Capítulo 30.
Muuuuchos comentarios xfaaaaaa 🐜🐜✨✨
(...)
Shouto miró las tarjetas de invitación que le dieron, una boda, la más importante de todo el imperio y, aparentemente, su misión era entregarlas a sus respectivos destinatarios, pero eso le hacía fruncir levemente el ceño, miró con una ceja alzada al rubio qué parecía disfrutar enormemente de su café mañanero sin azúcar.
—¿Tengo yo que entregar las invitaciones, en serio? —Se quejó, no era un mensajero y además, Keigo sería indicado para ese papel más que él en realidad.
—Sí, tú. Vas a viajar a Europa de todos modos, no puedo enviar a cualquiera a Inglaterra, a mi Deku le agrada mucho el rey Ciel, estoy seguro que le encantará verlo en nuestra ceremonia. —Una sonrisa de orgullo se asentó en el rostro de Katsuki mientras hablaba, parecía un niño saboreando una victoria de juego.
" 'Mi Deku', te refieres a él como si fuera una mascota, nunca cambiarás Katsuki". Pensó con remordimiento el bicolor, siempre fue un testigo silencioso de ese "amor", una obsesión de años que nunca se curó ni se olvidó. Shouto podía recordar la primer vez que el emperador, un pequeño príncipe en ese entonces, empezó a hablar sobre "la pequeña cosa" más hermosa que había visto.
Katsuki se escabullía de sus clases y se metía en la habitación en donde dormía un bebé Izuku de ese entonces, los Midoriya se quedaron un pequeño tiempo después de que Lady Inko tuvo a su segundo hijo, por lo pequeño y adorable qué era el cachorro se pudo deducir levemente qué tendría más posibilidades de ser un omega en un futuro, también porque era un niño bastante tranquilo y apenas lloraba cuando tenía hambre.
El pequeño bicolor, que se había vuelto más cerrado después del "incidente" con su madre y apenas hablaba, si antes casi no lo hacía ahora menos. Shouto tenía un parche en un ojo, pero que estuviera medio ciego no era impedimentos para que Katsuki lo arrastrara a sus fechorías, era el que menos se quejaba o le reprochaba sus acciones, solo por eso era el favorito del pequeño demonio de ojos rojos.
"—Miralo, —susurraba Katsuki junto a la cama del pecoso menor que dormía profundamente—, ¿no es tan lindo?
El sol entraba por las grandes puertas que daban hacia el jardín, el pequeño Izuku dormía en el suelo en una pequeña cama, que era más un nido de mantas enredadas. Los rayos de luz caían con suavidad en el arbusto qué tenía por cabello, le daba unos toques dorados hermosos, como si fuera una joya, esmeralda en ese caso, el rostro del menor tenía los cachetes ligeramente rosados y bañados en pecas, se veía tan gordito como blandito. Shouto extendió su mano hacia él para alcanzar una de sus mejillas, pero Katsuki fue más rápido; le dio un fuerte manotazo y una mirada de muerte.
—No lo toques, él es mío, Shouto… "
—Shouto, ¿cuantas veces tengo que llamarte para que bajes de la nube en la que vives? —Katsuki gruñó terminando su bebida, al fin notando como la mirada del bicolor se enfocaba realmente en él.
—Perdón, pensaba en el viaje. —El alfa mintió, no le iba a decir que estaba recordando la primera advertencia de muerte qué recibió en su vida.
—Como digas, —El rubio murmuró entrecerrando los ojos, sabía que no le creía nada, pero mejor era dejarlo así—, aparte del rey Ciel y su consorte hay otros nobles a los cuales invitar, así habrá estrechos lazos políticos, se sentirán honrados de ser participes de ese evento tan especial para mis tierras.
—¿Por qué siempre tienen que meter la política en cosas que deberían ser solo familiares? —Se quejó de nuevo Shouto, nunca podría estar en un matrimonio normal en donde no se busquen socios ni alianzas.
—Se está hablando de emperadores Shouto, no de tu sirviente limpia pisos, los cuervos querrán carne podrida para comer, y hay que darles de la mejor para que estén satisfechos. —Katsuki sonrió, pero al alfa bicolor no le gustaba esa comparación tan nefasta.
—¿Eso es lo que piensas de tu ceremonia, qué es solo un evento para carroñeros sin escrúpulos? —murmuró la pregunta el bicolor mientras guardaba con dudado las invitaciones en una caja de terciopelo—, creí que le tendrías más estima.
—No, mi boda es solo una muestra para que todos sepan que lo que yo quiero, lo obtengo, el omega más hermoso del mundo junto a mi primogénito, nuestro cachorro. —Con una sonrisa, el rubio echó a un lado los platos vacíos en la mesa, se levantó y caminó hacia las puertas que daban al jardín, podía ver a no muy lejos de ahí el dueño de sus pensamientos.
—Nunca te arrepentirás, ¿no? —Shouto fijó su mirada en la espalda del rubio, ni siquiera se movió ante su pregunta, pero, ¿podría ser una? Más bien sonaba a una afirmación, porque en el fondo sabía la respuesta.
—¿Arrepentirme de qué? No hay nada atrás por lo que valga la pena voltear a ver. —Fue la respuesta que bastó para que Shouto se sintiera satisfecho, no era que estuviera feliz por ella, pero al menos lo escuchó de él.
Ninguno dijo nada mientras el bicolor se levantaba y recogía la caja llena de sobres para marcharse. Por más que las cosas no fueran correctas, el bicolor sabía perfectamente que había una marca en sobre su corazón que no le permitía actuar o pensar en contra de su emperador, pero de todas formas, ya todo le importaba una mierda, así que mientras no fuera afectado directamente se mantendría al margen.
(...)
Hace unos años.
Katsuki miró hacia el frente, su kimono tradicional era lo de esperarse en una boda de la realeza, pero estaba lejos de ser de su agrado, a su lado estaba esa omega, no recordaba el nombre, pero tampoco le importaba, era solo una pieza lateral y fácilmente reemplazable. Sin embargo, era la que más toleraba y solo estaba allí por eso, ya era el momento de quitarse a su estúpido séquito de que consiga un heredero para el trono.
—Y ahora, bajo la presencia de nuestros dioses, yo los declaro Enigma y omega.. —El rubio volteó a mirar a su ahora, y temporalmente, emperatriz, su cabello castaño claro era largo, ella se había vestido como quiso, con un ostentoso kimono de colores pálidos qué contrastaba con su piel algo bronceada.
Katsuki tomó su copa y la llevó a los labios de pato de la joven para darle a beber, como era costumbre en sus tradiciones, llevaba el significado de que siempre iba a servirle y cuidarla, así como esa habían otras más, pero solo se inclinó por esta sola, ni en sus sueños las terribles se comprometería al cien por ciento con esa mujer. Una vez ella hizo la misma acción cuando fue su turno, se pasó a la fiesta de ceremonia.
Realmente este evento no era el más grande, pero debía cumplir con lo esperado por todos los demás. Un montón de personas idiotas a las que no le importaba iban y venían tratando de lamer sus bolas con sus estúpidos cumplidos de mierda, todos los miembros de las familias sekkes y seigakes estarían con el buche lleno qué podían controlarlo, pero realmente era todo lo contrario.
—Su majestad, ¿no sería bueno irnos ya a nuestra habitación? —Una mano de la omega se deslizó por su brazo trazando un patrón de caricias con sus inservibles uñas largas.
Podía notar como los pechos grandes de la mujer se frotaba contra él, bueno, al menos podía sacar algo bueno de ese estúpido matrimonio infeliz. Katsuki no era tonto, sabía cuándo, como y donde actuar, como sus padres le habían enseñado, debía de tener un ojo en todos lados, saber que hacían y que decían todos en su ausencia.
Sus sombras estaban en todas partes siendo sus ojos y oídos, cosa que era solamente de su saber. Ya había pasado un par de meses desde su boda y nada en su rutina diaria cambió, Aizawa era el encargado de enseñarle a la omega labios de pato sus deberes así que no era de su incumbencia lo que hiciera después de eso.
Pero él sabía que ella no estaba feliz en el palacio, aparte de que aún no mostraba signos de un embarazo, tampoco tenía todas las libertades qué antes sí y habían muchas reglas por seguir, aunque, ¿qué se podía esperar de una persona que pasó toda su vida de barco en barco y de país en país?
Estúpido e inútil, la berrinchosa siempre lloraba pegando a su ropa pidiendo salir del palacio y pasear al menos en la capital, pero no había tiempo para eso y si quería salir, sería mejor que aparentara al menos estar en acciones benéficas, pero uno de sus comentarios le hizo helar la mente, "¿Ah, yo rodeada de mugrosos niños? ¡No! Aparte de que podrían ensuciar mi ropa también me podrían contagiar de una peste".
La labios de pato se sacudió levemente y se fue después de decir eso, ignorando como Katsuki había dejado de leer el importante documento que tenía en las manos. La omega había entrado allí cotorreando sobre salir del palacio y pasear un rato en el mercado de la capital, el rubio le murmuró sobre que fuera a visitar el orfanato un rato y estuviera en presencia de los pocos huérfanos qué había allí.
La odiaba, "ella no es apta", murmuró su mente ante el silencio de la habitación, "ella tiene un aroma similar pero no es igual a él", "no será una buena madre", "es un desecho", "no sirve", "no hay que ser benevolente". Un sin fin de comentarios llenaban la mente de Katsuki, su bestia interna murmuraba una y otra vez lo inútil qué era la omega y de cómo debía usarla pronto para sacarla del camino.
Sin embargo, por más tentado qué sonaba eso, se obligó a esperar, continuó con su labor y en el momento idóneo dejó a la perra preñada. Lo cual, sus cambios de hormonas sacaba lo peor de ella, incluso le había reventado un preciado jarrón chino de su madre, que era bastante antiguo y había sido un obsequio de su boda cuando se casó con su padre. El inocente jarrón qué siempre estaba lleno de rosas frescas traídas del jardín y decoraba su habitación, fue estrellado a los pies de un simple sirviente porque se había tardado cinco minutos más de lo debido en cumplir uno de sus caprichos.
Katsuki apenas pudo presenciar como aquel preciado objeto que siempre le recordaba al omega de cabellos marrón fue lanzado al suelo con fuerza. Haciéndose añicos y derramando agua por todas partes, el rubio no dijo nada, no peleó, se contuvo solo por aquel bulto qué tensaba los kimonos de esa bruja desagradable.
Lo cual también era un motivo de quejas por parte de ella, sus sombras siempre le comentaban las cosas horribles que ella decía sobre su propio hijo, como maldecía su embarazo en voz baja al ver las estrías que surcaban su abdomen, por lo pesado que era o porque solamente se movía. Pero, lo que más odiaba era a su "suegro", aquel estúpido viejo que no sabía más que llevarle la corriente a su pequeño monstruo.
Así que, al pasar los meses, acercándose la fecha del parto, Katsuki preparó todo, se mantuvo fuera de la sala de enfermería escuchando los gritos de sufrimiento de la omega. Ella no merecía su consuelo en esos momentos, había dado órdenes claras de que lo único importante allí sería el bienestar de su cachorro, cosa que se logró cuando escuchó su primer lloriqueo.
Por la intensidad del sonido el rubio supo que su primogénito sería un buen guerrero, no perdió tiempo y entró al cuarto, rápidamente todas las parteras bajaron la cabeza y salieron del lugar, una de ellas le pasó a su bebé envuelto en una manta. Era tan diminuto en sus manos que pudo cargarlo en su brazo sin problemas.
—Al fin, el infierno acabó, —El hermoso momento fue destruido por los alaridos de la bruja en la cama—, ¿a dónde se fueron todas? ¿Acaso no saben que deben limpiarme y darme algo de beber?
—Están preparando eso exactamente. —Katsuki sonrió—. Mientras tanto, dale la primera comida a nuestro hijo, es algo importante que lo hagas de inmediato.
Con una mueca, la omega tomó al cachorro entre sus brazos y sacó uno de sus pechos para darle de su leche materna, mientras ella se entretenía con eso, Katsuki preparó un vaso de agua, se acercó hacia ella y se lo ofreció, cosa que la mujer aceptó fácilmente, pues desde antes había murmurado querer uno. El rubio le quitó el vaso cuando estuvo vacío, lo limpió y lo colocó en su lugar, después tomó a su pequeño de los brazos de su madre, junto a una manta empapada en leche y miel acanelada.
Después de eso, Katsuki solamente se fue a la habitación de al lado sin siquiera mirar como la mano de la inútil se deslizaba de su cuerpo hasta quedar suspendida en el aire, se disculpó en voz baja con su hijo mientras lo acostaba en su cuna, ya estaba dormido y envuelto en el aroma de su madre, el rubio sabía que le iban a tocar momentos muy difíciles.
—Se fuerte mi pequeño Katsuo, tu madre llegará pronto.
(...)
(. _.) (._ .)?
A mimir.
Zaorycast. ✨✨
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