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✦𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐑𝐮𝐭𝐢𝐧𝐞



Advertencia: Si no sientes comodidad con contenido explícito de naturaleza sexual, con lenguaje fuerte y temática homosexual, te invito cordialmente a omitirlo y no prestarle atención. No es necesario perjudicar el esfuerzo de quien escribe, adapta o traduce con reportes que le puedan eliminar la cuenta. Ten en cuenta que esto es pura ficción y su objetivo es proporcionar entretenimiento.

★Contenido +18★

★Lenguaje explícito★

★Lisa G!P★

★Daddy Kink★

★Relaciones sexuales anales★

Mis historias son detalladamente narradas, por lo que suelen ser extensas. Si prefieres historias breves o con un estilo más conciso, te invito a no leerlas.



Jennie era una mujer con bastantes responsabilidades

Jennie era una mujer con bastantes responsabilidades. Trabajaba en una empresa de seguros, donde su arduo desempeño era indispensable. Su trabajo era demandante y requería su total concentración y compromiso. Sin embargo, tenía muchas libertades debido a la responsabilidad de cuidar su hogar, una tarea que ella adoraba. No solo se trataba de tener algo que hacer, sino del amor que ella sentía por cuidar sus dos gatos, sus plantas, limpiar, cocinar y realizar otros oficios del hogar.

Trabajaba por las mañanas, dedicando sus mejores horas al empleo que le proporcionaba estabilidad financiera. Pero una vez que su jornada laboral terminaba, el resto de la tarde lo destinaba a su hogar. El cuidado de sus gatos, Charlie y Luna, era una de sus actividades favoritas. Disfrutaba viendo cómo sus plantas florecían bajo su atenta mirada y manos cuidadosas. La limpieza de la casa no era una obligación tediosa para ella, sino una oportunidad de mantener su espacio en armonía y orden.

La cocina era su refugio creativo. Experimentaba con recetas nuevas y se deleitaba en preparar comidas que no solo eran nutritivas sino también un placer para los sentidos. Jennie encontraba una profunda satisfacción en cada pequeña tarea doméstica, desde el simple hecho de barrer el suelo hasta la elaboración de una cena especial. Estas responsabilidades no solo llenaban su tiempo, sino que le brindaban un sentido de propósito y bienestar.

Era una mujer multifacética con un profundo amor por su vida cotidiana y todo lo que eso conlleva. Cada aspecto de su día estaba lleno de pequeñas actividades que le brindaban un gran sentido de satisfacción y felicidad. Sin embargo, había un detalle realmente importante que hacía que ella amara su rutina diaria aún más: su querida esposa Lisa.

Lisa trabajaba desde la mañana hasta la noche como abogada. Su trabajo era demandante y absorbía gran parte de su tiempo y energía. Rara vez se la veía por el vecindario fuera de esas horas, pues su profesión la mantenía ocupada en reuniones, litigios y preparación de casos. Se iba de casa temprano, antes de que el sol asomara completamente en el horizonte, y no regresaba hasta que la oscuridad ya se había asentado.

A pesar de sus largas jornadas laborales, Lisa sabía que al final del día le esperaba el mejor de los regalos: una deliciosa cena preparada por Jennie. Para Lisa, esa comida no solo era una manera de saciar su hambre tras un día agotador, sino también una muestra del amor y dedicación de su esposa. Jennie siempre se esmeraba en preparar los platos favoritos de Lisa, experimentando con recetas nuevas para sorprenderla o cocinando sus comidas reconfortantes de siempre.

Pero la cena no era el único regalo que Lisa recibía al llegar a casa. Jennie siempre tenía preparado un detalle especial, algo que reflejara el cariño que sentía por su esposa. A veces era una nota amorosa dejada en su plato, otras veces era un pequeño obsequio, como un libro que Lisa había mencionado querer leer o una planta nueva para su jardín. En ocasiones, simplemente era un cálido abrazo y una conversación reconfortante sobre cómo había sido el día de cada una.

Después de un largo y agotador día de trabajo, Lisa anhelaba algo más que una deliciosa comida. Anhelaba la intimidad y la conexión profunda que solo su esposa podía ofrecerle.

Lisa llegaba a casa, cenaba, y luego se entregaba al placer y la pasión que compartía con Jennie. Para ellas, la intimidad no era solo un acto físico, sino una forma de fortalecer su vínculo y expresar el amor y el deseo que sentían mutuamente. Jennie disfrutaba profundamente de estos momentos, encontrando en ellos una manera de conectar con Lisa a un nivel más profundo y personal.

En la privacidad de su habitación, Lisa y Jennie exploraban los límites de su amor y deseo. Las caricias y los besos se convertían en un preludio de algo más intenso. Las cosas más sucias y pecaminosas que pasaban en esa habitación eran una expresión de la confianza y la entrega total que existía entre ellas. Cada noche era una nueva aventura, un espacio donde podían ser completamente libres y auténticas, sin juicios ni restricciones.

Jennie conocía cada rincón del cuerpo de Lisa, sabía exactamente cómo hacerla estremecer de placer. Por su parte, Lisa apreciaba cada gesto y movimiento de Jennie, disfrutando de cada segundo que pasaban juntas. Este tiempo a solas era una manera de liberarse del estrés y la tensión acumulada durante el día, y de reafirmar el amor inquebrantable que las unía.

Entonces, un día como cualquier otro llegó. Era un viernes en la noche cuando Lisa llegó a su hogar. La semana había sido especialmente agotadora, llena de reuniones interminables y casos complejos que requerían toda su atención. Sin embargo, a pesar de su ocupada agenda, Lisa siempre encontraba tiempo para mantenerse en contacto con Jennie.

Durante el día, Lisa había mantenido algunas conversaciones con su esposa, tanto por mensaje como por llamada. Quería asegurarse de que Jennie estuviera bien y que hubiera comido adecuadamente. Sus mensajes eran cariñosos y llenos de interés genuino por el bienestar de Jennie: "¿Has comido ya? ¿Qué planes tienes para hoy?". Estas preguntas, aunque simples, mostraban cuánto le importaba cada detalle de la vida de su esposa.

Lisa era una mujer que se preocupaba sinceramente y estaba siempre pendiente del bienestar del amor de su vida. Sabía que Jennie tenía muchas responsabilidades en casa, y aunque confiaba en su capacidad para manejarlas, siempre quería asegurarse de que no se sintiera abrumada o sola. Este constante flujo de comunicación no solo fortalecía su vínculo, sino que también les permitía mantenerse conectadas emocionalmente a lo largo del día.

Fue a su comedor y encontró su cena, tapada a un lado. Fue al baño del primer piso, se lavó las manos y volvió a la mesa. Cuando destapó la cena, vio lo que era: bulgogi, carne de res marinada y asada, servida con arroz y kimchi. De inmediato se dispuso a comer, disfrutando de cada bocado. Apenas se paró para ir por agua y disfrutar su cena. Jennie era realmente buena cocinando, y Lisa siempre disfrutaba de eso.

Mientras comía, Lisa pensaba en lo afortunada que era de tener a Jennie en su vida. Las comidas que preparaba no solo eran deliciosas, sino que también eran una muestra constante del amor y cuidado que Jennie ponía en su relación. Cada plato estaba preparado con esmero y atención, haciendo que Lisa se sintiera amada y apreciada.

Al terminar de cenar, tomó la loza sucia y la llevó a la cocina para lavarla. Mientras el agua caliente corría y el jabón hacía espuma, Lisa reflexionaba sobre su día y se sentía agradecida por poder volver a casa y disfrutar de una comida casera. Este pequeño acto de lavar los platos era su manera de contribuir y mostrar su aprecio por el esfuerzo de Jennie.

Luego de ello, se dirigió al mismo baño donde se lavó las manos anteriormente. Se desnudó y se dio un baño. El agua caliente caía sobre su cuerpo, relajando sus músculos tensos y lavando el estrés del día. Mientras se enjabonaba, pensaba en Jennie, anticipando el momento en que finalmente se encontrarían esa noche.

Una vez que terminó de bañarse, se secó cuidadosamente y se puso su bata favorita. Lisa estaba lista para la siguiente parte de su noche, ansiosa por ver a Jennie y disfrutar de su compañía. Estas noches de viernes eran especiales para ambas, un tiempo dedicado exclusivamente a reconectar juntas.

Se echó agua fría para terminar su baño y despejarse. Al salir, subió al segundo piso para ir a su habitación. Entró y se secó cuidadosamente, disfrutando de la sensación de la toalla contra su piel. Luego, aplicó su crema en el cuerpo, masajeando cada parte con atención. Una vez que terminó, se puso un top cómodo y luego se dirigió al cajón donde guardaba su juguete personal favorito: un anillo para su polla, que se amarraba debajo de sus testículos.

Con el anillo en mano, se sentó en la cama y comenzó a prepararse. Se manoseó, acariciando suavemente su cuerpo y estimulando sus zonas más sensibles. Mientras lo hacía, pensaba en los lindos pezones de su esposa y lo rica que estaba. La imagen de Jennie en su mente, con su lencería provocativa y su mirada de deseo, hacía que su excitación creciera rápidamente.

Cuando estuvo completamente dura, abrochó la otra parte del anillo en la base de su falo. Esta parte del anillo tenía un botón que, al presionarlo, comenzaba a vibrar. Lisa sintió una oleada de placer recorrer su cuerpo al encender la vibración, intensificando su excitación.

Lista para la noche, Lisa se recostó por un momento, disfrutando de la sensación del anillo vibrando contra su piel. Cerró los ojos y dejó que su mente vagara, anticipando el momento en que finalmente se reuniría con Jennie. Sabía que su esposa la estaría esperando, lista para satisfacer todos sus deseos y fantasías.

Terminada su labor, Lisa sabía que era el momento de acercarse a su regalo más preciado, a su joya más valiosa, para recibir su última recompensa del día. Con una mezcla de anticipación y deseo, salió de su habitación y se dirigió a la habitación de juegos que compartía con su esposa. Era necesario que ella misma siguiera sus propios protocolos para que todo fuera perfecto.

Entró a la habitación que se encontraba a oscuras, cerrando la puerta tras ella. El silencio en la habitación aumentaba su expectación, y su corazón latía con fuerza mientras alcanzaba el interruptor de la luz. Al prender la luz, por fin pudo ver lo que tanto añoraba.

Jennie estaba de rodillas, frente a la cama, mirando a los ojos a su ama con una mezcla de sumisión y deseo. Usaba un conjunto de lencería negra de mallas que resaltaba cada curva de su cuerpo. Su cabello estaba recogido en una elegante cola de caballo, y llevaba su respectiva correa alrededor del cuello, un símbolo de su entrega y devoción.

La visión de Jennie así, tan hermosa y vulnerable, hizo que el corazón de Lisa se acelerara aún más. Se acercó lentamente, disfrutando cada paso, mientras Jennie mantenía su mirada fija en ella, esperando instrucciones. Lisa se detuvo frente a ella y levantó suavemente su mentón, obligándola a mirar directamente a sus ojos.

"Eres tan hermosa", murmuró Lisa, su voz llena de cariño y deseo. Jennie sonrió levemente, sabiendo que estaba a punto de comenzar el momento que ambas habían esperado todo el día.

Lisa acarició el rostro de Jennie, deslizando sus dedos por su mandíbula y luego bajando hasta su cuello, siguiendo la línea de la correa. La sensación del cuero bajo sus dedos la excitaba aún más, y podía ver el mismo deseo reflejado en los ojos de Jennie.

"¿Has sido una buena chica hoy?", preguntó Lisa con calma, su voz suave, pero llena de autoridad.

"Sí, daddy", respondió Jennie apenas, su voz casi un susurro. Sabía que no debía hablar a menos que se lo pidieran, y su respuesta corta era suficiente para mostrar su obediencia.

Lisa sonrió y se alejó un poco para admirar su cuerpo, sumiso y hermoso frente a ella. "Qué afortunada soy de tener esto a mi disposición, cariño", murmuró, acercándose para plantarle un piquito suave y dulce en los labios de Jennie.

Entonces, todo quedó en silencio. Jennie sabía que tenía que pasar lo que tenía que pasar y entendía perfectamente la rutina. Lisa caminó hacia las gavetas donde guardaban sus juguetes y herramientas, sacando su paleta de madera y el lubricante. Jennie observaba cada movimiento de Lisa con ojos llenos de deseo.

Lisa se sentó en la silla frente a la cama y palmeó sus piernas, una señal clara y conocida. Jennie entendió de inmediato y se subió encima de Lisa, colocando su torso sobre ella mientras dejaba su culo descubierto y listo para lo que venía.

La más joven no pudo resistirse a acariciar ese preciado regalo que le pertenecía, ese precioso culo. Estaba ligeramente cubierto por las bragas de encaje, pero esas nalgas podían ser tocadas fácilmente. Su toque era suave, y se sentía increíble sobre su piel. Las nalgas de Jennie estaban de su color normal, pero Lisa estaba dispuesta a cambiar eso.

"Mira qué culo tan precioso tengo solo para mí, Nini", comentó Lisa con una sonrisa traviesa.

"Solo para ti", respondió Jennie, ganándose una fuerte nalgada que le sacó un grito.

"No te pedí que hables, cariño", dijo Lisa, dándole otra nalgada. "¿Lo hice?"

"No, daddy", contestó Jennie en un susurro.

"No hables si no te lo pido, pequeña, o tendré que hacerle cosas malas a tu pequeño culo, ¿entiendes?"

"Sí".

"Sí, ¿qué?", le dio otra nalgada en su otro cachete.

"Sí, daddy".

Lisa acarició un poco más ese culo, disfrutando de la suavidad bajo sus dedos. "Me encanta cuando te portas bien, princesa, ¿sabías eso?"

"Lo sé, daddy".

"Muy bien, buena chica", alabó Lisa.

Jennie se mordió el labio, disfrutando de la mezcla de autoridad y ternura en la voz de Lisa. Continuó acariciando las nalgas de Jennie, su toque variando entre caricias suaves y nalgadas firmes, creando un contraste que mantenía a Jennie en vilo.

Lisa tomó un momento para admirar la vista. "Este culo necesita más atención", comentó suavemente.

"Eres tan buena cuando te portas bien", murmuró Lisa, sus manos moviéndose por la espalda de Jennie, acariciándola con ternura antes de volver a concentrarse en su trasero. Jennie gemía suavemente, su cuerpo temblando con cada caricia y nalgada.

Lisa se inclinó y susurró al oído de Jennie, "Voy a hacerte gritar, Nini. ¿Estás lista?"

"Lo estoy", respondió Jennie en un gemido ahogado.

Lisa primero abrió esas nalgas, las movió, cerrándolas y abriéndolas para su deleite. Luego tomó el lubricante a su lado, echó un poco por todas las nalgas de Jennie, haciendo que ese hermoso culo se viera precioso, húmedo y resbaloso. Untó por todas partes, disfrutando de la sensación de la piel bajo sus dedos. Ya estaba un poco rojo, pero ella quería más.

Entonces tomó su paleta de madera, la cual en uno de sus lados tenía un relieve en forma de las letras de sus iniciales: LM. El relieve era de apenas un centímetro, pero era perfecto para que por todo su culo se vieran las iniciales de su dueña. Cosa que Jennie adoraba, por supuesto.

"Quiero que grites, no te contengas", pidió Lisa con voz firme.

Jennie asintió, sus manos aferrándose al bóxer de Lisa con desespero. Lisa levantó la paleta y la bajó con un golpe preciso, dejando una marca clara y profunda en la piel de Jennie.

"Así me gusta, que todos sepan que eres mía", dijo Lisa, repitiendo el movimiento varias veces, cada golpe acompañando un gemido de Jennie.

Ya se podían notar las marcas de sus iniciales de un color rojo en ese precioso culo. Azote tras azote, su chica lo disfrutaba y gemía. A veces gemía con su boca cerrada, otras veces cuando gemía con la boca abierta se escuchaba de lo más sexy. Ella sabía cuánto le gustaba a su daddy que ella gimiera cuando azotaban su culo.

Lisa se detuvo un momento para admirar su trabajo. Las marcas rojas resaltaban en la piel de Jennie, un recordatorio de la intensidad de su amor y de su poder sobre ella. Jennie, con los ojos cerrados y respiración entrecortada, esperó ansiosa el próximo movimiento de su amada.

"Dime, ¿te gusta?", preguntó Lisa, con una mezcla de ternura y autoridad en su voz.

Jennie, aun jadeando, respondió: "Sí, daddy, me encanta".

Lisa sonrió, complacida con la respuesta. "Buena chica", murmuró antes de reanudar los azotes. Esta vez, alternaba entre una nalga y la otra, cada golpe acompañado de un gemido que resonaba en la habitación. La mezcla de placer y dolor era embriagadora para ambas.

La más joven tomó aún más impulso para darle más duro, cosa que hizo a la chica gritar de dolor. Los azotes se volvieron más frenéticos, duros y precisos. Tanto así que ya todo su culo estaba de un color rojo que Lisa consideraba precioso. Jennie gritaba con cada azote, en específico cuando era en la parte central de sus nalgas.

Lisa no se detenía, cada grito de Jennie era música para sus oídos, un recordatorio del control absoluto que tenía sobre ella. Jennie, completamente entregada, se arqueaba con cada golpe, sus gemidos se mezclaban con sus gritos, creando una sinfonía de sumisión y placer.

"Más duro", susurró Jennie entre gemidos, su voz llena de deseo y necesidad.

Obedeció, aumentando la intensidad de los azotes. La piel de Jennie ardía, pero el dolor se mezclaba con un placer indescriptible. Los gemidos y gritos de Jennie se intensificaban con cada golpe, cada uno resonando en la habitación como un eco de su entrega total.

Finalmente, Lisa se detuvo, su respiración pesada mientras admiraba su obra. Jennie, con las marcas de los azotes claramente visibles en su piel, se veía más hermosa que nunca. La joven sonrió, satisfecha y llena de orgullo.

Jennie respiraba con un poco de dificultad cuando la dejaron de azotar. Ahora que su chica se había portado como quería, como la chica buena que siempre era, decidió compensar un poco las nalgadas bajándole las bragas con mucho cuidado y cariño.

"Eres mía", susurró Lisa, acariciando suavemente las marcas en la piel de Jennie, sus palabras llenas de posesión y ternura.

Lisa, sin prisa, quitó las bragas de Jennie por completo y procedió. Su mente enferma y lasciva ahora solo podía concentrarse en el coño mojado que escondían esas bragas. Le abrió las nalgas para poder apreciarlo mejor.

"Veo que te moja mucho que te azoten el culo, bebé", comentó Lisa, su vista centrada en aquello.

Jennie gemía suavemente, la excitación evidente en su rostro. Lisa abrió sus labios vaginales, solo para apreciar lo linda que se veía por dentro. Rosadita, mojadita y lo mejor de todo: apretadita.

"Mmm, qué rico se ve por dentro. ¿Crees que mi polla cabría aquí?", preguntó Lisa con una sonrisa maliciosa.

"No cabe, daddy. Eres muy grande", respondió Jennie con un tono suplicante.

"Claro que quepo, cariño. Siempre puedes abrir espacio para mí", replicó Lisa, abriendo un poco más, deleitándose con lo rosado y sexy que se veía su coño.

Y entonces, la dejó. Volvió a su culo, esta vez solo acariciándolo suavemente. Jennie temblaba ante el toque, su piel muy sensible y Lisa se lo tomaba en serio. Disfrutaba ver a Jennie estremecerse, cada caricia era una confirmación de su poder y de la entrega total de Jennie.

Lisa acariciaba con ternura, sus dedos recorriendo cada marca, cada línea roja que había dejado. Jennie gemía con cada toque, sus ojos cerrados y su cuerpo completamente entregado a las sensaciones. Lisa sabía que tenía el control total, y eso solo aumentaba su deseo de hacerle sentir más.

Jennie, con los ojos entreabiertos, miró a Lisa con adoración. "Daddy, por favor...", suplicó suavemente.

Lisa sonrió, sus dedos deslizándose más abajo, acariciando la humedad que había creado. "Tranquila, bebé. Sé exactamente lo que necesitas".

Entonces procedió a tomar el lubricante de nuevo, asegurándose de que Jennie estuviera preparada para lo que vendría a continuación. Era en esos momentos donde realmente se revelaban las intenciones de Lisa con su esposa, un deseo tan profundo y primitivo que la consumía por completo. La idea de poseer a Jennie de esa manera la enfermaba de deseo, la volvía loca hasta el punto de la obsesión.

Durante el día, en la soledad de su oficina, Lisa encontraba difícil concentrarse en su trabajo. Mientras leía algún papeleo, su mente vagaba constantemente hacia el regalo que la esperaba en casa. La anticipación la volvía incapaz de pensar en otra cosa, obligándola a tocarse por encima de los pantalones o, en ocasiones, a ir al baño para terminar corriéndose, soltando toda la tensión acumulada en el inodoro, solo con la idea de su preciado regalo en mente.

La segunda necesidad imperiosa y específica que poseía todos los sentidos de Lisa era el precioso culo de su esposa. Había algo en las nalgas de Jennie que la fascinaba de una manera casi obsesiva. Adoraba cada curva, el tacto suave de la piel, el placer de lamerlas y morderlas, y el sonido satisfactorio de sus azotes. Pero más específicamente, lo que realmente la volvía loca era el pequeño agujero, ese lugar tan íntimo y exclusivo.

Lisa estaba desquiciada por follar ese pequeño agujero. Era su fantasía más recurrente y su mayor deseo. Siempre que Jennie tuviera la disposición física y mental, Lisa iba a follar ese culo como quisiera, explorando cada rincón con una mezcla de ternura y posesión. Sabía que tenía a Jennie completamente a su disposición, lista para complacer cada uno de sus deseos más oscuros y profundos.

Jennie, por su parte, también encontraba placer en esa entrega total. Sabía que su daddy la adoraba, y esa adoración se manifestaba en cada caricia, en cada beso, en cada azote. Lisa la hacía sentir deseada y amada, y eso la llenaba de un placer tan intenso que la hacía gemir con cada toque, con cada penetración.

Jennie lo sabía, sabía lo obsesionada que estaba su esposa con su culo y ella lo aceptaba. Siempre iba a ser su pequeña rutina hacerla feliz con lo que más le gustaba. El lubricante corrió por todo su culo de nuevo, esta vez haciendo una acentuación importante en su pequeño agujero, asegurándose de que cada rincón estuviera preparado.

Lisa buscó hacer que su dedo entrara suavemente, y Jennie gimió suavemente ante ello, su cuerpo reaccionando instantáneamente al contacto. Quería hacerla sentir bien, lentamente fue metiéndolo, disfrutando de la sensación de estrechez. No lo iba a meter del todo todavía, pero ya quería sentir esa presión y esa calidez que tanto la excitaban.

"Siempre estás tan apretada aquí, cariño", murmuró Lisa con voz ronca, disfrutando del momento.

"Puedo sentir tu polla palpitar debajo de mí, daddy", comentó Jennie con su voz entrecortada,

"¿Ah sí? Todo eso por ti, princesa", dijo Lisa, acariciándole el culo con la otra mano, disfrutando del contraste entre la suavidad y la firmeza de su piel. Aunque no lo demostrara porque quería ser una buena chica, Jennie estaba un poco desesperada porque Lisa la follara ya. Podía sentir su propio cuerpo temblar.

Lisa no dio más paso a su dedo dentro de ese culo, lo sacó y se limitó a darle palmaditas en el centro de este y luego a sobarlo, disfrutando de cada reacción de Jennie. "Este pequeño culo es más apretado que tu coñito, ¿no es así?", preguntó con una sonrisa traviesa.

"Sí, Lili", respondió Jennie, su voz temblorosa y cargada de deseo.

"¿Crees que yo pueda caber en este?", preguntó Lisa, disfrutando del juego de palabras y del poder que sentía sobre Jennie.

"No lo sé, daddy", respondió Jennie, mordiéndose el labio inferior, sus ojos brillando de expectación.

Lisa la miró de reojo, sus ojos llenos de lujuria, y de nuevo abrió para ver su coño. La visión de Jennie tan expuesta y vulnerable la excitaba aún más. "Yo creo que deberíamos probar a ver si quepo en ambos, cariño. ¿Quieres intentar?", preguntó Lisa, su voz suave, pero firme.

"Por favor", susurró Jennie, sus palabras cargadas de necesidad.

Lisa tomó la correa que colgaba del cuello de su amada y la haló hacia la derecha. Jennie entendió de inmediato que tenía que bajarse de ahí e ir a la cama. La chica se paró y se acostó en la cama, con el torso abajo y el culo arriba, ofreciéndose a su ama. Estas acciones de Jennie eran algo que Lisa amaba profundamente, amaba que su chica fuera tan dócil y obediente, dispuesta a seguir cada uno de sus deseos sin cuestionamientos.

Lisa entonces volvió a las gavetas, con una sonrisa satisfecha en su rostro. Sacó el instrumento estrella de la noche: el dilatador anal que pertenecía exclusivamente a Jennie.

"¿Estás lista para esto, cariño?", preguntó Lisa, sosteniendo el dilatador frente a Jennie.

Jennie asintió, su respiración acelerada por la anticipación. "Sí, daddy. Estoy lista".

En respuesta, Lisa se acercó y se posicionó en frente de su pareja, observando cada pequeño detalle de su cuerpo. Llenó el dilatador de lubricante y se inclinó, tomándose un momento para asegurarse de que Jennie estuviera cómoda.

"Te voy a cuidar bien, cariño", murmuró Lisa mientras lentamente empezaba a meter el dilatador en el arrugado canal, moviéndose con cuidado y precisión.

Jennie gemía en respuesta, sus sonidos haciendo estragos en el cuerpo de Lisa. Siempre podía disfrutar de lo rico que se sentía ser llenada por Lisa. Era una mezcla de placer y confianza, sabiendo que su esposa siempre sabía lo que hacía.

Una vez que esa parte del dilatador estuvo dentro, Lisa sonrió con satisfacción, observando cómo Jennie reaccionaba a cada movimiento. Pero el siguiente paso era el más importante. Resultaba que no era un dilatador común y corriente, sino que constaba de un control remoto que Lisa tenía en su mano. Con una sonrisa traviesa, presionó el botón y el dispositivo empezó a inflar dentro de Jennie.

Jennie soltó un gemido más fuerte, sorprendida por la nueva sensación. "Oh, Lili, esto se siente siempre tan bien", dijo entre suspiros, tratando de adaptarse a la nueva sensación de plenitud.

"Solo quiero darte el máximo placer, princesa", respondió Lisa, sus ojos llenos de amor y deseo mientras observaba cada reacción de Jennie. "¿Quieres que pare?"

Jennie negó con la cabeza, una pequeña sonrisa en sus labios. "No pares, daddy. Me gusta", susurró, su voz llena de confianza.

Lisa continuó inflando el dispositivo lentamente, asegurándose de que Jennie se sintiera bien en cada momento. La conexión entre ellas era palpable, un entendimiento profundo y mutuo que hacía que cada momento juntos fuera especial. "Te ves tan hermosa cuando te sientes bien", murmuró acariciando suavemente su espalda.

"Daddy", llamó Jennie con un tono suplicante, su voz un susurro lleno de deseo y necesidad.

"¿Sí, cariño?", respondió Lisa, su voz suave y llena de ternura mientras observaba a Jennie con atención.

"Quiero que me folles ya", dijo Jennie, su tono firme y desesperado al mismo tiempo, sus ojos reflejando la intensidad de su deseo.

Lisa sonrió ante la petición, pero no podía dejar pasar la oportunidad de jugar un poco más con su esposa. "¿Qué pasó con lo de ser paciente, bebé? ¿Tengo que azotar tu culo de nuevo?", preguntó con un tono travieso y un brillo en los ojos.

En ese momento, Jennie gimió fuertemente. El dilatador se había expandido por completo y se sentía exageradamente bien para ella. Era una sensación abrumadora que combinaba el placer físico con la conexión emocional que compartía con Lisa.

"Por favor", gimió Jennie, sus palabras saliendo entrecortadas por la intensidad de sus sensaciones.

"Haré lo que mi princesa pida, entonces", dijo Lisa con una sonrisa satisfecha. Al terminar de hablar, le propinó una buena nalgada que resonó en la habitación, haciendo que Jennie se estremeciera. "Ahora voy a follar este culo", añadió con determinación.

"Sí, por favor. Estoy lista", jadeó Jennie, su cuerpo temblando de anticipación. Cada fibra de su ser estaba en sintonía con el momento, esperando el toque de Lisa.

Lisa iba a darle lo que quería, pero no solo era lo que Jennie deseaba; Lisa también se encontraba al borde de la desesperación. La conexión entre ellas era tan profunda que sus deseos se reflejaban mutuamente. Con una mezcla de urgencia y ternura, apretó de nuevo el botón para que el juguete se desinflara, sus manos ansiosas y listas.

Con cuidado, sacó su polla dura de sus confines, quitando su bóxer por completo. La liberación se sintió como un alivio, la sensación de estar finalmente libre para satisfacer a Jennie. Aplicó suficiente lubricante en su pene, asegurándose de que cada movimiento posterior sería cómodo y placentero para ambas.

Una vez verificó que el dilatador estaba completamente desinflado, lo sacó lentamente, observando cada reacción en el rostro de Jennie. Veía cómo ese paraíso se abría ante sus ojos mientras lo hacía, un lugar que conocía bien y amaba explorar.

Solo constaba de prestar atención. Lisa sabía que cada detalle contaba, cada movimiento debía ser calculado, pero lleno de pasión. "Te ves tan hermosa así, Jennie", murmuró, su voz llena de admiración y deseo.

Jennie gimió suavemente, su cuerpo respondiendo a cada palabra y gesto de Lisa. "Lili, por favor... te necesito", susurró, sus ojos llenos de confianza y amor.

Y ella solo procedió. Se posicionó de modo que sus rodillas estaban a cada lado del cuerpo de Jennie, su mirada fija en el objeto de su deseo. Su polla dura estaba justo en frente del culo de Jennie, palpitando de anticipación.

Como siempre, le abrió las nalgas con cuidado, sus manos firmes pero gentiles, separando las suaves curvas para intentar ver dentro. Era una vista que nunca dejaba de emocionarla, un recordatorio de la intimidad y confianza que compartían.

"Eres tan hermosa", murmuró Lisa, su voz cargada de admiración. Jennie gimió en respuesta, su cuerpo temblando bajo el toque experto de su esposa.

Luego, con una precisión calculada, alineó la punta de su pene con la entrada de Jennie. Se tomaba su tiempo, asegurándose de que cada movimiento fuera perfecto, cada gesto lleno de amor y cuidado.

Con un suspiro de placer, comenzó a entrar lentamente. Sentía la resistencia inicial, seguida por la cálida bienvenida del cuerpo de Jennie adaptándose a su presencia. Jennie jadeó, sus manos aferrándose a las sábanas mientras su cuerpo se ajustaba a la intrusión.

"¿Estás bien, cariño?", preguntó Lisa, su voz suave y preocupada.

"Sí, Lili, se siente... increíble", jadeó Jennie, su voz un susurro lleno de deseo. Cada centímetro que Lisa avanzaba era una nueva ola de placer que recorría su cuerpo.

Lisa continuó empujando lentamente, disfrutando de cada momento. "Eres tan apretada y perfecta", murmuró, su voz entrecortada por la emoción. Sabía cuánto disfrutaba Jennie de estos momentos, y eso la hacía sentir más conectada y amada.

Jennie se arqueó hacia atrás, sintiéndolo todo. Cada centímetro de su cuerpo reaccionaba a la presencia de Lisa, su mente apenas podía procesar el torrente de sensaciones. Cuando esa polla empujaba dentro de ella, solo le quedaba intentar respirar adecuadamente de lo ridículamente rico que era. Su respiración se volvió más rápida y superficial, tratando de adaptarse al intenso placer.

Lisa entró todo lo que podía entrar en esa posición, sintiendo la calidez y la estrechez que la envolvía. La sensación era inimaginable, un éxtasis compartido que las conectaba profundamente. Jadeó junto a su esposa, sus respiraciones sincronizadas en un ritmo de deseo compartido. Con una mezcla de ternura y firmeza, se dio la tarea de agarrar su cintura con cariño, estabilizándose y asegurándose de que Jennie estuviera cómoda.

"¿Lo sientes? ¿Sientes lo bien que lleno tu pequeño culo?", preguntó Lisa, su voz un susurro cargado de deseo y amor.

Jennie gimió en respuesta, su cuerpo temblando bajo el peso del placer. "Sí, Lili, lo siento todo", jadeó, su voz entrecortada por la intensidad de las sensaciones.

Se suponía que podía durar unos segundos para que su chica se adaptara, dándole el tiempo necesario para aclimatarse. Sabía que la adaptación iba a ser algo breve y, en efecto, lo fue. Jennie se ajustó rápidamente, su cuerpo acostumbrado a la atención y el cuidado de Lisa.

Lisa comenzó a moverse lentamente, estableciendo un ritmo suave y constante. Cada empuje era una mezcla de pasión y amor, una danza íntima que solo ellas dos entendían. Jennie se aferró a las sábanas, sus gemidos llenando la habitación mientras Lisa la llevaba a nuevos niveles de placer.

"Se siente increíble, amor", murmuró Lisa, su voz un susurro lleno de admiración. "Siempre sabes cómo hacerme sentir tan bien". Había una intensidad en sus palabras que iba más allá del placer físico; era una declaración de amor, de agradecimiento por la intimidad y la confianza que compartían.

Pero entonces comenzó su enfermedad, su obsesión. Lisa estaba loca, enferma por ese culo, una atracción magnética que no podía ignorar. Cada vez que estaban juntas, este deseo profundo y primitivo salía a la superficie, incontrolable y voraz.

Jennie sintió el cambio en Lisa, esa intensidad que crecía en cada empuje. Sabía cuánto le gustaba a Lisa, y eso la excitaba aún más. La conexión entre ellas era palpable, una mezcla de amor y deseo que las consumía.

Ya que vio cómo Jennie se ajustaba a su tamaño, Lisa decidió darle más rápido. Sus movimientos se volvieron más urgentes, cada empuje cargado de necesidad. El ritmo aumentó, y con él, la intensidad del placer que ambas sentían.

Jennie gimió más fuerte, su cuerpo temblando bajo el asalto de sensaciones. "Oh, Lili... sí, así...", jadeó, sus manos aferrándose a las sábanas mientras su cuerpo se movía al compás de Lisa.

Lisa se inclinó hacia adelante, su rostro cerca del de Jennie. "No puedo evitarlo, princesa... estás tan perfecta para mí", murmuró, sus palabras entrecortadas por el esfuerzo. Sus manos se afianzaron en la cintura de Jennie, manteniéndola firme mientras se movía con una precisión y fuerza renovadas.

La habitación se llenó de sonidos de placer, una sinfonía de gemidos, jadeos y susurros. Cada empuje era un testimonio del amor y la devoción que Lisa sentía por Jennie, un deseo de darle todo el placer posible. "Eres todo lo que necesito, Jennie", susurró Lisa, su voz un eco de emoción. "Qué rico me la aprietas, cariño. Amo tanto este culo".

"Más, daddy", pidió Jennie, su voz cargada de urgencia y deseo.

"¿Más, bebé?", respondió Lisa, sus palabras un susurro lleno de anticipación.

"Más rápido, me voy a correr", jadeó Jennie, su cuerpo temblando bajo la intensidad de las sensaciones que la recorrían.

Lisa no esperó nada. Sabía que cuando Jennie pedía algo, era porque lo necesitaba desesperadamente. Con una habilidad nacida de la práctica y el amor, buscó el coño de Jennie con sus dedos. La humedad y el calor que encontró allí la hicieron gemir de placer. Sin perder un segundo, metió sus dedos profundamente en ella.

El efecto fue inmediato. Jennie gimió alto, su cuerpo arqueándose hacia adelante mientras Lisa la llenaba por completo. Al mismo tiempo que le follaba el culo con movimientos rítmicos y decididos, le follaba el coño con sus dedos, creando una sinfonía de placer que resonaba en toda la habitación.

"Así, cariño, toma todo lo que te doy", murmuró Lisa, su voz cargada de amor y deseo. Podía sentir cómo el cuerpo de Jennie respondía a cada empuje, cada caricia, y eso solo aumentaba su propia excitación.

Jennie jadeaba sin control, sus manos aferrándose a las sábanas en un intento de anclarse a algo mientras las olas de placer la sobrecogían. "Lili, es... es demasiado...", gimió, su voz entrecortada por la intensidad de sus sensaciones.

Lisa sonrió, sabiendo que estaba llevando a Jennie al límite. "Tú puedes, princesa, déjate llevar", susurró, sus palabras una mezcla de aliento y mando. Aumentó el ritmo de sus movimientos, sus dedos y su pene trabajando en perfecta sincronía para llevar a Jennie a nuevas alturas de placer.

La habitación se llenó de sonidos de gemidos, jadeos y susurros. Cada empuje era una declaración de amor, cada caricia una promesa de cuidado y devoción. Jennie se perdió en la intensidad del momento, su mente nublada por el éxtasis.

"Lili... me voy a correr...", jadeó Jennie, su cuerpo tensándose mientras sentía el clímax acercarse.

"Hazlo, cariño, quiero sentirte", respondió Lisa. Sus movimientos se volvieron más rápidos, más intensos, llevando a Jennie al borde del clímax.

Y entonces, Jennie se arqueó hacia atrás, su cuerpo convulsionando mientras el orgasmo la alcanzaba. Un grito de placer escapó de sus labios, llenando la habitación con su sonido. Lisa la sostuvo firmemente, moviéndose con ella mientras Jennie se estremecía en su abrazo.

"Eso es, princesa... déjalo salir todo", susurró Lisa, su voz un murmullo de consuelo y amor. Sentía cómo el cuerpo de Jennie respondía a ella.

Su polla quedó toda cubierta de los jugos de Jennie que estallaron durante su clímax. Lisa sintió la calidez y la humedad mientras la sacaba lentamente del apretado canal de su esposa. Jennie gimió suavemente al sentir la separación, su cuerpo aun temblando de placer residual.

Lisa paró las embestidas en su culo y se la sacó con cuidado, queriendo asegurarse de que Jennie estuviera cómoda. Se levantó lentamente de la cama, sus piernas un poco temblorosas por la intensidad del momento. Observó a Jennie, que yacía exhausta y satisfecha, y supo que aún había más por darle para cerrar la noche con broche de oro.

Caminó hacia las gavetas, su mente ya pensando en lo siguiente. Sabía que su chica debía recuperarse un poco antes de continuar, así que decidió darle un breve respiro. Abrió una de las gavetas y sacó el vibrador favorito de Jennie, un juguete que siempre lograba llevarla a nuevas alturas de placer.

En vez de regresar a la cama, Lisa optó por depredarla, se sentó en el mismo lugar donde la estaba nalgueado minutos atrás. Simplemente, se quedó ahí, observando cómo Jennie respiraba con dificultad y se daba la vuelta. Cada inhalación y exhalación era un testimonio del intenso placer que acababa de experimentar.

Lisa estaba en su momento, una depredadora viendo a su esposa desnuda en cuerpo y alma. La luz tenue de la habitación resaltaba cada curva y cada músculo de Jennie, haciendo que se viera aún más irresistible. Había una intensidad en los ojos de Lisa, un hambre que no podía saciarse fácilmente.

La veía como si fuera a comerla entera, completamente suya. Jennie, consciente de la mirada ardiente de Lisa, sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Sabía que Lisa la adoraba, la veneraba como a una diosa frente a sus ojos.

Jennie, todavía recuperándose de la oleada de placer, se mordió el labio al notar la mirada depredadora de Lisa. Había algo profundamente erótico en ser el objeto de tal deseo, ser la musa de su esposa. Lentamente, se incorporó sobre los codos, sus ojos encontrando los de Lisa.

"¿Te gusta lo que ves, Lili?", murmuró Jennie, su voz un susurro lleno de provocación.

"Más de lo que puedes imaginar, princesa", respondió Lisa, su voz baja y llena de deseo. "Eres una visión, Jennie. Mi diosa".

Jennie sonrió, sintiendo cómo el calor se extendía por su cuerpo al escuchar las palabras de Lisa. Sabía que estaba en manos seguras, que Lisa siempre la trataría con el máximo respeto y devoción, incluso en sus momentos más salvajes.

Tomó su polla en sus manos, la toqueteó de arriba abajo sin dejar de ver a Jennie. Había algo profundamente íntimo y erótico en el acto, una conexión que iba más allá del simple contacto físico. Lisa amaba admirarla de esa manera, sus ojos llenos de una mezcla de deseo y adoración.

"Eres tan hermosa, Jennie", murmuró Lisa, sus palabras llenas de un amor que parecía casi palpable. "Cada parte de ti me vuelve loca".

Jennie, con una voz cargada de deseo, miró a Lisa desde su posición dominante. "Te conozco tan bien, sé lo mucho que deseas volver a estar dentro de mí," dijo, su tono provocador y lleno de confianza. Lisa se quedó en silencio, observando con una mezcla de excitación y expectativa.

Jennie, sin apartar la mirada de Lisa, le hizo una invitación que solo acentuaba el ambiente cargado entre ellas. "Ven aquí," dijo con un susurro seductor, pero la respuesta de Lisa fue la quietud, la tensión palpable en el aire.

Sin perder la compostura, Jennie abrió sus piernas con una sensualidad deliberada. "Tienes que acabar en mí para que podamos descansar," anunció, su voz firme y cargada de necesidad. Lisa seguía sin hablar, absorbida por la intensidad del momento.

Jennie, con un tono que no dejaba lugar a dudas, finalizó su invitación: "Quiero sentir tu semen, lo necesito, daddy", La demanda estaba clara, los ojos de Lisa brillaron al verla reclamar de esa manera.

Jennie no esperó un instante. Se levantó de donde estaba y se acomodó sobre Lisa con una determinación ardiente. Lo primero que hizo fue atacar sus labios con una intensidad que parecía casi voraz, como si quisiera devorarlos por completo. Agarró la correa que adornaba el cuello de Lisa y la jaló hacia ella con un gesto posesivo. "Tú vas a ser mi perdición," murmuró con una mezcla de desafío y deseo en su voz.

Lisa, respondiendo a la provocación, se sumergió en el momento. Jennie rió suavemente mientras la cara de Lisa se transformaba en una expresión de placer casi cinematográfico cuando Jennie la sintió penetrarla de nuevo. La sorpresa fue total para Jennie, pero la sensación de ser poseída por Lisa la llenaba de una satisfacción profunda.

Jennie abrió sus piernas con un abandono total, aferrándose a ellas mientras Lisa establecía un ritmo constante, firme y apasionado. En un movimiento inesperado, Lisa introdujo de golpe un vibrador en el coño de Jennie mientras seguía tirando de la correa. La combinación de la penetración y la vibración intensificó el placer de Jennie, llevándola a una dimensión de éxtasis que no había anticipado, pero que la complacía más allá de lo imaginable.

Lisa estaba en un estado de frenesí total, abrumada por el deseo que sentía hacia el cuerpo de su esposa. Sus manos y movimientos parecían casi desbordarse de intensidad. Mientras mantenía un ritmo constante con sus embestidas, también logró encender el vibrador del anillo que rodeaba su polla, añadiendo una capa adicional de estimulación tanto para Jennie como para ella misma.

La combinación de la penetración y la vibración era una experiencia de sobreestimulación exquisita, llevándola al borde del éxtasis mientras profanaba el precioso culo de su esposa. Cada embestida parecía desbordar la capacidad de su cuerpo para recibir placer; era una sensación que se asemejaba a la mantequilla caliente, suave y receptiva, ajustándose perfectamente a cada movimiento.

Jennie era un espectáculo de deleite, con sus tetas balanceándose al ritmo de las embestidas, sus gemidos llenando la habitación con una sinfonía de placer, y sus gruñidos entrecortados enviando a Lisa al borde de la locura. Cada sonido, cada movimiento, cada caricia estaba cargado de una intensidad que hacía que el momento fuera absolutamente sublime y adictivo. La atmósfera se impregnaba de una conexión tan intensa y profunda que parecía que nada más existía fuera de su propio universo de pasión.

Lisa, envuelta en la pasión y la intensidad del momento, miró a Jennie con un deseo casi salvaje. "¿Lo quieres? ¿Esta polla te llena bien?", preguntó, su voz cargada de urgencia y deseo.

Jennie, completamente entregada a la experiencia, respondió con un gemido entrecortado, "Sí, daddy". Sus palabras eran un testimonio del placer que estaba sintiendo, su cuerpo temblando con cada embestida.

Lisa, con un control feroz y posesivo, tomó las piernas de Jennie sin soltar la correa que aún sostenía. Sus manos estaban firmes, asegurando a Jennie en la posición que deseaba. "Eres mía, jodidamente mía", dijo con una voz llena de intensidad.

Aunque era imposible para Lisa acercar sus labios a los de Jennie en ese momento de éxtasis, encontró una forma aún más intensa de conectarse con ella. Jennie tenía los ojos abiertos de par en par, sus miradas eran de puro placer mientras gritaba y decía incoherencias. Cada expresión en su rostro, cada convulsión de su cuerpo estaba llena de una belleza visceral que Lisa no podía apartar la vista.

Lisa se mantenía fijamente mirando a Jennie a los ojos, fascinada por la transformación absurda y sublime que ocurría en su cara. La forma en que el placer la envolvía, haciendo que sus rasgos se distorsionaran en una mezcla de éxtasis y desesperación, era algo que Lisa encontraba irresistible y profundamente hermoso.

En un momento inesperado, el vibrador se deslizó fuera de la vagina de Jennie, liberando una oleada de placer aún más intensa. Jennie comenzó a soltar chorros de excitación, arqueando su espalda con una intensidad que hacía que su cuerpo se tensara y se contorsionara de forma incontrolable. Su orgasmo era una manifestación tan poderosa y hermosa que llenaba la cama y sus cuerpos, una exhibición palpable de la conexión profunda entre ellas.

Era el momento culminante para Lisa. Con una necesidad ardiente de alcanzar el clímax, tocó el clítoris de Jennie con firmeza, intensificando aún más el placer que estaba sintiendo. Al mismo tiempo, desbrochó el anillo de su polla, permitiendo que sus embestidas se volvieran aún más intensas y frenéticas.

Lisa había estado al borde del orgasmo durante un buen rato, y solo necesitaba unas pocas embestidas más, fuertes y decididas, para llegar al clímax. Finalmente, se hundió completamente en el fondo del culo de Jennie, y con un estallido de placer, se descargó en un momento de pura liberación.

Gimió sonoramente, casi fuera de sí, mientras el éxtasis la envolvía por completo. La forma en que Lisa se veía, tan jodidamente hermosa mientras gimiendo por el placer que Jennie le proporcionaba, era profundamente seductora para Jennie. La intensidad del orgasmo de Lisa llenaba la cama y sus cuerpos de una manera tan especial, tan decorosa, que Jennie no podía apartar la vista.

Lisa, en un acto de posesión y entrega total, tomó las piernas de Jennie y se aferró a ellas mientras se vaciaba completamente. Cada embestida y cada gemido eran una expresión de la profundidad de su satisfacción, y Jennie sentía cada ola de placer que emanaba de Lisa.

Todos los sentidos de Lisa estaban enfocados en Jennie, completamente sumida en la experiencia. Estaba jodidamente enamorada y satisfecha, como si todo el mundo se redujera a ese instante de conexión profunda. Su cuerpo respondía a la intensidad del placer, y la liberación de semen parecía interminable, como si estuviera vaciándose de toda la pasión acumulada sin pensar en el mañana.

Jadeaba con una respiración entrecortada y ferviente, cada exhalación un testimonio de su éxtasis. La sensación de estar completa era abrumadora, una mezcla de satisfacción física y emocional que la llenaba por completo. Cada contracción y cada gemido reflejaban la profundidad de su entrega y su amor, haciendo que el momento fuera una celebración sublime de su conexión íntima con Jennie.

Cuando Lisa finalmente sacó su polla del culo de Jennie, ni ella misma podía creer lo que estaba viendo. La cantidad de semen caliente que salió de su esposa era sorprendente, un torrente espeso y cálido que se derramaba lentamente. El culo de Jennie, aún contraído y tembloroso por el placer, expulsaba el líquido con una fuerza casi orgánica, como si fuera incapaz de retenerlo más.

La vista era simplemente deliciosa. El semen, en su estado espeso y caliente, se deslizó en un flujo continuo, cubriendo la piel de Jennie y manchando la cama. La mezcla de placer y liberación visual era hipnotizante, un espectáculo que hablaba de la intensidad del momento y del profundo deseo que Lisa había experimentado.

Cada gota que caía, cada rastro de semen caliente en la piel de Jennie, añadía una capa más a la escena de intimidad y satisfacción compartida. El contraste entre la piel caliente y el líquido espeso creaba una imagen visceral que era tanto erótica como profundamente satisfactoria.

El momento era tan satisfactorio que Lisa sintió la necesidad de cerrarlo con un broche de oro. Sin dudarlo, se bajó y comenzó a comerle el culo a Jennie, absorbiendo así su propio semen. La mezcla de sabores y la sensación de estar tan íntimamente conectada con su esposa era embriagadora.

Jennie, sorprendida y excitada por igual, gimió con un placer renovado, "Daddy, Dios mío," mientras sentía la lengua de Lisa trabajar en su piel. Lisa, con una dedicación apasionada, se tomó su tiempo para limpiar cada gota de semen de ese culo perfecto, asegurándose de no dejar rastro alguno.

Cada lamida era un acto de devoción y placer mutuo, una forma de prolongar la intimidad y la conexión que habían compartido. Jennie sentía cada movimiento de Lisa con una intensidad que la hacía temblar, sus gemidos llenando la habitación mientras Lisa trabajaba diligentemente. La vista y la sensación eran un espectáculo sublime, un testimonio de su amor y deseo profundos.

Después de la intensa experiencia, Lisa y Jennie se encontraron compartiendo besos profundos y sinceros, cada caricia y halago eran una reafirmación de su conexión y amor. La intimidad del momento se prolongaba en sus gestos afectuosos, sus cuerpos aún entrelazados mientras recuperaban el aliento y disfrutaban de la cercanía.

Lentamente, volvieron a su rutina habitual. El juego había terminado, su juego favorito, un ritual de pasión y entrega que les recordaba lo mucho que significaban la una para la otra. Jennie se acurrucó contra Lisa, su respiración comenzando a calmarse, mientras Lisa la abrazaba con fuerza, disfrutando del calor y la suavidad de su piel.

Los minutos pasaban y la habitación se llenaba de una atmósfera tranquila y serena. La satisfacción de haber compartido ese momento tan íntimo y especial resonaba en sus corazones, una sensación de plenitud que las acompañaba mientras se preparaban para volver a la cotidianidad.

Lisa acariciaba suavemente el cabello de Jennie, sus dedos trazando caminos lentos y relajantes. "Te amo," murmuró Lisa con ternura, sus palabras llenas de sinceridad y devoción. Jennie sonrió, sus ojos brillando con amor y satisfacción. "Yo también te amo, Lili," respondió, su voz suave y llena de cariño.

El juego había terminado.

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