No Way Out
Santana fue despertado de su transe, notando sus múltiples amarres y al par de vampiros a su lado, existía una ventana la cual proporcionaba luz natural, la cual llegaba a los pies del hombre del pilar, frente a él notó a cinco presencias, las cuales eran Ferdinand quien comía una manzana roja en una esquina, Stella quien estaba más cerca de los prisioneros, Mista quien estaba a un lado de Giorno Giovanna y detrás del jefe Nicolás, quien parecía montar guardia. Giorno Giovanna se acercó sin temor al agresor de Passione, sabiendo que I Don't Want To Miss A Thing lo tenía sujeto.
—Me dirás quien te envío a asesinarme y lo harás AHORA — demandó el hombre rubio con una tranquila furia.
—Eres tal y como te describieron — respondió el hombre atrapado, miro sus escasas ataduras — de cualquier manera sucedió lo que yo buscaba.
—¿Y eso era verme? ¿Por eso mataste a mis hombres? — no estaba nada contento con el hombre de escasa ropa.
—Debía saber si tenías lo necesario y me doy cuenta que si, ni siquiera pude llegar a ti.
—No eres un hombre ordinario, posees habilidades nunca antes vistas, pero no tienes un stand, lo único claro que se de ti es que eres un hombre del pilar, un ser antiguo, antes prisionero de la fundación Speedwagon y prófugo actualmente — Giorno perdió su tiempo, pero en la información conseguida no venían detalles de los sucesos con ese grupo de hombres.
—Fui derrotado hace años, capturado e investigado por tanto tiempo, hasta que alguien susurro palabras a mi decadente ser — contaba Santana sin gusto alguno — Pero el motivo de mi visita era para hablarte de alguien muy importante para ti, la foto del tipo que tienes en la billetera.
—¡¿Tu lo conociste?! — hizo una pregunta trampa, sabía perfectamente el tiempo que Santana estuvo atrapado.
—No, yo no tuve el placer de conocerlo, pero si conocí a alguien que estuvo con el por un largo tiempo — respondió con satisfacción la pregunta, así Giorno le permitió continuar — me contó que tú padre tenía un sueño, uno que daría paz a todo el mundo, traer el cielo a la tierra.
—Suena muy ambicioso.
—En efecto, pero no pudo cumplir con su meta por un hombre o mejor dicho una familia — miro sin titubear los ojos del jefe mafioso — los Joestar. ¡Jotaro Kujo mato a tu padre! Nunca te lo menciono ¿cierto?
Sus revelaciones dieron mucho que pensar al rubio, quien perdió la compostura por un segundo.
—¿Cuál era su nombre? De mi padre ¡¿Cuál era?! — exigió un poco alterado.
—El era Dio Brando, un vampiro excepcional — respondió Santana.
—Vigilen a este hombre, volveré luego — se retiraba del sótano.
Apenas subió las escaleras tuvo que apoyar su espalda contra la pared, era mucho para digerir, sentía como le faltaba el aire.
—Los Joestar — musitó despectivo, cayó sentado en el piso, sumido en sus pensamientos — quiere una guerra contra ellos y por lo sabido gracias a Ferdinand, el no tiene stand, lo que nos da una amplia ventaja en su contra.
Mista sube poco después encontrando a su jefe y compañero en el suelo.
—¡¿Estás bien?! ¡¿Qué ocurre Giorno?! — apuntaba el pistolero con su arma hacia los alrededores, eso le dio gracia al rubio, poniéndose de pie.
—No pasa nada, solo pensaba — respondió adoptando nuevamente su faceta serena.
—¿Le harás caso? — pregunto antes de que su jefe se fuera.
—Necesito saber más antes de tomar una decisión, hablaré con el más tarde, mientras tanto cuida de Stella y Ferdinand, con ambos lo tendremos controlado — ordenó el hombre de las catarinas, pasando a retirarse.
—¿Una guerra dijo? — llegó la tortuga Polnareff por el lado opuesto, logrando escuchar a medias.
—Si, todo parece ser una venganza por su padre — Mista estaba preocupado por su amigo.
—Si terminamos en guerra quiero que te sepas cuidar la espalda, Giorno ni nadie se sentiría bien viviendo sin un amigo, lo sé por experiencia propia cuan horrible es perder a tus seres queridos — sus ojos traían consigo la melancolía y la impotencia.
—Gracias, lo tendré en mente, pero me gustaría saber una manera de vencer a esos vampiros — expreso su mayor preocupación.
—Creo que puedo ayudar con eso.
En Japón, Joseph se apuraba a salir de la fundación Speedwagon, tenía una meta clara y no pensaba dar marcha atrás, al bajar el elevador pensó por un momento en Suzie Q, en Hope su hija, en Josuke que aún estaba en tratamiento, su hija adoptiva Shizuka, quien no volvería a ver y también en el terco de Jotaro.
—Lo siento, no puedo mantener mi promesa — se decía a sí mismo — tengo que hacerlo, aunque signifique mi fin, la última vez eso nos guío a la victoria sobre Dio, no dudo que sucederá de nuevo.
Llegó a la calle, donde lo esperaba un taxi, subió sin mucho problema y el transporte avanzó.
—No soy torpe, ya lo investigue con antelación, ya que debo aprovechar mi claridad de mente, la vejez me pasa factura — se continuaba diciendo — tu también deberías aprovechar tu tiempo, deberías estar con ella, criarla y ser un padre para ella. Te he escuchado como en sueños pronuncias su nombre con preocupación, hazte un favor y quédate con ella.
El taxi lo dejo en el aeropuerto listo para su último destino, respiro profundamente y fue allí.
—Por mi parte haré lo que pueda por mi familia, no me odies, ni mucho menos te culpes, me alegra poder ser de ayuda aún a esta edad.
Dejo una carta en la habitación de su nieto con dichas palabras, mientras un avión partía a E.U.
Jotaro no leería la carta esa noche, debido a que en un parque encontró lo imposible, encontró al hombre de melena roja, le daba la espalda con una mano en la cintura y jugaba con una cereza en la boca, Jotaro quedó sin habla, todo parecía dar vueltas.
—¡Realmente eres tú! — vocifero estupefacto — ¡Noriaki Kakyoin!
—Cuanto tiempo sin vernos Jojo — mordió la cereza el hombre de lentes negros y bufanda blanca.
Continuará...
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