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Capítulo 18- Josefine no se va



Jackson

Mis ojos todavía se encuentran perdidos en el color verde de la hierba; hay algo que desde esta mañana no deja de rondar en mi cabeza.

Josephine.

No sé por qué no dejo de pensar en ella; trato de evitarlo, pero es imposible. La forma en que me miró esta mañana, me miró con pena, tristeza, como si estuviera derrotada. Sé que cualquier persona le haría caso omiso, pero no puedo hacerlo y no sé el porqué, pero lo que sí es muy extraño es Josephine. Sé que no soy el más cercano a ella, pero la conozco lo suficiente para saber que ella no es chica de eso; más bien camina y mira con altanería y soberbia, incluso a veces más que yo. Y eso es mucho decir.

— Jackson — una voz aguda me saca de mis pensamientos.— Jack vuelve y grita.

Cuando mi mente vuelve en sí, los ojos azules de Danielle se encuentran mirándome fijamente con curiosidad, sentada sobre mis piernas como si esperara algo.

— ¿Qué sucede? — pregunto un poco perdido.

— ¿Qué te sucede? — Es más una queja que una pregunta —. Tienes todo el día perdido — me examina el rostro de arriba hacia abajo —. ¿En qué piensas?

En Josephine.

— En nada — hago caso omiso a su pregunta —, solo tengo mucho estrés con papá en la casa.

— Sabes que, si necesitas decir que vas a mi casa, puedes.

— No, creo que ya mi padre sospecha.

— Pues tengo que irme, pero si necesita...

— Sé que está ahí — le sonrío—. Te llamo más tarde.

Ella asiente y se va.

— Amigo, pensé que era el único que lo notaba — miro a Liam un tanto extraño —. Que tienes toda la mañana perdido en tus pensamientos.

— Yo soy el único que ha notado a Josephine; ha estado diferente.

Josh y Liam se miran extraños.

— ¿Y tú qué haces pensando en Joey? —indaga Josh.

— ¿Pero soy el único que nota diferencias?

— Creo que deberías atender algo más importante ahora.— Los ojos verdes de Josh miran atrás de mí, logrando que me gire.

Mi padre, en conjunto con sus hombres de seguridad, entra a la escuela con su típico traje con corbata, dejándome saber que viene del trabajo. ¿Qué demonios hace papá aquí?

Él se acerca a mí.—Buen día, Jackson — dice con su típica voz neutral.

— Papá, ¿qué haces aquí?

— No puedo venir a ver mi escuela y a mis hijos — me mira desaprobatoriamente —, además de que escuché algo y quería venir a asegurarme de que no es cierto.

— ¿Qué escuchaste?

— Vine a averiguar si es cierto que practicas basquetbol.

Una corriente recorre todo mi cuerpo, siento cómo el aire deja de entrar en mis fosas nasales. ¿Cómo demonios se enteró?

— Papá, eso no es cierto — trato de sonar lo más seguro posible.

— Eso lo averiguaré yo mismo.

Me pasa por el lado para continuar su camino dentro de la escuela, sin ver a los chicos. En seguida sigo su camino con mi corazón latiendo a mil por hora. No puedo decirle nada porque mi papá es un hombre muy terco y hasta que no lo compruebe por él mismo, no se irá de aquí.

Desde lejos veo a mi hermana Jackelyn, que con la mirada me hace la pregunta que me hago desde que papá llegó: ¿Cómo se enteró? La observo y le hago la típica seña que le hacía de pequeña cuando le indicaba que estaba en problema.

Ella intenta acercarse, pero una chica interviene diciéndole algo y parece muy preocupada. Su mirada vuelve a mí, pidiéndome perdón con esta. Al parecer tiene que irse, pero le hago la señal indicando que no se preocupe, yo veré cómo lo resuelvo.

Seguimos caminando hasta dentro de la escuela, pero mientras vamos avanzando en las instalaciones, el profesor encargado de negocios pasa por nuestro frente, causando que mi corazón se detenga unos segundos. Estoy frito.

Él gira su mirada a mi dirección y, como si me conociera de toda la vida, le sonríe.

— Hola, Jackson — me saluda amablemente mientras se acerca —. ¿Cómo va tu día?

— T-todo bien — respondo algo extrañado; a lo que él me guiña un ojo.

Se gira hacia mi padre: —Buen día, señor Lombard — le estrecha la mano a mi padre, a lo que él se la responde amablemente—.Yo soy el profesor que imparte la materia de negocios de su hijo.

Aunque intenté disimularlo, mi sorpresa salto de emoción por dentro.

— Un placer, señor...

— Bartolomeo Bennett.

— Señor Bennett — mi padre pone su mano en su hombro — es bueno saber que mi hijo está en su clase, ya que en un futuro él será quien dirija la empresa familiar.

Me da una rápida mirada a lo que yo esquivo, dando a entender que esa idea no es de mi agrado.

— Lo que no entiendo es porque me llamaron diciéndome que tú habías ganado una beca para jugar basket.

Y me río con ironía, porque sé quién fue, la única que no tiene miedo a morir, y que es capaz de tirarme de la azotea, la chica del cabello rosado.

Antes de que yo pudiera responder, el profesor responde: — Usted sabe cómo son los chicos — hace un ademán—, hacen bromas sin ver la consecuencia.

— Es cierto —la cara de mi padre se relaja, dándome buena espina; acabo de salir de este gran lío — me gustaría hablar con usted.

Toma al profesor por el hombro y comienzan a caminar delante de mí, mientras yo sigo tratando de escuchar lo que habla, pero se me hace imposible. Luego de unos largos minutos, mi padre deja de hablar con el maestro.

— Muy bien, hijo — se acerca a mí mientras arregla su corbata — todo está en orden, iré a saludar a tu hermana y ver algo que tengo pendiente.

— Me alegra que todo se haya aclarado, papá — es lo único que respondo, mientras observo sus ojos azules.

— Nos vemos luego, hijo.—Se va por el pasillo y lo observo hasta que llega al final de este y dobla en sentido izquierdo para llegar a la dirección.

Luego de desaparecer, giro mi cabeza hacia el profesor que se encuentra en el aula sumergido en sus papeles; me acerco.

— Realmente se lo agradezco mucho, profesor Bennett, no sabe de qué lío me ha salvado — le expresó bastante sincero — y le prometo que su trabajo no se verá afectado.

— Eso espero — bufa —, aunque esto no me lo deberías agradecer a mí.—Frunzo el ceño. ¿Y a quién más? — Si no a Joey, ella vino a mí diciendo que un amigo de ella necesitaba ayuda y me pidió este favor.

Inconscientemente, una sonrisa de lado se postra en mi rostro, cosa que no debería ser, porque estoy más que seguro de que ella fue quien llamó a mi padre. ¿Quién más se atrevería a hacer eso? ¿Pero lo que no entiendo es el porqué, si ella lo llamó, ella lo detuvo?

— Sí, hablaré con ella — quito la sonrisa de idiota que tengo en mi rostro —. Muchas gracias por segunda vez.

Salgo del salón de clases para buscar a Joey, aunque no tengo ni la mínima idea de dónde está. Sé que no está en el dormitorio, porque es hora de clases y eso no se permite.

En el camino veo a un grupo de chicos murmurando y mirando en la dirección. ¿Ahora qué sucede y por qué no me he enterado?

— Chicos — llamo la atención de todos y la primera que viene sobre mí es mi novia.

— Jack — me da un beso en el cachete.

— ¿Qué sucede? — indago, refiriéndome a que todos ellos susurran mientras miran a la dirección.

— Solo sucede que tu novia te hizo un favor — dice Sandre, una de las gemelas, y las tres chicas se miran muy sonrientes.

Miro a mis amigos esperando que me expliquen qué está pasando; en cambio, ellos me miran igual de confundidos.

— ¿Qué hiciste? — le pregunto a Danielle.

— Solo que por fin nos deshicimos de Joey.

Arrugo las cejas tanto que dejaría línea de expresión. ¿Qué hizo Danielle?

— No entiendo.

— Yo estaba en la cancha de basket cuando ustedes se juntaron — esperen que... — Entonces escuché cuando habló sobre que ella robó el examen y te amenazó con que si lo decías, ella revelaría tu secreto con tu padre — se refiere a que juego basket —. Así que entendí que tú no podías delatarla, ya que ella te perjudicaría, pero, en cambio, a mí — se señala a sí misma con las manos — ella no me puede hacer nada, así que te hice un favor, nos liberé de ella.

Esto no lo hizo ella por mí, lo hizo por ella y estoy más que claro de por qué.

— ¿Quién te dijo que hicieras tal cosa? — escupo.

— Yo...

— Tú nada — escupo —, no hagas estupideces si yo no te doy la orden, y Joey no se va.

— ¿Por qué no? — se indigna.

— Porque no me da la gana.

— Pensé que quería que ella se fuera — yo también pensé eso. —Ella resopla y me amenaza — solo quiero que tengas en cuenta que si yo caigo, tú caes conmigo.

— Nada pasará,Danielle, así que deja el drama.

Ella se va dejándome el problema ahí, y sé que tengo que resolverlo. Me doy media vuelta, quitando a todo el mundo del medio, y entro a la oficina del director sin permiso y con la mirada de desaprobación de la secretaria.

— Buenos días, director — la mirada de él y de Joey se postran en mí.

Pasó sin permiso alguno y tomo asiento en la silla siguiente a Joey, que me mira como si me hubiera salido una tercera cabeza.

— Me he enterado de que usted quiere expulsar a esta chiquilla por el hecho de que robó un examen.

— Eso era algo confidencial — el director le da una rápida mirada a Joey —, pero sí, lamentablemente la señora Josephine será expulsada.

Le doy una rápida mirada a Joey mientras ella baja, la deja. Una pequeña opresión se coloca en mi pecho; nunca la había visto bajar la mirada ante alguien.

—¿No cree usted que eso es algo muy severo?— opino.

— Esas son las reglas de la escuela.

— Es cierto, son las reglas, hay que ser justos — sonrió —, pero ¿qué pensaría el Consejo Escolar y mi padre cuando se entere de que usted expulsó a una chica por robarse un examen, pero no a un chico por golpear a una chica? — Su cara cambia y me doy cuenta de que di en el clavo — porque claro, mírele el labio a la joven Joey — miro su labio partido y una pequeña rabia se apodera de mí — y lo único que hizo fue darle una sanción al chico.

— Son situaciones diferentes.

— Claro, son diferentes — escupo —. La de abuso hacia la mujer es peor, no digo que Joey sea inocente, pero la diferencia es que el idiota ahora mismo debe estar muy relajado mientras que la chica tiene un labio partido y está a punto de irse de la escuela — suspiro — y algo me dice que no fue expulsado porque el padre de él es el que paga la membresía de su club de golf, o me equivoco.

El rostro del director es un poema, al ver que es eso. Yo lo sé todo, solo que lo guardo para cuando lo necesite. Él sabe muy bien que si el consejo y mi padre se enteraran, puede perder su trabajo y todos sus atributos.

—Creo que sí estoy siendo un poco severo con la señorita Bennett — mi sonrisa se agranda más —. Creo que con un castigo será suficiente, llamaré a sus padres y les diré que el malentendido se arregló — dice muy disgustado.

— Muchas gracias, director — dice la del pelo rosado.

Satisfecha, Joey es como yo y de eso no cabe duda.

— Espero que esto quede de forma confidencial.

Asiento, sabiendo que cumplí mi cometido. Ella abre la boca, pero yo logro salir mucho antes de que ella diga algo, dirigiéndome a mi habitación donde quizás pueda esconderme, ya que las mujeres no deben entrar aquí. Pero todo no es bello porque luego de diez minutos la puerta es tocada.

Me acerco y la abro y creo que está de más decir a quién me encontró. No sé por qué me vine a esconder aquí, como si Joey siguiera las reglas.

— Joey.

— ¿Vas a escapar de aquí también? — dice en voz baja.

Abro la puerta indicando que puede entrar; ella pasa con la cabeza abajo, luego cierro la puerta, y ella pasa su mano por su pantalón de mezclilla. Está nerviosa, eso es algo que aprendí de mi hermana; ella de pequeña, cuando se ponía nerviosa, sudaba las manos y se las pasaba por su falda para secárselas.

— Iré al punto — esa es la típica Josephine Bennett —. ¿Por qué me ayudaste? Pensé que querías que me exploraran.

Me encojo de hombros y decido callar, ya que no quiero admitir la razón de por qué la ayudé.

— Tú lo hiciste conmigo — me dejo caer en la cama — y no me gusta deber favores.

Esperaba que con mi respuesta tan cortante ella se molestara y se fuera, pero hizo lo contrario.

— ¿En serio? — dice passivamente — pero yo te ayudé porque yo misma te metí en ese lío — admite sin remordimiento — pero tú porque lo hiciste, quiero la verdad — escupo. — Pensé que me querías fuera; lograrías seguir tus legados y poder decir que no importa lo que pelee, al final lograste sacarme de aquí.

La observo unos segundos, sus ojos grises y su nariz abotonada que tanto me gusta; tengo ganas de pellizcarla.

— Pues ya no quiero que te vayas — le digo — quiero ser yo quien te arranque la cabeza, así que si te vas, no será posible. — Me levanto, quitándome de su lado porque necesito poner algunas millas entre nosotros.

Ella suelta una risa que me acelera la respiración.

— Pues lo lograste — me dice y se levanta — realmente no sé qué es lo que sucede y por qué realmente lo hiciste,pero gracias, no sabes lo que me salvaste.

Acerca a mí y deposita un beso en mi mejilla, y mi mente hace completo circuito. Ella se da media vuelta para llegar a la puerta, pero no lo hace, no logra irse porque llegó antes que ella y la arrincona contra la puerta.

La aprisiona contra mi pecho y contra la puerta, dejándola sin moverse. Mi nariz chocó con la punta de ella cuando levanta la mirada para verme, con su nariz abotonada. Sus ojos se dilatan y se ven algo más oscuros que de costumbre; ella solo me mira como esperando a que yo haga algo.

Evaluó su rostro, su lindo rostro, con la piel muy pálida y sonrojado. Mis ojos se instalan en sus labios, en sus regordetes y rosados labios.

— ¿Sabes lo que son los pensamientos contradictorios? — le pregunto sin dejar de mirarles los labios.

— Por lo que sé, es cuando tus pensamientos e ideales van a encontrarse en tu comportamiento — escucho lo que dice y cómo sus labios se mueven —. ¿Tienes algún pensamiento contradictorio?

Asiento.

— ¿Cuáles?

— No supone que no te soporto — habló —, que no te quiero cerca, que me molesta tu presencia, que te odio — suspiró —, pero al mismo tiempo tengo una enorme gana de besarte.

Su piel se torna roja desde el cuello, dándole un aspecto tan adorable, cosa que es muy extraña en Josephine. Ella es de todo menos adorable, pero ahora ante mis ojos, mierda se ve preciosa.

— Besarme — dice demasiado lento —. Me pasa a veces, es demasiado incómodo — confiesa —. Se supone que no nos soportamos.

— Eso es lo que no siento — vuelvo por mí la mirada a sus ojos —, no sé por qué me siento así.

— Quizás es parte del odio — se encoge de hombros — quizás deberíamos tener sexo y quitarnos todo lo que sucede — bufa.

Pero mi mente, por segunda vez, hace cortocircuito; delante de mi cabeza se hace una nube, una nube de lujuria que ciega mis ojos y la corriente se envía a mi polla.

Miles de imágenes pasan por mi cabeza: Joey debajo de mí, sobre mí, gimiendo, desnuda, con su piel inmaculada de tono rojizo, gimiendo en el oído.

Mierda.

— Podemos hacer eso — pongo la mano en su cintura, acercándola hacia mí — claro, eso es lo que deberíamos hacer.

— Jackson, no...

La tomo de la cintura y, como me imaginé, ella no pesa nada. Con sus gritos diciéndome que me baje, la tiro en mi cama y ella rebota en ella.

— Jackson, por Dios, lo dije bromeando, oh Dios.

Suelta de repente cuando me quito la camisa, dejando mi torso a la vista y colocándome sobre ella.

— Jackson — Murmura — te dije...

— Vamos, Joey, es probable que después de esto nos volvamos a odiar.

— No, que no te gustaban las camioneras — le quito un mechón de cabello rosado de la cara.

— Tú no me gustas — gruñó sobre sus labios —; tú me vuelves jodidamente loco.

Pego mis labios en sus labios, absorbiendo cada centímetro de sus deliciosos labios; ella suelta un leve gemido, que me hace nublar una vez más mi cerebro, que no está funcionando correctamente. Cuando sus labios hablan de besos y sexo, creo que eso fue lo que entró en mi mente.

La puerta se abre de golpe.

Mierda.

Joey se queda tiesa y nos miramos unos con otros; giro la cabeza, encontrándome con dos personas que me miran. Ni siquiera sé cómo describir cómo me miran.

Bueno, al menos no es el rector ni nadie que me pueda comprometer.

Josh y Liam.

Joey se la ingenia para salir debajo de mí y caer en la cama mientras ella sale corriendo, esquivando a los dos personajes que están en la puerta.

— Y ustedes no hace dos días estaban peleando — exclama Josh — no comprendo cómo es que la gente se enamora ahora.

— Sabes que no comprendo nada de lo que sucede — murmura Liam —. Algo que decir.

— No, no tengo nada que decir.

Me levanto de la cama mientras me dirijo al baño, porque necesito una ducha muy fría para tranquilizarme y quizás poder volver a poner mi mente donde va.

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