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🩸Capítulo 9🩸

—¡Que apetitoso se ve ese sirviente! le preguntaré más tarde donde lo consiguió.

Eso fue lo último que escuchó Sara antes de que cerraran la puerta y la dejaran a solas con Oliver. Le daba escalofríos. 

—¿Fellowes? Ese no es tu apellido.

—Oliver, eso ahora es lo menos importante ¿Qué haces aquí? —dijo Sara mientras se apoyaba en la puerta detrás de ella.

—Es obvio, vine por ti. 

—¿Como me encontraste?

—Tuve que seguirte un tiempo. Me evitabas y hace tiempo que no te comunicabas conmigo. Necesitaba saber qué hacías durante algunas tardes y ahora sé que venías a la capital.

—No tenías derecho a hacer eso —decía Sara mirándolo a los ojos.

A Sara no le molestaba ver a Oliver, al contrario, lo extrañaba más que nunca, pero, la capital no era para un humano como él ni tampoco era apto para la estafa que estaba haciendo Sara. No quería que él también se viera envuelto en el plan que tenía con Richard. 

Quería protegerlo. Nadie lo tacaría mientras ella pudiera evitarlo.

—Me importa tu seguridad. Me preocupaba no saber nada de ti —dijo Oliver mientras colocaba sus manos en los hombros de Sara y la miraba fijamente. 

—Es complicado. Necesitaba ayuda de vampiros con más experiencia. Los vampiros son peligrosos para ti —dijo Sara apartando la mirada. 

—También son peligrosos para ti.

—No es así. Aquí no soy una Cead, soy una Ocaratis.

—Ellos no te conocen —dijo Oliver soltando los brazos de Sara y volviendo su mirada hacia la ventana. —Y odio que se acerquen a ti por interés.

—No espero que me amen por lo que soy, pero sí que me teman.

—¿Y si descubren lo que en realidad eres?

—Si no quieres que eso pase, entonces contribuirás a no decírselo a nadie. 

—Lo haré, con una condición. 

—¿Cuál es?

—Ya no me ocultarás tus planes. Estaré bien, puedo cuidarme solo. En público me haré pasar por tu sirviente y me comportaré como tal. Si así puedo protegerte como humano, lo haré. Si así, puedo ser parte de tu vida, de la vida de Sara Fellowes , lo haré.

—¿Por qué estarías dispuesto a llegar tan lejos?

—Porque eres una de las personas más importantes que tengo en mi vida —dijo Oliver mientras tomaba la mano de Sara y la besaba.

Sara se sonrojó por un momento, pero se desvaneció de inmediato al ser invadida por la culpa. Le gustaba estar cerca de Oliver, pero fingir ser su sirviente, implicaba que los demás supieran que se alimentaba de él. No sabía cómo iba a fingir aquello, ya que, no quería por nada del mundo tocar la piel humana de Oliver con sus colmillos. Era algo tan personal e íntimo, pero a la vez muy invasivo y Sara anhelaba que Oliver nunca tuviera que involucrarse en este mundo y pudiera viviera una vida humana normal. 

Ese era su plan, hasta que con la llegada de su nueva habilidad todo se distorsionó.

—Oliver...yo...no me puedo alimentar de ti. Si alguien te pregunta, te estoy guardando para una ocasión especial y por eso tu cuello sigue intacto. 

—Si alguna vez necesitas mi sangre de verdad, tómala. 

—Me aseguraré de que eso no pase —dije mientras se disponía a abrir la puerta. 

—¡Espera! —dijo Oliver mientras la abrazaba por detrás. 

—El seguirte y llegar hasta acá, también fue porque no paraba de pensar en ti. Sé que somos mejores amigos, pero espero que puedas pensar en eso. 

¿Era eso una confesión? Sara no lo tenía tan claro, pero ahora no tenía espacio en su mente para pensar en aquello, puesto que al otro lado de la puerta había una multitud de vampiros con curiosidad sobre Oliver y ella quería apartarlos a todos.

Al abrir la puerta, Sara se encontró con Richard y podría jurar que, en su rostro, percibía cierto disgusto. 

—Toma, colócale este collar al humano. Con eso, los demás sabrán que tiene dueña y por lo tanto no pueden reclamarlo. 

Era un collar ni tan largo ni tan corto, en donde colgaba una piedra alargada blanca. 

—Mánchala con tu sangre —le dijo Richard a Sara. 

—¡Ah! y dile al señorito que no tiene posibilidades con una Ocaratis. Aumenta tus estándares muñeca.

—Con que estabas escuchando —dijo Sara mientras le entregaba el collar a Oliver con una piedra totalmente roja a causa de su sangre. La piedra la había absorbido. Ahora olía a ella. 

—Escucho solo lo que me interesa. 

Sara decidió ignorar a Richard y se dispuso a bajar nuevamente las escaleras, esta vez cubriéndole la espalda por la izquierda Oliver, su falso sirviente, pero verdadero mejor amigo, mientras que, por la derecha, Richard, su guía y fuente de contactos. 

Era momento de seguir con esta farsa. 

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