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3


Cuando despertó, TaeHyun se llevó una decepción enorme: el Príncipe no estaba con él.

Frotó sus párpados para alejar el sueño de sus ojos, enderezándose y mirando el cuarto. Casi esperaba ver a BeomGyu desayunando allí o saliendo del baño, pero no estaba por ninguna parte, y tampoco había ninguna nota. Solo estaba él en la cama, desnudo y con la sábana cubriendo su cuerpo.

La vergüenza lo golpeó cuando recordó lo que ocurrió en la noche. Por los dioses, ¿ellos realmente...?

¿BeomGyu de verdad le folló los muslos? Debía ser así, considerando que sus piernas estaban un poco pegajosas, y antes de poder pensarlo un poco más, se sobresaltó al escuchar las puertas siendo abiertas. Soltando un grito de alarma, se cubrió más con la fina sábana de seda. Entraron dos sirvientas, que inclinaron sus cabezas hacia él, y detrás de ellas venía un hombre con un pequeño cofre.

— Cortesano Kang — dijo una de ellas —, el Príncipe nos ha ordenado darle un baño antes de que vuelva a sus aposentos.

— Además — agregó la otra, sosteniendo unas prendas de ropa dobladas —, le ha regalado este precioso hanbok, para que lo use este día.

— Oh... — el chico se ruborizó, asintiendo, y las dos chicas fueron hacia el cuarto del baño a prepararle agua en la tina.

El hombre que sostenía el cofre se acercó a él, pero se quedó quieto a una distancia prudente. Tenía una barba bien recortada y cuidada, de ojos brillantes y piel bronceada.

— Cortesano Kang — saludó —, me presento como el joyero real, y estoy aquí para hacerle entrega de un regalo que el Príncipe me pidió especialmente para usted.

TaeHyun parpadeó, algo sorprendido por los dos regalos entregados por parte de BeomGyu. Solo asintió con la cabeza, enmudecido, y el joyero abrió el precioso cofre. Dentro de este, sobre un bonito cojín rojo, descansaba un hermoso brazalete de plata, con tres incrustaciones de una brillante piedra preciosa que TaeHyun identificó como esmeraldas, por el lindo color verde que poseía.

— Si me lo permite... — TaeHyun extendió su mano, mientras el joyero sacaba el elegante brazalete y lo abría. — Es muy sencillo de manipular, Cortesano, un sistema de bisagra y permio — barboteó.

— Es muy... muy hermoso, gracias — dijo, admirando de más cerca el brazalete. Se veía muy exquisito, con terminaciones sobresalientes alrededor de cada pequeña bonita esmeralda incrustada.

— No me lo agradezca a mí, sino al Príncipe — el joyero se inclinó, dejándole el cofre sobre una de las mesas alrededor de la cama. — Que pase un buen día, Cortesano.

TaeHyun se despidió distraídamente, sin dejar de observar el brazalete, antes de terminar sonriendo por la emoción. BeomGyu le entregó eso, le dio ese precioso regalo por lo que hicieron. A pesar de no estar allí en ese instante, TaeHyun se sentía muy feliz y contento, porque era una buena señal, una gran señal. Casi hasta podía gritar por la alegría, pero eso no sería un comportamiento apropiado para un Cortesano.

Dejó que las sirvientas lo arrastraran al baño más tarde, quitándose el brazalete con cuidado para no estropearlo. Sintió algo de vergüenza de que lo atendieran, cuando él estaba sucio con los restos de esencia suyos y de BeomGyu, pero las dos chicas no parecían incómodas con eso. Lo ayudaron a vestirse también, con ese otro lindo regalo del Príncipe.

El hanbok era sencillo, pero elegante y cómodo para él: el jeogori era de un puro color celeste crema, con un otgoreum azul cayendo por su cintura. La chima se abría en la caída al suelo, amplia y de color blanco crema, con un elegante diseño de flores creado por pequeñas incrustaciones de una piedra brillante.

— Es obsidiana — le explicó una de las sirvientas, que tenía el cabello negro. — Fue creado especialmente para usted, Cortesano.

TaeHyun no podía dejar de sonreír, tocando la suave y exquisita tela entre sus dedos. Estaba muy tentado de ir en busca de BeomGyu para agradecerle todos esos presentes, pero eso no sería lo correcto. Ahora solo debía esperar a que el Príncipe volviera a llamarlo, y rogaba que fuera esa noche.

TaeHyun quería verlo y darle un beso.

Una vez estuvo listo, se apresuró en ir al cuarto de Cortesanas, viendo a las chicas salir de forma apresurada. Todas lo miraron con expresiones divertidas cuando llegó casi corriendo, con las mejillas arreboladas en rojo.

— Al parecer, alguien tuvo suerte la noche pasada — exclamó WonYoung, y las otras chicas soltaron un par de risas.

— No te había visto ese hanbok antes — SuMin habló con una risa picarona, y TaeHyun sintió cómo el rubor lo golpeaba con más fuerza.

— ¡No sean desvergonzadas, señoritas! — regañó repentinamente el sacerdote, por lo que sus amigas se callaron a pesar de que tenían sonrisas en la cara. — Van atrasadas para sus clases, ¡al igual que el Cortesano Kang! Ya no alcanzó a comer, así que apresúrense en llegar. Iniciarán con baile este día.

TaeHyun estaba tan feliz, que ignoró por completo el tono molesto del Sumo Sacerdote. Nada ni nadie iba a arruinar esa felicidad que BeomGyu le dio, ni la emoción de lo que podía significar. El hecho de pensar en que esos regalos el Príncipe ya los tenía para él desde antes era suficiente para mantenerlo soñador por el resto del día.

A la clase de baile le siguió otra de modales, y luego fue la hora de almuerzo. TaeHyun estaba tan hambriento que podría comerse un cerdo entero, pero debía mantener la compostura, claro.

Mientras los sirvientes les servían los platos, ChaeHyun se inclinó contra él.

— ¿Así que el Príncipe quedó satisfecho con sus servicios, Cortesano? — dijo ella, con una sonrisita divertida.

TaeHyun tuvo la decencia de sonrojarse. Sabía, por el silencio de sus compañeras, que estaban pendientes de su respuesta.

— El Príncipe fue muy bueno conmigo — habló, y sin poder evitarlo, sonrió.

— Yo creo que fue más que bueno — comentó YeJi, y las risas entre las muchachas estallaron.

TaeHyun se sentía muy avergonzado y algo ridículo por la situación, pero recordó que ellas tuvieron la visita de una kisaeng y ya debían conocer mucho sobre lo que se hacía en la cama.

Eso, en el fondo, le preocupó un poco. Ser instruido en el arte del amor era muy importante, pues así se preparaba a la concubina a estar a completa disposición del Emperador o el Príncipe. TaeHyun esperaba que llevaran a otra kisaeng pronto, para así saber qué hacer en el futuro. No estaba muy seguro del por qué, pero ansiaba que BeomGyu lo tomara de una vez por todas.

Antes de tener tiempo para replicarles, el Sumo Sacerdote volvió para apurarles en la comida. Las siguientes horas las pasarían en el Templo, donde les instruirían en la teología del Imperio.

El Imperio de Shilla estaba bajo las manos de la Dinastía Choi, que se alzó en el poder ciento noventa y tres años atrás, derrotando a clases y reinos pequeños a su alrededor. Los anexaba bajo tratados de protección o amistad, y en el peor de los casos, se imponía ante ellos mediante el uso de las armas. En ese momento, Shilla estaba pasando por un período de estabilidad política, económica y social que se debía a la gracia de los dioses.

— El Gran Padre Sang-je — les explicó el Sumo Sacerdote —, y la Gran Madre Dalnim, cuyos rostros no conocemos, les han otorgado a los Choi el derecho de gobernar sobre nosotros con saber, paciencia y armonía. El Emperador es el enviado del Gran Padre, mientras que la Emperatriz...

— Representa a la Gran Madre en la tierra — habló WonYoung, calmada.

El Sacerdote asintió.

— La Gran Madre, a su vez, representa tres elementos esenciales que cada Emperatriz debe poseer. ¿Cuáles serían esos?

— Sabiduría — sugirió YeJi.

— ¿Qué más?

— Fidelidad — habló SuMin.

— Y la última, pero más importante, ¿cuál es?

— Fertilidad — completó TaeHyun, y el sacerdote volvió a asentir con la cabeza antes de explicarlo.

La fertilidad era el elemento más importante de cada Emperatriz y el motivo por el que TaeHyun estaba allí. La persona que acompañaría en el mandato del Emperador debía ser fértil para así asegurar la línea sucesora de toda la dinastía. A veces, en la historia más oculta, candidatas a Emperatrices caían en desgracia cuando se descubría su infertilidad. Una vez una Emperatriz fue incapaz de concebir en diez años de matrimonio, y fue eliminada de la Familia Imperial, reemplazada por otra persona que entregó los ansiados herederos.

— Su lugar en este palacio depende de su fertilidad — terminó de decir el Sacerdote —, Cortesanas y Cortesano. La Gran Madre nos dio a todos la vida, y si una o uno de ustedes es el elegido, será la representación de ella. No deben fallar en eso.

Sin poder evitarlo, TaeHyun llevó la mano a su vientre, imaginándose el momento en que quedara embarazado. Cargar a los hijos del Emperador, a los bebés de BeomGyu, ¿no sería ese el paraíso? Siendo la mano derecha del Príncipe, su principal consejero y su único amor. TaeHyun estaba allí por una razón, y no quería quedar como un simple cortesano ante BeomGyu.

De ahí, prosiguió a explicar el resto del panteón divino: Seokga, conocido como un dios tramposo y engañoso; Haemosu, dios protector de los guerreros y soldados; Jacheongbi, diosa de la agricultura; Gameunjang-aegi, diosa de la suerte y el destino...

— Deben tener cuidado a qué dioses se encomiendan — advirtió el Sacerdote, antes de dar terminada la clase de ese día. — No se debe jugar con ellos y sus peticiones, porque muchas veces les pueden otorgar sus deseos y van a tener que pagar sus deudas con ellos.

TaeHyun salió del Templo con una expresión meditabunda, pensando en lo que les habló el Sacerdote durante la tarde. Sus conocimientos acerca de la teología siempre fueron limitados, pues poco se les enseñaba al pueblo, además de algunos dioses menores y populares. Qué complicado era todo eso.

— Tal vez debería hacerme Sacerdotisa — le comentó SuMin, sobresaltándolo.

— ¿Estás loca? — respondió TaeHyun. — Sería un gran desperdicio con tu belleza.

Su amiga se rio, agarrándolo del brazo para dirigirse al cuarto. Más atrás iban las otras chicas, discutiendo sobre lo que habría para la cena, y TaeHyun miró el cielo: pronto iba a anochecer.

Eso le hizo pensar en el Príncipe. ¿Le iba a solicitar esa noche? TaeHyun esperaba que sí, tenía muchas ganas de agradecerle los preciosos regalos que le dio. BeomGyu podía ser algo molestoso, pero le hizo disfrutar mucho la noche pasada y fue muy atento con él. TaeHyun, en sus más ocultas fantasías, podía imaginarse amándolo, convirtiéndose en su Emperatriz y gobernando a su lado. Él le daría todos los hijos posibles, para así asegurar la dinastía, y TaeHyun querría mucho a sus niños.

Tal vez era un poco iluso, sin embargo, el chico estaba muy emocionado con ese pequeño avance que tuvo. En el pasado, jamás habría pensado que él podría llegar al Palacio Imperial para ser candidato a Emperatriz, sus máximos sueños cuando era más pequeño fueron sacar a su familia de la pobreza.

Pero esto... Esto era una total sorpresa que estaba disfrutando completamente.

Les llevaron la cena al cuarto, y en mitad de ella, fue que las puertas se abrieron y entró un soldado.

TaeHyun lo reconoció enseguida: era SungHoon.

— Mis disculpas por interrumpir su comida, Cortesanas y Cortesano — saludó el hombre, y TaeHyun se ilusionó enseguida. — Pero el Príncipe me ha pedido que venga por usted, Cortesana Hwang, pues quiere verla esta noche.

TaeHyun se quedó en su lugar, con la sonrisa congelada en su rostro y enmudecido por completo. Pudo escuchar los suspiros de sus amigas, e incluso WonYoung soltó una risita de felicidad.

YeJi, tan tranquila como siempre, enarcó una ceja con elegante gracia.

— ¿Puedo tener unos minutos para arreglarme? — preguntó, con tono amable y lleno de gracia.

SungHoon asintió.

— La esperaré fuera. Por favor, no tarde.

Y así como entró, SungHoon salió de la habitación y las puertas se cerraron tras él.

TaeHyun, en su lugar todavía, observó a sus amigas poniéndose de pie y hablando apresuradamente.

— ¡Felicitaciones, YeJi! — dijo ChaeHyun.

— ¡¿Quieres que te ayudemos con algo?! — preguntó WonYoung.

— ¡Podemos ayudarte con el maquillaje! — agregó SuMin.

El chico quería ser capaz de decir algo, pues al fin y al cabo, ¿YeJi no le ayudó el día anterior a calmar sus nervios? Ella no parecía envidiosa de él ni le miró de mala forma, genuinamente alegre por él, así que TaeHyun debería retribuirle de la misma manera.

Pero no estaba contento por ella, ni se veía capaz de fingir una emoción que no sentía. TaeHyun era un mal amigo, porque sus sentimientos eran envidia y celos por haber sido llamada por BeomGyu.

Por los dioses, qué desastre más grande era.

— No se preocupen — aseguró YeJi —, solo voy a pintarme los labios y arreglarme el cabello.

Solo con eso iba a verse bonita, TaeHyun lo sabía.

Y, de pronto, la envidia y celos se transformaron en tristeza y decepción. ¿Por qué BeomGyu no lo llamó a él? ¿No había parecido tan encantado la noche anterior? Incluso dijo que tenía muchas ganas de follárselo.

Hasta insinuó que podría ser un buen compañero para él al ser un doncel. TaeHyun realmente pensó que BeomGyu estaba satisfecho con el muchacho.

Entonces, otro pensamiento apareció: ¿por qué a YeJi no le envió una prenda como la que él recibió, mostrando su cuerpo? YeJi solo iba con su hanbok, ocultando bien su piel, mientras que él tuvo que ser paseado por el palacio casi desnudo. Aquella idea provocó que sus mejillas se pintaran de rojo por el descaro.

¿Eso significaba que el Príncipe respetaba mucho más a YeJi que a él? ¿Eso significaba que quiso humillarlo por lo que hizo en el comedor días atrás? TaeHyun fue a él luciendo como nada más que una puta barata.

Ahora, la ira lo golpeó. ¿Qué se creía ese idiota para humillarlo de dicha forma? ¿Pensaba que, como era el Príncipe, podía hacer lo que quisiera?

— Tae, ¿estás bien? — preguntó ChaeHyun de forma repentina.

TaeHyun parpadeó.

— ¿Ah? ¿Por qué lo preguntas, ChaeHyun?

— Porque estás haciendo un gesto extraño con la boca — explicó su amiga. Más atrás, WonYoung peinaba el cabello de YeJi —, como un triángulo, así — y ChaeHyun trató de imitarlo.

El chico sacudió su cabeza con fuerza, como tratando de restarle importancia.

— No, no es nada — mintió, antes de sonreír.

— Qué afortunada es YeJi, ¿no? — apoyó SuMin, suspirando. No puedo esperar a que me llame, ¡ojalá sea pronto!

— ¡Claro!

TaeHyun asintió con esa sonrisa fingida, pensando en eso también que obvió: él estaba en un harem. El harem imperial. Él no era el único para el Príncipe. Tenía mucho dónde escoger, y si bien estaba en una buena posición ahora, en el círculo preferido de BeomGyu, eso no significaba que era único.

Tenía otras cuatro mujeres que estaban compitiendo con él por ese preciado puesto, y con motivaciones más fuertes que las suyas: YeJi, por ejemplo, era la candidata por excelencia para mantener el poder dentro de la familia. ChaeHyun y SuMin eran de otras provincias, por lo que podían aportar alianzas con otros territorios que fortalecieran al Imperio. WonYoung era la hija del Primer General del Imperio, por lo que venía de una familia política y aristócrata que podía traer beneficios. Él, en cambio...

Él solo era un doncel, eran señal de buena suerte y prosperidad, pero no entregaba suficientes motivos para ser elegido en tan honorable posición.

Y no solo estaban ellas, sino otras quince concubinas que podían hallar gracia ante los ojos del Príncipe y quitarle su posición.

Así que TaeHyun debía ser lo bastante inteligente para jugar sus cartas de la forma correcta, para que así BeomGyu lo quisiera solo a él, a nadie más. TaeHyun tenía que hacerse indispensable para el Príncipe.

Complicado, sí, pero no imposible.

Un juego por la atención de BeomGyu y TaeHyun no estaba dispuesto a perder. No iba a hacer nada en contra de las otras chicas por el momento, porque ellas no habían dado indicios de hacerle algo. Tal vez porque sabían, como él, que no era una real amenaza.

Sin embargo, si veía que ellas empezaban a actuar suciamente, si daban indicios de actuar intimidantes con él, TaeHyun no dudaría en hacer lo mismo.

Quizás podría verse como una persona horrible por pensar de esa manera, pero TaeHyun sabía que la debilidad no estaba permitida en el harem Imperial.

TaeHyun no quería continuar siendo solo una opción, sino ser la única opción. La única joya del Príncipe y futuro Emperador. 

YeJi salió a los pocos minutos, preciosa y toda una doncella. Una vez las puertas volvieron a ser cerradas, TaeHyun suspiró.

— Ojalá le vaya bien — comentó, volviendo a comer.

— ¡Ya lo creo! — respondió WonYoung. — Por los dioses, qué largo estuvo este día...

De esa forma, sus amigas comenzaron a hablar de otras cosas y TaeHyun se distrajo por el resto de la noche.

¡Gracias por leer! <3

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