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Risa

[Nota: Wukong y Erlang aquí son unos adolescentes]

Desde su mero nacimiento, Erlang Shen fue criado para el arte de la guerra, junto a sus hermanos, y nada más. El ocio y el mero acto de reír eran conceptos tan ajenos para él, que intentó nunca sentir esa clase de estímulos que distraían su mente. Por eso mismo, aquella tarde en la Montaña de las Flores y Frutos, sucedió algo realmente extraordinario para Erlang. 

Él se había acostumbrado mucho a la compañía de Sun Wukong aquellos años que compartieron juntos en la montaña, desde que Erlang fue sometido siendo joven a aquella prueba de supervivencia en la Tierra sin sus poderes divinos, ahí mismo fue donde conoció al tan aclamado Rey Mono. Aquel día tenía un hermoso atardecer que coloreaba el cielo de tonos dorados, el joven mono lo invitó a observarlo en un solitario árbol al borde de la montaña. 

- Alguna vez has visto algo como esto? -le preguntó Wukong al pelinegro. 

- En el Cielo vemos atardeceres y amaneceres todo el tiempo, Mono...qué hace este diferente? - Erlang le devolvió la pregunta, quedándose en un punto mientras veía al mono acercarse al árbol. 

Wukong soltó una risita mientras trepaba el árbol y se paró sobre una larga y gruesa rama. Se volteó para encarar al joven dios. - Este árbol es único en la montaña, mi lugar favorito. Eres el primero al que llevo aquí. -le confesó el Rey Mono, enrolló su cola alrededor de la rama, y se dejó caer hacia atrás, quedando colgado cabeza abajo y agarrado solamente por la cola al árbol, encarando ahora al sol que aún se asomaba entre las nubes doradas. - Ven aquí! 

Esas palabras resonaron dentro de la cabeza del guerrero, y dentro de su estoico rostro, se asomó una pizca de reflexión y sorpresa. No tardó en acercarse al árbol cuando el mono lo invitó, y de un salto quedó encima de la rama. Se sentó y tras asegurar sus piernas, dejó caer su torso para encarar también al atardecer junto a Wukong. Los dos se quedaron en un profundo pero relajante silencio. El Rey Mono tenía los brazos caídos con una tranquila sonrisa, mientras que Erlang tenía los brazos cruzados y aun en ese momento, no se atrevía a sonreír. 

- ...Alguna vez te has parado a contemplar un atardecer así, Erlang? Pensar en momentos tan fugaces debe de ser algo inaudito para ustedes en el Cielo... - se detuvo a reflexionar el mono, pero al no recibir respuesta, volvió su cabeza al dios pelinegro, y lo notó con los brazos cruzados y su típica expresión seria. Soltó un resoplido, y lo empujó levemente. - Vamos! Tienes otro gesto dentro de tu inventario corporal? Deja caer los brazos, nadie te los va a cortar.

Erlang se quedó callado y su única respuesta fue un leve suspiro, y haciéndole caso al mono, dejó caer los brazos, quedando colgados en el aire, y con ese mero gesto, se pudo sentir mucho menos...tenso, más liviano, más libertado. Sus labios se fueron separando para soltar un profundo suspiro, el cual dejaba salir todas sus preocupaciones y tensiones, tal vez a esto se refería Wukong con "soltarse un rato". 

- ...Es realmente hermoso. - Wukong logró oír una verdadera respuesta por parte de Erlang, y lo volvió a mirar sorprendido, pero luego sonrió con orgullo que por fin el contrario se estaba dejando llevar. 

- En ninguna parte del Cielo te dejarían hacer esto. Ven... - Wukong se inclinó hacia él y lo tomó de las muñecas. 

- !!! Q-qué estás haciendo, Mono? - Erlang se sobresaltó al instante sintió las manos del mono agarrar sus muñecas, y se giró para mirarlo volviéndose a poner tenso y desconcertado. 

- Suéltate. -le ordenó Wukong sin dejar de mirarlo a los ojos. Erlang no supo qué responder ante ello,  y durante unos largos segundos, no le pudo apartar la vista de encima de esos ojos intensos dorados del castaño. Definitivamente este mono estaba loco si quería descolgar sus piernas, pensó. Pero no podía dejar de ver la seguridad en su rostro, y en silencio, Wukong le pedía a Erlang algo muy simple: que confiara en él. A pesar de las tantas cosas que el Rey Mono le enseñó, y que Erlang le instruyó a él, una duda crecía en su corazón. El mono era travieso, energético y muy descarado. Será que de verdad podía poner su seguridad literalmente...en sus manos? Erlang separó la vista del contrario varias veces, pero pudo sentir la aguda mirada del mono sobre él todo el tiempo, por lo que se volvió a encontrar con él, y soltó un profundo suspiro. 

"Confío en tí" aquello comunicó la mirada de Erlang sobre Wukong, y finalmente se dejó descolgar las piernas, quedando a merced de la gravedad y las manos del Rey Mono. Pudo sentir su cuerpo mucho más pesado, pero el agarre de Wukong era firme y fuerte. De por sí sabía que sus muñecas no resbalarían, pero si algo había aprendido del mono, era que podía ser increíblemente impredecible. 

- No te atrevas a soltarme, Mono! -le exigió Erlang mientras alzaba la cabeza para ver al mono sujetándolo desde arriba. Su cuerpo colgaba en el vacío del acantilado, si el contrario tuviera el descaro de soltarlo, si no una muerte segura, sin duda serían todos sus huesos rotos. 

Wukong soltó una entrecortada risita, típica de los monos, y tiró la cabeza hacia atrás para encontrarse con la mirada del pelinegro. - Descuida! No lo haré. -le aseguró a Erlang sonriendo contento, y comenzó a balancearse hacia delante y atrás, queriendo columpiar al dios para ofrecerle una nueva perspectiva. Erlang fue sintiendo cómo su cuerpo se iba columpiando, estando a merced por completo de la física mientras se balanceaba, y podía sentir el viento golpeando su cara a medida que subía de altura y describían arcos más grandes. 

Jamás se habían permitido hacer algo como esto, y si Wukong lo estaba disfrutando, Erlang estaba experimentando algo completamente nuevo que lo dejó pasmado. Empezó a mover las piernas para balancearse mejor y recibir aun más el impulso del columpio, y comenzó a escuchar al joven Rey Mono reír cada vez más a carcajadas de diversión y euforia. Olvidando por completo sus enseñanzas, entrenamientos y dictámenes que debía tener siempre la cabeza fría y recurrir a la razón, por primera vez se enfocó únicamente en lo que su corazón sentía: alegría. 

Por primera vez de la forma más sincera posible, en los labios de Erlang comenzó a asomarse una creciente sonrisa de felicidad y emoción, y teniendo la eufórica sensación del potente balanceo ahora no solo con ayuda de Wukong sino también con sus piernas, se dio la libertad de reír por primera vez en su vida, dejando salir a flote su niño interior y disfrutando como nunca antes este momento que de la nada, se volvió muy especial para él. 

Reír se sentía tan bien, podía dejar salir lo mejor de su alma y sobre todo, disfrutarlo aun más con Wukong, quien también compartía su risa y los dos no tenían ninguna intención de detenerse hasta que el cielo se empezara a tornar oscuro, y las estrellas junto a la luna iluminaran la Montaña de las Flores y Frutos de plateado. 


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