Capítulo 14 - Yo al control
Josephine
— ¿Y podrás con todo eso? — pregunta Rose mientras observa la pila de libros que llevo en mis manos con una mueca en el rostro.
— Si Rose soy más fuerte que esto — levanto los libros llevándolos a un nivel que me sienta cómoda y no que se me caiga la espalda.
Con cierta mueca de dolor por todo el peso que llevo encima, emprendo mi camino. Jackson últimamente me obliga a hacer muchísimas cosas con tal de mantener su boca cerrada, lavar su ropa, darle mi tarea, llevar sus libros al aula, como estoy haciendo actualmente. Llevo casi quince libros, claro, contando los míos, y lo peor de todo es que sé que me hace llevar muchos a propósito, ya que solo vamos a clase de literatura y sé que no los utilizará todos.
Pero soy más fuerte con eso. No me hará arrepentirme ni darme por vencida por nada.
— ¿Entonces vas a hacer esto todo el tiempo? —inquire.
— No lo sé — intento mantener el equilibrio—, quizás hasta que se le olvide el asunto del examen.
O quizás cuando termine el año escolar, y realmente cuando termine la escuela, espero realmente no volver a ver a Jackson.
— Mirémosle el lado bueno — abre la puerta del salón para que yo pueda pasar — así aprendes a no ser tan caótica.
Giro los ojos y decido ignorar las palabras de la pelirroja. Entro al salón, básicamente chocando con todo, hasta que llego a la última fila, donde se encuentran Jack y su séquito inútil.
— Aquí están tus cosas... imbécil — farfullo para mí.
— ¿Qué acabas de decir? No enarca una ceja burlándose de mí.
— Dije, aquí están tus libros, Jack. — sonrio falsamente.
— A si me gusta — sus ojos azules claros desbordan burla por ellos. Sería tan bello sacarlos y hacer un collar con ellos.
Lo miro de mala manera para darme la vuelta y dirigirme a mi silla.
— No te vayas muy lejos, ya que para la siguiente clase también tienes que llevarlos — sus amigos comienzan a reír.
Me hago una rabieta mentalmente, maldigo el día que decidí robar ese examen y tan bien el día que me topé con Jackson.
Harta de la situación, me dejo caer en mi silla un tanto cansada y dejo caer la cabeza en el pupitre, logrando que resuene un pequeño golpe; mi cabeza choca con la mesa. Espero que me dé una conmoción cerebral y me mates, así me libraré de todos mis males.
Siento mano de Rose en mi cabello y, aunque sé que me acaricia en forma de condolencia, en el fondo sé que se está burlando de mí. Ella piensa que quizás con las cosas que me está obligando a hacer Jackson, yo voy a tomar cabeza y dejaré de molestarlo. Que ni crea por las estupideces que me está haciendo el idiota, no voy a parar. A ese imbécil hay que enseñarle que él no es el dueño del mundo, pero para que él pare de molestarme, necesito conseguir algo. Algo con que pueda manejarlo.
Y sé que debo conseguir algo que tenga que ver con su padre, pues ayer pude notar cómo bajaba la mirada ante él. Sé que pensarán que es normal que él baje la mirada a su padre, pero lo de Jackson fue algo totalmente distinto. Él bajó la mirada en sentido de temor, como si temiera lo que pueda decir o pensar su padre. Incluso pude ver que cuando su padre le dio una orden, la acató sin refutar, cosa que sería normal en un chico, pero estamos hablando de Jack, el mismo Jack que se piensa rey y dueño del mundo, el mismo que cree que todo el mundo está a sus pies y que hay que hacer lo que él diga cuando lo diga.
Mis pensamientos de venganza me abandonan cuando no fijamos que hoy llegó una nueva maestra sustituta, ya que la vieja enojona está enferma para mi suerte, parece que no volverá a clases hasta el próximo año. Sabía que algo bueno debía pasarme entre todas estas porquerías.
Ya está, ha dado varias clases y me cae bien, es juvenil y bastante simpática. Creo que no pasa de los treinta años.
— Buen día, clase — dice —, espero que se hayan tenido una linda semana.
El grupo le respondió al unísono.
— Muy bien, clase — la sustituta comienza a hablar — hoy hablaremos de un libro muy conocido entre la literatura romántica y mi favorito también — hace un breve silencio mientras saca un libro de su bolso — Orgullo y prejuicio.
Algunas chicas comienzan a chillar. No soy muy fanática de la literatura, no solo de romance, sino en general, la conozco por el hecho de que soy amiga de Rose, la escucho hablando del señor Darcy por horas.
— Bien, comencemos dando una opinión del libro — dice la profesora. —. ¿Quién quiere comenzar?
Lo único que hago es voltear mi cara hacia el otro lado, pero como saben los profesores, existen para hacerte la vida imposible.
— Señorita Josephine Bennett, comience usted. — tantas manos levantadas y ella quiere que sea yo.
— Disculpe, profesora, pero nunca he leído ese libro. — ella se toma un poco de sorpresa.
—¿Por qué no me sorprende? — La voz burlona de Jackson se escucha detrás de mí, pero hago caso omiso.
— Qué extraño que, siendo tan joven, no te guste la literatura romántica — expresa la profesora.
Otra risita que escucho a mi espalda, acompañada de otras, sigo haciendo caso omiso y mantengo mi atención en la profesora.
— Pues no me gusta — admito sinceramente —, no soy fanática de leer.
La atención de la profesora cambia de mí hacia un asiento, luego de mí.
— Señor Lombard, ¿algo que aportar? — la profesora se cruza de brazos—, o por lo menos decir que le causa tanta risa a usted y a su grupito. — señala su grupito de seguros.
Eso es otra cosa que me agrada de ella. Se pasa por el culo que a ese grupo se la den de importantes; nos trata a todos por igual.
— Pues si soy sincero— dice con falsa empatía —, no sé por qué le sorprende que a la señorita aquí no le guste la literatura — expresa — solo mirarla — me señala.
Frunzo el ceño de mala manera y me giro como un búho.
— ¿Algún problema, Jackson? — escupo mirándolo de mala forma.
— Yo — me mira con soberbia — ninguno.
Nos miramos fijamente unos segundos; no sé qué él piensa, pero yo sí quiero atravesarlo con lo que encuentre. Realmente nunca pensé que me encontraría con una persona tan insoportable como Jackson.
— Seguro, señor Lombard — dice la profesora en un tono desconocido para mí —, esa actitud la he visto antes.
— ¿Qué actitud? —pregunta.
— La que tiene con la señorita Bennett — se rie —, soy joven todavía.
—¿En dónde se supone que la ven?
— En un chico enamorado — ella se ríe — dígame, ¿a usted le gusta la señorita Bennett? — dice de forma juguetona.
Todos en el aula comienzan a aullar como si estuviéramos en 5.º grado.
Ambos nos miramos unos segundos en silencio, como si esperáramos que el otro lo diga, hasta que el imbécil tenía que ser el mismo de siempre, no sé por qué esperé otra cosa.
Él comienza a carcajearse — no, profesora, no se confunda — escribe entre risa —. A mí me gustan las señoritas — señala a Danielle, a lo que ella sonríe halagada.
Esa estúpida.
— Pero la señorita Bennett es una bella dama — me defiende la maestra.
— Quizás para usted— se encogen de hombros — en lo personal, la señorita Joey — hace una seña con la mano como si estuviera pensando — me parece más una camionera, y no me gustan las mujeres machonas, me dan asco.
Un ardor se presenta en mi estómago, molestia, ganas de... Asco, ¿le provocó asco? Ese maldito baboso, no dejaré que sus palabras me afecten, no a mí, no a Josephine Bennett, no me importa lo que los demás piensen de mí.
No. Me. Importa.
Pero cualquier cosa que sentí al principio, su mirada arrogante, hizo que se convirtiera en furia y esa furia se extendiera por todo mi cuerpo como si fuera la electricidad. Ojalá ese imbécil tuviera una mujer como yo.
Le doy un golpe a la mesa y me paro de repente. — Yo no parecía darte asco cuando me besaste — grito.
Su sonrisa y su burla se desvanecen cuando capta lo que acabo de decir.
Su rostro es un enorme poema, digno de enmarcar, quizás no se esperaba mi respuesta—tú fuiste que me besaste a mí.
— Pero no parecías disgustado cuando me pegaste a ti — me burlo — si no fuera porque tu papi llegó, quizás seguirías besándome.
Un silencio sepulcral se hace presente en todo el salón, tan silencioso que se podría escuchar una tiza caer y retumbar en toda el aula. Todo el mundo se mira confundido y dudoso; muchos están sorprendidos como Rose, Liam, Josh, y otros están horrorizados y ahí está Danielle.
Quizás el hecho de que él acaba de admitir que fueron dos veces y quizás porque yo también dije sobre el hecho de que lo besé en su casa, se puede escuchar algo muy íntimo.
—¡Qué!— chilla Danielle tan fuerte que resuena en el salón.
— Se besaron — me susurra Rose.
— La besaste dos veces — le dice Josh a su amigo castaño, súper sorprendido.
— Y eso que decías que te daba asco — se burla un poco la maestra.
Jackson todo el tiempo mantuvo su mirada en mí, dividido entre estar molesto y sorprendido o con ganas de asesinarme; no se decide qué hacer primero; sin embargo, yo me quedo gritando: esto es su culpa, él me provocó.
Se dirige a mí con pasos decididos, me toma del brazo bruscamente y comienza a hablarme fuera del salón, básicamente arrastrándome. Yo intento soltarme jalando y gritando, pero como muchos sabemos, normalmente los hombres tienen más fuerza bruta que las mujeres.
Me suelta de mala gana —tú estás loca — me susurra, lo que suena raro — no quedamos en que no se lo diríamos a nadie.
— Bueno, fue tu culpa — me cruzo de brazos — tú siempre buscas la manera de provocarme y yo solo me defendí.
No me iba a quedar con la boca cerrada viendo cómo me aqueroseaba delante de todo el mundo.
— Sabes que me acabas de provocar un problema con mi novia — me reclama, a lo que yo me encojo de hombros.
— Solamente se sinceró con ella — respondió — dile que nos besamos porque me ayudaste con algo y que te asqueo el beso, bla-bla-bla, le compras rosas, un bolso caro y listo.
Él me observa durante unos segundos. — Yo no le miento a Danielle — escupe —, así que si no quiere que tu secreto salga a la luz, deja de decir que nos besamos.
Abro la boca con la intención de responder, pero la cerré de golpe cuando mi cerebro procesa lo que él acaba de decir. Mi corazón se comienza a acelerar y ni siquiera sé por qué me gustó que lo dijera...
A él le gustó el beso.
Pero, ¿qué diablos digo eso? Este chico que es un bipolar, hace un momento decía que yo le daba asco y ahora dice que le gustó que yo lo besé o, básicamente, eso fue lo que entendí que dijo. ¿Quién lo entiende?
Al ver que no tenía intenciones de decir ninguna palabra, me da una última mirada, simplemente se da la vuelta y se adentra en el salón nuevamente, dejándome como una idiota.
.........................
Camino un poco despavorida por el hecho de estar muy concentrada en mi teléfono, hasta que choco con un cuerpo y me estrello, aunque no llego a caer.
— Debe ser muy interesante la conversación, estaba a punto de abrirse la cabeza con el casillero. — Jackelyn me sonríe mientras acaricia sus lindas trenzas que se encuentran sueltas del cuello hacia abajo.
Observados los casilleros que se encuentran a pocos centímetros de mí, entonces no fue que choque con ella, sino que se atravesó para que no me matara con los casilleros.
— Oye, escuché que supuestamente te besaste con mi hermano.
Mis mejillas comienzan a arder.
— ¿Cómo te enteraste? — pregunto tratando de disimular mis enrojecimientos.
— En esta escuela los chismes vuelven — se rie — y más cuando se trata de algo de los chicos de la élite.
Mierda, chismosos.
— Y-yooo.
— No te preocupes — comenzamos a caminar en sentido de la cafetería —. Sé por qué lo hizo.
— ¿Por qué? — arrugo las cejas.
— Para que papá no notara que se estaba escapando para su práctica de basket — explica ella y trato de parecer que no estoy sorprendida.
— ¿Tu padre no sabe que Jackson juega basquetbol?
— No — niega — mi padre no se lo permite, él no apoya ese tipo de cosas — una malévola sonrisa se asoma por mi rostro — así que él lo hace a escondidas y yo lo ayudo a veces cuando se escapa, trayendo el uniforme o cosas así.
Ahora tiene un poco de sentido el hecho de que Lombard antes del juego estaba en los establos, los nervios con su padre y lo demás; él hace todo esto escondido.
Justo lo que necesitaba.
Jackelyn, no sabes el favor que me acabas de hacer.
— ¿Y qué cree tu padre que hace Jackson? — frunce ligeramente el ceño y creí que no me respondería, sin embargo, si lo hizo.
— Él piensa que Jackson está en la clase de negocios.
— ¿Administración de empresas? — La clase que da mi primo Bart.
— Es como lo mismo — me sonríe.
interesante.
— Creí que lo sabías, por eso le seguiste el beso, ¿cierto?
Sí, Jackelyn, le seguí el beso a tu hermano para ayudarlo a escapar de su padre, no porque me gusta que él me bese.
— Exacto — miento.
Jackelyn parece no creerse mucho lo que acabo de decir, pero no le daré la oportunidad de que descubra que le estoy mintiendo.
—Vamos, te invito un batido —. Le doy una sonrisa.
así que sigo caminando a la cafetería con ella atrás de mí, mientras en mi cabeza se sigue generando mi malévolo plan.
Porque ahora tengo a Jackson en mis manos.
...................
Sentada en el banco fuera de la cancha de basquetbol, comienzo a ver a los chicos salir de su práctica, sudados y muchos sin camisa. Tendré que comenzar a venir más seguido para cuando terminen de la práctica de basquetbol. Ellos salen jugando bruscamente, golpeándose y empujándose entre sí; hombres tenían que ser.
Me levanto de mi asiento mientras me amarro mi cabello rosado en una coleta alta. Miro hacia la cancha adentro, encontrando efectivamente a Jackson y sus amigos conversando muy sonrientes. ¿De qué estupideces estarán hablando?
Me adentro a la cancha y automáticamente el olor a sudor y la hormona de los hombres invaden mis fosas nasales. A esta cancha hay que construirle algunas ventanas más.
— Jackson — los tres voltean hacia mí — ¿Podemos hablar? — Él gira levemente los ojos y suspira.
— ¿Qué quieres? — responde.
— Hablar a solas — miro a Liam y Josh.
Ellos se miran por un segundo; creo que están decidiendo si irse o no, pero qué imbéciles. Los dos salen, por fin me encuentro a solas, idiota, ni que me lo fuera a comer.
— ¿Qué quiere Josephine?
— Quería hacerte una pregunta.
— Pues dime, que no tengo todo el tiempo del mundo — se voltea y comienza a entrar sus cosas en su mochila.
— ¿Sabes cómo se llama el profesor de negocios?
Duda unos segundos en si responderme o no.
— Y eso a qué vi...
— ¿Lo sabes o no?
Resopla y levanta la cabeza un segundo en lo que se acuerda.
— Bartolome Bennett... — me mira unos largos segundos hasta que cae en cuenta qué quiero lograr con mi pregunta — ¿Es tu tío?
— Mi primo — aclaro — ahora quiero que te imagines algo, quiero que imagines que alguien misterioso le presente al profesor de negocios a tu papito — comienzo —. Sabemos que tu papá preguntará cómo te va en su clase y me encantaría ver su reacción cuando mi primo le diga que no te conoce y que nunca te ha visto en clase de negocios — sonrío malévolamente — y ahí entro yo donde puedo, sin querer decir que tú practicas basquetbol claramente cuando él te lo tiene prohibido — su rostro se desencaja — y no estás en clase de negocios.
Me mira como si pudiera atravesarse una barra caliente, no lo juzgo, sé lo que se siente.
—¿Cómo lo sabes? — me pregunta.
— Eso es lo de monos — le demuestro una malévola sonrisa.
— ¿Qué quieres? — escupe de mala forma.
— Quiero que me dejes en paz, dejarás de darme órdenes y volveremos como nos conocimos al principio — me acerco retadoramente a él y él ni siquiera se inmuta — y si se te ocurre decir que yo robé el examen, yo diré que tú juegas basket a tu padre — en sus ojos puedo ver el enojo y la impotencia que lleva adentro y está así por el hecho de que sabe que está atrapado, que no tiene escapatoria, me encanta tener el control — y puede ser que a mí me expulsen, pero tú — lo señalo con mi dedo índice — no volverás a jugar.
Jackson no dice nada y creo que este es uno de los pocos momentos que se podrán presenciar. Jackson Lombard, sin tener nada que decir, comenzaré a llevar una cámara conmigo para grabar este tipo de cosas.
— Estamos de acuerdo — mira hacia todos los lados y luego resopla.
— Ojalá te caigas de una tercera planta — escupe, para luego tomar sus cosas y salir por la puerta.
Sonrío y de nuevo estamos como en el principio, yo al control.
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