ˡᵃ ᵐᵃʳⁱᵠᵘⁱᵗᵃ ᵃᵐᵃʳⁱˡˡᵃ ᵈᵉ ˡᵃ ᶜˡᵃˢᵉ
A HoSeok le gusta meterse lápices por la nariz pensando que luce genial.
Es estúpido.
A los demás chicos de la clase parece hacerles reír a carcajadas.
Aunque las chicas piensen que se ve feo, es divertido para ellos.
Así que también me gusta ser estúpido.
Por eso, sostengo el vaso con hormigas.
Prometieron que ellas no saldrían heridas y que sería jodidamente divertido.
Los chicos de la clase vacían el tubo dentro de la sudadera de amarillo pollito y bordados de arcoíris.
Esperan con cotilleos y yo me uno sacudiendo el frasco ahora vacío.
Ahora soy grande y malo, le haré pagar por ser una mariquita. Eso me ha enseñado los demás que merece un castigo.
"Niño mariquita" Es el chico más extraño de la clase.
Se sienta al fondo y nunca habla, no busca a nadie para compartir el almuerzo.
Sostiene sus hileras de cobre onduladas con moños de colores y usa esmalte de brillitos con estrellitas en las pequeñas uñas.
A niño mariquita no le gustan las pelotas como los demás y cuando los chicos juegan en la cancha las patean hacia su entrepierna gritando que se le han caído.
Grita suave y nunca le he escuchado maldecir.
Huele a campo de flores en primavera y no a sudor.
Es más feo que yo.
Niño mariquita toma su prenda y se la coloca muy despacio.
No me preocupa, sólo es una buena broma.
Él chilla muy asustado y todos estallan en carcajadas, señalándolo.
Se sacude y puedo ver hormigas rojas saliendo de la manga del suéter de color sol.
Cómo las risas burlescas, su llanto explota.
Por sus mejillas rojas por los piquetes.
Ya no me parece tan jodidamente divierto, pero tampoco sé porque sigo riendo.
Y mirando a Niño mariquita llorar.
—¡Estás llorando!
Grita SeokJin, el chico de chaquetas de cuero en voz alta.
Yo también siento mis ojos picar y pienso que es porque Niño mariquita ha pisado a unas de mis hormigas.
Quiero golpearlo por ser malo con la reina, aunque ya luzca bastante jodido.
Cuando terminen las clases, no voy directo a casa.
Le doy la vuelta a los pasillos y me deslizo en las paredes para entrar al área verde.
Llevando el vaso regreso, los diminutos bichos muertos de vuelta al hormiguero.
Es de noche y entro a casa pateando la puerta con mucha fuerza.
Mamá me lanza una mirada feroz y me encojo de hombros con las manos dentro de los bolsillos.
El portazo al cerrar la puerta le dice que no estoy de humor y ella no insiste.
No sabe cómo tratarme, es boba. Piensa en un bebé y que el mundo no debe girar en torno a mis rabietas.
Papá sabía aun cuando era un niño, pero nunca volvió del servicio y de verdad me vale dos carajos.
Golpeo y pateo un poco la pared.
Los posters de raperos me miran raro y yo les grito que participé en el castigo porque los otros dijeron que soy genial tocando las hormigas sin miedo a los piquetes.
No quiero cenar y me siento inquieto sobre la cama.
Así que escapo por la ventana.
Corro hasta la casa del chico mariquita y lancé una roca llena de barro hacia su alcoba.
Los cristales tiemblan y pensé que se romperían.
Eso sería genial.
Encendió la luz.
Esperé un rato, luego se apagó, de nuevo.
Maldición. Me gustaría ser amable, pero ha hecho eso para enfurecerme.
Verá el chico malo que soy, hago karate y pateo traseros de quienes han maltratado a mi colonia.
A la mañana siguiente Niño mariquita entra por la puerta.
Me levanto para golpearlo y lo que espero no es una sombra del niño.
No hay moñitos sobre su cabello y ni rastro de esa línea negra sobre sus párpados.
Se ha ocultado un poco el sol.
HoSeok lo nombró con el lapicero en la fosa nasal izquierda, sin recibir respuesta.
Normalmente bufaba y estrellaba el pie contra el suelo.
"¡Mi nombre es JiMin!" Repetía muy enfurecido.
A nadie le importaba, para todos seguiría siendo la mariquita amarilla.
Ahora parecía más JiMin que el común bichito pequeño y delicado que era.
Aplastable, ya no quería aplastarlo.
Durante el almuerzo se escabulló.
Pienso que se veía un poco triste, tampoco creo que sea la única razón.
Me salté la clase para seguirle.
Me sorprendió saber que zarandea los pasillos igual que yo y desparecía.
Sus pequeños pastos corrieron sobre el césped verde y con un palo en la mano se acercó al hormiguero.
Sobre mi cadáver, Niño mariquita.
Muy enojado, le sostengo su gruesa muñeca.
Siento que soy un adulto en tanto lo detengo.
—¡Suéltame!
Mariquita se sacude intentando liberarse.
Siento que los bichos cuchichean porque le hago daño.
Quiero liberarlo, también mi cabeza me reprocha.
Es tarde.
Su puño va directo contra mi cara.
Y no puedo evitar que el mío viaje hacia la suya.
El tren de la violencia masculina ha arribado y me sorprende que mariquita lo tome tan bien.
Mariquita no es una chica y aunque todo el mundo lo sepa, es un insecto femenino y será así siempre.
Pero es un chico delicado.
Con la boca rellena.
Los ojos rasgados.
Pestañas largas y espesas.
Con sus cabellos ondulados cubriendo sus ojos de odio.
Pecas traviesas en la piel canela.
Jadeando cerca, cerca y debajo de mí.
Tengo los nudillos rojos y las mejillas rosas.
Me aparto rápido y sólo quiero que lo tenga, se marche rápido.
Observo las abejas del panal en árbol sobre nuestras cabezas.
¿Es mi corazón el que zumba a lo son ellas?
Mariquita amarilla no se va, se queda tumbado en el césped dónde le dejé.
Mis uñas van sobre mi piel y rascan violentamente, me siento avergonzando.
—Las hormigas no han tenido la culpa.
No me responde por un buen rato, me hubiera gustado decir algo cruel.
No quiero intentar ser amable.
—Lo sé.
Esas palabras, me suenan interesantes.
Sabe que está mal, sabe que ha ido contra los bichos porque los chicos de clase le matarán.
Me agrada más, pero no lo diré en voz alta.
Todavía quiero hacerlo llorar.
O no, no lo sé.
Tal vez, abrazarlo.
La verdad, es que, yo no soy un chico cruel.
Me gustaría serlo.
También me dan miedo los chicos de clase y por eso sostuve el frasco.
—Los chicos son estúpidos.
—Lo sé.
Vuelve a decir en un tono amargo, me vuelvo a mirarle esperando no estar sonrojado.
—Las chicas son mejores.
—No soy una maldita chica.
Escupe hacia la tierra húmeda.
—Todos tienen esa tonta idea, me gustan mis m-moños y... Todo. Pero a mí me gusta ser un chico y también quiero ser de los chicos de la clase. ¡Y m-me siento cansando!
No espero que el niño mariquita me cuente sus problemas, a mí.
Me siento un poco torpe y maldigo por qué siempre le negué a mamá un abrazo.
Prefiero tomar a la mariquita amarilla llorona en mis grandes manos.
Realmente luce pequeña.
—Creo, que... Ellos quisieran ser niños tan bonitos como tú.
Eso parece que le agradaba, sus gotitas saladas disminuyen un poco y se agita ansiosa en mi palma
—Tú también eres bonito, YoonGi.
No me gusta ser bonito, prefería ser aterrador.
Aunque JiMin lo dice de esa forma, no se puede hacer nada más.
Siento mucho lo de su suéter nada normal, me gustaba como se veían en él.
Siento que no lo use por miedo.
Siento que odie mis hormigas.
Siento que a su cabeza le falta un par de moños y broches de brillitos.
Muero por saber cómo decirlo.
Pero, sólo soy un tonto chico adolescente.
Le doy unas palmaditas sobre el hombro.
Ambos permanecemos en silencio, fríos por el aire y mirando el día nublado.
—Las mariquitas son como niñas. Pero, uh... Yo te nombro así porque tus colores son bonitos y eres pequeño.
También es un chico bicho como los demás.
JiMin, lo es.
Sin embargo, es más precioso.
Acabo de cumplir catorce y creo que lo sé todo.
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