Dirijamos nuestra atención a este niño que va caminando por aquí
Este es Joel, se puede decir que es un niño simple, callado, algo feíto, flacucho y bajito, siempre se sienta en medio de su aula, permanecía en un rincón de por ahí en el recreo, y al terminar las clases se iba a casa derechito y solito, como todos los días.
Cualquiera diría que él era así porque le gustaba.
Y que les parece, no es así!
Joel soñaba con ser el mejor alumno, contar buenos chistes, estar en medio de todo el irse a casa rodeado de amigos.
Y no es porque se llevara mal con nadie, de hecho cuando llegaba a la escuela lo primero que hacía era decir:
- Buenos días Fulanito!
-¿Que tal Menganito?
Durante las clases si alguien le pedía un lápiz o la goma el los prestaba en seguida y si era al revés nunca faltaba en su boca un "Por favor" y "Gracias".
Y a la salida de la escuela siempre se despedía de sus compañeros de clase con la misma forma con la que los saludaba.
Probablemente todo el mundo pensaba que Joel era un niño muy bueno y educado, y alguno hasta lo encontraba muy simpático, seguro que si. Pero eso Joel sólo podía suponerlo o imaginarlo, porque nadie se lo decía o demostraba en ningún momento.
Es que amigos, lo que se le dice amigos, el no tenía.

El lo que sí tenía era una tía.
Una tía realmente formidable y fuera de toda comparación.
La tía de Joel vive en un barrio muy antiguo y apartado del centro de la ciudad, era un sitio por el que daba un poco de miedo pasar, en su ambiente de película de fantasmas y espectros, un barrio que se notaba abandonado y deteriorado por los años, pero con un toque de belleza.
A unas cuantas casas de la esquina encuentras la casa de su tía, una casa casi mugrienta y con enredaderas verdes apoderándose cada día más de sus paredes.
Pasando la rejilla entras a su jardín, silencioso y ligeramente espeluznante como casi todo en esa calle.
Avanzando por un sendero de losas de piedra llegas a una pequeña escalera muy oscura y vieja que sube a la puerta de la entrada, cada escalón chilla y siempre huele a algo distinto, en unas ocasiones a nido de serpientes, y en otras a jazmines frescos, y otras a petroleo de barco.
La puerta era todavía más oscura y vieja pero con una placa dorada que dice "Jockerman".

El timbre de casa de la tía de Joel siempre que el venía a visitarla tenía un sonido distinto, en unas ocasiónes se escuchaba el chillido de la bocina de una bicicleta, o el rujido de un Jaguar, y en una ocasión sonaba como si se callera la vajilla de porcelana con vitrina y todo.

Pero cuando la puerta se habría todo adentro estaba limpio y ordenado, y extrañamente iluminado todo el tiempo, digo extrañamente porque aunque estuviera apartada esa casa, siempre tenían que haber edificios cerca, que tal vez no estaban tan mugrientos pero si mucho más altos y siempre tapaban la luz, pero aún así el interior de la casa de su tía siempre estaba maravillosamente iluminado y nadie sabía ni tenía idea de donde le entraba esa luz.
Claro, mientras fuera de día porque, de noche solo se llevaba de aquí para allá una mísera vela prendida solo para ahorrar electricidad.