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10

Joe le extendió un vaso de café a Winnie, el cual ella aceptó con desgano y luego él se sentó a su lado. Ya llevaba acompañándola casi una hora, en la cual casi no habían hablando, pero una duda cruzaba por la mente de la chica, hasta llegar a la de Joe.

—Hey... —le llamó la atención a ella—. Tal vez te estés preguntando por qué vine solo.

—Así es.

—Es que no sabía cómo decirle a mis hermanos sobre lo que ocurrió. Quería traerlos, pero no pude.

—Pensé que quizás sería bueno que ellos estuvieran acá, como sus amigos. Sin embargo, de nada hubiera servido que vinieran a darle apoyo si ella muere, ¿no?

—Winnie, no pienses en eso, por favor. Suficiente tenemos con que yo sea un amargado pesimista como para que sigas mi forma de ser.

—No eres amargado... bueno, quizás un poco... o mucho, considerando que recién tienes catorce años.

—Gracias por el cumplido.

—¿Ves? ¡Ahí está! Hasta para contestar a eso lo haces de forma amargada. Sin embargo, creo que al fin logro comprenderte un poco.

—¿Por qué? ¿A qué te refieres exactamente?

—¿Recuerdas que hace un tiempo me dijiste que ojalá en algún momento pase por el mismo dolor que tú para poder entenderte?

—Ah, eso... No era en serio. Estaba enojado por lo que me habías dicho. Es todo.

—Quizás para ti no sea en serio, pero ¿te das cuenta de que la noche antes de Nochebuena estamos en una sala de espera de urgencias, esperando a tener noticias sobre mi hermana? Me siento un asco, porque en cualquier momento puede entrar un doctor y decir que... decir que... que ella...

—Que ella va a morir.

—Sí... y simplemente fui un asco de ser humano. Sophie merecía como hermana mayor a una mejor persona, pero me tiene a mí, ¡que llamó al chico que jamás pudo comprender hasta este momento para que viniera! ¡Soy un asco! ¡Te dije que solo dabas lástima luego de que muriera tu padre! ¡Ella merece a alguien mucho mejor que yo como hermana!

—Winnie, basta. Sí, eres un asco, pero yo también lo soy. Todos lo somos, es un hecho, y nada va a cambiar eso. Sin embargo, eso no quiere decir que te debas estar recriminando por como tratas a los demás en este momento, pensando en que no mereces ser su hermana mayor... ¡es ridículo! Y, pase lo que pase, quiero que sepas que sí has sido una gran hermana con ella.

—Gracias —le dijo sonriendo—. ¿Quién diría que en el interior de un idiota como tú iba a haber alguien así?

—¿Así?

—O sea, alguien considerado con el resto. Una persona comprensiva, que sabe escuchar y levantar el ánimo.

—Ah, gracias. Es bonito que me digan que soy un idiota con corazón.

—No es a lo que me refería. Suena feo, lo sé. No es lo que quise decir.

—Tranquila, todo está bien.

Joe comenzó a reír, causándole sorpresa a la chica. Ella no se esperaba una actitud así por parte del adolescente, pero le agradó que fuera de esa forma. Winnie le sonrió nuevamente.

De repente, entró un médico y se acercó a la madre de Winnie y Sophie. La chica no alcanzó a escuchar lo que decía, pero al ver su expresión y el hecho de que se demorara en hablar, supo de inmediato que no habían buenas noticias. Joe dejó de reír y miró hacia la misma dirección que ella, notando la presencia del médico, a quien le costaba decir lo que había ocurrido. Y no fue necesario que estuvieran cerca o que terminara de decirlo, porque accidentalmente Joe leyó su mente: Sophie había muerto.

—Winnie... —susurró su nombre—. Yo estoy aquí para ti.

***

Matt golpeó varias veces la puerta del departamento, pero nadie salía a abrir. Al cabo de unos minutos, la puerta se abrió y por ella se asomó la vecina de Joe, que seguía cuidando a los niños ahí.

—¡Hola! —exclamó en cuanto la vio—. ¿Dónde está Joe?

—¿Joe? Dijo que saldría con un amigo de él y volvería pronto. Había dicho que era urgente.

—¿Un amigo? —preguntó extrañado.

Además de él, sabía que solo tenía a Spencer y a Chris, pero desde luego no podía ser su hermano ya que estaba en el otro extremo del país y tampoco podía ser Chris, ya que lo hubiera presentado como su primo.

—¡Matt! —gritó Violet en cuanto lo vio. La niña se había levantado de su cama y se había escabullido detrás de su vecina.

—¡Vili! ¿Sabes a dónde fue Joe?

—Se supone que estaba contigo.

—¿Qué? No. Yo estaba en mi hogar cuando mi mamá... bueno, eso no importa.

—Si Joe no está contigo y dijo que iba a estarlo... ¿en dónde está realmente y por qué mintió? ¿Y por qué llevas eso? —le preguntó mientras apuntaba a un libro pequeño que llevaba en la mano.

—¡Oh! ¿Esto? No es... o sea, sí es, solo que... olvídalo.

—¡¿Qué es?! ¡¿Qué es?!

—Baja la voz. Vas a despertar a todos.

—¿Qué es?

—Es un libro... de fantasía. ¡Sí! Es de fantasía.

—¿Puedo verlo?

—Eh... no.

—¿Por qué no?

—Porque... porque... eh... ¡contiene mucha violencia y partes no apropiadas para una niña!

—¡Pero quiero verlo!

Violet siguió insistiendo, pero Matt no le hizo caso. No iba a dejar que una niña viera su último hallazgo: un libro que explicaba lo que eran las personas como Joe, uno que le daría las respuestas que habían estado buscando desde aquel extraño incidente en la oficina del director.

Matt decidió quedarse ahí de todos modos para esperar a Joe, quien finalmente volvió temprano en la mañana, debido a que se quedó toda la noche en el hospital, consolando a Winnie.

—¡Al fin! —exclamó el chico en cuanto lo vio.

—¿Dónde estabas? —le preguntó Violet—. ¡Te extrañé mucho! ¡Tenía miedo de que no volvieras!

—Ay, Vili —le respondió Joe con ternura—, no podría irme para siempre. No los dejaría así.

—Pero cuando papá murió, había dicho que sí volvería. Y cuando se llevaron a mamá al hospital, tampoco regresó. No quiero que tú también te vayas y no vuelvas.

Joe la miró conmocionado por lo que decía. Sabía que tenía que decirle lo que le había pasado a Sophie, pero al hacerlo la destrozaría. Todo lo que vivían era demasiado para una niña de nueve años, y él sentía que era su deber hacerse responsable por todo eso.

—Vili... —murmuró e hizo una pausa—. Trae a Vincent. Debo... tengo que decirles algo.

Su hermana lo miró confundida, pero le obedeció rápidamente y sin hacer preguntas, algo raro en ella. Matt no entendía qué era lo que pasaba, pero sentía un ambiente demasiado turbio. El hecho de que Joe desapareciera de esa forma en la noche auguraba que algo no iba bien.

—¿Qué es lo que pasa? —le preguntó Matt preocupado.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Es que encontré algo que creo que deberías ver, pero eso no importa ahora. ¿Dónde estabas? ¿Por qué desapareciste toda la noche?

—Estaba en el hospital.

—¡¿Qué?! ¿Qué pasó? ¿Te pasó algo? ¿Le pasó algo a tu mamá? ¿Estás bien?

—Matt, cállate, no quiero que asustes a mis hermanos.

—¿Qué pasa? —preguntó esta vez Violet, notoriamente asustada.

Joe miró a los mellizos y les indicó que se sentaran en el sofá.

—Ocurrió un accidente y... no saben muy bien cómo, solo pasó, ¿ok?

—¿Qué hiciste? —lo interrogó su hermana.

—Nada... ¿Recuerdas que atendí una llamada ayer?

—Sí...

—Era Winnie. Me dijo que Sophie se accidentó y me pidió que fuera.

Él se calló, esperando alguna reacción de sus hermanos, para saber si seguir hablando o no, pero solo lo miraban atentamente.

—Ella... ella falleció, esta madrugada. Hoy es el velorio y... y mañana son los funerales.

—Estás bromeando —le respondió Violet incrédula, mientras que su mellizo no era capaz de reaccionar.

—Vili...

La niña frunció el seño y, segundos después, no pudo evitar que sus lágrimas salieran, a lo cual Joe la contuvo entre sus brazos en un rápido movimiento, abrazándola de manera protectora. Lloraba desesperadamente, teniendo plena consciencia sobre la muerte, algo no muy esperado a esa corta edad. Después de todo, solo habían pasado unos meses desde el fallecimiento de su padre.

Vincent, por su parte, seguía sin reaccionar. Solo miraba lo que pasaba y tragaba saliva. Comprendía la situación, pero no la aceptaba, como tampoco quería dejar que su hermano mayor lo viera llorar desconsoladamente como Violet. Ya unas veces había llorado frente a él, como también frente a otros chicos, los cuales simplemente se burlaron al verlo llorar, tachándolo como alguien "débil". No quería que también su hermano pensara así sobre él.

Joe se quedó parado e inmóvil una vez que Violet se separó de él. La niña le dijo que iba a contarle a Maddie y él le respondió que fuera y se quedara con ella un rato, aunque en realidad no estaba seguro de ello y temía por como podía reaccionar la pequeña.

—Oye —lo llamó Matt—, quería enseñarte algo que encontré.

—Ahora no, Matt.

—Es un libro que habla de magia. Describe cosas como las que te pasan y...

—Matt, en serio, no es el momento.

—¿Y cuándo lo es? Solo guárdalo y revísalo cuando puedas.

Joe tomó el libro y observó la tapa. Luego, Matt se fue y él dejó el libro en su mochila, sin darle mayor importancia.

***

Los mellizos no quisieron ir al velorio. Querían alejarse lo más posible de la situación, lo cual Joe respetó completamente. Le asombraba cómo sus hermanos afrontaban lo ocurrido, considerando la edad que tenían. Como habían acordado, fueron a cenar con sus vecinos, pero el ambiente estaba denso. Joe dejó a sus hermanos jugando con Maddie y fue a la cocina con Lily para preguntarle a Rosetta si podía prepararle una papilla.

—¿Qué tal si la preparas tú? —le propuso la señora.

—No sé hacer muchas cosas en la cocina, solo lo básico.

—Bien, entonces tendrás que ayudarme a cocinar. Yo aprendí cuando tenía la edad de los mellizos.

—No se ofenda, pero usted es mujer.

—Joe, en esta casa tenemos turnos para cocinar. En acción de gracias, Hans hace la cena; en Nochebuena, yo cocino; y Kathy con David están a cargo de la celebración de año nuevo. Tus hermanos y tú no pueden estar comiendo solo pasta cuando tu abuela no viene a verlos, ¡y es perjudicial para su salud que compres comida chatarra casi todas las semanas! Así que, hoy aprenderás a cocinar pollo al limón y papas a las finas hierbas, además de diferentes papillas para Lily.

—Ok, me parece bien. Solo tengo una duda: ¿qué tan quemada queda la comida cuando la prepara el señor Hans? Porque él es bastante torpe, todo el tiempo.

—Créeme: Hans es el mejor cocinero que he conocido, debería ser un chef.

—¿Nunca se ha cortado un dedo en la cocina o quemado?

—Oh, eso suele pasar, pero no quita el hecho de que es el mejor, es por eso que él siempre hace la cena de acción de gracias.

—Interesante.

—¡Mamá, ya llegamos! —interrumpió David.

El joven entró a la cocina y saludó con un beso en la mejilla a su madre. Emma, su esposa, caminaba lentamente detrás de él, notoriamente sin muchas ganas de vivir. Justo en ese momento, Rosetta recibió un mensaje, lo vio y su car cambió.

—Hola, David —lo saludó Joe, a lo que él solo le asintió con la cabeza al adolescente.

—Dav —lo llamó su madre—, ¿qué tal si vas a ver a Maddie? Te ha extrañado mucho desde que te fuiste.

—Sí, de hecho, iba a ir a verla luego de saludarte.

—Anda y se sutil. Últimamente no se ha sentido muy bien.

—Ok, tranquila.

David se fue con la idea de que algo raro le estaba pasando a su madre por lo esquiva que había sido con él. No solo él tuvo esa sensación, sino que también Joe, quien percibió un sentimiento de preocupación y turbación proveniente de Rosetta.

—Señora —le dijo Joe para llamar su atención—, ¿se siente bien? ¿Pasa algo?

—Todo está bien. ¿En qué nos quedamos?

—¿Segura? Porque luce algo extraña.

—Estoy bien. ¿Qué te parece si después te enseño mejor? Creo que estoy bastante atrasada y necesito hacer esto rápido.

—Sí, no se preocupe.

—Genial.

La señora Rosetta introdujo en la batidora algunas frutas y agua, creando una papilla improvisada. Luego, la vació en un frasco y se la pasó al adolescente.

—Después deberías intentar darle frutas enteras que sean blandas —le aconsejó—. Ya está lo bastante grande y deberías estimular el desarrollo de su dentadura.

Joe asintió, sin entender muy bien lo que decía realmente, y fue de nuevo a atender a su pequeña hermana. Rosetta aprovechó ese momento y salió del departamento. Caminó por el pasillo, alejándose lo más posible y llamó a quien le había enviado un mensaje. Luego, subió por la escalera de emergencia a la azotea.

—Todavía no entiendo por qué no te gusta que conozca a tu familia —le dijo un chico de apariencia joven y rasgos asiáticos—. Más bien, no entiendo por qué no quieres que ellos me conozcan, porque sé muchas cosas de varios de ellos.

—La verdad es que no esperaba verte por estos lados, es solo eso —respondió la señora.

—Hay una razón bastante potente para venir. De lo contrario, no vendría a esta asquerosa ciudad, ¡no puedo creer que Frank Sinatra en serio les hiciera una canción! Bueno, como sea, voy a pedirte que vuelvas a California... con tu hija Madeleine.

—¿Qué? ¡No voy a dejar a mi familia botada aquí!

—Rossie, ustedes corren peligro.

—A ver, Ryu, ilumíname: ¿qué sería tan peligroso como para que yo no pueda con ello?

—Una sanguijuela suelta que hizo un trato con un brujo que está bajo tu techo ahora.

Rosetta comenzó a reír ante lo que dijo. Sonaba tan incoherente, pero sabía en parte a lo que se refería.

—¿Temes que un recolector de almas esté cerca? —le preguntó incrédula.

—Rossie, esto es serio. Pude ver cuando uno al que llaman "Belcebú" hizo un trato con un joven brujo que vive en tu edificio... lo peor es que eres cercana a él. Creo que va a tratar de usarlo para llegar a ti y a Maddie, tal y como una sanguijuela usó a una bruja para rastrearnos y llevarse las almas de Raymond y John.

—Ryu, basta con eso. Pasó hace años y no tiene sentido que sigas pensando en eso.

—¡Sí lo tiene! ¡Nos sirvió de lección! Aprendimos a no confiar en las sanguijuelas y en los brujos... ¡en ellos sobre todo! Debes alejarte lo más posible de esta ciudad.

—No, no lo haré. ¿Sabes qué aprendí yo? A que en cualquier parte uno corre riesgo, sin importar con quiénes esté. No pudimos como grupo luchar con ellos y tampoco pudimos escondernos, pero no pienso huir y encerrarme, pensando en que así estaré a salvo. No pienso convertirme en ti, cuando puedo estar ayudando a otros.

—¿Acaso fue una indirecta?

—Fue algo muy directo, así que no te hagas el desentendido.

—Está bien, corre el riesgo. Solo te diré una cosa más: el brujo se llama Joseph. Su padre le debía lealtad al tal Belcebú. Ahora que está muerto, su hijo tendrá que saldar la deuda. ¿Sabes qué significa eso?

—Que Joe va a tener que guiarlo a almas como nosotras —murmuró con tristeza.

—Así es. Así que, o mandas lejos a ese niño y te aseguras de que no se siga acercando a Belcebú o tú tendrás que alejarte lo más posible de aquí con tu hija.

—Maldición, Ryu, estás exagerando. Conozco a su familia y sé que él no haría algo así.

—No, a menos que lo obliguen.

—Solo tiene catorce años, podría ayudarlo a canalizar sus poderes y pensamientos de manera positiva. No porque sea un brujo significa que será como el resto.

—No, Rosetta, te estás poniendo muy "mamá" para estas cosas. Mientras ese chico esté donde Belcebú pueda encontrarlo, tú y Madeline corren peligro.

—Ok, Ryu, trataré de hablar con su abuela para que se lo lleve a vivir con ellos. Es en otro distrito, ¿eso te calma?

—Bastante, si te soy sincero, pero no estoy muy seguro de la efectividad del plan.

—Solo confía en mí, ¿sí? Ya verás que cada quien podrá seguir con sus vidas, como si todo fuera normal.

—¿En serio me quieres hacer creer que te divierte parecer normal?

—No empieces ahora, es Navidad.

—Una fecha que es ilógica para nosotros...

—¡Es Navidad! Nada más me importa. Ahora iré a cenar con mi familia, así que, si quieres puedes quedarte y cenar con nosotros.

—No, gracias. Prefiero abstenerme de celebraciones ficticias y sin sentido.

—Ryu, no seas un aguafiestas. Solo baja a divertirte.

—Insisto. Además, no creo que sea buena idea de que ellos me vean, en especial porque Maddie se podría dar cuenta de que estoy igual a cuando la salvé.

—Ella era casi una bebé en ese entonces. Es imposible que te recuerde.

—Bueno, pero tal vez me deba topar con ella a futuro, o con ese pequeño brujo al que proteges.

Rosetta paró de insistirle y Ryu se teletransportó, dejándola sola en la azotea. Ella bajó con tristeza y una decisión en su cabeza.

Una vez que llegó al departamento, buscó rápidamente en su agenda el número de la abuela de los niños Beckett y la llamó.

***

—¿Qué te pasa? —le preguntó Winnie a Joe, una vez que terminó el funeral de Sophie.

—¿Por qué lo preguntas?

—Es de mala educación responder una pregunta con otra.

—Si crees que eso fue mala educación, mejor no vayas a una escuela como la mía.

—Solo responde mi pregunta.

—Solo si tú me dices por qué lo preguntas.

—Esto es absurdo. Solo te lo pregunto porque tienes una cara de culo que no te la quita nadie, y dudo mucho que sea por el funeral, ya que, no eres ese tipo de persona ni estimabas tanto a mi hermana. Así que, habla: di qué mierda te pasa.

—Vaya... creo que nunca te había visto lo suficientemente enojada como para que hables así.

—Más bien, nunca me habías logrado hacer enojar tanto como ahora.

—Ok, ok. Te cuento: me voy a ir de regreso a Brooklyn; Bedford me quiere de vuelta.

—Oh vaya. Ni siquiera sabía que existía esa parte en Brooklyn.

—Sí... es una mierda, la verdad. ¿Sabes qué es lo que más apesta? Que yo sé cuidarme de allá, pero no sé si pueda decir lo mismo sobre mis hermanos, así que, pienso pedirle a mi abuela en Nashville que se haga cargo de ellos.

—¿Qué? ¿Estás loco?

—No porque a mí me quieran enviar a vivir con mis abuelos maternos significa que ellos se deban contagiar con la mierda de Bedford.

—A ver, ¿qué tiene ese lugar como para que prefieras separarte de tus hermanos?

—Pues, no quiero que mi hermano crezca pensando que está bien andar con armas, o que está bien estar en una pandilla y consumir meta.

—¿Y por qué tienen que irse? Están bastante bien acá.

—Ojalá servicios infantiles creyera lo mismo. Además, mi abuela me dijo que era mi obligación irme a vivir con ella, porque teme que mi abuelo muera pronto y a ella le pueda pasar algo, por el lugar en el que viven.

—¿Y si se vienen a vivir acá a Manhattan?

—No... no podríamos transportar a mi abuelo hasta acá, porque saldría carísimo. Para que mi abuela se venga a vivir acá tendría que internar a mi abuelo, pero eso también sería muy caro y ella se rehúsa a dejarlo.

—Así que... tú te vas de regreso a Brooklyn y tus hermanos tal vez se vayan a Nashville.

—Al menos eso pretendo.

—¿Y vendrás a veces a Manhattan?

—No lo sé. Tal vez sí, aunque realmente no tendría un porqué.

—Así que... ¿es un adiós?

—Eso creo.

Winnie lo sorprendió dándole un abrazo. Como ella era ligeramente más alta que él, sus rostros estaban a la distancia perfecta para el primer momento romántico en la vida de ambos. La muchacha solo se dejó llevar por sus impulsos y besó a Joe, siendo ese el primer beso de los adolescentes, con movimientos torpes y tiernos, propios de la inexperiencia.

—Gracias por apoyarme después de haber sido una mierda de persona contigo —le susurró Winnie una vez que se separaron.

Ella se alejó, mientras que Joe continuaba sin poder reaccionar. Se encontraba ensimismado por el beso, pero más lo estaba porque jamás en su vida imaginó estar en una situación como esa con Winnie.

Y si eso lo impresionaba, era debido a que nunca tuvo la más mínima idea sobre todo lo que se le avecinaba. Era como cuando un niño, en su inocencia, se asombra al ver que la luna lo "sigue", desconociendo en lo absoluto el funcionamiento del universo.

Joe volvió con sus hermanos y comenzaron a empacar. El adolescente les entregó a los mellizos los regalos que les tenía, pero nada podía subirles el ánimo.

El chico habló por teléfono con su abuela paterna. La convenció de cuidar de los niños, pero ella le dijo tajantemente que no aceptaría cuidar de él también, a lo cual Joe le contestó que no sé preocupara, porque él estaría con su otra abuela.

Después de esa incómoda conversación, Joe revisó si había guardado todas las cosas que necesitaba, topándose con el libro que le había pasado Matt. Al abrirlo, sintió una vibra extraña recorriendo su cuerpo, pero eso no era lo más raro de la situación: mientras pasaba rápidamente las hojas, encontró un símbolo que le parecía haberlo visto antes.

Fue al baño, movido por una corazonada más que por lo racional. Se descubrió el torso con algo de temor y comparó el símbolo que salía en el libro con lo que le había aparecido en el brazo la última vez que habló con Belcebú.

Eran iguales.

Abajo del símbolo decía: «el sello de los demonios. Representa el pacto entre una bruja con cualquier ser infernal».

«¿Brujo? ¿Demonios? ¿Qué mierda es esto?» se preguntaba Joe.

Y entonces, todo comenzó a calzar en su cabeza: la magia, el sujeto extraño que se hacía llamar Belcebú (según él, porque así le decían)...

—¡Dijo que así le decían porque así es como lo llamaban los hebreos! —exclamó una vez que se dió cuenta—. ¡Oh mierda!

Desesperado, revisó las demás páginas para encontrar una forma de librarse de Belcebú, pero no encontraba una. Parecía ser más bien una guía para reconocer y cazar brujas, lo cual no era muy alentador. Sin embargo, encontró algo que lo podía ayudar: «una bruja enciende el sello cuando utiliza sus poderes, porque el pacto con un demonio incrementa su poder. El sello, a su vez, le permite saber al demonio la ubicación de sus brujas y poseer control sobre ellas. Si una bruja no usa sus poderes, el sello es inútil».

—No volveré a usar mis poderes —susurró—. No permitiré que él me vuelva a encontrar.

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