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2O.

Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. hyunmin como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. alteración de edades. drama y fluff.

El día de su partida llegó más pronto de lo esperado, pero HyunJin lo recibió sin un poco de desesperación o miedo. Las cosas habían vuelto a su lugar, y así era como le gustaba que fuera.

Al arreglarse con SeungMin, el Príncipe andaba mucho más feliz de lo normal. Extremadamente feliz. Desayunaban, almorzaban y cenaban juntos, a menos que tuvieran compromisos previos, como comer junto a las Princesas (en el caso de HyunJin) o desayunar con su padre (SeungMin). Incluso, el Príncipe había invitado a HyunJin a acompañarlo a cazar, y el último día, antes de que el muchacho fuera con sus padres, incluso compartieron un momento íntimo entre los arbustos. Santos Dioses, sólo de pensarlo, HyunJin podía ruborizarse como un quinceañero, pero es que SeungMin le agarró desprevenido y él no podía negarse demasiado.

―No quiero que te vayas. ―le dijo SeungMin esa mañana.

―¿No? ―HyunJin sonrió, audaz―. Bueno, eso te pasa por obedecer a tu padre, SeungMin.

―Me parecía buena idea en su momento ―se quejó el Príncipe―, pero ya no. Es más, ¿Sabes qué? Ya no debes viajar, no es necesario...

―Muy tarde, mi Príncipe ―dijo HyunJin, acariciándole las mejillas―, ahora quiero ver a mis padres. Tendrás que aguantar estos días sin mí.

―Pero es mucho...

―Son sólo dos semanas.

―Es mucho.

HyunJin lo abrazó ahora y comenzó a mover sus caderas, sintiendo como su entrepierna se frotaba contra la de SeungMin. Era todavía temprano y estaban en pijama, por lo que podían tener una última ronda antes del momento de marcharse.

―Piensa en mí todas las noches ―le susurró HyunJin, levantando el camisón antes de empezar a frotar la polla de SeungMin contra su agujero, todavía húmedo por el sexo de anoche―, piensa en lo que te estás perdiendo por haberme roto el corazón, Minnie...

―Hyun... ―gruñó SeungMin, pero su voz se perdió en un gemido cuando HyunJin se dejó caer en su endurecido miembro.

A HyunJin le encantaba eso, montar a SeungMin y tenerlo bajo suyo, observando su rostro sudoroso y enrojecido por el placer. Adoraba moverse rápido y luego desacelerar, viendo como SeungMin se crispaba por el orgasmo denegado, y a los segundos su pareja se ponía también algo agresivo y dominante con él. Al final, el sexo se volvía desenfrenado y desordenado. Después de tantas veces haciéndolo, podía decir con claridad que le encantaba cuando SeungMin era así con él, llegando a ser déspota y sucio en la intimidad.

―Piensa en... En mí si YiZhuo se te acerque ―gimió HyunJin, sintiendo cómo el orgasmo empezaba a construirse a medida que SeungMin seguía empujando dentro de él―, pi-piensa en lo mucho que amas fo-follarme...

―Dioses, Hyune...

Ambas voces se perdieron en sus respectivos gemidos, y sólo cuando se dejaron caer en la colcha, respirando aceleradamente, SeungMin lo besó en el cuello. O, más bien, besó, chupó e incluso mordió.

―¡No... No hagas eso! ―se quejó HyunJin, gritando.

―Provocarme así ―gruñó SeungMin, sin soltarlo―, eres un chico muy malo, HyunJin.

El aludido sólo resopló, rodando los ojos por la actitud de SeungMin, aunque sabía que la suya no era mucho mejor. Por lo mismo, cuando el Príncipe lo soltó, ahora fue el menor quien lo abrazó y mordió en la zona del hombro.

―Me entero de que has tocado a otra concubina ―le dijo, con SeungMin retorciéndose ante su acción―, y te morderé la polla, Principito.

―¡Te voy a castigar como no te imaginas, HyunJin! ―farfulló SeungMin, pero HyunJin sólo bufó.

Al final, se quedaron otro rato en la cama hasta que ya era inevitable, y pronto entraron los sirvientes para prepararles el baño. No tardaron en limpiarse y quitarse la suciedad, para después envolverse en sus ropas. HyunJin escogió sus mejores ropas para esa visita a la casa de sus padres, además de llevarles regalos y presentes.

―Me quedaré hoy contigo. ―dijo SeungMin de pronto, mientras desayunaban.

¿Ah? ―HyunJin parpadeó―. ¿Cómo?

―Quiero conocer a tus padres ―señaló el mayor―, considerando que nos vamos a casar, no me parece correcto que nos veamos sólo en nuestra boda.

HyunJin iba a replicar, hasta que lo pensó mejor y concluyó que era una buena idea. Sí, una excelente manera de seguir marcando terreno ante el resto de las concubinas y de YiZhuo, que había estado mucho más callada desde que YeWon fue expulsada del harem. Ese día, incluso HyunJin fue a regodearse de su triunfo mientras la chica retiraba sus cosas, escoltada por dos guardias. Que vieran lo que podía pasar si lo provocaban.

―Está bien ―dijo HyunJin, pero le miró con advertencia―, aunque no esperes una gran pomposidad por parte de ellos, SeungMin. Tú sabes que mis padres no provienen de una familia importante y fueron campesinos casi toda su vida.

―No te preocupes ―SeungMin le agarró la mano―, jamás me burlaría de ellos o incluso de ti. Eres lo más importante que tengo. Es más, te tengo un regalo ―se estiró hacia una de las mesitas que poseía y agarró una bonita caja de madera con hermosas decoraciones de oro a su alrededor, presentándosela a HyunJin―. Vamos, ábrela, mi Joya más preciosa.

El muchacho lamió sus labios y limpió sus dedos con un paño, antes de abrir la cajita con expectación. Sus ojos admiraron, emocionados, el hermoso anillo que estaba acomodado cuidadosamente en un cojín rojo.

Era de oro, se notaba enseguida por el color y el brillo que poseía. Sostenía, en el centro, dos piedras de color verde que también brillaban y se encontraban diligentemente pulidas. El tallado de oro, encima y por debajo de las piedras, era de mariposas, y la decoración a lo largo era de flores.

―Es precioso... ―murmuró HyunJin, con el corazón apretado.

―Es tu anillo de compromiso y matrimonio ―HyunJin le entrego la joya y SeungMin la agarró, pero sólo para sostener también la mano del chico y encajarla en su dedo anular―. Es jade imperial, HyunJin. Dicen que, quienes lo portan, gozarán de inteligencia, sabiduría y honor para gobernar ―SeungMin se inclinó y le besó el anillo―. Y tú serás mi Emperatriz.

―Mi Emperador... ―barboteó HyunJin, conmovido.

―Además ―añadió SeungMin―, el jade se relaciona con nuestro cuarto chakra, ¿Sabías eso?

―El del corazón. ―susurró HyunJin. SeungMin, ahora, llevó su otra mano hacia el pecho del menor.

―Te ayuda con tu estado emocional ―el Príncipe se inclinó y lo besó en la boca―, quiero verte siempre feliz, amor mío. Cuando me necesites, sólo debes besar este anillo y sabrás que siempre te llevo en mi corazón, HyunJin.

―Te amo ―juró HyunJin, devolviéndole el beso―, te amo, mi Señor, mi Príncipe, mi Emperador.

―También te amo, mi Joya más hermosa.

Tardaron otro buen rato en separarse, y cuando salieron de la habitación, HyunJin iba con una enorme sonrisa que nadie se la iba a eliminar. Ni siquiera titubeó cuando, al dirigirse a las afueras del pabellón principal, ya le esperaba el Emperador junto a las Princesas y el Príncipe.

―¡Qué hermosa joya, HyunJin! ―dijo MinJeong cuando vio el jade brillar a la luz del sol.

―Me la acaba de regalar el Príncipe ―dijo con orgullo, pasando por alta la mirada penetrante del Emperador―, como señal de nuestro compromiso y matrimonio.

―Qué romántico, Hyung. ―se burló el Príncipe JungSu.

―El amor te hace actuar así, Príncipe. ―dijo HyunJin, sin borrar su sonrisa mientras SeungMin sólo bufaba.

―Es una joya preciosa ―dijo el Emperador, y el muchacho no se amedrentó ante él―, todas las Emperatrices han recibido un obsequio con el jade imperial. El jade ayuda a limpiar la mente y nos enseña a ser justos, HyunJin.

La pulla fue evidente para él. Quizás no para las muchachas y JungSu, que siguieron halagando el anillo, pero HyunJin no era idiota y recordaba muy bien las palabras del Emperador.

Has sido injusto con él, cuando debieras apoyarlo y consolarlo. Mi hijo tiene una gran carga, y su Emperatriz debe estar a su altura.

Un claro recordatorio de la conversación que ellos tuvieron días atrás y todo lo que le había dicho WonPil. Que él no tenía que tomarse atribuciones que no correspondían y debía conocer cuál era su lugar en el palacio.

Sin embargo, pudo sentir a SeungMin tensarse también a su lado, con su rostro poniéndose rígido y la mandíbula apretándose en un gesto que no reconoció enseguida. Se preguntó, en ese momento, si acaso ellos no tuvieron alguna conversación también sobre él. Era muy probable que sí.

―Lo cuidaré con mi vida ―aseguró HyunJin, tranquilo―, después de todo, es símbolo del amor que tiene SeungMin por mí y que sólo me pertenece ―tomó el brazo del Príncipe―. ¿Vamos, amor mío?

SeungMin todavía se veía muy molesto, sin embargo, sólo inclinó su cabeza.

―Volveré más tarde ―dijo―, para la cena.

―Ve a cenar conmigo ―le ordenó el Emperador―, hay mucho que conversar, hijo mío.

HyunJin esperaba que WonPil no se atreviera a volver a presionar a SeungMin con sus deberes. Ya podía imaginarse lo que le iba a decir: "consientes demasiado a HyunJin, tienes que ser más claro con él y explicarle sus obligaciones". Si lo presionaba de manera correcta, muy probablemente terminaría haciendo que volviera a acercarse a YiZhuo para mantenerla a ella feliz.

SeungMin sólo volvió a inclinar la cabeza, llevando a HyunJin al carruaje y ayudándolo a subir. No tardó en seguirlo, y se asomó una última vez para despedirse de la familia imperial antes de partir donde sus padres.

―¿Mi padre ha hablado contigo? ―fue lo primero que preguntó el Príncipe una vez se alejaron.

HyunJin no le había contado de la reunión que tuvo con el Emperador ni lo que le había dicho. Por mucho enfado que sintiera, pensaba que no era correcto ir donde SeungMin para hablarle de todo eso, como si fuera un niño malcriado que acusaba a alguien que no le agradaba. Además, también creía que era interferir en la relación que mantenía su prometido con su padre, y no quería generar tensiones allí. Por último... Tal vez eso esperaba el Emperador de él: que lo acusara, para así tener un motivo y demostrar lo poco preparado que estaba HyunJin para formar parte de la familia imperial.

―Sí ―admitió, con cuidado―, hace varios días. Se mostró un poco... Decepcionado por mi comportamiento.

―¿Decepcionado? ―la voz de SeungMin se tornó sombría―. ¿Qué fue lo que te dijo exactamente?

Titubeó un momento. Nunca fue buen mentiroso.

―Que yo debería conocer mi lugar ―admitió―, que tú eres el Emperador y puedes tener a las concubinas que desees, SeungMin, y yo no tengo por qué meterme en eso.

―Dioses ―masculló el mayor―. ¿Y tú qué le has dicho? Parecía muy molesto contigo.

Volvió a titubear, sintiendo las mejillas levemente sonrojadas.

―SeungMin ―trató de razonar―, tu padre sólo estaba preocupado y ya. Yo ya olvidé lo que me dijo, tú también deberías hacerlo.

―No quiero que se meta en nuestra relación. ―replicó SeungMin, sacudiendo su cabeza.

En el carruaje iba sentado frente a él, así que se movió para acomodarse a su lado a pesar de que pudiera resultar un poco incómodo por el espacio apretado. Sin embargo, SeungMin no se veía molesto por su gesto, sólo le agarró la mano y le dio un apretón.

―No importa lo que me diga ―dijo HyunJin―, mientras tú me ames, no me importa nada más, ¿Bueno?

―Nunca dudes de eso. ―respondió SeungMin, acercándose para darle un beso profundo, y con eso, al menos, lo ocurrido fue olvidado por el momento.

El resto del viaje fue hecho con tranquilidad, conversando superficialmente de algunas cosas y compartiendo sus momentos de intimidad. Era agradable ir con SeungMin allí, como si dejaran de lado sus responsabilidades en el palacio y fingieran ser dos personas normales.

Poco más de media hora después, el carruaje se detuvo y JinYoung le abrió la puerta, ayudándolo a bajar. Sus padres ya le esperaban con expresiones radiantes.

―¡Hyun! ―dijo su madre, una mujer bajita y delgada, de cabello castaño y ojos amorosos―. Qué bueno es tenerte por aquí, mi niño hermoso.

―Mamá ―HyunJin le devolvió el abrazo―, espera, mira también quien vino.

Y sus padres contemplaron, boquiabiertos, a SeungMin bajar del carruaje también. Se quedaron congelados unos largos segundos, hasta que parecieron reaccionar e inclinarse en señal de respeto.

―Príncipe Heredero ―balbuceó su padre, que era alto y de cabello negro―, es un ho-honor que esté aquí, Señor.

SeungMin observó a sus padres, tranquilo y sin hacer alguna expresión de desagrado. HyunJin temía que se viera asqueado o incómodo al ver que a su padre le faltaba una mano. Para él no era ninguna vergüenza que su padre fuera así, entendía muy bien que la perdió en un accidente de trabajo y en busca de mejorar la calidad de vida que ellos tuvieron. Sin embargo, también sabía que a muchos aristócratas le desagradaba la gente del bajo pueblo, y más si eran inválidos.

Pero para su fortuna, SeungMin sólo sonrió con relajo.

―Quería visitar a los padres de mi prometido ―dijo el mayor, haciendo un gesto para que se pusieran de pie―. Espero no incomodar o causar problemas con mi visita.

―¡Claro que no! ―dijo la mujer―. Usted siempre será bienvenido en nuestra casa, Príncipe Heredero, y más ahora que ha decidido casarse con nuestro hijo ―ella rebosaba alegría y felicidad―. No sabe cuán feliz nos ha hecho la noticia, mi Señor, nos sentimos honrados y llenos de gratitud.

―Yo debería agradecerles ―dijo SeungMin―, por tener a tan encantador y molestoso hijo.

HyunJin no pudo evitarlo y le dio un golpe en el hombro, fastidiado. SeungMin sólo se rió, y su padre no tardó en hacerlos pasar al interior de la casa, mientras sus guardias y doncellas le ayudaban a bajar todas las cosas que trajo. MinJu y HyeJin iban a desempacar las ropas y accesorios que llevó para su estadía, junto con los regalos que compró para su familia.

Sus padres no tardaron en invitar a SeungMin al interior de su hogar, y HyunJin le hizo una breve excursión por su hogar. Antes, ellos vivían en una vieja y casi demolida casa en un pueblo poco transitado y concurrido, que casi siempre estaba a oscuras y con el frío calando profundo en sus huesos. A veces, todavía le costaba pensar bien en la suerte que había tenido, la bendición que le dieron los Dioses para haber nacido como un doncel, y no sólo eso, sino por darle la oportunidad de ser parte del concubinato del Príncipe Heredero. La condición económica de su familia ahora era incomparable, y HyunJin se aseguraría de que jamás volvieran a pasar hambre o necesidad.

―Este es mi cuarto ―dijo HyunJin al final, corriendo la puerta para mostrarle su habitación, que a esas alturas, poco había usado―, aquí me quedaré estos días.

―¿Y me la muestras para que así pueda asaltarte por las noches? ―consultó SeungMin.

―¡Qué descarado eres, Príncipe! ―le dijo HyunJin, negando con la cabeza―. Mis guardias vigilarán mi habitación día y noche.

―Como debe ser ―afirmó el Príncipe―. Aunque si doy una orden, muy bien van a dejarnos a solas si lo requiero.

―¿Es qué sólo piensas en eso? ―exclamó HyunJin.

SeungMin puso una expresión que no supo identificar enseguida y fue hacia él, agarrándolo de la cintura con fuerza. HyunJin se sobresaltó ante el gesto, pero mantuvo la calma al sentir los dedos del mayor sosteniéndole de la barbilla.

―No hay presiones, Hyun ―dijo SeungMin, suave―, pero mi padre me ha preguntado sobre un embarazo.

HyunJin mordió su labio inferior, sabiendo que no había una mala intención en la pregunta de su prometido, porque al fin y al cabo... Era necesario. Si bien ellos seguían siendo jóvenes, era importante asegurar la dinastía lo antes posible por cualquier emergencia. Tener niños era algo fundamental para cualquier Imperio, y no sólo eso, sino también afianzaría su posición como Emperatriz. Darle un hijo a SeungMin era esencial.

―Pronto ―prometió HyunJin―, quizás ya lo esté, y todavía no lo sabemos, Minnie ―bajó su voz un poco―. Tú y yo lo hacemos mucho, pero sabes que lleva un par de semanas antes de confirmarlo. Tu padre también lo sabe. Quizás, cuando sea nuestra boda, ya esté esperando nuestro primer hijo.

La expresión preocupada de SeungMin pareció relajarse un poco, asintiendo con la cabeza, y HyunJin sólo le dio un abrazo, tratando de transmitirle toda la calma posible. A pesar de que él también sintiera los nervios atenazando su vientre por lo que podía ocurrir de aquí a unos meses más.

A pesar de que él también sintiera los nervios atenazando su vientre por lo que podía ocurrir de aquí a unos meses más

SeungMin se marchó tarde por la noche, de mala gana y con una cara de desánimo que casi conmovió el corazón de HyunJin.

El día había transcurrido con calma a pesar de la presencia de SeungMin en su hogar, con sus padres siendo atentos, aunque no demasiado metiches en su relación. Además, SeungMin igual no actuó de manera tan pomposa o distinguida, sino que por el contrario, fue capaz de bromear con su padre, halagar a su madre y ser preocupado por YeJi, que llegó poco después del mercado. Todos quedaron encantados con el Príncipe, y HyunJin sabía que SeungMin también se llevó una impresión agradable de su familia.

―Es realmente guapo ―le dijo su hermana mayor un par de horas después, a la luz de las velas―, y también muy atento contigo.

―Me ama ―aseguró HyunJin, con MinJu cepillando su cabello. Esas últimas semanas se lo había estado dejando crecer y se le enredaba con facilidad―, ¿No es así, HyeJin?

―Claro que sí ―afirmó su doncella, que terminaba de ordenar sus ropas―, en el palacio, todos sabemos que el Consorte es intocable.

―Un Consorte poderoso ―los ojos de su hermana brillaron por la emoción―. Que increíble, Hyune. Cuando eras más niño, ni siquiera fantaseabas con algo como esto.

HyunJin sonrió, negando con la cabeza y pensando en ese niño que jugaba con palos y rocas, a pies descalzos y ropas raídas y sucias. En ese momento, el único pensamiento en su cabeza era sólo comer algo que le llenara y no fuera sólo sopa de cebolla. No le gustaba mucho esa comida, debido a que era lo que más solían comer por lo barato y sencillo que era. Ahora, por el contrario, en su mesa siempre estaban los platos más exquisitos y variados que podía pedir.

―Mira ―el muchacho agarró su cajita en donde guardaba su regalo más reciente, y lo abrió, revelando el anillo de jade que SeungMin le había entregado. YeJi ahogó un grito de emoción e impresión―, me lo ha dado él, ¿No es hermoso?

―¡Es precioso! ―confirmó YeJi―. ¿Puedo tocarlo?

HyunJin le dijo que sí, y su hermana lo agarró con extremo cuidado, apreciando cómo brillaba la joya ante la luz de las velas.

―Es absolutamente hermoso ―reafirmó su hermana―, ¿Cuánto le habrá costado? Es tan delicado y fino, Hyun...

―Es mi anillo de compromiso ―HyunJin se veía muy orgulloso―, sólo me lo quitaré cuando me bañe y duerma, por nada más. Ahora, esta joya es parte de mi corazón.

―Que envidia ―YeJi volvió a guardar el anillo, entregándole la caja―, ¿Por qué no me consigues también un novio, Hyune? ¿Qué tal un hermano del Príncipe? Podría esperar unos años hasta que esté en edad de casarse...

HyunJin sólo se rió con escándalo ante la ocurrencia de su hermana mayor.

Los siguientes días fueron tranquilos y con poca actividad para el chico. Allí, HyunJin no tenía tareas que resolver ni asuntos que tratar, por lo mismo, podía dormir hasta más tarde e, incluso, salir de compras junto a su hermana y los guardias.

Además, no es como si no estuviera desconectado de SeungMin. El primer día en que despertó allí, cerca del mediodía, recibió una carta del palacio, enviada por el Príncipe Heredero y cerrada con su sello. HyunJin la abrió y su corazón se apretó al leer esas dulces palabras que SeungMin vertió en el papel, escribiéndole un pequeño poema para recordarle su amor.

Mi Joya más hermosa,

Sol de mi vida y luna de mis noches.

Te pienso en cada momento

y mi alma arde cuando no estás a mi lado.

Mi alma gemela,

Mi sonrisa más alegre,

Anhelo ver tus ojos traviesos

Y esos hoyuelos que son mi sueño.

Vuelve a mí

Por favor, vuelve pronto a mí.

Mi hermosa primavera,

Mi dulce girasol.

HyunJin se pasó una larga hora escribiéndole una carta de regreso, con su alma desbordante en sentimientos y sólo pensando en el error que todos cometían en ese palacio. Sí, SeungMin tenía un deber, pero el corazón del Príncipe Heredero le pertenecía a HyunJin, y HyunJin ni siquiera se atrevería a prestárselo a otra persona.

Mi amado Emperador.

Te extraño con el dolor de mi alma. Cuando pienso en ti, en tus hermosos ojos observándome como sólo tú sabes hacerlo, ese dolor parece aliviarse un poco, pero luego vuelve con más fuerza porque quiero estar contigo y abrazarte para nunca más soltarte.

Esta mañana mi cama estaba vacía y fría sin ti. Quiero que estos días pasen rápidos para verte pronto otra vez, mi Señor y único Emperador de mi vida.

Piensa en mí en cada momento, así como yo te llevo en mi corazón cada segundo de mi vida.

Tu Emperatriz.

Le sorprendió tener una respuesta al día siguiente, con otro poema que HyunJin leyó y abrazó contra su pecho, antes de doblarlo cuidadosamente y guardarlo en un pequeño baúl de joyas que poseía. Cada carta que le envió SeungMin, las leyó una y mil veces, guardando cada palabra en su mente y su corazón, como si fueran un bálsamo para su alma. Cada una de ellas fue respondida con sus deseos más profundos.

Además, con las cartas de SeungMin, llegaban también las breves cartas que SoYeon le enviaba desde el Palacio. Su guardia se quedó allí por orden suya con la simple misión de mantenerlo informado acerca de lo que ocurría en el concubinato. No le sorprendió cuando, tres días después, leyó el mensaje enviado.

YiZhuo actúa como si fuera la prometida del Príncipe. Parece muy feliz con su partida.

Sin embargo, el Príncipe no la ha llamado ni ha ido a visitarla. El Príncipe no ha llamado a ninguna concubina en su ausencia, mi Señor.

Por supuesto, al acabar de leerlas, las quemaba hasta que no eran más que cenizas. Poco a poco, HyunJin iba a afianzar su lugar en ese palacio, y tener gente que le comunicaran lo que ocurría siempre era útil, aunque sabía que no sería bien visto en un inicio.

Así que, por lo mismo, esos días simplemente los disfrutó como si fueran unas vacaciones. Se dejó consentir por sus padres, que estaban muy contentos de tenerlo allí. Su madre, especialmente, era la que parecía más feliz gracias a su matrimonio.

―Podrás organizarlo ―le dijo HyunJin―, te lo prometo. Cuando regrese al Palacio, empezaré a gestionar lo necesario para que ustedes se vayan a vivir allí, conmigo. Entonces podrás organizar la boda.

―¡Qué perfecto! ―dijo ella, rebosante de alegría―. Eres nuestro orgullo, HyunJin, ¡Nuestro máximo orgullo! El día en que te cases, voy a derramar mis lágrimas como una fuente.

―No exageres, mujer. ―regañó su padre, pero había una sonrisa en su cara.

HyunJin sólo no podía creer lo afortunado que era. Y esperaba que esa fortuna siguiera existiendo en el futuro.

Mi corona de oro,

Mi abrigo en los inviernos más duros,

Volver a verte se ha convertido en una necesidad,

Como si fueras el aire que respiro cada día.

Mi amor de ojos dulces,

Mi...

―SeungMin.

La interrupción tan sorpresiva provocó que terminara haciendo un rayón de tinta en el papel donde escribía su nuevo poema hacia HyunJin, e hizo un mohín antes de voltearse hacia el lugar de donde provenía su voz.

Su padre estaba en las puertas de su cuarto, con una expresión indescifrable pero tranquila. El muchacho se enderezó e hizo una reverencia leve, antes de dejar el papel a un lado. Iba a tener que terminar el poema más tarde, una vez su padre se marchara, ya no que no le gustaba escribir esas cosas con más gente presente. Esos poemas significaban volcar sus sentimientos personales, y esos sólo le pertenecían a HyunJin. A su Hyune.

―¿Ocurre algo, padre? ―preguntó SeungMin, calmado.

―Vine a cenar contigo ―dijo el hombre, entrando al cuarto, y las puertas se cerraron tras él―, hace mucho no comemos juntos, hijo mío ―SeungMin miró hacia el exterior, sorprendiéndose de que ya había anochecido―. Ya es tarde, pero me han dicho que ni siquiera has pedido tu cena. Será pronto medianoche.

SeungMin había estado muy ocupado con sus tareas esos días, además de que no sentía demasiadas ganas de compartir con tanta gente. Sin la presencia de HyunJin a su alrededor, sentía que estaba con menos energía, como si el muchacho fuera una especie de sol que orbitaba a su alrededor. Además... Todavía recordaba muy bien las palabras que le dirigió su padre hacia HyunJin el día en que partió, y la conversación que mantuvo su prometido con su progenitor. Si había algo que le molestaba en particular a SeungMin, era que se entrometieran en sus asuntos personales.

―Pediré que...

―No te preocupes, la cena ya viene en camino ―le interrumpió el mayor―, me he tomado la molestia de pedirla por adelantado.

SeungMin sólo asintió con la cabeza, sin saber exactamente qué decir. Por algún extraño motivo, sentía que debía permanecer a la defensiva en ese momento, eligiendo sus palabras con cuidado.

―¿Cuándo regresará HyunJin? ―preguntó su padre pasados unos segundos, sentándose en un sofá cercano.

―Dentro de tres días ―contestó SeungMin, acercándose luego de dejar su escritorio arreglado―, lo iré a buscar después del almuerzo.

―No es necesario que vayas ―habló WonPil, calmo―. Es una tarea tan insignificante, SeungMin. No pierdas tu tiempo en algo como eso, considerando que irán los suficientes guardias para escoltarlo de vuelta.

Su padre ni siquiera se molestó en hacerlo parecer una sugerencia. Era, de llano, una orden.

―HyunJin es mi prometido ―dijo SeungMin con suavidad―, es mi futura Emperatriz. Mi deber es cuidarlo y asegurarme de que siempre esté bien, incluso en una tarea tan insignificante como esa, padre.

WonPil no respondió, pero porque en ese momento tocaron a la puerta y se anunció que traían la cena. Los sirvientes no tardaron en acomodar los platos en la mesa del centro, sin decir algo e ignorando el silencio entre ambos hombres.

Sólo diez minutos después volvieron a quedar a solas.

―Tal vez debieras dejarlo más tiempo con sus padres. ―dijo WonPil.

―Recogí tus sugerencias dos veces ―replicó SeungMin―, pero el lugar de HyunJin es a mi lado.

Pudo ver cómo estrechaba sus ojos. El Príncipe pensaba en lo que debía estar cruzando la cabeza de su padre y los motivos que poseía por tener, repentinamente, esa hostilidad contra su prometido. Le pillaba por sorpresa y le hizo creer que, quizás, la conversación que mantuvo HyunJin con WonPil no fue del todo agradable.

―No has visitado ni llamado a la Concubina Imperial ―habló su padre―, tienes un deber con ella.

―Mi primer deber es con HyunJin.

Más silencio tenso. Podía notar la expresión de WonPil endurecerse, con la mandíbula apretada y esos ojos echando fuego. Se preguntó si él no estaría con la misma cara en ese instante.

―Príncipe Heredero ―dijo WonPil, con la voz baja en un gesto de ira―, ¿Estás ignorando tus deberes con el Imperio?

―No ―SeungMin, tranquilo, se sirvió en su plato una porción de kimchi y bulgogi―, jamás me atrevería, padre. He cumplido con exactitud cada una de tus peticiones ―le apuntó con los palillos―. Hice a la Princesa Concubina Imperial, me acosté con ella y calmé las ansias de una guerra. Para tratar de calmar las aguas en el palacio, también envié a HyunJin con su familia. Pero mis deberes no son desatender a mi futuro esposo, ni faltarle el respeto o pasar por alto sus sentimientos. Mi Emperatriz es la joya de nuestro Imperio, ¿No me lo has dicho cientos de veces?

Su padre también se sirvió comida y agarró su copa de vino, moviéndola con suavidad y observando el líquido en su interior.

―HyunJin es un chico espectacular ―dijo WonPil―, amable, valiente y de buen corazón. Entiendo que lo ames, y que él te ame también. Sin embargo, pienso que no está preparado para ser Emperatriz. Puede que nunca lo esté. Confunde sus deberes con sus pasiones, y eso, a la larga, sólo traerá problemas en tu Imperio, SeungMin ―bebió de su copa―. Fue decisión de él que hayas expulsado a la concubina Kim del harem, no tuya. Convierte sus deseos en tuyos, ¿Y quién no me asegura que quizás él termine gobernando en un futuro, y tú te conviertas en su títere?

SeungMin dejó caer su copa de vino con violencia en la mesa, haciendo un mohín de ira y observando a los ojos de su padre. Ya no había tranquilidad o calma en su comportamiento, porque cada movimiento denotaba rabia y cólera por lo que acababa de oír.

―¿Cómo te atreves a ofenderlo así y ofenderme a mí, de paso? ―espetó SeungMin, enfurecido―. Eres mi padre, sí, y te debo respeto como mi Emperador. Pero lo que has dicho excede una línea que no tienes permitido cruzar.

―Príncipe Heredero. ―la voz de su padre era helada.

―Si expulsé a Kim, fue porque se dedicó a ofender a HyunJin y hablar pestes a sus espaldas ―continuó SeungMin―, y también debería haber expulsado a YiZhuo de paso. ¿O ignoras a propósito la mierda que habla ella de HyunJin? No sólo tú tienes oídos en el harem, padre ―alzó su barbilla―. Permites eso de YiZhuo porque es una Princesa importante, pero no de HyunJin... ¿Por qué nació como un pobre campesino? ¿O por qué lo amo más de lo que amo mi lugar como Príncipe?

―¡SeungMin! ―gritó su padre, pero lo que fuera a decir quedó interrumpido cuando las puertas se abrieron bruscamente, y los dos se voltearon hacia allí, sorprendidos.

EunWoo estaba allí, con una clara expresión de espanto.

―Mi Emperador, Príncipe Heredero ―se apresuró en decir―, disculpen la interrupción, pero hemos recibido noticias graves hace unos segundos.

―¿Cómo? ―SeungMin habló, aturdido.

Hubo un breve momento de duda que se disipó con rapidez.

―Es la casa del Cortesano Hwang ―habló con rapidez―, se está incendiando, mis Señores.

La comida quedó olvidada. SeungMin ni siquiera se molestó en agarrar algo para abrigarse en la fría noche, porque simplemente salió corriendo de su cuarto, con el corazón desbocado.

Esa noche, sus padres se habían ido a acostar temprano debido a que estuvieron todo el día ocupados en la huerta.

A pesar de que tenían algunos sirvientes propios, su madre no perdía la vieja costumbre de trabajar la tierra. En su antiguo pueblo, la tierra era un poco mala y al final lo único que cultivaban en la pequeña huerta que poseían eran papas y rábanos. Sin embargo, en esa nueva casa, tenían una huerta que era al menos cinco veces más grande que la anterior, y su madre la amaba por completo. Allí cosechaba tomates, lechugas, zanahorias y pepinos, e incluso tenía dos naranjos y tres manzanos. Por lo mismo, ese día la familia completa se dedicó a cosechar las frutas y verduras, e incluso MinJu y HyeJin les ayudaron. Para cuando llegó el atardecer, todos estaban cansados y con las extremidades adoloridas, por lo que cenaron temprano y se fueron a dormir casi de inmediato.

HyunJin se había despertado poco después, un poco desorientado por la oscuridad reinante en la habitación. Se sentó en la cama, sintiendo su garganta seca y con la necesidad de tomar un poco de agua. Pensó en molestar a HyeJin, que era la que estaba esa noche a su cuidado, pero luego decidió que no la despertaría por una tontería como esa. Se calzó sus sandalias y arrastró los pies fuera de su habitación, bostezando y frotando sus ojos con cansancio.

En la cocina, observó el cubo con agua que rellenaron antes de irse a dormir, y buscó un vaso, agachándose para rellenarlo.

Fue, en ese momento, en el que escuchó un golpe fuerte viniendo del interior de su hogar.

Se quedó quieto unos segundos, sintiéndose cómo su corazón se aceleraba de manera repentina sin tener un motivo para hacerlo. Pudo haber sido que algo se cayó, ¿Por qué reaccionaría así sin razón aparente?

Al girarse, fue que vio a un hombre de pie en las puertas de la cocina. Sostenía una espada en su mano izquierda.

HyunJin retrocedió unos pasos, con el miedo explotando en la boca de su estómago, y soltó el vaso, que se quebró en cientos de pedazos. Por la oscuridad no podía ver bien los ojos de aquel hombre, además de que iba vestido completamente de negro, con su rostro cubierto y sin mostrar alguna parte de su cara.

―No quiero herirlo ―dijo el desconocido con suavidad―, así que venga aquí, sin gritar.

Los ojos de HyunJin se movieron por la habitación de manera enloquecida.

―¿Sa-Sabes quién soy? ―preguntó, y la voz le temblaba―. Soy...

―Claro que lo sé ―el tipo parecía tener una sonrisa por su tono, pero no podía estar seguro ya que la boca también se encontraba cubierta―. Ahora, no me hagas repetirlo o te cortaré la garganta.

HyunJin se lanzó sobre la mesa, agarrando uno de los cuchillos que se encontraban encima, y su mano se cerró alrededor del mango, volteándose para tratar de defenderse. El asaltante no parecía tener intenciones de hacerle daño, se dio cuenta enseguida, porque no fue a atacarle con la espada. Por el contrario, se movió para propinarle un puñetazo en la mejilla, que le hizo tambalearse y caer al suelo. Casi de inmediato, saboreó la sangre.

―¡A-Ayuda! ―gritó, casi sin quererlo, y vio al desconocido inclinarse para agarrarle del cabello. Sin embargo, HyunJin se movió con rapidez y le clavó el cuchillo en el brazo, escuchando su gemido de dolor―. ¡Ayuda!

―Perra insolente. ―oyó decir antes de recibir otro puñetazo.

HyunJin tosió por el dolor y pensó que ese era su fin, que iba a morir con una espada atravesándole el corazón, sin embargo, de manera repentina, el asaltante ya no estaba encima suyo. Una sombra veloz se lo quitó de encima.

―¡Señor, corra! ―gritó YoungJae, con la espada en mano―. ¡Salga de aquí, ahora!

Apenas logrando ponerse de pie, HyunJin salió a tropezones de allí, oyendo los sonidos de la pelea que su guardia tenía en la cocina. Se adentró en los pasillos y quiso ir en dirección hacia el cuarto de sus padres, pero se encontró con el fuego.

Vivo, rojo y voraz fuego consumiendo esa ala de su casa.

Retrocedió y, de pronto, HyeJin apareció y le agarró la mano.

―¡Señor, debemos irnos! ―gritó ella, espantada. Tenía un corte en su brazo y la sangre se filtraba a través de la ropa.

―Pero... Mis pa-padres...

―¡Nuestro deber es protegerlo, mi Señor!

HyunJin se dejó llevar por los pasillos, metiéndose de regreso en su cuarto, y HyeJin corrió la puerta, moviendo uno de los muebles para impedir el paso. A los pocos segundos, se escucharon manos golpeando la puerta, y recién fue consciente de todo el ruido a su alrededor. De todos los gritos.

HyeJin no parecía en shock o sorprendida. Por el contrario, se movió hacia la ventana y la corrió, dando paso hacia la huerta que sólo horas atrás habían estado trabajando.

―¡Rápido, mi Señor! ―dijo ella, haciéndole un gesto para que saliera por allí.

La puerta rompiéndose fue lo que lo sacó de su trance. HyunJin miró hacia allí, viendo dos pares de brazos apareciendo y rompiendo más la madera y el washi para poder entrar. Se movió hacia la ventana, siendo ayudado por HyeJin para salir y cruzándola con dificultad.

―¡Corra! ―gritó ella una vez cayó al otro lado.

―HyeJin, pero...

―¡Corra, ahora!

HyunJin se puso de pie en el momento en que vio desaparecer las manos de su compañera y escuchó su grito. En ese instante, se dio cuenta de que estaba llorando.

Se giró y comenzó a correr por la huerta, gritando por más ayuda y con la esperanza de que alguien apareciera. La mitad de la casa, a esas alturas, ya estaba en llamas y era lo único que iluminaba el camino, porque la luna pareció esconderse tras las nubes.

Sin embargo, no llegó lejos. De uno de los manzanos, repentinamente, alguien cayó y lo agarró del cuello, echándolo hacia atrás. HyunJin no alcanzó a decir algo cuando recibió un fuerte golpe en su cabeza y se derrumbó en el suelo, boca arriba, ya que la persona que le había agarrado lo soltó.

A través del dolor, gimoteando con los ojos cerrados y sintiendo su cabeza caliente (¿Estaba sangrando?), escuchó voces masculinas.

... Llévalo al interior...

Entonces lo agarraron de los pies y fue arrastrado. Trató de parpadear y enfocar su vista, pero sólo veía el cielo oscurecido y el resplandor de las llamas, que parecían acercarse más a él con cada segundo.

... El cuerpo... Quemarse no... Rastros...

No podía entender bien lo que hablaban y quiso luchar, pero sus piernas eran plomo en ese preciso instante. Su cuerpo se encontraba entumecido.

Alguien lo tomó en brazos y se dio cuenta de que estaba en el mismo lugar por el que escapó. La persona que lo sostenía ni siquiera se molestó en tratarlo con amabilidad cuando lo metió a través de la ventanilla y lo dejó caer de regreso en el cuarto, como si no fuera más que un saco de papas. El golpe de la caída le sacó el aire de los pulmones.

Trató de enfocar su vista otra vez y vio el cuerpo de HyeJin boca abajo, en una esquina. ¿Estaba respirando o no?

Ni siquiera pudo concretar ese pensamiento. El pasillo fue de pronto iluminado por el fuego, que devoraba cada centímetro de esa casa como un platillo de comida. El humo y el calor no tardaron en llegar a ese cuarto.

El último pensamiento que tuvo HyunJin, antes de perder el conocimiento, era que no llevaba su anillo de jade puesto. Él quería morir con ese anillo en su dedo, y ser enterrado con él también.

¡Gracias por leer!

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