Capítulo Uno: El Viaje
Sentir la brisa en mi rostro, era como recibir la caricia de una madre la primera vez que tropezábamos.
Tal vez esa era una de las cosas que más adoraba de viajar. El viento en mi rostro, dando un frescor especial a toda mi piel, y haciéndome olvidar las razones por las cuales estaba viajando.
Observar las montañas frías de Canadá frente a un hombre enfermo y su hijo, me obligó duramente a recordar todos los infinitos viajes en Tren.
Recuerdo con nostalgia cuando James y yo eramos simples niños, y nos enamorábamos de las vistas que el tren y ese viaje nos podían dar. Jamás le habíamos dado importancia al por qué de esos mismo viajes.
¿Qué niño disfruta de la vista, importándole las razones?
Sentía las arduas miradas de las personas en el tren cuando tuve que levantarme a ir en búsqueda de mi hermano.
Francia es un país que, como la mayoría que conforman Europa y Asia, estaba en una secuencia de cambio social y político, lo que nos distinguía favorable y desfavorablemente. Francia estaba con hambre, con huecos en la justicía y además, con el surgimiento de las mujeres como líderes nacientes. En donde miles de mujeres quieren hacer valer su humanidad, y no verse obligadas a decir y/o hacer cosas en contra de su voluntad y aspiraciones.
Entiendo que al ver a una chica de 16 años, pelirroja y alta, en pantalones y camisa puede ser algo diferente en lo que resta del continente de América, pero las personas que hemos vivido lo suficiente de la revolución, entenderán la importancia que tiene demostrar nuestra participación incluso en lugares ajenos a nuestra patria.
Mi hermano se había retirado con la excusa de "ir al baño" hace más de 10 minutos.
No estoy obsesionada con él, pero los gemelos tenemos cierta conexión. Para él, mentirme le sale de la peor manera y, desafortunadamente, sucede igual conmigo.
Seguí caminando hasta los baños, y James McKyntire parecía haber desaparecido.
Toqué la puerta del baño dos veces, recibiendo el gruñido de lo que parecía ser un hombre viejo.
Me alejé con una mueca de ahí rápidamente y seguiría caminado si mi hermano no hubiera hecho aparición en ese mismo instante, frente a mis ojos.
Aunque, decir que estaba un poco desarreglado era un cumplido.
Tenía los doblados de la camiseta desordenados, y trataba de acomodárselo con rapidez, pero el sonido de su reloj de bolsillo colgando en el cuello lo descubrían. Parecía recién salido de una carrera de 100 metros en un tren estrecho y pequeño.
Si no fuera su hermana gemela, habría calificado esa acción como algo habitual y poco interesante para mí. Pero no eran muchas las veces en las que se veía a James McKyntire hecho un desastre completo.
- ¿Se puede saber que hacías, James? - le reclamé, cruzando mis brazos en el proceso de terminar la pregunta. El chico se acomodó el dobladillo, y pasó sus manos por el cabello. Envidiaba su cabello manejable.
- ¡Ir al baño! ¿Qué más si no eso? - exclamó con la voz aguda y dejándome atrás mientras se dirigía a paso rápido en dirección a los asientos.
Rodé mis ojos, pero de igual manera preferí no indagar más en el tema. Si comenzaba a preguntar, podría quedar como una entrometida, pues aunque sea mi hermano todos tenemos un espacio en nuestras vidas, en el cual ni siquiera el pariente más cercano puede estar. Y eso lo entiendo.
Llegué justo cuando él se había sentado, lo suficientemente apenado como para no verme a los ojos. Me rendí a carcajadas mentales cuando me acomodé en la silla junto a él. Pasé el brazo por sus hombros, y lo acerqué a mi en un cariñoso abrazo.
Mi madre Verónica estaba dormida hace un par de horas, con la cabeza apoyada en la ventana de la hilera de asientos a nuestra espalda.
Diferentes a ella, mi hermano y yo nunca dormíamos en los viajes a tren.
El chico que estaba ubicado justo frente a mi no quitaba la vista de nosotros dos.
- ¿Cuanto llevan junto? - preguntó un poco confundido el chico, rascándose la cabeza. No lo conocía de nada, pero me pareció gracioso que se saltara todas las formalidades, para ir directamente a esa inadecuada pregunta.
Pero, mi parte favorita de esa pregunta fue ver la cara del hombre enfermo, que riñó en voz baja al chico.
James no se aguantó la risa, y se encogió sobre él mismo, cubriendo su boca con la mano. Él sólo se burlaba de las personas, pero jamás buscaba la manera de explicarles. El término 'explicar' para James no era nada fácil de aplicar.
- Somos gemelos - le respondí, rodando los ojos a la reacción de mi hermano - Gemelos en sentido de, ser hermanos. - sonreí sarcásticamente, pero el chico parecía no haber escuchado la mayoría de eso.
- Excuse a mi hijo por su curiosidad y falta de amabilidad. Mi nombre es John Blythe, y el es mi hijo, Gilbert - se presentó el padre, extendiendo una mano hacia nosotros dos. Gilbert estaba a su lado, ruborizado por la equivocación que había cometido. Extendió su mano hacia mi, al igual que su padre y yo acepté ambas asintiendo.
- Un placer conocerlo, señor Blythe. Mi nombre es Jenny McKyntire, y el es mi hermano James. - nos presenté al muchacho, y James asintió a mi lado.
- Lamento haber... confundido la relación entre ustedes dos - se excusó el chico rápidamente después de haber recibido una mirada casi asesina de su padre.
James asintió dos veces, tomó su copia de '"El sabueso de los Baskerville" en francés, y se volvió a sumergir por las páginas apoyándose en la ventana.
Crucé los brazos en mi pecho, y comencé a mover el pie de manera lenta, recordando cualquier melodía sólo para mantener mi mente ocupada. James aborrecía conocer a personas nuevas, tenía un temperamento tan desigual que me avergonzaba mucho. Pero las personas que tenía al frente parecían no haberse percatado en eso.
- ¿Y hacia dónde se dirigen ustedes, señorita McKyntire?- preguntó con una voz muy afectada el padre del muchacho. James estaba tan concentrado en su libro, que el sonido le pasó resbalando. Se notaba como la enfermedad en sus pulmones le mataba la garganta al hablar, pero el hombre trataba de actuar totalmente normal.
- Nos dirigimos hacia Avonlea, señor - contesté con una sonrisa leve.
El hombre comenzó a reír un poco, y yo le lancé una mirada desconcertada.
- Debe ser una muy buena coincidencia, señorita, porque nosotros nos dirigimos igualmente a Avonlea.
- ¡Grandioso! Creo que ahora la llegada de mi familia no será tan solitaria como tenía en expectativas - Respondí con una ligera exaltación en mi rostro. Era la primera vez que sucedía algo como eso, y en realidad era un sentimiento agradable conocer a ese amable hombre y su hijo. Tenía la idea de que pasaríamos nuestros primeros días en Avonlea totalmente solos, hasta que las clases comenzaran. James sabe que necesita amigos o morirá de soledad en esa isla, entonces sé que tiene entre sus planes actuar mucho más comprensivo y amable con ellos haí, pero para mi no era tan fácil calcular ese tipo de planes. Me tomo demasiado tiempo en evaluar a las personas, antes de considerarlas 'amigos', una definición que se da muy a la ligera.
- ¿Tienen pensado entrar en la escuela? - preguntó el muchacho después de un momento. Yo tomé aire pensativa, pero ya sabía la respuesta.
- James se irá a la universidad en dos años completos. Yo pienso graduarme este año. ¿Y usted, en que año está? ¿Es Avonlea un buen lugar para desarrollar una carrera? -
Gilbert pareció un poco perdido al haberle hecho la pregunta, pero se aclaró la garganta y me respondió con una leve sonrisa.
- Lamentablemente aún no he logrado descubrir mi vocación, pero aspiro en hayarla este nuevo año, así que me graduaré a comienzos del próximo. En Charlotstown está la Universidad de la Reina. Ahí estudian todos los graduados exitososo de Avonlea. Imagino que su idea para carrera es... no sé, ¿medicina? - Me pregunto si es extraño que el chico no deje de sonreirme. Por las miradas de reojo que me lanza James, supongo que si.
- No tan cercano, mis inclinación van más hacia la ingeniera y la mecánica. Es la profesión de mi familia. En Francia fue sencillo tomar clases de iniciación, y también los conocimiento de mi familia lo permitieron, pero aquí... Tendré que esperar a ver. - les respondí, y observé como el padre del chico abría los ojos con sorpresa. -
- ¿Es usted liberal, señorita McKyntire? -
- París es la cárcel de los conservadores, así que tiene un punto a favor sobre mi, señor Blythe -
El hombre sólo sonrió hacia Gilbert, y asintió dándome la razón. Decidí pasar de las constantes miradas del chico, y tomé los 30 minutos restantes del viaje para observar mi maleta, en los espacios de arriba, considerando qué momento sería el indiciado para levantarme y cambiar mi ropa. Mi madre me mataría si veía mi autendo incluso después de llegar a Avonlea.
Ya pasado el tiempo, me levanté de mi asiento, y tomé la bolsa de tela en donde tenía guardada mi ropa. Me fui directamente al baño.
Colocarme un corcet yo sola, en un baño de tren estrecho y muy sucio, fue una de las experiencias más aterradoras y divertidas a la vez. Ya al haber terminado, me observé en el espejo de pared una última vez. Solamente en Francia las mujeres seguíamos usando eso, lo cual es contradictorio si observamos la política popular de los pantalones para las mujeres. Estaba mal no utilizar esa prenda al llegar a un edad determinada, lo cuál sólo podía cuestionar en mi mente.
Como siempre, traía un vestido azul oscuro simple, con algunos bordado en el cuello y las mangas. Habían ciertos detalles en la falda del vestido, como algunos estampados de flores en diferentes parte de este. Acomodé mi cabello hacia atrás, y me ate sobre la coronilla un liston blanco. El cabello recogido no era mi mejor amigo, y solo los listones lograban que no se moviera de su lugar. Me encantaba mi cabello revoltoso y muy pelirrojo, pero era estresante cuando quería.
Salí del baño minutos después, quitándome el ligero maquillaje que tenía en el rostro, exceptuando la sombra en mis ojos. Cuando volví a las sillas vi a mi hermano y Gilbert hablando, sin lograr descifrar sobre qué cosa en específico, y sólo pasaron unos breves minutos para que el tren se detuviera. Era hora de bajarnos, hacer la fila para desmontar, tomar nuestras maletas llenas de ropa alborotadamente doblada. Después de haber cruzado este viaje por tren, me preguntaba que sería de mi hermano y yo en este nuevo lugar, completamente alejado de París, y de las cosas que conocemos.
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