Prólogo
-¡Tú no eres nadie!- La primera cachetada impacta contra mi rostro, tan fuerte que me hace caer al suelo. -Que digo nadie, tú eres menos que nada, mírate eres menos que la basura que ni siquiera los zapatos quieren pisar, eres ese trozo de defecación que ha dejado un perro.
›Eres un estorbo, no sé para qué viniste a este puto mundo... Me arrepiento de no haberte dejado tirada a la primera oportunidad, debí obligar a tu madre que te abortara.
»Le di todo... TODO LO QUE PUDE... Y la muy ingrata me pagó trayéndote al mundo y para rematar... Se murió dejándote para que me haga cargo de ti, vaya suerte la mía...
»›Pero la insolencia que cometiste la vas a pagar muy caro, si te quieres creer una mujercita para hablarme como se te da la gana pues también lo serás en otros sentidos.- Me sentía profundamente aterrada, las lágrimas mojaban mis mejillas sin parar, le pedía a Dios que no le permitiera hacerme daño, cada vez que mi padre me hacía daño tardaba días en recuperarme, algo era diferente ese día, pero aún viendo su sonrisa retorcida no pude adivinar lo que estaba por venir para mí.
Cuando desperté estaba tendida sobre el suelo, no sabía si era el mismo día o el siguiente o ya había pasado una semana, lo que si supe fue que la paliza no se había hecho esperar, me dolía cada parte existente en mi pequeño cuerpo, estaba llena de moretones y mi rostro estaba hinchado y sangrando, pero todo ese dolor no se comparaba con el dolor en mis partes íntimas.
Ese... Ese es mi primer recuerdo de este infierno llamado vida.
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