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son más de once mil palabras, así que porfis ¡no se olviden de comentar y votar! 🥺

precaución: hay otra muerte ¡!

El repentino ruido a las afueras de sus aposentos llamó su atención y levantó la vista de la pintura en la que había estado trabajando los últimos días.

YuJin dejó de ordenar las ropas que usó ese día y miró hacia la puerta, con clara expresión de sorpresa. TaeHyun se puso de pie, pero su doncella le hizo un gesto de que iba ella. MinJi no estaba ya que había aludido a que tenía una cita importante con el médico Shin, por lo que su amiga más cercana era la encargada de atenderlo esa noche. No creía que BeomGyu fuera a pasar la noche con él considerando que tenía esa cena importante con los padres de SiEun, así que...

Su dama abrió las puertas y los gritos se hicieron más fuertes. TaeHyun agarró su bata, calzándose rápidamente unos zapatos y cubriéndose cuando ese escándalo se volvió más fuerte.

— ¡La mataste, bastarda, tú la mataste!

Oyó el grito ahogado de YuJin y a dos de sus guardias viéndose muy fuera de sí. YooRim no estaba, cuando debía quedarse esa noche custodiándolo.

Sin embargo, no tuvo demasiado tiempo para pensarlo, pues en ese momento se fijó en otra figura que se veía muy, muy pequeña, en medio de otros guardias. Reconoció a ChaeRyeong a los pocos segundos, y se percató, entonces, de sus ropas manchadas de sangre. Y otra mujer (era una doncella de SiEun, se dio cuenta) era la que gritaba.

— Vuelva adentro, mi Señor — dijo YoungMin, poniéndose en medio para que no siguiera viendo la escena.

— ¡Eres una asesina! — siguió acusando la doncella de SiEun, luciendo histérica y fuera de sí. — ¡La asesinaste! ¡Vas a pagar por eso!

TaeHyun no entendía nada, pero sus alarmas se activaron cuando observó a un guardia atar las manos de ChaeRyeong en su espalda.

— ¿Qué están haciendo? — habló, escandalizado. — ¡Suéltenla, ahora!

Sus palabras llamaron la atención. Aquellos hombres titubearon ante su orden, sin embargo, esa doncella se adelantó.

— ¡Fuiste tú, ¿no es así?! — le acusó, enfurecida y con los ojos llorosos. — ¡Tú le ordenaste matarla, hijo de puta!

La acusación lo desconcertó un segundo, antes de que el enojo también lo golpeara. ¿Quién se creía ella, hablándole así a él?

— ¡Cierra la boca, descarada! — le espetó, iracundo. — ¡Recuerda que estás delante de un Concubino Imperial!

Pensó que eso la haría retroceder, que escucharía sus disculpas, pero no obtuvo más que una carcajada sarcástica.

— ¡Será tu fin, Concubino! — se burló ella. — ¡En este mismo momento iré a acusarte con el Emperador y mi Emperatriz, y no vas a librarte de esto!

Y no se quedó a esperar su respuesta, porque esa doncella se giró y se fue corriendo, dejándolo con las palabras en la boca.

— Disculpe, Concubino Imperial — habló uno de los guardias que todavía tenía a ChaeRyeong, que estaba callada y con la mirada baja, ida y en shock —, pero... Pero se ha cometido un asesinato hace poco en las habitaciones de la prometida del Emperador y la dama Lee...

La palabra asesinato lo hizo abrir la boca en clara señal de sorpresa, incapaz de entender bien qué es lo que estaba pasando. Volvió a ver las ropas de su antigua doncella, con los restos de sangre, y una sensación desagradable hizo que su estómago diera un vuelco. ¿Qué es lo que había hecho ChaeRyeong?

Iba a decir algo más, sin embargo, ChaeRyeong levantó la vista ligeramente y le hizo un gesto imperceptible con su cabeza en señal de que no hablara. TaeHyun sintió su garganta apretada, aunque decidió hacerle caso, y retrocedió un paso.

— No le pueden hacer daño — dijo cuando vio que la agarraron de ambos brazos —, ¿está claro? ¡No quiero que le hagan daño!

Ambos guardias asintieron y procedieron a empujar a la doncella. TaeHyun vio cómo se la llevaban, y fue hacia DongHo.

— Averíguame qué ha ocurrido — le dijo, y él asintió con la cabeza. TaeHyun ahora le habló a YoungMin. — Ve por HongSeok y HwiTaek ahora mismo... ¿Y dónde demonios está YooRim?

— Mi Señor — dijo YoungMin —, ChaeRyeong llegó aquí y le entregó algo a YooRim, creo que era una planta o una flor. Le pidió que fuera donde un herbolario y el médico Han, y YooRim obedeció antes de que la agarraran.

TaeHyun arrugó el ceño ligeramente ante esas palabras antes de que YoungMin se retirara para ir en busca de sus compañeros. YuJin le agarró el brazo, pidiéndole que regresaran a la habitación y esperaran con calma lo que fuera a ocurrir.

El muchacho obedeció, aunque sabía que no iba a existir calma alguna. Él ya podía imaginarse lo que ocurriría esa misma noche.

BeomGyu sintió algo de pesar mientras escuchaba al padre de SiEun y Rey de Baekje hablarle y pedirle de su tabaco con esa sonrisa de complicidad. Él conocía a ese hombre, a ese viejo hombre, porque cuando fue a dejar a su hija al Concubinato casi dos primaveras atrás, le acompañó. BeomGyu estuvo presente en la cena junto a su padre y sabía que el Rey JuMong era un buen hombre. No entendía cómo pudo tener a una hija tan superficial como SiEun.

— Nuestros hijos estarán llegando en un par de días — le comentó el Rey —, aunque mi heredero no podrá asistir, pues ha quedado a cargo del reino.

— Es entendible — dijo BeomGyu, probando las uvas mientras oía la conversación superficial de SiEun y su madre con sus hermanas menores. — No he tenido mucho tiempo para preocuparme de los preparativos, pero sé que SiEun y mi hermana han gastado mucho en ella.

Solo ese día él le habían ido a tomar, en la mañana, las medidas para su hanbok. BeomGyu lo estuvo aplazando lo más posible, como si de esa manera pudiera fingir que no iba a casarse en menos de cinco amaneceres más. Cada vez que lo pensaba, su estómago daba un vuelco en angustia y ansiedad.

— Como corresponde — dijo RyuJin con tono agradable —, los Emperadores se merecen una boda grande y excéntrica. Además, le traerá alegría al pueblo — añadió —, las bodas siempre son motivo de felicidad.

— Hmmm... — BeomGyu se llevó la pipa a la boca, evitando así decir lo que pujaba por su garganta.

— Con mi Emperador nos aseguraremos de que así sea — habló SiEun, contenta. — Además, cuando le dé un hijo, más alegría les traerá.

— Los hijos siempre son motivo de felicidad — agregó la Reina JiNa. — Y estaba teniendo una idea, quizás, si nuestro Emperador quisiera pensarlo... Su hermana, la Princesa RyuJin, también está en edad de casarse y nuestro hijo mayor, el Príncipe JooIk, está buscando esposa desde hace tiempo. Para unirnos...

BeomGyu miró a su hermana menor, que se mantuvo con una expresión tranquila y casi indiferente. Él sabía que ella tenía el sentido del deber muy arraigado en su corazón, al igual que él, por lo que si se lo ordenaba, RyuJin obedecería sin protesta alguna. Pero aun así sabía que lo mejor sería hablarlo a solas con ella.

— Lo pensaré — afirmó BeomGyu, antes de mirar a sus hermanos más pequeños. — ¿Están cansados, Príncipe Kai y Princesa ChaeWon?

La más pequeña de los cuatro había ocultado su bostezo, aunque no pasó imperceptible para BeomGyu. Le hizo un gesto a la aya que los había acompañado.

— No quiero ser grosera, mi Emperador — se disculpó ChaeWon con aspecto triste.

— No lo eres — afirmó BeomGyu. — Ve a dormir, Princesa. Tu igual, Príncipe Kai, si estás demasiado agotado. Sé que han estado ayudando a la Princesa RyuJin con mi boda, así que vayan a la cama si lo desean.

Ambos decidieron obedecer y se despidieron con tonos tímidos, pronto retirándose en compañía de sus ayas y guardias. BeomGyu no pudo evitarlo y se quedó un segundo mirando la espalda de Kai, su hermano menor, pensando en lo pequeño que era. Era lo que debía pensar cuando su sentido del deber se tambaleaba y deseaba huir de aquel peso que se hacía más grande en sus hombros.

El Rey JuMong se puso a platicarle sobre algo, pero se vio casi interrumpido a los pocos segundos cuando un guardia entró con expresión pálida, haciendo que todos se callaran.

— Mi... Mi Emperador...

— ¿Qué ha ocurrido? — preguntó, dejando la pipa y frunciendo el ceño.

— Una... una dama nos ha dicho...

— ¡Mi Emperatriz! — gritó una voz femenina que cruzó las puertas, luchando por soltarse del agarre de otro soldado. — ¡Mi... Mi Señora! — y se puso a llorar, desconsolada.

— ¿JooMi? — SiEun habló, poniéndose de pie. — ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?

— ¡La ha matado!

Esas palabras provocaron que BeomGyu abriera sus ojos con fuerza, mientras que RyuJin soltó un grito ahogado y los Reyes de Baekje jadearan. SiEun fue hacia su doncella con la boca entreabierta.

— ¿Cómo? ¿A quién...? — miró hacia atrás, como si quisiera ver a alguien más. — ¿Dónde está BitNa? — el llanto se hizo más histérico. — ¡¿Dónde está BitNa?!

BeomGyu miró hacia SungHoon, que se veía tan desconcertado como él.

— ¡ChaeRyeong mató a BitNa, mi Señora!

SiEun ahora gritó y agarró a JooMi de los hombros, mientras que BeomGyu también se levantó ante esas palabras, incrédulo por lo que acababa de oír.

— ¡¿Cómo ha pasado?! — gritó el Rey JuMong. — ¡¿Es ChaeRyeong, la otra doncella que tomaste?!

ChaeRyeong, la antigua doncella de TaeHyun, fue lo primero que pensó BeomGyu, pero trató de no mostrarlo en su rostro, yendo hacia la doncella mientras SiEun se deshacía en llanto. La Reina JiNa fue hacia su hija, como si quisiera consolarla.

— ¿Qué ha ocurrido? — preguntó, con tono grave y duro. — ¿Qué es lo que ha pasado?

La doncella seguía llorando sin control alguno, sin embargo, inclinó su rostro ante él.

— Yo no sé bien... Iba a buscar a mi compañera, pero al... al estar llegando a los aposentos de mi Señora sa-salió ChaeRyeong y me... me ignoró... — comenzó a explicar. — Cu-cuando entré, vi... vi el cuerpo de BitNa en el suelo, lle-lleno de sangre y mu-muerta...

— ¡¿Dónde está ChaeRyeong?! — gritó BeomGyu, helado y con el rostro de piedra. — ¡¿Dónde está ella?!

— ¡La... la apresaron a-afuera de los aposentos del... del Concubino Imperial! — exclamó JooMi.

BeomGyu sintió como si un cubo de agua fría hubiera caído encima de él ante esas palabras. No quiso que la idea se concretara en su mente, por supuesto, pero no pudo controlarlo, y pensó enseguida que TaeHyun se había implicado en algo.

No. No. Imposible. Él se habría dado cuenta. TaeHyun no habría sido tan descuidado como para cometer un error de ese tamaño.

— ¡Ese chico... Él ordenó la muerte de BitNa...! — chilló SiEun, poniéndose histérica y volteándose hacia él. Su maquillaje se había corrido por las lágrimas. — ¡Qui-quiero su cabeza!

— ¡Silencio! — gritó BeomGyu, y se sorprendió que su propia voz saliera firme. — ¡¿Dónde demonios está ChaeRyeong?! ¡YeonJun!

El antiguo guardia de su padre, y que ahora estaba bajo su servicio, se inclinó en señal de obediencia y salió del salón. BeomGyu ordenó que quitaran todas las comidas, mientras RyuJin y la Reina JiNa trataban de calmar a SiEun y JooMi. El Rey JuMong se veía descolocado, con BeomGyu tomando aire profundamente para tratar de no ponerse ansioso.

Para su fortuna, no tuvo que esperar mucho: YeonJun llegó con la muchacha y otros dos hombres custodiándola. BeomGyu no pasó por alto sus ropas manchadas con sangre y la mirada extraviada de su rostro.

— Doncella — habló, y su tono pareció sacarla de su desorientación, porque la vio parpadear —, ¿qué es lo que ha ocurrido?

Silencio por parte de ella. Los ojos de ChaeRyeong se llenaron de lágrimas y sollozó ahogadamente, pero no dijo palabra alguna. BeomGyu endureció su mandíbula.

— Te están acusando de algo grave, doncella — espetó el Emperador —, ¿qué ha pasado?

Más llanto.

— La has matado — siseó JooMi entre dientes, que había dejado de llorar y miraba a ChaeRyeong con odio en su mirada. — ¡Admítelo, la has matado!

ChaeRyeong solo lloró con más fuerza y BeomGyu sentía que no tenía paciencia ante eso, porque si lo que ocurrió fue como estaba contando la doncella de SiEun, la situación era grave. Muy grave. No solo ponía en tela de juicio la seguridad dentro de su palacio, sino que también podía levantar otras sospechas que apuntaban hacia TaeHyun. Él ya podía verlo.

— No... no fue a-adrede... — fue lo primero que dijo ChaeRyeong, y BeomGyu sintió su mano temblar. — Yo... Yo e-estaba en los aposentos de la... la Princesa SiEun po-porque no me dejó venir y... y... — otro par de lágrimas derramadas. — De... de pronto, llegó BitNa y nos... nos pu-pusimos a discutir, a pelear, y ella me... me e-estaba ahorcando... ¡Yo solo me... me defendí!

— ¡Eres una perra mentirosa! — saltó SiEun, con odio filtrándose en su voz. — ¡No te atrevas a mentir, víbora! ¡La mataste por órdenes de tu verdadero Señor, ¿no es así?! ¡La mataste porque el Concubino Kang te lo ordenó!

— ¡No es así! — gritó ChaeRyeong. — ¡Él no me... me ordenó nada!

— ¡Basta! — ladró BeomGyu, callando a ambas mujeres. — ¡Es una acusación muy grave, Princesa! — le dijo a SiEun, que apretó sus labios. Se volteó hacia ChaeRyeong. — ¡¿Por qué se pusieron a pelear con BitNa?!

— Yo estaba... estaba... — ChaeRyeong pareció ahogarse en sus palabras. — E-estaba haciendo algo y ella llegó y... y yo nunca le agradé...

Era claro que mentía, lo que solo empeoraba las cosas en general. Y no solo él se dio cuenta, sino también todas las personas en el salón.

— ¡Mentirosa! — gritó JooMi. — ¡Le apuñalaste el cuello, casi... casi le arrancas la cabeza, serpiente!

Aquella declaración provocó otro grito de dolor por parte de SiEun. BeomGyu sentía que el asunto se le estaba escapando de las manos, y mucho más al darse cuenta de que el Rey de Baekje lo miraba fijamente, como si esperara algo de él.

Hizo una mueca con sus labios.

— SungHoon — masculló —, ve a por un médico y que retiren el cuerpo de la doncella — su guardia hizo una leve inclinación. — En cuanto a ti, ChaeRyeong...

— ¡Quiero al Concubino Kang! — exigió SiEun, yendo hacia él. — ¡Ese bastardo está implicado en esto y quiero su maldita cabeza!

Tuvo que contenerse para no golpearla, para no agarrarla del cuello y zarandearla. Los padres de la Princesa lo observaban con claro gesto disconforme y RyuJin solo hizo un gesto imperceptible con su cabeza.

Apretó sus dientes antes de hablar.

— YeonJun — gruñó —, ve por el Concubino Imperial.

La orden no calmó a SiEun, pero BeomGyu simplemente ignoró su mirada de furia y pidió que le sirvieran una copa de vino.

La habitación estaba en tenso silencio cuando TaeHyun llegó, rodeado de sus cuatro guardias hombres y con una expresión de hielo. No habían tardado demasiado y ese hecho no le gustó demasiado a BeomGyu, pero solo observó al chico inclinarse ante él.

— ¿Me llamaba, mi Emperador? — dijo con tono tranquilo.

Aquello hizo estallar a SiEun.

— ¡No te hagas el inocente, perra! — gritó ella, enfurecida y queriendo ir hacia él para golpearlo. Dos de los guardias de TaeHyun se pusieron delante del menor. — ¡Quítense, soy su Emperatriz!

— ¡SiEun, basta! — espetó BeomGyu. — ¡Vuelve a tu lugar ahora mismo!

La madre de SiEun también se movió hacia su hija, agarrándola del hombro y murmurándole que se tranquilizara.

TaeHyun seguía con ese rostro tranquilo, aunque BeomGyu notó que sus manos estaban juntas, con sus uñas de su mano izquierda rascando la zona dorsal de su mano derecha.

— Concubino Imperial — habló BeomGyu —, ha ocurrido un incidente grave y hay personas que te acusan de estar implicado.

El menor, frente a él, lo observaba con ojos brillantes y poco nerviosos. BeomGyu pensó que fingiría desconocimiento.

— Imagino de lo que se me acusa — comenzó diciendo, pero declaro mi inocencia desde este momento. ChaeRyeong ha dejado de ser mi doncella hacía tiempo atrás y no he tenido contacto con ella desde entonces.

— ¡Ella estaba fuera de tus aposentos cuando la atraparon! — acusó SiEun.

— Pero no entró a ellos — dijo TaeHyun con frialdad —, y eso lo pueden atestiguar tanto mis guardias como los soldados que la atraparon. Incluso tu doncella puede ser testigo de que yo salí después de que la detuvieran, y fue por todos los ruidos que hicieron.

BeomGyu sintió algo de alivio ante esas palabras, hasta que JooMi habló.

— Es así — dijo ella, y su voz temblaba —, pero ella le entregó algo a tu guardia mujer, ¡le estaba diciendo algo cuando la encontramos! Y esa mujer se marchó enseguida, ¡ni siquiera miró atrás cuando detuvieron a ChaeRyeong!

Se dio cuenta, en ese momento, de que YooRim no estaba. TaeHyun siempre iba acompañado de ella a todas partes, pues era su guardia personal y una mujer totalmente fiel al menor. ¿Qué significaba que no estuviera allí, entonces, y lo que había dicho JooMi?

— No sé dónde está YooRim — admitió TaeHyun, y BeomGyu tuvo que contenerse para no soltar un ruido de su garganta en señal de lamentación —, y tampoco tengo idea de qué es lo que le ha dicho ChaeRyeong a ella. Como recalco, yo estaba en mis aposentos cuando ocurrió todo esto.

— ¡Tienes algo qué ver! — siguió acusando JooMi. — ¡BitNa desconfiaba de ChaeRyeong, por eso volvió vigilarla! ¡Ella vio cuando, más temprano, ChaeRyeong se acercaba a ti y fue detenida por YooRim! Me dijo que... ¡que YooRim la llevó lejos para conversar, cuando ChaeRyeong tenía prohibido relacionarse contigo y tus sirvientes!

Con cada nueva palabra BeomGyu sentía que estaba perdiendo los nervios. Incluso la cicatriz de su rostro latió en señal de estrés, y se sirvió una nueva copa de vino, como si de esa forma pudiera calmarse.

Él no quería creer que TaeHyun tenía algo que ver con eso. Sí, había bromeado varias veces que no le importaría si su amante le hacía algo a SiEun, pero eran solo palabras sin peso alguno, porque los dos allí sabían que aquello estaba fuera de todo límite alguno. TaeHyun no sería tan estúpido como para perder los cabales de esa manera, y mucho menos con los padres de SiEun allí presentes.

Era imposible.

— No sé qué habrán... — comenzó a decir TaeHyun, sin embargo, se calló cuando BeomGyu hizo un gesto con su mano.

— Suficiente — barboteó, y fue hacia ChaeRyeong, que se había mantenido en silencio en todo momento. — ¿Qué le dijiste a YooRim y dónde está ella ahora?

— Yo... — ChaeRyeong miró hacia TaeHyun, pero el chico mantenía la mirada al frente, negándose a observarla. Por los nervios, la muchacha se puso a llorar —, e-ella... BitNa me descubrió...

— ¿Te descubrió en qué? — BeomGyu sentía cómo se estaba exasperando. — ¡Habla, por los dioses!

— YooRim y yo... — la doncella sorbió por su nariz —, ... ¡so-somos amantes, mi Emperador!

BeomGyu abrió su boca porque, de todas las cosas que esperaba que fuera a decir, no creía que saldría con dichas palabras. Notó que no solo fue él, sino también TaeHyun quién se veía sorprendido, e incluso RyuJin emitió un jadeo bajo.

— ¡Mentirosa! — gritó SiEun, escandalizada. — ¡Es una vil y asquerosa mentira para librarte del castigo! ¡Para librar a TaeHyun del castigo que se merece!

— Le dije a... a YooRim que huyera — tartamudeó ChaeRyeong —, por eso se... se marchó... ¡El Concubino Imperial no... no está implicado en esto!

— ¡Vil rata mentirosa...!

Los gritos de SiEun se vieron interrumpidos cuando entró SungHoon junto con el médico Yoon, que era el asistente del médico Han. Se preguntó dónde estaba el médico Shin, ya que este último era el segundo al mando cuando Han no estaba.

— Mi Emperador — habló SungHoon con tono bajo —, el médico Yoon ha examinado el cuerpo y ordenado que lo retiren. Los aposentos de su prometida quedarán, sin embargo, cerrados por esta noche debido a... — se silenció, dándole la palabra al especialista.

— El cuerpo de la doncella presentaba muchas puñaladas — dijo el médico Yoon —, en la zona del cuello, que fueron las que le quitaron la vida. Tenía otros dos cortes en su rostro junto con hematomas formándose... Fue asesinada con mucha saña, si me permite decírselo, Emperador.

Santos dioses. BeomGyu sintió su estómago revuelto ante esas palabras y le llenaron la copa una tercera vez.

TaeHyun también se veía pálido y fuera de sí, mientras que JooMi se ponía a llorar y SiEun parecía a punto de desmayarse.

— Doncella — gruñó BeomGyu hacia ChaeRyeong, que temblaba sin control alguno —, ¿asesinaste a una persona por ese secreto?

BeomGyu no le creía. De ninguna forma le creía, por mucho que quisiera hacerlo.

— BitNa me atacó primero — tartamudeó ChaeRyeong, y sus palabras sonaron condenatorias.

— YeonJun — BeomGyu se movió hacia el soldado —, necesito que busques a Heo YooRim y la traigas ante mí lo antes posible. Quiero escuchar lo que me tiene qué decir — una inclinación por parte de YeonJun. — Llévense a la doncella Lee a las mazmorras.

— Quiero un juicio — susurró SiEun, apoyándose en su madre. — ¡Qui-quiero que enjuicien a ChaeRyeong y a las personas implicadas en la muerte de mi doncella! ¡Pu-pude haber sido yo!

— El día de mañana se hará el juicio — dijo BeomGyu, y su voz retumbó en el lugar. — Por ahora, este asunto se cierra. ¡Saquen a la doncella de mi vista! — exigió, y no tardaron en llevársela. — En cuanto al Concubino Imperial... Quedará recluido el resto de la noche en sus aposentos — chasqueó sus dedos, apuntando a dos de sus hombres, que se pusieron rígidos. — No puede salir bajo ningún motivo, ¿ha quedado claro? Ni tampoco nadie puede entrar a su cuarto sin mi autorización.

— Como desee mi Emperador — dijo TaeHyun, inclinándose antes de retirarse en silencio.

BeomGyu fue hacia otros tres guardias, que esperaron la orden.

— Lleven a los Reyes de Baekje a sus aposentos junto a mi prometida y su doncella — dijo. — Vayan en busca de otros cinco soldados y quiero que cuiden de la familia real.

Murmullos de asentimiento. BeomGyu tenía la esperanza de que se retiraran en silencio, sin embargo, SiEun se acercó a él.

— Te doy dos opciones — siseó ella, sin usar su título y casi repitiendo las palabras que le había dicho tantos amaneceres atrás —, o lo envías al Palacio de la Tierra, o lo asesinaré con mis propias manos cuando tenga la oportunidad — BeomGyu gruñó. — Lo quiero fuera de tu vida mañana al atardecer, ¿me has entendido... mi Emperador?

La observó con desprecio cuando la vio retirarse con sus padres, que no dijeron nada ante la actitud de ella. A BeomGyu no le extrañaba que la apoyaran en silencio.

RyuJin se movió hacia él con aspecto desgastado y agotador una vez quedaron a solas.

— Estoy tratando de comprender lo que ha pasado aquí... — susurró.

BeomGyu no pudo evitarlo y, con ira y furia, lanzó su copa al suelo. El ruido resonó en la habitación vacía.

— ¡Mierda! — gritó, sin saber con quién encolerizarse por todo lo ocurrido.

— Mi Emperador — habló SungHoon, que desde que regresó se mantuvo en silencio —, tengo algo más qué decirle.

El más bajo se volteó a verlo. Su mejor amigo metió la mano por entremedio de sus ropas y sacó un saco pequeño, que tenía manchas de sangre también.

— No quise mencionarlo — dijo SungHoon —, pero estaba cerca del cuerpo. Parecía que fue cerrado con rapidez y empujado descuidadamente debajo de la cama de los aposentos...

— ¿Y qué tiene? — cuestionó RyuJin.

— Flores secas — SungHoon arrugó el ceño y lo abrió, y un fuerte olor floral llegó a las fosas nasales de BeomGyu. — Me pareció muy extraño.

¿Extraño? Por supuesto que sí. BeomGyu no entendía nada, y con aquel descubrimiento, su frustración no hacía más que crecer. Él sabía lo que iba a pasar mañana y, por mucho que fuera el Emperador, ¿estaba dispuesto a tomar ese riesgo? Si favorecía a TaeHyun, no solo sería una ofensa hacia SiEun, sino también a sus padres, y desataría una nueva guerra.

Otra guerra. Por los dioses.

— Averiguaré de dónde son — dijo RyuJin, agarrando el saco. — Hermano mayor, es mejor que vayas a descansar.

— ¿Descansar? — BeomGyu no pudo evitarlo y soltó una carcajada sin humor. — Luego de esto, tendré suerte si logró pegar un ojo en toda la noche — RyuJin se veía ahora triste. — SungHoon, por favor, pide una jarra de vino nueva para mí. Creo que será la única forma en que descanse un poco.

No escuchó la respuesta de su mejor amigo, solo pensando en qué iba a hacer para resolver ese enorme problema que, de alguna forma, implicaba a TaeHyun.

Esa misma mañana, antes de que todo el desastre se desatara, MinJi se había sentido de la misma forma que ChaeRyeong: con la desesperación haciendo revoltijos en su vientre.

Su Señor le había librado de sus asuntos ese día pues le había contado acerca de que esa noche tenía una cita con el médico Shin. Incluso YuJin se dio un pequeño tiempo libre para irle a ayudar con las ropas y el maquillaje.

— Lo odio mucho — le dijo MinJi con aspecto deprimido.

— Lo sé. Es desagradable — suspiró YuJin, acomodándole una horquilla en sus cabellos —, pero ya sabes lo que ha dicho nuestro Señor, MinJi... Si esta noche no ocurre algo, puedes dejarlo. Creo que él ya se está rindiendo con esto, MinJi.

— ¡Pero no es justo! — se quejó ella con ojos tristes y voz temblorosa. — Él ha hecho tantas cosas... Ha sido tan bueno con el pueblo... La gente lo quiere mucho...

— A veces, la vida no es tan justa, hermosa — suspiró YuJin.

Solo asintió con la cabeza, más triste que antes. Sin embargo, trató de cambiar su expresión cuando fue donde Shin JungWoo, que ya le esperaba con el carruaje listo. La había invitado a ir a la ciudad a pasear y comer, y luego, de regreso en el palacio, iban a cenar juntos. MinJi tenía mucho miedo por lo que fuera a ocurrir más tarde, pero solo trató de contenerse.

Para su fortuna, en general, se portó bien y de manera decente con ella en general. Ella no solía pensarlo demasiado, sin embargo, ese hombre parecía realmente enamorado de ella. Aquel pensamiento solo la hacía sentir más asqueada, pues a pesar de que era algo normal, no se sentía cómoda con la diferencia de edad entre ellos. Además, a veces era desagradable y miraba con mucho desprecio a la gente más necesitada, y solía decir algunos comentarios acerca de su Señor que la enardecía por dentro.

En general no fue un mal día, pues JungWoo creía que los silencios de MinJi eran por su timidez e introversión. Al menos, no le presionaba a hablar y estaba dispuesto a comprarle todo lo que quisiera. ¿Era una mala persona si se aprovechaba un poco de eso? MinJi creía que no.

Cuando comenzó a atardecer volvieron al palacio. MinJi sabía que la familia real de Baekje cenarían con el Emperador y su Señor, por lo tanto, no la iba a necesitar demasiado, así que acompañó a JungWoo hacia su habitación, que se unía a la pequeña oficina donde atendía sus asuntos médicos.

— Podríamos pedir vino y la cena — sugirió MinJi cuando vio su oportunidad —, podríamos... comer juntos si lo deseas, JungWoo.

— ¡Claro que sí! — dijo el médico con entusiasmo.

Lo segundo que más exasperaba a MinJi de estar al lado del médico era fingir que sus temas de conversación le interesaban. Era egocéntrico y ligeramente narcisista, creía ella, pues solo hablaba de él, de que provenía de una familia importante, que era un prodigio como médico y esperaba ocupar el puesto del médico Han una vez éste se retirara.

— El médico Han es muy cercano al Emperador — comentó MinJi, tratando de no bostezar.

— Claro, pero ya es anciano — respondió JungWoo con cierto desprecio —, una vez llegue el momento, el Sumo Sacerdote hablará a mi favor.

— Oh — MinJi parpadeó y echó un poco más de bulgogi a su plato —, no sabía que eras cercano a él.

— Muy cercano — afirmó el médico —, él fue quien me dio las recomendaciones para entrar aquí con la guerra.

— Qué... bueno... — eso MinJi ya lo sabía, pero se preguntó si podría sacarle un poco más de información, y le llenó la copa de vino otra vez —, me imagino que es de gran confianza para ti.

— Y yo soy de confianza para él — dijo Shin con orgullo —, le hago muchas tareas que me encomienda... ¡Pero no hablemos de eso! Debo estarte aburriendo, ¿no?

— No, claro que no — MinJi fingió beber también —, me gusta hablar contigo, JungWoo. Eres muy inteligente y yo solo soy una doncella...

Se enojó más cuando él no lo negó, solo sonrió con más orgullo ante sus palabras.

Le sirvió vino, mucho vino, a medida que comían y las horas pasaban. Incluso cuando la comida se acabó, siguieron conversando y MinJi se aseguraba de que bebiera, pues eso era lo que necesitaba en ese momento. Para cuando iba a ser la medianoche, el médico estaba muy aturdido por la bebida, pero...

MinJi se quedó quieta cuando recibió un beso sorpresivo, de pronto conteniendo las ganas de vomitar por el fuerte aroma a vino que la golpeó. Trató de seguirle el ritmo de manera torpe, sin embargo, los nervios no hacían más que aumentar al percibir las manos grandes de ese hombre agarrándola de la cintura, impidiendo así que pudiera alejarse demasiado de él.

— Eres... hermosa... — jadeó JungWoo cuando se alejó, con los ojos brillando por el placer febril que sentía —, desde... desde que te vi...

— Mi... mi Señor... — tartamudeó, luchando para no golpearlo —, de-debemos... esperar... No puede...

— Cuando nos casemos, sí... — otro beso más —, aunque no sé si aguantaré, MinJi... Eres realmente la niña perfecta para mí...

Más deseos de vomitar la invadieron, aunque tuvo un golpe de suerte cuando, de pronto, el cuerpo del médico se relajó, dejando de besarla y, al abrir los ojos (los había cerrado casi sin darse cuenta, como si así pudiera reprimir el asco), se dio cuenta de que se había quedado dormido.

— ¿JungWoo? — murmuró, y el cuerpo estaba presionado contra el suyo, totalmente quieto.

MinJi se movió con cuidado, sin querer despertarlo al escuchar su ronquido. Tardó varios minutos en quitárselo de encima completamente, y aunque tuvo el impulso de moverse hacia su oficina enseguida, decidió esperar un momento. Lo que menos deseaba era ser descubierta. Incluso lo cubrió con una manta, haciendo tiempo hasta que, finalmente, agarró valor y fue hacia la puerta que separaba su habitación de la oficina.

El lugar estaba a oscuras. Apenas haciendo ruido alguno, encendió una vela y entró, dándose cuenta de que estaba muy desordenada. Una vez acomodó la vela para que no se cayera, comenzó a buscar.

No supo cuánto tiempo estuvo allí metida, sin embargo, podía adivinar que mucho. Si bien no era una oficina grande, había muchos estantes con muchos libros y pergaminos, y no podía buscar con rapidez para así no hacer tanto ruido. MinJi solo buscó y buscó, pero con el pasar de las horas, aquella búsqueda la estaba llenando de desesperación ya que ni siquiera sabía qué estaba averiguando. En su mente quería encontrar algo que pudiera ayudar a su Señor, que pudiera inculpar al médico y al Sumo Sacerdote sobre la muerte de su bebé, no obstante, no descubría nada.

En un punto, con sus ojos hinchados por el sueño y cansancio, levantó la vista y observó la vela. Ya se había consumido más de la mitad, lo que solo indicaba que habían pasado horas desde qué empezó. Se levantó, con sus rodillas quejándose por haber mantenido la misma posición mucho tiempo, y se movió a través del cuarto. Los ronquidos del médico seguían resonando en señal de que continuaba dormido, aunque se asomó de todas formas para comprobarlo.

Al volver, fue hacia el escritorio y rebuscó encima y en los cajones, Con nulos resultados. Casi se puso a llorar por la frustración cuando acabó, incluso...

Sus ojos se posaron en el alargado cajón que estaba a sus pies, en la estantería de libros. Tenía un seguro de llave y no podía abrirlo por lo mismo, pues lo intentó.

La buscó por todas partes, pero tampoco la encontró, y fue hacia la habitación de Shin, comenzando entonces a revisar en sus ropas. Tampoco consiguió algo, así que continuó ahora en el joyero que poseía y... Allí estaba. Aunque había varias llaves.

Las agarró todas y no demoró demasiado en encontrar la correcta. Abrió el cajón solo para encontrar más papeles, y puso una expresión de desilusión.

Al menos, hasta que un fuerte aroma floral inundó sus narices.

Abrió los ojos con fuerza y el sueño desapareció. Ese aroma... Aquel olor...

Era el té.

Sus manos temblaron cuando movió los papeles, encontrando un saquito de cuero, y lo abrió con rapidez. El olor se intensificó y lo dio vuelta, con flores secas cayendo al suelo, de color blanco y rosado pálido. No solo eso: cayó también un papel y se apresuró en abrirlo.

Té de valeriana y flor de la pluma.

Según lo que sé, por sí solas no hacen mucho daño si se consumen una vez. Pero considerando nuestra posición, me han recomendado que se le prepare a nuestro amigo una vez por la mañana y una vez por la noche. Debilitarán su embarazo de manera gradual.

Preparar el té es muy sencillo: dos flores blancas (flor de la pluma) y dos flores rosadas (valeriana) en agua hirviendo, y dejarlas reposando cerca de diez minutos, para que absorba bien sus propiedades. Para endulzar, un poco de miel. Tiene un aroma fuerte, así que preocúpese que solo una persona se haga cargo de llevarle este té a nuestro amigo.

S.

MinJi trató de ahogar el grito de sorpresa cuando terminó de leer aquella nota, y con las manos entumecidas, volvió a meter las flores al saquito junto con la nota. Lo guardó entre sus ropas y se puso de pie luego de cerrar el cajón con llave, y volvió al cuarto donde Shin seguía durmiendo, dejando también la llave en su lugar.

Al mirar por la ventana, se dio cuenta de que estaba amaneciendo. El cielo todavía estaba oscuro, pero a lo lejos, a través de las montañas, el color iba apareciendo poco a poco. ¿Tanto tiempo estuvo buscando algo?

Salió de la habitación en completo silencio. MinJi no se había dado cuenta hasta ese momento, pero el aire del palacio estaba extrañamente tenso y ahogado, y solo dio unos pasos cuando una figura apareció por el pasillo. Sintió miedo, hasta que se dio cuenta de que era el médico Han.

— ¿Señorita? — preguntó el anciano, sorprendido. — ¿Qué está haciendo aquí a estas horas?

— Di-disculpe — tartamudeó MinJi, y fue hacia él. — Médico Han, yo... Yo lo estaba buscando...

— ¿Cómo? — el hombre se veía cansado y MinJi reparó en que parecía haber recién llegado del pequeño viaje en el que estuvo fuera. Se sintió mal casi de inmediato, sin embargo, ella necesitaba ayuda en ese momento. — ¿Es urgente, acaso? Hoy ha ocurrido una desgracia en el Palacio y...

— ¿Una desgracia? ¿Qué cosa?

— Han asesinado a una doncella — barboteó el hombre —, y están acusando al Concubino Kang, que está detenido en sus aposentos.

MinJi jadeó por la sorpresa de esas palabras y el anciano se vio casi arrepentido de decírselo. ¿Qué? ¿Estaban acusando a su Señor de qué cosa?

¡Era imposible!

— Oh... Yo... — su primer instinto fue retroceder, pero el rostro de su Señor llegó a su cabeza, y se dijo que debía hacerlo por él. De pronto, tuvo una corazonada: todo se relacionaba con las pruebas que había estado buscando. — Es que... Médico Han... Estoy asustada y no sé a quién más recurrir. Si el Concubino está detenido, yo no puedo...

Y se puso a llorar, porque estaba cansada, agotada y solo quería que esa horrible pesadilla acabara pronto. Ella solo quería que todo volviera a cuando su Señor era feliz, pues ella también era feliz entonces.

El hombre pareció compadecerse de ella ante sus lágrimas, abriendo su oficina y haciéndole un gesto para que pasara.

— ¿Qué necesitas, doncella Kim?

Y MinJi comenzó a explicarle todo.

Una vez acabó su relato, el sol ya estaba saliendo por el horizonte, aunque el rostro del médico Han seguía pálido y tenso.

— Valeriana y flor de la pluma — repitió luego de un instante en silencio, con la nota entre sus dedos —, las mismas flores que la doncella Lee me entregó tantos amaneceres atrás. ¿Y sabes qué descubrí en este viaje fuera, mi querida doncella Kim?

Ella no lo sabía. Solo sabía que quería un abrazo de su Señor, porque su Señor daba los mejores abrazos de la vida.

— Que estas flores solo crecen en las tierras del reino de Baekje — suspiró el hombre. — Vamos, creo que voy a preparar un poco de este té antes de ir donde el Emperador

TaeHyun no había dormido en toda la noche.

YuJin sugirió prepararle un té de manzanilla, pero TaeHyun lo desechó casi al instante. Le insistió mucho que descansara, que tratara de cerrar los ojos y dormitar aunque fuera un par de horas, sin embargo, TaeHyun solo sacudió la cabeza en un gesto pensativo.

— Me acusarán a mí, por supuesto — le dijo a YuJin, sentado en el alféizar de la ventana y mirando hacia el cielo estrellado. — Buscarán la forma de implicarme, a pesar de que no sé qué demonios ocurrió para que ChaeRyeong asesinara a esa doncella.

— Mi Señor, no debe pensar en...

— Y BeomGyu me ama, pero ¿podrá defenderme? —siguió meditando TaeHyun. — No lo creo. Es el Emperador y podría, simplemente, ignorar todo esto. Estoy seguro de que es capaz de hacerlo... Pero lo que acaba de ocurrir podría desatar una guerra con el reino de Baekje. ¿Otra guerra más? El pueblo no lo aguantaría — su voz se quebró. — Otra guerra provocada por mí, ¡no es justo, YuJin!

Su amiga solo se quedó callada, con los ojos llenos de tristeza y dolor, y TaeHyun volvió a mirar afuera. Había tenido la esperanza de que BeomGyu pudiera aparecer para conversar con él de manera más íntima, pero pronto lo desechó pues era imposible que le faltara el respeto a sus invitados de esa forma. A TaeHyun ni siquiera le dolió, ya que recordó una vieja conversación que tuvo tanto tiempo atrás con el padre de BeomGyu.

— BeomGyu es el imperio, TaeHyun, y el imperio es BeomGyu. En él recae su seguridad y grandeza.

— Si ese fuera el caso..., yo me haría a un lado. Si eso pusiera en riesgo el lmperio, lo haría.

— ¿Y BeomGyu lo haría?

— BeomGyu tomaría la mejor decisión para su Imperio. Sí, es joven y quizás un poco inexperto, pero él ama a su pueblo y no los haría sufrir si pudiera evitarlo. Confío en él y no dudo de que va a tomar la decisión correcta.

TaeHyun sabía la dura y horrible carga que tenía BeomGyu en sus hombros. Sabía lo que le pesaba, cómo llegaba algunas noches a sus brazos y sentía la tensión en su cuerpo, el estrés y la ansiedad haciéndolo sentir agotado. Él no preguntaba, no le correspondía, así que solo lo besaba y le prometía amor, y eso parecía ser suficiente para BeomGyu.

Al fin y al cabo, BeomGyu ya no era un Príncipe que podía delegar sus tareas a otros. Ahora era el Emperador. El Emperador de un gran Imperio que se había visto sacudido las últimas lunas: la guerra, la muerte de su padre, la pérdida de su hijo nonato, la herida en su rostro... ¿Cómo TaeHyun actuaría caprichosamente, resentido y enojado, cuando BeomGyu tenía toda aquella carga? Eso no era digno de una Emperatriz.

Por lo mismo, TaeHyun no se sentía molesto o herido, solo un poco solitario, pero estaba bien. Si las cosas seguían el camino que estaba imaginado en su cabeza, entonces iba a tener que acostumbrarse a esa sensación.

— ¿YooRim sigue sin aparecer? — le preguntó a YuJin, recostado en la cama cuando el cansancio le ganó, aunque sin poder dormir. Él realmente lo intentó, sin embargo, solo dio vueltas y vueltas. — ¿Dónde se habrá ido? ¿Será como dijo ChaeRyeong? ¿Huyó y me abandonó?

— Por favor, mi Señor — suplicó YuJin —, debe haber algún motivo... Ella no se iría así de la nada... Por favor, a dormir ahora...

TaeHyun quiso decir algo más, no obstante, decidió hacerle caso y cerró sus ojos.

No durmió. Dio más vueltas en la cama, a veces dormitaba, mas despertaba casi de inmediato. Y una vez llegó el amanecer, solo se puso de pie y le ordenó a su amiga que le preparara un baño, a pesar de que había bebido un suave té para relajarse.

— ¿Y MinJi? — preguntó mientras lo enjabonaba, con tanto cansancio en su cuerpo y deseando que ese día pasara lo más rápido posible. — No volvió en toda la noche.

— Nadie puede entrar a sus aposentos, mi Señor — explicó YuJin.

— Espero que no haya pasado la noche con él — susurró, deprimido —, yo jamás me lo perdonaría, YuJin, ¿qué estaba pensando...? Es solo una niña...

Se miraron a los ojos y TaeHyun supo lo que estaba pensando, algo que hizo que su corazón también doliera: "usted también es solo un niño, mi Señor". ¿Lo era, acaso? Él ya no se sentía joven ni lleno de vitalidad, por el contrario, podía imaginarse que así era como BeomGyu debía sentirse también ante tantos problemas.

"Si me condenan", pensó mientras YuJin le ayudaba a vestirse, luego de comer un poco del desayuno que le fueron a dejar, "espero poder despedirme de él. Espero poder darle un último beso."

A pesar de su evidente estado, su amiga le vistió con un hanbok completamente de un rojo oscuro, que parecía brillar por estar hecho de seda. Poseía detalles dorados en forma de sol en todo su largo, y las mangas junto con sus bordes eran de color negro. Le puso rubor en las mejillas, para disimular su palidez, y un suave maquillaje en los ojos para cubrir las ojeras. En su cuello acomodó un collar de oro y rubíes, junto con unos aretes del mismo material, y en sus cabellos, un precioso tocado con figura de mariposa.

— Mi Señor — YuJin se arrodilló ante él, tomándole las manos —, debe saber que, si lo mandan al Palacio de la Tierra, yo iré con usted. Yo lo acompañaré hasta el mismo infierno de ser necesario — le besó el dorso de las manos. — Pero, por favor, no se rinda. No deje que lo vean derrotado, mi Señor. Es lo único que le ruego hoy: no permita que ellos vean su debilidad.

TaeHyun parpadeó ante esas palabras, como volviendo en sí, y la miró nuevamente a los ojos.

— No te preocupes, amiga mía — dijo, sonriéndole con suavidad —, no voy a dejar que SiEun me vea siquiera derramar una lágrima.

YuJin le volvió a besar las manos, con una expresión más tranquila, y en ese momento tocaron a las puertas de la habitación. TaeHyun se puso de pie cuando entró DongHo.

— Mi Señor — saludó, inclinándose —, hemos venido a buscarlo para ir al Salón Principal, donde el Emperador ya le espera.

— Bien — TaeHyun le sonrió. — ¿Me veo deslumbrante hoy, DongHo?

— Por supuesto, mi Señor — dijo su guardia con solemnidad.

No le sorprendió que las personas se le quedaran mirando cuando caminó por los pasillos. Todos ya debían estar enterados de lo que había pasado y, probablemente, sacaron sus propias conclusiones. TaeHyun tenía más que claro que las pruebas le apuntaban, pero solo pudo meditar, otra vez, los motivos de ChaeRyeong para haber cometido ese gran error.

Poco probable que hubiera una historia de amor por detrás, de lo contrario, la doncella habría aludido a ello desde el inicio. Solo lo hizo para cubrir otra cosa, sin embargo, ¿de qué manera estaba implicada YooRim? ¿Y dónde estaba MinJi? Le preguntó a sus guardias si la vieron, obteniendo negativas de parte de ellos.

El Salón ya estaba atiborrado de gente: los Consejeros del Emperador, entre ellos, el Sumo Sacerdote y los Generales del Ejército; los representantes de las familias más nobles que estaban en el Palacio por motivos personales; eruditos y profesores; la familia de SiEun y la misma Princesa. TaeHyun notó que WonYoung y YeJi estaban también entre las personas, aunque no tuvo tiempo para compartir una mirada, cuando se dio cuenta de que BeomGyu estaba sentado en su trono.

Se arrodilló y lo saludó.

— Mi Emperador.

— Ve a sentarte, Concubino Kang.

A TaeHyun no le molestó el tono helado y solo le dirigió una mirada de reojo. BeomGyu vestía un hanbok completamente de negro, también con un patrón dorado de aves. La corona en sus cabellos brillaba gracias a la luz natural del salón, y lo hacía ver mucho más majestuoso de lo normal.

Se sentó en una de las sillas en medio del Salón Principal. SiEun estaba al otro lado, rígida y con la mandíbula apretada, y a su lado, estaba su doncella, JooMi.

Había otra silla vacía en medio de ellos dos. Sin embargo, pronto fue ocupada cuando trajeron a ChaeRyeong, con las manos y pies encadenados, y aspecto desastroso. El corazón de TaeHyun dolió al ver a su amiga así, sucia y agotada, y no pasó por alto el ojo morado en su rostro ni los moretones en su cuello. Contuvo el impulso de exigir una explicación, sabiendo que eso solo provocaría más sospechas en él.

— Estamos aquí — habló BeomGyu, y todo el salón dejó de hablar y cuchichear —, para enjuiciar a la o las personas responsables de la muerte de la doncella Jung BitNa, que sirvió a la Princesa Kim SiEun. Su muerte no solo pone en duda la seguridad que debería existir dentro de mi propio palacio, sino también es un ataque directo a la familia real de Baekje, por lo que la decisión que se tome el día de hoy entregará justicia a las personas afectadas y condenara a quien estuvo o quienes estuvieron implicados — una pausa pequeña. BeomGyu miró a ChaeRyeong, que miraba al suelo.

"La principal acusada es otra doncella de la Princesa Kim, la doncella Lee ChaeRyeong. Anoche declaró que lo hizo pues la doncella Jung le descubrió que poseía un... romance con una guardia, Heo YooRim — inclinó la cabeza a un lado, mirando a SungHoon. — ¿Encontraron a la guardia Heo, Park?

— No, mi Emperador — respondió SungHoon.

— Hmm... — BeomGyu volvió su vista a ChaeRyeong. — Doncella Lee, ¿sigue sosteniendo aquella versión?

Silencio inicial por parte de ChaeRyeong. TaeHyun, casi sin poder controlarlo, rascó el dorso de su mano izquierda.

— BitNa me descubrió algo  —dijo ChaeRyeong con tono débil, aunque gracias a que nadie hablaba, pudo escucharse con claridad —, y fue cuando comenzamos a discutir. E-ella me atacó primero.

— ¡Mentiras! — exclamó SiEun.

— Silencio — gruñó BeomGyu y SiEun apretó su mandíbula. — Continúa, doncella Lee.

— Ella comenzó a... a gritarme que le iba a contar todo a la Princesa Kim — siguió ChaeRyeong —, y fue cuando... cuando me golpeó también. Ella y yo nos empezamos a dar golpes y caímos al suelo, y entre todo ese forcejeo, golpeamos varios muebles de los que cayeron un montón de cosas... — sorbió por su nariz. — BitNa se subió sobre mí y comenzó a... a ahorcarme — levantó su cabeza, mostrando los moretones en su cuello. — Ella iba a matarme, no me dejaba respirar y, por la... la desesperación agarré algo para... para golpearla. Ni siquiera sé que agarré, solo quería que se quitara de encima de mí, nada más — y comenzó a llorar.

Otra vez TaeHyun tuvo que contenerse para no ir dónde ella a abrazarla, a consolarla, a decirle que él sí le creía.

— ¡No alegues una legítima defensa, serpiente! — dijo SiEun. — ¡La apuñalaste en el cuello para matarla, lo hiciste varias veces! ¡Confiesa la verdad ahora mismo! ¡Di que la asesinaste por orden de alguien más!

— ¿Por orden de quién, Princesa Kim? — preguntó BeomGyu con tono frío.

— ¡Del Concubino Kang, evidentemente! — acusó ella, y TaeHyun permaneció en su lugar. — ¿Si no por qué más estaría aquí, mi Emperador? El Concubino Kang no ha estado más que celoso de mí, pues ha caído en desgracia ante usted y el resto del palacio luego de perder a su bebé, ¡se ha vuelto loco de celos y solo quiere deshacerse de mí! Por eso mandó a ChaeRyeong, ¡ella antes fue su doncella!

Ante las palabras de SiEun, estallaron muchos susurros sin control alguno. TaeHyun podía imaginarse qué estaban diciendo, muy probablemente, le daban la razón a la Princesa. Por lo mismo, se mantuvo inexpresivo.

— ¿Qué dice usted ante esas palabras, Concubino Kang?

— Me declaro inocente — dijo TaeHyun, tranquilo. — No negaré que la doncella Lee me sirvió antes a mí, sin embargo, luego de que la Princesa Kim fue comprometida a usted, mi Emperador, Lee pasó al servicio de su prometida, y eso fue hacía más de veinte amaneceres. Además — una pequeña pausa y decidió arriesgarse —, ¿por qué le ordenaría a ChaeRyeong asesinar a una simple doncella, y no a la Princesa? Una doncella no es amenaza para mí.

Ahora los susurros se hicieron más fuertes y TaeHyun miró a SiEun, que tenía el rostro enrojecido por la rabia.

— Por otro lado — continuó —, no creo ser tan estúpido como para decirle a la doncella Lee que asesinara a tu doncella de manera tan descuidada, y que luego fuera a verme. Es irrisorio, Princesa Kim.

— Pues así fue — espetó SiEun. — Mi otra doncella, Kim JooMi, vio a Lee yendo a tus aposentos, ¡y allí habló con la guardia Heo, que está desaparecida! ¿Por qué se marchó, si es inocente, Concubino? ¡Mi Emperador, probablemente la guardia Heo escapó para terminar de cumplir su misión! — una pausa dramática. — ¡Que es asesinarme a mí!

Las palabras acusadoras de SiEun provocaron un estallido de nuevos murmullos, pero TaeHyun se fijó en que una sirvienta fue hacia la Princesa RyuJin, que estaba a un lado de BeomGyu, y le entregó algo con rapidez.

Sin embargo, no tuvo tiempo para realmente procesarlo.

— ¡No es así! — lloró ChaeRyeong con fuerza. — ¡No, mi Emperador! Yo no... ¡Yo no recibí ninguna orden de asesinar a nadie, ni tampoco la guardia Heo! — más lágrimas. — ¡Mi Señor es inocente, se lo juro, mi Emperador!

— La doncella no miente, mi Emperador.

Una nueva voz femenina habló y todos contuvieron el aire, volteándose para ver, bajo el umbral de la entrada, a Heo YooRim con aspecto tranquilo. YeonJun iba detrás de ella, y TaeHyun se percató de que iban también otras dos personas a los costados del guardia, dos hombres que no conocía.

— Guardia Heo — BeomGyu se puso de pie y TaeHyun notó que también estaba sorprendido —, es una fortuna que haya llegado, pero no está en una buena posición en este mismo momento.

YooRim caminó hacia el Emperador, arrodillándose en señal de respeto, y quienes le acompañaban hicieron lo mismo. Una sensación de alivio inundó el corazón de TaeHyun.

— Lo sé, mi Emperador — dijo la mujer —, pero si me lo permite, trataré de explicar los motivos de porqué me marché tan rápido el día de ayer.

BeomGyu volvió a sentarse y a TaeHyun le pareció que poco más se dejó caer en el trono, como si estuviera cansado y ligeramente exasperado.

— Habla.

YooRim se enderezó y cuando habló, lo hizo con calma.

— El día anterior, la doncella Lee se acercó a mi Señor durante la mañana, luego de que los Reyes de Baekje fueran recibidos. La detuve, pues sabía que sería mal visto que ella, siendo doncella de la Princesa Kim, le hablara al Concubino Kang, y fue cuando conversó conmigo. La doncella Lee estaba muy nerviosa, pues me dijo que... había encontrado algo desagradable en los aposentos de la Princesa Kim.

TaeHyun se enderezó ante esas palabras, con su estómago apretándose en una sensación de anticipo desagradable. ¿Tenía que ver acaso...?

Sintió que perdía el aire ante ese repentino pensamiento.

— ¿Desagradable? — siseó BeomGyu.

— Dijo que encontró unas flores que no conocía.

YuJin le dirigió una mirada y TaeHyun sabía que había palidecido. Escuchó el grito ahogado de SiEun.

— ¡Me-mentiras! — exclamó SiEun.

YooRim se volteó hacia TaeHyun.

— Mi Señor, ¿le gustaría...?

— Yo... — habló, con la voz temblorosa y quebrada. — Mi... Mi Emperador, yo... Yo tenía las sospechas de que... de que la pérdida de mi... de nuestro bebé, no fue natural.

Todos en el salón gritaron ante sus palabras. Vio a BeomGyu ponerse de pie otra vez, con la boca entreabierta y la piel tan pálida como el arroz. Decirlo en voz alta, luego de tanto, hizo que se estremeciera casi sin control.

— ¿A qué te refieres? — dijo BeomGyu, y su voz tembló.

— E-esas flores las... las encontré hace mucho... — habló ChaeRyeong entre sollozos —, pero… pero no sabía si llevárselas a mi Señor, no estaba segura... Tenía que confirmar qué eran y... y recurrí al médico Han...

— ¿El médico Han? — BeomGyu miró hacia la multitud. — ¡¿Dónde está el médico Han?!

— Mi Emperador, aquí estoy.

Las personas se separaron cuando el anciano habló, con MinJi detrás. La doncella venía cargando una bandeja, con una humeante taza de té, y cuando TaeHyun lo vio, sintió su corazón desbocado, sin control alguno.

Dioses. Santos dioses.

— Puedo corroborar eso — habló el médico. — Hace muchos amaneceres, la doncella ChaeRyeong fue a verme y decirme que sus padres le entregaron unas flores, pero ella no sabía qué eran y quería saber sobre sus propiedades. Ahora, supongo que lo hizo para no levantar sospechas — caminó hacia BeomGyu, con MinJi detrás, que estaba pálida también. — Las flores no las conocía, pues no son naturales de la zona. Tuve que irme del palacio unos días para poder averiguar qué eran... Se conocen como flor de la pluma y valeriana. Tienen muy buenas propiedades para las personas... Aunque no para las mujeres y donceles embarazados. En grandes cantidades, pueden provocar un aborto.

TaeHyun sintió cómo el desayuno parecía atorarse en su garganta ante esas palabras. YuJin se apresuró en darle una copa con agua cuando lo escuchó atragantarse, y mientras el doncel bebía, vio a BeomGyu ordenar que le sirvieran vino también, a pesar de que fuera temprano.

— Un aborto… — repitió el Emperador, ahora sus manos temblando.

— Puedo corroborar que es así, mi Emperador — dijo YooRim —, la doncella Lee me explicó, el día anterior, que le entregó las flores al médico Han, pero que no había tenido más noticias, y por lo mismo decidió recurrir a mí entonces. Me prometió que conseguiría más flores para que pudiera averiguar qué eran, y en el anochecer, fue cuando llegó y me las entregó, cuando apareció ensangrentada, y me rogó que fuera a buscar a un herbolario. Salí de inmediato y en la madrugada encontré a uno. Fue cuando su guardia, el soldado Bae, me encontró y le pedí que buscáramos a otro herbolario que pudiera probar para qué servían.

— ¿Y dónde las encontró, doncella Lee? — exigió saber BeomGyu.

— En los aposentos de la Princesa Kim — habló ChaeRyeong. Había dejado de llorar, pero se veía muy cansada, muy agotada. — Las encontré... las encontré bajo su cama, en un saco. BitNa me... me descubrió ayer sacándolas para entregárselas a YooRim y... y fue cuando comenzamos a discutir...

— ¡Mentiras! ¡Puras mentiras! — saltó SiEun, enloquecida y fuera de sí. — ¡Yo nunca le di ningún té a TaeHyun!

— No. Esa fue MinJi…  — dijo TaeHyun, con los ojos llenos de lágrimas y sin saber cómo sentirse en ese preciso momento.

BeomGyu miró a la doncella más joven, que seguía teniendo la bandeja entre sus brazos, y la pregunta silenciosa pronto la hizo responder.

— Los... los tés me los daba el médico Shin... — dijo MinJi, con los ojos llorosos. — Cu-cuando usted e-estaba fuera, mi Emperador, por la guerra... Y el médico Han le acompañó... El médico Shin quedó a cargo del embarazo de mi Señor y me... me da-daba los tés para él... — se puso a llorar. — Era este té, mi Emperador. El... el médico Han lo preparó y cuando lo olí, supe que era el mismo té...

— La doncella Kim — continuó el médico Han —, me buscó hoy temprano, en la mañana. Me dijo que encontró este saco en los aposentos del médico Shin, con dichas flores y una pequeña nota con instrucciones, mi Emperador.

Ya no había palidez en el rostro de BeomGyu, sino que se había puesto rojo por la ira. Su mandíbula estaba apretada, tensa, y parecía a punto de echar humo por la nariz.

— ¡Quiero a ese hombre aquí! — le gritó, y dos guardias se apresuraron en obedecer, saliendo del salón lo más rápido posible. — ¡La nota, ahora!

El médico Han se la entregó. BeomGyu la agarró y la leyó en voz alta, y cuando llegó al final, hacia la letra que servía como firma, miró a la Princesa. SiEun estaba en su lugar, quieta como una estatua, pero TaeHyun captó la mirada de sus padres: desconcierto total.

— Una S firma esta carta — dijo con tono duro como la piedra. — ¿Una S de SiEun, quizás?

— ¡No... no es así! — exclamó SiEun, ahogada. — ¡Es... es una tra-tampa, mi Señor! ¡Ese saco lo... lo pusieron en mi cuarto!

— ¿Este saco? — habló RyuJin, fría también, y una de sus doncellas se lo entregó. — Guardia Park, ¿no lo descubrió usted cuando fue a ver a la doncella asesinada?

— Sí, mi Princesa — dijo SungHoon con calma —, estaba metido bajo la cama de la Princesa Kim.

— Mi herbolario también me lo confirma, mi Emperador — dijo RyuJin. — Me acaba de escribir una nota. Son flores de valeriana y flor de la pluma. Me escribió sus propiedades, entre las que menciona que debe tenerse cuidado de no consumirla en los embarazos. Pero también me escribe que no son de aquí, mi Emperador.

— No — dijo el médico Han. — Son del reino de Baekje.

El escándalo y los gritos se desataron en el salón. TaeHyun no pudo evitarlo y se puso a sollozar, mientras que SiEun seguía alegando inocencia, con la voz cada vez más desesperada y desquiciada. La Reina de Baekje se desmayó y su esposo tuvo que agarrarla.

Santos dioses. Santos dioses, habían matado a su bebé. Lo habían matado. TaeHyun solo podía repetir ese pensamiento, con el corazón roto por una parte, aunque por otra, había una dolorosa sensación de triunfo y pequeña alegría. ¿Cómo podía sentirse de esa manera? No lo entendía demasiado bien, así que al final, solo sollozaba.

BeomGyu pedía a gritos su espada, la espada que TaeHyun le regaló. El doncel pensó que la mataría, mataría a SiEun frente a él, sin embargo, RyuJin gritó en ese momento.

— ¡Mi Emperador! — exclamó, bajando hacia él para detenerlo. — ¡Mi Emperador, por favor, espere! ¡No pierda la razón...! ¡No todavía, por favor!

— ¿No todavía? — gruñó BeomGyu, pero al menos, no se movió hacia SiEun con la espada en sus manos.

— No, por favor, mi Emperador — RyuJin apuntó a MinJi. — Doncella Kim, ¿puede comprobar con el Concubino Kang que es, efectivamente, el té?

MinJi se inclinó y se apresuró en ir hacia TaeHyun, que todavía lloraba.

— No — barboteó TaeHyun, asqueado. — ¡No, no quiero olerlo…!

— Joya — habló BeomGyu, y eso fue todo lo que pudo escuchar TaeHyun en ese momento. Esa palabra. — Mi Joya más preciosa, por favor, ¿puedes hacerlo?

Levantó la mirada llorosa hacia BeomGyu, y cuando sus ojos chocaron, vio la ira y el odio, no dirigidas hacia él, sino hacia otra persona. Sí, había eso, aunque también un amor vengativo dirigido solo hacia él.

Así que TaeHyun, tembloroso, agarró el té y lo olió. Y se puso a llorar con más fuerza.

— Lo es, mi Emperador. Es el té que el médico Shin me dio durante todo mi embarazo — lloró.

— ¡No tiene nada que ver conmigo! — siguió protestando SiEun. — ¡Padre, ayúdame, por favor!

— ¡¿En qué pensabas?! — gritó el Rey JuMong. — ¡¿En qué demonios pensabas, chica tonta?!

— ¡El médico Shin, mi Emperador!

Los soldados que habían ido en busca del hombre lo trajeron a rastras. Venía medio aturdido, con las mismas ropas del día anterior, se dio cuenta MinJi. La muchacha no se sintió culpable, pensando solo en los asquerosos besos que le dio.

— ¡Shin JungWoo! — exclamó BeomGyu. — ¡¿Estas son las condiciones de presentarte ante tu Emperador?

— ¿Mi...? — parpadeó, desconcertado, hasta que pareció reaccionar. — ¡Mi... Mi Emperador! ¡Pe-perdón, yo...!

— ¡Dioses, basura repulsiva! — gruñó BeomGyu, y le apuntó con su espada, arrancándole un gemido de horror. — Escúchame ahora, te están acusando de haberle provocado un aborto al Concubino Kang, ¡de haber asesinado a mi hijo!

— ¿Qué? — el médico perdió el color del rostro, mirando hacia todas partes y dándose cuenta de la situación. — ¡No... no, mi... mi Emperador! ¡No... no es así!

— La doncella Kim ha dicho que encontró las pruebas en tu oficina — habló RyuJin, fría como el hielo.

— ¿La doncella...? — se dio cuenta de que la muchacha, que estaba a un lado de YooRim. La guardia tenía su mano en el mango de la espada. — ¡MinJi, ¿qué... qué les has dicho?!

— La verdad — dijo la doncella, con el odio filtrándose en su voz —, la verdad de lo que usted le hizo a mi Señor. ¡Los tés que usted me daba, cada mañana y noche, para dárselos a mi Señor!

— No... no, mi Emperador — tartamudeó el hombre. — ¡No es así, se lo juro! ¡Yo no...! — y se puso a llorar.

TaeHyun temió, por un momento, que le pudieran creer. Que le creyeran a ese despreciable hombre, pero al mirar a su alrededor, supo que no era así. Todos miraban con completo desprecio al médico, que solo barboteaba entrecortadamente e incapaz de decir una frase coherente.

— ¡Ni siquiera te mereces un juicio, bastardo! — escupió BeomGyu, y nadie, ni siquiera RyuJin, se movió para detenerlo cuando levantó su espada y, en un movimiento rápido, la dejó caer en el cuello del hombre.

La cabeza rodó por el suelo y la sangre se derramó. Algunas personas gritaron y unas pocas se desmayaron, sin embargo, TaeHyun solo la contempló en silencio indiferente. Había dejado de llorar, ahora con el corazón pensando en que ojalá ese hombre hubiera sido torturado antes para que sufriera lo que él sufrió.

— ¡No, mi... mi Emperador! — gritó SiEun cuando BeomGyu fue hacia ella. Su doncella, JooMi, retrocedió con el horror pintando su rostro. — ¡Mi Emperador, hay alguien más implicado! ¡Fue el... el Sumo Sacerdote quién me dio la idea!

BeomGyu se detuvo. TaeHyun se puso de pie, buscando al hombre, que estaba entre las personas con una expresión de indignación.

— ¡Por supuesto que no, mi Emperador! — dijo de inmediato. — ¡Por favor, deshágase de esta niña, está buscando cualquier cosa para salvarse!

— ¡Es la verdad! — gritó SiEun, llorando enloquecida. — ¡Sí, yo confabulé con el médico Shin, lo admito, mi Emperador! ¡Pero fue porque el Sumo Sacerdote me dijo que lo hiciera! ¡Él me dijo que Shin era de confianza, que Shin haría todo lo que él le dijera!

BeomGyu se volteó hacia el Sumo Sacerdote. TaeHyun, sin poder evitarlo, se giró para buscar a YeJi, viendo que YeonJun la estaba sacando del salón en ese instante. Una ola de alivio le recorrió por eso, pues a pesar de todo, ella no merecía ver lo que iba a pasar a continuación.

— ¡Mi Emperador, no puede creerle! — dijo el Sumo Sacerdote.

— ¡No solo eso! — SiEun seguía hablando, frenética y enardecida. — ¡No es solo eso, mi Emperador! ¡La... la joya robada de la Princesa ChaeWon, también fue él, fue quien le dio la idea a ChaeHyun de que la dejara bajo la colcha de TaeHyun! — TaeHyun ahora se ahogó ante esa confesión. — ¡Y el incendio, fue él quien le dio la idea a ChaeHyun también! ¡Fue él, se lo juro!

Ahora YuJin tuvo que sostenerlo cuando lo vio derrumbarse, con el odio llenando el corazón de TaeHyun. Todas sus desgracias, los azotes recibidos, la muerte de sus padres, las quemaduras en su rostro, la muerte de su bebé... Fue todo por culpa de ese hombre. De ese horrible, despreciable hombre.

TaeHyun lo quería muerto. Sí, muerto, luego de que sufriera.

— ¡Guardias, quiero que se lo lleven preso! — gritó BeomGyu, sosteniendo la espada ensangrentada todavía. — ¡Aprésenlo y quiero que le den cincuenta latigazos!

— ¡Mi Emperador, no, por fa-favor! — gritó el hombre, desesperado. — ¡Es una mentira, mi Señor, es una mentira!

Entre gritos y chillidos se llevaron al hombre, que trató de resistirse y pelear, aunque sin conseguir nada. Los gritos no habían desaparecido del aire, sin embargo, cuando BeomGyu se volteó hacia SiEun.

— ¡La quiero presa también! — ordenó, con la furia en su voz. — ¡Encadenada en una sórdida celda hasta que sepa qué hacer contigo, serpiente!

SiEun también gritó cuando la agarraron, rogando perdón y llamando por su padre, que solo miró hacia otra parte mientras se la llevaban, sosteniendo a su esposa. La mujer parecía haber recobrado el conocimiento, a pesar de que se seguía viendo pálida y enferma.

Los ojos de BeomGyu se posaron en TaeHyun.

— Lleven a mi Joya a mis aposentos, ahora.

YooRim tuvo que llevarlo casi en brazos, tan débil y fuera de sí. De un momento a otro, sintió todo el peso de los últimos días cayendo sobre sus hombros, como una roca golpeándolo, y cerró sus ojos.

Tuvo que haber perdido el conocimiento un momento. Cuando los volvió a abrir, estaba en camisón, acostado en la cama de BeomGyu. YuJin le limpiaba el rostro con un paño húmedo, mientras que MinJi ordenaba sus ropas.

— ¿Chae...? — trató de hablar, con sus labios secos.

— Está durmiendo, mi Señor — dijo YuJin con cariño. — No se preocupe. Está libre, a salvo. No debe preocuparse, mi Señor.

TaeHyun asintió, aliviado, y escuchó las puertas siendo abiertas.

— Déjennos a solas.

La voz de BeomGyu sonaba grave y ambas doncellas se apresuraron en obedecer. TaeHyun enfocó su vista cuando el rostro del Emperador llegó a su visión, y extendió su mano hacia él. BeomGyu la agarró, sentándose a su lado y agarrando el paño que YuJin dejó al irse.

— Mi Tyunnie — murmuró BeomGyu, y TaeHyun leyó todo el cansancio en esa palabra, el agotamiento —, santos dioses, mi valiente Tyunnie...

— ¿Lo... lo hice bien...? — susurró TaeHyun, sintiendo su garganta.

— ¿Bien? — BeomGyu soltó una risa ronca, sirviendo ahora una copa y llenándola con agua. — Por los dioses, Tae... ¿Era eso lo que estabas escondiendo? ¿Esa enorme sospecha? — bebió, apretando sus ojos en señal de asentimiento. — ¿Por qué no me lo confiaste, amor mío?

TaeHyun pensó que estaría enfadado, que se enojaría con él por no habérselo dicho. Sin embargo, solo había preocupación y cariño en sus palabras, y ese hecho, ese simple hecho, le hizo derramar un par de lágrimas.

— Porque... porque... porque no tenía pruebas — sollozó TaeHyun, y BeomGyu se acomodó para abrazarlo. — Porque solo eran sospechas, nada más, Beommie... ¿Y si eran falsas? ¿Si no tenía la razón? Incluso yo creía eso a estas alturas...

BeomGyu lo dejó llorar, abrazándolo con más fuerza, y sintió unos suaves besos en su cuello, en su piel, que sirvieron para darle un poco de consuelo.

— Nadie más te hará daño, mi Joya más preciosa — le dijo BeomGyu una vez dejó de llorar. — No, claro que no. Me voy a asegurar de eso... Nadie te va a siquiera tocar un pelo sin mi permiso.

Soltó una risa entrecortada, mirándolo a los ojos, y sin poder evitarlo, se inclinó a besarlo en la boca. Su corazón encontró amor en ello, y a pesar de que todavía había dolor y pena por lo que le hicieron, descubrió también que había tranquilidad.

— ¿El... El Sumo Sacerdote?

— Está recibiendo su castigo — contestó BeomGyu —, y luego de eso, se le condenará a muerte por decapitación.

TaeHyun asintió con alivio. Deseaba que ese hombre muriera, así no sería capaz de hacerle más daño.

— ¿Y SiEun...?

— Estará presa hasta que se decida su destino — le dijo BeomGyu —, y la persona encargada de decidirlo, serás tú, TaeHyun. Nadie más que tú. Si la quieres muerta, solo debes dar la orden y se le cortará la cabeza.

— Oh — TaeHyun titubeó. — ¿Puedo pensarlo?

— Por supuesto — un suave beso nuevo. — Pero espero que no me obligues a casarme con ella — bromeó, y TaeHyun volvió a reír, sacudiendo su cabeza.

— Claro que no, tonto — BeomGyu lo meció como un bebé. — Aunque es una pena...

— ¿Qué cosa, amor?

— Que se haya cancelado la boda — suspiró. — RyuJin invirtió tanto tiempo en prepararla, y las ropas...

BeomGyu no dijo nada enseguida, se quedó callado varios segundos, y TaeHyun levantó la vista, extrañado por no verlo bromeando. El Emperador lo observaba con un gesto de desconcierto.

— No voy a cancelar la boda — dijo, atónito.

TaeHyun frunció el ceño.

— ¿No?

— No — BeomGyu le agarró las mejillas —, claro que no, TaeHyunnie, porque tú y yo nos vamos a casar — el doncel parpadeó. — Me voy a casar con mi Joya más preciosa en cuatro amaneceres más, ¿no?

Abrió la boca, dispuesto a decir algo, pero no salió ningún sonido de allí. BeomGyu seguía observándolo y los labios de TaeHyun temblaron, y no podía creerlo, sin embargo, se puso a llorar.

El Emperador lo abrazó otra vez para que llorara en sus brazos.

— Por supuesto que nos vamos a casar — le dijo BeomGyu, empapado de amor —, por supuesto que mi Joya más preciosa será mi esposo, Consorte y Emperatriz.

Esas palabras solo lo hicieron llorar con más fuerza, pero ahora, de felicidad. Solo de felicidad.

¡dos capítulos más y terminamos!

ah, adoro los finales felices (con taegyu/beomhyun mis padres). la vdd que estoy re feliz ahora.

¿opiniones?

¡Gracias por leer!

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