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[NSFW] Resaca

Puesto que tanto el Rey Dragón de Jade y el yaoguai de nueve cabezas ya habían sido derrotados con ayuda, no tenían más razón para quedarse en esa zona de las montañas, pero en cuanto el amanecer dio el comienzo de un nuevo día, iluminando el pasto cubierto de rocío matutino y haciendo que las bajas nubes blancas lograsen divisarse entre los montes, Tripitaka comenzó a sentirse nervioso. Debieron haber reanudado el viaje poco después de la batalla, pero a insistencia tanto de Bajie como de Wukong para quedarse y pasar la noche junto a Erlang y los Hermanos Mei, quienes los ayudaron en el combate, el Monje decidió ser compasivo con ellos por haberse esforzado tanto y haber hecho una buena acción...


Ahora mismo se estaba arrepintiendo de su decisión.

No dudaba que el haber compartido una buena comida y bebida con Erlang Shen y sus hermanos jurados del Monte Mei fue enriquecedor, pero en cuanto el licor se fue pasando de la raya entre los guerreros, ni siquiera él pudo detenerlos...Las risas, cantos y fuertes tonos de voz habían mareado al noble Monje, por lo que siendo Wujing el único que tampoco decidió participar en el banquete y por ende, el único que se comprometió a velar por él durante la noche, Tripitaka se retiró a su pequeña tienda montada para dormir y pasar la noche, dejando tanto a Bajie y a Wukong entre el complot de guerreros. Tampoco fue la mejor decisión...

Su cuerpo tuvo la autonomía de despertar temprano, por lo que al salir y ser recibido por los primeros rayos de sol que se filtraban entre las montañas, le pidió a Wujing desarmar la tienda y tenerlo todo listo para continuar con el viaje, mientras él se encargaba de ir a por sus dos discípulos restantes. Fue fácil encontrar a Bajie, tirado sobre la mesa de madera que habían utilizado para la cena y completamente hundido en su propio y pesado sueño, roncando tan fuerte que le provocaron dolor en los oídos del monje. Tripitaka se acercó a él y lo sacudió suavemente del hombro para intentar despertarlo.

- Bajie...vamos, despierta. Tenemos que seguir. -murmuró el monje.

El cerdo empezó a removerse en su sitio sin muchas ganas de querer despertar ni mucho menos de andar, y lo primero que hizo al recuperar la consciencia fue sujetarse la cabeza, gruñendo y quejándose muy adolorido por el punzante dolor y la migraña que sentía, era como tener una propia corona de la disciplina también, y no pudo evitar encogerse en su asiento.

- Urghh...! Mi cabeza...duele, duele mucho...me siento tan pesado...

Tripitaka rodó los ojos suspirando pesado, e igualmente lo ayudó a levantarse, guiándolo como pudo de vuelta al grupo, donde los esperaban tanto Wujing como su caballo.

- Te dejaste llevar por la gula, otra vez...estoy seguro que comiste de más anoche, por lo que al repartir la ración de la mañana, te tendré que reservar la tuya para más tarde.

- Oh, maestro...no sea así conmigo! Solo la pasé bien, y decidí ser feliz con mi estómago! No me prive de mi desayuno...! -suplicó Bajie al caminar y sacudirse la cabeza para tratar de ver mucho menos borroso que cuando recién despertó.

- Uno no debería abusar de sus posesiones ni mucho ser goloso con la comida, porque te trae a estas mismas consecuencias. -le reprochó el Monje Tang, pero al verlo seguir quejándose por el dolor de su cabeza, llegó con su caballo y sacó de las bolsas atadas a éste un pequeño frasco, y se lo enseñó a su discípulo. - Ten...y toma de esto, aligerará el dolor, lo suficiente para que andes en paz.

Los ojos de Bajie brillaron de la ilusión ante la medicina y la aceptó sin negarlo, abriendo el frasco y se tomó todo su contenido de un solo trago. - Bendita sea su misericordia conmigo, maestro! Se lo agradezco mucho...

- Sabes dónde está Wukong? Lo dejé contigo anoche. -le preguntó Tripitaka en cuanto el contrario hubo mejorado lo suficiente como para recuperar energía y verse más vívido que hace unos segundos.

- Wukong? Uh, Wukong... -murmuró Bajie al limpiarse los labios con la manga de su túnica, pero luego su sonrisa se borró al recordar a su hermano, y se dio media vuelta, notando que la mesa de la cena estaba vacía, y en ninguna parte del exterior se veía al mono, ni tampoco a los Hermanos Mei. El cerdo soltó un resoplido arrugando el ceño y comenzó a caminar, mirando alrededor. - Oh, ese canalla! A dónde habrá ido, si lo tenía justo a mi lado anoche!

- Lo perdiste.

- P-por supuesto que no, maestro! -se defendió rápidamente Bajie. - No debió haber ido lejos, le prometo que lo encontraremos por aquí en el lago, y cuando lo hagamos...le daré una lección por haber despertado tarde!

Tripitaka rodó los ojos y suspiró pesado nuevamente al verse retenido en proseguir con el viaje de nuevo gracias a Wukong, por lo que no tuvo más opción que acompañar a Bajie a lo largo de la orilla del Lago Esmeralda, llamando por el nombre del mono. Cerca de ahí estaban las propias tiendas y carpas de los Hermanos Mei y de Erlang Shen...pero consideró muy irrespetuoso de su parte entrar a molestar sus sueños solo para encontrar a su discípulo, por lo que decidió pasar de largo de ellas, continuando junto a Bajie en su búsqueda, pero...ni respondía al llamado ni tampoco se le veía por ninguna parte. Había desaparecido por completo.

- Wukong! Oh, Wukong... - El monje se detuvo a unos pasos de la orilla, y pasó la mano por su nuca, comenzando a sentirse nervioso, ya que no tenía más opciones. No había señales del mono a la redonda, ni tampoco sabría a dónde pudo haber ido, a excepción de su hogar que tanto añoraba. Será que se aprovechó del banquete para huir? No...no tendría porqué. A Tripitaka solo le quedaba una carta por jugar, pero no quería usarla...

El monje pudo oír cómo Bajie se acercaba a él luego de haber gritado a todo pulmón el nombre del mono, sin haber obtenido respuesta alguna, y ambos intercambiaron una mirada. El cerdo suspiró y negó con la cabeza.

- Presume demasiado que incluso dormido puede oír hasta los silbidos del viento...y ni se atreve a venir! Maestro, si no despertamos al "Tres Ojos" y sus hermanos, será mejor que demos a Wukong por fugado.

Tripitaka alzó la mirada al cielo, inhalando profundamente en un intento desesperado de calmarse, al mismo tiempo que frotaba con el pulgar las cuencas oscuras de su pulsera mala. No tenían pista alguna, por lo que muy a su pesar, no tuvo más opción que usar su última jugada.

- Wukong...no me dejas más opción. -se lamentó sintiéndose profundamente decepcionado de su discípulo. No quería haber llegado a eso, pero sin duda ese mono lo empujaba a los extremos siempre que quería salirse con la suya. Abrió la boca y tomó el aire suficiente para recitar el conjuro de la Corona de la Disciplina, pero justo un movimiento en la tienda blanca más cercana a ellos llamó su atención. Repararon en shock que se trataba de la mismísima tienda de Erlang Shen, y de los pliegues de la entrada salió nadie más ni menos que Sun Wukong.

El Rey Mono se escabulló por fuera de la tienda, pero apenas dio el primer paso, su tobillo se dobló y cayó de cara al pasto rociado. Su cuerpo apestaba a alcohol a más no poder, Tripitaka y Bajie podían sentir el fuerte hedor desde sus puestos, y aunque el frío de la mañana lo sentía hasta en los huesos, de su tonta sonrisa no pudo salir más que divertidas y aturdidas risitas. La mandíbula de Tripitaka estaba caída por completo y Bajie tampoco disimulaba su shock al ver al mono completamente desnudo. Su pelaje estaba hecho un desastre despelucado, algunas zonas a contrapelo; las partes pelonas de su cuerpo yacían enteras de marcas rojas de chupetones y sobre todo, de mordidas, tan fuertes que se podrían divisar a metros de distancia. En su cuello, abdomen, pecho...sobre todo en sus pectorales; e incluso en su pelaje se podían ver profundos rasguños, en su espalda, piernas, cintura y caderas...

El monje y el cerdo no podían despegar sus ojos de Wukong, quien avanzaba lento, balanceándose y trastabillando con cada paso, no podía ir recto, y ni siquiera parecía reparar en los dos presentes, sino que iba directamente al borde del lago. Sacudí a la cabeza al sostenérsela, ya que aunque no evitaba reír como un tonto, también soltaba profundos gruñidos y quejidos rasposos del punzante y fuertísimo dolor de su cabeza. Se sentía tan pesado como si hubiera dormido en el centro de la Tierra por 5400 años, la gravedad operaba sobre su cuerpo multiplicada a la décima, y no podía mantenerse de pie por mucho tiempo.

- O-oh...mierda, mi cabeza... -gruñó cerrando fuerte los ojos y al llegar finalmente a la orilla del lago, sus rodilla colapsaron y metió de lleno sus manos en el agua, para recoger tanta como podía y llevársela a la cara para lavarse y poder despejarse. No solo embadurnaba su rostro en agua, sino también sus brazos y cuello, puesto que ignorando el frío matutino, sentía su cuerpo ardiendo, y a medida que el agua hacía efecto en su piel, Wukong empezó a notar otro tipo de dolor. Los músculos y huesos le dolían como si hubiera sido aplastado por la Montaña de los Cinco Elementos de nuevo y por más de 500 años, pero por encima de todo...Las caderas. Mierda, hasta ahora reparaba en lo destrozadas qué estaban por dentro, y con solo estar ahí sentado de rodillas, sabía que le sería imposible levantarse en un buen par de horas...y no tuvo más opción que soltar gemidos de dolor, sosteniéndose la cadera derecha. - C-carajo...

Bajie notó nervioso que el agarre a las cuencas de la mala de su maestro se había apretado aun más, poco ya Tripitaka podía contener su rabia, y por más que frotara su pulgar en la pulsera, no disipaba el enojo qué tenía por el mono.

- Sun Wukong...en el nombre del santísimo y venerado Buddha, qué crees que estás haciendo?! Se puede saber en qué desastre estuviste anoche?! Aparecer borracho y desnudo para lavarte la cara en un lago sagrado es inaceptable!

- ...Y el hecho de que tienes el cuerpo hecho una porquería...y saliste de la tienda de Erlang Shen! -exclamó Bajie empezando a esbozar una amplia sonrisa pero de pura incredulidad. - Oh, mono travieso...jamás creí que llegarías a esto, no me robes la actitud, ja ja!

Tripitaka le dedicó una mirada asesina a su discípulo porcino, e inmediatamente Bajie apartó la cabeza, carraspeó nervioso y se acomodó la túnica sobre sus hombros para disimular. El monje volvió la vista al mono quien parecía no tener intención alguna de levantarse, y arrugó la nariz irritado.

- Wukong...podemos saber qué pasó anoche? -preguntó muy serio.

- Anoche...que qué pasó anoche...? -repitió Wukong sin haberle entendido muy bien a su maestro, ya que oía las voces de los otros tan distantes como si estuvieran separados por decámetros de distancia. Se rascó la cabeza y la sacudió luego de haberse echado una buena tanda de agua, y al tiempo que su vista se aclaró...también lo hizo su memoria. Su estómago dio un vuelco apenas las imágenes aparecieron nítidas en su mente, y un fuerte sonrojo no pudo evitar colorear sus mejillas. Titubeó sin realmente saber si decirles la verdad, riendo nervioso y rascándose la mejilla.  - Uh...je je..! Anoche...

***

- Ahh! Oh, mierda...sí~! Erlang, Erlang~

El mencionado pelinegro apretó su agarre en la cabellera del Rey Mono, presionándolo contra las telas apiladas qué servían de almohada, al tiempo que sostenía con fuerza la cadera con su mano, sin parar de embestir bruscamente en su interior. Wukong sentía que pronto sus rodillas que mantenían en alto sus caderas pronto colapsarían del placer.

- Te gusta así~? Eh, Wukong? -le preguntó Erlang sin poder dejar de jadear y gemir sin control alguno de su cuerpo. El choque de sus embestidas resonaban por toda la carpa, confundiéndose con los gemidos de ambos.

- S-sí, sí! No pares, Erlang~ Oh, carajo... - Wukong rodó los ojos hacia atrás, sacando la lengua con una placentera y aturdida sonrisa en su rostro. Cada estocada más profunda que la anterior solo le hacían jadear y gemir como un salvaje. Su mente se nublaba y solo tenía lugar cómo el gran y duro miembro de su amante lo abría sin piedad, tampoco le importaba que en el exterior fueran escuchados.

Erlang soltó la cabeza del mono y en cambio, tomó su muñeca para dirigirla a su propia cadera, y Wukong se sujetó su propio glúteo, al tiempo que el pelinegro agarraba con su mano libre la cola del contrario, apretando fuerte para provocarlo. Wukong de inmediato tensó su cuerpo y también apretó las sábanas a tal punto que sus garras atravesaron la tela de lo fuerte que la tenía. Descargas de sobreestimulación lo recorrieron por completo, desde la punta de su cola hasta su cabeza, su pelaje se erizó y su voz no pudo contenerse más.

En cuestión de solo segundos, el interior de la tienda se convirtió en un espacio sin orden en donde el amor y la lujuria prevalecían. Las sábanas se manchaban de saliva y otros fluidos, la fuerza del Rey Mono sobre ellas sobrepasaba tal nivel que cualquier tela que él agarraba como soporte, terminaba rota. Cambiaban y probaban nuevas posiciones cada dos por tres al llegar al clímax, dejaban marcas en sus cuerpos de bruscos rasguños y mordidas, Wukong no tenía pena alguna en clavar las garras en la espalda de Erlang, abriendo su piel y dejando que hilos de sangre bajaran por su pálida tez, siendo así las primeras cicatrices que recibía en su fornido mas bien cuidado cuerpo. Los dos compartía fuerza entre ellos, cuando Wukong perdía la energía, Erlang lo sostenía firmemente, y cuando pasaba lo contrario, era Wukong montando y dando sentones encima de su amante. El Rey Mono perdió la cuenta de cuántas rondas habían tenido, pero no podía parar, simplemente no podía...atraídos por la gravedad del otro, no pudieron separarse toda la noche.

La mente de Wukong se había reducido simplemente al semidiós que se mantenía dentro suyo, embistiéndolo sin control, a un solo nombre que cada vez más se simplificaba al mero concepto de estar haciendo el amor con el hombre que nunca dejó de amar. Tenía sus piernas abrazadas alrededor de las caderas del mayor, un brazo rodeaba su espalda llena de rojizos rasguños sangrantes, y la otra mano la tenía enredada entre su pelo azabache pero hecho un completo desastre, igual que su pelaje. Solo oía sus propios gemidos y los de Erlang resonando en sus oídos como tambores, y su cuerpo ardía en calor de lujuria y sobre todo, de amor. No sabía cuánta energía tenía restante antes de que colapsara por completo, pero no le importaba en lo más mínimo, solo apreciaba cada segundo que pasaban en el que Erlang entrara más profundo en él.

- E-erlang...Erlang~ se siente tan bien...! -gimió Wukong entre ahogados jadeos, el aire escapaba de sus pulmones y su cuerpo poco podía responder no solo por lo sobreestimulado que estaba, sino también por el alcohol nublando su juicio.

Erlang separó su rostro del cuello del Rey Mono, a quien había estado besando y mordiendo hasta dejarle marcas igual de rojas que sus rasguños, y sin parar de moverse, lo miró fijamente a sus ojos. Rebosantes de una intensidad dorada imperecedera, reflejaban la pasión y locura de la noche, pero al mismo tiempo...podía sentir cuan feliz se encontraba de volverlo a ver, de estar con él, intercambiar palabras, compartir un trago, y hacer el amor. Quinientos años sin haber podido verse o tan siquiera de enviarse nada...y aunque lo disimuló bien frente a sus Hermanos del Mei, Erlang ya no tenía razón alguna para ocultarlo, y tantos sus jadeos como su mirada se suavizaron. Alzó la mano y sostuvo la mejilla de Wukong, acariciando el pelaje de su sien y la quijada; y el mono con solo notar el cambio de aire entre los dos, le devolvió la misma mirada entre sus jadeos y gemidos.

- Te eché tanto de menos, Wukong...

- Y-yo igual, Yang Jian~ -se atrevió a llamarlo por aquel nombre tan...personal y especial para el pelinegro, solo aquellos a quienes consideraba demasiado especial para él tenían permitido llamarlo así, y por eso Wukong no tuvo miedo alguno de hacerlo. Bajó sus manos para sostener ambas mejillas suyas y lo acercó para juntar sus frentes, cerrando los ojos, y enrolló su cola en la pierna de Erlang. Contrastando con el calor compartidos de sus cuerpos, el semidiós pudo sentir el inminente frío del metal dorado de la Corona... - No dejemos...no dejemos nunca de vernos...

- No lo haremos, lo prometo...Lo prometo. -le aseguró Erlang sin dudarlo y entreabrió los ojos para encontrarse con él, los dos sintiendo en sus venas la más grata felicidad de haberse podido volver a ver. El beso que se dieron, lleno de pasión y amor contenido, demostró una vez más que los sentimientos correspondidos entre ellos jamás se habían olvidado, y ninguno de los dos tenía la intención de hacerlo. El abrazo se volvió aun más fuerte a medida que Erlang aumentó la velocidad de sus caderas, sin poder contenerse más, y los gemidos cargados de placer de Wukong no se hicieron esperar. Arqueó la espalda y tiró la cabeza para atrás, clavando sus uñas en la piel de Erlang, ambos llegando a un punto sin retorno, al éxtasis máximo que sus cuerpos después de rondas y posiciones podían soportar. Ninguno contuvo más sus gemidos tan fuertes que de seguro todo el lago podría oírlos, pero sus mentes dejaron de pensar.

El orgasmo los asaltó al unísono, sus cuerpos entrando en una tensión absoluta que los dejaba temblando, el aire abandonó sus pulmones, y solo entrecortados ahogos salían de sus labios, pero solo duró unos segundos antes de que se desplomaran, Erlang encima de Wukong, hechos unos desastres jadeantes. Wukong podía sentir sus propios adentros llenos a más no poder de su esencia, pero no podía sentirse mejor...aún tratando de recuperar el aliento, posó una mano en el hombro del contrario y lo empujó como pudo para que se acostara a un lado y saliera de él, aunque ahora se sentía vacío por dentro; sus jadeos siendo el único sonido restante dentro de la tienda. Erlang esperó unos segundos antes de extender un brazo y abrazar al Rey Mono de la cintura, arrastrándolo hacia él y apegándolo a su cuerpo. Una vez más se miraron a los ojos, y recostaron sus frentes entre ellos sin verse en la necesidad de decir más durante lo poco que quedaba de la noche...

***

- Uhh, anoche...anoche... -seguía murmurando Wukong, y cuanto más recordaba, más sentía el dolor en su cuerpo, junto con el sonrojo en sus mejillas, pero Tripitaka se estaba impacientando.

- Anoche qué, Wukong?

Bajie sacudió la cabeza con un suspiro pesado, y miró al monje. - Maestro...él no nos dirá nada, se lo puedo asegurar.

- Y puedo preguntar por qué es eso? -exigió Tripitaka volviendo a encarar al cerdo, quien se rascó el mentón, inmediatamente apartando la mirada abajo.

- Uhm, porque... -vaciló. Bajie no supo muy bien cómo explicarle a su maestro lo que ya de por sí sabía lo que había pasado con su hermano Wukong, pero muy a su fortuna, no tuvo que pensar en una explicación, ya que volvieron a oír otro ruido proveniente de la misma tienda de la que salió el mono, y ninguno de los tres pudo disimular más su asombro al recibir a la Divinidad Sagrada salir con quejidos de dolor, sosteniéndose la cabeza, siendo víctima al parecer también de una destrozante resaca. Pero lo que les hizo a los tres quedarse boquiabiertos fue el verlo...completamente desnudo, con su largo pelo negro hecho un desastre, y su cuerpo perfectamente limpio de cualquier cicatriz de guerra, ahora estaba cubierto a más no poder de mordidas, chupetones, marcas y rasguños...muchos rasguños que le habían dejado hilos de sangre seca bajando por sus músculos.

Se encontraba tan mareado y aturdido que ni siquiera se había dado cuenta que no agarró un nei yi para al menos cubrirse su entrepierna, y lo que su vista borrosa pudo percibir en medio de la resaca fue a su amante, de rodillas en el lago.

- Wu-wukong...?

- Erlang...! -respondió el mono sin poder esconder su nerviosismo, y le hizo un ademán con la cabeza para que se fije en los otros dos que estaban ahí. Una vez Erlang pudo descubrir al monje Tang y Zhu Bajie mirándolo en shock, pudo sentir cómo tanto su alma como la dignidad se le cayeron al piso. El silencio entre todos lo sintieron como una montaña invisible de Buddha, aplastándolos y presionando sobre Erlang como nunca había sentido. El frío de la mañana lo sintió tan gélido como si estuviera metido en las profundidades de las aguas congelantes del Norte, y el tiempo pareció haberse detenido en medio de ellos.

Erlang no podía soportarlo más, cada segundo que pasaba lo sentía como un ciclo de cinco mil años, por lo que, sin siquiera decir una sola palabra, retrocedió lentamente hasta desaparecer de nuevo adentro de su tienda, cerrándola detrás de él, y dejando en el lago un silencio peor de incómodo que antes. Tripitaka no podía digerir lo que acababa de ver y no tenía que estudiarlo para entender a la perfección qué significaba todo esto. Él no se habría atrevido a romper el hielo tan pronto de no ser por la creciente carcajada de Bajie. El monje cerró con fuerza los ojos claramente enojado, inhaló y exhaló profundamente para calmar su enojo, ya que podía oír que entre las risas del cerdo, no pasó de largo el arrastre del mono para intentar escabullirse.

- Wukong! -bramó su nombre y le dedicó una mirada enfurecida al mencionado, y éste se sintió paralizado ante los ojos de su maestro, pero antes de pensar en recitar la fórmula para castigarlo, lo miró severamente y volvió a tomar otro respiro. - Ninguno de nosotros te pasará tu ropa...ve por ella tú solo y sigamos con el viaje. Iremos más rápido que de costumbre y tú estarás a la vanguardia. Si te atreves a dejarte pasar, recitaré el conjuro de la Corona hasta que te vuelvas a levantar y adelantarnos, sin importar el dolor en tu cuerpo, ni en tus caderas, y tienes prohibido usar tu nube! Entendido?!

- S-sí, maestro... -tartamudeó Wukong sin poder evitar palidecer ante la imagen de él caminando entre el dolor óseo y muscular que le dejó Erlang anoche, que ni siquiera ahora era capaz de levantarse o gatear...La tendría muy, muy difícil, y sobre todo dolorosa. Dejó al monje y Bajie retirarse de nuevo a donde estaban Wujing y el caballo, y a rastras entre quejidos, se dirigió a la tienda blanca donde lo esperaba su avergonzado amante...

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