3
Joe no había podido dormir bien durante el fin de semana, por lo que cuando entró a clases el lunes se quedó dormido casi de inmediato. Mientras dormía, su mejor amigo Matt, quien se sentaba detrás de él, le tiraba bolitas de papel con el fin de despertarlo, pero no funcionó y paró, aunque a otros les parecía gracioso y comenzaron a tirarle más pelotitas de papel. Matt intentó detenerlos, sin embargo no pudo, por lo que se estiró, tocó su espalda para que despertara y no pudo. Se estiró un poco más y perdió el equilibrio, provocando que ambos cayeran.
—¡Matthew y Joseph! —exclamó la profesora—. ¡Levántese en este instante!
Matt se puso de pie rápidamente y tomó su asiento. Joe, en cambio, estaba despertando y comenzando a asimilar la situación.
—¡Beckett, levántese en este instante!
—¿Qué pasó? —logró formular por fin.
—Ponte de pie.
—¿Ah? ¿Qué?
Joe hizo una pausa y analizó la situación. Le dolía el brazo y la espalda por la caída, aunque la desconocía y solo sabía que le dolía. Estaba en el suelo, con el banquillo encima. La profesora le estaba gritando mientras todos observaban.
—¿Qué mierda paso?
La profesora enfureció ante su pregunta.
—¡Beckett, a dirección!
***
Joe estaba sentado en la oficina del director, quien lo hizo pasar y luego le dijo que lo esperara, ya que debía ver un asunto importante.
Sentado frente al escritorio comenzó a desesperarse. Miró a todos lados esperando a que llegara mientras golpeaba la mesa con sus dedos. El tic-tac del reloj y la sensación de que el aire era denso lo desesperaba. Al cabo de unos minutos, se levantó y comenzó a caminar en círculos por la oficina. De repente, se detuvo en frente del espejo al notar algo extraño. Su reflejo no era precisamente él en ese momento. Lucía unos cuantos años mayor, incluso tenía barba, siendo que en ese momento solo podía anhelar con llegar a tener una. Hacía los mismos gestos, pero sentía que no era él. Se veía demacrado, casi moribundo. Comenzó a asustarse al no comprender lo que pasaba.
«Joseph Beckett en mi oficina... qué decepción» escuchó, por lo que volteó a ver quién era y se dio cuenta de que el director estaba entrando.
—¿Por qué según usted soy una decepción? —le preguntó Joe extrañado.
—¿Qué?
—Lo acaba de decir.
El director se sentó en su lugar y le hizo un gesto a Joe para que tomara asiento, quien no le quitó la vista de encima.
«No creo que lo haya dicho. Solo lo pensé. Que extraño que según él lo dije» escuchó nuevamente Joe y se dio cuenta de que en realidad lo estaba pensando.
—¿Puedo irme? —preguntó atónito.
—No. Verás... eres un chico que si bien siempre ha sido inquieto, nunca has dado mayor problema...
—Ni siquiera sé qué fue lo que supuestamente hice -lo interrumpió-. Yo solo me quedé dormido y desperté en el suelo.
—Sabía que debía haber una explicación.
—¿Ya puedo irme entonces?
—Me temo que no.
—Necesito irme. Ahora.
—Bien, haremos lo siguiente: solo dejaremos esto como un aviso, volverás a la clase y...
—No lo entiende. Necesito irme ahora, a mi casa.
—No puedes irte. Estás en la escuela.
—Pero tengo que hacerlo, lo necesito.
—¿Te sientes mal?
—No se imagina...
—Ve a la enfermería entonces y que te revisen.
—¿Por qué no me entiende? —exclamó y segundos después se escuchó un ruido similar a una explosión.
El ruido provenía del laboratorio, el cuál estaba varias salas más allá. El humo se expandió rápidamente mientras los alumnos salían corriendo y el profesor de química intentaba que mantuvieran la calma. La alarma de incendio fue activada y entonces el director se dio cuenta de la emergencia, por lo que se olvidó de la situación con Joe y comenzó la evacuación.
Joe salió caminando y se topó con Matt.
—¿Qué tal si vamos por ahí? —le preguntó Matt.
—Preferiría estar solo.
—¡Oh vamos, Joker! ¿Qué podrías hacer solo que sea más divertido que salir conmigo?
—Está bien...
Se dieron las informaciones pertinentes y quedaron de avisar a las familias de los alumnos que ellos se retirarían de forma inmediata debido a la emergencia, mientras seguían entrando bomberos.
Matt y Joe ni siquiera escucharon las instrucciones, solo se fueron en cuanto salieron por la puerta de la escuela.
—Pudiste haber traído tu patineta —le dijo Joe.
—Si quieres vamos a mi casa por ella.
Y así fueron rumbo al edificio en que vivía Matt, mientras conversaban sobre las cosas que habían pasado durante septiembre.
—Ahora esa canción de Green Day tiene más sentido para mí —dijo Joe.
—¿Cuál?
—La única que se llama Wake me up when September ends, ¿así o más obvio?
—No seas mala onda conmigo, ¿sí? Solo no te había entendido a la primera. No soy fanático como tú.
—Bueno, lo siento, es solo que he dormido mal últimamente.
—Si con últimamente te refieres a desde hace un mes...
—Obviamente me refiero a eso.
—Tal vez debas pedirle ayuda a tus abuelos o a tus vecinos.
—No quiero ser tan aprovechador. Mira, las cosas ya van a ponerse mejor, esto es solo por el momento.
—¿Y si no es así? ¿Y si todo se pone peor?
—Tranquilo, todo está bajo control, ¿qué podría ser peor?
—¡Nunca digas eso! Siempre que uno lo dice, todo sale peor.
—No seas supersticioso.
—No lo soy, simplemente aplico la Ley de Murphy.
—Y te aseguro que eso no es real. Es más, es ridículo que la denominen como una ley.
—No juegues con el destino, hablo en serio.
—Las cosas no son así. Esta es la vida, el mundo real. Las cosas salen muy mal y de repente comienzan a mejorar, o se mantienen iguales. Hay crisis, pero nunca peores que esto.
—Como tú prefieras creerlo...
Siguieron conversando mientras caminaban hasta llegar al edificio. Subieron corriendo las escaleras hasta llegar al piso en donde estaba el departamento de la madre de Matt. Al abrir la puerta, escuchó a su mamá gritándole al teléfono.
—¿Mamá? —dijo confundido—. Creí que estabas trabajando.
—¡Lo estaba! Pero tuve que pedir el día libre porque tu patético padre es un incompetente.
»Ve a hace tus maletas, tendremos que ir unos días a California.
—¿Qué pasó ahora?
—¡El idiota llevó a tu hermano a enseñarle a surfear ayer y se rompió el brazo!
—¿Quién se lo rompió? ¿Mi papá o Spencer?
—Matthew, presta atención un segundo aunque sea. ¡Obvio que tu hermano! Ahora tengo que ir a cuidarlo yo porque tu padre es tan irresponsable que tiene que irse a China mañana temprano.
—¿Y si traes a Spencer?
—¿Estás loco? No puedo hacer eso. Para ir a buscarlo tendría que dejarte acá por esta noche, sería absurdo gastar al inicio en dos pasajes y después para un tercero.
—Hola señora —saludó Joe.
—Ah... viniste —respondió con poco interés—. Matthew, ¿por qué tenías que traer a Joseph justo hoy?
—Antes de que fuera tan despectiva conmigo —dijo otra vez Joe—, quería decirle que no creo que sea necesario que se lleve a Matt, porque él puede quedarse conmigo por esta noche.
—¿En serio harías eso? ¿Crees que tu mamá esté de acuerdo?
—Eh... últimamente está de acuerdo con todo lo que digo.
—Está bien. Supongo que eso es mejor.
»Debo darte los horarios de sus pastillas para el corazón.
La madre de Matt terminó sus maletas, escribió las indicaciones de los medicamentos de él y se fue. Matt y Joe fueron corriendo a la habitación y buscaron el skate, pero Matt se detuvo al encontrar una foto de una fiesta de Halloween de la primaria.
—¿Qué pasa? —le preguntó Joe.
—Mira... —respondió extendiéndole la foto.
—¿Cuándo fue esto?
—Creo que de quinto año.
—Wow...
—Se supone que seríamos Batman y Robin, pero tú llegaste con una máscara de Joker.
—Lo había olvidado...
—Desde entonces tu primo Chris dijo que eras "Joker Joe".
—¿En serio fue por eso?
—¡Sí!
—De haber ido como Robin, supongo que ese sería mi apodo —bromeó.
—Y seríamos un buen dúo.
—Pero prefiero ser el Joker del grupo.
—¡Oye, tengo una idea! —exclamó alegre—. ¿Qué tal si para la fiesta de este año nos volvemos a disfrazar como en esa foto pero mejor? Porque tú solamente usaste una máscara y ya.
—Sabes que no lo celebro, la había comprado a la pasada solo para poder ir a la celebración y jugar. Ahora no me interesa en absoluto.
—¿Es broma? ¡Es nuestro primer año de secundaria, no podemos faltar a algo así!
—Solo yo faltaría.
—Es lo mismo. Creerían que eres raro y aburrido por faltar a una fiesta. Como yo soy tu mejor, creerían lo mismo de mí.
—Ok, señor paranoico, ¿entonces quieres que vaya y que deje a mis hermanos solos?
—No pienses así. Pídele a tus abuelos o a algún vecino que los cuide.
—Si les digo, seguramente me darían una charla de moral y de lo malo de ir a fiestas o de celebrar Halloween.
—Que aburridos...
—No importa, solo voy a faltar y ya. No es el fin del mundo.
—¡Sí lo es! O al menos de nuestro mundo.
—Matt, ni siquiera puedo comprar un disfraz, ¿cómo pretendes que vaya?
—¿Y la pensión de viudez de tu madre?
—Solo alcanza para la comida de los cinco y las cosas que necesitan mis hermanos.
Matt siguió pensando alternativas y observó su habitación, encontrando la guitarra de su hermano en un rincón.
—¡Eso es!
—¿Qué?
—¡Vamos a la estación y toca guitarra allá! Te darán bastantes monedas, ya verás.
—¿Y con cuál guitarra? Mi casa está muy lejos como para ir a buscar la mía.
—Pues con la de Spencer. Seguramente se le quedó acá cuando vino la otra vez.
Matt se levantó del suelo y tomó la guitarra, luego salió corriendo y Joe lo siguió. Caminaron hasta la estación, bajaron al subterráneo y después buscaron una parte en donde ubicarse.
—¿Cuáles te sabes? —le preguntó Matt.
—Smells like teen spirit, The man who sold the world, About a girl...
—¿Solo sabes de Nirvana?
—No, también sé tocar Seven nation army de The White Stripes y Song 2 de Blur.
—Eh... servirá.
»Yo voy a estar observando por ahí, por si tienes problemas con alguien.
—Sabes que puedo solucionarlo.
—Ya, pero igual. Tú ponte acá y deja tu gorro en el suelo para que ahí echen las monedas.
—Matt, sé cómo se hace esto, no soy tonto.
—Como tú digas...
Joe colocó su gorro en el suelo y comenzó a tocar un tanto nervioso, pero al ver que depositaban algunas monedas, empezó a tomar confianza de sí mismo. Al cabo de un rato, Matt se le acercó y le dijo que debía acompañar la melodía de la guitarra con el canto, puesto que sonaba extraño. No muy seguro de qué tan buena era la idea, Joe le hizo caso a su amigo. El tiempo pasó volando para él, y sin darse cuenta reunió más dinero del que esperaba.
—¡Vaya! —exclamó Matt—. Juntaste bastante dinero, incluso sobra un poco si compras algo que sirva de disfraz, y aún queda poco más de una semana para Halloween.
—¿No tienes hambre? —le preguntó Joe.
—Bastante, ¿qué hora es?
—No lo sé. Tú traes un reloj, no yo.
Matt revisó y se dio cuenta de que eran las 14:30.
—Más de las dos de la tarde.
—Comamos algo por ahí.
—Pero no traemos dinero.
—¡Idiota! Para eso podemos usar el que junté.
—¿Y el disfraz?
—No creo que sea tan caro. Además, tú mismo lo dijiste: queda más de una semana, así que puedo juntar más.
—¡Vamos entonces!
***
Una vez que acabaron de comer, se quedaron conversando un rato y Joe le preguntó por la hora a Matt, a lo que le respondió que eran las 15:20.
—Los mellizos salen de clases en diez minutos —contestó Joe gruñón y se puso de pie—. Tenemos que ir a buscarlos.
—¿Y no puede ir alguien más?
—Sabes perfectamente que no.
»Ya, vamos, a menos que no quieras acompañarme.
Matt se levantó del asiento con pesadez. Ambos salieron corriendo y Joe no se detuvo hasta llegar a la escuela primaria a la que asistían Vincent y Violet, sin embargo Matt lo seguía trotando, casi caminando, sin poder controlar la respiración y extremadamente exhausto.
Luego fueron todos juntos al edificio en que vivían los Beckett, en Manhattan. Se habían ido a vivir allá cuando Joe tenía once años, con el afán de poder empezar desde ese punto una vida de triunfos y aprovechando que las cosas estaban saliendo bastante bien para ellos.
Para sus padres (Caroline y Joseph), la vida había sido de grandes avances, pero de forma bastante paulatina. Se conocieron en la preparatoria de Nashville, la ciudad natal de ambos. Comenzaron a salir y un par de años después decidieron casarse, cuando él recién se había enlistado. El tiempo pasó y, cuando tenían veinte años, nació Joe.
Caroline debía terminar de estudiar diseño y Nashville no podía darle la oportunidad en ese momento para su área, por lo que surgió la opción de la Universidad de Nueva York, en donde podría terminar sin mayor problema. Así, decidieron irse a vivir a la Gran Manzana, o más bien a los suburbios de esta, junto a los padres de ella para que pudieran cuidar de Joe mientras ella terminaba sus estudios. Vivieron en los suburbios hasta que terminó de estudiar, pero por cosas del destino regresaron a Nashville y sus padres se quedaron allá. Estuvieron en la capital de Tennessee hasta que Joe cumplió cinco años y faltaban algunos meses para que nacieran los mellizos, fue entonces que se quedaron definitivamente en Nueva York, pero en un mejor sector en el que habían vivido, hasta que años después alquilaron el departamento en Manhattan.
***
Joe se encontró con su abuela materna al regresar con sus hermanos y con Matt al edificio, a la entrada de este. Ella cargaba a Lily en brazos, ya que durante la semana la cuidaba. De no ser porque su esposo estaba enfermo desde hacía bastante tiempo, ella se hubiera encargado de cuidar de los niños todos los días. Era lo que quería, pero la situación con el abuelo de ellos se lo impedía.
—Gracias por cuidarla —le dijo Joe—, pero no era necesario que vinieras. Yo iba a ir a buscarla en un rato como siempre.
—Es mi nieta, no debes agradecerme por hacerlo, tampoco deberías preocuparte por ir a buscarla o yo vengo.
»Estaba pensando en que por esta noche podrían quedarse con nosotros. A su abuelo les encantará verlos, además de que a ti te encanta pasar tiempo con Christopher.
—Es que Matt se va a quedar con nosotros hoy...
—¿Y si también viene? ¿O acaso no son los tres muy buenos amigos?
Matt y Joe se miraron alegres y asintieron con la cabeza, pero de repente Joe se dio cuenta de algo y apartó a su abuela para hablarle.
—¿Qué va a pasar con mi mamá? No puede quedarse toda la noche sola. Además, ¿por qué hoy sí podemos ir a quedarnos contigo y antes ningún día desde que el abuelo se enfermó?
—Es complejo... déjame explicarte, pero debe ser más tarde, ¿sí?
—No, dime ahora qué pasa.
—Tus hermanos están ahí, tengo a Lily en mis brazos... son muy pequeños para entender.
—Lily es una bebé, ni siquiera sabe lo que decimos. Mis hermanos no van a escuchar.
—¿Y si lo hicieran?
—Es realmente malo lo que dirás, ¿cierto?
—Joe, basta.
Matt se acercó.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—No, todo está bien —respondió la señora sonriendo—. Voy a buscar las cosas de los chicos y bajo.
—Nosotros podemos ir a buscarlas.
—¿Para qué? Mejor vayan a jugar al parque. Además, su mamá ya les preparó una maleta, solo debo ir a buscarlas.
Joe tenía la intuición de que su abuela mentía, por lo que entró al edificio corriendo. Subió en el ascensor hasta el décimo segundo piso y corrió por el pasillo, pero se detuvo a la mitad. Del departamento, pudo ver que una persona con una máscara antigases salía, luego otro le seguía pero con una maleta en la mano. Joe no sabía si era su imaginación o si de verdad estaba pasando, pero lo que veía era demasiado extraño, incluso para estas dos opciones. Avanzó lentamente con la intención de entrar, pero cuando se topó con quienes llevaban las máscaras (que en ese momento ya se las habían sacado), ellos le impidieron el paso.
—Niño, no puedes entrar —dijo uno.
—Pero yo vivo aquí.
—Nadie puede entrar hasta mañana.
Ellos lo alejaron a la fuerza hasta el ascensor. Cuando este se abrió, vio a su abuela, pero no llevaba a Lily en brazos. Le extendieron la maleta y además tiró del brazo de Joe, provocando que entrara con ella.
—¿Qué pasó? —le preguntó mientras bajaban.
—Es largo.
—Solo dime. ¿Mi mamá hizo algo? ¿Ella se...?
—No —lo interrumpió—, por el contrario. Caroline me llamó esta mañana diciéndome que se sentía mejor, que quería que conversáramos y que le llevara a Lily.
»Llegué cerca de una hora después de que me llamara. Como tengo llaves, solo entré sin tocar la puerta y, en cuanto la abrí, sentí un olor extraño bastante fuerte, por lo que decidí dejar a Lily en el pasillo... suena bastante extraño, lo sé, pero tenía un mal presentimiento.
El ascensor se abrió y bajaron, pero su abuela no siguió caminando hacia la salida.
—Miré alrededor —continuó— y no estaba. Miré en la cocina y... Caroline estaba tirada en el suelo.
»Entendí entonces que había una fuga de gas, por lo que la tomé y la saqué. Me alejé del departamento con tu hermana en brazos y tirando como podía de Caroline y llamé a la ambulancia.
—¿Está muy mal? —preguntó Joe preocupado.
—No, por suerte está despierta y estable, solo se siente mareada.
—¿Puedo ir a verla?
—Tratemos de ir más tarde, ¿sí? Primero tenemos que ir a mi hogar, porque ustedes se tienen que instalar.
***
Una vez que llegaron, los mellizos corrieron a saludar a su abuelo mientras que Joe entró con calma. Todavía se sentía extraño por lo que había pasado en la escuela, así que pensaba bastante en eso. Matt le había hablado todo el camino, pero lo ignoró.
—Dime qué te pasa —le dijo Matt antes de que entrara a la habitación de su abuelo.
—Nada, solo estoy cansado y lo sabes.
»¿Quieres acompañarme al hospital después?
—Sí, pero... ¿por qué?
—Después te explico.
Joe saludó a su abuelo y al cabo de un rato salió de nuevo de la habitación.
—Abu —la llamó—, ¿dónde está Chris?
—Fue a dar un paseo en bicicleta, siempre lo hace cuando regresa de la escuela. Va a llegar en una hora tal vez.
—Ok.
»Con Matt vamos a salir un rato.
—¿Seguro? Creí que querías te llevara al hospital.
—Mmm... después mejor. Tenemos que hablar sobre... un proyecto de física.
—Está bien. Me alegra que estés al pendiente de la escuela... eres tan buen chico.
—Sí, ya. Adiós.
—Adiós... recuerda no aceptar cosas de desconocidos, como cigarros y cosas por el estilo. Nada de drogas ni de alcohol.
—¿Y si es un cigarrillo normal? Ya sabes, tabaco.
—Tampoco.
—¿Y si es de Michael? Él no es un extraño...
—Joe, no pruebes mi paciencia, ¿sí?
—Está bien...
—Ya deberías ser consciente de los daños que trae... es cosa de ver cómo está tu abuelo.
—Ya entendí, adiós.
Salieron del departamento y Joe cerró la puerta con fuerza, mientras ignoraba por completo todo lo que le decía Matt. No lo hacía de forma intencional, solo que no podía concentrarse en lo que decía puesto que muchas cosas pasaban por su cabeza y no dejaba de recordar lo que había pasado esa mañana. Se repetía una y otra vez como si un disco se rayara y sonara la misma parte de una canción, o como si una película se rebobinara frente a sus ojos y mostrara la misma escena una y otra vez.
—¿Me vas a decir qué te pasa o seguirás mirando a la nada como un tonto mientras finges escuchar lo que digo?-le preguntó su mejor amigo.
—Lo siento, es que es muy complicado... realmente complicado.
—Ya dime qué pasa.
—¿Prometes que no vas a gritar ni vas a burlarte de mí?
—Sabes que eso es algo inevitable... mínimo voy a gritar.
—Agh...
Bajaron por las escaleras y Joe decidió que era mejor contarle todo.
—¿Crees en la magia o que existan personas con poderes?
—Joe... sabes perfectamente que sigo intentando averiguar si soy un kryptoniano. Si resulto ser un simple terrícola, buscaré algún bicho o animal radioactivo que me muerda, aunque mantengo la esperanza de haber sido adoptado y que mis padres biológicos estén muertos pero hayan sido millonarios y así pueda heredar su fortuna para convertirme en superhéroe...
—Matt, ¿cómo puedes creer que eres adoptado si Spencer y tú son gemelos?
—Solo nos parecemos un poco, ¿ok? Además, teniendo la mamá que tengo... es un consuelo creer en eso.
»Pero bueno... ¿qué querías decirme?
—Cierto... es que ni siquiera yo creo que haya sucedido realmente, pero se sintió muy real.
—¿Qué cosa?
—Es que... en la mañana, cuando me llevaron donde el director... él no aparecía, así que me puse a recorrer su oficina, hasta que vi algo extraño en el espejo...
—¡Era Satanás! —exclamó interrumpiéndolo.
—¿Qué? ¡No! Eso habría sido más normal...
—¿Baphomet?
—No...
—¿Belcebú?
—¿No es lo mismo?
—No... creo que mi mamá tiene un libro sobre eso por si no me crees.
—¡Eso no importa ahora! No vi algo así, nada por el estilo. De hecho, creo que hubiera preferido haber visto algo así porque al menos sabría en qué estoy metido, pero esto... no es algo de lo que pueda investigar.
—Hombre, me vas a terminar matando con tu suspenso, ya dime lo que viste.
—Si dejaras de interrumpirme, podría terminar.
»Lo que pasa es que me vi ahí.
—Oye, eres muy feo pero tampoco tanto como para asustarte con tu reflejo.
—¡No era solo mi reflejo! O sea sí, pero era distinto, me veía más demacrado y... como con diez u once años más, fue algo raro. No lo sé, parecía como si fuera a morir.
—¿Y si a esa edad mueres y fue una señal?
—No seas ridículo...
—Oh, vamos, sabes que no puedo evitar serlo.
—Bueno, pero eso no fue lo único extraño. De todas formas, es muy probable que solo lo haya imaginado.
»Luego, entró el director y creí que había dicho algo que me ofendió, pero resulta que él no había hablado.
—¿Entonces?
—Lucía extrañado, como si hubiera sabido justo lo que él había pensado... de hecho, luego se puso a pensar en si lo pensó o lo dijo.
—Espera... ¿quieres decir que...?
—Creo que puedo leer mentes. O sea, recién hoy apareció ese poder en mí y como que ni siquiera sé cómo usarlo pero...
—¿Cómo que no? ¡Debes aprender y ser un superhéroe!
—Matt, no estoy seguro de esto, ¿ya? Todo es muy raro.
-Las mejores cosas en la vida y en el mundo son las más raras.
Siguieron conversando y Joe trató de poner a prueba sus poderes, pero no pudo y ambos se sintieron algo decepcionados. Luego de un rato de caminar, llegaron hasta el hospital, buscaron a la mamá de Joe y él dio sus datos para poder entrar a verla.
—Mi León —dijo ella sonriendo en cuanto lo vio—, mi León guardián.
»¿Cómo están tus hermanos?
—Bien... con la abuela decidimos que era mejor no contarles de esto, para que no se preocuparan demás.
—Comprendo.
Conversaron un poco y Joe tuvo que irse, según él por la hora. En realidad, no estaba cómodo al hablar con ella. Sabía que era cuestión de tiempo para que todo volviera a ser como en los últimos días, por lo que si su mamá estaba en el hospital no había mayor diferencia a cuando estaba acostada todo el día, incluso sentía que era mejor para ella.
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