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3.

Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. hyunmin como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. alteración de edades. drama y fluff. 

***

Cuando despertó, HyunJin se llevó una decepción enorme: él Príncipe no estaba con él.

Frotó sus párpados para alejar el sueño de sus ojos, enderezándose y mirando el cuarto. Casi esperaba ver a SeungMin desayunando allí o saliendo del baño, pero no estaba por ninguna parte, y tampoco había ninguna nota. Sólo estaba él en la cama, desnudo y con la sábana cubriendo su cuerpo.

La vergüenza lo golpeó cuando recordó lo que ocurrió en la noche. Por los Dioses, ¿Ellos realmente...? ¿SeungMin de verdad le folló los muslos? Debía ser así, considerando que sus piernas estaban un poco pegajosas, y antes de poder pensarlo un poco más, se sobresaltó al escuchar las puertas siendo abiertas.

Soltando un grito de alarma, se cubrió más con la fina sábana de seda. Entraron dos sirvientas, que inclinaron sus cabezas hacia él, y detrás de ellas venía un hombre con un pequeño cofre.

―Cortesano Hwang ―dijo una de ellas―, él Príncipe nos ha ordenado darle un baño antes de volver a sus aposentos.

―Además ―agregó la otra, sosteniendo unas prendas de ropa dobladas―, le ha regalado este precioso hanbok, para que lo use este día.

Oh... ―él chico se ruborizó, asintiendo, y las dos chicas fueron hacia el cuarto del baño a prepararle el agua en la tina.

Él hombre que sostenía el cofre se acercó a él, pero se quedó quieto a una distancia prudente. Tenía una barba bien recortada y cuidada, de ojos brillantes y piel bronceada.

―Cortesano Hwang ―saludó―, me presento como el joyero real, estoy aquí para hacerle entrega de un regalo que él Príncipe me pidió para usted.

HyunJin parpadeó, algo sorprendió por los dos regalos entregados por parte de SeungMin. Sólo asintió con la cabeza, enmudecido, y él joyero abrió el precioso cofre. Dentro de éste, sobre un bonito cojín rojo, descansaba un hermoso brazalete de plata, con tres incrustaciones de una brillante piedra preciosa que HyunJin identificó como esmeraldas, por el lindo color verde que poseía.

―Si me lo permite... ―HyunJin extendió su mano, mientras él joyero sacaba el elegante brazalete y lo abría―. Es muy sencillo de manipular, cortesano, un sistema de bisagra y permio.

―Es muy... Muy hermoso, gracias. ―barboteó, admirando de más cerca el brazalete. Se veía muy exquisito, con terminaciones sobresalientes alrededor de cada pequeña bonita esmeralda incrustada.

―No me lo agradezca a mí, sino al Príncipe ―él joyero se inclinó, dejándole el cofre sobre una de las mesas alrededor de la cama―. Que pase un buen día, Cortesano.

HyunJin se despidió distraídamente, sin dejar de observar el brazalete antes de terminar sonriendo por la emoción. SeungMin le entregó eso, le dio ese precioso regalo por lo que hicieron. A pesar de no estar allí en ese instante, HyunJin se sentía muy feliz y contento, porque era una buena señal, una gran señal. Casi hasta podía gritar por la alegría, pero no sería un comportamiento apropiado para un cortesano.

Dejó que las sirvientas lo arrastraran al baño más tarde, quitándose el brazalete con cuidado para no estropearlo. Sintió algo de vergüenza de que lo atendieran, cuando él estaba sucio con los restos de esencia suyos y de SeungMin, pero las dos chicas no parecían incómodas con eso. Lo ayudaron a vestirse también, con ese otro lindo regalo del Príncipe.

El hanbok era sencillo, pero elegante y cómodo para él: el jeogori era de un puro color celeste crema, con un otgoreum azul cayendo por su cintura. La chima se abría en la caída al suelo, amplia y de color blanco crema, con un elegante diseño de flores creado por pequeñas incrustaciones de una piedra brillante.

―Es obsidiana ―le explicó una de las sirvientas, que tenía el cabello negro―. Fue creado especialmente para usted, cortesano.

HyunJin no podía dejar de sonreír, tocando la suave y exquisita tela entre sus dedos. Estaba muy tentado de ir en busca de SeungMin para agradecerle todos esos presentes, pero eso no sería lo correcto. Ahora sólo debía esperar a que él Príncipe volviera a llamarlo, y rogaba que fuera esa noche. Quería verlo y darle un beso.

Una vez estuvo listo, se apresuró en ir al cuarto de cortesanas, viendo a las chicas salir de forma apresurada. Todas lo miraron con expresiones divertidas cuando llegó casi corriendo, con las mejillas arreboladas en rojo.

―Al parecer, alguien tuvo suerte la noche pasada. ―exclamó RyuJin, y las otras chicas soltaron un par de risas.

―No te había visto ese hanbok antes. ―YooRim habló con una risa picarona, y HyunJin sintió como el rubor lo golpeaba con más fuerza.

―¡No sean desvergonzadas, señoritas! ―regañó repentinamente él sacerdote, por lo que sus amigas se callaron a pesar de que tenían sonrisas en la casa―. Van atrasadas para sus clases, ¡Al igual que el Cortesano Hwang! Ya no alcanzó a comer, así que apresúrense en llegar. Iniciarán con baile este día.

HyunJin estaba tan feliz que ignoró por completo el tono molesto del Sumo Sacerdote. Nada ni nadie iba a arruinar esa felicidad que SeungMin le dio, ni la emoción de lo que podía significar. El hecho de pensar en que esos regalos el Príncipe ya los tenía para él desde antes era suficiente para mantenerlo soñador por el resto del día.

A la clase de baile le siguió otra de modales, y luego fue la hora de almuerzo. HyunJin estaba tan hambriento que podría comerse un cerdo entero, pero debía mantener la compostura, claro.

Mientras los sirvientes les servían los platos, YiZhuo se inclinó contra él.

―¿Así que él Príncipe quedó satisfecho con sus servicios, Cortesano? ―dijo ella, con una sonrisita divertida.

HyunJin tuvo la decencia de sonrojarse. Sabía, por el silencio de sus compañeras, que estaban pendientes de su respuesta.

―Él Príncipe fue muy bueno conmigo. ―habló, y sin poder evitarlo, sonrió.

―Yo creo que fue más que bueno. ―comentó DaHyun, y las risas entre las muchachas estallaron. HyunJin se sentía muy avergonzado y algo ridículo por la situación, pero recordó que ellas tuvieron la visita de una kisaeng y ya debían conocer mucho sobre lo que se hacía en la cama.

Eso, en el fondo, le preocupó un poco. Ser instruido en el arte del amor era muy importante, pues así se preparaba a la concubina a estar a completa disposición del Emperador o el Príncipe. HyunJin esperaba que llevaran a otra kisaeng pronto, para así saber qué hacer en el futuro. No estaba muy seguro del por qué, pero ansiaba que SeungMin lo tomara de una vez por todas.

Antes de tener tiempo para replicarles, él Sumo Sacerdote volvió para apurarles en la comida. Las siguientes horas las pasarían en el Templo, donde les instruirían en la teología del Imperio.

El Imperio de Shilla estaba bajo las manos de la Dinastía Kim, que se alzó en el poder ciento noventa y tres años atrás, derrotando a clases y reinos pequeños a su alrededor. Los anexaba bajo tratados de protección o amistad, y en el peor de los casos, se imponía ante ellos mediante el uso de las armas. En ese momento, Shilla estaba pasando por un período de estabilidad política, económica y social que se debía a la gracia de los dioses.

―El Gran Padre SangJe ―les explicó él Sumo Sacerdote― y la Gran Madre DalNim, cuyos rostros no conocemos, les han otorgado a los Kim el derecho de gobernar sobre nosotros con saber, paciencia y armonía. Él Emperador es el enviado del Gran Padre, mientras que la Emperatriz...

―Representa a la Gran Madre en la tierra. ―habló RyuJin, calmada.

Él sacerdote asintió.

―La Gran Madre, a su vez, representa tres elementos esenciales que cada Emperatriz debe poseer. ¿Cuáles serían eso?

―Sabiduría. ―sugirió DaHyun.

―¿Qué más?

―Fidelidad. ―habló YooRim.

―Y la última, pero más importante, ¿Cuál es?

―Fertilidad. ―completó HyunJin, y él sacerdote volvió a asentir con la cabeza antes de explicarlo.

La fertilidad era el elemento más importante de cada Emperatriz y el motivo por el que HyunJin estaba allí. La persona que acompañaría en el mandato del Emperador debía ser fértil para así asegurar la línea sucesora de toda la dinastía. A veces, en la historia más oculta, candidatas a Emperatrices caían en desgracia cuando se descubría su infertilidad. Una vez una Emperatriz fue incapaz de concebir en diez años de matrimonio, y fue eliminada de la Familia Imperial, reemplazada por otra persona que entregó los ansiados herederos.

―Su lugar en este palacio depende de su fertilidad, Cortesanas y Cortesano ―terminó de decir él sacerdote―. La Gran Madre nos dio a todos la vida, y si una o uno de ustedes es el elegido, será la representación de ella. No deben fallar en eso.

Sin poder evitarlo, HyunJin llevó la mano a su vientre, imaginándose el momento en que quedara embarazado. Cargar a los hijos del Emperador, a los bebés de SeungMin, ¿No sería ese el paraíso? Siendo la mano derecha del Príncipe, su principal consejero y su único amor. HyunJin estaba allí por una razón, y no quería quedar como un simple cortesano ante SeungMin.

De ahí, prosiguió a explicar el resto del panteón divino: SeokGa, conocido como un Dios tramposo y engañoso; HaeMosu, Dios protector de los guerreros y soldados; JacheOngbi, Diosa de la agricultura; GameunjangAegi, Diosa de la suerte y el destino...

―Deben tener cuidado a que Dioses se encomiendan ―advirtió él sacerdote, antes de dar terminada la clase de ese día―. No se debe jugar con ellos y sus peticiones, porque muchas veces les pueden otorgar sus deseos y van a tener que pagar sus deudas con ellos.

HyunJin salió del Templo con una expresión meditabunda, pensando en lo que les habló él Sacerdote durante la tarde. Sus conocimientos acerca de la teología siempre fueron limitados, pues poco se les enseñaba al pueblo, además de algunos Dioses menores y populares. Qué complicado era todo eso.

―Tal vez debería hacerme sacerdotisa. ―le comentó YooRim, sobresaltándolo.

―¿Estás loca? ―respondió HyunJin―. Sería un gran desperdicio con tu belleza.

Su amiga se rió, agarrándolo del brazo para dirigirse al cuarto. Más atrás iban las otras chicas, discutiendo sobre lo que habría para la cena, y HyunJin miró el cielo. Pronto iba a anochecer.

Eso le hizo pensar en él Príncipe. ¿Le iba a solicitar esa noche? HyunJin esperaba que sí, tenía muchas ganas de agradecerle los preciosos regalos que le dio. SeungMin podía ser algo molestoso, pero le hizo disfrutar mucho la noche pasada y fue muy atento con él. HyunJin, en sus más ocultas fantasías, podía imaginarse amándolo, convirtiéndose en su Emperatriz y gobernando a su lado. Él le daría todos los hijos posibles, para así asegurar la dinastía, y HyunJin querría mucho a sus niños.

Tal vez era un poco iluso, sin embargo, él chico estaba muy emocionado con ese pequeño avance que tuvo. En el pasado, jamás habría pensado que él podría llegar al Palacio Imperial para ser candidato a Emperatriz, sus máximos sueños cuando era más pequeño fueron sacar a su familia de la pobreza. Pero esto... Esto era una total sorpresa que estaba disfrutando completamente.

Les llevaron la cena al cuarto, y en mitad de ella, fue que las puertas se abrieron y entró un soldado. HyunJin lo reconoció enseguida: era MinHo.

―Mis disculpas por interrumpir su comida, Cortesanas y Cortesano ―saludó él hombre, y HyunJin se ilusionó enseguida―. Pero él Príncipe me ha pedido que venga por usted, Cortesana Park, pues quiere verla esta noche.

HyunJin se quedó en su lugar, con la sonrisa congelada en su rostro y enmudecido por completo. Pudo escuchar los suspiros de sus amigas, e incluso RyuJin soltó una risita de felicidad.

DaHyun, tan tranquila como siempre, enarcó una ceja con elegante gracia.

―¿Puedo tener unos minutos para arreglarme? ―preguntó, con tono amable y lleno de gracia.

MinHo asintió.

―La esperaré fuera. Por favor, no tarde.

Y así como entró, MinHo salió de la habitación y las puertas se cerraron tras él.

HyunJin, en su lugar todavía, observó a sus amigas poniéndose de pie y hablando apresuradamente.

―¡Felicitaciones, DaHyun! ―dijo YiZhuo.

―¡¿Quieres que te ayudemos con algo?! ―preguntó RyuJin.

―¡Podemos ayudarte con el maquillaje! ―agregó YooRim.

Él chico quería ser capaz de decir algo, pues al fin y al cabo, ¿DaHyun no le ayudó el día anterior a calmar sus nervios? Ella no parecía envidiosa de él ni le miró de mala forma, genuinamente alegre por él, así que HyunJin debería retribuirle de la misma manera.

Pero no estaba contento por ella, ni se veía capaz de fingir una emoción que no sentía. HyunJin era un mal amigo, porque sus sentimientos eran envidia y celos por haber sido llamada por SeungMin.

Por los Dioses, qué desastre más grande era.

―No se preocupen ―aseguró DaHyun―, sólo voy a pintarme los labios y arreglarme el cabello.

Sólo con eso iba a verse bonita, HyunJin lo sabía.

Y de pronto, la envidia y celos se transformaron en tristeza y decepción. ¿Por qué SeungMin no lo llamó a él? ¿No había parecido tan encantado la noche anterior? Incluso dijo que tenía muchas ganas de follárselo. Hasta insinuó que podría ser un buen compañero para él al ser un doncel. HyunJin realmente pensó que SeungMin estaba satisfecho con el muchacho.

Entonces, otro pensamiento apareció: ¿Por qué a DaHyun no le envió una prenda como la que él recibió, mostrando su cuerpo? DaHyun sólo iba con su hanbok, ocultando bien su piel, mientras que él tuvo que ser paseado por el palacio casi desnudo. Aquella idea provocó que sus mejillas se pintaran de rojo por el descaro. ¿Eso significaba que él Príncipe respetaba mucho más a DaHyun que a él? ¿Eso significaba que quiso humillarlo por lo que hizo en el comedor días atrás? HyunJin fue a él luciendo como nada más que una puta barata.

Ahora, la ira lo golpeó. ¿Qué se creía ese idiota para humillarlo de dicha forma? ¿Pensaba que, como era el Príncipe, podía hacer lo que quisiera?

―Hyunnie, ¿Estás bien? ―preguntó YiZhuo de forma repentina.

HyunJin parpadeó.

¿Ah? ¿Por qué lo preguntas, YiZhuo?

―Porque estás haciendo un gesto extraño con la boca ―explicó su amiga. Más atrás, RyuJin peinaba el cabello de DaHyun―, como un triángulo, así. ―y YiZhuo trató de imitarlo.

Él chico sacudió su cabeza con fuerza, como tratando de restarle importancia.

―No, no es nada ―mintió, antes de sonreír―. Que afortunada es DaHyun, ¿No?

―¡Claro! ―apoyó YooRim, suspirando―. No puedo esperar a que me llame, ¡Ojalá sea pronto!

HyunJin asintió con esa sonrisa fingida, pensando en eso también que obvió: él estaba en un harem. El harem imperial. Él no era el único para él Príncipe. Tenía mucho dónde escoger, y si bien estaba en una buena posición ahora, en el círculo preferido de SeungMin, eso no significaba que era único. Tenía otras cuatro mujeres que estaban compitiendo con él por ese preciado puesto, y con motivaciones más fuertes que las suyas: DaHyun, por ejemplo, era la candidata por excelencia para mantener el poder dentro de la familia. YiZhuo y YooRim eran de otras provincias, por lo que podían aportar alianzas con otros territorios que fortalecieran al Imperio. RyuJin era la hija del Primer General del Imperio, por lo que venía de una familia política y aristócrata que podía traer beneficios. Él, en cambio...

Él sólo era un doncel, eran señal de buena suerte y prosperidad, pero no entregaba suficientes motivos para ser elegido en tan honorable posición.

Y no sólo estaban ellas, sino otras quince concubinas que podían hallar gracia ante los ojos del Príncipe y quitarle su posición.

Así que HyunJin debía ser lo bastante inteligente para jugar sus cartas de la forma correcta, para que así SeungMin lo quisiera sólo a él, a nadie más. HyunJin tenía que hacerse indispensable para él Príncipe.

Complicado, sí, pero no imposible.

Un juego por la atención de SeungMin y HyunJin no estaba dispuesto a perder. No iba a hacer nada en contra de las otras chicas por el momento, porque ellas no habían dado indicios de hacerle algo. Tal vez porque sabían, como él, que no era una real amenaza. Sin embargo, si veía que ellas empezaban a actuar suciamente, si daban indicios de actuar intimidantes con él, HyunJin no dudaría en hacer lo mismo.

Quizás podía verse como una persona horrible por pensar de esa manera, pero HyunJin sabía que la debilidad no estaba permitida en el harem imperial. HyunJin no quería continuar siendo sólo una opción, sino ser la única opción. La única joya del Príncipe y futuro Emperador.

DaHyun salió a los pocos minutos, preciosa y toda una doncella. Una vez las puertas volvieron a ser cerradas, HyunJin suspiró.

―Ojalá le vaya bien. ―comentó, volviendo a comer.

―¡Ya lo creo! ―respondió RyuJin―. Por los Dioses, que largo estuvo este día...

De esa forma, sus amigas comenzaron a hablar de otras cosas y HyunJin se distrajo por el resto de la noche.

***

saben, aunque amo esta historia a veces me enferma darme cuenta como era la cultura en un muy remoto pasado, de vdd, q perro ask todo, pero bn, es un ff de época re-bueno, asi q soporto y con gusto, unu

¡Gracias por leer!

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