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9


TaeHyun soltó un jadeo de dolor al sentir la callosa mano del doctor en su piel rota.

— Por favor, Cortesano — dijo el hombre con amabilidad —, necesito que se quede quieto para poder curar sus heridas.

Sorbió por su nariz, temblando y asintiendo con ferocidad, como si de esa forma pudiera darse algo de valor. TaeHyun jamás experimentó un dolor de ese tipo en su vida, tan lacerante y ardiente, con su piel en carne viva. Ni siquiera quería imaginar las cicatrices que iban a quedar allí.

Como si pudiera imaginar sus pensamientos, el doctor volvió a hablar.

— Quedaran algunas marcas — le explicó, sin dejar ese tono amable —, pero no debe preocuparse por eso, Cortesano Kang. El látigo no fue muy profundo.

No pudo evitarlo, y nuevas lágrimas cayeron por sus mejillas ante esas palabras. Sabía que debía verse como un malagradecido, pudo ser mil veces peor, como terminar muerto. Sin embargo, una parte suya no podía evitar sentir pena ante la perspectiva de su piel marcada y con cicatrices. ¿Cómo sería digno de ser Emperatriz con ese cuerpo arruinado?

— Cortesano — habló SungHoon, entregándole un pañuelo —, lo que acaba de ocurrir es muy grave.

TaeHyun no quería pensar en eso. Solo quería que esa horrorosa pesadilla acabara, quería cerrar sus ojos y despertar en su cama, como si todo hubiera sido un mal sueño. Por un instante, incluso deseó no estar allí, sino con su familia, lejos de aquellas horribles personas que le habían hecho tanto daño.

Mordió su labio inferior al sentir el paño húmedo limpiando sus heridas.

La puerta de la habitación fue abierta.

— ¿Cómo está, doctor Ahn? — preguntó una grave voz que reconoció enseguida.

TaeHyun no se volteó a ver a BeomGyu, con el rostro hinchado y empapado en lágrimas. El dolor en su espalda le hizo olvidar, incluso, su labio partido y mejilla adolorida por las bofetadas.

— He pensado en servirle una copa de láudano, mi Príncipe — contestó el doctor —, así, dejará de sentir dolor por algunas horas. El Cortesano necesita mucho descanso para que sus heridas sanen y debe dejar de lado sus tareas habituales.

— ¿Fueron heridas profundas? ¿Quedarán cicatrices?

El doctor hizo una pequeña pausa. TaeHyun sabía lo que iba a pasar ahora: BeomGyu le sacaría del Concubinato, no solo por el tema del robo, sino también por las marcas que tendría. Una Emperatriz no podía tener cicatrices de ese tipo en su cuerpo.

— No fueron profundas — explicó el doctor —, pero hay que tener cuidado para que no se infecten. En cuanto a las cicatrices, todo depende de que tan bien sanen. Puede que, con algunas cremas específicas, las marcas desaparezcan con el paso del tiempo.

— Dele láudano, no quiero que siga sufriendo — ordenó BeomGyu.

El doctor se puso de pie y comenzó a remover sus cosas, hasta dar con una pequeña botellita oscura. Sirvió una pequeña cantidad en una copa, tendiéndosela, y TaeHyun no dudó en beber el contenido. El sabor, sorprendentemente, no era tan malo.

— Le ayudará a relajarse — le dijo el doctor Ahn —, y acabará con el dolor durante unas horas.

TaeHyun asintió con la cabeza.

— SungHoon — volvió a hablar BeomGyu —, una vez acabe con las curaciones, llévalo a dormir a mi habitación. Tengo...

— BeomGyu — gorjeó TaeHyun, con la voz quebrada —, Príncipe...

Más movimiento, y de pronto, en su visión, apareció el mayor con una clara expresión de ira, pero no dirigida a él.

— No te preocupes — le dijo BeomGyu, agarrándole la barbilla y tratando de suavizar su mirada —, me encargaré de todo, TaeHyun.

TaeHyun hipó y aceptó el suave beso en su boca, apenas un roce, debido a su labio herido. Sin embargo, fue suficiente para él.

BeomGyu se retiró luego de una suave caricia. El narcótico empezó a hacer efecto a los pocos minutos, como una especie de analgésico que relajó sus músculos e hizo que el dolor desapareciera. El doctor pudo terminar de curar sus heridas, envolviendo su torso y espalda con suaves vendas. Para cuando acabó, TaeHyun apenas podía sostenerse por sí mismo, no supo cómo, pero SungHoon lo llevó al cuarto del Príncipe.

TaeHyun despertó boca abajo, con punzadas en su espalda y vistiendo un simple camisón. Ni siquiera trató de enderezarse.

— Ven, necesitas beber agua.

Parpadeó, desorientado, y unas manos le ayudaron a sentarse en la cama a pesar del suave dolor. BeomGyu le entregó una copa llena de agua, que TaeHyun bebió ávidamente. Una vez acabó, el Príncipe le sirvió otra copa con láudano, pero mucho menos de que lo que bebió antes.

— Te ayudará a soportar el dolor — explicó BeomGyu —, pero no hasta el punto de dejarte inconsciente. Debes tener hambre.

TaeHyun frotó sus ojos, viéndolo moverse a través de la habitación. Agarró de la mesa una bandeja con frutas y pan, llevándola a la cama.

— ¿Qué horas es? — barboteó TaeHyun, todavía un poco desorientado.

— Cerca de medianoche — contestó BeomGyu, sentándose en la cama. — Necesitas comer, TaeHyun.

— No — el muchacho sacudió su cabeza. — ¿Qué ha pasado? BeomGyu...

El Príncipe suspiró, agarrando una manzana, y con el cuchillo, comenzó a partirla en trozos. Le entregó uno a TaeHyun, que comenzó a comer de a poco.

— El collar... — BeomGyu le miró. — Lo que ha ocurrido es muy grave, Hyunnie. El Sumo Sacerdote insiste en que has sido tú y exige un castigo.

— No he sido yo — la voz de TaeHyun era solo una protesta débil, un murmullo que apenas se podía oír — yo jamás...

— Te creo, bebé — le interrumpió BeomGyu, agarrándole la mano, y TaeHyun calló —, por supuesto que creo en ti y tu inocencia.

No supo porqué, pero esas palabras le hicieron romper a llorar en silencio. Solo en ese momento, reparó en lo mucho que temía que BeomGyu no creyera en él y le acusara de ese robo. En que le viera como un ladrón y, por lo mismo, lo alejara de su lado.

— Oh, bebé, no llores — murmuró BeomGyu, con esa voz grave que lo derretía. — Ven aquí, precioso. Perdóname por llegar tarde, esto nunca tuvo que pasar...

Cuidadosamente, BeomGyu lo abrazó por el cuello, teniendo especial cuidado para no llevar a pasar alguna de sus heridas. TaeHyun lo abrazó con fuerza, dejando que las lágrimas cayeran y aferrándose al hombre que tenía su corazón.

— He hablado con mi padre —siguió explicando BeomGyu —, y hemos decidido hacer un juicio para esclarecer las cosas. Tendrás derecho a defenderte.

— Pero, BeomGyu... — sollozó TaeHyun. — El collar fue encontrado en mis pertenencias, yo no sé cómo llegó allí, pero estaba, y eso... y es...

— Tranquilo, tranquilo... — se apresuró en decir BeomGyu. — Yo he hablado con mi hermana también, TaeHyun. Ella no cree que te hayas robado el collar. ChaeWon no piensa que tú eres un ladrón. Ella está muy apenada por todo esto, Tyun.

TaeHyun no soltó ni un poco a BeomGyu, envolviéndose en su aroma, en su toque. Sus palabras sirvieron, al mismo tiempo, para quitarle un peso de encima. Si ChaeWon le hubiera acusado, estaría condenado casi por completo.

— BeomGyu — habló TaeHyun, alejándose un poco —, mis cicatrices...

— No me importan — contestó el mayor, serio y feroz —, no significan nada para mí. Sigues siendo hermoso y perfecto para mí, mi joya más preciada.

TaeHyun no sabía cómo podía ser eso, pero entre todo el sufrimiento que sentía, las palabras de BeomGyu eran más efectivas que cualquier opio bebido. Lo que le decía BeomGyu era lo que necesitaba para que el dolor acabara, haciéndole saber que, a pesar de todo, todavía podía convertirse en Consorte de su único Emperador.

TaeHyun pensaba que BeomGyu, al día siguiente, le mandaría de regreso a sus aposentos. Pero, sorprendentemente, le dijo que se quedara con él y durmiera en su cama.

No solo eso: BeomGyu le atendía con mucho cariño y ternura, incluso limpiándole sus heridas y vendándolo sin una mirada de asco. Cada cosa que TaeHyun pidiera se cumplía sin una negativa, mimándolo y haciéndolo sentir como si fuera un Príncipe más.

Por supuesto, BeomGyu también tenía tareas qué cumplir, por lo que había momentos en los que se quedaba a solas. En esos instantes, TaeHyun pensaba en todo el asunto del collar y llegó a una conclusión.

— ¿Crees que el Sumo Sacerdote se robó el collar, TaeHyun?

BeomGyu bajó su copa de vino con una expresión indescifrable en su rostro. TaeHyun mordió su labio inferior, olvidando brevemente la costra que se estaba formando en esa herida y abriéndola otra vez. El mayor agarró un pañuelo y le limpió el pequeño hilo de sangre que salió.

— El sacerdote Hwang me odia — le dijo TaeHyun —, y no ha estado feliz con lo que tenemos tú y yo. Él quiere que su hija...

— Sé que espera ver a su hija como mi Emperatriz — le interrumpió BeomGyu, amable —, ¿y crees que ella está involucrada?

— No me crees — espetó TaeHyun, desilusionado —, piensas que...

— No es que no te crea, mi amor — contestó BeomGyu, dulce —, es solo que es una acusación muy grave. ¿Tienes pruebas de esto, TaeHyun? — el chico negó con la cabeza. — Acusar al Sumo Sacerdote sin una prueba es casi una condena de muerte, bebé.

TaeHyun miró a BeomGyu por unos segundos, observando la expresión dudosa en el rostro del mayor.

— Tú también lo crees — soltó, un poco sorprendido.

BeomGyu sonrió, aunque seguía viendo esa mirada precaria en sus ojos.

— El Sumo Sacerdote tiene una coartada de esa noche, TaeHyun — le explicó BeomGyu —, él estuvo con mi hermano menor, el Príncipe Kai, pues se enfermó hace unos días. Según los guardias, no dejó la recamara de mi hermano en toda la noche, preocupado por él.

— Podría tener...

— ¿Un cómplice? Claro — BeomGyu le acarició la mejilla con suavidad. — Pero se interrogó a todo el mundo, cariño. Durante la noche, no entró ninguna aya a la habitación de ChaeWon ni tampoco algún guardia. Interrogué a todo el mundo, y todas las conversaciones coinciden.

TaeHyun soltó un suspiro, derrotado, y bajó la vista.

— Entonces, ¿para qué hacer un juicio? — murmuró, desganado. — Todas las pruebas apuntan a mí, BeomGyu. Deberías simplemente...

— No quiero oírte terminar eso — le interrumpió el mayor, impasible. — Tú eres mi Cortesano, mi Concubino, y yo decido cuál es tu lugar en este palacio.

El menor sintió un escalofrío al escuchar esas palabras viniendo de parte de BeomGyu, y se deslizó por las suaves sábanas de seda. Sus heridas ya estaban en mucho mejor estado, con la costra formándose, aunque eso no quitaba el dolor. Sin embargo, ya le habían quitado el láudano de sus medicinas, pues no quería generarle alguna adicción. Ahora, se debía enfrentar al dolor sin un analgésico.

— BeomGyu — le murmuró, cerrando sus ojos brevemente —, ¿por qué no solo elegir a YeJi? ¿O a ChaeHyun? Ellas son...

— Ellas no son tú — replicó BeomGyu —, ellas no me interesan. No me interesa ninguna de ellas.

— ¿Hablas en serio?

— Claro que sí — BeomGyu deslizó sus labios por el cuello de TaeHyun. — Tú podrías...

BeomGyu se vio interrumpido cuando las puertas fueron abiertas, y se enderezó con una clara expresión de molestia.

— Disculpe, mi Príncipe — dijo SungHoon —, pero el Emperador ha venido a visitarlo.

— Dile que...

— Que pase, supongo — habló el Emperador, y SungHoon se hizo a un lado, dándole la pasada. — Me he cansado de esperar tu autorización para visitar el estado del Cortesano Kang, Príncipe Heredero. Espero que sepas perdonar mi impertinencia.

TaeHyun casi pudo escuchar el rechinido de dientes que BeomGyu hizo, tensando su mandíbula y poniéndose de pie. El Príncipe se inclinó ante su padre, y TaeHyun se apresuró, a pesar del dolor, a tratar de enderezarse.

— No te molestes, TaeHyun — se apresuró en decir el hombre, amable. — Sé que sigues herido, así que no es necesaria tu inclinación. Dime, ¿cómo estás?¿Te están cuidando bien?

El menor sonrió con duda, sin saber a dónde mirar exactamente. Si a BeomGyu, que se veía más que molesto, o al Emperador, que traía una sonrisa suave en su rostro.

TaeHyun se arrebujó en el hanbok simple que vestía, medio suelto para no apretar sus heridas.

— Estoy mucho mejor, mi Emperador — respondió —, el Príncipe BeomGyu ha sido muy atento conmigo, a pesar de las circunstancias.

El Emperador no borró la sonrisa de su rostro, aunque se podía notar cierta tensión en sus ojos. Como si nada, y sin importarle que BeomGyu no le hubiera invitado, caminó hacia el centro de la habitación y se sentó en uno de los sofás. Casi de manera inmediata, apareció una sirvienta para preguntar si querían beber algo, y recién ahí BeomGyu murmuró que trajera té para ellos.

— Lo que ha pasado no es más que una extraña y rara confusión — habló el Emperador después de unos segundos —, y el castigo que se te dio, fue demasiado extremo. Ya he hablado con el Sumo Sacerdote acerca de esto.

TaeHyun abrió su boca, pero no salió ninguna palabra de sus labios. BeomGyu ya no se veía tan irritado, aunque eso no quitaba la expresión un poco molesta de su rostro.

— Mi Emperador... — murmuró TaeHyun, conmovido. — ¿Usted no cree que yo...?

— ¡Por supuesto que no, TaeHyun! — le interrumpió el hombre, sorprendido.

Hubo un breve instante de silencio hasta que el muchacho se puso de pie, ignorando el dolor y yendo hacia el Emperador. Se arrodilló ante él y le agarró la mano.

— Mi Emperador — le dijo, con la voz apretada —, muchas gracias, usted...

— Oh, mi muchacho — se rio el hombre. — Ven, no hagas esto. Necesitas descansar y no preocuparte por un viejo como yo.

— No, mi Emperador — TaeHyun le besó la mano al adulto, sin importarle un poco que BeomGyu le estuviera mirando. — Necesito agradecérselo de alguna forma...

— Cuando te sientas mejor, podrás hacerlo, TaeHyun — contestó el Emperador. — Quiero verte danzar pronto.

— Tendrás que esperar, padre — habló BeomGyu, con su tono enfurecido —, el doctor ha recomendado mucho reposo. TaeHyun, ve a la cama.

TaeHyun decidió no tentar a su suerte, poniéndose de pie con ayuda del Emperador, que le dio una suave caricia en su mejilla. Era alto, mucho más que él, se dio cuenta en ese momento. Sin perder la conmoción, volvió a la cama, ignorando la mirada furibunda de BeomGyu.

Para fortuna de todos, la sirvienta apareció con una bandeja y tazas de té. Le sirvió a cada uno, rellenando el extraño silencio que se instaló en la habitación.

— De todas formas — habló el Emperador —, el juicio se llevará a cabo mañana. Príncipe Heredero, he pensado que, si no te molesta, yo podría servir de juez.

— Gracias por el ofrecimiento, padre — habló BeomGyu, con la voz tensa —, pero me temo que debo rechazarlo. TaeHyun es parte de mi Concubinato, por lo mismo, yo deberé decidir su inocencia o culpabilidad, y aplicar el castigo en caso de esto último.

TaeHyun estuvo tentado de morder otra vez su labio inferior, aunque alcanzó a impedirlo. Esos últimos días lo había estado haciendo demasiado, y eso mismo provocaba que no pudiera sanar como correspondía.

— Como desees, BeomGyu — contestó el Emperador —, pero, de todas formas, estaré presente.

Conversaron unos pocos minutos más hasta que el adulto decidió que debía volver a sus deberes. Fue donde TaeHyun, diciéndole que volvería a visitarlo y que no se preocupara por lo que fuera a ocurrir al día siguiente. Incluso le dio otra caricia suave en la mejilla antes de retirarse.

Una vez quedaron a solas, BeomGyu comenzó a mascullar palabras por lo bajo, sin poder creerse el descaro de su padre. Visitando a TaeHyun, acariciándolo frente a él, hablándole de esa forma... El Emperador estaba sobrepasando todos los límites, en su propia opinión, ¿qué era lo que pretendía? ¿Es que ya no estaba claro que TaeHyun era suyo, de nadie más? ¿Acaso debería hablarlo con él?

— BeomGyu...

Se volteó a ver al muchacho, que se veía un poco apenado por la situación. Se forzó a respirar para calmar su ira.

— No quiero que te quedes a solas con él nunca más — gruñó, con las manos temblando.

— BeomGyu — insistió TaeHyun, arrodillándose en la cama —, no debes preocuparte. No debes… — el chico ladeó la cabeza. — Yo soy tuyo, de nadie más. Yo te quiero a ti.

— Dime... — BeomGyu fue hacia él, agarrándole de la barbilla. — Dime, si él te ordena que se acuesten, que lo complazcas, ¿qué harás? Es tu Emperador.

— No, tú lo eres — le corrigió TaeHyun, dándole un suave beso en la boca. De forma inmediata, el cuerpo de BeomGyu se relajó. — Tú eres mi Emperador, nadie más. Tú eres el único de mi vida, mi Señor.

BeomGyu volvió a besarlo, posesivo y celoso, derritiéndose por TaeHyun. Siempre por TaeHyun.

El juicio fue llevado a cabo en uno de los salones menores del Palacio Imperial, en los que solían hacerse reuniones más privadas entre el Emperador y sus consejeros.

Para fortuna de TaeHyun, no había mucha gente presente, aunque ya todo el palacio debía estar al tanto de lo ocurrido. Un escándalo como ese no sería fácil de ocultar, pero no dejaría que eso lo amedrentara.

Él fue sentado en el centro del salón, con BeomGyu ubicado en el fondo, en la silla que le correspondía al Emperador. Por los costados, en unas graderías de una fila, se encontraba el público: en la izquierda estaban las Cortesanas: YeJi, ChaeHyun, SiEun y WonYoung. En la derecha, estaban las princesas YeJi y ChaeWon, con la aya encargada del cuidado de la princesa menor, junto a los dos guardias que custodiaron su habitación esa noche, y el Emperador.

A TaeHyun le sorprendió verlo sentado allí, pero no hizo pregunta alguna.

— Quiero que seamos rápidos y expeditos con esto — habló BeomGyu, con esa grave voz que provocaba escalofríos en TaeHyun —, sin dar lugar a exabruptos y gritos. Sumo Sacerdote, tiene la palabra.

TaeHyun no se volteó a verlo, pero sabía que ese horrible hombre estaba detrás de él. No lo había visto desde lo ocurrido hacía días, sin embargo, el solo hecho de tenerlo así de cerca, le provocaba náuseas. No quería estar nunca más en la misma habitación con él, por muy imposible que fuera.

— Mi Príncipe — saludó el hombre —, mi Emperador y mis Princesas. Lo que pasó hace una semana es un hecho más que grave. La Princesa ChaeWon fue atendida por sus sirvientas, cuando su educadora, la aya Im, se percató de que uno de sus collares no se encontraba en el lugar correspondiente. Este collar es el que su madre le regaló, por lo que posee un gran valor sentimental para la Princesa. Se buscó en todos los rincones de su habitación, cuando la aya recurrió a mí al no tener éxito en su búsqueda. Ella me mencionó que el día anterior, la Princesa compartió con un Cortesano del Príncipe Heredero, así que se acudió a los aposentos de las Cortesanas, y fue cuando se encontró el mencionado collar oculto bajo el colchón de su cama — el hombre dio unos pasos hacia BeomGyu, decidido. — Por eso mismo, se le aplicó el castigo correspondiente. Un robo a la familia imperial debería ser castigado con la muerte, pero decidí ser clemente con el muchacho.

Clemente. Sí, cómo no. TaeHyun apretó sus labios, recordando cada azote entregado con total saña y rabia. Cómo el látigo se enterraba en su piel y abría su carne, con la sangre corriendo por su espalda.

— Bien — habló BeomGyu, antes de mirar hacia TaeHyun. — Cortesano Kang, ¿qué dices ante esto?

— Declaro mi inocencia — habló TaeHyun, con la vista baja y voz tranquila —, jamás me atrevería a robar nada, y mucho menos de la familia imperial. Estoy muy agradecido del lugar que el Príncipe Heredero me ha dado dentro del palacio, así como lo estoy de todo el cariño que sus hermanas me han dado. No niego que estuve ese día con la Princesa ChaeWon, a la que ayudé a coser un durumagi, pues ella me lo pidió. Cuando se acercó su hora de dormir, la aya Im apareció, pero yo me ofrecí a atender a la Princesa. La ayudé a desvestirse, quitándole sus joyas, y el collar mencionado lo guardé en el lugar correspondiente. La Princesa puede dar fe de ello. Después de eso, la arropé y me marché a mis aposentos, conversando brevemente con las Cortesanas antes de irnos a dormir. El collar no lo robé yo y no tengo idea de cómo pudo llegar a ese lugar, pero se lo juro, mi Príncipe, que jamás robaría nada. Ni siquiera, cuando vivía con mis padres en la miseria, lo hice.

A sus palabras le siguió un pesado silencio en el lugar.

TaeHyun no se atrevió a levantar la vista. Durante los siguientes minutos, BeomGyu interrogó a la aya y a los guardias, escuchando sus versiones. Cada uno dijo lo mismo: la aya mencionó que TaeHyun se ofreció a atender a la niña, por lo que ella se marchó, y los guardias comentaron que lo vieron partir, sin llevar nada en las manos. Las Cortesanas también hablaron, diciendo que TaeHyun llegó, se desvistió y se fueron a dormir.

— Princesa ChaeWon — habló BeomGyu, y la niña se puso de pie — , ¿puedes decirnos algo?

— TaeHyun... — ChaeWon vaciló, pero el Emperador le agarró la mano con cariño. Eso pareció ser suficiente para ella —, él fue a mis aposentos ese día a ayudarme, pues es muy habilidoso en la costurería. TaeHyun sí se ofreció a ayudarme una vez llegó mi hora de dormir, y yo lo vi guardar el collar en su cajita. Él lo acomodó y yo le pregunté si era bonito, a lo que contestó que sí. Luego, cerró la caja y me arropó para dormir.

— Princesa ChaeWon, Princesa YeJi — habló el Sumo Sacerdote —, disculpe que las moleste, pero ¿el Cortesano no pareció fijarse demasiado en ese collar, no solo ese día, sino el anterior?

Nuevamente silencio. TaeHyun pudo sentir cómo perdió el color de su cara.

— Hablamos de joyas — admitió YeJi, tranquila —, pero solo fue de pasada. El tema salió a colación porque hablamos de unos aretes que llevaba el Cortesano Kang.

— ¡Yo no creo que TaeHyun se lo haya robado! — saltó ChaeWon. — ¡Él fue amable, bueno y muy dulce conmigo!

— Sumo Sacerdote — habló BeomGyu, con la voz endurecida —, soy yo aquí quién hace las preguntas, no usted.

— Mis disculpas, Príncipe Heredero — dijo el hombre, dócil y calmado —, pero creo que las pruebas son evidentes. La joya apareció entre las cosas del Cortesano.

— A mí, lo que me parece extraño — interrumpió el Emperador, y todo el mundo calló —, es saber porqué el Cortesano Kang se robaría un collar como ese — su voz era suave. — No es por despreciar los talentos de mi difunta Emperatriz, pero el collar que le regaló a ChaeWon no tiene ningún valor grande, excepto el sentimental. Si TaeHyun hubiera querido robarse algo por lo bonito o lo monetario, tenía incluso joyas más preciosas y caras entre las cosas de la Princesa.

TaeHyun levantó la vista y notó cómo el Sumo Sacerdote apretó su boca en un rictus de rabia. Sin embargo, el hombre parecía controlarse lo suficiente, pues no dijo nada y permaneció en silencio. Incluso BeomGyu no habló, aunque él se veía satisfecho con esas palabras.

— Por otro lado — continuó el Emperador —, el Cortesano Kang ha estado no solo en los aposentos de la Princesa, sino también en los del Príncipe Heredero, y no ha desaparecido nada de las pertenencias de él. Y comparte habitación con otras cuatro muchachas que también poseen joyas de gran valor, y nunca ha existido un robo allí, ¿no es así, Cortesanas?

— No, Emperador — hablaron las cuatro chicas aludidas.

— TaeHyun no tiene ningún historial — dijo BeomGyu, serio y tranquilo — y la Princesa ChaeWon no lo acusa de nada. Su inocencia, Sumo Sacerdote, es a mi parecer muy clara.

— ¿Entonces ignorará el hecho de que la joya apareció bajo la colcha del Cortesano, Príncipe? — preguntó HyunSung.

— Como mi padre, creo que todo se debe a un confuso incidente — contestó BeomGyu, e hizo un mohín. — Al Cortesano Kang no se le puede acusar, aunque su inocencia puede ser dudosa, también — TaeHyun abrió su boca. — Pero como las pruebas no son contundentes, poco se puede hacer — BeomGyu alzó su barbilla. — Si le satisface, Sumo Sacerdote, dejaremos a TaeHyun con una manchita en su historial. El castigo que tendrá se lo daré yo, como debió ser desde un inicio — el Príncipe suavizó su voz. — Que no se le olvide, Hwang HyunSung, que el Cortesano Kang es de mi propiedad, y yo detesto que las personas toquen lo que es mío sin mi permiso. Esto se acaba aquí.

BeomGyu se puso de pie y las personas en el salón le imitaron. TaeHyun pudo sentir cómo el alma volvía a su cuerpo, ignorando al Sumo Sacerdote retirándose con una expresión de molestia, y permaneció en su lugar. BeomGyu no fue directo hacia él, sino que esperó a su padre, y ambos se pusieron a conversar en voz baja.

La princesa ChaeWon fue hacia él, con una mirada de tristeza.

— TaeHyun — le dijo ella, agarrándole la mano —, lo siento mucho, yo no quería...

— Tranquila, Princesa — le dijo, sonriéndole para tranquilizarla —, esto no es su culpa. Yo le agradezco a usted por haberme defendido, a pesar de las pruebas acusándome.

— Yo sé que jamás harías algo como eso, TaeHyun... — aseguró la niña, dándole un apretón. Ella se despidió a los pocos segundos, pues tenía unas tareas que cumplir.

También se le acercaron algunas Cortesanas. Para su propia sorpresa, YeJi fue primero, con ojos apenados.

— Disculpa a mi padre, TaeHyun — le dijo ella, avergonzada —, no pensé que él pudiera... — su voz se apagó, indecisa.

— No te preocupes, YeJi — masculló TaeHyun. — Tú no tienes porqué responder por las acciones de él.

— Fue muy cruel — habló WonYoung, incómoda. — Él tuvo que esperar a que el Príncipe decidiera qué castigo darte. Se precipitó demasiado.

"Claro que lo haría", pensó TaeHyun. Tenía mucho que ganar con el hecho de que esa joya hubiera aparecido entre sus cosas.

Miró más allá, en busca de SiEun y ChaeHyun. Sin embargo, observó con desconcierto cómo se alejaban de allí sin dirigirle una palabra ni mirada. Eso le hizo sentir mal, pensando en si quizás hizo algo mal para que actuaran así.

WonYoung y YeJi se despidieron, dejándole solo, y BeomGyu se acercó a él. El Emperador se había retirado también.

— ¿Ya deberé volver a mi habitación, Príncipe? — le preguntó, entrelazando su brazo con el de BeomGyu.

— No, no hasta que yo lo decida — contestó el mayor, un poco distraído. — Todavía no te librarás de mí.

No pudo evitarlo, y soltó una risa suave, mucho más relajado que los últimos días. Aún podía sentir el dolor en sus heridas, pero con todo ese asunto ya resuelto, era como si le quitaran un peso de encima. Desde ahora, debería irse con mayor cuidado en torno al Sumo Sacerdote.

Nadie le quitaría la idea de que ese horrible hombre estuvo involucrado en todo eso.

— ¿Acaso quiere castigarme, mi Señor? — coqueteó TaeHyun.

BeomGyu le miró, riéndose con fuerza.

— No te hagas ilusiones, Tae — le respondió BeomGyu, sin dejar de reírse. — Mi padre me ha encargado transcribir algunos libros, pero creo que te dejaré ese castigo a ti — la mirada seductora desapareció del rostro de TaeHyun, reemplazada por el enfurruñamiento. — Eres una cosita pervertida, Cortesano. Me estás corrompiendo.

TaeHyun le dio un empujón, un poco enfadado, pero también con cierta felicidad en su expresión.

Si el Sumo Sacerdote esperaba haberlo alejado de BeomGyu con todo ese asunto, pues fue un fracaso rotundo. Sus pasos para ser Emperatriz eran cada vez menos, y ahora, debía agradecérselo a ese idiota.

Cuando fuera Emperatriz, TaeHyun se encargaría de agradecérselo muy bien.

¡Gracias por leer! <3

pd: aunque no lo crean, se vienen cositas MUCHO más fuertes que este castigo, así que déjenle un "faitin" a taehyun. 💌

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