12
Consorte Kang. Emperatriz Kang. Qué bonito sonaba en la mente de TaeHyun.
— Tyun.
El muchacho se arrebujó entre las sábanas, sintiendo el caliente cuerpo del Príncipe al lado suyo. Le sorprendió brevemente sentirlo allí, pues cuando solía quedarse con él por las noches, al día siguiente despertaba sin compañía. Sabía que BeomGyu tenía muchos asuntos que resolver, así que no se lo reprochaba, sin embargo, era agradable estar con él a su lado.
— ¿Gyunnie? — murmuró, adormilado. — Déjame dormir un poco más...
— ¿Eso quiere mi lindo prometido?
— ¿Prometido? — repitió TaeHyun, y abrió los ojos de golpe, encontrándose con el hinchado rostro de BeomGyu, de seguro por el sueño. — ¿Cómo, mi Príncipe?
BeomGyu enarcó una ceja, un poco burlón ante el aspecto del menor, pero, si era sincero, no le importaba demasiado. ¿Qué acababa de decir BeomGyu?
— ¿No te lo dije ayer, o estaba soñando, acaso? — preguntó el Príncipe. — Te haré mi Consorte — reflexionó un momento. — Consorte Kang, ¿te gusta?
— ¿Consorte Kang? — repitió TaeHyun, antes de sentarse bruscamente en la cama. — BeomGyu, ¿estás hablando en serio?
— ¿BeomGyu? — cuestionó el mayor. — Ahora, deberás llamarme marido.
TaeHyun ni siquiera pudo controlarlo, y soltó un grito por la emoción, rodeando con sus brazos el cuello del Príncipe. BeomGyu soltó una risa que pronto quedó ahogada por los labios del muchacho, que lo besó en la boca, apenas creyendo lo que estaba escuchando por parte del de cabello negro.
BeomGyu lo besó con suavidad, agarrándolo de la cintura.
— Mi Señor, mi Señor... — gimió TaeHyun —, ¿no estás jugando conmigo? Si es así, me romperías el corazón.
— Claro que no — exclamó BeomGyu. — Ya lo he decidido, amor mío. Te casarás conmigo.
— ¿Cuándo? ¿Cuándo?
— Lo antes posible, por supuesto — el Príncipe se recostó en la colcha —, para que así, pueda follarte pronto.
TaeHyun chilló por la indignación, dándole un golpe en el pecho y arrancándole más carcajadas al mayor.
— No sé porqué estás tan desesperado por eso — reclamó TaeHyun —, considerando que te has acostado con todo tu harem...
Las risas de BeomGyu se detuvieron de golpe. En un inicio, el muchacho no lo tomó en cuenta, todavía fastidiado por las palabras del Príncipe, pero, al darse cuenta del raro silencio que se asentó, se giró a verlo.
— ¿Acostarme con todo mi harem? — preguntó. — ¿Quién te ha dicho esa estupidez?
TaeHyun parpadeó, atónito por la pregunta que le hacía. ¿Cómo que estupidez? ¿Acaso jugaba con él? Era algo que ya todo el mundo sabía, se comentaba demasiado en el palacio, no solo por algunos sirvientes, sino por las mismas Cortesanas. YeJi, WonYoung, ChaeHyun y SiEun se la pasaban comentándolo y riéndose por lo que hacían.
— Todos — dijo, sacudiendo su cabeza. — Todas.
BeomGyu arrugó el ceño, disconforme y visiblemente molesto, pero TaeHyun no sabía qué había dicho mal. ¿Es que acaso no quería hablar esas cosas con él? Es decir, podía entenderlo, ¿no resultaría un poco incómodo? Ese repentino pensamiento le produjo cierto malestar en el estómago, tratando de no pensar en el hecho de que, a pesar de que contrajera matrimonio con BeomGyu, eso no iba a significar que fuera completamente suyo. El Concubinato...
— No me he acostado con ninguna Concubina ni Cortesana, TaeHyun — habló BeomGyu, sacándolo de sus pensamientos —, lo que has oído, esas cosas... Son mentiras.
El doncel mordió su labio inferior, sin saber si creer o no en las palabras del Príncipe. ¿Por qué tendría motivo alguno para mentirle de esa forma?
— ¿Mentiras? — murmuró. — Mi Príncipe, pero… ¿por qué no lo has hecho? ¿Por qué no lo habrías hecho?
— TaeHyun, dioses — BeomGyu le agarró la barbilla, obligándole a sostener su mirada —, ¿sabes lo que puede implicar eso? Acostarme con ellas... — el mayor hizo un pequeño mohín. — Mi padre me lo advirtió, me dijo que debía ser cuidadoso, pues podía dejar a alguna de ellas en cinta. Eso puede comprometerme de una manera indirecta y traerme algunos problemas.
— Pero eso... eso significa... — no pudo evitarlo y pudo sentir cierta vergüenza ajena —, que ellas...
— Solo he compartido unos besos y toques, pero nada más — insistió BeomGyu, sacudiendo su cabeza. — No he llegado demasiado lejos, si es lo que te preocupaba — sus ojos brillaron con extraño placer. — En lo único que puedo pensar cuando estoy con ellas, es en lo mucho que me gustaría poder follarte.
— ¡BeomGyu! — saltó TaeHyun, con el rostro enrojecido por la timidez. — Eres un descarado...
Sus palabras quedaron ahogadas otra vez por sus pensamientos, sin poder creer completamente lo que escuchaba por parte de BeomGyu. ¿Era así? ¿Podía ser cierto? Lo que le decía el Príncipe solo significaba una cosa, y es que sus compañeras se dedicaban a mentirse unas con otras para llamar la atención y causar envidias. ¿Y esa vez que YeJi dijo que el Príncipe ya la hizo una mujer?
— Mi Señor — le dijo, haciendo que el mayor le mirara —, ¿me lo prometes, BeomGyu? Una de ellas dijo una vez que perdió la virginidad contigo.
La expresión de BeomGyu se tornó ligeramente molesta, sin embargo, TaeHyun quería escuchar la respuesta que le daría. Todos esos celos que sintió, toda esa envidia que tuvo por lo que hacía BeomGyu, supuestamente, con ellas...
— Te lo prometo, Tae — BeomGyu le agarró las manos. — Cualquier cosa que hayas escuchado respecto a eso, es solo una mentira dicha para provocarse entre ustedes — dudó un segundo. — ¿Es que acaso tú les hablas de lo que hacemos nosotros? No sabía que eras tan picarón, Tyun.
No pudo evitarlo, y TaeHyun volvió a chillar en señal de reclamo, indignado por cada palabra que decía el Príncipe para molestarlo. Ver su irritación parecía entretener demasiado a BeomGyu.
— Chuseok es la próxima semana — reflexionó el mayor de forma repentina —, ahí daré la noticia de nuestro compromiso. Nuestra boda será antes de Seollal.
En cuatro meses. El tiempo suficiente para preparar una gran festividad, con todos los lujos y ostentaciones que un acto como ese merecía. TaeHyun sabía que sería un espectáculo increíble, porque no solo sería su boda, sino también su coronación como Emperatriz. Como Consorte Imperial del futuro Emperador Choi BeomGyu. Santos dioses, ¿eso realmente estaba pasando?
— Beommie — susurró TaeHyun, haciendo que el Príncipe lo mirara —, ¿realmente tú y yo...? ¿Realmente me harás tu...? ¿Tu Emperatriz?
— Claro que sí — contestó BeomGyu, atrayéndolo más cerca y dándole un beso en la boca —, ya no puedo resistirme más a ti, mi preciosa joya. Te haré mi gran Emperatriz, gobernarás junto a mí y tendremos pequeños principitos y princesitas.
Esa última frase fue, prácticamente, lo suficiente para derretirlo y hacer que su corazón se calentara en amor. BeomGyu siguió besándolo y TaeHyun solo se podía dejar arrastrar por esa dulce sensación de felicidad.
BeomGyu permaneció con TaeHyun hasta la hora del almuerzo, pues el muchacho tenía que ir a practicar para el baile de Chuseok. No quería perderse ninguna práctica, ya que quería asegurar su posición como bailarín principal y, además, no deseaba levantar mayores sospechas con las demás chicas.
A pesar de todo, no deseaba presumir su más reciente logro, y es que en el fondo, TaeHyun quería estar cien por ciento seguro antes de hablar sobre su nuevo compromiso. Sentía que, si hablaba antes de tiempo, llamaría a la desgracia y las cosas podrían arruinarse, así que iba a controlar su lengua lo más posible para no soltarles lo ocurrido con BeomGyu.
Además, estaba otro hecho muy importante: no quería incitar más intrigas contra él. Al menos, durante un tiempo, lo suficiente para impedir alguna acción que afectara su integridad. El tema de la joya solo fue un primer paso, y TaeHyun sabía que seguir siendo el favorito de BeomGyu solo aumentaría los ataques hacia él.
Llegó con rapidez al salón de baile, viendo que sus compañeras ya estaban allí. YeJi le hizo un gesto amistoso e ignoró la mirada grosera que SiEun le dirigió.
— TaeHyun, pensamos que ya no llegarías — dijo WonYoung, volteándose a verlo.
— No, es que desayuné y almorcé con su Majestad — admitió TaeHyun, tranquilo.
— ¿Con el Emperador? — preguntó SiEun, hablando en voz alta y llamando la atención de algunas Concubinas a su alrededor. — ¿Ya te pasó a su harem, entonces?
TaeHyun frunció el ceño, sintiendo los murmullos a su alrededor. Sabía que muchas de las otras Concubinas, en especial de las que no habían podido ascender de posición, estaban a la espera de su caída. Debían morirse por verlo cometer un simple error o solo para sacarlo de su camino.
— Claro que no — replicó, molesto. — Luego de mi cita con el Emperador, el Príncipe fue a buscarme. Yo pasé la noche con él.
Sus palabras enmudecieron a SiEun, que enrojeció, pero no de vergüenza. Por el brillo en sus ojos y el mohín que hizo, supo que era debido al enojo.
— Qué descaro más grande — exclamó ChaeHyun —, ¿cómo puedes ir con el Emperador y luego con el Príncipe? Al final, solo te van a reducir a ser una prostituta de turno.
El muchacho abrió la boca ante la ofensa de la chica, incrédulo por lo que acababa de oír. Estuvo a punto de explotar y decirle que cerrara la boca, porque no le podía hablar así a su futura Emperatriz, pero alcanzó a cerrarla a tiempo. No, todavía no era el momento. Podía pasar cualquier cosa en menos de una semana, y se convertiría en la burla si al final BeomGyu decidía cancelar su proposición.
— ¿Y a ti qué te importa? — masculló TaeHyun. — ¿Es qué acaso estás celosa? Claro que sí, porque ni con toda tu belleza ni poder, lográs una mirada de alguno de los dos.
ChaeHyun dio un paso hacia él, como si quisiera golpearlo, sin embargo, YeJi la detuvo a tiempo. A su alrededor, el resto de las mujeres se agolpaban, ansiosas de ver, con toda probabilidad, una pelea entre ellos dos.
— ¿Celosa de ti, de un mendigo? — bufó la muchacha. — No me llegas ni a los talones, un simple campesino que no tiene dónde caerse muerto. Si yo lo quisiera, podría ordenar que te vuelvan a azotar para dejarte más arruinado de lo que ya estás.
— ¡Basta! — intervino YeJi, viéndose enojada y enfurecida. Su aspecto provocó que las Concubinas y bailarinas se dispersaran, como si no estuvieran a la espera de esa discusión. — ¡ChaeHyun, cuidado con tus palabras! Como el Príncipe o el Emperador te oigan, ¡ya estarías muerta!
La aludida apretó sus labios con fuerza, dándole la razón en silencio a su compañera. TaeHyun sabía que, en cualquier otra posición, si él fuera un sirviente, ChaeHyun podría hacerle el daño que quisiera. Era, al fin y al cabo, una Princesa. Princesa de otro reino, pero Princesa, al fin y al cabo, y ella no viajó sola a ese lugar. La acompañaba un guardia personal junto con una dama de compañía y un sirviente personal.
Pero TaeHyun no era ningún sirviente. No, él era propiedad del Príncipe Imperial y, por lo mismo, ChaeHyun no tenía ningún derecho para hacerle daño alguno.
— Por ahora, podrás ser el favorito del Príncipe — dijo ChaeHyun, feroz —, pero eso no será para siempre, sobre todo cuando se dé cuenta de que no tienes nada de especial.
Para fortuna de ella, en ese momento llegó la matrona Ahn, dispersando al grupo, y ChaeHyun se salvó de que TaeHyun se lanzará a tirarle del cabello. No podía creer cómo una persona como ella, que antes era toda sonrisas y amabilidad, era capaz de decirle esas cosas ahora. No pudo evitarlo y sintió cierta tristeza y traición por la forma en la que actuaba quien se llamó su amiga tantas semanas, pero supuso que se debía a lo evidente: ella, así como él, no estaban allí para entretenerse.
Por lo que sabía, tanto ChaeHyun como SiEun eran Princesas de reinos que estaban bajo la amenaza del Imperio de Silla. Las dos se encontraban en ese lugar en busca de la posibilidad de un matrimonio que pudiera beneficiar a sus reinos para mantener cierta independencia del dominio de la dinastía Choi y, al mismo tiempo, lograr una alianza poderosa tanto comercial como militar.
Tal vez, si las cosas no hubieran cambiado entre ellos, TaeHyun podría haber sentido compasión por la situación en la que se encontraban. No debía ser fácil, después de todo, ser Princesas importantes en sus reinos, llegar aquí con una misión y quedar reducidas a un Concubinato, cediendo a los caprichos de un Príncipe que les era desconocido. En especial de un Príncipe que, al parecer, no las favorecía demasiado. Sin embargo, como estaban las cosas ahora, TaeHyun lo único que quería era demostrarles lo equivocadas que estaban. ¿Quiénes se creían para mirarlo de menos, para pensar en él como alguien sin nada especial?
Él era especial. Él tuvo la bendición de los dioses, y eso lo hacía ya alguien especial. TaeHyun les sacaría en cara lo importante que era él, en especial para el Príncipe.
Por lo mismo, durante la práctica, puso todo su esfuerzo en demostrarles el porqué se merecía ese puesto de bailarín principal. No solo a ChaeHyun o SiEun, sino también al resto de las Concubinas, que parecían tan ansiosas por hacerlo caer como las otras muchachas.
— Debes tener mucho cuidado, TaeHyun — le dijo YeJi más tarde, mientras tomaban un descanso de la práctica —, no solo las Cortesanas están celosas, sino también las Concubinas del Príncipe y del mismo Emperador.
— No les he hecho nada — replicó TaeHyun, quitándose el sudor de la frente. — Ellas...
— Ellas están a la espera de que cometas el más mínimo error para hacerte caer — le interrumpió la chica, y TaeHyun sabía que tenía razón.
Y ocurrió cuando volvieron al ensayo.
Una de las partes más complicadas del baile era cuando las mujeres hacían una fila y se inclinaban, sujetándose unas a otras. TaeHyun debía caminar, entonces, en las espaldas de las mujeres, siendo sujetado por YeJi por el lado izquierdo y por WonYoung por el derecho. Las muchachas le sostenían de las manos y por el borde del hanbok, caminando pausadamente por la fila formada por las bailarinas y Concubinas.
Cuando estaba llegando al final, donde debería bajarse con cuidado, de pronto la fila pareció desestabilizarse. Los músicos cortaron la tonada al escuchar el grito de una de las bailarinas, que pareció derrumbarse ante el peso en su espalda, y arrastrando consigo a una de las Concubinas de adelante. TaeHyun, ante el movimiento repentino, quiso retroceder para no caer al suelo de forma brusca, sin embargo, el resto de la fila ya se había desarmado, la Concubina de atrás también se movió y, prácticamente, significó su caída.
YeJi fue la primera en soltarle la mano, pues TaeHyun tiró de ella, como si quisiera balancearse, en el aire. Aunque de poco sirvió, pues WonYoung tiró de su otro brazo, echándolo a un lado, y cayó al frío concreto de manera estrepitosa, soltando un grito por el repentino dolor que recorrió su hombro derecho.
— ¡Cortesano Kang! — gritó la matrona Ahn, espantada. — ¡Santos dioses, Cortesano...!
Oyó los murmullos a su alrededor, con las bailarinas y Concubinas formando un círculo en torno a él, y de pronto, la matrona apareció. TaeHyun sollozó por el sufrimiento, con su brazo entumecido, y se volteó para quedarse boca arriba. A través de las lágrimas, vio el rostro malicioso de dos Concubinas del Príncipe: Sa JinJin y Lee SuHyun, que no lograron convertirse en Cortesanas.
— Deje revisarlo, Cortesano... — dijo la matrona, ayudándolo a sentarse. — ¡Vamos, déjenlo respirar, abran el círculo!
TaeHyun sorbió por su nariz, adolorido por el fuerte golpe que se dio. Para su fortuna, no se lesionó el pie o el tobillo, porque eso habría sido más que desastroso.
La matrona levantó las mangas del hanbok, revisándole su hombro y tratando de movérselo. El simple toque envió una corriente de dolor por el cuerpo del muchacho.
— Habrá que llevarle con el doctor — dijo la mujer, poniéndose de pie.
— Supongo que con el doctor personal del Príncipe — habló una helada voz detrás de ellos.
Las chicas soltaron un grito ante la persona que habló, dándole el paso y alejándose del doncel. JinJin y SuHyun también se alejaron, poniendo ahora expresiones apenadas y afectadas.
SungHoon llegó hasta TaeHyun, con el rostro frío y la mandíbula apretada. El menor volvió a llorar.
— Por supuesto que sí — dijo Ahn, preocupada —, si es necesario...
— Claro que es necesario — SungHoon se inclinó y, con cuidado, tomó en brazos a TaeHyun para que no le doliera la zona golpeada —, y el Príncipe, le aseguro, estará furioso ante este accidente. Recemos a los dioses para que no sea grave el golpe del Cortesano Kang, porque, de lo contrario, estoy seguro de que el Príncipe querrá que las culpables paguen por su caída.
La amenaza indirecta sirvió para que ahora las Concubinas pusieran expresiones de horror y miedo.
— ¡Fue culpa de una de las bailarinas! — saltó SuHyun. — Ella se movió repentinamente mientras TaeHyun estaba en nuestras espaldas.
— ¡Claro que no! — se defendió la bailarina aludida, Cho MiYoon.
— Tu habías dicho antes que el Cortesano Kang pesaba demasiado para ser el bailarín principal — acusó JinJin.
— Interesante — bufó SungHoon. — Tendré sus nombres presentes cuando el Príncipe pregunte por quiénes formaron parte del accidente. Por ahora, el ensayo queda suspendido.
Y, sin decir más, el soldado se giró con TaeHyun en brazos, sacándolo del salón y dejando a las Concubinas peleando. El dolor en su hombro pareció aminorar un poco, y estuvo a punto de decirle a SungHoon que le dejara caminar, pero, al ver su expresión, supo que se veía más que molesto. Se notaba enfurecido.
— ¿SungHoon...? — preguntó, con la voz un poco cortada por el llanto.
— Lo que han hecho esas muchachas fue un atrevimiento total — dijo el soldado —, prácticamente, atentaron contra tu vida, TaeHyun. BeomGyu estará más que iracundo con esto. No se habrían atrevido a hacerlo si supieran que te vas a convertir en Emperatriz.
SungHoon tenía razón, por supuesto. Si ellas lo hubieran sabido, ni siquiera se habrían atrevido a dirigirle alguna mirada maliciosa. Por el contrario, estaba seguro de que, incluso, habrían tenido que arrodillarse ante él una vez cuando lo vieran. Era lo mínimo que merecía el prometido del Príncipe.
— No quiero que todavía lo sepan — susurró TaeHyun —, no quiero que ellas lo arruinen, SungHoon — hizo una pequeña pausa. — ¿Cómo lo sabes tú? ¿BeomGyu...?
— Yo fui el primero en saberlo, por supuesto — dijo SungHoon, entrando al Palacio Imperial en busca del doctor. — BeomGyu no se decidía y tuve que darle un golpe en la cabeza para que reaccionara. Vieras cómo se quejó antes de ir por ti.
No pudo evitarlo, y las palabras del soldado le arrancaron unas risas suaves, imaginándose la escena: BeomGyu todo enfadado y SungHoon con una sonrisa de diversión ante sus quejas.
— De todas formas — continuó SungHoon —, una vez el compromiso se haga oficial, te trasladarás a una habitación personal y en este palacio — TaeHyun parpadeó. — Hay que impedir que el Príncipe se quede sin su prometido antes de tiempo.
A pesar del tono ligero con el que lo dijo, TaeHyun pudo sentir cierta tensión en sus palabras. Él mismo se tensó un poco, ya que sabía que su vida podía correr peligro si seguía compartiendo el cuarto con las otras Cortesanas. Si bien ellas no participaron directamente en esto último, no pasó por alto que ni ChaeHyun ni SiEun le dirigieron una mirada ante su caída.
El doctor imperial, el mismo que atendió sus anteriores heridas, no pareció sorprendido al verlo aparecer otra vez. Eso le hizo saber a TaeHyun, indirectamente, que debía sospechar los motivos por los que se encontraba en ese lugar.
Para su fortuna, la caída no fue grave ni le provocó una lesión peligrosa. Le dijo que esa zona permanecería adolorida un par de días y le saldría un moretón, pero solo debía cuidarla con recelo. Insistió unos minutos en decirle que lo mejor sería que se saliera de la danza, sin embargo, ante la tenacidad del muchacho, le terminó recomendando que fuera escrupuloso y no se sobre esforzara.
SungHoon le dejó solo durante la revisión y, cuando acabó, pensó que entraría para regresarlo a sus aposentos. Pero quien apareció fue BeomGyu, con el rostro apretado en ira y rabia, dirigiéndose a verlo directamente.
— Mi Señor... — dijo TaeHyun, poniéndose de pie.
— ¿Te duele mucho, mi amor? — le preguntó el mayor, quién, a pesar de la cólera que sentía, trataba de relajarse por él. — ¿Es muy grave, doctor?
— Claro que no, mi Príncipe — dijo el hombre. — Le he dicho al Cortesano que debería salirse de la coreografía, pero no ha querido.
— Por supuesto que lo hará — barboteó BeomGyu —, vas a reposar y...
— ¡No! — chilló TaeHyun, y sobresaltó a su prometido y al doctor. — No, BeomGyu, no, por favor...
BeomGyu se giró hacia el médico, que enarcó una ceja y recogió sus cosas, aludiendo a que debía ir a visitar a la princesa RyuJin. Así, a los pocos segundos, la pareja quedó a solas en el lugar.
— ¿Yendo en mi contra, mi futuro esposo? — preguntó BeomGyu, con un poco de humor en su voz. TaeHyun puso una expresión tímida. — Qué chico más descarado.
— Beommie — le dijo, apenado —, por favor, no me prohibas participar de esto. Quiero bailar, quiero danzar para ti...
— ¿Seguro? — BeomGyu le acarició con suavidad su hombro, untado en una crema que le dio el doctor. — ¿O es tu orgullo el que habla, Tyun?
TaeHyun hizo un leve mohín ante el dulce toque de su pareja. A pesar de que ya no dolía como antes, la zona seguía sensible.
— También — admitió —, quiero demostrarles a todas las Concubinas que soy tan importante como ellas. Quiero que vean quién es Kang TaeHyun.
BeomGyu puso una sonrisa leve en su rostro, con sus ojos brillando en cariño, y TaeHyun se sintió embriagado en ese gesto. Por lo mismo, se acercó y le dio un beso en la boca al mayor, queriendo expresarle todo lo que sentía con aquella acción.
— Bueno, me convenciste — le dijo BeomGyu al alejarse —, pero, si tienes otro accidente, te prohibiré que participes, ¿entendido?
— Gracias, mi Príncipe — contestó TaeHyun.
— Ahora... — pudo notar la forma en que su expresión cambiaba —, ¿cómo ocurrió todo? SungHoon me habló brevemente de lo ocurrido, pero quiero oírte a ti.
TaeHyun asintió y comenzó a platicarle de lo ocurrido en el ensayo. Omitió por completo lo que habló con ChaeHyun pues, a pesar de todo, eso era algo entre ella y él. Eso lo solucionaría TaeHyun, nadie más.
Con cada nueva palabra que decía, el rostro de BeomGyu se ensombrecía y se volvía más y más furioso.
— SuHyun y JinJin — repitió el Príncipe, poniéndose de pie —, y la bailarina MiYoon. ¡SungHoon!
El soldado apareció al escuchar el grito. De seguro había estado oyendo todo al otro lado de la puerta, esperando su llamado para actuar.
— Mi Príncipe — dijo.
— Ve por las concubinas SuHyun y JinJin, y la bailarina MiYoon, ahora.
SungHoon hizo una leve inclinación, saliendo del cuarto, y TaeHyun solo miró a BeomGyu, que era incapaz de relajar las líneas tensas de su rostro. No recordaba haberlo visto así de enojado desde que lo conoció, ni siquiera el día anterior, cuando fue a buscarlo a las habitaciones del Emperador.
— BeomGyu... — habló, llamando su atención —, ¿qué harás con ellas?
— Castigarlas — escupió BeomGyu —, y darles una lección. No se atreverán a tocarte otra vez — alzó su barbilla. — Ni ellas, ni nadie más.
— Pero... pero... — trató de hablar, sin embargo, una mirada del mayor le calló. No pudo evitarlo, y es que empezó a sentirse un poco mal, ¿es qué acaso no era algo que ellas merecían por lo que le hicieron?
Es decir, estaba bien, tal vez merecían un regaño y una llamada de atención, aunque sabía que BeomGyu no se limitaría a eso. ¿Qué tipo de castigo les daría? TaeHyun no quería que su imaginación volara, pero no sabía qué esperar en esa situación.
SungHoon volvió varios minutos después. Llevaba a JinJin del brazo, que suplicaba, y detrás de él, venían otros dos guardias arrastrando a las otras chicas. Las soltaron, empujándolas al suelo, y casi de inmediato se arrodillaron ante BeomGyu.
— Mi Príncipe — se apresuró en hablar MiYoon —, por favor, discúlpenos, nunca fue nuestra intención herir al Cortesano. Fue solo un accidente.
— No te he dado permiso para hablar — gruñó BeomGyu. TaeHyun tragó saliva, viendo sus ojos fríos y crueles, su boca apretada en un rictus iracundo. En ese instante, era el Príncipe Heredero al trono, nadie más. — Me sorprende que hayan sido seleccionadas por la Matrona Ahn para participar de un baile tan importante como este, considerando el grave error que cometieron.
Silencio. Ninguna de las tres se atrevió a hablar, con sus respiraciones agitadas y el pánico creciente sintiéndose en el aire. Ni siquiera TaeHyun se atrevía a intervenir, apenas mirando el rostro de SungHoon, que también se encontraba duro.
— Su torpeza, si es que puede llamarse así — prosiguió BeomGyu —, podría haber acabado con la vida de mi futuro Consorte — las chicas alzaron la vista bruscamente —, y eso no puedo admitirlo de ninguna forma.
— ¡Mi Príncipe! — saltó JinJin. — ¡Le juro que no fue adrede! Y menos habríamos querido...
— ¡Cállese, concubina Sa! — espetó BeomGyu. — Incluso, sin saberlo, deberían haberlo tratado con cuidado, ¡su actitud solo demuestra lo poco preparadas que están, ustedes dos, para formar parte de mi Concubinato!
JinJin comenzó a llorar, luciendo desconsolada y desesperada. SuHyun tenía los ojos llorosos y la mirada perdida, mientras que MiYoon temblaba y bajaba la vista. TaeHyun pudo sentir su estómago apretarse, descompuesto ante la escena.
— Mi Príncipe — murmuró —, por favor, ¿puedo retirarme? No me estoy sintiendo bien.
— Claro, TaeHyun — dijo BeomGyu, sin mirarlo, aunque suavizando un poco su voz. — SungHoon, acompáñalo a mis aposentos.
— Como ordene.
TaeHyun se bajó de la camilla, mirando hacia otro lado cuando caminó hacia la puerta, teniendo que cruzar al lado de las chicas arrodilladas. De pronto, JinJin se lanzó a sus pies, quebrada en llanto.
— Cortesano, por favor, por favor — lloró ella, afligida y sin dejar de soltar lágrimas —, dígale al Príncipe que no fue a propósito, ¡tenga piedad con nosotras, por favor!
— Suelta ahora a mi Consorte, Concubina Sa — dijo BeomGyu entre dientes.
El muchacho retrocedió, sin saber si intervenir o no en lo que estaba ocurriendo, pero, de forma repentina, SungHoon se interpuso entre ambos y lo escoltó fuera de la habitación. Sin embargo, pudo escuchar las súplicas de la muchacha incluso cuando salió.
— Lo mejor es que no intervenga, Consorte — dijo SungHoon, severo. — Lo que hará BeomGyu no solo es una advertencia para ellas, sino para todo el harem: quién se atreva a tocarlo, va a pagar caro.
TaeHyun ni siquiera pudo responder, sabiendo que el soldado tenía razón. Puede que a él todavía le costará verlo de esa forma, pero ya entendió que vivir en el palacio Imperial no era fácil y, por lo mismo, no había espacio para dudas ni vacilaciones.
Era, en pocas palabras, ser la presa o el cazador, y TaeHyun tenía claro que no sería lo primero.
Una vez la puerta se cerró y el muchacho desapareció, BeomGyu volvió su vista a las tres mujeres arrodilladas ante él. Ni siquiera podía sentir un poco de compasión ante la visión de su llanto, en lo único que podía pensar era en el atrevimiento que tuvieron para herir a TaeHyun. ¿Quiénes se creían para hacerle daño? BeomGyu se encargaría de que todo el mundo supiera muy bien que no debían meterse con su futuro Consorte.
— Cho MiYoon — dijo, y la bailarina levantó la cabeza —, como castigo por su desliz, recibirá diez azotes en cada pie — la vio palidecer — y la prohibición de seguir bailando en cualquier acto. No quiero ver su rostro nunca más en mi vida.
— Mi Príncipe, se lo ruego... — sollozó la muchachita, que no parecía tener más de veinte años. Pero BeomGyu no sintió compasión.
— Tal vez con eso aprenda a no cometer errores que podrían acabar con la vida de alguna persona — gruñó, y le hizo un gesto a un soldado. — Llévesela, ahora.
— ¡Mi Señor, mi Príncipe, por favor...! — gritó ella, pero el guardia la agarró del hombro, tirándola con fuerza. — ¡Sea compasivo, mi Señor, se lo ruego...!
BeomGyu endureció más su rostro antes de volverlo hacia las dos Concubinas. JinJin seguía llorando, como queriendo compadecerlo. El Príncipe sabía que la muchacha era hija de un rico mercader que hacía negocios en todo el territorio y que, además, se encargaba de abastecer al palacio con los mejores y más novedosos productos.
SuHyun se sacudía en temblores incontrolables, también sollozando. Ella pertenecía a una familia aristocrática, donde su padre se desempeñaba como funcionario del Imperio, encargado de la cultura y las artes de la nación.
— Sé que no puedo matarlas, aunque es lo que debería hacer — dijo BeomGyu, helado y despectivo. — Como castigo, serán enviadas al Palacio de la Tierra y perderán el título de Concubinas Imperiales. Allá, la Matrona a cargo recibirá instrucciones de que los primeros diez días, en cada amanecer, deberán caminar descalzas sobre un camino de arroz, hasta que se formen heridas y sus pies sangren.
— ¡Mi Príncipe, tenga compasión con nosotras, por favor! — suplicó SuHyun. — ¡No nos envíe allí!
El Palacio de la Tierra era llamado a una sección particular del gran Palacio Imperial, donde iban destinadas los Concubinos y nobles que caían en desgracia. Sus acciones eran tan graves que, por lo mismo, casi nadie salía de allí, y tenían que hacerse cargo de tareas como el lavado de ropas, la reparación de objetos y encargarse de la huerta. Además, a muchas personas se le agregaban castigos extras, como el que acababa de nombrar BeomGyu.
— ¡Señor, le prometemos que jamás se repetirá! — sollozó JinJin.
— Claro que no se repetirá — BeomGyu alzó su barbilla. — Como vuelva a saber de ustedes, les cortaré las cabezas y las colgaré en las murallas del Palacio Imperial — su voz se tornó mucho más dura. — Confabular contra mi Consorte es confabular contra mí, y lo que hicieron no tiene ningún perdón de los dioses.
Los soldados restantes se llevaron a las dos muchachas, que seguían llorando y pidiendo perdón, rogando por cualquier rastro de compasión por parte de BeomGyu. Sin embargo, el Príncipe las vio desaparecer, sin mover un solo músculo de su cuerpo.
La próxima persona que osara hacerle algo a TaeHyun terminaría, en definitiva, muerto. Eso ya lo había decidido.
gyu, yo confío en ti. haz bien las cosas, por favor. 🙏🙏🙏
¡Gracias por leer! <3
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