OO7
pov's mihane
El timbre sonó avisando que el descanso comenzó, las dos primeras clases del día pasaron volando, algo raro, usualmente se siente como una eternidad, pero hoy extrañamente el día estaba fluyendo diferente, se siente como uno bueno. Puede que sea porque Park JiMin me dejó estar en el mismo auto que él y su horrible novia ni siquiera me molestó y eso era... bueno. El salón entero salió, yo me había quedado aquí porque prefería almorzar sola en mi pupitre a que tener que oírlos hablar de mí.
La soledad de la que disfrutaba hace poco fue rota por una melena castaña, lo habia visto más temprano pero no le di mucha atención, pues su manera despectiva de siempre llamarme me hace querer no saber nada de su persona, siempre intento ignorarlo. Desde la primera vez que lo conocí jamás lo he oído decirme algo bueno, es igual que la idiota de su cuñada.
—¿No deberías estar en tu salón? —le dije, sacando mi almuerzo de la mochila.
Él sonrió ladinamente mientras se acercaba cada vez más, los golpes en su rostro aún seguían intactos aunque un poco menos marcados que ayer. Supongo que fue a la enfermería y le dio resultado.
—¿Y tú en el comedor?
—No es obligatorio.
—Tampoco lo mío. —se atrevió a sentarse en la silla del chico que va adelante mío, con su cuerpo dando a mi.
—¿Qué es lo que quieres?—mordi el emparedado.
—¿Debo querer algo? —arqueé mi ceja—. De acuerdo... me preguntaba si eres buena en matemáticas.
—Sí, lo soy.
Una sonrisa que no supe identificar se mostró en su rostro, trague saliva con nervios y apreté mis dedos del pie bajo mis zapatos, no sé porqué pero él me da mucha mala espina.
—La cosa es que necesito un maestro particular antes que cierren notas en este trimestre, tengo examen la próxima semana y no se nada del tema... me preguntaba si tu quisieras ser... bueno, ya sabes, ¿mi maestra? Prometo pagarte bien.
Siendo honesta, tenía grandes posibilidades de poder decir que no y echarlo, pero mi ambición por ese dinero y esa mirada que me dedicó como si esperará mucho de mí me hizo dar un giro mental. Apoyó su cabeza sobre su puño cerrado y siguió observándome con esperanza.
—... está bien.
¿Por qué acepte?
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