«CAPÍTULO 15»:
—Alteza.
—¿Cómo está?
JungKook captó la respuesta incluso antes de que las palabras fueran emitidas por el médico real. El rogan respiró hondo y dió media vuelta necesitando distancia después de una noche y día de mierda. Su padre se mantenía en cama desde el día anterior, mientras él y JiMin pasaban el día en la playa después de dos días ocupados en la corte puesto que su matrimonio ocurría en dos semanas y con ello él tomaría nuevas responsabilidades.
No era la primera vez que esto ocurría, de hecho él debía haberlo imaginado, que la calma era solo una cosita descarada que te abrazaba el tiempo suficiente para hacerte tonto y golpearte de la peor forma.
JungKook había dejado a su padre descansando.
El hombre era testarudo como un animal orgulloso y poderoso, uno que odiaba ver a JungKook demasiado tiempo a su lado, preocupado y temeroso de que algo malo pudiera suceder. Pero entonces, no podrían culparlo, claro que no. JungKook había perdido a su madre a una edad temprana y su padre. Dioses, ese hombre ha sido un tipo duro por mucho tiempo, pero la pérdida y el anhelo de reunirse con su único amor le ha pasado factura.
Y ahora que JungKook tenía su futuro asegurado, el rey sentía una aparente sensación de plenitud en todo su ser.
—JungKook.
Los ojos grandes y brillantes de JiMin lo miraban desde el otro lado del pasillo. El aisyah vestía sencillo y totalmente hermoso. JiMin había logrado adueñarse de un par de prendas con el sastre real, aunque las prendas sueltas de Ignathar les quedaban bien, el hombre prefería volver a su viejo estilo más neutral.
—¿Alguna mejora?
JungKook se lamió los labios y negó mientras se acercaba a paso lento.
—No por ahora. Quizás con el paso de los días.
—Quisiera visitarlo. No sabía si sería correcto.
El rogan encontró la verdad en los orbes violetas de su futuro esposo. JiMin era un alma transparente, un hombre de sentimientos puros y genuina buena voluntad. JungKook estaba feliz de tenerlo a su lado, más con la situación actual.
JungKook alzó una mano y pasó los dedos por la mejilla de JiMin, tan sutil, suave y rápido. JungKook lo abrazó y tomó entre sus brazos, dispuesto a pasar horas en ello, dejar su amargura en el acto y dejarlo grabado en lo profundo de su retina.
—Ahora está dormido —dijo JungKook en respuesta a los deseos de JiMin—. Podrás verlo durante la cena.
JiMin asintió con una sonrisa.
—Me encantaría. ¿Vas a algún lado? —JungKook se encogió de hombros.
—Pensaba dar un paseo —dejó caer la mirada en los orbes violetas y agregó:— ¿Quieres venir conmigo? Hoy se inauguran las festividades del reino—sonrió—. Será ruidoso y divertido allí.
La mirada de JiMin brilló en regocijo, como un niño en su cumpleaños que recibe muchos regalos.
—¡Por supuesto!
—Iremos a caballo.
JungKook negó divertido viendo al hombre de veinticinco años casi saltar en el lugar.
Ambos salieron al lado del otro, a través del camino de piedra hasta el establo. Los caballos se movieron curiosos nada más entrar al lugar y JungKook se acercó a su yegua en cuestión de segundos. Era oscura y tenía un manchón en la frente que hacía juego con el hocico blanco. El rogan la acarició con cariño y susurró su nombre "Star".
—¿Estás bien?
JiMin giró hacia él lentamente, y JungKook se encontró así mismo alzando una ceja con una sonrisa perezosa en los labios. JiMin se aclaró la garganta y miró a Star con imperioso interés. JungKook vio al Aisyah morderse los labios y moverse nervioso.
—Claro que sí —dijo JiMin con voz temblorosa. JungKook cruzó los brazos y esperó pacientemente. Las mejillas de JiMin se colorearon de un bonito rosado—. Solo un poco nervioso.
—JiMin.
—¡No es nada malo! —soltó con las mejillas abultadas de indignación, una que se desinfló rápidamente.— La boda es en un par de días y tengo miedo de hacer el ridículo —levantó la mirada hacia JungKook—. No me dejes hacer el ridículo ¿Verdad?
JungKook estaba un poco impactado. JiMin no podía mirarlo así, con esos ojos brillantes, violetas y los labios un poco estirados y húmedos. JungKook se pasó los dedos por el cabello, Suspirando con los ojos cerrados y el rostro de cara al techo.
—Por Rogan.
El hombre de cabellos rojizos sonrió negando. Ambos saliendo a suave trote.
El pueblo no estaba lejos, posiblemente a unos veinte minutos del palacio y JungKook se escapaba bastante seguido. El camino era de tierra, con un largo terreno de árboles a los costados que brindaban un poco de sombra. JungKook abrió el camino para JiMin, el chico iba perdido en los tonos verdes y los rayos de sol que impactaba en su rostro.
JungKook no se perdió la reacción de JiMin al llegar al pueblo y ver la calle principal inmensamente amplias, las aceras adoquinadas y los puestos ambulantes con arreglos de tela roja que hacían juego con las farolas colgantes a lo largo y ancho de toda la ciudad. Aunque habían pasado por el lugar en varias ocasiones, JiMin no dejaba de emocionarse ante la vista.
—Adelante, forastero.
La invitación de JungKook cumplió el propósito correcto, y después de bajarse de los cabellos y dejarlos en un lugar seguro, JiMin saltó de puesto en puesto soltando monedas, y JungKook no dudó en acompañarlo en su feliz travesía. El calor envolvía la ciudad, uno húmedo y potente que hacía a JiMin sudar y sonrosada su piel, pero no por eso el chico dejaba ir su sonrisa. JungKook se apiadó de él y buscó bebidas frescas, una sombrilla artesanal e hizo más placentera su estancia.
—¡Mamá! ¡Mamá!
JungKook alzó la vista sobre el hombro de JiMin. Una niña de cabellos y orbes corales corría hacia ellos de la mano de su madre. JungKook apretó los labios ante la genuina sorpresa de JiMin debido a la inquisitiva mirada infantil.
—Buenos días, señor —dijo la niña enseñando toda una hielera de dientes faltantes en la parte superior con apenas tres sobrevivientes y la hilera inferior intacta. La niña llevaba un bonito vestido rosado y un par de coletas rizadas que caían a ambos lados de su cara redonda.
JiMin levantó la mano tímidamente, moviéndola de un lado al otro.
—¡Mira, mamá! ¡Tiene el pelo negro! Waaaaa. ¡Que lindo!
JungKook necesitó todo de sí mismo para no reírse y agregar un poco más de vergüenza al chico. La niña comenzó a hacer preguntas y el aisyah no estaba muy seguro de cómo responder más allá de su nombre y procedencia. Aunque las miradas por parte de los residentes no habían sido pocas, estos preferían mirar de lejos. Cosa que para un niño no era tan fácil de hacer. Ellos tenían una curiosidad que necesitaba ser saciada.
—Es suave y bonito como tú —dijo la niña al tocar el cabello de JiMin. JungKook abrió los ojos un poco sorprendido por la acción y más que todo porque JiMin la permitiera.
JiMin parecía capaz de desmayarse de dulzura y la madre de la joven reía entre avergonzada y divertida. JungKook observó la escena una vez más. JiMin se había puesto a la altura de la niña y le hablaba con tono suave y el Rogan no pudo hacer más que dejar volar su mente y proyectar en su cabeza la imagen de un JiMin un poco mayor con dos niños hermosos de la mano.
—Eso fue...
—¿Intenso? ¿Raro? ¿Muy intenso? —interrumpió JungKook con la diversión bailando en su voz una vez la niña se fue. JiMin negó con una sonrisa dulce y lo miró con tranquilidad.
—Me gustó.
JungKook asintió y golpeó su hombro con dedos rápidos, continuando al próximo negocio donde vendían artesanías de cristal transformadas con fuego. Habían rosas, flores, jarrones y demás. JiMin miró cada uno de ellos como si fuera algo especial. Era diverso y llamativo, y algo captó la atención de JungKook sacándole una sonrisa.
La tarde en el pueblo pasó y finalmente el sol se ocultó, ellos comieron platillos grasosos, deliciosos típicos de Ignathar y JiMin juraba a JungKook que si comía algo más por más mínimo que fuera, explotaría épicamente.
—Mira. Ya va a comenzar —dijo JungKook señalando hacia arriba.
Un grupo de personas se colocaron en círculo y con total soltura dejaron fluir llamaradas de fuego desde la punta de sus dedos, encendiendo las linternas flotantes en la noche.
—Hay una leyenda sobre las linternas de fuego. Dicen que la gran diosa Eve las creó como un regalo a su amado. Eternas, como su amor por él.
JiMin miró el espectáculo, sonriente y perdido en las chispas de fuego.
—¿Sabías que Aisyah nunca debió existir? —dijo JiMin con calma.
JungKook frunció el ceño ante las palabras dichas. JiMin sonrió y se encogió de hombros.
—En Prana existen un par de escrituras antiguas, secretas por mucho y sagradas como nada. En ellas explican que Aisyah nació de un trozo de alma de la misma Eve. La diosa amó a un humano con todo su corazón y le ofreció la inmortalidad, pero él no la aceptó. Con el tiempo, el hombre murió y la diosa sufrió amargamente la pérdida —explicó JiMin—. Intentando dejar atrás ese dolor, lo acumuló en un pequeño rincón de su alma y lo extrajo de su pecho. El cristal fue guardado en el palacio y un día cayó al estanque de la vida del cual nació Aisyah. Un dragón peculiar proveniente de un trozo de alma que guardaba amor, anhelo, odio y pena.
—Nunca había escuchado esa historia.
—Es algo entre Aisyah —susurró JiMin mirando hacia el gentío—. ¿Lo imaginas? ¿Amar así?
—¿Lo crees posible? —preguntó JungKook de vuelta. JiMin lo miró, largo y profundo como si intentara buscar algo en su mirada.
—Con las personas correctas todo es posible —susurró el Aisyah con la suavidad de una caricia.
JungKook observó a JiMin, encontrando la mirada del hombre y el masculino rostro demasiado cerca. Tanto, que podía captar el vino proveniente del hombre y la humedad de sus labios. JungKook quería inclinarse un poco, besarlo y explorar sus labios, rápido y casto. JiMin se aclaró la garganta y bajó la mirada al suelo con todo el rostro colorado.
—Damas y caballeros. ¡Que comience el festival!
El grito del hombre alto y vivaracho dió paso al sonido de los tambores y la algarabía del momento. JungKook rio al ver a todos a su alrededor perderse en la melodía, una a la que JiMin no fue inmune. Algunos gritaban y otros bailaban. Solos o acompañados, pero disfrutando el momento. JungKook sintió su garganta picar y el calor subir por su piel. Sediento y un poco acalorado decidió buscar un poco de bebida fresca. Aún debían volver al palacio y JiMin era quien debía divertirse.
—Iré por algo de beber —dijo al chico quien asintió con descuido. JungKook negó y sonrió, caminando solo un poco lejos y comprando el producto. JungKook no creía haber demorado mucho, de hecho piensa que todo fue muy rápido. Pero cuando regresó, JiMin no estaba por ningún lado.
—JiMin —llamó mirando alrededor con los nervios golpeando sus venas—. ¡JiMin! ¡JiMin!
El festival estaba en pleno apogeo y la gente tan ebria como podía apenas y sabían sus propios nombres. JungKook empujó y se abrió paso, desesperado y listo para hacer un alboroto.
El barrió parte del lugar, gritando el nombre de su prometido una y otra vez y maldiciendo el que los guardias no estuvieran alrededor. JungKook giró la cabeza a todos lados al borde de la desesperación. Por los dioses, esto no podía estar pasando.
Un grito atravesó el lugar, potente y cargado de miedo. Era femenino, agudo y por alguna razón todas las alarmas sonaron en JungKook. El rogan había llegado cerca del final de la plaza principal y el remolino de desesperación provenía de un callejón aledaño. JungKook se abrió paso, él corrió y fue a parar a una zona cercana y putrefacta.
Allí, algunos corrían y otros yacían en el suelo en completo dolor. Un hombre prendido en fuego parecía expandir el caos. Y JiMin estaba allí, en medio de todo aquello siendo empujado por aquellos que intentaban escapar. Entonces, JungKook lo supo. En el momento exacto en que JiMin cayó al suelo y fue pateado en la huida, todo se fue al demonio.
El aisyah se incorporó en el suelo y miró hacia atrás, al hombre en llamas y a la gente corriendo, parecía envuelto en dolor y sangraba del costado de su frente. JungKook corrió hacia adelante con las llamas ardiendo en la punta de sus dedos. Pero entonces, no fue necesario.
JiMin gritó y una corriente de estupor lo recorrió, se quedó paralizado y no fue el único. Los ojos de JiMin brillaban y levantó la vista hacia el frente. Ambos conectaron miradas en medio de todos los presentes. El poder que desprendían los orbes violetas era profunda y animal.
—JiMin —susurró JungKook cargado de miedo ante la mirada decidida y oscura del hombre. JiMin se levantó, giró hacia el hombre visiblemente descontrolado y lo tocó. Un toque de dedos suaves en la mejilla caliente y palabras suaves.
JungKook solo recuerda que el fuego se apagó lentamente en el Rogan, y con este, la vida de aquel hombre.
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