«CAPÍTULO 13»
Hoy era el compromiso entre los Jeon y los Park. Este se estaría llevando a cabo en el palacio real y con ello, la reunión de las más acaudaladas familias de todo el país e invitados internacionales.
JungKook había mantenido sus manos ocupadas durante todo el día, asistiendo a un par de reuniones con la alta sociedad y el Consejo Rogan. Estos lo habían convocado con la intención de obtener cada pieza de información que JungKook tenía para dar. Los miembros parecían dulces al respecto y JungKook quería concentrarse solo en eso y no en todo lo que vendría con su matrimonio.
Un suspiro salió de sus labios, seguido de una sonrisa algo decaída. Era el heredero de una nación que parecía arrastrarse en un hoyo oscuro y profundo. Rica, vasta y decadente de la forma más triste. La sociedad de Ignathar ardía lentamente mientras se consumía en su propia miseria.
—Dioses de la creación —La voz de SeokJin resonó en la habitación amplia de ventanales de madera. JungKook no alzó la mirada hacia su primo, de hecho prefirió observar su reflejo en el espejo y el atuendo que había elegido.
JungKook se consideraba a sí mismo un hombre atractivo. Sabía que su piel dorada como la miel más dulce y su cabello lleno de fuego llamaba la atención. Quizás entre la población de Ignathar era solo uno más. Un punto entre el cúmulo de cuerpos y rostros de todas las tonalidades posibles, y las tinturas rojas tan características. Pero para JiMin, él era hermoso y JungKook estaba bien con eso.
Su cuerpo musculoso y duro era abrazado por un conjunto de telas oscuras. Un chaleco de escote delantero en uve, dos piezas laterales sobre sus brazos a juego con un pantalón de cinturón ajustado y patas anchas que lo hacía lucir estilizado y bohemio. El chaleco tenía un hermoso arreglo de botones de rubíes, al igual que sus sandalias y los aretes largos que colgaban de sus orejas.
—Pensé que este día jamás llegaría —volvió a decir SeokJin con un toque cariñoso que no engañó a JungKook en absoluto—. Mi primo preferido se ha comprometido.
—Soy tu único primo, SeokJin —mordió JungKook levantando la mirada hacia el hombre sentado en la cama. SeokJin alzó la mano y la bateó en el aire restándole relevancia.
—Cosillas sin importancia.
Jeon SeokJin no era más que el hijo mayor de Jeon Michael, primo de su padre y además, un hombre que prefirió alejarse de cualquier cosa cercana a la corona y sus presiones. Tal cosa le brindó a SeokJin una vida tranquila y el poder fundir a fuego lento una personalidad brillante y descarada que volvía loco a JungKook en ciertas ocasiones. Un culo descarado pero cariñoso que como todo buen rogan, ardía brillantemente.
—¿Nervioso de anunciarle al mundo tu enlace? —preguntó SeokJin con tinte curioso. JungKook apretó los labios y giró a verlo, encogiéndose de hombros y caminado hacia la cama para tomar asiento a su lado.
—A estás alturas todos deben saberlo —dijo con seguridad, incluso si su pecho mantenía un toque expectante y sabía que la emoción se mantenía en su persona—. Esto es solo una confirmación.
SeokJin lo miró, lo observó profundamente y le brindó una sonrisa. JungKook no detectó burla en los ojos de SeokJin, casi parecía divertido de una forma familiar. Quizás JungKook parecía más feliz que de costumbre. JungKook no podía evitar sentir tensar su abdomen y ser envuelto en un calor agradable.
—Estoy feliz por ti, JungKook.
—Gracias.
—Conseguiste uno bueno —agregó SeokJin y JungKook estaba listo para inflar su pecho. Él lo hubiera hecho sí la sonrisa maliciosa de Jin no lo hubiera detenido—. Bueno, tu padre lo hizo. Simples detalles.
JungKook resopló como un animal enojado, pero no lo suficiente.
—Cierra la boca o quemaré tu culo, y eso también serán detalles —Las palabras de JungKook no provocaron más que una risotada en SeokJin.
JungKook se levantó de la cama y acercó al balcón, mirando hacia abajo y divisando a varias personas llegar al palacio desde la entrada principal. Él apretó los labios y la mandíbula.
—¿Listo? —preguntó SeokJin tomando lugar a su lado. JungKook no desvió la mirada de la entrada.
—Siempre —respondió, tomando una profunda inhalación que llevó todo el aire necesario a sus pulmones a la vez que una imagen barría su mente. Era una sonrisa brillante, un cabello rizado y rojo como el fuego junto a una piel dorada y hermosa que JungKook guardaba en su mente con cariño—. Me gustaría que ella estuviera aquí.
El silencio entre ambos cayó suave, no era incómodo y JungKook se encontró a sí mismo repentinamente abrazado por la añoranza y un poco de tristeza.
—Lo está —dijo SeokJin con suavidad, dejando un apretón amistoso en su hombro—. Siempre lo está.
JungKook no era un fuel creyente de la teoría de las almas y como estas vagaban por el mundo cuidando de sus seres queridos. Incluso si ser lo suficiente amado para contar con tal toque de cuidado, era una idea hermosa.
JungKook había perdido a su madre en su prematura juventud, aunque no lo suficiente para olvidarla. Su padre tenía colgado un cuadro en su habitación y galería familiar, además de mantener vivo el recuerdo de su querido amor a golpes de palabras.
Dicen que cuando el corazón de un rogan arde, solo arde por esa persona.
Así que JungKook tomaría las palabras de SeokJin y creería que fue tan amado por su madre, que incluso después de la muerte no pudo dejarlo ir. Que su padre y él, aún contaban con su gracia.
—Tienes razón —dijo JungKook finalmente. SeokJin asintió como si pudiera entender toda la lucha interna de su primo en esa simple frase y señaló el camino hacia la puerta.
—Usted primero, alteza —La voz de SeokJin sonó más aguda de lo usual y la pose era simplemente ridícula. Tanto que JungKook chistó y rodó los ojos con diversión y fingida molestia.
—Idiota.
Ambos llegaron a la entrada del salón principal donde las puertas permanecían cerradas. Al otro lado estaban los invitados, tomando y cotilleando. Seguro debían estar escandalizados por la unión entre dos seres tan diferentes y el desastre que seguramente saldría de ello. JungKook no tenía pruebas al respecto y por demás, cero dudas.
JungKook y SeokJin se mantuvieron en silencio. El heredero guardó sus manos en los bolsillos de su prenda inferior mirando hacia adelante con rostro serio. Su mente no era más que ideas a futuro y una que otra imagen de JiMin. El aisyah sería parte de su familia una vez estuvieran casados, además de que le daría la oportunidad de tener una propia
.
—Los aisyah son definitivamente diferentes —dijo SeokJin de la nada con una sonrisa en los labios y mirada brillante—. Te ves bien, JiMin.
—Gracias, SeokJin —resonó la voz de JiMin en la entrada, con toque risueño, tomándose un segundo antes de continuar—. Me gusta tu camisa.
SeokJin rio bajo y coqueto.
—Claro que sí —dijo SeokJin, y solo entonces JungKook sintió los golpes en su costado—. ¿JungKook?
JungKook estaba ido, un poco más bobo de lo normal. JiMin había llegado en silencio y ahora solo se paraba frente a él con una sonrisa. Allí, luciendo todo hermoso al respecto. JungKook necesito girar su cuerpo en dirección a JiMin, con las manos repentinamente intranquilas y el impulso de acercarse.
JiMin lucía hermoso. Su cabello negro y corto estaba peinado hacia atrás y ligeramente húmedo, su torso era abrazado por una suéter violeta de encaje y escote de barco realzado por una gargantilla de diamantes alrededor de su delgado cuello. Las caderas del aisyah estaban envueltas en un pantalón de tiro alto negro y ajustado dentro de un par de botas altas de tacón.
Era un mezcla entre lo bonito, estilizado y atractivo que dejó encandilado a JungKook.
—Te ves... Diferente —dijo JungKook estúpidamente y casi gimió de angustia. Su cerebro parecía un poco entumecido de la nada. JiMin rio bajo y ocultó su emoción bajo la palma de su mano izquierda.
—¿Para bien? —preguntó JiMin con el rostro ladeado, dando un par de pasos hacia él.
JungKook se tomó un segundo para lamerse los labios y copiar su acción. Ambos estaban a un paso del otro y la temperatura corporal de JungKook comenzaba a elevarse. SeokJin–quien había permanecido a un lado–tomó la escena como su momento de su silenciosa huída, rodando los ojos y sintiéndose demasiado viejo para esas cosas.
—Siempre —aceptó JungKook, apretando los dedos en sus bolsillos con una mirada encendida—. Hermoso sería la palabra correcta.
JiMin sonrió hermosamente y miró a JungKook de cerca, de arriba hacia abajo.
—Gracias. Tú no te quedas atrás—ambos se quedaron perdidos en la mirada del otro por lo que parecieron horas. JiMin desvió su atención hacia las puertas cerradas de la entrada—. ¿Listo para hacer esto oficial?
JungKook se obligó a sí mismo a pensar en algo más que JiMin y asintió.
—¿Y tú? —preguntó. JiMin se alejó un poco, parecía algo nervioso de repente. JungKook no perdió rastro de ello.
—Estoy un poco asustado —aceptó JiMin. Este fue el turno de JungKook para sonreír adorablemente.
—Estaré a tu lado en todo momento —susurró el Rogan en dirección a JiMin—. Solo debes mirarme. Todo estará bien.
JiMin alzó una ceja con los ojos brillando en diversión y agradecimiento.
—Lo haré.
Las trompetas sonaron y JungKook sabía que tenía que ver algo con SeokJin y su inminente fuga al ver a dos personas un poco más que cercanas. El hombre tenía veinticinco años, y aún se creía demasiado joven para el amor y muy viejo para ver a otros sentirse de tal forma sin vergüenza alguna al respecto.
Más allá de las puertas todo pareció detenerse y JungKook supo que había llegado la hora, cuadrando los hombros y alzando el mentón, sintiendo la presencia de JiMin a su lado.
—¡Con ustedes, sus altezas! —El grito fue claro y potente. Las puertas de madera comenzaron a abrirse lentamente—. ¡Jeon JungKook y Park JiMin!
—Es hora —dijo JungKook con suavidad, mirando a JiMin brevemente. El aisyah le dio un apretón de manos.
—Vamos.
Ambos tomaron un profundo toque de oxígeno antes de abrirse paso dentro del salón. Los músicos habían sido colocados en una plataforma en la esquina distal del salón. Este estaba lleno de mesas, surtidas de las más deliciosas bebidas y comidas. La multitud tampoco decepcionó, siendo opulenta y sobre todo, muy variada.
—¿Acaso mi padre invitó a todo el Imperio? —se preguntó JungKook a sí mismo en voz baja. Aunque no lo suficiente.
—Su unigénito ha de contraer matrimonio. ¿Esperabas menos que esto?
—Odio hacer vida social.
JiMin apretó los labios intentando no dejar escapar una sonrisa mientras eran saludados y pasaban entre la multitud en dirección al rey HeSoo.
—Tranquilo, estaré a tu lado en todo momento —dijo JiMin con voz solemne y el rostro de JungKook se encontró siendo devorado por un sonrisa.
—Claro que sí.
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