas telefónicas. Según él, es solo por precaución. Según ella, tanto papá como su guardaespaldas son un grano en el culo.
Ambos puntos de vista son válidos.
―Te amo, Spencer. Y espero conocer a tu damisela muy pronto.
―Estoy seguro de que así será.
Y sinceramente, lo deseo.
Aunque me arrepienta al instante.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro