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✦𝐆𝐡𝐨𝐬𝐭


Advertencia: Si no sientes comodidad con contenido explícito de naturaleza sexual, con lenguaje fuerte y temática homosexual, te invito cordialmente a omitirlo y no prestarle atención. No es necesario perjudicar el esfuerzo de quien escribe, traduce o adapta con reportes que le puedan borrar la historia o eliminar la cuenta. Ten en cuenta que esto es pura ficción y su objetivo es proporcionar entretenimiento.

Contenido +18.

Lenguaje explicito.

GxG.

Reference Songs: 

Fantasma/AVC - Tainy, Jhayco. 

☀Lento - Lauren Jauregui, Tainy.


Mis historias son detalladamente narradas, por lo que suelen ser extensas. Si prefieres historias breves o con un estilo más conciso, te invito a no leerlas.


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Lisa

¿Cómo se supone que voy a salir adelante ahora que cada recuerdo de ella se convierte en un eco de necesidad en mi mente? Cuando estuve en sus brazos, parecía que el mundo entero se detenía para nosotras, y cada roce de su piel encendía una llama que quemaba en lo más profundo de mi ser. La pasión que nos consumió en su cama era una vorágine de emociones indescriptibles, donde el deseo y la entrega se fusionaban en un torbellino de sensaciones inolvidables.

Ella tenía el poder de poseerme con una mirada, de hacerme sentir completa con un simple roce de sus labios. Y aunque la tenía a mi merced en esos momentos de éxtasis simultáneo, también era yo quien caía rendida ante su encanto, ante la fuerza arrolladora de su presencia.

Si tan solo pudiera comprender lo profundamente marcada que quedé por cada instante a su lado. Los susurros cargados de pasión que se deslizaban entre nosotras en las noches de intimidad, los gemidos que se entrelazaban con el sonido de nuestras respiraciones agitadas, cada palabra que pronunciaba y que resonaba en mi alma como un eco eterno.

Estar junto a ella era como explorar un universo desconocido, donde cada orgasmo compartido, cada caricia compartida, era un tesoro preciado que atesoraba en lo más profundo de mi ser. Y ahora, en la desolación de su ausencia, me encuentro perdido, preguntándome cómo seguir adelante cuando todo lo que deseo es volver a sentir su presencia, su calor, su piel, sus labios.


Narrador Omnisciente.

En cuanto a su vida sexual, Lisa se encontraba en un momento bastante delicado, según palabras de Rosé. Hacía unos meses habían decidido escaparse juntas a un hotel en las afueras de la ciudad, un oasis de lujo y placer con una de las mejores playas a su disposición. Se adentraron en ese fin de semana con la esperanza de encontrar un respiro, un momento de liberación total.

El hotel ofrecía una gama impresionante de actividades para el entretenimiento. Desde shows en la playa hasta una discoteca vibrante, pasando por una selección de restaurantes exquisitos y un bar en la arena donde las risas y los cocteles fluían sin parar.

Fue durante uno de esos espectáculos de entretenimiento en la playa que Lisa conoció a Jennie. Una mujer deslumbrante, con una cabellera castaña y unos brazos adornados con tatuajes que la hicieron suspirar desde el primer instante en que la vio sobre el pequeño escenario en la arena. El espectáculo fue un derroche de habilidades, desde malabaristas hasta concursos divertidos para los huéspedes, acompañados de bailes sensuales y exhibiciones con fuego. Pero lo que realmente capturó la atención de Lisa fue la presencia magnética de Jennie, quien también ejercía de presentadora con una voz que resonaba como música celestial en sus oídos.

Después del espectáculo en la playa, Lisa se encontró junto a Rosé dirigiéndose hacia la discoteca del hotel, donde, para su sorpresa, casualmente se topó con Jennie, disfrutando de la atmósfera festiva y el ritmo envolvente de la música. Con una mirada cargada de complicidad, la tatuada mujer invitó a Lisa a unirse a ella en la pista de baile, y sin dudarlo, Lisa aceptó.

Jennie la tomó de la cintura con firmeza, guiándola con destreza a través de los movimientos sensuales de la música. En ese instante, sus cuerpos se fusionaron en un vaivén armonioso, deslizándose con gracia y pasión mientras el resto del mundo parecía desvanecerse a su alrededor. El roce de sus cuerpos provocaba una corriente eléctrica de deseo que inundaba cada fibra de su ser, creando una conexión íntima que Lisa sabía que no podría olvidar fácilmente.

Pero fue cuando Jennie la llevó a una suite exclusiva del hotel que el verdadero éxtasis comenzó. El ambiente lujoso y privado de la suite les brindaba la oportunidad de explorar sus deseos más profundos sin inhibiciones. Cada caricia, cada beso, era como una promesa de placer sin límites, y juntas se entregaron al delirio del momento con una pasión desenfrenada que las consumió por completo.

En aquel lugar de intimidad y complicidad, Lisa experimentó sensaciones que nunca antes había conocido, cada momento con Jennie era como una danza de éxtasis y conexión emocional que la dejaba sin aliento. Para Lisa, aquel encuentro fue mucho más que una simple aventura pasajera; fue un despertar de sus sentidos, una revelación de su verdadero yo en los brazos de la mujer que había encendido el fuego de su pasión como ninguna otra lo había hecho antes.

Esa misma mujer la despojó de sus inhibiciones y la llevó a un reino de placer sin límites. Se entregaron mutuamente con una pasión desenfrenada, sin reservas ni restricciones. Lisa sintió cómo su cuerpo se incendiaba con cada caricia, cómo sus gemidos se mezclaban con los de Jennie.

En aquella noche eterna, Lisa descubrió un nuevo significado del placer, uno que la dejó completamente extasiada y anhelando más de los encuentros ardientes que solo Jennie podía ofrecerle.


Flashback.

"Eso es, cariño", susurró la castaña cuando Lisa se acostó completamente desnuda en la cama de la suite. Jennie simplemente se recostó encima de ella, también desnuda, su piel cálida y suave rozando la de Lisa en un contacto íntimo y electrizante. Con un movimiento lento, Jennie se acercó a su oído, su aliento cálido enviando escalofríos por la espalda de Lisa.

"Me tienes vuelta loca, hermosa", ronroneó Jennie con voz suave y cargada de deseo. Sus manos expertas comenzaron a explorar el cuerpo de Lisa con una delicadeza irresistible, deslizándose desde sus pechos hasta su abdomen con una suavidad que la dejaba sin aliento. "Este cuerpo que tienes, joder", gruñó con un susurro ronco y sensual, sus palabras cargadas de una pasión irresistible. "Eres una preciosura", agregó mientras levantaba la mirada para encontrarse con los ojos de Lisa.

"Tengo que follarte, linda, y quiero que me folles tú también", continuó Jennie con una voz cargada de deseo, mientras tomaba la mano de Lisa y acariciaba sus dedos con una provocación tentadora. "Quiero ver qué tan bien me follan estos dedos", sus palabras se desvanecieron en un susurro seductor cuando bajó su boca y tomó uno de los pezones de Lisa entre sus labios hambrientos.

Mientras su boca exploraba la sensibilidad de ese pezón, Jennie no dejaba de manosear la otra teta de Lisa con una mano experta, sus dedos hábiles jugando con la firmeza de su carne mientras su lengua maestra recorría cada centímetro de la otra. Sus movimientos eran una sinfonía de placer, cada succión, cada lamida, enviando oleadas de embeleso a través del cuerpo de Lisa, haciéndola gemir y retorcerse de placer bajo sus caricias expertas.

El mundo alrededor de ellas se desvanecía en la oscuridad de la habitación, dejando solo el sonido de sus suspiros entrelazados y el aroma embriagador de sus cuerpos. En ese momento, todo lo que importaba era el calor de sus cuerpos unidos en pasión desenfrenada, una danza de placer que las llevaba al límite y más allá.


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Lisa se encontraba encima de Jennie, sintiendo el calor de su cuerpo bajo el suyo mientras se entregaba por completo al deseo ardiente que las consumía a ambas. Sus dedos se deslizaban con destreza dentro del mojado coño de la morena, explorando cada rincón y provocando gemidos de placer incontrolables en los labios de Jennie.

"Me follas tan bien, Lis", gemía, sus palabras cargadas de efusión y admiración mientras se dejaba llevar por las sensaciones que Lisa le provocaba.

Sintiendo el impulso de satisfacer aún más los deseos de su amante, Lisa aumentaba la velocidad de sus dedos, cada movimiento calculado para maximizar el placer de Jennie. Su misión era clara: darle a Jennie todo el placer que pudiera soportar, llevarla al límite y hacerla parte de su piel.

Mientras Lisa se entregaba por completo al acto de hacer el amor con Jennie, sintiendo la conexión ardiente entre sus cuerpos, no podía evitar notar la intensidad de la mirada que le dirigía la tatuada mujer. Era una mirada cargada de deseo, sí, pero también había algo más profundo en ella.

Jennie la miraba con una intensidad que trascendía el mero placer físico. Sus ojos la recorrían con hambre, pero también reflejaban una necesidad profunda, un anhelo que parecía emanar desde lo más profundo de su ser. Era como si en ese momento, Lisa fuera el centro de su universo, la única razón por la que latía su corazón, la fuerza que la impulsaba a seguir adelante.

Y en esa mirada, Lisa podía sentir el placer, puro y verdadero, que Jennie sentía por ella. Era un amor que trascendía las palabras y se expresaba a través de cada gemido, cada suspiro, cada roce de sus cuerpos enredados en efusión desenfrenada.


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Y joder, desde entonces Lisa no había podido encontrar algo igual. Se tuvo que ir del hotel cuando se acabó el fin de semana y su estadía llegó a su fin. Pero el problema radicaba en que, apenas un mes después, se encontraba de vuelta en aquel mismo hotel, persiguiendo la sombra de lo que había experimentado con Jennie.

Después de estar con Jennie, ninguna otra mujer había logrado llenar sus expectativas. Ni siquiera aquellas con las que había compartido momentos apasionados en el pasado. Cada encuentro, cada roce, solo servía para avivar el recuerdo de la pasión libertina que había experimentado en aquella suite exclusiva.

Pasaron los días y Lisa volvió al lugar donde todo comenzó, con la esperanza de encontrar a Jennie entre la multitud. Sin embargo, al llegar, se encontró con un espectáculo diferente, presentado por otra persona. Desesperada por respuestas, preguntó a uno de los baristas del bar en la playa, solo para descubrir que Jennie había sido trasladada a otro hotel de la cadena, en otra ciudad.

Esa revelación golpeó a Lisa como un balde de agua fría. La esperanza de volver a sentir esa conexión única se desvaneció ante la realidad de que Jennie ya no estaba allí. Ahora, se encontraba en una encrucijada, buscando desesperadamente una forma de llenar el vacío que Jennie había dejado en su corazón y en su cuerpo.

Pero ella no se rindió ahí. Mes tras mes, seguía reservando en aquel mismo lugar con la esperanza de encontrarse con Jennie de nuevo. A veces, se aventuraba a preguntar a los empleados del complejo sobre ella, ávida por cualquier información que pudiera acercarla un poco más a ese encuentro tan anhelado. Finalmente, un día, gracias a la intervención de un amigo del gerente que casualmente estaba en el bar de la playa, logró conseguir el número de Jennie.

Fue como un maldito milagro. Lisa no perdió ni un segundo en llamarla, enviarle mensajes de texto, dejarle mensajes de voz. Pero no obtuvo respuesta. Jennie simplemente había desaparecido. Era como si fuera un fantasma que hubiera entrado en su vida para revolverla por completo y luego desaparecer sin dejar rastro.

La decepción y la confusión se apoderaron de Lisa. Se cuestionaba una y otra vez si acaso Jennie no quería nada que ver con ella. Pero los recuerdos de las noches ardientes en aquella cama la hacían dudar. Las palabras susurradas al oído en medio del frenesí del amor físico sugerían todo lo contrario. Cada gesto, cada caricia, cada gemido compartido parecía transmitir la sensación de que Jennie también deseaba que Lisa fuera suya.

Esa ambigüedad y esa falta de respuesta la sumieron en un mar de incertidumbre y dolor. Se preguntaba qué había hecho mal, por qué Jennie había decidido desaparecer sin dar explicaciones. Pero por más que lo intentara, Lisa no podía sacudirse la sensación de haber perdido algo especial, algo que podría haber sido más que una simple aventura pasajera. Y así, se encontraba atrapada en un ciclo interminable de esperanza y desilusión, anhelando encontrar respuestas que tal vez nunca llegarían.

Se cansó.

Dejó atrás la maldita rutina de ir al hotel cada fin de mes y tuvo que conformarse con el sexo que le proporcionaban otras mujeres. En una ocasión, estando encima de una de ellas, con los dedos metidos en el fondo de su coño, no podía dejar de pensar en Jennie, en lo bonita que la vio debajo de ella gimiendo y pidiendo más. La chica con la que estaba la penetró con los suyos al mismo tiempo y nunca, en toda la noche, pudo venirse.

No pudo conseguir ni siquiera llegar a un miserable orgasmo por pensar en esa mujer tan hermosa. La imagen de Jennie, con su cabello oscuro cayendo desordenadamente por su rostro, sus ojos llenos de deseo fijos en los suyos, seguía atormentándola incluso en los momentos de mayor intimidad con otras mujeres.

Por más que intentara concentrarse en el presente, en las caricias y los besos de su compañera, su mente insistía en regresar a aquellos momentos de pasión desenfrenada que compartió con Jennie. Y así, se vio atrapada en un ciclo de deseo insatisfecho, donde cada intento por encontrar placer solo servía para recordarle lo que había perdido.

Aquella noche se convirtió en un tormento silencioso, donde el deseo y la frustración se entrelazaban en una danza desesperada. A pesar de los esfuerzos de la chica por llevarla al clímax, Lisa se encontraba perdida en un laberinto de recuerdos que la alejaban cada vez más de la realidad presente.

Al final, no pudo evitar sentirse decepcionada consigo misma. Se cuestionaba si alguna vez volvería a experimentar la misma conexión ardiente que tuvo con Jennie, o si estaba destinada a vivir atrapada en una eterna búsqueda de algo que parecía haberse esfumado para siempre.

En una ocasión, se vio envuelta en una situación vergonzosa que solo exacerbó sus sentimientos de confusión y desesperación. Durante una noche de fiesta, cuando el alcohol fluía libremente y las inhibiciones se desvanecían, Lisa se encontró confundiendo a una chica con Jennie en el baño de un bar.

La visión borrosa y la nostalgia ardiente la llevaron a acercarse a la mujer y besarla con fervor, pensando que era la misma persona que había ocupado sus pensamientos durante tanto tiempo. Sin embargo, la realidad se impuso de manera cruel cuando la mujer se espantó, rechazando sus avances y llamando a los de seguridad para que la sacaran del lugar.

La vergüenza y el arrepentimiento se apoderaron de Lisa mientras era escoltada fuera del establecimiento, su mente llena de remordimientos por haber actuado de manera tan impulsiva y errática. Se preguntaba cómo pudo haber llegado a tal extremo, cómo pudo haber confundido a una completa extraña con la mujer que tanto anhelaba.

Aquella noche se convirtió en una cicatriz en su memoria, una evidencia dolorosa de lo lejos que había caído en su obsesión por encontrar a Jennie y revivir los momentos de pasión que compartieron. Pero, a pesar de la vergüenza y el dolor, Lisa seguía aferrada a la esperanza de algún día encontrar a Jennie nuevamente, aunque fuera solo para pedirle perdón por su desesperada búsqueda por ella.

Entonces, nuevamente, Lisa decidió intentarlo. Regresó al hotel con la esperanza de encontrar alguna pista sobre Jennie, de reavivar esa llama que aún ardía en su interior.

Encontró una cosa interesante durante su estadía. Fue un encuentro fortuito con la mismísima hermana de Jennie, Jisoo Kim, quien resultaba ser una de las encargadas del departamento de seguridad del hotel. Esa noche, en particular, el hotel estaba abarrotado de huéspedes debido a la llegada de un crucero en un puerto cercano, lo que le proporcionó a Lisa la oportunidad de entablar una conversación con Jisoo, quien estaba en el bar, al tanto de todo.

Lisa tenía la costumbre de preguntar a todo el mundo acerca de Jennie, esperando obtener alguna pista que pudiera llevarla de regreso a ella. Y Jisoo, al escuchar el nombre de su hermana, supo de inmediato qué decir. Le contó a Lisa quién era realmente Jennie: una mujer nómada, libre como el viento, que trabajaba en el hotel únicamente cuando lo deseaba o cuando su padre la castigaba con alguna tarea.

Jennie viajaba de país en país, de ciudad en ciudad, desconectada del mundo y de cualquier compromiso serio. Era una verdadera rompecorazones, una aventurera que no se dejaba atrapar por nada ni por nadie. Y esa revelación dejó a Lisa aún más intrigada por la misteriosa mujer que había capturado su corazón.

Le pidió tanto a Jisoo que le consiguiera el contacto de Jennie, que la contactara con ella, pero la respuesta, por supuesto, la decepcionó. Ni siquiera su propia hermana sabía dónde estaba Jennie, ni si tenía el mismo número de teléfono. El único que sabía algo era su padre, pero Jennie solo se dignaba a llamarlo de vez en cuando.

Se sintió patética. Buscando desesperadamente a alguien para llenar el vacío que Jennie había dejado en su vida. Buscándola, persiguiendo un eco de lo que una vez compartieron. Pero cada intento parecía llevarla más lejos de su objetivo.

Intentó, una vez más. El número de teléfono de Jennie recibía los mensajes, pero no contestaba. Lisa dejó más de 26 mensajes a lo largo de medio año, cada uno impregnado de esperanza y deseo, pero ninguno obtuvo respuesta.

La frustración y la desilusión la abrumaban mientras observaba impotente cómo sus intentos por reconectar con Jennie caían en el vacío. Se preguntaba si alguna vez encontraría la paz que tanto ansiaba, si alguna vez lograría superar el fantasma de Jennie que la perseguía en cada momento de soledad.

Pero a pesar de todo, Lisa seguía aferrada a la esperanza, esperando contra toda lógica que algún día, de alguna manera, Jennie respondiera a sus llamadas y mensajes, devolviéndole la pasión y el amor que había perdido.

Ninguno fue contestado.

Hola, soy Lisa.

¿Te acuerdas de mí?

Yo no puedo olvidarme de ti.

¿Estás ahí?

Eso era solamente una demostración de lo desesperada que estaba. Tuvo más encuentros sexuales decepcionantes con mujeres que no tenían la culpa de no poder llenar sus expectativas. Ni siquiera se trataba del sexo en sí, sino de cómo Jennie la hizo sentir.

Cada vez que se entregaba a otro cuerpo, buscando desesperadamente ese éxtasis que una vez experimentó con Jennie, se encontraba sumida en una espiral de decepción y vacío. Por más que intentara encontrar el placer en los brazos de otras personas, siempre había una brecha, un abismo emocional que ninguna de ellas podía llenar.

Era como si el recuerdo de Jennie se hubiera grabado a fuego en su piel, en su alma, eclipsando cualquier posibilidad de conexión genuina con alguien más. Cada caricia, cada beso, solo servía para avivar la llama de un deseo insaciable, un anhelo por volver a experimentar la intensidad de aquellos momentos pasados.

Entonces llegó el invierno y se resignó.

Lisa tomó la dolorosa decisión de dejar atrás el recuerdo de Jennie. No volvió a mencionarla a sus amigos, enterrando ese capítulo de su vida en lo más profundo de su ser. Dejó de frecuentar el hotel, renunciando a la esperanza de encontrar a Jennie nuevamente entre sus pasillos iluminados por el sol.

Siguió adelante con su vida, pero en su corazón, una sombra persistente continuaba atormentándola. Cada encuentro íntimo con otra mujer se convertía en un recordatorio doloroso de lo que había perdido, de lo que ya no volvería a experimentar. Y así, aprendió a hacer una de las cosas más tristes y patéticas: fingir orgasmos para no hacer sentir mal a las mujeres con las que se acostaba.

Porque solo tenía sexo. Porque intentar citas, intentar establecer una conexión emocional con alguien más, parecía una tarea imposible cuando todo lo que recorría su mente era el recuerdo de Jennie. Cada intento por encontrar la felicidad se veía empañado por la sombra de un amor pasado, dejándola atrapada en un ciclo interminable de deseo insatisfecho y resignación.

Y así pasó unos meses más. Sexo aburrido y vacío, donde ni siquiera podía sentir su piel erizarse, sus pezones endurecerse, sus ojos ponerse en blanco y sus mejillas enrojecer por el placer. Cada encuentro íntimo se convirtió en una rutina monótona, carente de emoción y conexión genuina. Lisa se sentía atrapada en un ciclo de desesperación y desilusión, donde cada intento por encontrar la pasión perdida solo servía para recordarle lo que había perdido.

Entonces, finalmente, en el mes de mayo, fue prácticamente arrastrada por Rosé, Jihyo e Irene a volver a pasar un fin de semana en el maravilloso hotel. Aunque esta vez iban en grupo y el objetivo era simplemente divertirse, refrescarse y descansar, Lisa no pudo evitar sentirse mal por encontrarse de nuevo en esa encrucijada. La idea de regresar al lugar donde una vez vivió momentos de pasión desenfrenada la llenaba de ansiedad y melancolía.

Se preparó mentalmente para no verla, para no esperar nada y simplemente irse como siempre se iba. Intentó enfocarse en disfrutar del momento con sus amigas, en aprovechar al máximo cada instante de diversión y camaradería. Pero en lo más profundo de su corazón, una pequeña chispa de esperanza seguía ardiendo, preguntándose si tal vez, solo tal vez, esta vez las cosas podrían ser diferentes.

Reservaron por tres días y dos noches, como Lisa siempre lo había hecho. Habría amado tener a Jennie por dos noches seguidas, hacer el amor toda la noche, fundir sus cuerpos en uno. El pensamiento de pasar ese tiempo con Jennie llenaba su mente de anhelo y nostalgia, recordándole los momentos de pasión compartida que ahora solo existían en su memoria.

El hotel había realizado algunas remodelaciones desde su última visita, añadiendo toques nuevos y emocionantes que infundían al lugar una nueva energía. Además del bar en la playa, ahora contaba con un hermoso restaurante de mariscos con mesas al aire libre, perfectamente ubicado en la orilla del mar. Las olas suaves y el aroma a sal se mezclaban con el ambiente elegante y relajado del lugar, creando una atmósfera ideal para una velada romántica.

Antes de la cena, Lisa y sus amigas disfrutaron de cada segundo de su estadía en la piscina del hotel, dejándose llevar por la sensación del sol cálido en sus cuerpos y el sonido relajante de las olas rompiendo en la costa. Saborearon piñas coladas heladas y se sumergieron en las aguas cristalinas, compartiendo risas y recuerdos mientras el tiempo parecía detenerse.

Llegada la noche, se dirigieron al restaurante de la playa, donde fueron recibidas por mesas de caoba hermosas y sencillas que se extendían hacia el horizonte. El sonido suave de la música de fondo y la brisa marina creaban un ambiente íntimo y acogedor, perfecto para una velada especial entre amigas.

Desde temprano habían comenzado con el alcohol, sumergiéndose en una espiral de diversión y despreocupación. Ahora, todas estaban mucho más sueltas, riendo y charlando mientras saboreaban mojitos y margaritas sin piedad. Habían dejado atrás las preocupaciones y los problemas, entregándose por completo al placer del momento.

Le asignaron a un mesero para su mesa, un chico joven y simpático que iba y venía con una bandeja llena de tragos para las chicas. Su presencia animaba la velada, y cada vez que llegaba con una nueva ronda, las risas se intensificaban y la atmósfera se llenaba de alegría y camaradería.

"Dios mío, mira lo roja que está Jihyo", exclamó Irene entre risas, señalando a su amiga que bebía de su margarita con entusiasmo, sus mejillas sonrojadas por el alcohol.

"Tú también estás como un tomate, idiota", se defendió Jihyo, mientras Irene le sacaba el dedo del medio en broma.

"Yo no me bebí media botella de vodka a la roca", le sacó la lengua.

"Tienes que tener poca vergüenza para recriminarme cuando le intentaste coquetear a un maniquí en Walmart a las tres de la mañana una vez", todas rieron ante eso.

"Parecía loca preguntándole si tenía novia", agregó Lisa entre risas.

"Calla, Lisa. No se me olvida la vez que te sacaron de la discoteca".

"¿Qué te dijo, Irene? ¿Tenía novia o no?", dijo Jihyo en tono burlón.

"Cierra la boca, Jihyo", respondió Irene con una sonrisa cómplice.

"¿Por qué no me obligas?", provocó Jihyo, desafiante, mientras la conversación continuaba entre risas y bromas.

En ese momento, justo cuando iban a empezar una pelea infantil, se acercó el mesero que habían tenido toda la noche, con una sonrisa educada.

"Ya basta ustedes dos", intervino Rosé con una mirada de reproche. "Van a asustar al pobre mesero", las reprendió, tratando de calmar la situación antes de que empeorara.

"Lo siento mucho", se disculpó Rosé con el mesero.

"No se preocupe, señorita", respondió amablemente el chico, tratando de mantener una actitud profesional a pesar del malestar que podía percibirse en el ambiente. "Me acercaba para avisarles que dejaré de ser su mesero, una compañera será la que las atienda de ahora en adelante. Disfruten de la noche", agregó con una sonrisa antes de retirarse, esperando que su partida aliviara la tensión en la mesa.

"Gracias, igualmente", respondió Rosé con una expresión de disculpa, mientras observaba al mesero alejarse.

Lisa rio suavemente, tratando de aligerar el ambiente cargado de incomodidad. "¿Vieron la cara del pobre chico?", comentó con una sonrisa divertida, tratando de desviar la atención hacia algo más ligero.

"Definitivamente, ustedes dos no van a beber tanto otra vez", recriminó Rosé a Jihyo e Irene con una leve sacudida de cabeza, expresando su preocupación por el exceso de alcohol.

"Tú estás igual o peor que nosotras", se defendió Jihyo con una sonrisa traviesa, señalando a Rosé, cuyas mejillas también estaban teñidas de un tono ruborizado.

"Cierto, Rosie. Estás roja tú también", observó Lisa con una risa suave, apuntando con complicidad hacia las mejillas de Rosé.

"¿Tú no?", contraatacó Rosé con una ceja alzada, provocando una risa entre el grupo mientras Lisa rodaba los ojos.

"¿No llegará nuestra mesera? Quiero otro trago", interrumpió Irene con impaciencia, desviando la conversación hacia el servicio en la mesa y el deseo de continuar disfrutando de la noche.

"Ve a buscar más tragos a la cocina, así como fuiste por ese maniquí, bebé", bromeó Rosé con una risa ligera, recordando la anécdota anterior con diversión.

"Váyanse a la mier...", comenzó a replicar Irene, pero su frase fue interrumpida abruptamente por la presencia de quien se supone que era su nueva mesera.

"Buenas noches, damas", saludó la recién llegada con un tono profesional, aunque su mirada parecía desconcertada al posarse primero en Rosé y luego en Lisa. Un instante de confusión se dibujó en su rostro al ver a la del flequillo, un reconocimiento sutil que no pasó desapercibido por las otras mujeres en la mesa.

"Oh", musitó Rosé, captando la sorpresa en la expresión de Jennie. Mientras tanto, Jihyo e Irene intercambiaban miradas, desconcertadas por la reacción de las otras tres.

"Mi nombre es Jennie y yo seré su mesera el resto de la noche", anunció Jennie con voz firme, sin despegar su mirada de la de Lisa, quien se encontraba en estado de shock ante la inesperada aparición de la mujer que había llenado su vida de desaciertos desde que desapareció.

"Hola, me gustaría pedir otro mojito", intervino Jihyo, tratando de romper el silencio incómodo que se había instalado en la mesa.

Todas permanecieron en silencio, observando la interacción entre Lisa y Jennie, quienes parecían sumergidas en un mundo aparte.

Lisa no podía apartar la mirada de la tatuada mujer. Jennie llevaba puesto el uniforme de mesera, pero lo hacía con una elegancia natural que no pasaba desapercibida. Su camisa blanca estaba impecablemente planchada, contrastando perfectamente con la falda gris que realzaba su figura. El cabello castaño de Jennie caía de manera magistral sobre sus hombros, agregando un toque de sensualidad a su apariencia. Sin embargo, lo que realmente llamaba la atención de Lisa eran los hermosos tatuajes que adornaban los brazos de Jennie, cada uno contando una historia única y agregando un aire de misterio y fascinación a su presencia.

La atmósfera en la mesa se había vuelto tensa, como si el aire estuviera cargado de electricidad, y Lisa podía sentir el corazón martilleando en su pecho mientras seguía con la mirada cada movimiento de Jennie. Aunque intentaba mantener la compostura, sus pensamientos estaban en caos, reviviendo cada recuerdo compartido, cada momento de pasión y deseo que habían experimentado juntas.

Mientras tanto, Jennie permanecía imperturbable, su mirada fija en Lisa con una intensidad que dejaba en claro que no había olvidado su encuentro anterior. Había algo en la forma en que Jennie la observaba que hacía que el tiempo se detuviera, como si estuvieran atrapadas en un momento eterno donde solo existían ellas dos.

En medio del silencio tenso, las otras mujeres en la mesa intercambiaban miradas confusas, captando la tensión palpable entre Lisa y Jennie. Pero para Lisa, en ese momento, todo lo demás desaparecía ante la presencia hipnótica de la mujer que había dejado una marca imborrable en su corazón.

"¿Solo un mojito, señoritas?", continuó Jennie, sin desviar su mirada de Lisa, una intensidad palpable en su tono de voz mientras el aire se cargaba con una tensión inesperada.

"Yo quiero una margarita", declaró Irene, rompiendo el silencio tenso que se había instalado en la mesa.

"Yo voy a pedir un mojito también y tráigale una botella entera de ron a la señorita", agregó Rosé, dirigiendo una mirada significativa hacia Lisa, quien seguía perdida en sus pensamientos, con el corazón latiendo a mil por hora.

"Discúlpeme el atrevimiento, pero creo que la joven Lisa va a querer otro tipo de trago", intervino Jennie de manera sugerente, sus ojos fijos en Lisa con una intensidad que la hizo estremecer.

"Entonces la casa ya sabe lo que quieren sus clientes", replicó Rosé con una sonrisa pícara, notando el intercambio de miradas entre Lisa y Jennie.

"En seguida traigo sus pedidos", dijo Jennie con un tono profesional pero cargado de complicidad, antes de retirarse para preparar las bebidas solicitadas. La tensión en la mesa se había intensificado aún más con la presencia de Jennie, y Lisa se sentía atrapada en un torbellino de emociones contradictorias mientras esperaba ansiosamente lo que vendría a continuación.

"¿Me pueden explicar qué coño acaba de pasar aquí?", preguntó Irene, su tono mezclando sorpresa y confusión mientras observaba la interacción entre Lisa y Jennie.

"Esa es la mujer que ha vuelto miserable a nuestra amiga aquí", respondió Rosé, volviendo a posar su mirada en Lisa, quien parecía más avergonzada que nunca ante la presencia de Jennie.

"Oh mierda, ¿es esa? Qué sexy, con razón", exclamó Irene.

"Shh, imbécil", le reprochó Jihyo con un gesto de advertencia hacia Irene. "¿Todo bien, Lisa-yah?", preguntó con preocupación, notando el estado de shock en el que se encontraba su amiga.

"Y-yo... Mierda", balbuceó Lisa, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaba sintiendo en ese momento. El repentino encuentro con Jennie había revivido una oleada de emociones y recuerdos que la dejaban aturdida, incapaz de procesar completamente la situación.

"¿Quién pensaría que ella iba a volver? ¿Qué le habrá pasado?", cuestionó Rosé, buscando alguna explicación lógica para el regreso repentino de Jennie.

"Y qué sexy es", añadió Irene, con un tono de admiración evidente en su voz, aunque su comentario no fue muy bien recibido por Lisa.

"Calla, vuelve a coquetear con tus maniquíes", replicó Lisa con sarcasmo, tratando de desviar la atención de la conversación hacia algo más ligero.

"Por favor, Irene, qué vergüenza", se burló Jihyo

Antes de que Irene pudiera responder, la presencia de Jennie interrumpió la dinámica del grupo una vez más. Esta vez, la mesera se acercó con una bandeja cargada de bebidas, incluyendo dos mojitos, una margarita y una botella de vino con una copa.

Silencio envolvió la mesa mientras Jennie distribuía las bebidas, colocando cada una frente a su destinatario con una precisión que denotaba una atención especial. Sin embargo, fue cuando llegó el turno de Lisa que la tensión en el aire alcanzó su punto máximo.

"Este es un Rutini, un maravilloso vino para una maravillosa mujer", anunció Jennie mientras colocaba la botella de vino frente a Lisa, manteniendo su mirada fija en ella en todo momento.

"Yo no he pedido nada", respondió Lisa de manera cortante y desafiante, sintiéndose incómoda ante la atención personalizada que recibía.

"Va por la casa, preciosa", respondió Jennie con una sonrisa enigmática, abriendo la botella de vino y sirviendo un poco en la copa de Lisa mientras continuaba observándola fijamente.

Cuando terminó de servirle, Jennie sacó una nota de su bolsillo y la dejó sobre la mesa junto a la botella. "Que disfruten sus tragos, damas, y que disfrutes tu vino, hermosa", dijo Jennie a Lisa con una intensidad que no pasó desapercibida, antes de retirarse con la misma gracia y misterio que la caracterizaba.

Todas de inmediato fueron a mirar a Lisa, expectantes por la reacción de su amiga ante el gesto tan significativo de Jennie.

"¿Qué miran, borrachas?", preguntó Lisa con un tono de defensa, intentando ocultar la conmoción que sentía en su interior.

"Tu calvario te quiere de vuelta", comentó Rosé con una sonrisa burlona, captando la complicada dinámica entre Lisa y Jennie.

"Claro", respondió Lisa con sarcasmo, tratando de restar importancia al asunto.

"En serio, mira", insistió Rosé, tomando la nota que Jennie había dejado sobre la mesa. "Ábrela", le instó, entregándole el papel a Lisa.

Lisa tomó el papel doblado en dos con cautela, sintiendo el peso de la expectación de sus amigas sobre sus hombros. El papel era de color beige, y al abrirlo, se encontró con una sencilla, pero, hermosa letra en negro que capturó su atención de inmediato.


Te espero en la suite donde fuiste mía, te quiero de nuevo.


Se mordió el labio con una mezcla de emociones que la invadían en ese momento. Por un lado, sentía una mezcla de frustración y resentimiento hacia Jennie por haberse desaparecido durante tanto tiempo, por haberse alejado de ella justo cuando más la necesitaba, por haberse ido de donde Lisa la podía encontrar. Cada día de incertidumbre, cada noche de deseo sin cumplir, había dejado una marca en su corazón que aún no sanaba del todo.

Pero, por otro lado, la promesa implícita en las palabras de Jennie, el indicio de que todavía había un lazo entre ellas, de que Jennie aún la deseaba y estaba dispuesta a volver a tenerla en sus brazos, despertó un destello de esperanza en el corazón de Lisa. La posibilidad de volver a experimentar la intensidad de su conexión, de sentir el calor de su cuerpo junto al suyo, llenó sus ojos de una ilusión renovada y latente.

Entre la rabia y el anhelo, Lisa se encontraba en un cruce de emociones, sin saber qué camino tomar. La incertidumbre y el deseo se entrelazaban en su interior, creando un torbellino de sentimientos que la dejaban atrapada en una encrucijada emocional.


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Ella caminaba con determinación, con cada paso impulsado por la necesidad de respuestas, de calor humano, de satisfacer ese anhelo que la había atormentado durante tantos meses. Mientras todas sus amigas se dirigían hacia la discoteca para continuar con la fiesta, ella optó por tomar un camino diferente. En lugar de sumergirse en la música y el bullicio, decidió dirigirse hacia el edificio de habitaciones exclusivas del hotel.

A medida que se adentraba en el edificio, una mezcla de emociones la invadía. La confusión y la frustración se entrelazaban en su mente, formando una tormenta interna que parecía no tener fin. Estaba en el primer piso, pero se sentía perdida, sin saber hacia dónde dirigirse en busca de las respuestas que tanto ansiaba.

Fue entonces cuando su furia aumentó aún más al sentir la vibración de su teléfono. Un mensaje de Jennie iluminó la pantalla, y en ese momento todo ese maldito tiempo de silencio cobró un nuevo significado.


Bebé, es en el quinto piso, en la 507.

Me muero por verte, sube ya.


Jennie había tenido su número todo ese tiempo, había sabido de sus mensajes y de su intento de contacto, y, sin embargo, nunca había dado señales de vida. El resentimiento y la desilusión se apoderaron de Lisa mientras leía el mensaje, alimentando la rabia que había estado creciendo dentro de ella. ¿Cómo podía Jennie haberla ignorado de esa manera, habiendo compartido momentos tan íntimos y apasionados juntas? Las preguntas sin respuesta se acumulaban en su mente, sumiendo su corazón en una profunda sensación de decepción y amargura.

Subió al quinto piso con dificultad, sus pasos tambaleantes revelaban los efectos del alcohol que había consumido esa noche. A pesar de la neblina en su mente, se dirigió con determinación hacia la puerta marcada con el numeral #507. Sabía que sus pertenencias estaban en otra habitación, pero en ese momento, eso parecía ser lo de menos. Lo único que importaba era encontrar a Jennie, enfrentarla y exigir respuestas.

Con un impulso de valentía mezclado con ira, tocó la puerta y esperó, con el corazón latiendo fuerte en su pecho. Después de unos segundos que le parecieron una eternidad, la puerta se abrió lentamente, revelando la figura de Jennie delante de ella. Jennie llevaba puesta una camiseta negra que se ajustaba a su figura con descuido, y la falda gris que traía, que dejaba al descubierto parte de su piel bronceada y tatuada.

"Buenas noches", dijo la más bajita, con una sonrisa y emocionada.

"Hola, Jennie", respondió, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación en su voz.

"Por favor, entra", invitó Jennie, apartándose para dejarle paso.

Lisa asintió y entró a la lujosa habitación, observando a su alrededor con curiosidad. La habitación estaba bañada en una suave luz rosada que creaba una atmósfera íntima y acogedora. Se preguntó si todas las habitaciones exclusivas del hotel tenían ese toque especial, o si era algo único de esa en particular.

Cada detalle de la habitación parecía cuidadosamente seleccionado para crear un ambiente de lujo y confort. Desde la exquisita decoración hasta los muebles elegantes y las suaves alfombras, todo contribuía a hacer de ese espacio un refugio de indulgencia y placer. Lisa se sintió abrumada por la opulencia del lugar, pero también emocionada por lo que estaba por venir.

Jennie la guio hacia el mueble y le pasó una copa de vino con una sonrisa cálida. "Es el mismo vino que te di en el restaurante", comentó mientras se sentaba a su lado.

Lisa aceptó la copa y la sostuvo entre sus manos, sintiendo el peso del cristal y el aroma embriagador del vino. "¿Te gustó?", preguntó Jennie, observándola con atención.

"Sí, pero... te fuiste", respondió Lisa con un dejo de tristeza en su voz, recordando el vacío que había sentido cuando Jennie desapareció sin dejar rastro.

"El vino, ¿te gustó?", repitió Jennie, desviando la conversación hacia el vino mientras tomaba su propia copa.

Lisa asintió, bajando la mirada ante la evasión de Jennie. "Sí, me gustó. Mi amiga Jihyo se lo llevó para que pudiera venir aquí", explicó, tratando de mantener la compostura.

"Mmm, entonces puedes beber todo el que quieras aquí, tengo más", respondió Jennie con una sonrisa tranquilizadora. "¿Más?", preguntó Lisa, vacilante.

"Más, cariño. Tengo más para ti", confirmó Jennie, acariciando suavemente el dorso de la mano de Lisa.

Lisa sintió un nudo en la garganta al recordar la pregunta que llevaba tiempo atormentándola. "¿Por qué te desapareciste?", preguntó finalmente, buscando respuestas en los ojos de Jennie.

Jennie se mantuvo en silencio por un momento, mirando a Lisa con seriedad antes de responder. "No me he ido, estoy aquí", dijo con firmeza.

Lisa frunció el ceño, sintiendo la frustración, burbujeando en su pecho. "Sabes de qué hablo", la retó.

"Lo siento", respondió Jennie con sinceridad, su voz suave y cargada de arrepentimiento.

"Nunca respondiste mis mensajes, ¿por qué?", preguntó Lisa, buscando respuestas que habían estado esquivándola durante tanto tiempo.

"Preciosa", comenzó Jennie, pero Lisa no estaba dispuesta a dejarla desviar la conversación esta vez.

"Dime", insistió con determinación.

Jennie dio un largo suspiro, como si estuviera tratando de reunir valor para explicarse. "Jisoo me contó que volviste varias veces aquí, buscándome", comenzó a explicar.

Lisa asintió, recordando las numerosas veces que había regresado al hotel en busca de respuestas, en busca de Jennie.

"Mi padre es el dueño de la cadena de hoteles", continuó Jennie, su voz resonando con una mezcla de resignación y explicación.

"¿Esa es tu excusa?", preguntó Lisa, sintiendo que las palabras de Jennie no eran suficientes para justificar su silencio.

"Déjame terminar, linda", dijo Jennie, dejando escapar una risa irónica. "Cuando se enteró de que me acosté con otra clienta del hotel, me envió lejos, como castigo".

Lisa sintió una punzada en el pecho. Se sintió como una cualquiera por un momento.

Apretó los puños, sintiendo la mezcla de emociones que la inundaban mientras Jennie se acercaba. El tono de voz de Jennie, cargado de sensualidad y seguridad, la desconcertaba y la atraía al mismo tiempo.

Cuando Jennie estuvo lo suficientemente cerca, susurró en el oído de Lisa con una suavidad que envolvía cada palabra en un aura de intimidad. "Bebé, tú no eres una de esas, tú eres esa", murmuró con seguridad, como si estuviera convencida de la verdad de sus palabras.

Lisa inhaló profundamente, sintiendo el aliento cálido de Jennie en su piel, enviando un escalofrío por su columna vertebral. "¿Esa?", repitió en un susurro apenas audible, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

"Lo que pasó esa noche, Lisa", continuó Jennie, deteniéndose momentáneamente para saborear los recuerdos compartidos. "No podrías ser una más, nunca", añadió.

Lisa se encontraba en una encrucijada emocional, luchando contra la mezcla de emociones que la invadían. Por un lado, estaba el alivio de finalmente entender la razón detrás de la desaparición de Jennie, así como la dulzura de sus palabras al confesar cuánto la había extrañado.

"¿Me extrañaste?", preguntó Lisa, buscando confirmación de los sentimientos que había estado atormentando en su ausencia.

"Demasiado, preciosa", respondió Jennie con sinceridad, su mirada transmitiendo la intensidad de sus emociones.

"Entonces, ¿por qué no respondiste? ¿Por qué no me buscaste?" inquirió, Lisa, queriendo entender mejor lo que había sucedido.

"Joder, no podía", explicó Jennie mientras su mano acariciaba suavemente la mejilla de Lisa. "Tenía prohibido involucrarme con una clienta, mi padre me quitó todos los lujos, incluyendo mi teléfono, ni siquiera sabía que me habías buscado", admitió con una mezcla de frustración y arrepentimiento en su voz.

El temple de Lisa se calmó al comprender la situación. Aunque aún sentía una pizca de resentimiento, también comenzaba a ver las cosas desde la perspectiva de Jennie.

"¿Y por qué volviste?", preguntó Lisa, curiosa por saber qué había cambiado en la situación de Jennie.

"Hice las paces con él y me permitió volver a trabajar aquí, pero como una jodida mesera", explicó Jennie con un suspiro resignado.

"Tu hermana me dijo que la pasabas viajando", recordó Lisa.

"Lo hacía", confirmó Jennie. "¿Qué cambió ahora?", preguntó Lisa, intrigada por el repentino cambio en los planes de Jennie.

"Empecé a tener una razón por la cual quedarme justo en el momento en que me metí en problemas y me castigaron", confesó Jennie, revelando un detalle que despertó la curiosidad de Lisa.

"Mereces que yo te castigue también", murmuró, con un brillo travieso en sus ojos mientras se acercaba a Jennie con determinación.

Lisa sintió un cosquilleo de anticipación recorrer su cuerpo mientras se ponía de pie y se dirigía hacia la cama, donde Jennie la aguardaba con una mirada llena de deseo. Cada paso que daba parecía llevarla más cerca de un abismo de pasión y excitación, un abismo en el que estaba ansiosa por sumergirse una vez más.

Al llegar a la cama, Lisa se deshizo rápidamente de sus zapatos, sintiendo el palpitar acelerado de su corazón mientras se preparaba para lo que estaba por venir. Se quitó la camiseta con determinación, revelando su piel ansiosa y deseosa de contacto.

"Ven aquí", murmuró con voz suave y cargada de deseo, extendiendo una mano hacia Jennie, invitándola a unirse a ella.

Jennie, capturada por la intensidad del momento, se mordió los labios con anticipación antes de liberarse rápidamente de su camiseta negra y unirse a Lisa en la cama. La vista de ambas mujeres, ahora desnudas y listas para entregarse una a la otra, era una visión de deseo y pasión palpable.

Una vez juntas, el aire estaba cargado de electricidad mientras sus labios se encontraban en un beso desesperado y hambriento. El calor de sus cuerpos se entrelazaba, y las manos exploradoras comenzaban a recorrer cada centímetro de piel expuesta, mientras sus ojos se cerraban para sumergirse completamente en la deliciosa sensación.

Lisa jadeaba en la boca de Jennie, los sonidos guturales de placer escapaban de sus labios mientras se entregaban al frenesí de su pasión desenfrenada. En ese momento, parecían animales hambrientos, devorándose mutuamente con una intensidad ardiente que no conocía límites.

Intentó levantar ligeramente el torso para tomar el control, pero Jennie la detuvo con firmeza, haciéndola caer de espaldas nuevamente sobre la cama con un movimiento decidido. El deseo ardiente en los ojos de Jennie la envolvía, y Lisa se dejó llevar por la sensación de ser dominada por esa pasión desenfrenada.

"Sabía que tenías que ser jodidamente mía de nuevo", jadeó Jennie con un tono cargado de deseo, sus palabras llenas de una convicción inquebrantable. Luego, lamió los labios de Lisa con una pasión abrasadora. "Jodidos labios tan hermosos, bebé", añadió con un susurro ronco y sensual que hizo que la piel de Lisa se erizara de placer.

Sin perder tiempo, Lisa respondió al beso con la misma intensidad, sus labios, buscando desesperadamente el contacto con los de Jennie una vez más. Sus manos se deslizaron por el cuerpo de Jennie, encontrando el borde de su falda y comenzando a desabotonarla con manos ávidas y ansiosas, todo mientras continuaba besando a Jennie con una pasión incontrolable.

Luego, Jennie se inclinó hacia abajo para poder quitar el pantalón de Lisa. Con manos expertas, desabotonó el pantalón y comenzó a bajarlo con cuidado, revelando lentamente el contorno de las curvas de Lisa.

Mientras bajaba el pantalón, Jennie no pudo evitar notar las bragas de encaje negras que Lisa llevaba puestas. Ajustadas perfectamente a su cuerpo, resaltaban su figura de manera seductora, dejando poco a la imaginación.

"Es como si supieras que me ibas a encontrar", dijo la tatuada con una sonrisa burlona mientras terminaba de quitar el pantalón por completo, dejando a Lisa solo con sus bragas de encaje.

La pelinegra le devolvió la sonrisa a Jennie, y esta última volvió a atacar su boca en un beso voraz. Sus manos se deslizaron una vez más por sus cuerpos, ansiosas por despojarlos de la ropa que los separaba. Con movimientos rápidos, pero, delicados, Jennie quitó las bragas de Lisa, revelando su hermoso coño a la vista ansiosa de Jennie.

Luego, Lisa se concentró en deshacerse del sostén de Jennie, quitándolo con una urgencia evidente. Tan pronto como estuvo libre, Lisa se lanzó sobre el pezón expuesto de Jennie, succionándolo con fervor y pasión.

La dinámica cambió cuando Lisa tumbó a Jennie sobre la cama y se colocó encima de ella, dominándola en un abrazo apasionado. En un espejo de sus movimientos, Jennie quitó el sostén y repitió la acción de Lisa, llevando sus labios y manos a sus pezones, provocando gemidos de placer en la chica bajo ella.

"Tanto tiempo sin ti, me hiciste tanto daño", dijo Lisa con voz lastimera, mientras Jennie la tomaba del cuello y la besaba con una vorágine que la hizo gemir.

"Shh, ya estoy aquí, cariño. Entera para ti", murmuró Jennie, empujando los hombros de Lisa contra la cama. Apoyó una de sus manos en la cama y la otra mano fue directamente al coño de Jennie, que estaba tan deliciosamente familiar como lo recordaba: mojado, depilado y resbaloso. Con cariño, Lisa tocó su clítoris, acariciándolo con ternura.

"Calla, cariño y disfrútalo. Disfrútame", susurró Jennie con voz sensual, instando a Lisa a entregarse al placer del momento.

Y Lisa obedeció sin dudarlo. Metió otro dedo y comenzó a penetrar a Jennie con rapidez y determinación. Los gemidos y suspiros de Jennie se hicieron más audibles, su cuerpo respondiendo con fervor a las caricias de Lisa. Lisa movía sus dedos dentro y fuera de manera salvaje, entregándose por completo al deseo que las consumía a ambas. Las piernas de Jennie estaban abiertas de par en par, hermosas y receptivas, recibiendo cada embestida con ansias y pasión.

Lisa se dejaba llevar por las sensaciones abrumadoras que invadían su cuerpo mientras Jennie exploraba con destreza cada rincón de su ser. Sus gemidos eran una melodía de placer que llenaba la habitación, mientras Jennie continuaba moviéndose con una habilidad sin igual, llevándola al límite una y otra vez.

"Tan hermosa, Jennie. Me encantas", murmuró Lisa entre gemidos, sus ojos brillaban con admiración ante la visión de su amante entregada al placer.

Jennie aprovechó un momento para llevar sus dedos al coño de Lisa, acariciándolo con ternura antes de introducir uno de ellos en su interior. Lisa respondió con un gemido de placer, dejándose caer ligeramente sobre Jennie, quien no tardó en agregar otro dedo, aumentando la intensidad de sus caricias.

"Dios mío... Eres tan perfecta, más...", gimió Jennie, sus palabras resonando con una mezcla de deseo y admiración por la mujer que tenía sobre ella.

El espectáculo de placer que ambas ofrecían era incomparable. Jennie gemía mientras follaba el coño de Lisa con una pasión desbordante, mientras que Lisa luchaba por mantener la compostura ante las embestidas de placer que la consumían por completo. Jennie movía sus dedos con rapidez y precisión, sacando gemidos de éxtasis de los labios de Lisa.

"Me follas tan bien, Jennie. Me encanta", susurró Lisa entre jadeos, recibiendo un beso apasionado como respuesta. El beso era más que un acto de pasión; era una fusión de almas entregadas al placer desenfrenado. Jennie exploraba cada rincón de la boca de Lisa con avidez, desatando una tormenta de sensaciones en ambos cuerpos.

Era una imagen de pura lujuria y erotismo, una escena que desafiaba los límites de lo convencional. Lisa, sintiéndose desafiada por la intensidad del momento, decidió unirse al juego, respondiendo con la misma pasión al beso de Jennie. Sus lenguas se entrelazaron en un baile salvaje y sensual, mientras se entregaban por completo al éxtasis del sexo.

Ambas estaban cerca del orgasmo, sobre todo Lisa, por los expertos dedos de Jennie. La tatuada, por otro lado, se sumía en el éxtasis debido a la longitud de los dedos de Lisa, deliciosos.

El frenesí de placer alcanzó su punto álgido con la propuesta de Jennie de alcanzar las clímax juntas. "Así es, linda", jadeó con fervor. "Vamos a corrernos juntas".

Con una intensidad creciente, aceleraron el ritmo de sus movimientos. Los dedos se sumergían y emergían en una danza ardiente. Lisa gemía sobre la boca de Jennie, sus miradas se entrelazaban como si fueran el ancla que les permitía flotar en un mar de éxtasis. Una sonrisa juguetona se asomaba en los labios de Jennie mientras curvaba sus dedos, golpeando el punto de placer de Lisa.

"Oh, joder... Tan rico", jadeó Lisa, entregándose al placer mientras cerraba los ojos en una sensación embriagadora.

Reciprocando el gesto, Lisa curvó los dedos hacia Jennie, provocando una reacción inmediata. Jennie se retorció bajo ella, emitiendo gemidos de éxtasis. Una vez más, sus gemidos se entrelazaron en un dueto de pasión desenfrenada mientras se precipitaban hacia el orgasmo.

Las paredes de la habitación vibraban con la sinfonía de gemidos que inundaba el espacio, como una melodía de placer compartido que llenaba cada rincón. Lisa, liberada por la ola de éxtasis, sentía cómo sus jugos fluían con libertad, embriagando el ambiente con su aroma dulce y embriagador. Sus gemidos se entrelazaban con los de Jennie, creando una armonía celestial que resonaba en sus almas fundidas en pasión.

Por su parte, Jennie no se quedaba atrás en la entrega al placer. Cada contracción de su cuerpo, cada gemido de deleite, era una respuesta vívida al toque experto de Lisa, quien la llevaba a los confines del éxtasis una y otra vez. Los dedos de Lisa, impregnados con los jugos del clímax de Jennie, eran testigos del intenso placer compartido, un testimonio tangible de su conexión ardiente y profunda.

El éxtasis compartido las envolvía en una burbuja de éxtasis, donde el tiempo parecía detenerse y solo existía el momento presente, lleno de pasión desenfrenada y deleite sin fin. Y en medio de ese océano de placer, Lisa y Jennie se encontraban, unidas en un vínculo íntimo que trascendía lo físico, una unión que solo podía ser descrita como etérea y sublime.

La forma en que se miraban mientras se sumergían la una en la otra era un testimonio de la conexión profunda que compartían, una belleza que trascendía las palabras y se manifestaba en el éxtasis compartido.

Las respiraciones agitadas llenaban la habitación, marcando el ritmo del intenso encuentro que habían compartido. Lisa, agotada por la intensidad del placer, se dejó caer completamente sobre Jennie, quien la recibió en sus brazos con un abrazo cálido y reconfortante. Cuando Lisa retiró sus dedos de Jennie, la morena respondió envolviéndola con sus brazos, creando un abrazo protector que transmitía seguridad y afecto.

La cabeza de Lisa encontró un cómodo reposo sobre la clavícula de Jennie, su aliento mezclándose con el de la tatuada en un intercambio íntimo y tranquilo. En ese abrazo, encontraron consuelo mutuo después del apasionado torrente de sensaciones que habían experimentado juntas. Las palpitaciones de sus corazones aún resonaban en sus oídos, recordándoles la intensidad del momento compartido.

El silencio reconfortante que los rodeaba era como un bálsamo para sus almas, una pausa necesaria después de la tormenta de pasión que habían navegado juntas. En ese momento, no necesitaban palabras para expresar lo que sentían el uno por el otro. Simplemente, se dejaron llevar por la calidez del abrazo, encontrando en él un refugio seguro donde descansar y recuperarse antes de enfrentar el mundo exterior una vez más.

"Jennie", murmuró Lisa, todavía recostada sobre ella.

"¿Sí?", respondió Jennie con suavidad.

"¿Te vas a quedar?", preguntó Lisa, buscando una confirmación que anhelaba en lo más profundo de su ser.

Jennie tomó delicadamente su barbilla, haciendo que Lisa la mirara directamente a los ojos. "Me voy a quedar, para siempre", afirmó con convicción antes de sellar sus palabras con un tierno beso, una promesa de amor y compromiso que resonaba en cada uno de sus gestos y palabras.

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