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«CAPÍTULO 14»:

—Hoy estamos aquí, para brindar ante ustedes y nuestros dioses, a favor del futuro y las oportunidades que alumbran el camino para los Rogan y los Aisyah.

La voz pertenecía al rey HeSoo, cargada de orgullo, felicidad y amor. Todo eso también era fácil de leer en su mirada y JungKook se encontró luchando contra la emoción en su pecho. Esta era diferente, pero no menos arrasadora.

—Después de años, este evento marca un nuevo hito en la historia y brinda un halo de esperanza a ambas naciones —continuó el rey—. Mi hijo Jeon JungKook, heredero al trono, y Park JiMin, heredero de Aisyah, unirán sus vidas para siempre muy pronto. Yo, Jeon HeSoo, rey de Ignathar y líder de los Rogan, les invito a ser parte de tan glorioso evento.

Los aplausos resonaron y las copas fueron alzadas al acto. JungKook y JiMin tomaron las propias y copiaron la acción, aunque aquello lo parecía ser más que el comienzo de la noche. Entre la multitud destacó un pequeño grupo. En este, dos mujeres y dos hombres se acercaban al frente.

—Aisyah bendice vuestra unión. Mi alma bendice vuestra unión —La señora era de tez pálida, con un largo y brillante cabello negro, enfundada en un vestido de seda violeta que cubría toda su figura.

JungKook nunca la había visto, pero las facciones conocidas y la reacción de JiMin fueron suficientes para saber quien era. Park HaNa, reina de Prana y líder de los Aisyah. Madre de su futuro esposo. JiMin y JungKook alzaron la copa en su dirección y el rogan temió que JiMin dejara caer la suya de pura emoción.

—Brindo porque los vientos les brinden cambios en buenaventura —dijo esta vez una mujer de cabello blanco y ojos grises, esbelta y delgada con facciones afiladas.
A su lado, un hombre de cabello cerúleo y otro de hebras castañas se acercaron y levantaron sus copas.

—Espero que su compromiso sea sólido y eterno como la tierra que hemos de pisar.—Deseo que sus corazones permanezcan frescos y alejados de cualquier otra cosa que no sea el amor.

El rey HeSoo se movió lejos de la pareja y se acercó a Eliseo.

—Deseo que el fuego de Rogan los llene de gracia —dijo el Rogan con una sonrisa.
JungKook asintió, reconociendo al grupo como el Gran Consejo. Los líderes de las naciones y no supo cómo sentirse al respecto. No era secreto que los rogan no sentían especial aprecio por los otros reinos. Y tenían razones de sobra para ello.

—¿Algo que decir? —inquirió el rey HeSoo hacia los prometidos. JungKook pestañeo y miró hacia JiMin, quien lo observaba con ojos expectantes apretando la copa de champagne furiosamente entre sus dedos.

JungKook se lamió los labios y sintió la necesidad de acercarse un poco más en cada célula de su cuerpo, más solo decidió hablar.

—Agradezco a los dioses por permitir que llegaras a mí —dijo JungKook hacia JiMin con toque solemne antes de desviar la mirada hacia HaNa—. Reyna Park, prometo no amar a su hijo menos de lo que usted.

HaNa parecía emocionada ante esas palabras. Ella se tocó el pecho y asintió visiblemente afectada.

—Gracias, príncipe Jeon —dijo la reina—. Mi corazón lo agradece.

—¿Joven Park? —invitó Harpia WindField. JiMin asintió como si repentinamente volviera en sí y dejó caer toda su atención en JungKook.

—Me has escuchado decirlo en más de una ocasión y es una verdad que mantengo. Eres un alma brillante, hermosa y sobre todo, una con la que espero compartir mi vida por muchos, muchos años —Las palabras de JiMin se sintieron cálidas en JungKook, verdaderas y hermosas—. Rey Jeon, prometo dar todo de mí para mantener la llama de JungKook ardiendo incluso en las más oscuras noches.
El rey HeSoo alzó una copa en aceptación.

—Así sea.

—¡Un brindis por los prometidos! —gritó uno de los asistentes con algarabía, una a la que se unió todo el salón.

JungKook y JiMin compartieron miradas, chocaron copas y sonrieron al tomar un sorbo de la burbujeante bebida. La música sonó y aquella noche, oficialmente su compromiso se anunció al mundo.

—¡Madre! Dioses benditos, estoy tan feliz de verte. Estás tan hermosa como siempre.

JiMin no lo pensó dos veces, él corrió hacia su progenitora y la abrazó con tanta fuerza que JungKook temía por la integridad física de la reina. Esta parecía encantada, riendo e intentando devolver el gesto hacia su unigénito.

—Y tú no has cambiado. Sigues siendo todo un adulador —correspondió la reina hacia su hijo.

La voz de Park HaNa era como una melodía brillante a oídos de JungKook. Él se acercó a la oreja con las manos en su espalda baja y una sonrisa al dúo.

—Sabía que era parte de tu encanto —dijo el Rogan—. Reina Park.

—HaNa —corrigió la mujer de inmediato sin dejar su tono afable a un lado—. Pronto seremos familia.

—HaNa —susurró JungKook, mirando a JiMin y de vuelta a su madre—. Gracias por confiar en nosotros.

—El sentimiento es mutuo —dijo la reina, desviando la mirada hacia JiMin—. ¿Cómo te trata Ignathar?

—Muy bien. Creo que he gozado de mucha suerte al llegar aquí.

—Se ha adueñado de la biblioteca principal y me ha robado a mis amigos con su más que encantadora personalidad —dijo JungKook con una mirada afilada en JiMin. El aisyah rodó los ojos con una sonrisa cariñosa que HaNa no pasó por alto.

—Eso suena como mi hijo.

—¡Madre!

—Jóvenes altezas.

La atención del trío fue captada por nada más y nada menos que Harpia, Yasu y Cinon. JungKook casi maldijo, su padre estaba haciendo vida social, y ahora él debía lidiar con sus importantes e indeseables invitados.

—Miembros del Gran Consejo —saludó JungKook.

—Es un placer conocerlos —agregó JiMin.

—Lo mismo digo. Felicidades. Les deseamos lo mejor —dijo Harpia con una sonrisa.

—Sí, todo el Imperio está con ustedes —continuó Yasu. JungKook se sintió con la incomodidad mordiendo su piel.

—Vamos a casarnos, no ir a una guerra. Casi parece que sienten pena por nosotros —Las palabras del rogan tomaron por sorpresa a JiMin y a HaNa, sin embargo, Yasu parecía totalmente encantado.

—En absoluto. Aunque no miento al decir que me tomó por sorpresa —dijo el líder de la Nación de Noah. Cinon asintió en acuerdo.

—A todos. Los aisyah nunca han unido su destino a cualquiera otra raza —agregó Harpia.

—Nunca es tarde para un nuevo comienzo, rey Yasu —dijo JiMin desde su lugar, tan comedido como solo él podría. Sus ojos estaban fijos en el monarca de Noah y su costado pegado a JungKook—. En la vida, pocas decisiones son tan acertadas. Me alegra poder decir con total certeza que mi futuro matrimonio JungKook es una de ellas.

A JungKook alzó el mentón con orgullo. Su mano alrededor cayó en la espalda baja de JiMin con pequeño apretón en agradecimiento.

—Lo mismo digo. Siempre estaré agradecido a la reina HaNa por brindarme esta oportunidad y a JiMin por aceptar ser mi enlace —dijo. El rogan alzó la vista hacia el trío indeseado— No deben preocuparse. Tendrán asiento en primera fila el día de nuestra boda—desvió la mirada hacia Yasu—. Especialmente usted, Rey Yasu.

El hombre de cabello cerúleo sonrió.

—Será todo un honor —aceptó Yasu y esa parecía ser la orden de retirada. JungKook estaba malditamente bien con eso.

JungKook miró hacia JiMin, quien le devolvía el gesto con una sonrisa bailando en los labios. Desviando la mirada, el aisyah desvió la mirada, quedando encandilado con una persona totalmente desconocida para JungKook. El hombre era joven, tenía el cabello lila y fue rápidamente abordado por JiMin cuando estuvo lo suficiente cerca.

—MinHo. Dioses, estoy tan feliz de verte.

La voz de JiMin era un poco aguda. Los brazos del heredero aisyah se envolvieron alrededor del tal MinHo con fuerza. JungKook se quedó tenso y perdido en su lugar, frunciendo el ceño ante las mejillas sonrojadas del hombre.

—Igual, alteza. Me alegra mucho verlo —dijo MinHo y miró a JungKook—. Bendiciones a su futura unión.

—Gracias —susurró el rogan en automático, incluso si lo único que podían captar sus ojos, eran las manos de JiMin en las del otro tipo. JungKook se sentía repentinamente enfermo.

—MinHo pidió acompañarme —dijo la reina HaNa—. Supongo que después de todo la convivencia crea vínculos.

—Sí. Parece que sí —apoyó JiMin sin tener la más mínima idea de que su tono feliz solo hacia aumentar el repentino malestar de JungKook—. Estoy tan feliz de verlos. Supongo que al final no tenías mi presencia, MinHo.

—Era usted quien no me creía.

JiMin rio encantado.

—Culpable.

JungKook sintió un fuego malicioso acaparar toda la zona de su cuerpo. Su mente se volvió un poco loca bajo el calor que se apoderaba de todo su ser poco a poco. En el fondo de todo ese desastre, bajo las llamas de celos, el rogan sentía que estaba siendo un poco ridículo. Pero la voz del razonamiento no lograba ganar terreno.

—¿Son viejos amigos? —preguntó JungKook con voz tensa y mandíbula apretada.

—¿Nosotros? Se puede decir —dijo JiMin sin soltar las malditas manos de MinHo—. MinHo se convirtió en mi dama personal durante los últimos seis meses antes de venir a Ignathar. Sostuvo mi mano durante los momentos más difíciles. Me ayudó en todo lo necesario. Habían días en los que ni siquiera podía tomar un baño por mi cuenta o vestirme.

JungKook se obligó a sonreír abre la afirmación de JiMin. Su ojo derecho estaba a punto de temblar, su nervio ocular estaba en peligro de colapsar en los próximos cinco minutos.

—Interesante —masculló con la lengua ardiendo. Miró hacia MinHo—. Un placer conocerte MinHo.

El chico parecía repetidamente intimidado.

—C–claro.

JiMin miró a JungKook con el ceño fruncido y la cara pintada en mil preguntas que JungKook no tenía las más mínimas ganas de responder. Su humor había caído en picada con extrema facilidad.

—Reina HaNa, MinHo —dijo y miró a su prometido—. JiMin. Si me disculpan tengo asuntos de atender.

JungKook no esperó respuesta, él se alejó de ahí ardiendo y con la imagen de dos cercanos y dulces JiMin y MinHo en la mente. Estaba molesto, con el cuerpo en brasas ardientes y la cabeza pintando en alarmas que comenzaban a volverlo loco. Él estaba malditamente molesto y celoso. O sí. Celoso de un hombre que acaba de conocer. Ni siquiera tenía caso negarlo. Sus sentimientos eran un desastre, una fogata ardiente que lo estaba volviendo loco.

—¿Todo bien? —preguntó el rey al ver la expresión molesta de su unigénito. JungKook negó y se permitió esperar hondo.

—Estaré bien —aseguró, sonriendo a un par de invitados. Sus ojos viajando instintivamente hacia JiMin quien parecía haber olvidado su existencia.

—Tu temperatura está por los cielos. Necesitas calmarte.

JungKook apretó los labios, las palabras de su padre calando en lo profundo de su cerebro. La música llenó el salón. Suave y dulce, y el rogan no pudo evitar recordar aquella velada en la que bailó con JiMin a pasos lentos y cálidos. Quizás porque era la misma canción.

El rogan sonrió, alzando la mirada y encontrando a todos con la atención en su persona. JungKook recorrió la habitación, solo para que sus ojos encontraran una imagen que hizo latir su corazón como tonto.

JiMin estaba parado en medio de la pista, mirándolo con una sonrisa en los labios. Él inclinó el torso y ofreció una mano en dirección a JungKook, en espera de una respuesta.

—No lo hagas esperar —susurró HeSoo a su oído. JungKook tragó en seco, a sabiendas de que era el centro de atención y al mismo tiempo, importándole poco. Toda su atención estaba en una sola persona. En el hombre con el que pronto se casaría.

Alguien a quien llamar suyo.

JungKook se acercó lentamente mirando los ojos violetas llenos de brillo, de promesas silenciosas. Tomando la mano de JiMin y ejerciendo poder en su cintura. Ambos terminaron tan pegados que un solo de aire no tendría lugar entre ellos.

—¿A dónde crees que vas? Hoy es nuestro compromiso, no tienes permitido irte a ningún lado —La voz de JiMin era suave, como terciopelo en su piel.

—No sabía que necesitaba de tu permiso, príncipe Park —susurró JungKook. Ambos con una sonrisa en sus rostro, moviéndose al ritmo de la música en los brazos del otro—. El consejo debe estar muriendo de rabia.

—Bien por nosotros.

Los brazos de JiMin cayeron en su cuello.

—Nadie va a poner en duda mi enlace contigo. No tienen el derecho de pensar siquiera en que esto está mal. No lo permitiré.

JungKook apretó a JiMin entre sus brazos, con tal fuerza que podría dejarlo sin oxígeno. Pero entonces ambos conectaron miradas, y JungKook besó su mejilla y juntó sus frentes.

—Te quiero, Park JiMin.

El aisyah sonrió como un niño repleto de regalos. Tomando el rostro de rogan entre sus manos. Ante todos ellos parecían perfectamente imperfectos. Un aisyah y un rogan dando un paso decisivo hasta su enlace. Un enlace eterno nunca antes visto.

JungKook dejó caer las manos en las caderas de JiMin, apretando los dedos alrededor mientras sus labios eran besados. Un toque de fuego y calma, de cariño y compromiso. Labios húmedos y suaves que contenían una promesa silenciosa. Una en la que JungKook sentía que JiMin le decía, “Eres tú, y está bien”. Un suspiro culminó el fugaz encuentro, una caricia en la mejillas de piel dorada por parte de JiMin y un juego de palabras simple y significativa que hicieron vibrar a JungKook de pies y cabeza.

—Yo también te quiero, Jeon JungKook —susurró sobre los labios del rogan mirando los ojos rojos—. Eres el único. Nunca la dudes. Mi alma llama a la tuya. Siempre.

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