2 | Encuentro con el lodo
Yoongi y Jungkook volaron hacia el bosque de cedros. Un vuelo rasante, muy bajo, las alas de los pies de Jungkook apenas tenía fuerza para levantar del piso, al fornido muchacho.
El olor a maderas y bayas frescas era un bálsamo para los magullados sentidos del alípede y aunque sintió que su brazo derecho perdía autonomía producto del veneno, él seguiría firme hasta llegar al sitio que Yoongi había señalado. Todo era válido porque el propósito final era salvar a su hada que en este momento estaría luchando entre espinas, quién sabe de qué manera, para mantenerse vivo.
En un claro en el centro del mar de árboles, Yoongi detuvo el vuelo, descendió y sus pies se hundieron en el fango. Cuando Jungkook bajó, el hada lo atrajo hacia él y embadurnó su herida con el barro bajo sus pies.
—¿Qué haces?
—Le hago saber a la tierra el sabor de tu carne.
—¿Qué?
—Estamos en territorio prohibido, las hadas solo podemos ingresar en casos muy extremos, pero vengo contigo que no eres hada y eso puede alterar el rumbo de nuestra misión.
Jungkook miró sus embarradas alas en los pies y le devolvió a Yoongi una mirada de resignación y tristeza.
—Este es mi modo de decirles sin palabras —continuó el hada— que necesitamos ayuda. La tierra saboreará tu sangre y distinguirá en ella el veneno que te habita.
Una enorme O, se formó en la boca de Jungkook.
—Necesitamos que nos indique a qué deidad deberemos rendirle honores y cuál será la ofrenda solicitada para ganarnos lo que solicitamos.
—¿Una ofrenda a una deidad? Me da un poco de miedo. ¿Las conoces?
Yoongi miraba hacia abajo. No podía enfrentar los ojos del ángel.
—Solo a una. Y espero por todos los caracoles del reino que no sea ella la escogida.
—¿Por qué?
No pudo contestar porque un embravecido viento interrumpió su diálogo. Se cobijaron tras el tronco más fuerte y esperaron a que el vendaval dejara de azotarlos.
La tromba bajó su ataque y de a poco se fue transformando en una ventisca cálida y musical.
El barro bajo sus pies comenzó una danza sugestiva y a tomar forma con cada silbido que el céfiro emitía.
La metamorfosis del barro nunca culminó y siguió bailando hasta que decidió hablar y dirigirse a ellos.
—Tu sangre está envenenada y tu carne comienza a morir —dijo el lodo con voz femenina.
Ambos, hada y alado, hicieron una reverencia de noventa grados ante la forma ondulante.
—Puedes hablar —autorizó el lodo al hada.
—Soy Yoongi, hada de cerezos. Estamos aquí con mi hermano de corazón, Jungkook, un alípede del reino de…
—No nos es importante saber sus orígenes, solo queremos saber qué desean para atreverse a estar aquí.
—Jungkook fue herido por una cerbatana de las hadas. Su pareja —tartamudeó antes de continuar— es Jimin Otoño.
El lodo se acercó a Jungkook y lo envolvió completamente, el fango en estado semi líquido, ingresó sin medida por sus fosas nasales, boca y oídos.
Yoongi pudo escuchar la dificultad del ángel para respirar tras las capas con las que el barro lo enfundó.
Cuando se salió del abrazo dejando a Jungkook exánime y sin aliento, la cosa se dirigió a Yoongi como si Jungkook no existiera.
—Podemos eliminar el veneno de este ser. Rápido y sencillo, pero su corazón está comprometido con uno peor y no es veneno de cerbatana.
—¿En serio? ¿Podrán quitar el veneno de él?
—Quiero sus alas a cambio.
—Si quitas mis alitas de los pies, moriré en el acto, si aceptara ese trato sería un imbécil —alcanzó a decir Jungkook tratando de expulsar el invasivo barro de su garganta.
—Vive lo suficiente para salvar a tu hada y cuando él esté a salvo, quiero tus alas.
—Acepto.
—No, no, claro que no —Se interpuso Yoongi— No aceptaremos eso.
—Pues que muera ahora —sentenció la cosa embarrada— el veneno ya está en todo su sistema.
—Acepto —El alípede sonó categórico— liberame ya del veneno.
—Ya está hecho —sonaron más de tres voces en tres diferentes lenguas dentro de la figura de lodo.
Yoongi y Jungkook observaron como el pecho del chico se cerraba ante sus ojos y el color verdoso producto de la ponzoña era reemplazado por el tono rosado de su piel.
Jungkook recobró el dominio de su brazo derecho y la fuerza de sus alitas en los pies.
—¡Oh! ¡Por todas las orquídeas del reino! —gritó Yoongi— Jungkook, estás limpio pero has hecho el peor trato del universo.
—Después pensaremos en eso, amigo, ahora debemos ir a rescatar a Jimin, pero necesito saber qué quiso decir —Giró para hablarle directo al sector donde se suponía que el lodo debería tener los ojos— cuando dijo que mi corazón está comprometido con un veneno peor que el del arma.
—Has hecho alianza de sangre, carne y alma con una hada. Y tú no lo eres.
—Ya lo sé, ya está hecho… nos amamos.
—Tu hada morirá. Él no puede mezclar sangre con otro ser que no sea de su raza.
—¿Según quién?
—Shhh no, no, Jungkook, no vaya por ahí —gimió Yoongi— No es la forma, no los desafíes. Intenta ser menos orgulloso, baja un poco a tierra, por favor, Jimin te necesita.
Y él lo entendió, supo que por sí solo no llegaría a tiempo para salvar a su amado. Además de sentirse en deuda por haber sido liberado del ponzoñoso veneno que estaba a punto de matarlo.
—Perdón —se arrodilló ante el barro— he venido hasta aquí a suplicar que me ayuden a mí y al amor de mi vida. Estoy dispuesto a todo.
El barro cambió de forma y se convirtió en un enorme prisma triangular de cuatro metros de altura en la que estaba tallada una grafía indescifrable.
—No es a mí a quién debes pedir ayuda —habló la enorme forma— yo solo soy un servidor de las deidades, la verdad es que no tengo mucho poder.
—Pero eres a quién prometí mis alas...
—Bueno... Sí, me gusta coleccionar plumitas —rió la cosa.
—Eres un maldit...
—Basta Jungkook, no digas más nada.
Jungkook miró a su amigo que al igual que él parecía no comprender ni una palabra de lo que estaba escrito en el prisma y tampoco comprendía el porqué del cambio de forma. Pero entendía que detrás de cada metamorfosis había un mensaje que tarde o temprano descifrarían. Entonces Yoongi tomó la palabra y se limitó a hacer la pregunta que había evitado hasta el momento.
—¿Ante quién deberá hacer la ofrenda?
El monolito tembló dando la sensación de estar riéndose.
Cuando dejó de sacudirse, volvió a tomar la forma del ser de barro y las voces salieron de su gaznate como maquiavélicas risas.
—Vengan con nosotros. Ella quiere verlos en persona.
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