11
Una semana más tarde, mi sonrisa ocupa gran parte de mi rostro.
He pasado con Angie todas mis tardes y estuvimos jugueteando sin abusar de nuestro complicado estado sentimental.
Besos aquí, manitos por allá...
Su respiración se agita con mayor facilidad y su salud es lo primero.
Pero como no todo es diversión y coqueteo, también he conseguido una entrevista con el responsable del área de turismo del condado de Dare a fin de manifestarle mis deseos de hacer una exposición con fotografías de la ciudad.
Mi Nikon está repleta de atardeceres, edificios icónicos e imágenes espontáneas por ofrecer.
Los mensajes de mi madre no cesan, sobre todo ahora que sabe dónde estoy hospedándome; la culpa por hacerla jurar una y mil veces que nada diría a mi padre me corroe.
Emocionado por contarle mis planes laborales a Angie, me sorprende que no sea ella quien me acerca el desayuno. Hasta el momento, no he podido convencerla de que se siente a mi lado y sume una taza. Dice que no es profesional y que debemos mantener la distancia huésped-gerente.
Bueno, al menos ante el público.
―Hola Spencer ―Brandon saluda por cortesía. No me quiere aquí ni tampoco cerca de Angie y sé que cada día que paso en este hotel es uno más hacia mi sentencia de muerte. No puedo culparlo: si yo tuviera una hija mujer no dejaría que un tipo con mi historial la revolotee como una abeja a una flor.
―Hola Brandon, ¿y Angie?
―Pensé que lo sabías ―No se le mueve un solo músculo de la cara. ¿Me va a hacer trabajar para conseguir lo que quiero? Pues lo haré sin problemas.
―¿Qué es lo que tendría que saber?
―Si no lo sabes tú...―Se cruza de brazos en clara postura de batalla.
―No, no lo sé. Y si lo supiera, no te hubiera preguntado. ―Entiendo que quiera protegerla de un bastardo como yo, de un niño mimado que ha sido un idiota gran parte de su vida, pero ahora mismo, su actitud me disgusta porque me aterrorizaría saber que salió de urgencia ―. Brandon, ¿ocurrió algo con Angie? Realmente me preocupa que le haya sucedido algo a ella o al bebé.
―¿Realmente te preocupan? ―Entrecierra los ojos una línea penetrante.
Simplemente genial.
Como si su enorme cuerpo no fuera lo suficientemente jodido de ver, añade su ceño fruncido y su mandíbula rígida.
―Sí, mucho.
―Entonces no la ilusiones más. ¡Deja de jugar con ella, chico! Y no digas que no te lo he advertido. ―Sus fosas nasales se abren y sospecho que en otro escenario, mi rostro impactaría contra su puño "accidentalmente".
―No estoy jugando con ella. ―Aseguro con tono de mariquita.
Doblemente genial.
―Tengo ojos en todos lados, Spencer. Sé que te escabulles a su casa por las tardes y sales de madrugada desafiando el viento y la arena. También he visto el modo en que te mira, su emoción cuando la tomas de la mano y le susurras al oído cosas que ni quiero imaginar. No tengo cincuenta y cuatro años de estúpido, ¿sabes? ―¿Cincuenta y cuatro años? Pensé que apenas rondaba mediados de los cuarenta.
Vaya que el agua de aquí es milagrosa.
Desestimo mis absurdos pensamientos y me pongo de pie. El tipo me lleva una cabeza y lo confronto. Si pierdo mis bolas, al menos que sea luchando por una causa valiosa.
―No estoy ilusionándola. Somos amigos, la escucho, me escucha. De todos modos, ¿qué demonios te importa? ¿Acaso estás celoso? ―me extralimito. Sus enormes manos van al cuello de mi camisa y mis pies son arrastrados por el piso.
Hablando de tocar la cola al zorro...
―Sugieres esa aberración una vez más y juro por Dios que nadie, pero nadie, ¿me entiendes? ¡Nadie sabrá dónde carajos buscar tus huesos! ―me suelta con violencia, haciéndome trastabillar. No caigo al piso gracias a que la mesa evita mi bochorno.
La vajilla tintinea, sus ojos son dos dagas filosas y punzantes.
―He perdido mucho en esta vida como para perder también a Angie―una confesión queda a mitad de camino y muero de curiosidad por descubrirla. Sin embargo, no soy su amigo ni pretendo serlo, optando por el sano silencio.
Aliso mi camisa y elevo la barbilla, desafiante. O intentando parecerlo.
―Si no respondes a mi pregunta iré yo mismo a por mi respuesta. ―Amenazo, fingiendo que no me ha afectado todo lo que acaba de suceder.
Brandon traga y veo que sus hombros se aflojan.
―Tiene una cita médica en Manteo.
Parpadeo. ¿Cómo es que no me lo dijo?
Hemos compartido tanto durante estos días. ¿O lo dijo y mi cabeza despistada lo olvidó? Duele reconocer que mi padre tiene razón cuando me tilda de imbécil.
―Supongo que no me dirás si ya se fue.
Brandon sonríe de lado con suficiencia con un gran "ni en tu sueños" en la mitad de su frente.
Abandono el desayuno, intacto, esquivo la enorme figura del moreno y corro hacia la parte trasera del hotel donde se encuentra la casa de Angie.
Golpeo la puerta como un poseso y al ver la camioneta desvencijada de Angela en el aparcamiento de lado, respiro.
―Angie, ¿estás ahí? ―grito, mi corazón bombeando a mil.
La puerta se abre de golpe y la realidad me impacta como un tren a toda velocidad.
No solo está tenuemente maquillada, sino que luce rebosante. Sus mejillas están luminosas y sus senos están más...arriba. Luce un hermoso sweater de hilo color celeste chillón y unos pantalones blancos que resaltan su preciosa barriguita.
¿Realmente estoy babeando por ella?
―¿Spencer? ¿Estás bien? ―Acuna mi rostro, palpa mi pecho y me examina como si me hubiese accidentado.
―No, no. Bueno sí. Brandon me dijo que tenías cita con el doctor y vine corriendo...―explico de un tirón.
―Oookeeeyyy...―Desliza, sin entender mi desquiciado accionar.
Bueno, somos dos.
―¿Por qué no me dijiste que te acompañara al médico? ―Me lamento.
―Oh, simplemente pensé que tendrías cosas más interesantes que hacer.
La decepción en su voz es como un yunque que me golpea inesperadamente.
¿Cómo es que le he dado esa impresión de las cosas? Soy un canalla que le ha advertido que no soy un buen partido, pero le he demostrado que no tengo una roca en mi pecho.
O algo así.
Soy un mar de confusiones, ¿cómo pretendo que interprete lo que pienso si ni yo mismo lo puedo definir?
―Ustedes son importantes para mí ―el rubor colorea sus mejillas en cuanto las palabras salen de mi boca ―. Somos amigos después de todo, ¿cierto? ―no sé si es decepción lo que hace que sus ojos bajen a sus zapatillas de baile, pero lo consigo.
Soy un maestro en estropearlo todo.
―Amigos especiales, supongo ―Sonríe sin ganas. Una alarma telefónica suena de fondo y agradezco que resuelva cómo continuar con esto ―. Es un recordatorio de que debo irme. No quiero llegar tarde.
―¿Puedo...?¿Quieres que...?¿Necesitas...?
Habla como un hombre, ¡tonto!
Ella disfruta de mi balbuceo. Aclaro mi garganta y me pongo los pantalones de adulto.
―Puedo llevarte, si quieres. Mi camioneta es más estable y quizás necesites un poco de compañía. Tú sabes, el viaje se hace más rápido cuando hay una buena conversación, música...esa clase de cosas...
Me dan ganas de golpearme la cabeza contra la pared con la ilusión de que mis neuronas se conecten como deberían. Nunca he sido tan torpe con las palabras. ¿Frente a Angie? Soy el puto rey de los tarados.
Ella sonríe y las pequeñas pecas en su nariz danzan de felicidad.
―Está bien. ―Entra a su casa por un instante, recoge su bolso y una carpeta con lo que estimo son los estudios médicos que se hizo hasta entonces.
Dentro de la camioneta, la música evita que hablemos por un buen rato. A mitad de camino, ella pregunta por lo que hace rato gira en su cabeza.
―¿Por qué te ofreciste a acompañarme? No quiero ser desagradecida, pero este no es tu asunto. He ido sola al consultorio de la doctora Mosche en varias oportunidades y mi camioneta funcionó sin inconvenientes.
Rasco mi nuca y la miro por un instante, sin perder de vista el tráfico. No hay demasiados coches alrededor, pero soy prudente.
―Me importas mucho, Angie ―le confieso ―. Escucha, soy pésimo con las palabras, nunca he necesitado de ellas para convencer a nadie de nada...pero contigo...contigo las cosas son distintas.
―¿Cuán distintas son? ―Muerde su labio, exigiéndome respuestas que no tengo.
―Distintas. Lo suficientemente distintas como para haber replanteado mi propio futuro y creer que puede estar e Avon.
Soy consciente de que es una admisión que, dicha en voz alta, suena todavía más comprometida que cuando solo daba vueltas en mi cabeza. No es algo que he pensado impulsivamente porque aquí me siento libre, feliz. Tranquilo. En paz conmigo mismo y haciendo cosas que me satisfacen.
No tengo la presión de mi padre ni debo cumplir con sus expectativas. He hecho buenas migas con los chicos de la tienda de insumos de surf, con las chicas de la pastelería de Cassy y Ben me espera siempre con una sonrisa en su tienda de ultramarinos. Las vecinas del hotel me saludan todas las mañana cuando salgo a correr y algunos de sus esposos se mofan de mi jersey de los Hornets.
Es una pequeña comunidad, sencilla y hospitalaria, entonces, ¿por qué no probar suerte aquí?
Poseo recursos para ayudar a Angie a mejorar el hotel y las negociaciones para hacer una exposición con mis fotografías en el centro de convenciones de Manteo están muy avanzadas.
―¿Quedarte?¿Tú?¿Aquí? ¿Es una broma?―Su carcajada me toma desprevenido.
―No, para nada. ―Debe notar mi expresión pétrea porque su rostro abandona su mueca de diversión.
―Lo dices...¿en serio?
―Mira, no creo que sea el momento ni el sitio para hablar de esto, pero si tú estás dispuesta podemos... intentar algo...no sé...―Mi pecho se hunde y siento que me asfixio.
Soy un hombre impulsivo e inmaduro, adepto al riesgo y a la adrenalina, pero esta vez confío en que no me equivoco al escoger este nuevo escenario para mi vida.
Alejo mi mano de la caja de cambios y capturo la suya. La llevo a mi boca y le beso los nudillos.
―No soy un príncipe encantador y seguramente tengas que enseñarme cómo entender ciertas señales, pero estoy dispuesto a aprender. ―La miro, su gesto contrito me indica que procesando todo esto.
¿Y si no me quiere a su lado? ¿Y si lo que ella realmente busca es un "amigo con derechos"? Ya ha estado enamorada del padre de su hijo y el muy maldito le rompió el corazón, ¿por qué apostar a un sujeto inestable como yo?
Las variables caen como una maldita cascada en mi cabeza. ¿Cómo es que no lo pensé antes de arrojar la bomba?
He estado mirando mi propio ombligo por tanto tiempo que he dado por sentado que Angie me diría que sí sin vacilar, ignorando todo el panorama.
No la presiono, mi sonrisa es nerviosa en tanto que la suya, indescifrable.
No saber qué demonios pasa por su cabeza y por su cuerpo me enloquece. Es obvio que esta propuesta es inesperada y debe procesarla; no es una chica cualquiera e irresponsable como para arrastrarse a mis brazos inmediatamente.
Limpio mi garganta y cambio de tema con rotundidad.
―Nunca he ido a un obstetra. ―Bueno, no es un tema cualquiera aunque sin dudas es efectivo para descomprimir el clima en el coche ―. Debe ser fascinante ver un mini bebé dentro de tu barriga.
―Mini bebé suena gracioso ―se rodea la panza, con sus manos yendo de un lado al otro. Extiendo la mía y cuando toco su barriga siento que algo la empuja de adentro hacia afuera.
―Oh, Dios, ¡eso sí que fue una patada!¡Dime que fue una patada!
―Sí, sí, lo fue. Le agrada que toques su "casita". ―Me alegra que las cosas fluyan con normalidad.
―Tengo ese efecto en las mujeres. ―me burlo.
―¿Por qué estas convencido de que será niña?
―Supongo que las niñas son más cariñosas con sus papás ―levanto el hombro y al instante sé que he metido la pata ―. Más cariñosas en general...con sus padres...como expresivas. Con todos. Sí, eso dicen. ―Balbuceo.
Por el rabillo del ojo veo el modo en que me analiza, con la mirada como una fina línea.
Si le ha parecido un exabrupto de mi parte, no me lo dice. Por el contrario, observa su ombligo sobresaliendo de su barriga.
―Una niña, la princesa de la casa―Suspira en voz alta y suena grandioso.
Pocos minutos después estamos frente a una casa de dos niveles en el centro de Monteo. La ayudo a bajar y la acompaño hasta el porche, donde la puerta está abierta. La placa de "Cassandra Mosche – Ginecología y Obstetricia" apostada en la entrada habla por sí sola.
En la sala de espera hay una pareja tomada de la mano. Los saludamos amablemente y nos ubicamos en las sillas libres, enfrentadas a las suyas.
Estoy nervioso como la mierda y mis palmas sudan. Angie se inclina sobre la mesa repleta de revistas, toma una y comienza a hojearla. No se detiene en ninguna página en particular hasta que eleva una ceja y sé que algo captó su atención.
―¿Es sólo sexo o hay algo más?―Su siseo es apenas audible. ¿Está mal que su susurro haya sonado tan sexi?
Mi cuello gira y ella me mira por sobre su hombro, sosteniendo una de las revistas. Sonríe con picardía y abre su bolso en busca de un bolígrafo y un pequeño anotador.
―¿Qué haces? ―pregunto.
―Matar el tiempo con un divertido test. ―Su pulgar juguetea con el botón superior de su bolígrafo en un molesto "tiqui - tiqui -tiqui".
Cuando la doctora llama a la otra pareja, quedamos a solas.
Veo malicia y provocación en sus ojos. Humedece su labio superior con la lengua y creo que mi mandíbula acaba de caer al piso. ¿Me parece a mí o hace calor aquí dentro?
¿Es posible que su estado hormonal sea contagioso?
Limpio mi garganta y me cruzo de piernas con dificultad, puesto que tengo un pequeño - o gran- problema entre ellas.
―Cuando él te halaga, ¿de qué modo lo hace? ―se pregunta, aunque a juzgar por el volumen de su voz me quiere hacer partícipe de lo que lee ―: a) Te dice que eres muy sensual, b) te dice que tienes bonitos ojos y una bella sonrisa o c) siempre dice que eres inteligente y divertida ―enumera las opciones ―. Oh, esto será épico ―expresa fuera del cuestionario y espero a que verbalice su respuesta.
¿Hará su bendito cuestionario pensando en mí o en su ex? No participo de la charla que mantiene consigo misma y continúo en silencio al ver que anota una letra. Lamento no distinguir cuál escoge.
―Sigamos, ¿qué es lo que más te gusta de él? ―pasa a la segunda pregunta. Mi mirada se mantiene firme y hacia adelante, como si no me importara nada de lo que escucho ―: a) Que te hace sentir cómoda a su lado y es divertido, b) que es muy sexy y caliente o c) que es perfecto para ti ―lo medita unos segundos, lleva el bolígrafo a su boca y hace un "mmjjmm" que no me da pistas. Escribe su elección y prosigue.
Esto será una tortura.
―¿Con cuánta frecuencia hablan? ―hace un lindo frunce con la nariz ―: a) Los fines de semana para acordar un plan, b) ocasionalmente y cuando están aburridos o c) todos los días ―no se responde por unos segundos y en su lugar, menea la cabeza ―. ¡Rayos! Esta es una difícil.
Parpadeo ceñudamente y la miro. ¿Realmente se lo está cuestionando? Estas semanas han sido una locura entre nosotros y de no ser porque me he reunido con gente de Manteo y salgo a tomar alguna que otra fotografía, estoy como un perrito hambriento debajo de su falda. Tanto o más que Bóxer.
Me indigna no saber lo que anota. Sigue.
¿Cuántas preguntas más tiene por delante?
―¿Adónde suelen tener sus citas? a) En su casa o en la tuya, b) en algún bar para tomar unas copas y ver qué surge o c) no lo planean con anticipación ―Se muerde la uña y sonríe, probablemente ensayando un comentario mordaz ―. Me agradaría conocer su casa. ―dice, concluyente.
Teniendo en cuenta que su pareja ha vivido con ella puedo suponer que esto se trata de mí, ¿cierto? De inmediato pienso en su amigo; si Mark y Angie se conocen de antaño, ella también debe de conocer su vivienda. ¿O se refiere a la casa que Richardson tiene en Rodanthe y acaba de poner a la venta recientemente?
Ve a por unas donas artesanales a la tienda de Ruthy Hultz y sabrás vida y obra de cada habitante de Avon y aledaños.
―¿Cuáles son sus temas de conversación? ―¿Sigue el cuestionario? ¿Cuándo saldrá la pareja del consultorio? ―: a) Cualquier tema que surja, b) no hablan de ustedes cuando están juntos o c) hablan de cosas profundas.
Esta ni siquiera la piensa y en cierto modo me tranquiliza. A excepción de los perturbadores motivos que arrastraron mi culo hasta aquí, hemos llegado a un grado de confianza interesante. Al menos, eso es lo que yo considero.
―Cuando hablas de él con tus amigas: a) Le llamas por su nombre, pero no les das demasiado detalle, b) lo mencionas como un "amigo" o c) le cuentas todo sobre él. ―Esta me interesa ―. Vaya, es fácil.
Anota y pasa a la otra pregunta.
Aparento estar distraído, aunque muero de curiosidad. Su letra es pequeña y su mano tapa las letras.
Tendría que haber hecho un chequeo oftalmológico antes de irme de Charlotte.
―¿Sus amigos saben de tu existencia? ―pregunta ―. Oh, esta sí que es un desafío ―se remueve en su asiento y me siento culpable porque sé la respuesta. Mi respiración sale más pesada de lo que debería―: a) Nunca te ha hablado de sus amigos, b) han coincidido y te los ha presentado al pasar o c) te llevas de maravillas con ellos ―Chasquea la lengua y se muerde el labio, pensativa ―. Mmm, dudo que algún día los conozca ―hace una mueca contrariada y no soy capaz de negárselo rotundamente.
Estas preguntas no han hecho más que dejarme expuesto; todavía cae sobre mis hombros la condena social por el embarazo de la hija del gobernador de Carolina del Norte como así también, la culpa que siento por no haber salvado a mi noviecita del instituto.
Los secretos me corroen por dentro: soy un perdedor que ha vivido bajo el ala de su padre y el fotógrafo que conoce Angie no es más que mi alter ego. Es el lado Superman de mi vida, la piel de quien me hace sentir invencible y libre.
Todavía no sé cómo es que no ha descubierto quién soy. Aunque teniendo en cuenta que prácticamente no mira televisión y su chismoseo en las redes se reduce a Pinterest, me hago una idea.
―Cuando quiere verte ―dice y, evidentemente, me he perdido en mis pensamientos sin ver qué decidió marcar en la anterior ―: a) Te escribe con antelación para que no haga planes, b) te escribe un texto o un emoji sugerente o c) se acerca a tu casa sin pensarlo ―No vacila ni por un instante y pasa a la anteúltima.
Exhalo profundo, pensando en demandar judicialmente a quién demonios sea que publica estas mierdas.
―¿Han hablado sobre sus parejas anteriores? ―bueno...no he sido completamente honesto, pero sabe que no fui un santo. Ella misma reconoció que yo era un jugador, por lo tanto, la respuesta sería un "sí" más grande que un estadio de futbol americano ―: a) Sí, nunca han temido hablar de ello, b) nunca han hablado de ello o c) a veces, es bastante incómodo y él suele cambiar de tema fácilmente.
Recapitulando, fue de mal gusto enterarme en la cafetería que su ex la había abandonado antes que me lo dijera ella misma, por lo que, técnicamente, estamos a mano.
¿O no? Ella clava el bolígrafo en el anotador con su respuesta. Creo que eligió la segunda opción.
―¿Tienen pensado dar el "próximo paso"? ―Elevo una ceja y espero porque enumere las opciones, pero mucho más, porque defina qué hará ante mi propuesta ―: a) No, ambos saben que esto es una aventura, b) ambos lo pensaron, pero ninguno ha dado el paso porque, así como están las cosas, ustedes están bien o c) te encantaría, pero te da miedo que escape para siempre si le dices que quieres avanzar en la relación.
Trago fuerte. Ella no me mira y relee el texto, con sus pupilas yendo de un lado al otro.
―Adiós, nos vemos en un mes. ―la voz de la doctora Mosche saludando a la pareja anterior nos arranca de este momento y maldigo sin saber si esto es "sexo o algo más" para ella.
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