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El primer beso bajo luces rojas

***

A los dos guerreros no les costó nada subir las escaleras de piedra en dirección al palacio del Emperador de Jade, justo donde se celebraría la gran fiesta principal. Wukong y Erlang adelantaron a todas las deidades que se les cruzaban en el camino, y durante todo el trayecto arriba, el Rey Mono nunca soltó la mano del pelinegro.

Ya sea por el abanico, por sus aventuras previas, o por el hecho de que fue el único en recibirlo, Wukong se sentía en total libertad cuando se trataba de estar en compañía de Erlang, y por eso mismo, se permitió a sí mismo hacer nuevas cosas con él, comenzando por algo sencillo pero simbólico, como lo fue el haberle tomado de la muñeca para subir a una fiesta.

Al llegar finalmente a la entrada del palacio, Wukong tuvo que alzar su cabeza en alto para tratar de ver la gigantesca fachada, boquiabierto, pero movía la cola de la emoción que sentía.

- Woah...Soy yo o está mucho más grande de lo que recuerdo en su momento? Y más...brillante? -preguntó parpadeando varias veces para adaptarse a la luz dorada que reflejaban los pilares con un fino jade incrustado que formaba patrones y dibujos a lo largo del material.

- Después del desastre que hiciste hace más de quinientos años...evidentemente se tuvo que reconstruir. -le respondió Erlang haciendo énfasis en lo que ocurrió con Wukong hace medio milenio, cuando el mono destruyó parte del Palacio de Jade para hacerse con el cargo del Emperador.

Pero Wukong se sentía complacido que al menos, el palacio ahora tuviese un ambiente más agradable para él. Lo soltó de la muñeca y se llevó ambas manos a la cintura.

- Bueno, ese banquete no se vaciará solo, andando-- fue interrumpido de repente al dar los primeros pasos, y se estrelló con alguien relativamente más bajo que él que no alcanzó a ver, y se vio obligado a bajar la cabeza para descubrir así a un viejo amigo suyo...

Wukong siguió sonriendo pero ahora no con tanta dicha, y entornó los ojos en una expresión un poco más irritada.

- ...Nezha.

- Mono. -le respondió el príncipe, devolviéndole una punzante mirada, y se puso sobre los rollos de fuego para estar a su altura, cruzándose de brazos. No tenía ni un indicio de querer sonreírle al Rey Mono. - Con qué derecho tienes de empujarme?

- Oh, lamento eso, pero... -se disculpó de forma sarcástica Wukong, e igualmente se inclinó para quedar a la altura de Nezha, ahora sonriendo burlón. - No te ví, "amiguito"~

Los nudillos de Nezha se pusieron blancos de tanto que apretó los puños aún con los brazos cruzados, y frunció más el ceño, pero fue respirando lentamente para calmarse.

- Aún tenemos una cuenta pendiente, Mono...

- Qué? Aahh... - Wukong se enderezó recordando qué se trataba. - De verdad aún quieres la revancha?

- Tengo todo el derecho de reclamarla, y eventualmente tendrás que concedérmela, si no quieres que tu querida montaña tenga problemas... -amenazó Nezha muy seriamente y bajando los brazos, aún muy tensos en sus puños.

Aquello puso nervioso a Erlang, ya que si Nezha provocaba una pelea en el festival, los tres estarían en graves problemas, por lo que se removió en su puesto, suspirando y frunciendo el ceño.

- Nezha... -advirtió para que se controlara.

Pero Wukong alzó una mano para que el pelinegro no se involucrara. - No, déjalo...aunque te diera trescientas revanchas, niño, no tendrías posibilidad ninguna de vencerme~ Así que, vayamos subiendo la cuenta, quieres? -le propuso enseñando los colmillos en una sonrisa y se volvió a inclinar hacia el príncipe, quien también fue apretando los dientes de la ira que se contenía.

- Oh, no puedo esperar a quemar tu trasero de mono...

- No si yo antes te quito esos rollos y vemos tu verdadera estatura~ -lo provocó Wukong pateando ligeramente uno de los rollos de fuego que mantenían levitando al príncipe, y soltó una risita, volviendo a enderezarse. - Y no sin antes tener el estómago lleno! Yo voy entrando, luego me alcanzan, hermanos~

A medida que Wukong pasó completamente de la ira contenida y ardiente de Nezha, y entró al palacio, el príncipe y Erlang se quedaron solos, observando al Rey Mono adentrarse más a la sala del gran comedor donde se celebraría el banquete. Se podía notar un aire incómodo, y Nezha volvió a cruzarse de brazos, chasqueando la lengua irritado.

- Entre todas las doncellas, concubinas, diosas inmortales de la belleza...elegiste al estúpido mono.

Erlang soltó un suspiro avergonzado y se llevó la manga de su túnica al rostro para cubrir sus mejillas, apartando la vista.

- ...Tú no lo entenderías, Nezha.

- Y no quiero hacerlo! Es insoportable, pero siempre y cuando lo mantengas controlado, y me dé la revancha, no quiero volver a toparme con él. -espetó el príncipe dejando salir un poco de su molestia, pero rápidamente se recompuso, mirando ceñudo la entrada del palacio y cómo las otras deidades entraban. - ...Aún sigue en marcha tu plan?

- Así es.

- Pues será mejor que te des prisa y lo alcances...Está hablando con tu tío.

Aquello hizo que el alma se le cayera a los pies a Erlang, y abrió los ojos de golpe, mirando muy alarmado adentro del palacio.

- Qué?! - Con su tercer ojo lo pudo confirmar. El Rey Mono estaba hablando con su tío, el Emperador de Jade. Ignoró por completo al príncipe rojizo y entró a paso apresurado al palacio, dirigiéndose directamente al gran comedor donde, si no quería que se desatara otro llamado a Buddha, debía estar ahí ahora.

Erlang fue pasando disculpándose entre los demás dioses y compañeros suyos, sintiéndose cada vez más nervioso y ansioso de oír en cualquier momento unos gritos de furia del Rey Mono o del mismo Emperador, por lo que tras pasar por detrás de unas doncellas encargadas de supervisar el banquete, pudo oír con claridad las pocas palabras que intercambiaron. 

- Ese no es...el mono problemático que se comió todos los melocotones del Banquete de los Melocotones la última vez que estuvo aquí? -preguntó una. 

Su compañera entornó los ojos con desdén al reconocer al Rey Mono entre las figuras más importantes de la Corte, y soltó un resoplido. 

- Con qué derecho vuelve aquí? Será mejor que informe a los guardias para que lo vigilen...

"Mierda, Wukong!" pensó Erlang y al lograr divisar sus altas plumas de fénix entre la multitud, se apresuró hasta llegar con él. - Wukong-- se interrumpió de golpe al igual que frenó sus pies en cuanto llegó con ni más ni menos que el Emperador de Jade, acompañado de la Reina Madre, y del mismo Lao Tsé. Erlang inmediatamente se tensó en cuanto las cuatro miradas se giraron sobre él, y se obligó a inclinarse con respeto hacia su tío y la Reina. 

- Sus Excelencias...lamento interrumpirlos. Estaba...estaba buscándolo a--

- Mí! -respondió Wukong sonriente e inclinó la cabeza para que descansara. - Estaba teniendo una agradable conversación con unos "viejos amigos"...

La Reina alzó una mano para detener al mono de seguir hablando. Aunque Wukong se encontraba animado, tanto su rostro como el del Emperador y Lao Tsé reflejaban todo lo contrario. 

- Mono...tomaste las píldoras y el vino de la inmortalidad de Lao Tsé, te comiste todos los melocotones del Banquete que yo organicé, y destruiste este mismo palacio, hace más de quinientos años. Puede que Buddha te haya perdonado, pero de parte de nosotros...no te sientas invitado aquí. 

Aquellas palabras de la Reina resonaron en los oídos del Rey Mono, quien inmediatamente fue borrando su sonrisa, a una desconcertada, y movió ligeramente la cola en señal de eso.  - Huh, no deberían ser tan rencorosos, como figuras máximas de la Corte. Soy un mono nuevo, solo pedí una cosa, y por fin me la concedieron~ Considerarme como uno de ustedes. - Alzó la mano para que alguno de los tres se la estrechara, pero ninguno dio indicio de querer hacerlo. - Al reservarme una silla en este Festival, yo ya me doy por buen servido~ Además, quería agradecerles por la consideración de por fin pensar en mí como el Gran Sabio Igual al C...

- Nosotros no fuimos quienes te invitaron. -respondió el Emperador sacudiendo la cabeza aún con desaprobación de ver a ese revoltoso mono en sus estancias. - Solo fue uno... 

Inmediatamente Erlang sintió la punzante mirada del Emperador sobre sus ojos, y se vio obligado a apartar la cabeza, sin atreverse a decir nada, aún. La figura máxima de la Corte movió los hombros y el cuello para quitarse tensión, suspirando profundamente, e hizo un ademán con la mano para que el mono bajara la suya. 

- Pero...sus argumentos nos convencieron lo suficiente de añadirte a la lista este año. Wukong, si te comportas como debe ser en el banquete de hoy, es probable que consideremos la posibilidad de...volverte a invitar. 

Wukong se puso ambas manos en la cintura, y a pesar de que no se había inclinado ante ninguno de los tres al llegar, volvió a sonreír más complacido. 

- Eso me gusta oír! No se preocupen, solo vine a compartir una buena comida y disfrutar de la fiesta, Emperador~ Sigan invitándome, y me harán cada vez más feliz. -aseguró el Rey mono y alzó la mano de nuevo esta vez para palmar el brazo del Emperador en señal de amistad, pero los cuatro restantes que se hallaban con él, se tensaron al instante. 

- Wukong. -lo llamó Erlang con una severa voz, antes de que hiciera una estupidez, y aquello fue suficiente para detener al mono antes de que tocaran las campanas, anunciando que el banquete ya estaba listo. Aquello fue todo un alivio para el pelinegro, permitiéndose soltar un contenido suspiro, y tomó al Rey Mono del brazo, no sin antes inclinarse de nuevo ante las tres figuras, quienes los penetraban a los dos con la mirada. - Con permiso, sus Excelencias... - se excusó para por fin sacar al contrario de allí y dirigirse a la larguísima mesa, que dividía la estancia a la mitad de principio a fin. Al estar lo suficientemente lejos, le dio un jalón al Rey Mono a modo de regaño. - Qué es lo que te pasa?! Estabas a punto de palmar al Emperador de Jade, y si le ponías un dedo encima, te ordenarían a ejecutarte..! 

- Oh por favor, Erlang! Sabes que ninguna arma en la Corte puede dañarme, y además, creí que ya por fin estábamos en el mismo barco...- 

Erlang le dio otro jalón a su capa. - Aún no! Esta es tu oportunidad de demostrarles que eres digno de una invitación de ellos. Tienes antecedentes en la Corte, ellos no te perdonarán así de fácil...

Wukong suspiró pesado y se llevó una mano a la cara, frotándose el ceño mientras caminaba junto al pelinegro a la mesa. - Cuántas veces tengo que probarme ante esos...zopencos? Y tan siquiera quién me invitó?

Aquello hizo suavizar el rostro de Erlang, y giró la cabeza hacia delante, llevándolo al comedor donde por se sentaron en los cojines de seda rojizos para estar a la altura de la mesa. Apenas Erlang cruzó las piernas a horcajadas, miró al Rey Mono de reojo. 

- ...Alguien que cree en tí. 

Wukong se sintió aun más desconcertado y giró su cabeza para encontrarse con la sutil mirada del dios del tercer ojo, y aunque se sentía extrañado y confundido que alguien en esa hipócrita Corte creyera en él, algo dentro de su corazón...le estaba diciendo que aquella persona tal vez se trataba del hombre que yacía su lado. El Rey Mono abrió la boca para tratar de decir algo, pero le fue interrumpido el fuerte sonido del gong dorado de la estancia, dando inicio al banquete. 

Antes de que cualquiera empezara a servirse en sus propios platos, todos giraron sus cabezas en dirección al Emperador de Jade, quien alzó una palma, para dar unas últimas palabras. 

- Sean todos de la Corte Celestial, el plano del Nirvana, y de las Tierras Lejanas, bienvenidos. En celebración de un nuevo Año del Mono... - El Emperador se fue interrumpiendo lentamente al oír unos palillos agarrar la comida y unos platos moverse, por lo que abrió los ojos y encontró entre la fila de deidades al Rey Mono empezar a servirse. 

Erlang inmediatamente movió la pierna para pisar con fuerza la cola de Wukong, sin mover las manos de su gesto de rezo, pero claramente tenía el ceño fruncido. El Rey Mono al instante soltó un quejido clásico de su raíz animal, y soltó los palillos para encogerse en su puesto, llevándose las manos a la boca para mantenerse callado al darse cuenta que era el único que estaba haciendo ruido mientras el Emperador hablaba. 

- L-lo siento! Ya suéltame..! -lo último fue un susurro para Erlang, quien después de haberlo oído disculparse, quitó el pie de su cola y los dos dejaron que el Emperador continuara. 

Se pudo oír un ligero pero a la vez resonante gruñido en las mentes de todos, y más en la de Wukong, quien escondió sus manos debajo de las axilas, cruzando los brazos. 

- ....Daremos inicio al Banquete del Festival del Año Nuevo Lunar. Que estos alimentos sean bendecidos por Buddha, y que cada uno de ustedes...reciba su gracia. Pueden proseguir. -declaró finalmente el Emperador. 

Todos agradecieron a Buddha antes de empezar a servirse de los platos, a excepción de uno. Cuando Erlang finalmente abrió los ojos, quitó el pie de la cola del mono y tomó los palillos, mirando con entre su estoica seriedad, una pizca de pena al contrario. 

- Lo lamento...pero tenía que hacer algo si no querías ser decapitado aquí y ahora... -se disculpó Erlang tratando de alzar una mano para apoyarla sobre el hombro del Rey Mono, pero éste solo lo sacudió para quitárselo de encima. Su voz reflejaba una sombría seriedad, y molestia. 

- No me toques...y ya, no importa. -le cortó Wukong sin siquiera verlo a los ojos y sacó sus manos para así agarrar sus palillos y seguir sirviéndose. 

Erlang pudo sentir un vuelco doloroso en su corazón, y apartó la mano para girarse de nuevo a su plato y comenzar a servirse de a poco, sin atreverse a decir nada. Con lo bien que iban...sintió que ahora mismo todo se había ido por la borda. Después de tantas aventuras que los dos tuvieron durante y después del castigo de Buddha sobre Wukong, y el Festival estaba yendo muy bien. Será que el Rey Mono pensaba que él no lo apoyaba? No tenía sentido, no después de haberle regalado el abanico...debía encontrar una forma de enmendarlo y que volvieran a estar en buenos términos, y pronto. 

Al llevarse un trozo de carne a la boca, entre las conversaciones, platos y cubiertos que sonaban, Erlang pudo distinguir un claro golpeteo en la mesa de madera. Rítmico, lento, de una sola uña contra la mesa, y al alzar la cabeza, se encontró directamente con los ojos de Nezha, quien apoyando la cabeza en su mano libre, golpeteaba la madera con un solo dedo, pero su rostro...no tenía precedentes. Esos ojos entornados y una ligera sonrisa llena de burla, le estaba diciendo en silencio: "Tic tac"...el tiempo corría, y mientras pasaba, más perdía en arreglar las cosas con el mono, Nezha se lo contaría, y ahora Erlang quedaría muchísimo peor. El dios del tercer ojo le devolvió la mirada, y la apartó para concentrarse de nuevo en su propia comida, tratando de pensar. 

El tiempo pasaba, y a medida que el ambiente en el banquete se incrementaba, Erlang podía notar que el Rey Mono no había dicho ni una sola palabra en toda la estancia. Eso no era buena señal...y ya había comido demasiado, pero no parecía tener intenciones de detenerse. Erlang dejó los palillos sobre su ración a medio terminar, y miró alrededor en la mesa. Debía encontrar la respuesta justo ahí...debía haber algo entre toda la comida algo que los uniera, algo que a los dos les gustara y tuvieran en común. Estuvo a punto de considerar agarrar unos melocotones, pero de repente cayó en algo nuevo: una calabaza llena de vino. Las veces que los dos estuvieron juntos de manera informal...siempre los acompañaba una botella, dos vasos e incontables tragos de alcohol. Lo consideró la mejor opción, y alargó la mano para agarrar la calabaza, preparar dos vasos planos con los que se solía tomar bebidas alcohólicas por aquel entonces, y sirvió primero una cantidad prudente por ser el primer brindis. Agarró las dos copas, y se giró hacia el mono. 

- Wukong... -lo llamó ofreciéndole el primer vaso. 

El Rey Mono soltó un pesado suspiro lleno de irritación, pero igualmente se volteó para encarar al pelinegro con una molesta mirada, pero al instante abrió los ojos sorprendido al ver que el contrario le estaba ofreciendo un trago juntos. Se tomó unos segundos para ver el vaso y luego al dios, quien parecía querer hacer las paces con él. Aún sin sentirse muy convencido, aceptó el vaso, y de todos modos lo olió profundamente para sentir la esencia del alcohol y...coco?

- Este vino de la Corte...tiene coco? 

- Así es. Sé cómo te gusta en tu montaña. Hay de varios sabores en esta mesa, pero...es mejor empezar por uno que conoces, o no? 

Wukong reflejó incredulidad y reflexión en su rostro ante esa respuesta. Incluso después de haberle pisado la cola con toda la intención, el ofrecerle tomar junto a él, sin duda era un acto de disculpa, y de haber sido cualquier otro dios en esa mesa, ni se habría tomado la molestia de hablar con él, por lo que alzó la cola y le dio una ligera cachetada en la cara, soltando una risita y con solo la creciente sonrisa en su rostro, se vio que este gesto lo animó. 

- Jeje, por supuesto~ Y uno de mis favoritos! En esta Corte, nadie me conoce como tú, Erlang Shen. -respondió alzando el vaso para chocarlo contra el del contrario, accediendo de buen humor al brindis. 

La presión dentro del corazón de Erlang disminuyó bastante y se permitió devolverle la sonrisa al Rey Mono, y con gusto correspondió el choque, para así los dos al mismo tiempo, se tomaron todo el vaso de un solo trago. 

- Eeeek~! La intensidad de alcohol del Cielo, y el sabor de coco de mi montaña, la perfecta combinación! -celebró Wukong tras el primer trago y no tardó en agarrar la calabaza y servirse de nuevo. - Erlang, terminemos esta calabaza y tomemos la siguiente, tenemos toda la noche, a celebrar! 

Erlang no pudo evitar soltar una risita al tener al Rey Mono de nuevo en sus ánimos habituales, y aceptó que se le sirviera más vino. - Ya, ya, Wukong...no te descontroles antes de tiempo. 

- Es el momento justo de hacerlo~ Todos, deténganse un momento! -gritó el Rey Mono para que el resto de dioses y divinidades sagradas le pusieran atención. - Es hora...de hacer un brindis. Por este magnífico vino, y por el Festival del Año Nuevo Lunar! Salud! 

En un principio, Erlang creyó que nadie le respondería el brindis a excepción de él, pero se sorprendió al recibir una primera voz que le siguió al mono. 

- Salud! -exclamó Nezha alzando su propia copa llena de vino rojo. 

- Salud! -le siguió la Bodhisattva Quan-yin con una animada sonrisa, permitiéndose alzar su propio vaso también. 

Y así, muchos otros invitados se unieron al brindis por el Festival. Aquella escena de la mayoría llegando a alzar sus propias copas, a excepción del Emperador y la Reina, llenó de regocijo a Erlang, al ver que aunque el Rey Mono haya cometido tantas cosas imperdonables dentro de la Corte, la posibilidad de ser perdonado ahí en el Cielo se fue acrecentando. Erlang terminó por volver a alzar la suya una vez más con una suave sonrisa que a más de una deidad que lo conocía le sorprendió. 

- Salud, Wukong. 

***

El banquete del festival estaba yendo viento en popa ahora. El ambiente mucho más animado, se podían oír conversaciones y risas entre los invitados, todo gracias a un primer brindis hecho por Sun Wukong, quien a diferencia de cómo empezó, ahora no tenía miedo alguno de hablar con las demás deidades de sus hazañas y aventuras en la Tierra, contarlas y cantarlas a todo pulmón mientras se devoraba la comida. Jugosa carne, tiernas y frescas frutas, apetitosos fideos y muchos más tipos de platos que jamás había visto en su vida, como lotos de camarón, pinchos finos de pescados, y sopas de carne y bambú que no hacían más que alimentar su insaciable ansias de querer probar más. Wukong invitaba a Erlang intercambiar comida, y los dos probaban de diferentes platos, entrecruzando sus brazos para tomar del vino del otro, y dejarse llevar por la inevitable embriaguez. 

Aunque Erlang tenía una mayor tolerancia, no se podía decir lo mismo de Wukong, quien al probar cada calabaza de vino y alcohol que había en la mesa, su humor se puso mucho más..."divertido".  El dios del tercer ojo bajó la cabeza para frotarse los dedos. Los sentía con un ligero cosquilleo, definitivamente el alcohol le estaba empezando a hacer afecto, pero de inmediato sintió un peso mucho más grande sobre su hombro. 

Wukong se dejó caer sobre su amigo soltando un profundo y satisfecho suspiro, tenía las mejillas sonrojadas hasta las orejas, y la mano que sostenía los palillos en donde había un pedazo de salmón en salsa de soya, se entorpecía por evitar que el pescado se cayera. Finalmente logró llevárselo a la boca, volviendo a dejar salir un placentero mugido, moviendo la cola satisfecho. 

- Hmmm~~ Hic! Este ha sido...el mejor banquete al que he estado jamás, Yang Jian~ -empezaba a decir a un paso lento y divertido el mono.

- Ngh...Wukong, acaso debo ser tu moderador? Cuánto vino tomaste? -se quejó Erlang al ver al contrario completamente ebrio sobre él. El Rey Mono sonriendo señaló con la mano toda la mesa, la cual ya tenía varios platos vacíos. 

- Toda la mesa- Hic! He probado de todo hoy, Yang Jian~ 

- Oh, dioses...

- Debo-debo agradecértelo, Erlang...Hic! Por todo lo que has hecho hoy... - Wukong se incorporó y lo tomó de los brazos para que se miraran fijamente. Erlang de inmediato se puso nervioso y un leve sonrojo sobre sus mejillas se fue asomando. 

- De...de qué estás hablando? 

- Por recibirme, por darme el...hic!- el abanico...por invitarme...

Erlang tomó los brazos del mono y los apartó de los suyos, sacudiendo la cabeza ceñudo, e intentando disimular su sorpresa. Cómo había sido posible que lo supiera, y tan ebrio?!

- Ya detente, hablas tonterías...qué te hace creer que fui yo quien te invitó? 

Wukong volvió a recostarse sobre el dios del tercer ojo, apoyando la mejilla en su hombro. 

- Por favor...acaso ves que alguno de aquí quisiera haberme invitado, a excepción de...Hic! de ti? En toda la noche, y siempre...has sido el único en esta...Corte hipócrita...que me ha tratado bien. Como un igual, el único... -le empezó a decir mientras se removía en su puesto y lentamente lo fue abrazando con fuerza. 

"Q-qué está pasando?!" pensaba Erlang mientras más sus mejillas se sonrojaban hasta tener el color de un tomate, sin poder creer la audacia del mono estando borracho y que algo así estuviera pasando, en medio del banquete, aunque ya la mayoría de deidades se estaban levantando y retirando para seguir celebrando el festival afuera. Aquellos que se quedaron, y en especial, los que no celebraron el primer brindis, se dieron cuenta de cómo estaba el mono tan apegado al pelinegro, y soltaron burlones aullidos en dirección a ellos, pero Erlang pudo notar que Nezha todavía se mantenía en su puesto, y los miraba fijamente con la misma desdeñosa sonrisa. 

- Yang Jian...de verdad soy tan especial para tí? -le preguntó Wukong lentamente y alzó la cabeza para murmurárselo directamente al oído. 

Un brusco escalofrío recorrió la espalda de Erlang que lo hizo estremecerse y se vio obligado a apartarlo con fuerza para zafarse de su agarre, ahora no tenía cómo ocultar su cara rojiza. 

- Y-ya basta! No tienes idea de lo que estás diciendo, Sun Wukong! Tomaste de todos los vinos de aquí, cuántos yos estás viendo? -le preguntó señalándose a sí mismo después de levantarse de su cojín. 

Wukong se tomó su tiempo para responder a eso, y sacudió la cabeza para tratar de aclarar su mente en vano. Parpadeó lentamente, y su difusa vista pudo notar por lo menos más de dos Erlangs. 

- Uh...desde cuando- hic! Desde cuando tienes dos gemelos...? 

Erlang rodó los ojos negando con la cabeza y se inclinó para tomarlo del brazo derecho y así levantarlo. 

- Ya vámonos de aquí...

- Yo...yo... -intentó hablar Wukong pero las palabras no tenían fuerzas suficientes, por lo que para evitar trastabillar, se vio obligado a sacar su bastón de su oreja...pero de su oreja izquierda no apareció su bastón, sino el fino abanico que Erlang le había regalado. - Eh...? -bajó la cabeza extrañado al ver que lo que tenía en su mano no era su fiel arma, e inmediatamente pudo oír a la distancia unas crecientes carcajadas que llegaron a sus oídos. 

- Qué se supone que es eso?! Jajaja! 

- Esto...no es mi bastón... -murmuró Wukong y al agitarlo lo abrió, provocando que aquellas deidades de la guerra que alguna vez pelearon contra el Rey Mono, se rieran más fuerte. La presión dentro del corazón de Erlang volvió con mucha más fuerza, y jaló levemente al mono para hacerlo girarse y que se retiraran del palacio. 

- Wukong, salgamos de aquí...

- Sí, Erlang! Saca a tu mono mascota del palacio del Emperador, que lo único para lo que aparece es para dar problemas! -le respondió uno de los tres guerreros que yacían a la salida con ellos. Pero esa respuesta detonó en Wukong una ferviente ira, quien en un parpadeo, se apartó bruscamente del agarre de Erlang, guardó el abanico de nuevo en su oreja, y esta vez con su brazo derecho libre, sacó su cetro de hierro para así alargarlo de golpe y que le diera en toda la cara al dios que seguía riéndose a carcajadas de él. 

- A quién le acabas de llamar "mascota", malnacido?! -vociferó furioso Wukong, sosteniendo muy tenso su cetro y lo volvió a encoger a su altura original. El dios retrocedió unos pasos quejándose adolorido de su entrecejo, pero tras sacudir la cabeza, miró aun más furioso al mono. 

- A tí, mono asqueroso! Golpeando a una deidad de la guerra y te haces llamar Gran Sabio?! No nos hagas reír! No perteneces aquí! Quien sea que te haya invitado, está igual de enfermo que tú al creer que puedes volver a pisar la Corte Celestial en una fiesta! -exclamó a todo pulmón, y en su mano, entre chispas apareció una larga y filosa lanza de hierro, listo para enfrentarse al Rey Mono si éste quería iniciar una pelea. 

Wukong apretó los dientes y el agarre de su cetro, sacudiendo la cola, y lo señaló con sus dos dedos. - Parece que estás ciego...Averiguamos si es solo cosa mía, o de verdad tengo que arrancarte los ojos porque no aceptas la verdad?! Vamos, ven a mí! 

Ante esa provocación, los dos guerreros cargaron uno contra otro al pie de la entrada del Palacio de Jade. Ambos alzaron sus armas para empezar la pelea, pero una lanza adicional se sumó al duelo, una de filo plateado y dorado, con el mango de un hierro negro, impartible, y la única que se atrevió a detener a los dos de hundirse en una pelea. Wukong miró atónito e incrédulo a Erlang blandir su lanza para frenarlos, y aunque los dos se miraron fijamente, Erlang se vio obligado a apartarlos con una onda de aire, haciéndolos retroceder. 

- Erlang! Ayúdame a acabar con este sinvergüenza, insultó mi nombre! -exigió Wukong. 

- Divinidad Sagrada, qué haces con ese mono salvaje? Arréstalo y sácalo de aquí! -reclamó el otro. 

- Silencio! -respondió el dios del tercer ojo ante los dos. Varias deidades y aun peor, el Emperador y la Reina los observaban fijamente de lejos. Ya habían desatado un alboroto...pero debía remediarlo a como diera lugar. - Estamos en el Festival del Año Nuevo Lunar, y está absolutamente prohibido provocar peleas, o tan siquiera blandir armas ante cualquiera! Él es un invitado de la Corte, y debes respetar la decisión del Emperador! -le dijo a la deidad volteándose hacia él, y se giró para ver al Rey Mono.  - Y Wukong...

- Lamebotas!! -le gritó el mencionado a Erlang, interrumpiéndolo de golpe y dejando un shock en el aire. - No puedes ver que me ha faltado el respeto?! Y nosotros no les hicimos nada! ...Y por qué tan siquiera, blandes tu lanza contra mí? -le preguntó bajando el cetro con una sombría mirada ante la nueva postura del pelinegro hacia él. 

Erlang sintió otro vuelco en el corazón, pero no podía permitirse que esto fuera a mayores, por lo que lentamente, fue bajando su lanza, apuntando el filo hacia el suelo, y suspiró profundamente. 

- Necesitas calmarte, Wukong...y escúchame. 

- No, tú escucha- ugh... - El Rey Mono se llevó una mano a su cabeza, apoyándose sobre su cetro. El efecto del alcohol y el vino le estaban produciendo jaquecas, lo cual solo empeoraba su estado de ánimo. Sacudió la cabeza y volvió a mirar al frente. - No importa lo cordial que te comportes, acompañándome, recibiéndome...por dentro crees que aún soy un monstruo que debe ser contenido. Y yo que creí...que me tratabas como un igual hasta ahora, pero solo me has vigilado como un perro...Heh, jajaja! - Wukong soltó una carcajada, llena de dolor. - Sigues siendo un lamebotas de la Corte, Erlang Shen...

Cada palabra dicha por la boca del mono eran como una espada de hierro clavada al corazón de Erlang, quien no tenía otra opción más que recibir sus insultos, y miró alrededor, notando cómo todos los presentes en el palacio tenían sus ojos puestos en él. "Su lealtad está con él o con nosotros?" "Por qué invitaría a ese infame mono otra vez?" "Es un traidor." "El Emperador lo debería castigar, igual que a su madre". Podía oír que pensaban y murmuraban aquello de él ahora, y le estaba costando manejar el dolor creciente en su pecho, pero más importante aún, era tratar de hablar con Wukong. 

- Eso no es cierto..! 

- Entonces por qué crees que soy especial?! -exclamó Wukong encarándose a él, enseñándole ambas manos abiertas. - Por qué, Erlang Shen, soy especial?! -volvió a preguntar, exigiéndole una respuesta al contrario...pero no obtuvo respuesta. - Eh? Por qué? - Los segundos pasaban, y lo único que reinaba era el silencio. - Por qué....¡¿Por qué?!

- Porque..!! Porque... -intentó responder Erlang alzando la voz, pero de repente, el nudo en su garganta le impidió por completo decir la verdadera razón. Tenía la boca abierta, pero ninguna palabra podía emitirse, y solo una vacilación, tras otra. La presión sobre su pecho era demasiado grande, y su corazón tamborileaba a una velocidad inhumana, que lo estaba haciendo jadear. Sentía que el mismísimo Buddha lo estaba observando y juzgando desde arriba, aparte de los ojos que no paraban de verlo, y en especial, Sun Wukong. Él merecía la respuesta, la merecía más que nadie, pero...no pudo hacerlo. El arma en su mano desapareció, y bajó la cabeza, sin atreverse a mirarlo a los ojos. 

Wukong, lleno de desilusión y una enorme decepción en su cara, soltó un resoplido irónico, bajando las manos, y tomó el cetro para encogerlo de nuevo, y ponérselo en su oreja. Fue retrocediendo, y negando con la cabeza con incredulidad, y tristeza en sus ojos. 

- ...Heh, era todo lo que necesitaba oír. - Fue lo único que dijo antes de darse media vuelta y antes de siquiera poner un pie en las escaleras, llamó a su nube, y al subirse en ella, desapareció entre las otras a una velocidad vertiginosa. 

Las demás deidades en el palacio comenzaron a bajar las escaleras, lanzándole miradas incrédulas y despectivas, pero Erlang ahora mismo sentía que solo era el Cielo contra él. Tenía los ojos cerrados, sin creer que todo se había arruinado, como nunca antes. Se llevó una mano a los ojos, y en vez de seguir al resto, optó por caminar a la izquierda, para llegar al borde del Palacio de Jade, donde se postraba un vacío hacia la Tierra en medio de todas las nubes. El Festival continuaba más abajo, pero al igual y peor que en el jardín, Erlang lo sentía tan distante...tan desconectado de él. Un silencio espectral inundó el lugar, el viento ni siquiera se podía oír, y el único indicio de que existía era que ondulaba su pelo negro y largas túnicas. Erlang tampoco movió un músculo en cuanto el príncipe de rojo se detuvo a su lado a contemplar el paisaje nocturno. 

- Bueno...lo lograste, Erlang Shen. No lograste conquistar al mono, seguramente te odiará y todos aquí piensen igual. Felicidades. - Pero Erlang no respondió, y Nezha se volteó para mirarlo con una profunda mirada. - Eres un cobarde...

- No tienes que repetírmelo... -finalmente Erlang se dignó a hablar, y soltó un tembloroso suspiro, tirando la cabeza para atrás. - Yo solo quería...construir un ambiente, para que la pase bien, para que todo salga bien. Supongo que mientras más lo intentaba...peor salían las cosas. 

Nezha hizo un puchero y miró hacia arriba asintiendo levemente, pensándolo varias veces. - Sí, así fue...lo estropeaste. 

Erlang ahora no tenía la paciencia para lidiar con él, por lo que suspiró pesado, y se cruzó de brazos, escondiéndolos debajo de sus mangas. - Si insultarme y recalcarme es todo lo que harás aquí...te pido que te largues, por favor...Quiero estar solo. 

Nezha volvió a girarse ante él, y tras revisarlo por completo, se atrevió a darle un golpe en la cabeza del cual el dios del tercer ojo se quejó al instante. 

- Idiota! En serio crees que el Festival se acabó? - El príncipe se movió ahora al lado derecho del pelinegro, y miró hacia la Corte, donde todos se estaban preparando para contemplar el evento más importante del festival.  - Los fuegos artificiales están a punto de empezar. 

Con solo esa afirmación, algo resonó dentro de Erlang, y alzó la cabeza, abriendo los ojos, y se volteó lo suficiente para contemplar que efectivamente, ahí estaban los cohetes listos para ser lanzados en cuanto el reloj marcara exactamente la media noche. El último evento del Festival del Año Lunar...a medida que sus párpados se fueron abriendo más, un brillo fue apareciendo en ellos de nuevo. Aún tenía una oportunidad, una oportunidad de arreglarlo todo, y de esta vez, no tener miedo. Se volteó por completo, volviendo a sentir los rápidos latidos de su corazón, y se llevó una mano al pecho, con una creciente idea en la cabeza. 

- De seguro...regresó a la Montaña Huaguo, a su hogar...

- Es lo más probable. -concordó Nezha asintiendo con la cabeza. 

Los ojos de Erlang fueron pasando de un lugar a otro a medida que reparaba que, aunque tuviese tiempo, aún seguía corriendo a contra reloj, y se sintió más alarmado.

- Debo darme prisa...! -murmuró y retrocedió unos pasos y bajando los brazos. 

- Sí, deberías--!! - Nezha se interrumpió de golpe en cuanto sintió la ráfaga de viento que dejó el dios pelinegro detrás de él apenas dio un salto en el borde del palacio, y en medio del vacío, con unas centellas, su cuerpo fue transformado en un gran halcón blanco. Nezha lo observó sorprendido desde el borde, y al ver que el contrario se disponía a volar, lo detuvo llamándolo. - Erlang! ...Será mejor que te ganes a ese mono! -le dio los ánimos que el contrario necesitaba, esbozando una leve y desafiante sonrisa. Los dos dioses se miraron fijamente durante unos segundos y el halcón no perdió más tiempo en lanzarse en picada a través de las nubes, cortando el aire y tratando también de no desperdiciar un segundo más antes de que diera la medianoche, en dirección a la Tierra, más específicamente, a la Montaña de las Flores y los Frutos. 

***

A pesar de haber vuelto a su hogar natal, donde todos sus pequeños lo recibieron con fervor y alegría durante su propio Festival del Año Lunar, Sun Wukong tenía los ánimos por el suelo, y mucho menos quería que los demás monos se bajonearan al verlo deprimido, por lo que se excusó para "darse un baño" antes de celebrar, y en realidad se dirigió a un punto alto y solitario de la montaña, donde no reposaba nada más que un melocotonero joven, y el Rey Mono se sentó debajo de éste, en completo silencio y siendo pintado de plateado por la luz blanca de la luna llena. 

Siempre que subía a la Corte Celestial era para lidiar con problemas. La guerra previa que tuvo con el Cielo, los engaños, y ahora...el que nadie se hubiera tomado el tiempo de hacerlo sentir bienvenido y bien recibido, a excepción de...Erlang Shen. Aquel nombre hizo eco en su cabeza, y una presión en su corazón le hizo apretarse la armadura, tratando de ignorarla en vano. Ese dios siempre fue de los más importantes dentro de la Corte, obviamente siempre se pondría del lado de ellos si se le diera a escoger un bando. Era de esperarse. Nadie aparte de los monos de la Montaña Huaguo, su maestro y hermanos como Zhu Bajie, lo consideraron un igual. 

Algo dentro de la oreja izquierda del mono se removía, y sacó el alfiler, para así convertirlo en el hermoso abanico que el pelinegro le había regalado. Por un momento tuvo ganas de tirarlo al vacío o romperlo en pedazos...pero solo acarició el costado con el pulgar, para posteriormente abrirlo, y centrarse de nuevo en el dibujo de las montañas, que los conectaban a ambos. 

"...Te has vuelto especial, Wukong", esas palabras resonaron en su mente, recordando aquel jardín, y pasó sus dedos por el suave papel el dibujo, suspirando tembloroso, y flexionó las rodillas, hundiendo su cara en el abanico, enrollándose la cola alrededor de los pies. 

- ...Imbécil...

Después de aquella palabra, el silencio reinó en el melocotonero, y de nuevo, apenas podía oír el ambiente festivo de su reino mucho más allá. No se atrevía a mirar la luna, no solo, porque en la Corte, de verdad creía que la podría ver junto a...él. 

A pesar del silencio que dominaba en el lugar, Wukong pudo percibir un ligero cambio en el aire que caía sobre él, y movió una oreja, oyendo ahora un choque de centellas justo detrás de él. Esos rayos blancos...no tenía que voltearse para saber quién había vuelto. Despegó su cara del abanico, y lo dejó reposar sobre sus rodillas. 

Los corazones de los dos palpitaban tan fuerte como si se tratara de uno solo, pero debían acumular el valor suficiente para resolverlo de una vez por todas, por lo que, lentamente, Erlang se fue acercando hasta quedar al lado del Rey Mono, contemplando el paisaje de pie, sin decir una sola palabra aún. 

Fue Wukong quien decidió romper el hielo, sin mirarlo todavía. - ...Así que, fuiste tú quien me invitó. 

Erlang miró de reojo al Rey Mono, y tras cerrar los ojos unos segundos, volvió a abrirlos, y suspirar profundamente. - Sí...fui yo. 

- ...Cómo convenciste al Emperador? 

- Él creyó que...a pesar de todo, aún podías redimirte ante él. 

Wukong soltó un resoplido irónico, negando con la cabeza y la vista baja. - Redimirme...

Erlang le lanzó una mirada apenada. - Lo estabas haciendo bien allá arriba...pero, lo que pasó no fue tu culpa. 

- No, obvio no lo fue. Esos "sabios"...jamás me aceptarán. No sé por qué te tomaste la molestia de invitarme. Son más tercos que yo

El dios pelinegro se volteó para encararlo, y se inclinó para tomarlo del hombro, haciendo que por primera vez en la charla, los dos se encontraran con la mirada. - Porque...aún hay alguien allá en el Cielo que cree en tí. 

Wukong no pudo atisbar mentira alguna dentro de las palabras y la mirada en los ojos de Erlang, por lo que su rostro se fue suavizando en una sorpresa, y el tacto de su mano con el abanico...se volvió mucho más sensible. El contrario le ofreció la mano, y Wukong no dudó en aceptarla con fuerza, para así levantarse del suelo, y que así estuvieran a la misma altura. Sus miradas se decían más que mil palabras, y el viento hacía que sus accesorios y pelo se movieran en una sola dirección. 

A pesar del creciente sonrojo en sus mejillas, Erlang no tuvo miedo de hablar esta vez. - ...Tu espíritu indomable y libre son realmente...admirables. No te detenía allá arriba para complacerlos a ellos, lo hacía porque...temía que te volvieran a castigar, tan fuerte y duradero como te sentenció Buddha, o que...me obligaran a pelear contra tí, no podría permitirme eso, porque si hubiera pasado así...

- Qué? -preguntó Wukong entornando los ojos en una curiosa expresión, queriendo saber más. 

- ...Tú no habrías peleado solo contra el Cielo esta vez. 

El Rey Mono no se esperó para nada esa respuesta, y abrió los ojos como platos al enterarse que, si hubiera pasado algo, una segunda guerra...él ahora tendría un aliado de su lado. Y no cualquier aliado, la Divinidad Sagrada, su...amigo. Un fuerte sonrojo fue apareciendo en las mejillas del castaño, pero se sobresaltó con un respingo apenas un primer estallido de los fuegos artificiales explotó, y tras parpadear varias veces, giró su cabeza para ver que, efectivamente, sus pequeños ya estaban lanzando al cielo los cohetes para marcar la medianoche. Las luces se turnaban entre verde, dorado, y sobre todo, rojo. Un rojo lleno de energía, pasión, euforia, y esperanza. Y las explosiones no solo tenían una sola forma redonda, sino que también se turnaban entre figuras especiales, principalmente un solo mono, en cada explosión, aparecía haciendo una pose diferente. Por supuesto, era el Año del Mono. 

Los dos guerreros se detuvieron a contemplar el espectáculo de luces en un ahora tranquilo silencio y sorpresa, pero Erlang decidió preguntar. 

- Ellos...también festejaban su propio Festival del Año Lunar? 

- Sí...me perdí gran parte de él por estar allá arriba, pero me alegra que llegué a la mejor parte~...y no solo. - Wukong se atrevió a sonreírle al pelinegro, y éste le devolvió la misma sonrisa, inclinando la cabeza, y durante unos buenos minutos, contemplaron cómo los fuegos artificiales coloreaban el cielo de rojo, dorado y verde sin precedente alguno. 

A pesar de que Erlang ya estaba acostumbrado a los festivales del Cielo, el estar asistiendo a uno completamente diferente, con Wukong en la montaña, lo hizo sentir...como si estuviese asistiendo a su primer Festival del Año Lunar en su vida, ignorando por completo su divinidad. Bajó la cabeza un segundo, y se sorprendió al notar al Rey Mono sosteniendo con una mano el abanico abierto que le había dado, y aquello le hizo sentir un vuelco en el corazón. Por unos segundos, el cielo quedó completamente a oscuras y en silencio, a excepción de un solo silbido que fue ascendiendo a un punto tan alto jamás visto, pero el resplandor dorado se reflejó en los ojos del dios. Justo en esos milisegundos, la mente de Erlang se apagó. 

- Wukong! -lo llamó volteándose a mirarlo fijamente, siendo guiado por su corazón. Apenas el contrario se giró para encararlo, Erlang no perdió tiempo en inclinarse hacia delante. 

El cohete más grande de la Montaña Huaguo estalló al mismo tiempo que Erlang Shen se atrevió a besar a Sun Wukong en los labios. El Rey Mono abrió los ojos por completo del shock que poseía al tener al dios del tercer ojo sobre él. No sabía qué hacer su corazón sufría ahora mismo de taquicardia y su cuerpo entero se había congelado, pero a medida que pasaban los segundos, sentía como si hubiera abandonado la Tierra para ascender al Cielo. Volvió a sentir sus dedos, el peso de la armadura, y sobre todo, los labios de Erlang sobre los suyos, y fue relajando los ojos hasta que finalmente los cerró, lo abrazó con ambos brazos, y correspondió al beso. 

El sentir que Wukong le correspondía, le hizo a Erlang estallar su corazón, y lo abrazó igualmente, rodeando su espalda con los brazos, y apegándolo a él. Wukong al sentir el abrazo, no pudo evitar soltar una risita en medio del beso, moviendo un brazo para acariciar su mejilla, y lo sostuvo lo suficientemente fuerte con el brazo restante para hacerles dar una vuelta, lleno de la más pura alegría, mientras que en el cielo resplandecía la figura de sí mismo, el Rey Mono, como el más grande fuego artificial del festival, acompañado de muchos destellos más. 

Este acto de amor simplemente no requería explicación alguna. Erlang pudo finalmente dar un paso al frente y marcar la diferencia entre lo que de verdad se necesitaba para ganarse el corazón de alguien como lo fue Sun Wukong, y él finalmente sabía lo que se sentía ser amado de verdad. Tras separarse del beso, lo único que le siguió fueron risas de parte de los dos, y al mirarse fijamente a los ojos, tanto Erlang como Wukong supieron que estaban amando al indicado. Sosteniéndose las mejillas entre ellos, el dios del tercer ojo contempló el rostro de quien era su amado ahora, y sin miedo alguno, lo volvió a besar, solamente por unos segundos antes de volver a verse a la cara, y juntarse sus frente. 

Sus jadeos y alientos combinados eran el único sonido presente debajo del melocotonero, y Erlang fue deslizando su cabeza por el costado del Rey Mono, hasta que éste finalmente soltó una risa de pura felicidad y se volvieron a envolver en un fuerte y cálido abrazo, sin intención de soltarse, ahora sabiendo que el amor de ambos, era correspondido. 

A pesar de que creían que era un momento para solo ellos, alguien más, muy lejos, los estaba observando. En la Corte Celestial también iluminaban el cielo sus propios fuegos artificiales, y aunque los soldados buscaban con desesperación al príncipe, durante esa noche, no fue encontrado. Sentado sobre una solitaria nube, Nezha apoyó su mejilla sobre su puño, observando tanto a Erlang como a Wukong abrazarse con la dicha más sincera que le pudo haber visto en el rostro al pelinegro, y se permitió sonreír levemente. 

- Heh...nada mal, Erlang Shen...


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