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«CAPÍTULO 7»

—¿Qué es este lugar? Es enorme.

La voz de JiMin hizo eco a través del espacio interior de la estructura. Un enorme círculo de arena rodeado por siete pisos de asientos a la redonda y cinco puertas al final de los mismos. Alrededor se veía el paso del tiempo, el moho se arrastraba por las paredes, manchas negruzcas y falta de concreto en las que seguro fueron hermosas terminaciones en el pasado.

—Estamos en Flamestone, el antiguo anfiteatro de Ignathar—explicó Miguel. El consejero levantó las manos señalando toda la construcción—. Años de historia duermen en estas piedras. Por años, los mejores rogan se presentaron aquí y dieron muestra de sus habilidades.

—Es impresionante —susurró JiMin con los ojos bañados en curiosidad. Si bien en Prana existían edificaciones como estas, eran estructuras más elaboradas y destinadas a actividades totalmente diferentes.

—Padre solía contarme historias de este lugar —dijo JungKook ganando la atención de sus acompañantes. JiMin alzó la mirada hacia el príncipe, una sonrisa bailaba en el rostro del hombre.

Ambos habían acompañado Miguel para su nueva sesión de consejería, sorprendidos ante la información de que esta no se llevaría a cabo en su impoluta oficina. En cambio, el señor Dubois les pidió tomar un caballo a cada uno y acompañarlo a un pequeño paseo, no sin antes entregarles un juego de camisa y pantalón negros y un par de botas al dúo. JiMin aceptó las prendas, incluso si no entendía nada, impulsado por la actitud tranquila de JungKook.

JiMin recorrió la figura del rogan con interés. El cuerpo de músculos duros y apretados se veía incluso mejor en la tela fina y oscura. El pantalón sin botones apretaba su cintura, marcando cada curva de piel dorada.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó JungKook con los brazos cruzados en el pecho y una ceja alzada en dirección a Miguel. El hombre se aclaró la garganta y estiró como una vara de metal.

—Nosotros, con el permiso del rey y la cooperación de ustedes, haremos un experimento.

Tanto JungKook como JiMin se quedaron en silencio, observando al hombre de cabellos y ojos coral. JungKook fue el primero en reaccionar, tomando una profunda inhalación y evidente descontento.

—No.

—Si me deja explicar…

—La respuesta sigue siendo no. En primer lugar, utilizaste la palabra “Experimento” y en segundo —JungKook tomó una pequeña pausa para rodar los ojos—. “¿Con el permiso del rey?” No confío en cualquier cosa que le hayas dicho a mi padre para obtener su aprobación.

Miguel abrió los ojos y la boca como si lo hubiera insultando de la peor forma.

—Fui totalmente sincero con su majestad.

JungKook se encogió de hombros, manteniendo su posición de “No, ni lo pienses”.

El rogan había despertado y cumplido con sus deberes desde temprano, pequeñas cosas para aliviar la carga de su padre en cuanto las cuestiones del reino. Contento de pasar tiempo con su prometido y descubrir más cosas del aisyah, se tomó el atrevimiento de pasar a buscarlo e ir juntos a su sesión con Miguel, solo para encontrar al hombre más que preparado en la puerta, con dos trajes oscuros a juego y la noticia de que tendrían un día de excursión. Rogan sabe que nunca imaginó que fuera al Firestone, lugar de las batallas más aclamadas en la historia de la nación de fuego desde el nacimiento de la nueva raza y cerrado por la misma razón.

Demasiadas personas murieron ahí.

JungKook desvió la mirada de Miguel hacia JiMin. El hombre alto y tonificado lucía perfecto en ese traje apretado y tan oscuro como su cabello. Las botas razas lo hacían ver casi peligroso, incluso si su rostro gritaba “dulce y esponjoso” por todos lados. El rogan mapeó su espalda y hacia abajo, a la curvatura que nacía llamativa y esbelta. Dioses. JungKook estaba más que bien con su futuro esposo. Él agradecería a su padre nuevamente por ello.

—Alteza…

JungKook ni siquiera le prestó atención a las palabras de Miguel. Él solo volvió a decir “no” y punto.

JiMin observó al consejero, notando como la emoción que había mantenido durante todo el camino y al entrar, comenzaban a apagarse lentamente. Lo que sea que estuviera pensando debía ser lo suficiente importante para él, de otra forma la negativa de JungKook no debería afectarle.

—Dale una oportunidad ¿qué es lo peor que puede pasar? —pidió JiMin con tono suave y bajo hacia su prometido. JungKook alzó la vista hacia el hombre de ojos violetas—. Adelante, señor Dubois.

—Gracias —susurró Miguel antes de continuar—. Antes de poner en práctica mi idea, debo preguntar algo —miró a JiMin—. Joven Park, tengo entendido que los aisyah han logrado canalizar su energía para crear escudos y campos de protección de largo alcance. ¿Es eso cierto?

JiMin se lamió los labios, cruzando los brazos sobre su pecho con un asentimiento lento, no muy seguro hacia donde iba la conversación. Miguel sonrió como un niño emocionado.

—Perfecto —agregó Miguel, caminando lejos de la pareja que intercambiaba miradas ante la actitud del hombre con renovada pasión— Por favor, acérquese —pidió al joven aisyah, quien acató con pasos inseguros hasta llegar a su lado—. Necesito una barrera protectora que cubra toda la arena.

JiMin lo miró de arriba hacia abajo.

—¿Por qué?

—Para proteger lo poco que queda de la estructura —explicó con simpleza. Viendo que solo era observado en silencio, Miguel cayó en cuenta de que había pasado por alto algunas pequeñas cosas—. Oh, ¿no se los dije? Van a tener un duelo.

—¿Qué?

—De la forma más amistosa posible —agregó sin darle importancia a la máscara estupefacta de JiMin.

—¡Claro que no! —chilló el aisyah.

JungKook observó el dúo, Miguel parecía muy seguro de sí mismo mientras que JiMin lo tachaba de loco. El rogan miró el redondel con las palabras viajando en su mente. ¿Un duelo? Tal cosa implicaba todo un conjunto de ataques, emoción y magia. JungKook tendría que hacer uso de sus capacidades y JiMin sacaría esa magia aisyah de la que tanto se habla en el Imperio. JungKook sintió el zumbido de emoción en su cabeza y una fogata burbujeando en el pecho ante la idea.

—¿Eso quiere decir que JiMin utilizará sus poderes de aisyah? —preguntó sin mirar a nadie en particular. JiMin y Miguel giraron en su dirección.

—Sí —dijo el consejero.

—¿Y que hará sus cosa de aisyah?

—¡Sí!

—¡No! Claro que no —amonestó JiMin con los hombros tensos y el ceño fruncido. JungKook captó la molestia en sus mejillas abultadas y la arruga de su frente. Oh, era tan lindo—. Mi estado actual es un desastre. Podría lastimarte, JungKook.

JungKook alzó los hombros como si tal cosa no tuviera la suficiente importancia, y nunca mejor dicho. A estas alturas JungKook no tenía idea de qué tan grave era el desastre de su futuro esposo y este no parecía tener ganas de decir mucho al respecto.

—Nunca lo sabrás si no lo intentas —dijo el rogan, sonriendo—. No es como si quisieras matarme.

La afirmación creó un eco silencioso. JungKook ladeó el rostro con la mirada en JiMin.

—¿Quieres matarme? —preguntó conmocionado—. Ni siquiera nos hemos casado.

—No —aseguró JiMin, su voz temblando ligeramente, mirando a JungKook y Miguel quienes no parecían muy convencidos. JiMin apretó los labios y aclaró la garganta.— No quiero lastimarte de ninguna forma —la mirada de JungKook bailó sobre su rostro con sospecha—. Por todos los dioses. ¡No quiero hacerte daño!

JungKook alzó el mentón.

—No te creo.

JiMin rodó los ojos ante la actitud descarada. Podía sentir la energía del rogan. No había ni una gota de enojo al respecto, era pura diversión y descaro.

—Demuéstralo —dijo JungKook—. Soy un rogan, necesitarás todo de ti para derribarme.

JungKook quería provocarlo. El cuerpo de JiMin lucía rígido, con las manos en puños y la mirada perdida en el suelo mientras respiraba y seguro pedía paciencia a la gran diosa. Miguel esperaba expectante desde la esquina, casi rebotando. Tan diferente de su imagen inicial, genuinamente emocionado por lo que fuera a pasar aquí.

JiMin alzó la mirada hacia JungKook, como si finalmente hubiera llegado a un acuerdo con sí mismo. No había felicidad en su rostro, parecía un poco molesto al respecto pero aún así él miró a JungKook a los ojos y asintió.

—Bien, tú ganas —masculló, señalando a Miguel mientras se alejaba al lado contrario del coliseo. El aisyah se agachó con la rodilla derecha en la arena—. Sigo pensando que esto es una pésima idea.

JungKook observó el momento exacto en que JiMin cerró los ojos, con ambas palmas en la arena y los labios en una plegaria silenciosa. Él no sintió nada, no en al momento y por un segundo, JungKook dudó de cualquier cosa que fuera a pasar.

De un momento a otro, JiMin silbó suave y fino, como un ave que canta su victoria o está dispuesta a todo en la lucha. Su cuerpo vibró y una onda eléctrica se desplegó, un halo de luz se asomó a la espalda del aisyah, saltando al aire en la forma de una estilizada ave.

Era un águila. Una majestuosa y hermosa que se hizo dueña del anfiteatro hasta llegar al cielo y caer en picada hasta enterrarse en la arena. El suelo tembló y los músculos de JiMin se apretaron al ponerse de pie. Una estela de luz brotó y se expandió por todo el coliseo.

—Listo —La voz de JiMin se había convertido en un decadente barítono, resonando en los canales auditivos de JungKook como chocolate derretido. Él movió el cuello y dejó sonar los huesos rígidos como un peleador fuera de práctica.

Sí, JungKook quería ver más de eso.

—Eso fue hermoso —dijo Miguel llamando la atención de ambos hombres, corriendo hacia la quinta fila de asientos totalmente emocionado—. ¡A sus puestos!

JungKook sonrió, todo descaro y mejillas felices, tomando distancia hasta el otro lado del círculo.

—Esta antigua moneda de cara o cruz decidirá quién dará el primer golpe —Miguel tenía la moneda en lo alto de su cabeza y entre sus largos dedos—. Elijan.

Cara.

Cruz.

La moneda voló en el aire y cayó en la mano derecha de Miguel antes de ser volteada. Una lenta sonrisa llenó sus labios al mirar a JungKook.

—La suerte le sonríe, príncipe Jeon.

—¡No tenemos que hacer esto! —gritó JiMin desde el otro lado, casi como si quisiera darle a JungKook una última oportunidad. Bueno, él no quería nada de eso en su plato.

—Vamos, será divertido —gritó de vuelta—. Debo entrenar para los años venideros.

JiMin suspiró, él incluso alzó la mirada al cielo y cerró los ojos como si de la nada hubiera caído en desgracia.

—¿Listos?

JungKook asintió con la piel ardiendo. El rogan sentía la genuina emoción por los giros de tuerca de la mañana. Tener un duelo con JiMin no era algo que se le hubiera ocurrido, mucho menos tener la oportunidad de ver un aisyah en su elemento. Un aisyah corrupto. Perder tal oportunidad no era una opción.

JiMin respiró hondo desde su puesto, con las manos temblorosas y el corazón errático. Los aisyah no tenían dones combativos, además de la proyección, sanación o lectura y comunicación de almas, no tenían otros poderes. Pero con la llegada de su estado actual, él había evolucionado y mirado a los ojos el verdadero alcance de su alma. Uno que no controlaba, temiendo que lo metiera en muchos problemas.

JiMin miró a Miguel. El consejero no era más que una tromba de emoción andante, aunque no era ni la mitad de apabullante que la estela de felicidad y excitación que envolvía a JungKook. Él vio a JungKook prepararse para el ataque. El rogan alineó las piernas y los hombros con las palmas de las manos abiertas a altura de la cintura y de cara al suelo, expulsando dos bolas de fuego como si fuera un maldito dragón. Los discos recorrieron el atrio, cruzando tras la espalda del aisyah, volviendo a JungKook en un círculo perfecto en cuestión de segundos.

—Siempre recordaré este momento —dijo JungKook.

JiMin no tuvo el tiempo suficiente para meter las palabras en lo profundo de su cerebro. JungKook fusionó los discos de fuego en uno con total maestría y los aplaudió en su dirección como un cañón destinado a derribar las más altas muralla. JiMin corrió, él esquivó el fuego y derrapó sobre la arena mirando hacia la mancha oscura sobre la piedra.

—¡¿Estás loco?!

JungKook rio con fuerza, echando la cabeza hacia atrás. El pelirrojo se encogió de hombros como si nada.

—Cálmate. Estamos jugando —dijo con soltura, corriendo y alzando una ola de fuego. El calor en la habitación aumentó y la sonrisa en el rostro del rogan no disminuyó ni un segundo—. ¡Vamos a jugar!

JiMin golpeó el piso y envió su energía fuera, creando una onda expansiva que dividió la tromba de fuego al medio y la envió lejos.

—¡JiMin, vamos! Ponle un poco de emoción —JungKook parecía un niño en plena rabieta exigiendo un juguete. JiMin se levantó y lo miró a los ojos con respiración irregular.— Nunca pensé decir esto, pero tu actitud comienza a molestarme un poco, querido —agregó, creando una enorme rueda de fuego que mantuvo brillando en la palma de la mano— ¿Crees que no puedo con un poco de polvo morado? —preguntó con el ceño fruncido—. ¿Debería sentirme ofendido?

—Dije que participaría. Nunca estuve de acuerdo en atacar.

JungKook ladeó el rostro.

—¿Seguro?

JiMin se vio a sí mismo en una órbita de fuego, cálida y brillante que cubría todo su cuerpo. Él miró la figura tranquila de JungKook a la distancia, como si supiera que con ello lo molestaría, le haría hervir la sangre y desataría el caos en él. Las llamas no quemaban su ropa o piel, pero el calor no era menos insoportable por eso. El aire comenzó a sentirse pesado y sus fosas nasales ardieron en consecuencia. JiMin se tocó el pecho con las gotas de sudor cayendo por su frente y cuello. La sonrisa de JungKook aún era visible a través de la llamarada.

Bien, él lo haría, le daría a JungKook lo que quería. Quizás al final era una buena idea y él podría poner sus nuevos dones en práctica, y de paso, darle una pequeña lección al hombre descarado al otro lado de la arena.

—¡Vamos! —gritó JungKook—. Sé que tienes más para dar.

JiMin sonrió, no había dulzura al respecto. Él ladeó el rostro y rio en la pequeña esfera. El aisyah cerró los ojos y centró su esencia, sonriendo ante el jadeó sorprendido de Miguel y JungKook ante su espectáculo.

JungKook abrió los ojos con genuina sorpresa ante la imagen de JiMin absorbiendo el fuego, mientras le daba una sonrisa ladeada y orgullosa que no hizo más que remover todo el calor en sus vena. JungKook incluso saltó de emoción. El aisyah se tocó el pecho y lo próximo que JungKook sintió fue la sensación de ser expulsado y lanzando lejos ante el impacto de la fuerza invisible y caliente proveniente de JiMin.

—Acabemos con esto —susurró JiMin. JungKook negó con una risa floreciendo en lo profundo de su garganta. Él dejó escapar un suspiro y miró a JiMin con atención, su piel picó una vez más y la sangre hirvió.

El fuego brotó desde el suelo y JungKook lo alzó en el aire, una ola enorme y peligrosa como si el coliseo fuera el vasto mar azotado por un tsunami. JungKook no lo pensó dos veces, se impulsó hacia adelante y recorrió la distancia entre ambos con emoción burbujeante. El aisyah no se quedó atrás, corriendo y saltando hacia él en zigzag utilizando su energía.

JungKook apretó los dedos y aumentó el tamaño de la ola, sorprendido ante la repentina desaparición de JiMin entre las llamas y con ello el corte de su tromba. JungKook quedó suspendido en el aire, cayendo pero siendo lo suficiente rápido para girar en el acto y con ello, envolver a un sudoroso JiMin en un puño apretado de fuego. El rogan jadeó y rio al ver a JiMin luchando por zafarse. Él había reforzado y utilizado mayor esencia en el agarre con el único objetivo de inmovilizar a su prometido.

JungKook caminó hacia su prometido y lo miró a los ojos con orgullo.

—Gané —dijo y JiMin detuvo su lucha sin sentido para mirarlo a los ojos. El aisyah sonrió y ladeó el rostro. JungKook sintió un escalofrío recorrer su columna y una neblina asentarse en su mente. De la nada, su cuerpo se volvió una masa pesada sin vida.

—De rodillas.

La voz era lejana pero JungKook lo hizo, cayó sobre sus rodillas y jadeó, levantando la mirada hacia los ojos violetas. Él seguía ahí, pero al mismo tiempo no. JungKook cerró los ojos y movió la cabeza hacia ambos lados.

—¿Decías? —La risa en la voz de JiMin hizo a JungKook volver en sí. El rogan dejó caer su cuerpo hacia atrás, ligero y sonriente. JiMin brillaba. Sus ojos eran dos gemas incluso si no había una gota de altivez en su cuerpo.

—Olvida el compromiso, quiero ir directo al enlace.

JiMin rio, sus mejillas se pintaron de rubor y extendió una mano a JungKook en ayuda. El impulso ayudó al rogan a erguirse en sus dos piernas, quedando tan cerca del aisyah que el aliento chocaba sobre los labios del otro. En ese instante, ellos eran todo. Con las manos unidas y la piel ardiendo, como si no existiera nada más en el mundo.

—¡Eso fue perfecto! —El grito de Miguel fue repentino y activó algo en JiMin. El aisyah soltó la mano de JungKook como si el hombre de fuego pudiera volverlo cenizas en cuestión de segundos. JiMin miró a JungKook con el pecho apretado, el corazón acelerado y la persistencia de la cálida sensación bailando alrededor de sus falanges.

—¿Estás bien? —preguntó Miguel. JiMin levantó la mirada hacia el consejero sin saber qué decir exactamente, desviando la mirada hacia JungKook.

—Sí.

—¿Seguro? —preguntó JungKook.
JiMin asintió, incluso si no era del todo cierto.

—Mejor que nunca.

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