23.
Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. hyunmin como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. drama y fluff.
HyunJin escuchó las palabras de SoYeon en tranquilo silencio, sin una gota de arrepentimiento o miedo.
―... No sólo le dejó los dos ojos morados, mi Señor ―informaba ella―, también le quebró la nariz y le hizo unos cortes en las mejillas por haberla golpeado usando sus anillos ―SoYeon se quedó un segundo en silencio antes de continuar―, y, al parecer, también le sacó un diente.
―¿Un diente? ―preguntó HyunJin, antes de estallar en una carcajada algo desconcertada―. No recuerdo haberla golpeado tan fuerte. Esa víbora sería tan desquiciada como para sacarse ella un diente y acusarme a mí de haberlo hecho.
SoYeon suspiró, como si no le encontrara lo gracioso a sus palabras, pero HyunJin no se acomplejó con su actitud. Él sabía que SoYeon era su principal protectora luego de la muerte de sus dos compañeros, y hasta que no le asignaran otros dos (que sería en unos días, le dijo SeungMin), ella debía velar por su seguridad.
Habían pasado más de siete días desde que agredió a YiZhou. En un inicio no quisieron decirle sobre el estado de la muchacha, e incluso SeungMin le dijo que era mejor que no supiera nada. Su prometido le regañó por largas horas, aunque no realmente enfadado con él, sólo actuando como si HyunJin hubiera hecho una travesura inocente.
De cualquier forma, esta era la primera noticia que tuvo, y gracias a que SoYeon se lo averiguó arduamente. Todos ya sabían que SoYeon era su guardiana juramentada, y por lo mismo eran cuidadosos con lo que decían a su alrededor.
―MinJu regresará a su servicio mañana. ―agregó SoYeon, decidida a cambiar de tema.
―Me alegro, ya la extrañaba ―HyunJin, que había estado medio recostado en uno de los sillones, bajó sus pies―, pero necesito otra doncella. ―un pequeño mohín ante el recuerdo de HyeJin.
―Sobre eso, mi Señor... ―SoYeon pareció dudosa un segundo―. Hay una candidata, pero ella quiere hablar primero con usted ―bajó su voz un octavo―. Es Cho MiYeon, mi Emperatriz.
―Tráela. ―pidió HyunJin, haciéndole un gesto.
SoYeon inclinó su cabeza y procedió a salir de sus aposentos. HyunJin ya estaba enterado de cómo habían descubierto la verdad sobre YiZhou, y recordaba muy bien a Cho MiYeon. La muchacha fue sus ojos y oídos en el concubinato cuando se encontraba en casa de sus padres, y con lo que había hecho... HyunJin tenía muchas ganas de hablar con ella.
Su guardia no tardó en traerla. La concubina venía con aspecto nervioso, a pesar de que HyunJin no le fuera a hacer algo, y no tardó en arrodillarse ante él.
―Mi Emperatriz. ―dijo, respetuosa.
HyunJin no había pasado por alto que ya casi todas las personas en el lugar le llamaban con dicho título, a pesar de que todavía no se casara con SeungMin. Parecía ser un hecho, y HyunJin no podía menos que disfrutarlo. Dentro de todo su dolor, las atenciones de su prometido calentaban su corazón.
―MiYeon ―dijo―. Levántate, por favor. SoYeon me ha dicho que quieres hablar conmigo.
La linda muchacha obedeció, con los ojos bajos para no mirarle directamente. Desde que se oficializó su compromiso con SeungMin que ella había actuado así, recatada y educada, pareciendo saber muy bien cuál era su lugar. HyunJin se preguntó mil veces cuánto podía confiar en ella, y ahora, lo tenía más que claro.
―Es así, mi Señor ―respondió ella―. Yo... Yo lamento mucho lo que ocurrió. Lo que hizo YiZhou fue una abominación.
―No te preocupes ―HyunJin miró su mano, observando los nudillos heridos―, ya ha empezado a pagar sus pecados como corresponde ―ahora volvió a observarla―. Pero es a ti a quien le debo todo mi agradecimiento, concubina Cho. Lo que hiciste significó que se encontrara la verdad y se pudiera hacer justicia ―se puso de pie, quedando a su altura―. Si no fuera por ti, es posible que nunca hayamos descubierto la traición que cometió la Princesa contra el Imperio.
―Sólo cumplía con mi deber ―dijo MiYeon, conmocionada―, cualquier persona fiel a nuestro Imperio lo habría hecho.
―No ―HyunJin sonrió sin humor―. Cualquier otra persona podría haber buscado su propio beneficio personal ―él le miró directamente―. Bien pudiste usarlo a tu favor, MiYeon. Podrías haber chantajeado a YiZhou, o si me hubieras odiado, guardártelo para ti ―HyunJin le agarró la barbilla―. La lealtad es una de las cosas más importantes para mí, concubina. Así que puedes pedirme lo que quieras, y te lo daré.
MiYeon no bajó la vista cuando habló, porque podía suponer que venía preparándose hacía mucho para lo que iba a decir.
―Quiero servirlo, mi Emperatriz ―dijo ella con seguridad―. Quiero convertirme en una de sus damas, y servirlo en todo lo que usted necesite. Es mi único deseo.
HyunJin sonrió ahora con más honestidad.
―¿Tu único deseo? ―preguntó, y aventuró un poco más lejos―. ¿Ni siquiera deseas pasar una noche con el Príncipe Heredero, concubina? Cualquiera otra en tu posición lo habría pedido.
Las mejillas de la chica se colorearon de rojo ante sus palabras, pero HyunJin necesitaba saber bien qué tan leal podía ser MiYeon.
―Podría haberlo sido ―dijo ella con honestidad―, pero aunque me acostara con el Príncipe, usted seguiría siendo su Prometido y yo una concubina. No, mi Señor. Yo quiero estar bajo su servicio y tener su protección ―bajó la voz un poco―. Su protección es lo único que necesito, mi Emperatriz. En mí y en mi familia.
―Tendrás mi protección ―concedió HyunJin― y tu familia también. Y si tus deseos son servirme, entonces te lo permitiré también, MiYeon ―no le soltó su agarre de la barbilla―. No me decepciones, no me falles, y no tendrás que preocuparte de nada más en la vida, MiYeon. Incluso te conseguiré un buen matrimonio dentro del palacio para asegurarte el futuro, si es lo que deseas también.
―Mi Emperatriz ―ella sonrió, feliz, y se arrodilló otra vez, agarrando el borde de su hanbok para besárselo―, se lo prometo, no le fallaré jamás. Seré su más fiel sirvienta desde ahora y hasta mi muerte.
―Eso espero ―HyunJin le hizo un gesto a SoYeon―. Por favor, llévala con MinJu. Ella le enseñará todo lo que necesita saber para estar bajo mi servicio.
―Como desee, mi Emperatriz. ―dijo su guardia, y MiYeon se puso de pie, haciéndole una última reverencia antes de salir de su habitación tras SoYeon.
HyunJin suspiró, volviendo a sentarse y con ganas de moverse, pero sabía que SeungMin se preocuparía si lo veía deambular sólo por ahí. Enloquecería, para ser más exactos. SeungMin estaba realmente sobreprotector y poco más no quería dejarlo sólo en ningún momento. Parecía haber confiado su vida en las manos de SoYeon, y no quería lidiar con su molestia si andaba sin ella.
Sin poder evitarlo, agarró uno de los espejos que estaba sobre uno de los muebles y miró su reflejo. Esos últimos dos días, gracias a la crema que le aplicaban, la hinchazón en su rostro había bajado casi por completo y las ampollas estaban casi desaparecidas. Aunque eso no quitaba las marcas enrojecidas, la piel herida, y era evidente tanto lo que le habían hecho. Tal vez lo único bueno era que el dolor había aminorado, y eso era un alivio para HyunJin. Además, el médico imperial le había dicho que era muy probable que no le quedara ninguna horrible marca que pudiera significar posibles miradas de desprecio en el futuro.
SeungMin le había dicho la noche anterior, luego de irlo a buscar de su tercera lección con el maestro Gwon y al verlo con un nuevo velo cubriendo su cara, que debía portar esas heridas con la frente en alto y con honor. Que no eran motivo de vergüenza y humillación. HyunJin se puso a llorar al escucharlo decir eso y SeungMin sólo lo abrazó con mucho amor, recordándole cuánto lo amaba.
Ese día sólo le había visto en la mañana, ya que tenía algunos asuntos qué resolver. HyunJin ahora debía ir otra vez con el maestro Gwon para sus lecciones. El primer día fue más bien para conocerlo, conversar en general con él y mostrarle sus conocimientos. HyunJin no poseía demasiados, pero fue un alivio que el maestro no se burlara de él por eso. Lo que menos necesitaba en ese momento era que le criticaran su pobre educación.
En sus otros encuentros el maestro Gwon ya se había puesto de lleno a empezar con sus lecciones, haciéndole un pequeño plan de estudios para esos primeros meses. Le había dicho que leerían mucho, así que era necesario que empezara a acostumbrarse a eso.
Se puso de pie cuando SoYeon apareció otra vez.
―¿Necesita algo, mi Señor? ―preguntó su guardia.
―Necesito un poco de aire ―respondió él―, al menos, antes de mis clases con el maestro Gwon. Dijo que continuaríamos con Historia Política ―soltó un pequeño gemido―. ¿No suena eso entretenido, SoYeon?
La mujer le sonrió.
―Demasiado, mi Emperatriz.
―Vamos ―HyunJin fue hacia ella, cruzando sus brazos―, ¿YeJi se encuentra bien?
―Su hermana ha querido descansar hoy ―dijo SoYeon, y el muchacho no quiso preguntar más. Su hermana mayor resultó muy quemada en una de sus piernas y caminar se le hacía muy doloroso, por lo que prefería estar recostada―. En el concubinato han preguntado por usted.
―Tal vez sea momento de pasarme ―comentó HyunJin―, ¿Cómo se han tomado la noticia de nuestra Princesa?
―Todas han negado haber sido amigas de ella, incluso YooRim ―SoYeon le sonrió con complicidad―, además de negar haber participado de su atentado, mi Señor. Parece que están menos revolucionarias ahora.
HyunJin también sonrió, aunque con un poquito de rencor hacia ellas. Claro, haciéndose las desconocidas hacia YiZhou, cuando de seguro si hubieran sabido de sus planes la habrían alentado. YooRim de seguro habría querido participar de eso, considerando la envidia que sentía por él.
Sin embargo, trató de no pensar demasiado en eso. Yendo con SoYeon a su lado y dos guardias a varios pasos de él, salieron al jardín principal. El invierno estaba recién comenzando y todavía no caían las primeras nevadas, así que HyunJin quería disfrutar de las flores y los arbustos todavía. SoYeon le llevó hacia la fuente principal, donde pequeños pececitos nadaban y a veces se veían ranas saltar.
―Mi Emperatriz.
La suave voz femenina lo sacó de sus pensamientos, volteándose y viendo a SoYeon, de manera automática, llevar su mano hacia la espada. HyunJin no se sobresaltó ni espantó, sabiendo que era el deber de su amiga, y una sonrisa honesta se extendió por su rostro al ver a DaHyun a pasos de ellos.
Llevaba sin ver a la muchacha varias semanas, poco más desde que se mudó al pabellón imperial. SeungMin le había comentado que su prima pronto contraería matrimonio y que le llevaría a la boda.
DaHyun se notaba mucho más tranquila y relajada. Vestía un modesto hanbok violeta y rosado, con el cabello recogido gracias a una preciosa horquilla de oro, y su rostro llevaba un maquillaje simple. Se veía mucho mayor que él en ese momento.
―DaHyun ―dijo HyunJin, yendo hacia ella para abrazarla―, es un placer verte al fin.
―El placer es mío ―DaHyun se inclinó con respeto antes de aceptar su abrazo―, mi primo me ha pedido que te haga alguna visita para distraerte. Es lo que tanto necesitas, hermano mío.
Puede que ellos no se hubieran llevado bien en un inicio y que, por sobre todo, hubieran tenido sus conflictos. Pero DaHyun nunca fue maldadosa con él, y mucho menos, le agredió físicamente. Junto con RyuJin, fue la más sincera de las cortesanas.
―SeungMin es un exagerado ―dijo HyunJin, pero tampoco le reclamaría a su prometido que se preocupara por él de esa manera―, pero aprecio tu compañía. Paseemos, por favor, tenemos mucho qué hablar.
DaHyun le devolvió la sonrisa, cruzando sus brazos tal y como hizo SoYeon antes, y ahora su guardia les siguió desde atrás. HyunJin también se dio cuenta de las dos damas que, de seguro, acompañaban a DaHyun.
―Primero, dime ―preguntó el muchacho―, ¿Quién será tu esposo? SeungMin no ha querido decirme nada.
―¿No? ―DaHyun apuntó a su horquilla―. Me la ha regalado él como regalo por nuestro compromiso. Pronto seré esposa de la mano derecha y guardia personal del Emperador, Cha EunWoo.
HyunJin tropezó con sus propios pies y era una fortuna que DaHyun le estuviera sosteniendo, o se habría dado de bruces contra el suelo. Qué poca elegancia para una Emperatriz, fue el pensamiento del chico, antes de volver a mirar hacia su compañera.
―¿EunWoo? ―preguntó, desconcertado.
―He conocido a EunWoo muchos años ―comentó DaHyun―, lleva siendo el guardia personal de mi tío durante siete años y es muy probable que, cuando SeungMin asuma, EunWoo pase a formar parte de su guardia también.
―Es un buen partido ―afirmó HyunJin, todavía un poco confundido―. ¿Pero lo amas?
―Le quiero ―contestó ella―, pero amarlo es una palabra muy grande. Desde que he sido pequeña, he conocido más acerca del deber que del amor ―DaHyun le dio un apretón―. Estoy feliz con mi matrimonio, HyunJin, así como también lo está RyuJin.
―¿Pero ella con quién...?
―¿Tampoco te lo quiso decir SeungMin? ―ella se rió―. Con Lee MinHo, por supuesto. RyuJin estaba mucho más feliz, porque me venía hablando sobre lo guapo que era el guardia del Príncipe. Tuve que regañarla varias veces para que no lo dijera en voz alta.
HyunJin no podía borrar la expresión de sorpresa que pintaba su rostro, demasiado atónito por las noticias de las que se enteraba. ¿MinHo? ¡Ese tramposo tampoco le había dicho algo!
―¿Cuándo es el matrimonio? ―preguntó finalmente―. ¿Y por qué RyuJin tampoco ha venido a visitarme?
―RyuJin está estresada por su matrimonio ―le confesó DaHyun―, se casarán en siete días.
―¡¿Siete días?! ―barboteó HyunJin―. ¡Yo no he recibido ninguna invitación!
―No creo que la futura Emperatriz necesite una invitación. ―comentó DaHyun, riéndose.
HyunJin enrojeció ante sus palabras, sintiendo un poco de pena por el significado de lo que dijo. De seguro no lo hizo con mala intención, pero no pudo evitar recordar que él no se encontraba un poco preparado para asumir como Emperatriz. Él sabía que se iba a esperar mucho de él. Sabía que, una vez su matrimonio se llevara a cabo, todos los ojos estarían puestos en él. No lo demostraba mucho, sin embargo, en el fondo le ponía de nervios la situación.
―La ceremonia será aquí, en el templo ―prosiguió DaHyun, ignorando su repentino silencio―, RyuJin es una soñadora y ya está pensando en sus bebés.
―Tener bebés es importante ―respondió HyunJin―, significa asegurar el linaje familiar.
―Claro, es nuestro deber ―reafirmó su amiga―. Los tuyos serán Príncipes y Princesas.
―Sí... ―HyunJin no quería hablar demasiado sobre ese tema, sabiendo que empezaría a ponerse ansioso―. De cualquier forma, me alegro de que RyuJin sea feliz. Se lo merece.
―Tú también te lo mereces ―señaló DaHyun, dirigiéndole una mirada de reojo―. Lo que hizo YiZhou fue terrible y una crueldad. Creo que ninguna podía imaginarse que fuera capaz de eso.
Sintió algo de alivio al no notar la compasión en su voz, porque lo que HyunJin menos quería en ese momento era eso. Suficiente tenía con las sirvientas que le iban a limpiar sus heridas y a aplicarle crema. Apenas veía ese rastro de lástima en sus ojos, las despedía de inmediatos, sin importarle si se veía como un chico caprichoso.
―Si hubiera quedado en mis manos, habría ordenado su muerte ―confesó HyunJin, sin lucir avergonzado por eso―. Es lo mínimo que merecía.
―No sería la primera vez que una concubina trata de asesinar a un candidato a Emperatriz ―agregó DaHyun―. La dinastía Kim tiene más de trescientos años gobernando, por lo mismo, muchas concubinas han planeado atentados contra sus superiores. Es una práctica recurrente.
―Gracias a esa práctica, nos vamos a sumir ahora en una guerra ―HyunJin sacudió su cabeza―, y todo por su envidia y celos. Qué terrible.
Se detuvieron en uno de los pabellones, acomodándose en las sillas y disfrutando del día. Pronto tendría que acudir a su clase, pero por ahora, era agradable poder conversar con DaHyun.
―Supongo que no se le hizo fácil ―dijo ella―. Incluso para mí y RyuJin fue difícil, HyunJin. Creo que nadie se esperaba que mi primo se inclinara por ti como Emperatriz.
―Yo tampoco lo esperaba en un inicio ―apoyó HyunJin―, pero los Dioses han sido favorables conmigo.
―Más aún ―DaHyun suspiró―, tampoco nos esperábamos que se enamorara de ti. El amor es tan poco probable en este lugar.
HyunJin no pudo evitarlo y sonrió, observando a su alrededor.
―Estás hablando como el Emperador, DaHyun. ―le dijo.
Ella también sonrió con pesar.
―El deber es lo primero, luego el amor ―contestó, y HyunJin sabía que sólo repetía aquellas palabras que tanto tuvieron que decirle cuando crecía―. Cuando era más pequeña, pasaba mucho tiempo con SeungMin. Crecimos juntos, casi como hermanos, a pesar de que también existía la posibilidad de convertirme en su esposa.
―¿Nunca lo rechazaste? ―preguntó HyunJin.
―¿Tenía opción? ―DaHyun soltó una risa―. No, siempre me dijeron que era por el bien de la familia y porque era mi deber.
HyunJin tuvo la tentación de preguntarle algo más íntimo ahora, recordando la vez en que chismosearon sobre lo que habían hecho cuando SeungMin les llamaba. Quiso saber el porqué de su mentira, pero alcanzó a pensarlo mejor ya que, al fin y al cabo, ¿Importaba ahora? Sólo sería avergonzarla.
Conversaron otros minutos, ahora de cosas más triviales, con DaHyun dándole más detalles de su boda.
―Ya están confeccionando mi hanbok ―le decía DaHyun―, me gustaría que me visitaras algún día para que puedas verlo.
―Sería todo un placer, DaHyun.
Alguien se aclaró la garganta y se voltearon para ver a SeungMin a pasos de ellos, con el rostro tranquilo, observándoles en silencio. DaHyun se apresuró en ponerse de pie e inclinarse, pero HyunJin permaneció en su lugar, estirando su mano. El Príncipe no dudó en ir hacia ella, agarrándola y dándole un beso suave.
―DaHyun ―dijo SeungMin―, es un placer verte. Me alegro de que estés con HyunJin.
―El placer es mío, mi Príncipe. ―dijo ella.
―Me estaba contando de su boda ―dijo HyunJin―, no sabía que se casaría con EunWoo. Ni que RyuJin contraería matrimonio con MinHo.
SeungMin puso una sonrisa de diversión en su rostro, mientras que DaHyun suspiraba ante la evidente acusación en la voz de HyunJin.
―¿Era un secreto? ―preguntó ella, curiosa.
―Claro que no ―SeungMin se encogió de hombros―, no pensé que mi Hyune sería un chismoso.
―¡No es ser chismoso! ―reclamó HyunJin.
―Oh ―DaHyun pareció recordar algo―, no traje mi anillo para mostrártelo, es precioso. Te habrías enamorado de él.
HyunJin bufó, aunque de pronto, sintió algo de tristeza en su corazón. Sabía que era superficial y no debía tomarle importancia alguna, pero el anillo que SeungMin le regaló probablemente se destruyó en el incendio. Hasta el momento no recibió otro y sabía que era innecesario, sin embargo, realmente había amado ese anillo. El poco tiempo que lo tuvo significó mucho para él.
DaHyun se quedó unos minutos más con ellos, hasta que aludió que debía volver pues tenía asuntos que resolver. HyunJin se despidió de ella con un abrazo, haciéndole prometer que se verían dentro de unos días para ver su vestido.
SeungMin se sentó a su lado, dándole ahora un beso en la boca.
―Mi precioso Hyune ―le dijo, con la voz grave al oído―, hoy pensé mucho en ti.
―¿Sí? ―HyunJin sonrió―. Yo siempre pienso en ti también.
―Mmmm ―otro beso suave―, te quiero contar algo ―HyunJin se alejó unos centímetros―, hace unos días visité las ruinas de tu hogar, mi amor.
―Seung...
―Escúchame ―SeungMin le agarró la barbilla con delicadeza―, no tenía muchas esperanzas, pero ordené que buscaran entre los escombros tus cosas personales, especialmente tus cajas de joyas. MinJu nos contó cómo eran y dónde la dejó, así que mis hombres buscaron hasta que encontraron algunas. La mayoría estaban abiertas ya que se robaron las joyas, pero la del anillo...
―La tenía en otra parte. ―barboteó HyunJin, y le agarró la mano, apretándosela con fuerza.
―El anillo que te regalé se encontraba allí ―SeungMin sacó del interior de su hanbok una pequeña cajita―, pero estaba algo derretido y el jade cambió un poco de color, pero le pedí al joyero real que lo arreglara. Mira...
SeungMin, con delicadeza, abrió la cajita y HyunJin vio el anillo: el tallado de oro, que sostenía ambas piedras de jade, parecía haber sido rearmado y arreglado, ya que el diseño de las mariposas se simplificó un poco. Las flores a lo largo también tuvieron que ser modificadas levemente, pulidas otra vez, mientras que el verde jade se ennegreció por el calor. Era más bien opaco ahora, de un verde oscuro que, dependiendo de la luz, podía confundirse con negro.
―Si no te gusta ―agregó SeungMin―, puedo pedir que te hagan uno nuevo, como este, pero como era antes.
―No ―HyunJin se veía serio―, no, quiero este. Este es mío y no quiero otro ―extendió su mano izquierda, estirando sus dedos―. Ahí es donde va, SeungMin.
SeungMin suavizó su expresión, sacando el anillo y encajándolo con suavidad en su dedo. HyunJin sintió el frío material, y observó la argolla con una expresión de tranquilidad. Abrió y cerró sus dedos, viendo cómo relucía ante la luz. A pesar de haber perdido su color característico, seguía siendo hermoso.
―YiZhou será enviada con su padre en tres días más. ―dijo SeungMin.
―¿Has visitado a nuestra Princesa, mi Señor? ―preguntó HyunJin, con humor ácido en su voz.
SeungMin no pudo evitarlo y sonrió.
―Chico malo ―le agarró la barbilla―. Cuando se dio cuenta de que el diente se le cayó, vieras como enloqueció.
―Me habría gustado verlo. ―afirmó HyunJin.
―Por supuesto que sí, cosita diabólica ―bufó SeungMin―, y de seguro le habrías sacado otro diente.
HyunJin estuvo a punto de romper en risas, pero de pronto el príncipe se le acercó más y le besó en la boca con más profundidad. El menor recibió el beso con gusto, gimiendo suavemente cuando sintió la lengua delineando en su labio inferior antes de entrar dentro de su boca.
Llevaba ya mucho tiempo sin que SeungMin le tocara de esa forma y lo extrañaba. Una parte de él se moría por estar en brazos del mayor, desnudo totalmente y dejándose amar de esa manera que tanto le encantaba, pero otra sentía vergüenza de esa cicatriz en su brazo izquierdo que iba a quedar. El doctor ya se lo había dicho, pues fue la parte que resultó más quemada en el incendio. Puede que, con el paso del tiempo, y si usaba cremas constantemente, la marca no sería tan notoria. Esa parte todavía no sanaba por completo y debía ser muy cuidadoso con ella.
SeungMin no le había tocado más de la cuenta por las noches. Siempre aludía que era porque no quería hacerle daño, considerando que sus heridas estaban recién sanando, y HyunJin lo comprendía. Era lo más sensato. Sin embargo, se moría por ser tocado de esa manera.
El mayor se alejó. HyunJin sentía muchas ganas de agarrarlo de la nuca y seguirlo besando, pero sabía que no sería bien visto que lo hiciera en público.
―¿Cuándo tendremos intimidad, Minnie? ―preguntó HyunJin en voz baja.
―¿Intimidad? ―humor cubrió los ojos del príncipe―. No te conocía tan tímido, Hyun.
―No evadas mi pregunta o me enfadaré. ―le advirtió HyunJin.
―Y si te enfadas, eres capaz de arrancarme un diente. ―se burló SeungMin.
HyunJin levantó su puño en una vana amenaza. Su prometido estalló en risas, agarrándole la muñeca con suavidad.
―Cuando te sientas mejor, mi Joya más preciosa ―le dijo SeungMin, cariñoso―, cuando tus heridas sanen completamente.
―Pero te extraño. ―dijo HyunJin con lástima.
―Y yo también ―SeungMin era muy cuidadoso para no agarrarlo de las mejillas. Si bien sus heridas estaban sanando mejor, eso no quitaba todavía el leve dolor. Aun así, le agarró la barbilla con ternura―, tengo muchas ganas de hundirme en ti y que me montes, viéndote rebotar en tu trono personal, bebé.
SeungMin era un total descarado, se enfadó HyunJin cuando el calor golpeó su rostro ante tales palabras tan desvergonzadas.
―De sólo imaginarte...
―¡Ya, insolente! ―regañó HyunJin, empujándolo―. Te gusta hacerme enojar, ¿No es así?
―Me has descubierto ―SeungMin levantó sus manos con inocencia―, eres tan caliente cuando te enojas, cariño, tan ardiente y lascivo, no sabes cuánto...
HyunJin se puso de pie, soltando ruidos de rabia falsa por escuchar esas palabras. SeungMin estalló en carcajadas mientras el menor se marchaba del pabellón, rezongando y murmurando palabras por lo bajo.
―¡Nos vemos más tarde, mi hermoso sol! ―se despidió SeungMin, todavía riéndose.
Más que descarado, pensó HyunJin, aunque una pequeña sonrisa curvó sus labios.
El día que YiZhou se marchó HyunJin estaba mirando desde una de las ventanas del pabellón imperial, al lado del maestro Gwon. Tuvo que rogarle y casi llorarle para que le permitiera ir a ver su despedida, y el hombre se compadeció de él, así que le acompañó para verla.
SeungMin le había prohibido estar en su despedida, a pesar de los pucheros que le hizo, pero el Príncipe le había dicho que no quería que se agarraran a golpes otra vez. O que, más bien, HyunJin la agarrara a golpes.
YiZhou estaba bajando por las escaleras junto a dos soldados imperiales, y HyunJin no pudo evitar la satisfacción al ver que un velo cubría su cabeza. A diferencia de él, que tuvo que usar uno que tapara sólo la mitad de su rostro luego de haber sido quemado, las heridas que le provocó a YiZhou estaban en toda su cara y, por lo mismo, la ocultaba tras la tela.
―Puedo ver su deleite al ver a la Princesa así, mi Emperatriz ―dijo el maestro Gwon, un anciano de larga barba y cabellos blancos, con ojos brillantes y vivos a pesar de la edad―, aunque no actuó demasiado bien, si me permita que se lo diga.
―Se lo permito. ―HyunJin soltó una risita, viéndola subir a un carruaje que sería escoltado con un par de guardias y un mensajero por parte del Imperio.
HyunJin sabía que viajaría hasta la ciudad costera de Dongnae, que funcionaba como puerto principal del Imperio, a varios kilómetros de la capital. De allí, la embarcarían de regreso a Tainan en un viaje de poco más de diez días, según él sabía. A YiZhou se le prohibió viajar con todos los regalos y ropa que se le dio durante su estadía en el Imperio, por lo mismo, no le extrañó que tras ella subieran un pequeño baúl que debía contener todas sus cosas personales.
El mensajero iría con la misión de explicar la situación en general y traer la respuesta del reino de Tainan.
―¿Pensó en la pregunta que le hice ayer? ―habló el maestro―. ¿Por qué se le está dando tanto margen de tiempo a Tainan?
―Para prepararnos nosotros también ―contestó HyunJin, viendo el carruaje partir―, para organizar a nuestro ejército y diseñar estrategias ―hizo una pequeña pausa―. De seguro mi Señor ha estado yendo todos estos días a sus consejos de guerra, con el Emperador, los concejeros y los generales del ejército.
―Muy bien. ―HyunJin se giró y se puso a caminar con el maestro Gwon a su lado.
Más atrás de ellos, iba su séquito personal. Tres damas de compañía para servirle: MinJu, MiYeon y una muchachita aprendiz llamada WonYoung, que aceptó bajo su servicio ante la idea de educarla bajo su ala. Lo que HyunJin necesitaba en ese momento, era gente fiel a él, dispuesta a defenderlo y cumplir con sus órdenes, y por lo mismo pidió a una muchacha joven que se agregara a su servicio.
Por otro lado, le sumaron cuatro guardias nuevos, con expresivas órdenes de jamás dejarlo solo a menos que el mismo HyunJin lo pidiera. SoYeon sería su guardiana juramentada personal pero, además, se agregaban Kwak YoungMin, Kang DongHo, Yang HongSeok y Lee HwiTaek. HyunJin conversó con cada uno de ellos, averiguando sobre sus familias y qué era lo que esperaban al estar bajo sus servicios. HyunJin se aseguraría de estar rodeado con gente de confianza.
―Hábleme sobre Tainan, mi Emperatriz. ―pidió el maestro, caminando a su lado a paso lento por la edad, y HyunJin no tuvo problema en avanzar lento por él.
―Tainan es una isla ―habló HyunJin―, que queda hacia el sur. Su capital se llama Taibei. A pesar de que es una isla pequeña en comparación a nuestro territorio, posee una flota naval importante y fuerte, y su dinastía se remonta hacía ciento cincuenta primaveras aproximadamente.
―Es una dinastía joven, si la comparamos con la nuestra ―apoyó el maestro―. Ante esta guerra, Emperatriz, ¿Qué opina?
―Si bien su flota naval es fuerte, no es impenetrable ―razonó HyunJin―. Además, al ser una isla, facilita el desembarco en otras playas. Taibei es la capital, pero también su puerto principal, y posee grandes muros en sus playas, lo que imposibilita desembarcar allí, pero se puede invadir mediante otras.
―Nuestra flota es poderosa también, y contamos con panokseons y barcos tortugas ―Gwon le sonrió―. Aunque las guerras afectan más a nuestro pueblo, mi Emperatriz.
―Sí ―HyunJin se calló unos segundos―, los impuestos y la economía se destinan ahora a la guerra, por lo que hay menos recursos para nuestro pueblo ―una pequeña pausa―. Me gustaría ver la posibilidad de crear una fundación para los más necesitados, maestro Gwon.
Salieron a los jardines, dirigiéndose ahora hacia uno de los pabellones para disfrutar del día. Pronto vendrían los días de lluvia y HyunJin quería disfrutar esos últimos días de poco sol que quedaban. En el pabellón ya les esperaban unas sirvientas que habían preparado té y aperitivos por previa orden del muchacho.
Le indicó a WonYoung que les sirviera, con la muchachita adelantándose con una sonrisa tímida. Era bonitamente encantadora, tenía trece años y todavía no había florecido. HyunJin sólo era mayor que ella por poco, pero sabía que su aspecto había madurado esos últimos meses en ese lugar.
―Una fundación es una buena intención, mi Emperatriz ―Gwon asintió con su cabeza―. La caridad es importante, y mucho más en tiempos de guerra. Se verá como una buena señal de su parte y el pueblo le va a querer.
HyunJin sabía eso luego de saber mucho más de la historia del Imperio. Sabía que la idea era siempre hacerlo del corazón, y él realmente deseaba ayudar a los más necesitados con una acción como crear una fundación. Pero también sabía que debía ganarse el amor del pueblo, y la caridad ayudaba a eso.
Siguió conversando con el maestro Gwon, viendo cómo el día poco a poco comenzaba a nublarse y el frío calaba un poco más a través de las ropas. El hombre fue el primero en retirarse, minutos antes de que comenzara a lloviznar y luego de disculparse con HyunJin, pero el muchacho sabía que el anciano no soportaba bien las bajas temperaturas. Él se quedó unos minutos más en el jardín, pensativo, y cuando la lluvia hizo aparición, le pidió a HongSeok si podía ir en busca de una sombrilla para volver al interior del palacio.
HongSeok volvió a los pocos minutos, aunque iba acompañado por el Príncipe, que cargaba con una sombrilla abierta y otra en su mano. Le entregó una a MinJu, indicándoles que usaran esa para volver al interior.
―Hyune ―SeungMin le tomó la mano, dándole un beso en el reverso y otro en su anillo―, ven, cariño. Hace frío y no quiero que te resfríes.
―SeungMin ―HyunJin se puso de pie, cruzando sus brazos y con SeungMin elevando la sombrilla una vez salieron del pabellón―, ¿Terminaste con tus asuntos hoy?
―Claro ―el mayor se veía muy cansado―, nuestra cena está esperando en mis aposentos. ¿Cómo te fue con el maestro?
HyunJin le platicó brevemente lo que había conversado con él, sin mencionarle que vio la partida de YiZhou, y una vez entraron a los pasillos del palacio, SeungMin le entregó la sombrilla a uno de sus guardias para que se hicieran cargo de ella.
―... Me gustaría crear una fundación. ―fue lo último que le estaba diciendo, con voz tímida.
―¿Mmm? ―SeungMin le dirigió una mirada cariñosa―. Es una buena idea, Jinnie. ¿Has pensado para quién?
―Para los niños ―HyunJin suspiró―, para que se eduquen. La educación es tan importante, Minnie, y hay tantos niños que no pueden acceder a ella. Yo mismo sólo aprendí a leer y escribir cuando llegué aquí.
No tardaron en llegar a los aposentos de SeungMin, con la comida recién llegando. Aprovechando que estaban acomodando los platos, HyunJin le pidió a MinJu y MiYeon que lo ayudaran a sacarse las ropas y ponerse el camisón con una bata.
Pronto quedaron a solas. HyunJin se sentó ante la mesa, sirviendo vino mientras SeungMin también se cambiaba de ropa, poniéndose el pijama, y se pusieron a comer, retomando la conversación.
―¿Los niños?
―Y niñas ―aclaró HyunJin―, para todos los niños y las niñas. Podríamos iniciar con una aquí, en la capital, y ver cómo funciona. Si sale bien, luego podríamos fundar otras en más ciudades, como Dongnae o Dalgubeol, y así nos aseguramos de que llegue a más y más niños ―sonrió, soñador―. ¿No sería eso bonito, SeungMin? Que se asegure de educarlos y alimentarlos, eso también es tan importante, que estén alimentados... ―se calló abruptamente―. Bueno, sólo si te gusta la idea, quizás es demasiado ambicioso. ―añadió, un poco retraído.
SeungMin soltó una suave risa, agarrando un poco de bulgogi y alimentándolo con la carne.
―Me parece una buena idea ―dijo SeungMin, cariñoso―, me parece una idea perfecta, Hyun. Tienes mi autorización y mi apoyo. ―se acercó y le dio un beso en los labios.
HyunJin recibió ese beso con un suspiro de felicidad, antes de seguir comiendo y conversar ahora de asuntos más ligeros. Pronto estuvieron satisfechos, y en tanto los sirvientes retiraban los platos sucios, el menor fue al baño para aplicarse la crema en su rostro y piel, además de echarse un suave perfume de rosas en el cuello. Hoy quería mucho ser consentido por su prometido.
Una vez salió del baño, notó que estaban a solas otra vez. SeungMin estaba recostado en la cama, leyendo unos papeles que dejó a un lado cuando lo vio aparecer. HyunJin no tardó en subir a la cama también, gateando hacia el mayor y dándole un beso en la boca.
Comenzó tímido al inicio, pero pronto pasó a mayores: abrió su boca, con sus lenguas acariciándose, y emitió un suave gemido en su garganta. SeungMin se alejó unos centímetros.
―HyunJin ―susurró―, cariño, todavía no.
―Sí ―pidió HyunJin, haciendo un puchero―, por favor, SeungMin... Quiero tanto que me toques y me hagas el amor...
―Yo igual me muero por eso ―SeungMin le acarició la nuca―, pero tus heridas todavía no sanan por completo y no quiero provocarte dolor.
―No me lo provocaras ―prometió HyunJin―, lo haremos lento y suave.
―Hyune...
―Por favor, por favor ―lloriqueó, y decidió recurrir a su arma―, mi Emperador, por favor, necesito que me folles tanto, mi Señor...
Lo vio tragar saliva. HyunJin lamió sus labios, con los ojos brillando.
―Necesito que te entierres en mí, mi Emperador ―suplicó―, que me hagas tuyo y me llenes con tu esencia... ―bajó su voz un octavo―. Por favor, hágame un bebé, mi Emperador, déjeme preñado de su hijo.
Escuchó su gruñido y sabía que lo tenía comiendo de la palma de su mano. SeungMin ya no resistió más y le besó otra vez, ahora un poco más brusco, aunque sin ejercer demasiada presión sobre él.
Al alejarse otra vez, un hilo de saliva conectaba ambos labios.
―Está bien ―aceptó SeungMin―, pero si algo te duele, si quieres que me detenga, me lo debes decir, ¿Bueno?
―Sí, sí ―HyunJin le acarició la mejilla a su prometido―, lo pensé mucho y... Y me va a doler menos si lo hacemos conmigo en... En cuatro... ―y el color estalló en el rostro de HyunJin.
Qué estupidez, pensaba, estaba a punto de follar con su pareja y sentía ese tipo de vergüenza. Era realmente un idiota.
Pudo ver cómo SeungMin enarcaba una ceja, tomándose sus palabras con tanto humor.
―¿Y desde cuándo lo venías pensando? ―se rió el Príncipe.
HyunJin bajó sus ojos un segundo, antes de volver a mirarlo.
―Desde hace días ―le dijo, y le besó―, después de todo, mi Emperador, no soy más que su sucia cosita dulce y pecadora, ¿No es así?
SeungMin emitió ahora un gruñido más grave, pero HyunJin no tuvo tiempo para procesarlo, porque recibió otro beso salivoso y lascivo. No podía abrazar bien a SeungMin por sus heridas en su brazo, y el mayor lo sabía muy bien, así que se detuvo antes de que se volviera más agresivo y salvaje. Le ayudó a quitarse el camisón, dejándolo desnudo, y HyunJin se apresuró en acomodarse sobre la cama, con las rodillas y las palmas de la mano apoyadas en la suave colcha.
SeungMin se apresuró en agarrar el aceito, derramándolo en sus dedos y mano, antes de observar el suave, apretado y precioso trasero de HyunJin. Tuvo la tentación de abrirle el culo y comérselo, pero se dijo que lo haría mejor en la mañana. Ahora, su pene se encontraba endurecido y húmedo por la necesidad de entrar en el agujero del menor.
Oyó el jadeo que soltó HyunJin cuando le agarró de las nalgas, inclinando un poco su espalda y elevando el culo. SeungMin deslizó su mano, húmeda por el aceite, entre ambas nalgas, abriéndolo con suavidad antes de comenzar a frotar los dedos contra el cerrado ano de HyunJin.
―Mi Señor... Mi Señor... ―gimió HyunJin, temblando bajo él.
―¿Sí, mi pequeño bebé? ―gruñó SeungMin, sin dejar de observar y trabajar en el culo bajo él, preparándolo y dilatándolo para recibirlo―. ¿Tanto lo quieres?
―Sí, sí... ―tartamudeó HyunJin―. Ese... Ese es su lugar, mi Emperador...
―Dioses ―jadeó SeungMin―, pequeña cosita golosa, ¿No tienes un poco de vergüenza?
HyunJin no pudo contestar, sintiendo el primer dedo adentrándose en él, y cerró sus ojos con fuerza por la sensación de placer golpeándolo. El segundo y tercer dedo no tardaron en hacer presión también, abriéndose paso en su canal anal, con el aceite ayudando a abrirlo. Aunque, si era sincero, le sorprendió bastante que SeungMin fuera capaz de contenerse para no hacerlo más duro o brusco. A pesar del placer, de sus palabras, parecía muy consciente de no provocarle daño.
SeungMin, una vez lo tuvo listo, quitó los dedos y contempló el agujero bajo él, abierto y húmedo para él. Ahora se echó más aceite, pero para masturbarse la dura polla, y antes de penetrarlo, se inclinó y le hizo un camino de suaves besos en la espalda baja, besando también sus nalgas con cariño.
―Mi precioso y lindo Hyune. ―gimió, empujando su polla dentro de él con lentitud.
El menor emitió un gemido-grito, un poco desacostumbrado a la sensación de tener algo en él, pero también amando la manera en que su cuerpo le recibía. HyunJin amaba eso, adoraba sentir a SeungMin dentro de él y percibir el inevitable placer en su piel. Había nacido para eso, para estar en los brazos de su prometido de esa manera, y jamás iba a negarse a sentirse así.
El Príncipe siguió hundiéndose en él, gimiendo también, y sólo se detuvo cuando sus testículos golpearon el trasero de HyunJin. Apretó su pecho contra la espalda del menor, deslizando su mano para atrapar la polla del muchacho entre sus manos también, y cuando HyunJin sollozó que siguiera, que continuara, empezó a mover sus caderas con suavidad, sin apuro y sin ser agresivo.
Volvió a besarle, ahora en la espalda y el cuello. HyunJin parecía apenas capaz de sostenerse, con los brazos temblando, y SeungMin lo abrazó por la cintura para sostenerlo.
―Mi Joya más preciosa ―le susurraba SeungMin―, mi Emperatriz de oro, mi amor de ojos brillantes y sonrisa de corazón...
―SeungMin, SeungMin... Mi... Mi Emperador...
Más besos suaves en el cuello, marcando esa hermosa piel, a ese hermoso chico que adoraba con el alma.
―Mi primavera más colorida ―le siguió recitando al oído, con esa voz grave y enviando escalofríos por su espina dorsal―, mi verano caluroso, mi otoño de fuego y mi invierno tan acogedor...
HyunJin sollozó cuando el placer explotó y el orgasmo recorrió su cuerpo, apenas pudiendo mantenerse en alto. SeungMin aceleró su movimiento levemente, lo suficiente para extender el éxtasis y correrse también, y el calor inundó su culo en menos de unos segundos. El gemido del Príncipe fue suficiente para saber que eyaculó en él, y HyunJin sólo recibió su esencia con suaves jadeos y lloriqueos débiles.
Se quedaron así, quietos y recuperando sus respiraciones por unos largos segundos, hasta que SeungMin se movió primero para salir de él y ayudarlo a recostarse. HyunJin, casi de inmediato, sintió el sueño llegar en él, adormecido por el orgasmo.
―¿Quieres que te limpie? ―preguntó SeungMin, cariñoso.
―¿Puedes? ―murmuró HyunJin.
―Puedo todo por ti, mi amor.
SeungMin, con calma, fue al baño y humedeció un paño, volviendo para quitarle los restos de esperma de su vientre y muslos. Luego, lo cubrió con las sábanas y mantas, antes de recostarse a su lado también, abrazándole con ternura.
―¿No te hice daño? ―preguntó SeungMin, estirándose para apagar las lámparas.
―No ―HyunJin le besó en los labios―, nunca me haces daño, mi Emperador.
SeungMin le sonrió y HyunJin pensó que ojalá todos los días fueran así. Ojalá fueran tan sencillos y sin mucho movimiento, y se dijo que los iba a disfrutar. Los atesoraría para poder aguantar el momento en que la tormenta estallara.
¡Gracias por leer!
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