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CUALQUIERA TIENE UN ACCIDENTE EN LA DUCHA.

—¡No me gusta la luz de la mañana! —dije a regañadientes buscando una almohada para tapar mi cara —¿Dónde están las putas almohadas?

Pero fue algo peor lo que encontré allí.

Cuerpo, y no cualquiera.

Un cuerpo inerte que respiraba a mi lado con una gran musculatura.

Abrí mis ojos sobresaltándome y sin medir las dimensiones de la cama, caí golpeando mi trasero y provocando un estruendo.

<<¡No te fijaste con quién dormimos!>> gritó mi conciencia cuando apenas vi sus rasgos.

—¿Qué pasó? —La voz grave de Invierno se escuchó por el espacio y solo vio mis pies al borde de la cama— ¡Maida!

Se levantó de un salto para ayudarme a levantarme, estaba solo con un pantalón y me fije que estaba vestida con una de sus poleras que tapaban hasta mis glúteos, sin mi top, solo con mis bragas.

—¡Dime que tuvimos sexo salvaje y que no me podre parar en una semana por eso estoy en tu cama! —rogué apretando los ojos sin mirarlo—, además de no poder levantarme de este piso a menos que tú me tomes en tus fuertes brazos.

Mi vomitiva verbal hizo que su risa se oyera por todo el espacio haciendo que abriera mis ojos y contemplarlo con una postura de caballero a esta hora de la mañana con una mano estirada para ayudarme.

—Siento decepcionarte, pero no —tome su mano resoplando.

—No eres divertido —su mano fuerte estaba un poco helada por el frío de la mañana o por dormir encima de las sabanas.

Al levantarme, me sentó en la cama y me fijé que este era su cuarto. Vivía en la casona desde que tengo memoria y mi madre lo considera un hermano recojido que alguna parte ya que ha trabajado desde que pudo montar su primer caballo. Su padre, amigo de mi abuelo, era el capataz antes de él.

—¿Por qué estoy aquí? —pregunte resignada.

—¿Desde dónde te acuerdas? —Se cruzo de brazos resaltando su pecho. ¿Qué tipo de trabajo hacía para mantener tan buena forma? 

—Recuerdo que Sofi me dio el vaso de agua ardiente, después estuvimos bailan... —<<¡Mierda! Baile del koala>> recordé de repente.

—¿Quieres que saque los detalles vergonzosos?

—¡No! Prefiero mantener lo que me queda de dignidad por el momento —tenía que saber todo lo que pasó ayer, poco y nada recuerdo pero considerando que solo tengo mis bragas y unapolera no creo que haya mucho que rescatar— pero si necesito saber que paso, no creo que me dejes dormir en tu cama solo porque me emborrache.

—¡Está bien! Pero después quiero que recuerdes que tu lo pediste, niñita —tenía que asumir las responsabilidades de lo que paso anoche. Estaba muy molesta por ver a Verano y creo que termine tomando más aguardiente de la que podía aguantar en una noche—. Ayer estábamos todos disfrutando de la fiesta después de ese sensual baile del koala junto con Sofi, debo decir que ella tiene mucha fuerza. Aida casi se queda sin aliento cuando comenzaron a bailar a su alrededor tomándole el pelo y corrieron la silla de ruedas al centro. Diego tuvo que intervenir, hasta ahí recuerdo que él estaba sobrio.

—¡Creo que el aguardiente no es mi mejor trago!

—También lo creo —se sonrió—. Cuando te apartaste de la multitud pensamos que ibas a volver.

—Suena típico de mi —reaccione a otro recuerdo, estaba acostada debajo del sauce—. ¿Quiénes pensaron?

—Sofi y yo.

—¡Ah! —Feu increíble que ella estuviera sobria después de todo loq ue hicimos.

—Después tu amiga, me pregunto si te había visto pues Noel y Diego ya no respondían de una manera que entendiéramos, al parecer estaban probando quien era el más apto para tomar alcohol o comprobando tonterías de hombría y esas cosas de pendejos. Al final comenzamos a buscarte hasta que ella se sintió mal y terminó vomitando hasta sus tripas detrás del establo.

—Creo que ya sé para dónde vas —con la mano le hice una seña para que siguiera.

—La cosa, es que tu amiga me pidió que cuidara de ti, pues mientras ella... —movió sus manos haciendo el pobre intento de hacer una mímica— después te vimos durmiendo apoyada en los sauces tapada con una chaqueta.

—¿Chaqueta?

—Sí —rasco su nuca—, está en la silla del escritorio —en realidad no reconocí de quién era—. Te levanté y cuando estaba entrando a tu cuarto también vomitaste pero parecias poseida por algo y como el médico de cabecera estaba al borde de la muerte mejor te traje. Creo que tu habitación todavía está cerrada por el desastre.

—¡Maldita aguardiente!

—Novata —tosió para disimular.

—¿Qué dijiste? —entrecerré mis ojos.

—Eso te pasa por no cuidar lo que bebes, o como lo bebes —encogió sus hombros—, parecías una adolescente tomando agua.

Me encantó verlo tan relajado hablando de un tema tan trivial como el término de una fiesta, algo tan desastroso como cargar con varios adultos que se creían adolescentes y cómo me cuido a pesar del numerito de haberme perdido del lugar donde se estaba llevando a cabo la celebración por los nuevos contratos. Pero creo que estaba tan enojada con su vuelta que quería borrar la última hora de mi vida.

—¿Y qué pasa con esto? —Levante las mangas después de que me puse de pie a su lado.

Ahí entró en la realidad, mis muslos estaban al aire al igual que su torso y sus ojos se desviaron hasta mi piel desnuda. Sus mejillas se tiñeron de rojo pero no dejo de verme, por fin Invierno no me ignoraba.

—Tuve que vestirte para que pudieras dormir.

—Aunque me complace saber que dormí en la misma cama que tú creo que me desvestiste completa para ponerme esto —pase por su lado notando como su erección mañanera estaba visible y al parecer no se percató por el susto de la caída.

—Juro que no vi nada —dijo muy serio.

—¿Entonces tocaste algo que te gusto?

—Obvio que tenía que tocarte para cambiarte, o que pensabas.

—Podrías haber aprovechado el momento.

—¡Claro! Con una adolescente que estaba ebria, que apenas pudo lavarse los dientes —rio—, te recuerdo que tuve que lavarte porque te embarraste toda al desnudarte sola.

—Pero aún así tienes un despertar muy saludable —rei al ver que aún no se daba cuenta.

Puso sus manos allí cuando también observo lo que mis ojos contemplaban, escondiendo la naturaleza <<¡Ese mástil sostiene cualquier carpa!>> y solo quería probarlo.

—Puedes ducharte primero, traeré un poco de ropa para que te puedas vestir.

—¿Podemos ducharnos juntos? —pase mis dedos por su pecho—, ahorramos agua, cuidamos el medio ambiente, es grave el tema del calentamiento climático.

—Mejor que te duches sola.

—Ya no soy la niña que era hace unos años —susurre .

—Siempre serás una niña —sus ojos se clavaron enfrente—, ayer quedó demostrado.

—Eric —mi voz de súplica ayudó—, ayúdame con la ducha, aún me duele el golpe.

Pero su determinación era más fuerte que cualquier cosa. Él sería un hueso duro de roer pero era un todo o nada ahora que las horas estaban corriendo.

—¿Cuándo me dejarás en paz? —suspiro dando por perdida esta batalla.

—Cuando pase lo inevitable.

Tomó mi mano que estaba dibujando círculos sobre su pecho. Su piel bronceada bajo el sol cuando están trabajando al límite era de verdad atractiva. Sus músculos se tensaron y el agarre se volvió seguro.

—¡Ojalá que no te arrepientas! —susurro después de pensarlo algunos momentos.

—Nunca lo hago.

—Maida, soy veinte años mayor, ¿no crees que estás en riesgo de hacer algo que no te guste?

—Puedo acomodarme a tus gustos.

—Me tienes al límite —trato de mantenerse sereno— hace aos que me tienes al limite, no sabes que también soy hombre.

—Por eso te sigo insistiendo que no te reprimas.

—Te arrepentirás.

—Si eso crees, porque no probamos —alegue, no podía echarme para atrás, además y como dijo me había lavado los dientes antes de acostarme.

Sus ojos oscuros se volvieron totalmente negros, casi caí cuando tiro de mí y sus zancadas largas hasta el baño desestabilizaron mis pasos. Me tomó, me alzó y como si nada me agarró como carga, dejando que mis pies extrañasen el suelo pero no la cercanía de su cuerpo. Era temprano, nadie estaba en pie pero el sol de verano ya había salido. Se me olvidaron los setenta kilos con esos movimientos, no le importo cuan pesada estuviera.

El gallo estaba cantando a lo lejos cuando entramos al baño de su habitación. 

En poco rato comenzarán las labores de la casona, o por lo menos, los que estén vivos después de la fiesta se moverán para ordeñar la vaca, buscar los huevos y hacer pan.

Ana nunca falla con el pan.

Así como Invierno nunca fallaba en sorprenderme.

Me sentó en el lavamanos de loza blanca pulcra. Sus manos seguras sacaron la polera mientras lamía sus labios. Sus ojos no perdieron detalle y de repente me sentí vulnerable ante esta presencia tan avasalladora. Daba la impresión que estaba prendido del momento y que se había aguantado toda la vida por este instante, peo lo que más me llamaba la atención era que no perdía detalle de lo que estaba ocurriendo con mi cuerpo y de cierta manera estaba dudando si seguir, pero era una oportunidad que no se podía deaprovechar.

¿Quién era yo para decir que no cuando el universo había doblegado al Daddy? ¿Quién era yo para cuestionar a Santa Sara?

Además Invierno era un hombre alto, de hombros anchos, algunas cicatrices por un accidente del pasado. De mandíbula definida y masculina, labios carnosos, barba de unos días y perfil recto. Su pelo estaba enmarañado y algunas canas pintaban sus sienes dándole un aire de madurez que pocos alcanzaban.

—No lo haré con cuidado —gruño cuando mordió mi cuello amenazándome para que pudiera retractarme de mi decisión, <<eso dejará una marca>>.

—No quiero que lo hagas con cuidado —mordí su labio inferior trayéndolo más a mí, confirmando que esto era lo que había esperado hace mucho tiempo.

Además era morir o disfrutar el momento, que más podía hacer.

Me beso, profundo y demandante, tanto que mi vientre bajo se contrajo. Sus manos bajaron y abrieron mis piernas, una orden que no dude en seguir. Esta faceta oscura de Invierno me gustaba, era como una tormenta desatada causando estragos a su paso.

Con un brazo apretó mi cintura para sostenerme. Con la mano libre movio mis bragas masajeando las terminaciones nerviosas que me hicieron mojarme antes de que gimiera sobre sus labios.

Él no se deshizo de sus pantalones ni de mis bragas mojadas.

Con astucia, la experiencia asociada a la edad y todas las travesuras que me atrevo a pensar que este hombre hizo, sacó su polla erecta. Estaba caliente al contacto con mis muslos, no la metió como yo quería.

Se restregó para bañarse con mi lubricante natural. Era una buena sensación y si él quería me haría acabar en cualquier momento.

De repente, sus manos fueron a mi trasero acercándome al límite del lavamanos. Este me dejaba justo a la altura que necesitaba para poder entrar sin problemas.

—Esto me molesta —dijo con una voz gutural cuando vi que su polla estaba encima de mis bragas de encaje.

En un movimiento brusco, las rompió.

Me sorprendí de la facilidad en que cedió la tela en sus dedos fuertes, solo tiro una vez está se deshizo bajo un agarre técnico que Invierno realizó. Ahora tenía el pase libre con arapos colgando de mis caderas.

—Te llenaré hasta que escupa polvo —y mordió de nuevo mi cuello.

—¡Espera! —volví a la realidad en un segundo— ¿Tienes condones?

—No los necesito por si te preocupan los embarazos —la sonrisa lobuna que me dedico encendió el miedo en mi cuerpo <<¿Es el mismo que se negaba a follarme hace unos años?>>—, me hice una vasectomía.

<<Sorpresas te da la vida, Maida>> y a confiar que todos estabamos sanos.

—Eso es mejor de lo que esperaba —salió de mis labios antes de que pudiese procesar.

Tenía que confesar que cuando eyaculaban dentro es una buena sensación, los que se pueden seguir moviendo tenían pase directo a lubricante en exceso y la sensación de que algo escurriera por mis gluteos y que desbordara por mi cuerpo no me aborrecia en absoluto. Además sabemos que el sexo puede llegar hacer sucio, pero un sucio en buen sentido.

Y antes de poder reaccionar me embistió entrando a mi cuerpo provocando un quejido. Como dijo antes, no se detuvo ante eso y mordió mis labios mientras sostenía mi trasero encima del lavamanos al tiempo que entraba y salía rítmicamente.

Llegué a un punto que me tense al sentir el square muy cerca, sin embargo, antes de irme, se movió cambiando de posición e interrumpiendo mi vibrar.

Invierno me alzo por una segunda vez, camino conmigo en sus brazos fuertes cargando mi cuerpo sosteniendo mis piernas para no bajarme de lo montada que estaba. Dentro de mí se sentía caliente y completamente lleno al tiempo que cruzaba mis piernas por su cintura y sujetaba su cuello para no caer.

Fue una sensación rara, nunca nadie había caminado conmigo en esta posición y no ayudaba a mantener la concentración cuando estaba dentro de mi. No terminar me dejó al límite y cada paso que daba sentía las pequeñas inclinaciones que le daba a mi cuerpo. Sus oblicuos se movían rítmicamente y mi excitada entrepierna rozaba contra la dura piel de su abdomen apretado, digno para aporrear la ropa allí, digno para aporrear mis caderas allí.

Me bajo, me volteo hasta quedar pegada a su pecho. En esta posición quedaba de frente a la ducha.

—Pega tus manos a las cerámicas —su voz gutural guiaba todas mis acciones.

La cerámica estaba fría y sus manos eran el contraste caliente recorriendo mis pechos, apretando los pezones erectos, mi vientre, mi entrepierna. Su polla dura entre mis glúteos se movía poniéndome nerviosa y ansiosa, nunca me habían dado por atrás pero la curiosidad no ayudaba, aunque esta no fue la ocasión.

Todo fue placentero, rápido y poco a poco la temperatura llegó a un máximo (que creo no era seguro para los humanos) a los segundos en que entramos a esta parte del baño. Un baño con diseño actual, no con la típica tina de los demás baños que estaban en esta casa.

Este tenía vidrios en vez de cortina, baldosas a nivel y una ducha cascada pegada al techo.

—Estas muy caliente, Maida —Invierno no controlaba lo grave que salía su voz y con ello, extasiaba mis sentidos—. Bajaré un poco la temperatura —al instante el agua fría sobre mi piel creó pequeños temblores.

Si tuviera la temperatura real estaría chillando por lo fría, pero me sentía como si el agua se evaporara al contacto con mi piel. Pero solo hizo que Invierno se riera de mí por la reacción que tuve de tensarme, la evaporación no duro tanto como pense.

—Pareces un Chihuahua mojado —mordió el lóbulo de mi oreja—, pongámosle emoción.

Subió una de mis piernas y la sujetó para darme estabilidad. Con la otra rodeo mi cintura para no caer y comenzó a moverse salvajemente.

Las embestidas hacían que mis pequeños senos saltaran. Mis gemidos salieron de la profundidad de mi cuerpo donde sentía su punta presionar contra la piel de mi vientre, mostrando un pequeño bulto. Mis manos tratando de sujetarse para no caer y mi pie anclado al piso.

—¡Así! —grité al tiempo que sentía mi square, por segunda vez, venir.

Y me dio el placer de sentir nuestra acabada juntos bajando por mis piernas.

Nuestras respiraciones irregulares iban al compás. Bajo mi pierna y al girarme completamente vi como todavía estaba erecto y pensé que estaría muerta antes del desayuno si seguía así.

—Quiero... —mi frase murió en sus labios cuando con ferocidad atacó los míos.

No había una respiración, no se midió en tocar mi cuerpo, en meter sus dedos en mi interior y cerciorarse de que aún estaba mojada y no por el agua. Sus brazos me atraparon y sus pasos me guiaron hasta tener mi espalda en la fría pared de cerámica. Sus manos guiaron a las mías hasta su cuello y nuevamente me alzo con las piernas abiertas.

—Trata de dejarte llevar —la profundidad de lo gutural, carnal, obsceno que se veía todo a mis ojos fue placentero.

Obvio que me tenía que dejar llevar por la tormenta de Invierno en pleno amanecer tan caluroso dentro de estas cuatro paredes. Era imprescindible que solo gimiera en su labios, que dijera su nombre.

—¡E-E-Eric!

No me contuve en probar el sabor de su nombre.

Sabía a prohibido.

—¡Sh! —llevo solo un brazo a mi cintura para sujetarme, bajando unos centímetros para hacer más profunda su embestida y a su vez llevaba la otra mano a mi boca para callar mis gemidos—, este baño no está insonorizado.

Mordí unos de sus dedos, lamí la palma por la excitación y sonreí cuando en su cara se dibujó la misma sonrisa. Los niveles ya estaban a la chucha.

Cuando trate de moverme.

El peor error.

Antes de que Eric pudiera reaccionar nos resbalamos.

El movimiento hizo que me fuera de espalda al piso, Eric encima de mí.

Sus piernas cayeron entre las mías. Sus brazos, uno cubrió mi nuca para evitar un golpe grave, el otro hizo de ancla para sostenerse.

Yo parecía un mono de trapo. Mis piernas abiertas, donde antes estaba Invierno embistiendo ahora trataba de sostenerse. Mis brazos, quedaron a medio camino de sujetarme de algo. Mi espalda sufrió las peores consecuencias aunque mi entrepierna se sentía horriblemente adolorida, como si hubiesen tirado de ella.

<<Creo que me desgarre>> pensé apretando mis ojos.

—¿Estás bien? —Invierno examinaba con esos ojos negros todo mi cuerpo.

—Sí.

—¿Puedes levantarte?

—Sí —mentí —. Solo dame unos segundos —respire profundo para calmar las punzadas que tenía en mi vagina.

—Cruza tus brazos en mi cuello.

—No gracias —aunque sabía que el aterrizaje forzoso había sido mi culpa, no quería moverme hasta comprobar que todo allí abajo estaba bien— estare bien con unos segundos.

Sería una pesadilla pararme y comenzar a sangrar hasta que me desmaye por alguna rasgada muscular, algún desprendimiento de algo o cualquier otra cosa, moriría de la vergüenza si Otoño me tiene que revisar por haber estado de desesperada en la ducha de Invierno.

—Déjame ver tu espalda —dijo cuando cerro mis piernas lentamente, <<por lo menos se cierran>> me dije.

—No creo que mi espalda tenga algo.

—Quedará marcada —se agachó para besarla—. No te puedo dejar aquí ¡Vamos! Tus brazos a mi cuello.

Después del silencio me tomó en sus fuertes brazos y me recostó en la cama al tiempo que tomaba unas toallas para secarme. No era algo que deseara pero en ese momento me di cuenta que estos detalles despertaban una calidez diferente en mí.

<<Maldito caballero de armadura brillante>>

INVIERNO

—¿Estas segura que no te paso nada? —Maida ya estaba en su cama con su pijama, la había traido antes de que Ana se levantase.

—Sí —me sonrio— no te preocupes, es como la caida de la yegua hace años.

—Pero igual tuvieron que revisarte —no quería dejarla pero me estaba echando de su habitación.

—Si tengo algo más grave te lo hare saber —movio su mano pidiendome que me acercara— además cada segundo de esa ducha valio la pena pasarla contigo, ¿Sabes hace cuánto quería hacerlo contigo?

De verdad que esta mujer me iba a matar. No había querido reconocerlo porque no es porpio que me guste una niña pero Maida siempre fue muy persistente en todo lo que ella quería, incluso en la época en que se escondía con Emma. 

—No digas tonterías y mejor descansa. Vere si Diego ya esta vivo para que te venga a revisar.

—No lo despiertes si sigue muerto, no siempre debe tener días libres —en un movimiento que se notaba doloroso para ella igual se levanto y me beso—, ahora no te sientas culpable de esto.

Con estas actitudes ella puede cambiar pasados y futuros y eso me pone vulnerable ya que la niña esta es increíble aunque ella misma no se lo crea.

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