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3.

El acoso de Youngho se hizo algo rutinario: las miradas cruzadas, los roces aparentemente inocentes, los susurros disimulados... Chittaphon era incapaz de realizar su trabajo con normalidad, su cuerpo se encontraba en un estado de tensión constante, en alerta por si se le ocurría tocar más allá de los límites de su ropa... Otra vez, porque no sería la primera ocasión en la que las grandes manos masculinas y venosas del joven amo viajaban más allá de la falda del uniforme, rozando sus níveos muslos.

Cuando Lucas se enteró de aquello, por poco no agarró una pala para ir a darle su merecido, como él decía, pero Chittaphon frenó a su amigo de hacer una tontería que les pudiera acarrear un problema más grave. Le aconsejó esperar hasta un nuevo episodio de acoso físico antes de poder quejarse, porque de lo contrario nadie les creería, al ser una simple doncella de servicio y el jardinero nuevo en plantilla.

Los episodios de toqueteos se sucedían, uno tras otro, y ante la impasividad de Chittaphon, Lucas entró en cólera. En una de las pausas que tuvieron ambos, decidió llamarla a su habitación personal, donde podrían hablar tranquilamente.

ㅡ Me prometiste que si se volvía a repetir, hablaríamos abiertamente con el resto del servicio y con la jefa de las doncellas para poder poner una queja. ¿Qué narices te pasa?

La joven no sabía qué hacer ni qué decir. Sabía y recordaba perfectamente las palabras que le había prometido a su amigo, pero cuando llegaba la hora de la verdad se veía incapaz de decir nada al respecto, se le cortaba la voz; justo como en ese momento.

ㅡ N-no es lo que crees, Lucas. De verdad... Confía en mí.

ㅡ ¿Que no es lo que creo? Entonces dime, cuál es la verdad. Porque lo que yo veo es que mi mejor amiga está siendo acosada por un gilipollas prepotente que se cree que todo el dinero que tiene le da derecho a tocarte cuando le plazca como si fueras de su propiedad, como un perro o un objeto.

ㅡ Pero... En el fondo lo soy, ¿no? Trabajo para él, no podría quejarme o acabaría en la calle. ㅡchittaphon miró a su amigo con la palabra "agobio" escrita en sus oscuros orbes, además de un brillo tristeㅡ Sabes que no puedo perder este trabajo, mi familia se moriría de hambre.

ㅡ ¿Y para eso tienes que vender tu honor y tu dignidad? No sé, Chittaphon. No me cuadra tu forma de pensar. Siempre has sido una blanda, y hasta ahora lo había considerado incluso adorable, porque me daban ganas de protegerte a toda cosa. Pero esta vez... Has ignorado mis consejos, me has hecho promesas vacías y te has metido tú solita en la boca del lobo. Como eres tan lista de actuar por tu cuenta y riesgo, deberás ser igual de lista para salir de ahí sin que te haga daño. ㅡse tomó una pausa, en la cual Lucas se levantó de la cama donde se había sentado, tomó el sombrero de faena y se quedó parado en la puerta, desde la cual miró a su amiga con gesto descompuestoㅡ. Espero que todo esto no sea porque has terminado colada por él.

Y dicho eso último, marchó a trabajar, dejando a la joven sobre aquel camastro deshecho, sin saber qué pensar. Sus palabras la habían hecho reflexionar, y sabía que tenía razón en todo lo que decía... ¿Todo? Por un momento se paró a pensar si su comportamiento pasivo podría tener algo que ver con unos sentimientos hacia él. Rápidamente se dio de golpes en la cabeza, sacudiendo esta hasta despeinarse.

ㅡ No seas ilusa, Chittaphon. No puedes enamorarte de un tonto como él. Tienes que hacer caso de Lucas y plantarle cara. Ni una más le pasaré.

Determinada con su nueva decisión, y segura de que esa vez no se achantaría, se puso en pie e, igual que había hecho su amigo, partió hacia su lugar de trabajo para continuar la jornada.




ㅡ Chittaphon, el joven amo te llama a su cuarto.

El corazón de la doncella se aceleró abruptamente. Apenas habían pasado treinta minutos desde su charla con Lucas, y ahora tenía algo de miedo sobre lo que fuese a pasar. ¿Se intentaría sobrepasar de nuevo? ¿Le haría algún comentario impropio y fuera de lugar? No sería la primera vez que lo hiciera, pero ella tenía claro que debía ser la última. Cerró las manos en sendos puños, con determinación, relajándolos después para coger la bandeja que le tendían. Era la hora del almuerzo de media tarde, y Youngho había pedido expresamente que fuera ella quien lo subiera a su cuarto.

Una vez frente a la gran puerta de roble blanco, tocó con los nudillos las tres veces reglamentarias antes de girar el pomo y caminar al interior, sin decir nada. Tan solo hizo una reverencia al entrar y otra tras dejar la bandeja con la comida en una mesa auxiliar cercana. En todo momento mantenía la vista agachada, por educación, y también evitando ver algo que no quisiera ver. A punto estuvo de realizar una tercera reverencia, señal de que abandonaba la estancia, cuando escuchó la voz del chico.

ㅡ Eh, Chittaphon.

La interpelada se congeló en el sitio, tragando saliva. Cuadró su cuerpo con elegancia, elevando la mirada en dirección al joven, que yacía sentado en la cama del cuarto, piernas extendidas y un ordenador portátil sobre el regazo, que tras establecer contacto visual directo con él, lo cerró en un rápido movimiento. Chittapon se mantuvo impertérrita.

ㅡ ¿Si, joven amo?

ㅡ ¿Dónde vas con tanta prisa?

Cómo odiaba esa frase; sabía que tras ella pasaría algo desagradable. De hecho, lo vio moverse, bajando las piernas de la cama. Chittaphon tragó saliva, pero no se movió de donde estaba; no pensaba ceder.

ㅡ Debo seguir trabajando, joven amo. Avíseme cuando termine con la comida y yo le retiraré la bandeja. Me la puedo llevar ahora mismo, si no le apetece nada. ㅡcomo un robot repetía las palabras que le habían enseñado a decir.

Viendo que no obtenía respuesta por su parte, simplemente realizó la reverencia por educación y se dio la vuelta para salir por la puerta, de la cual ya había tirado del pomo para abrirla. De pronto, se cerró en su cara, y no había sido ella. Un cálido aliento caía sobre su nuca, haciéndola estremecer.

ㅡ No vas a poder escapar de mí, pequeña flor. Hoy vas a ser mía.

Youngho cada vez estaba más cerca de la pequeña Chittaphon, que quedó aprisionada contra la puerta, sintiendo el gran cuerpo masculino pegado a ella, a su espalda, haciéndola temblar. Eran unos temblores suaves, su ronca voz en su oído le provocó un nuevo estremecimiento, dejando su piel erizada. Con las manos pegadas al pecho, entre este y la puerta, tragó saliva de manera sonora, rezando porque alguien en ese momento llamase a la puerta y los distrajese lo suficiente como para permitirla escapar...

No era su día, los dioses habían decidido tomarse un descanso de sus plegarias.

ㅡ ¿Por qué estás tan nerviosa? Puedes relajarte, estás conmigo.

Eran las típicas palabras que usaría con todas, pensaba Chittaphon, mientras cerraba los ojos con fuerza. Ella nunca había conocido varón, su cuerpo seguía tan puro como había salido del vientre de su madre 22 años años atrás, ni siquiera la luz del sol había podido rozar su piel, sensible a la radiación del astro luminoso. Ahora, aquel chico desconocido se había aventurado a tocar allí donde nadie había estado, ni tan siquiera sus padres.

Pronto, esa misma mano que estaba contra la puerta y la había cerrado con tan solo hacer presión sobre ella, se encontraba en su estrecha cintura. Chittaphon se encogió en el sitio del miedo que sentía en esos momentos. No quería seguir siendo acosada, pero igual que le había contado a Lucas, su cuerpo se bloqueaba al instante en que comenzaba todo, y se veía incapaz de responder, de ninguna manera, ni tan siquiera verbalmente. Había llegado a un punto de rendición física y mental en el que ella tan solo cerraba los ojos, dejaba la mente en blanco, y esperaba a que Youngho se cansara en algún momento, cuando veía que ni tan siquiera reaccionaba. Ese tipo de gente solía parar cuando no obtenía respuesta alguna de sus víctimas, por aburrimiento.

Pero ese día no era el caso, aquel joven adinerado parecía dispuesto a seguir hacia delante, hasta el final, incluso si este implicaba una violación. Chittaphon tenía miedo, mucho miedo... Y no era precisamente por perder su virginidad, tan bien atesorada, lo que le asustaba, sino otro detalle oculto, que nadie más, además de su familia, sabía. Pero no podía frenarlo, no podía apartarlo, no podía hacer nada.

Sus gruesos labios jugaban a susurrar palabras en inglés que Chittaphon apenas lograba comprender, porque a tanto no habían llegado sus lecciones en ese idioma extranjero, pero que hacían estremecer su débil cuerpo; rozaba con ellos su oreja, bajaba por su cuello, desprovisto de protección y, en cierto momento, incluso llegó a sentir que depositaba en la curva del mismo un beso tan suave que no parecía ni venir de él. En ese exacto momento, de entre los finos belfos de Chittaphon, escapó un jadeo tenue y dulce.

Youngho detuvo sus manos a la altura de sus caderas, tan sorprendido como lo estaba ella, pero las reacciones a partir de ese instante fueron diferentes para cada uno de los dos: la joven se quería morir, quería que se la tragara la tierra y no hacía más que maldecirse por haber sentido algo de gusto con sus gestos, mientras que el gran chico extranjero estaba más que encantado por el logro que había conseguido.

ㅡ Estás bajando la guardia... Eso me gusta. Quiero que seas mía, pero quiero que lo disfrutes y lo goces, porque pienso hacerte tocar el cielo sin necesidad de salir de la cama.

Aquellas palabras hicieron sonrojarse a Chittaphon. Si bien nunca antes había tenido contacto con chicos, mucho menos había sido objeto de tales palabras, una promesa que, sinceramente, pintaba muy bien para ella, pero en la que no podía confiar por el miedo. Además, no debían hacer nada, siendo jefe y empleada. Quizás es que Youngho tenía algún tipo de inclinación por ese tipo de cosas... ¿Por qué estaba pensando eso? Debía zafarse cuanto antes de su agarre para huir y contárselo todo a quien estuviese dispuesto a escucharla; si es que había alguien.

Su intención era esa, pero de nuevo, algo truncó sus planes. Sendas manos del joven habían traspasado la frontera que había interpuesto la falda de su traje de trabajo. En muchas ocasiones la joven había manifestado su rechazo ante la corta longitud de la misma, pero como nunca había tenido ningún incidente en el trabajo respecto a esta, la disputa quedó solo en una queja pasajera. A raíz de estar en esos momentos tan indefensa, deseaba poder tener una falda que le llegase hasta los tobillos, y que ello dificultase enormemente las intenciones del contrario de colar la mano allí debajo; algo que acabó haciendo.

El corazón de Chittaphon se aceleró, cada vez más latía con mayor fuerza, con una intensidad tal que parecía que se le iba a salir por la boca en cualquier momento. Cerró los ojos y esperó el momento más inevitable, algo que no quería que sucediese, su secreto mejor guardado en manos de un ricachón altivo y salido.

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