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Debilidades
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Una semana.
Llevo una semana recibiendo órdenes de Liam, me aislé de las personas que eran cercanas a mí, ya ni siquiera hablo con nadie que no sea ese extorsionador que me patrocina. Mi padre siempre intenta comunicarse conmigo, pero el uso de celular está prohibido para mi hasta nuevo aviso.
Extraño escuchar los mensajes de voz de mi hermanita; extraño esas fotos de los platos deliciosos de la abuela y ver como comen todos juntos en familia; los extraño a ellos...
Rubí ha estado irritable, últimamente, según los encargados, creen que se debe a que no he estado con ella para calmarla o darle de comer. Sé que debe hacerme cargo de ella, pero es técnicamente imposible en mi situación.
Liam me prohibió todo tipo de contacto con ella.
Unos minutos tarde y hoy sería mi muerte, siendo la jinete más impuntual de la existencia. Liam odia la impuntualidad, no puedo dar el lujo de recibir otro castigo de su parte, no sería bueno terminar más agotada de lo que ya estoy de toda esta situación.
Llego al sitio de encuentro, es como una especie de hipódromo abandonado en las afueras de Londres. Entro temiendo de lo que sea que me vaya a encontrar en esta ocasión, siento escalofríos al proyectar en mi cabeza las millones de probabilidades de que haya ocurrido un asesinato aquí.
Siento una respiración sobre nuca, mi corazón palpitó desenfrenadamente, ya sabía quién estaba detrás de mí, pero no quise voltear.
—¿Ahora me tienes miedo, Nessa? —niego —. Tranquila...
Aprieta mis hombros, inhalo y exhalo para dejar de estar nerviosa, no quiero que me haga nada. Quiero irme...
—Eso es...
Cierro los ojos, pienso en un lugar feliz que pueda sacarme de este sufrimiento interno. De pronto, Liam me suelta, soy feliz por unos cortos minutos hasta que comienza a reprocharme.
—Llegas tarde —vuelvo a temblar —. Una jineta de tu nivel no puedo permitirse tal lujo, te lo he dicho miles de veces, Nessa Kane —está enojado, muy enojado —. Una semana desde que comenzamos las prácticas y lo único que has hecho es ser una perezosa, tus ojeras cada vez están peor y ni hablar de tu cuerpo.
—Perdón, yo...
—¿Quieres que todos se den cuenta de que yo te patrocino?, ¿sabes lo que puede pasar si eso sucede? —sus preguntas me abruman al punto de querer llorar, pero no lo hago —. ¿Quieres hundirme? Porque te recuerdo que, si yo me hundo, tú te hundes conmigo.
Me empuja para hacerme a un lado, mantengo el equilibrio hasta donde puedo. Su guardaespaldas trae consigo un caballo con pelaje negro azabache, es un Steeple Chaser, los caballos corredores más desarrollados, pueden saltar obstáculos sin ningún problema.
—¿Qué le parece, señor? —inquiere el guardaespaldas.
—¿Qué tipo de caballo es tu yegua?
—Una Stayer, la mejor de su clase.
—Bien, puedes darla en adopción o venderla —mi confusión se nota a kilómetros con lo siguiente que dice —. Marqués será tu nuevo caballo.
—¿Qué?, p-pero...
—Una Stayer sea de pura sangre o no, es una yegua demasiado perezosa para ti —empiezo a enojarme por esta insolencia —. Como habrás notado, tienes que estar en la cima y un Steeple Chaser como Marqués te llevará a las olimpiadas.
—No quiero deshacerme de Rubí también, por favor... —suplico, me arrodillo ante sus pies.
Me toma de la cien jalándome con su mano, me levanto quejándome del dolor, mis lágrimas comienzan a salir de nuevo. Me arden los ojos de tanto llorar.
—No me importa que no quieras, soy tu jefe y debes obedecerme —me suelta de golpe.
—¡Esto no estaba en el contrato, Liam! —reprocho.
Liam se va caminando junto con sus hombres, dejándome en el suelo en compañía de los instructores de equitación.
—Deshazte de esa yegua, Kane —detiene el paso para volver a su mirada hacia mí con una sonrisa más que siniestra —. O lo haré yo.
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El sentimiento de culpa me carcome cada vez que recuerdo a mi madre sonriéndome mientras cabalgábamos en los campos de Irlanda. Su presencia me hace falta ahora y siempre, pero sobre todo en este instante.
Quisiera volver el tiempo atrás, para no cruzarme en esa estúpida casa de apuestas. Quisiera no ser tan débil para que nadie jamás logre intimidarme.
¿Cómo puedo ser la más grande jineta de mi país, si dejé que un maldito gánster me manipulara a su antojo?
Si mi padre estuviera aquí conmigo, me reprocharía una y otra vez el error tan grave que cometí al aceptar todo esto. Estoy sola ahora, logré alejarme de las personas a las cuales les estaba tomando cariño, olvidé que mi dignidad siempre estaría por encima de cualquier cosa. No obstante, fui débil...
Fui débil cuando no le dije a Milo la verdad.
Fui débil cuando no le dije a Aaron la razón de mi comportamiento.
Soy débil en todos los aspectos.
Llevo media hora observando las técnicas de Aaron en la distancia, me ha costado mantenerme lejos de él luego de que me demostrara que no es mala persona, pero siento que solo le traeré más problemas si dejo que se entere de lo que me pasa.
Su primer salto en la pista, caída perfecta. Su caballo es uno de los mejores de su raza, veloz e intrépido. Rubí es...
No.
No hagas eso.
Rubí es tu yegua desde hace muchos años, es lo único que te queda de tu madre y no puedes hacerle esto.
—¿Aburrida de ese espectáculo? —pregunta alguien a mi lado. Un chico de cabello castaño, ojos cafés y piel caucásica; frunzo el ceño —. Kolsen, Tommy Kolsen, a su servicio, señorita...
—Kane. Nessa Kane —respondí indiferente.
—La famosa jineta compulsiva, ¿eh? —murmura.
—¿Disculpa? —pregunto al no entender lo que dijo.
—¿Eres de las que se obsesionan con los entrenamientos?
—¿Y que si lo soy?
—No te ofendas, soy igual que tú, no entiendo a la gente que no se preocupa por mejorar su técnica —suelta de pronto —. ¿Conoces a Aaron Jones?
Asiento con la cabeza para escuchar lo que tenga que decir de Aaron.
—Mira su técnica —observo al británico de pelo negro —. No tiene la postura adecuada, no mantiene el equilibrio y su caballo cada día está engordando. Las reglas de la competencia especifican que los caballos deben tener una dieta balanceada para que no perjudiquen la carrera y no pierdan velocidad.
Ahora que lo pienso... Tiene razón...
—Tienes razón... —murmuro.
—Deberíamos entrenar juntos algún día, Nessa —su propuesta me llama la atención.
Me sonríe, yo también lo hago al darme cuenta de que, tal vez, este chico me ayude a mejorar mi técnica y logre sobrellevar mejor mi soledad.
—¿Por qué no ahora?
—¿Estás segura de querer entrenar conmigo hoy? —asiento —. Bien, te espero abajo.
Sonrío, nunca me había sentido tan relajada.
—¿Fue interesante la conversación? —Aaron está parado frente a mí.
—No es tu problema, Jones —respondo con desdén.
—Bien, no me meteré en tus asuntos, Kane.
—Perfecto.
—Estupendo.
Se va dejándome sola en las gradas.
Creo que, hasta el momento, no podré contar con nadie más para llevar a cabo lo que tuve que prometerle a Liam antes de venir aquí. Ahora debo encontrar la manera de salir de esto como sea.
Bajo al campo donde Rubí ya se encuentra allí junto al caballo de Kolsen, es un pura sangre árabe con un exquisito color azabache.
—Nessa, te presento a Rey Negro —un nombre imponente para este tipo de caballos.
—Tommy, te presento a Rubí —le muestro a mi yegua, acariciando su melena.
Él la observa con mucho detenimiento, siento escalofríos al ver sus ojos tan fríos como dos glaciares. Rubí siente mi nerviosismo y comienza a temblar.
—¿Por qué tiembla?
—Oh, es que... ella es muy tímida —respondo.
—Entiendo, creo que ya deberíamos empezar —sonríe dejándome desconcertada por su reacción.
Se coloca en posición para dar inicio a una breve carrera para saber lo que hay que mejorar, tomo la correa de Rubí con fuerza, respiro profundo mientras que Tommy me sonríe.
—Relájate, no es una competencia —me recuerda.
Sonrío divertida por su comentario.
Tommy da la señal para empezar con la carrera, el límite de distancia al que llegaremos será de 100 kilómetros, para no cansar a los caballos. Mi trayecto se centra en nada mas que pasar a Tommy, no quiero que note que Rubí ha perdido velocidad con el tiempo, así que intento hacer que mi yegua corra más rápido. Por desgracia, llegamos a los 100 kilómetros, Tommy tomó la delantera dejándome muy atrás y con el orgullo en el piso.
Rubí jadea del cansancio, sus latidos son muy acelerados por la cantidad de presión que ejercí en ella durante la carrera. Me siento culpable por hacerle esto, no sé qué me pasó.
—Rubí... Perdóname, en serio —le di un gran abrazo a la pobre Rubí por mi desconsideración para con ella.
—Nessa, creo que sería mejor dejar descansar a Rubí —sugiere Tommy.
Asiento con la cabeza, la llevamos a los establos junto con Rey Negro para que ambos descansen. Le dejo un poco de fruta a mi yegua que me ha acompañado desde que era una niña.
—Se nota que la quieres mucho —menciona Kolsen.
—Sí... ella es lo único que me queda de... —paro de hablar cuando estaba a punto de mencionar a mamá.
—¿De quien?
—Promete que no te reirás.
—Lo prometo.
—Mi madre me dio a Rubí cuando era una niña, es lo único que me queda de ella, ahora —explico.
—¿Dónde está tu madre?
—Murió cuando tenía 6 años —respondí con nostalgia.
—Perdona, no debí preguntar —se retracta de su pregunta —. ¿Sabes?, conozco un caballo que podrías usar mientras que Rubí se recupera.
—No creo que sea buena reemplazarla...
—No lo harás, solo dejarás que descanse un poco, es una yegua mayor y necesita recuperarse para volver a tener fuerzas —su recomendación me interesa viéndolo desde ese punto —. Tu madre también pensaría lo mismo, y estaría orgullosa de ti.
Mamá...
—Ojalá tengas razón...
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