Dormir a tu lado
- Erlang...
El dios del tercer ojo se detuvo en mitad de ponerse su túnica blanca al sentir una mano que la apretaba y le impedía vestirla sobre sus hombros, y se volteó para encarar al Rey Mono, quien yacía acostado en la cama de su dormitorio en el santuario de la Cueva de la Cortina de Agua. Seguramente era de madrugada, ya que sabía bien cómo operaba el pelinegro, pero esta vez, Wukong quiso hacer algo al respecto. Su mirada lo decía todo, le estaba pidiendo que se quedara, tan solo por esa noche a su lado. Si de verdad lo quería, no le importaría nada más que pasar la noche con él.
Los ojos de los dos guerreros se encontraron, y Erlang no pudo evitar sentir un vuelco en el corazón. Miró por una de las ventanas, aún indeciso sobre si hacerlo y llevarse problemas con la Corte, o...obedecer a su corazón y ser egoísta. El segundo encuentro de sus ojos no duró mucho, ya que Erlang apartó la mirada con pena.
- Wukong...sabes que no p-
- Deja de pensar en la Corte, y piensa un momento en lo que está pasando, quieres? -le interrumpió el Rey Mono bruscamente, pero luego suspiró pesado tratando de calmarse. - Tú mismo te pones los muros, Erlang Shen. No importa cuántas veces nos veamos...si tú no los rompes, ni yo podré hacer nada. - Wukong soltó su túnica para extender su mano directamente hacia él. Su rostro se lo estaba pidiendo, y también su corazón. - ...No te vayas, y quédate.
El cuerpo entero de Erlang se congeló al oír esas palabras, y un silencio sepulcral dominó la estancia. No se pudieron despegar los ojos del otro, y lentamente fue alzando una mano para corresponder el agarre del contrario. Desde el primer momento en que se confesaron, ahí mismo ya había estando pecando Erlang en contra de la Corte. Cada visita, cada acción, cada palabra y cada toque...qué significaba todo eso al lado de su deber como Divinidad Sagrada? Significaba todo lo que su corazón dictaba. Erlang cerró su mano alrededor de la de Wukong, y se dejó jalar por él para regresar a la cama, y acostarse a su lado una vez más durante la noche.
El Rey Mono rodeó el rostro del pelinegro con sus manos, sintiendo un alivio en su pecho al verlo devolverse con él, y contempló su rostro antes de enfocarse en sus labios.
- Quédate... -repitió antes de cerrar los ojos y envolverse en un dulce pero apasionante beso. Wukong se encontraba desnudo bajo las sábanas pero eso no le importó en lo más mínimo, y dejó que Erlang encimara su torso sobre el suyo, para así abrazarlo y apegar su cuerpo al contrario. A pesar de que el pelinegro se había empezado a poner la ropa, la corona dorada se mantuvo en el suelo junto a su armadura negra, todo lo que duró la noche...
***
Además del ritual de los duelos que se batían cada cierto tiempo que se encontraban, también en secreto desarrollaron otro tipo de encuentro...y era el de dormir juntos. Mucho antes de haberse confesado ya habían empezado a hacerlo, para explorar, tantear el terreno en una aventura que ambos creyeron que no iría a ninguna parte, pero fue todo lo contrario. Después de su tan icónico viaje al Oeste, Wukong finalmente tenía la libertad que siempre quiso, ya no estaba ligado a nada, pero los hilos que formó con aquellos que conoció se mantenían firmes, y quería explorar uno que no llegó a pensar que evolucionaría a algo mucho más profundo.
El río de las Libaciones gozaba siempre de una silenciosa paz, ya sea por la presencia de la Divinidad Sagrada o su naturaleza nata, pero la guerra ni preocupaciones nunca llegaron a pisar aquel lugar. A pesar de que la Corte lo había invitado a vivir en el Cielo, Erlang nunca aceptó, y siempre se mantuvo firme con su postura de quedarse ahí, puesto que ese lugar era especial, donde sus hermanos vivían, la memoria de sus padres se mantenía latente, y quedaba al pie de aquella montaña de la que alguna vez partió en dos. Se percibía un ambiente místico al llegar a esos lares, nubloso, pero luminoso, verdoso, y con solamente el sonido del río caudaloso dominando la montaña.
Después de despedirse de sus hermanos, Erlang esperó con paciencia a que la luna llegara a su cenit para así arrodillarse frente al altar que tenía de su madre al pie del río; encendió un delgado incienso, y lo ofreció para quedarse en un profundo silencio, con la cabeza gacha y las manos sobre su regazo. Ni siquiera su respiración era posible oírla, y se concentró para dejar la mente en blanco todo lo que durara la meditación, o eso creía...hasta que pudo notar algo redondo rodar hacia él.
Erlang abrió lentamente los ojos y giró la cabeza para ver desconcertado ese melocotón que había rodado hasta detenerse a su lado. Pasaron unos segundos en completo silencio, pero luego el dios pelinegro frunció el ceño. Ni siquiera tuvo que usar su tercer ojo para saber que aquello no era un melocotón normal.
- Wukong...Sé que eres tú. Ya déjate ver.
El melocotón no dio signo alguno de moverse o de hacer algo más que no fuera propio de un melocotón. El mono lo estaba vacilando y Erlang lo sabía, por lo que suspiró pesado, se levantó de su puesto y agarró la enorme fruta con una mano. Jugó con ella y se dirigió al río que yacía frente a él.
- Muy bien...ya que solo eres un melocotón común y corriente, no te pasará nada si te hundes en el río. -le dijo alzando el brazo para estar a punto de lanzar la fruta al río, pero Erlang la dejó caer al suelo justo a tiempo antes de que fuera envuelto en una nube de humo blanco, y el Rey Mono por fin hiciera acto de presencia como realmente era.
Wukong soltó una risita juguetona pero luego le dio un ligero empujón al pelinegro. - Oh vamos! De verdad ibas a lanzarme al río? Qué te hizo pensar que era yo?
- Sabes que puedo ver a través de cada transformación tuya, Wukong. Además... -hizo una pausa cruzándose de brazos. - Los melocotones no son tan grandes.
- Ah si? Pues este sí lo es--! -se declaró Wukong alzando la voz con orgullo pero rápidamente el pelinegro lo mandó a callar.
- Shh! - Erlang miró alrededor para estar seguro de que no había nadie afuera en el templo a aquellas horas de la noche, y juntó ambas manos, mirando al mono seriamente. - A qué viniste aquí? Aunque te hayas convertido en un Buda...sabes que todos por aquí aún te tienen rencor.
- Hmph, ese no es mi problema ahora...además, recorrí un largo camino desde el monte hasta aquí, solo para visitarte~
Aquello desconcertó a Erlang, quien no pudo disimular su expresión al respecto. - Visitarme...?
- Así es. Y además...sé que nunca te negarías a aceptar un regalo de un buen amigo~ -dijo Wukong antes de sacar una sola hoja debajo del brazal de su armadura. En un parpadeo, la hoja se transformó en una redonda y gran botella de alcohol para compartir. - Soy bueno captando señales, sabes Erlang?
La expresión del pelinegro fue cambiando a una complacida y sonrió levemente al notar que efectivamente, aquella tormenta de rayos blancos había servido para darle la señal perfecta y secreta a Wukong de que podía venir hasta el río para verlo, por lo que asintió y juntos fueron caminando a su dormitorio, en el patio central del templo que le pertenecía a él.
Apenas los dos se sentaron en los cojines alrededor de la mesita donde dejaron reposar la botella y sus vasos, la conversación entre los guerreros fluyó de una forma impresionante. Cabía resaltar que Erlang no era muy conversador y abierto a la gente, pero el ánimo de Wukong y su palabrería sin cesar lo contagiaban, y se permitía a sí mismo abrirse ante él y hablarle con los mismos ánimos. Chocaban sus copas, tomaban tragos, se volvían a servir del vino y volver a empezar. La luna lentamente fue bajando en el horizonte a medida que la noche avanzaba, y la única luz de todo el templo que aún seguía encendida era de las pequeñas linternas del dormitorio de Erlang.
Tanto Wukong como el dios del tercer ojo habían perdido la cuenta de cuántos tragos llevaban, pero la botella se había vaciado. El Rey Mono dio su último sorbo para suspirar satisfecho, y un fuerte sonrojo se asomó en sus mejillas.
- Ah...este fue un buen vino. Hic! - Se limpió los labios con el dorso de la mano y dejó su vaso en la mesa, para así ver por el balcón el paisaje no solo de las montañas, sino también del río que yacía a metros del templo. - ...Debo agradecer a tu madre, Yang Jian. Tú...heredaste su gusto por lo exótico.
- Hm...disculpa? -le preguntó Erlang sintiéndose confundido tras dejar su vaso también y miró al contrario mucho más borracho que él.
- Si no te hubiera pasado lo que pasó, no habrías tenido ningún remordimiento en haber peleado conmigo por aquel entonces, y...no hubieras aceptado nuestra alianza contra ese Yaoguai. Y...por consecuente, no nos hubiéramos atraído ni estaríamos bebiendo juntos ahora mismo. - Wukong se giró para mirarlo fijamente con una leve sonrisa. - Este mundo...sí que depende del aleteo de una mariposa, hm?
Después de eso, el Rey Mono no pudo soportar ni su propio peso, y se acostó sobre la mesa, sintiendo su cabeza más pesada que la montaña que alguna vez Buddha puso sobre él, y cerró los ojos, empezando a quedarse dormido de lo borracho que estaba. Erlang se quedó en silencio sin dejar de verlo, como si la verdad se le hubiera dicho en toda la cara, y un ligero rubor coloreó también su rostro por aquella frase "no nos hubiéramos atraído"...suspiró profundamente y se levantó para tomar al mono en sus brazos, e ignorando sus quejidos adormilados, lo condujo a su propia cama para acostarlo ahí.
A diferencia de cuando dormía en su montaña, Wukong en aquella habitación se acomodó de lado, encogiendo su espalda y piernas, en una clase de posición fetal que Erlang jamás había visto en él. Tal vez se debía por el alcohol, o...era una nueva forma de Wukong para abrirse ante el pelinegro, sin mostrarse tan caótico como solía ser, sino hacerse ver de una forma más personal, más profunda...reflejaba que se sentía seguro con él, y eso no pasó por alto para Erlang, por lo que al darse cuenta de aquello, se acostó también en la cama, y se apegó al contrario por detrás, atreviéndose a deslizar una mano por la cintura de Wukong, y manteniéndose abrazado a él mientras cerró sus ojos, y comenzó a caer profundamente dormido.
***
Había sido el turno de Nezha de ser el guardia desde que cayó la noche. De nuevo siendo enviados a una misión para hacerse cargo de un rey Yaoguai que estaba dando problemas a un reino lejano, el príncipe fue asignado con su divisa especial, que se resumía en la Divinidad Sagrada y el Rey Mono. Cuando ya no pudieron avanzar más por el oscuro bosque, se vieron obligados a detenerse y encender un fuego. Acordaron en tomarse turnos para vigilar mientras otros dos dormían, y a quien le tocó la infortunia de empezar primero fue a Nezha...
Desde que cayó el ocaso no había tenido descanso alguno mientras los otros dos dormían, y aquello ya lo irritaba, por lo que entre tanto caminar de un lado a otro, Nezha tomó la decisión de volver a la hoguera para despertar no solo a uno, sino a los dos de una vez para que se pongan a hacer algo más que dormir. Pero apenas apartó los arbustos para llegar al refugio, se quedó atónito por lo que vio.
Aunque profundamente dormidos, Wukong y Erlang se mantenían abrazados, con sus frentes pegadas, la cola del mono enrollada en una de las piernas del contrario mientras la otra la reposaba encima del castaño...con solo verlos, Nezha podía sentir un empalague horroroso en su garganta, por lo que se bajó de sus rollos y se encargó personalmente de darles una patada a cada uno.
- Despierten! Vamos, arriba! Dios, qué asco me dan...en vez de dormir como adolescentes, vayan y hagan guardia! -los regañó tras patearlos y ver que estaban despertando con quejidos adormilados.
***
- ...Estás seguro de que no se romperá?
- Por supuesto! yo mismo la hice, vamos, súbete y acuéstate conmigo~ -le aseguró Wukong haciéndole una seña con la mano para que el dios del tercer ojo se subiera a la hamaca hecha de hojas de palmera que él mismo había ayudado a fabricar para sus pequeños, pero que ahora él estaba usando.
De las muchas visitas que Erlang había hecho a la Montaña Huaguo, Wukong no le había propuesto nada como esto, en vez de ir a dormir a una cama normal en el santuario o a cualquier otro lugar, pero...una hamaca? Asegurada solo con cuerdas a lados opuestos de los árboles y suspendida en el aire a más de cinco metros de altura? No sentía que sería una buena idea...pero no tuvo más opción que intentarlo. Suspiró pesado y con cuidado se fue subiendo a la misma hamaca donde estaba el Rey Mono acostado, y apenas logró meterse, su cuerpo se deslizó al centro de ésta, chocando con su pareja.
- Jaja! Bastante cómoda, no crees? -le preguntó después de reír el Rey Mono. Podía notar que el pelinegro se sentía muy apretado ahí dentro, por lo que se removió para así quedar encima del contrario, y lo miró sonriendo pícaro, enrollando la cola. - Así mejor~?
- U-uh... -titubeó Erlang sin poder llegar a una respuesta clara, y aquello hizo al mono volver a reír, y extendió un brazo para agarrar una rama, y así darles un leve balanceo. El dios del tercer ojo no había sentido nada como esto antes...estar suspendido y balancearse suavemente, además que no estaba solo, sino que lo acompañaba alguien muy especial.
- Fuaah~... - Wukong soltó un bostezo y se tumbó complacido en el pecho de su pareja, arrullándose con el suave columpio de la hamaca, los sonidos del bosque de su montaña, y el calor que emanaba el cuerpo del pelinegro. Con eso fue suficiente para que lograra dormir, pero Erlang aún se mantuvo despierto, mirando el cielo cómo se balanceaba de un lado a otro, y lentamente puso una mano sobre la espalda del Rey Mono, acariciándolo suavemente, y así relajarse, para por fin cerrar sus ojos e intentar dormir como Wukong.
El tiempo parecía congelarse y acelerarse al mismo tiempo, ya que mientras que el cuerpo de Erlang se acostumbraba y aceptaba la hamaca, la tarde avanzaba hasta que el cielo empezó a colorearse de naranja, pero los dos guerreros estaban encerrados en su propio mundo. Habrían seguido durmiendo hasta la misma noche, pero algo llamó la atención de Erlang, quien a pesar de haberse quedado profundo, lo pudo sentir.
- Hm...Wukong...
Un crujido inusual de las ramas que los sostenían le hizo tener un vuelco de preocupación al pelinegro, quien fue abriendo los ojos, y alzó su cabeza para tratar de saber de dónde venía, pero de repente...lo que crujió no fue la rama, sino las hojas en las que estaban acostados ahora mismo, y sin tener siquiera tiempo de reacción, lo que fue alguna vez una hamaca colapsó en hojas de palmera, y la pareja cayó como piedras al vacío del bosque.
- !!! - Si Erlang tampoco tuvo tiempo de reacción para la caída, mucho menos la tuvo Wukong, y los dos despertados por completo y de golpe, cayeron sobre una familia de arbustos que destruyeron con su peso, y se llevaron varios rasguños de por medio. - A-auh...Q-que, que? - el dios pelinegro se fue enderezando de a pocos adolorido, y se tomó la cabeza, para así mirar hacia arriba y ver que efectivamente, la hamaca donde estuvieron se había desatado. - W-wukong, me dijiste que estaba asegurada!
Pero el Rey Mono no respondió, puesto que aún jadeaba fuertemente por el shock que tenía, incluso su pelaje estaba erizado y sus ojos contraídos, pero al ver hacia arriba a donde estaban tenidos en los árboles, muy lentamente se incorporó, con ramas y rojas en su pelo. Rápidamente y sin que Erlang se lo pudiese creer, el shock de Wukong pasó a una creciente risa hasta que estalló en una carcajada, sosteniéndose la cabeza y tumbándose en el arbusto.
- Jajajaja!! Se rom- se rompió! Pfft- Jajaja!
- Pero de qué te ríes, Wukong?! Tú- ugh... - Erlang gruñó al ver que no tenía caso seguir discutiendo con él, y lo dejó reírse sin control.
***
...Ya sea una siesta o la noche entera, las visitas de Wukong a Erlang, y de Erlang a Wukong se convirtieron en un hábito, pero un hábito que conllevaba un precio. A medida que las tensiones crecían entre la Corte y el Rey Mono una vez más, Erlang se vio obligado a abandonar a su pareja en mitad de la madrugad mientras el otro dormía profundamente para no levantar sospechas, porque a pesar de que su corazón estaba con Wukong...su parte racional seguía dividida entre obedecer a la Corte, o rebelarse, lo cual no estaba dentro de su naturaleza.
Por lo que, aunque sean noches tranquilas donde solo hubieron abrazos y besos de por medio, o algo mucho más intenso que hizo la cama sacudir y a los dos gemir de placer, Erlang siempre desaparecía para la mañana siguiente, y Wukong sabía muy bien porqué. Aquello le dolía, era difícil de por sí convencerlo de traicionar a la Corte...pero debía asegurarse de que el pelinegro en verdad estaba de su lado, y lo ayudaría a liberarse de la corona de una vez por todas, así sea desde las sombras.
Por eso mismo, esa última noche le pidió que se quedase, y muy para su sorpresa, por primera vez, Erlang decidió seguir su corazón, y quedarse con él el resto de la noche. Aquello no solo supuso un alivio para Wukong, sino también para su corazón, que amó al hombre indicado, y que podía confiar en él para la parte más importante de su plan.
Wukong se volteó para ver al semidiós del tercer ojo profundamente dormido a su lado después de haber demostrado que su amor era más grande que su deber, y acarició su mejilla con suavidad, apegándose a él, y juntó su frente con la suya, asegurándose de que el tercer ojo del contrario pudiera sentirlo.
- Te confío...mi memoria. -susurró sin esperar una respuesta, y tomó sus manos con las suyas, para así cerrar los ojos por última vez y dormir en paz...antes de que el sol se alce, dando inicio al día de la guerra definitiva contra la Corte Celestial.
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