Capítulo 8: Tejas Verdes
━───────┙𖡹┕───────━
━───────┙𖡹┕───────━
No pude dormir mucho ese mismo día, e incluso mi hermano James, con el cual compartir la conexión emocional algunas veces resultaba fastidioso, no logró calmarme en ningún momento de la noche.
El señor Cuthbert es un hombre tímido, y nos lo demostró en nuestra primera visita a Tejas Verdes. Saber que estaba enfermo me ponía de lo peor, y no era solo eso: Ya antes, el señor Blythe había sido una clase de figura paterna para mi, incluso aunque sólo hubieramos pasado algunos momentos juntos, supimos entendernos entre nosotros. Pero con el señor Cuthbert era diferente.
Matthew siempre nos acompaña a Anne y a mí en nuestra escapadas, y es una persona humilde y bondadosa. Siempre lo he visto como un padre para mi, y este año los todos en la familia Cuthbert habían demostrado tener también la facilidad de crear un lazo emocional conmigo, algo que en mis años anteriores había sido tremendamente difícil de crear.
Pasé lo que faltaba de la noche en vela, asumiendo por primera vez todo lo que estaba sucediendo.
El señor Blythe había muerto, y creo que hasta ahora tampoco lo había aceptado. Gilbert siente cosas por mi, incluso aunque le he dicho que no lo intente.
Ya he sufrido bastante en el silencio sepulcral que en ocasiones las relaciones me causaban. No quería que Gilbert también sintiera eso.
Mamá no había vuelto por la casa desde hace una semana, y me estaba preocupando bastante por ella. Es normal que se vaya un par de días, pero ¿Toda una semana?
No se si se había tomado muy a pecho su nueva libertad en Avonlea, pero creo que si se había olvidado de que tenía dos hijos en casa, esperándola.
Y creo que también por esto, le tengo un gran aprecio a la señora Cuthbert.
Entre pensamientos y preguntas, pasaron las horas y cuando fueron las siete de la mañana, me levanté de la cama.
Mi hermano estaba desparramado en la colcha, y aunque anteriormente esto me habría causado mucha gracia, ahora ganas de reír me faltaban demasiado.
Ya que era sábado, me vestí con unos pantalones de pana negros, y una de mis camisetas. Calzar mis pies pareció ser el proceso más agotador y molesto de todo, pero cuando lo hize, dejé una nota a mi hermano y me dirigí a Tejas Verdes.
Di dos pequeños golpes en la puerta de madera, y la misma Anne abrió ésta, con tanta premura que por un momento pensé que había sido el viento.
- ¿Jenny? - preguntó. Ya habían pasado casi dos semanas desde que no arribaba a tejas verdes, y en la escuela desde que Gilbert no estaba sólo pasaba el rato con las chicas mayores, y eso que solamente para tener una excusa y salir del salón.
- La misma - le respondí, sonriendo con menos energía como antes. Anne me invitó a pasar, y saludé a la señora Cuthbert, que preparaba té en la cocina. La chica y yo subimos hacia las habitaciones, ya que le había comentado a Anne que quería ver al señor Matthew.
- Hola, señor Cuthbert - le dije, sentandome en la silla a su lado. Por un momento me imaginé que así debía de haberme visto yo cuando estaba en cama, pero casi inmediatamente me sentí culpable. Lo que le pasó al señor Cuthbert no es nada parecido a un pie lastimado.
- Buenos días, niña Jenny - me devolvió el saludo con la voz ronca y baja, como si el hecho de alzar la voz le doliera. Sonreí internamente cuando me dijo 'niña'. Tiempos después de mi primer día en Avonlea, le había revelado al señor Cuthbert que mi padre y hermano solían llamarme 'niña Jenny'. Lo hacíamos más para diferenciar, porque eramos cuatro hermanos con nombres parecidos, y algunas veces mis padres se equivocaban al llamarnos con los nombres en desorden.
- ¿Como se siente? - le pregunté, ofreciéndole el vaso de agua que había al lado de la cama, en una mesita. El hombre lo aceptó gustoso, y me respondió con la parsimonia que lo caracteriza.
- Un poco cansado. No podré levantarme de aquí en un tiempo.
- Lo entiendo, estuve en algo parecido hace unas semanas. - me quedé un momento en silencio, pensando que más decir. - ¿Le ha comentado Anne sobre mi viaje?
- Creo que si lo hace un rato. - Sentí su observadora mirada sobre mi rostro, y supe lo que iba a decir. - ¿No estás tan emocionada como al principio?
- No es eso... ¿Conoce usted a Gilbert Blythe, señor Matthew? -
- ¡Claro! Su padre y yo eramos amigos - asentí con energía, dejando mis manos caer sobre las piernas con pesadez.
- Me ha confesado algo, que tal vez sea por lo cual me estoy retractando de todo esto del viaje.
- Creo que imagino lo que es.
- ¿Cómo podría ser eso? - estaba curiosa, demasiado. Si el señor Blythe le había comentado algo sobre yo y Gilbert, era probable que ya estaban dando su permiso mutuo. Creo que podría evadir esto, incluso aunque yo misma lo he iniciado.
- El mismo Gilbert Blythe me lo dijo. - Abrí mis ojos con sorpresa, ¿se supone que no debo preguntar más? Que más da, estoy interesadisima. - Aunque por tu expresión, creo que no quieres saber nada él.
- ¡No! - exclame, más alto de lo que debería haberlo hecho. Sentí el calor subir por mis mejillas, y por la mirada de Matthew, sabía que se estaba tomando todo muy divertido. - Quiero decir, ¿Podría decirme cuáles fueron las palabras de Gil?
- Me lo había encontrado en la tienda de la ciudad, así que saqué el tema sobre su vida. Me comentó que había una chica que lo tenía encantado, pero lamentablemente el sentimiento no había sido bien recibido por la chica. Y justamente, el padre de Gilbert comentó tu nombre meses antes.
- ¿Supiste todo esto desde un principio, y jamás hiciste ninguna pregunta o acotación? -
- No es algo de lo cual pueda preguntar mucho. ¿Por qué crees que vivo con mi hermana? - no pude evitar reírme por sus palabras. Sabía que el señor Cuthbert más que ser tímido, era reservado. Se guardaba sus palabras y cuando consideraba necesario o le preguntaban, las expresaba. - Y ahora, dime que te tiene tan preocupada.
- Creo que también lo quiero... - respondí, sintiendo un vacío en el estómago. Era la primera vez que lo decía en voz alta, y se sentía extraño. La fría y misteriosa Jenny McKyntire... ¿Enamorada? Sería lo que mis compañeros de Francia habrían dicho en secreto, mientras todos me observaban sentada en las gradas de un gran edificio gris, con un cuaderno en la mano izquierda, y una lapicera en la otra. Si ellos hubieran descubierto la verdad, se estarían en un sentido completamente diferente.
La dulce, inocente y pro...
- ¿Se lo has dicho ya? - la ronca voz del señor Matthew me alejó de mis pensamientos oscuros, y la realidad volvió a mi como un golpe en el estómago.
- No quiero decirle nada. Al menos no por ahora. -
- Se que ahí hay más razones de las cuales no quieres hablar, pero te entiendo - opinó, dándome unas reconfortantes palmaditas en la rodilla. - Aunque escucha atentamente: Puedes perderlo incluso antes de que te des cuenta.
- ¿Has visto a Gilbert en este mes? - me preguntó Anne, mientras nos despedimos en la puerta. Sonreí ligeramente, negando con la cabeza.
- Espero verlo antes de irme. - agregué, besando la mejilla de Anne. - ¿Puedo acompañaros mañana a la ciudad?
- ¡Si, claro! Se que me vendría bien un poco de ayuda al regatear todas estas cosas con el vendedor. Tienes un carácter fuerte. -
No sabía si tomarme eso como un cumplido, ya que me lo habían dicho tantas veces y el simple hecho de oírlo me causaba un vacío.
- Entonces estaré aquí a esa hora - le guiño un ojo con burla, y salgo de Tejas Verdes caminando por la suave nieve de invierno.
¿Desde hace cuando el tiempo pasaba tan rápido?
Recordé las peleas en la nieve que solíamos hacer toda mi familia. Cuando papá corría por el campo nevado con varias bolas en sus manos, y los lanzaba hacia los mayores, quienes eran los primeros en ser atacados por todos los demás. Recordé la gran y brillante sonrisa de Jordan corriendo por la nieve, los ojos brillantes de Jules y la suave mirada de James, siempre atento.
Y luego, bueno, estaba él. Siempre había estado en todos mis recuerdos, y ahora, aunque era casi como una sombra en ellos, podía sentirlo.
Llegué temprano a casa, y mi hermano se había encontrado un pequeño trabajo en la ciudad. Hace unos meses que había estado bastante interesado en la ciencia, y lo veía todo el día sumergido en libros de física y química. Me sentía orgulloso de él, pero comenzaba a extrañar su presencia por la casa todo el día.
- ¡He vuelto! - la suave voz de mamá me despertó de la pequeña ensoñación. Bajé las escaleras corriendo, ignorando así el dolor en la rodilla derecha.
- ¿Porqué has tardado tanto en la ciudad? - le reclamé suavemente, sirviendole un poco de té. Le había hecho una primera a Jordan, y tenía que cumplir con ella.
- Muchos problemas en el banco, nada que tengas que saber - me respondió, bostezando mientras se acostaba en el sofá de la sala. Suspire, tratando de controlar mis emociones. - ¿Y tu hermano?
- Ha conseguido trabajo en Charlottestown. Está estudiando física, desde hace un rato.
- ¿Ha dejado la escuela sin mi consentimiento? ¿Y de paso se va a trabajar como "físico"? ¡Aveces me pregunto si en realidad es más hijo de tu padre que mío! - Esto era ya demasiado. Jamás la había escuchado tan fastidiosa, y ahora parecía que no la reconociera. ¿Qué pasaba con ella?
- Tengo que irme a la ciudad. - le dije, tratando de no sentirme tan bien cuando se quedó dormida sobre el sofá. Tenía razón en una cosa: Mi hermano no debía haber dejado la escuela tan temprano, pero creo que no la necesita. Puedo ayudarle a estudiar para la universidad.
Tomé mi mochila gris del asiento, y sobre mi caballo me dirijo a la ciudad.
- Hola querido primo - dije, entrando al bar en donde casi siempre Frédéric se encontraba. Estaba sentado a un lado de la pared, con una cerveza de barril en las manos, y Francis a su lado - Y hola querido amigo para ti también - saludé finalmente al chico, sentandome frente a ellos. Ya faltaban solo un par de semanas para el viaje, y todos estaban nerviosos. Luzill se pasaba día y noche con su familia, pero ya que Francis había viajado solo desde Francia, pasaba el rato en los bares junto a los demás chicos que vivían en la ciudad, y los que pasaban por ahí de Avonlea.
- Hola Jenny - me devolvió el saludo Fred, pasando su mano por mi cabello suelto. Me senté en la mesa, y pedí un vaso de cerveza, aunque sabía que no podría ni con la mitad de ella, y Fred o Francis la terminarían por mi. - ¿Ya acabaste tus maletas?
- Algo así - comenze, sonriendo levemente - Anne Shirley me ha ayudado en eso - revolvi la cerveza en mis manos, tomando un largo sorbo. Mientras eso, la puerta del bar se abrió de nuevo, y como dicen algunos, la curiosidad mató al gato. Volví mi rostro hacia ahí, aún tomando. La cerveza que tenía en la boca casi me había hecho escupirla, y sentí una leve picazón en mi garganta después de eso.
- ¿Ese no es... ¡Auch! - comenzó a preguntar Francis, pero lo golpeé con fuerza en la espinilla. El rubio siguió su camino por el bar, y decidió sentarse en la mesa frente a nosotros. ¿Podía mi mala suerte ser peor?
El nombre de Gilbert solo me pasó un segundo por la cabeza, y ya había puesto mi vista sobre la puerta, rezandole a todos los dioses que pueden haber para que ese chico no cruzara la puerta también. Le di otro sorbo a mi cerveza, bajando la cabeza en el proceso.
- Siento no habertelo dicho antes, Jenny - susurró Fred en mi oído - Pero mis compañeros quedaron muy impresionados después de ver sus calificaciones en la universidad
- Lo entiendo - le respondí, tratando de mantenerme tranquila. Tomé mi gorra y me la puse. - ¿A donde ha sido enviado?
- Con ustedes - Entorne mis ojos hacia el, más que confundida. Francis se levantó de la mesa, y parecía haber sido recibido por el rubio con gusto. Realmente quería irme de ahí, pero ya tenía muy pocas opciones. En un par de horas mi hermano salía de trabajar, así que tenía que resistir hasta las 2.
Sorprendentemente, había terminado toda la cerveza incluso antes de lo que había esperado. Me excuse con Fred, y fui a la barra por un poco de agua. Ahí me senté a esperar con mi libreta y una lapicera en mano.
Desde hace años, tenía la costumbre de escribir todo lo que me sucedía. No era una especie de diario personal, porque las historias tenían pocos detalles de la realidad. Lo que hacía era colocar 'finales' a momentos que para mí nunca acababan. La mayoría de veces, los finales no eran muy lindos, pero si me lo proponía, podía hacerlos mejor.
El bolígrafo se deslizaba por la hoja de papel suavemente, casi sin esfuerzo. De pequeña trabajaba mucho con mi letra, y también recibía ayuda de él.
- ¿Podría darme otra de estas, por favor? - la voz del muchacho interrumpió mis perdidos pensamientos, y me sobresalte un poco, ya que hasta había olvidado su presencia en el bar. Di una mirada al local, y note que ya Francis y Fred se habían ido.
Suspire nerviosa, y el chico se sentó en la barra para esperar su vaso con agua. Yo seguí escribiendo, tratando de no mirarlo.
- ¡Oye! Tu letra es muy parecida a la de alguien que conocí hace unos años - se dirigió hacia mi. Lo mire de reojo, dandole una leve sonrisa. No sabía que hacer. - ¿También vas a Inglaterra?
- Si, supongo - contesté, y el chico se rio levemente. Tenía que admitirlo: incluso su risa seguía igual. Me di la oportunidad de observarlo unos momentos, tratando de compararlo con el chico de 16 años que había conocido antes. Seguía con el mismo alborotado cabello rubio, aunque ya lo tenía más largo. Aún conservaba el brillo en sus ojos, y los hoyuelos de sus mejillas aún se podían ver.
- ¿Cómo te llamas? - trague saliva, sin saber que decir. Observé el reloj sobre la barra, y mi hermano ya había salido hace diez minutos. Respiré profundo, controlandome. Volví ni rostro hacia el, y sonrei levemente levantando la mano.
- ¡Jenny, perdón la tardanza pero- la acelerarada voz de James entró por el local de repente, y se detuvo al ver al muchacho. - ¿Qué rayos está sucediendo aquí?
- ¿Jenny McKyntire? - preguntó el rubio. Yo no daba ninguna respuesta, así que supuse lo que iba a hacer. Él tomó mi gorra, y mi ya larguísimo cabello cayó sobre la chaqueta. -
- ¡Aléjate de ella! - le dijo James, acercándose a nosotros como un huracan. Me tomó de los hombros, y me asusté al observar su mirada. Sabía que le tenía cierto odio a Liam, pero jamás creí verlo así. -
- ¡No! - exclamó Liam, tratando de detener a James - Quiero hablar con ella.
- Deberías haber hecho eso hace tres años - le dijo mi hermano, ya tomando de la barra mi olvidado bolso. Lo traté de parar. Realmente quería hablar con él, incluso aunque me hubiera dado miedo al principio. Si Liam lo quería, prefería que fuera ahí en el bar que en el viaje. Pero James no me escuchó, y me sacó de ese lugar casi como si lo hubiera hecho papá.
- ¡¿Porqué rayos hiciste eso?! - le reclamé, tratando de parecer tranquilos en la calle. Gracias a que era la hora del almuerzo, la calle estaba literalmente vacía.
- Ya no hables más. ¿Dónde has dejado tu caballo? - le señalé el establo frente al bar. Me terminó de arrastrar hacia ahí, y los dos subimos a él.
En todo el camino, ninguno de los dos dio avances de compartir palabra. Llegamos en menos de treinta minutos a la entrada del pueblo, y el chico siguió por la avenida principal, ya más tranquilo. Saludé a la señora Lynde y a un par de chicos de la escuela.
Cuando James dejó el caballo en el establo, sin esperarlo seguí derecho a casa. Mamá seguía dormida en el sofá, pero más acomodada. Subí las escaleras y me encerré en la habitación.
Jamás me había sentido más desesperada de volver a un lugar que me recordará como era todo antes de los problemas.
━───────┙𖡹┕───────━
━───────┙𖡹┕───────━
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro